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Caribe e Hispanoamérica
Universidad de Cartagena
Vicerrectoría de Investigaciones
Grupo Ceilika
Gelrcar, Semillero de Investigación del grupo Ceilika
Colciencias, Categoría A
Estudiantes $40.000
Colombia $50.000
América Latina US $20
Norteamérica,
Europa y otros US $40
Diseño y Diagramación
Luz Mery Avendaño
Traducción
Adriana Lucía Forero Lloreda
Impresión
Gente Nueva Editorial
Cra. 17 Nº 30-16 Bogotá, D.C., Colombia
Se imprimieron 1000 ejemplares
Teléfono: 3735567
Correos Electrónicos:
sinuario@yahoo.com
laysalej@metrotel.net.co
Periodicidad:
Dos (2) Números al Año
Presentación
7
Todo nos será negado
(Un acecho a la poesía de Giovanni Quessep)
por Santiago Mutis Durán
9
El jardín y la torre
Poéticas de la culpabilidad y la inocencia en Héctor Ro-
jas Herazo y Giovanni Quessep
13
Emiro Santos García
Giovanni Quessep:
a poet with a multidivided soul
Amílkar Caballero De la Hoz
35
La máscara, el sueño y la embriaguez
Giovanni Quessep a través de la escritura apolínea
Adalberto Bolaño Sandoval
51
Geografía poética
de Giovanni Quessep
Gabriel Alberto Ferrer Ruiz
73
Después del paraíso,
¿libro apócrifo?
Armando Alfaro Patrón
87
Giovanni Quessep,
el encantado
Jorge Eliécer Ordoñez Muñoz
105
Muerte de Merlín
de Giovanni Quessep: de la condena a la ensoñación de la
fábula
113
Jessica Meza Barrios
Giovanni Quessep,
el poeta que espera con
Juan Felipe Robledo
Merlín bajo el espino blanco 131
Carta imaginaria a Giovanni Quessep
Lyda Luz Vega Castro 143
Reseñas
Los Autores
161
A nuestros colaboradores
165
6 Barranquilla, Colombia
Prólogo
Presentación
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Prólogo
Nombrar es enumerar uno a uno los días del prodigio que nos pierde. El
futuro es ajeno; el pasado, exilio; y el presente muerde como “las peores
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bestias del sueño”. Por eso en su poesía el silencio es tan elocuente y tan
vasto.
Hay en la andadura de sus versos algo que pareciera recordar cierta poesía
de Fernando Charry; tal vez la manera de “ocultar”, de crear sus sombras.
Probablemente Giovanni sea su mejor lector, el más justo y el único que
ha podido ver tanto en su escritura, maestra en el arte del aplazamiento o
la distancia. Hay también en Quessep una fuente de pureza romántica, pero
con la lucidez de quien intuye que todo paraíso le está negado al hombre.
Se arrojaría al mundo si creyera útil el desafío. Su ciudad interior es su
derrota, y canta, solo, el imposible al que han renunciado estos malos tiem-
pos, como todos, que se conforman con lo que no debieran y se exhiben
satisfechos. Pero nada en ellos puede retener tanto anhelo. Giovanni Ques-
sep no desconoce el presente; lo desaprueba y se impone la difícil tarea
de no dejar extinguir en él lo que ha desterrado de la realidad: un mundo
interior y el derecho a vivir a merced de leyes más altas. Otro imposible.
Nadie mejor que él para saber los alcances de este riesgo.
poema que se escribe hace vivir el agua, esa agua retornará a la vida. Pero
el poeta será víctima de encantamiento y lentamente morirá de sed ante el
manantial que nos entrega. De aquí en adelante sólo colmará su sed de vida
con la vida que efectivamente sea capaz de hacer brotar en la poesía, pero
ya no sabrá calmarla sino en su propia agua viva. El círculo romántico se
ha cerrado a su alrededor. El arte se ha hecho más humano que lo humano.
Los aceites del óleo que ruedan por la mano del pintor secan y destruyen su
piel, y el pintor cree que sólo pintando sana su herida. Quessep es el pintor
que sabe que es el óleo lo que destruye su mano, pero aun así debe seguir
pintando, para aliviar la herida. “El veneno azul de la mandrágora”.
Sólo el lector puede volar en el aire de este precipicio sin correr semejante
peligro. Pero ser consciente de él, como lo es Quessep, da paso al dolor
en su poesía. La “belleza amarga” de la modernidad. Pero el poeta que ha
cernido la cultura para ir más allá, retoma todo un mundo, al que carga
con una simbología personal, que en parte proviene, por ejemplo, de Las
mil y una noches, para darle un tiempo más lento, más prolongado, más
duradero –clásico– a su poesía, hasta confundirla con la leyenda, y así
alcanzar una dimensión mayor para su tragedia, que es universal. Toda
una elaboración extraordinariamente culta, y absolutamente personal, que
ha sido capaz de apropiarse la memoria de un mundo que forma parte de
nuestros sueños. Los jardines del Medio Oriente, los esbeltos veleros de
mástiles de caoba y luna, se confunden con el patio y los aljibes de su
infancia. No es la rutilante sensualidad de Las mil y una noches lo que
ha atraído a Quessep; es su mundo hecho que lo acoge, y del cual toma
lo que quiere, como quien se vale de un cántaro antiguo para verter en
él su propio vino, más duro y amargo que aquel para el que fue hecho.
Nada hay de artificio en esto. Desde la niñez todo estuvo susurrándoselo
al oído. Todo maduró lentamente dentro de él. Esa era la vida. Pero había
que reencontrarla.
Lo mismo le sucedió con la poesía de Silva: aquella fue una ronda infantil
en su pueblo natal cerca del mar; su música no fue aprendida, nació en él,
surgió de su cuerpo. Por eso no hay estridencia en el desgarramiento de
Quessep; de ahí tanto equilibrio en la tragedia. Por eso puede nombrar los
abismos que cava la pérdida, con tanta belleza: está nombrando el vértigo
que lo habita. Soy el vértigo, podría decir su poesía, dejándose caer como
quien a sí mismo se levanta.
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“Sólo lo finito tiene forma”, por eso toda forma hiere y, salvada del tiempo,
suaviza nuestra destrucción. Todo lo que humaniza la fogosidad del tiempo
contra nosotros, humaniza también al hombre, extraviado hoy en inaplaza-
bles apetitos. Cuando John Cage dio un concierto cerrando su piano para
hacernos oír el silencio, creo que actuó de la misma manera: suspendiendo
el tiempo para oírse, oírnos y para que nosotros nos oigamos a nosotros
mismos. Se madura desde adentro. Si así no sucede, jamás sabremos a
dónde ir. A qué filo, a qué acantilado. Quessep ha recorrido el complejo
laberinto que nos vive, y ha aprendido el difícil arte de habitarlo, sitiados
como estamos por la belleza y por el horror del tiempo.
El jardín y la torre
Poéticas de la
culpabilidad y la
inocencia en Héctor
Rojas Herazo y
Giovanni Quessep
Resumen Abstract
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
res) algunos aspectos de la visión trágica que construye la lírica del Caribe
colombiano, enclavada en los laberintos seculares de la poesía moderna:
esa doble “pérdida” y asunción de un mundo en vértigo, sumido en lo que
pudiéramos llamar una oscura expiación o incierta ofrenda (Cf. Friedrich,
1958; Gutiérrez Girardot, 2004). Genealogía que cobra algunos de sus más
interesantes acordes con la poesía irónica y desencantada de Luís Carlos Ló-
pez –en su debate sobre las formas modernistas y la pregunta por la transpo-
sición del ideal–, en la “mala lectura” rojasheraciana de éste (Rojas Herazo,
2002), así como en la fabulación de un mundo que, con Giovanni Quessep,
pudiese ser resignificado desde una palabra más allá de toda inocencia. Esta
suerte de cartografía de la culpabilidad o la inocencia1 –deteniéndonos en la
existencialidad misma de las representaciones del hombre moderno– alcan-
za notoria expresión, por su talante elegíaco, en la poética de Rojas Herazo.
Pero no es este un acento exclusivo de su lírica. Lo encontramos igualmente
en la tensión cristiana de Ibarra Merlano, en el panteísmo erótico de Gómez
Jattin o en el fino escepticismo de Bustos Aguirre.
1
Entenderemos por “culpabilidad” y “culpa” algunas de las conceptualizaciones trabajadas por
el filósofo francés Paul Ricoeur: la primera como conciencia intensificada del “yo”, designación
del “momento subjetivo de la culpa” (o “para sí” de la culpa), y la segunda (sobre todo bajo sus
connotaciones paulinas) como “el castigo mismo interiorizado […] que pesa ya en la conciencia”
(2004: 258).
2
Héctor Rojas Herazo (1920-2002), poeta, novelista, pintor y periodista colombiano nacido en
Tolú (Sucre). Entre su obra, que abarca diversos géneros, destacan los poemarios Rostro en la so-
ledad (1952), Desde la luz preguntan por nosotros (1956) y Agresión de las formas contra el ángel
(1961). Giovanni Quessep Esguerra (1939), nacido en San Onofre (Sucre), es autor, hasta la fecha,
de doce poemarios, entre los cuales es imprescindible mencionar El ser no es una fábula (1968),
Duración y leyenda (1972), Muerte de Merlín (1985) y Un jardín y un desierto (1993).
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¿Qué hermana, no obstante, a dos poetas cuyo verso es, en Rojas, apa-
rente desajuste, caos y desmesura, o imaginado equilibro, contención y
ensimismamiento en Quessep? ¿Cuál es el punto donde se entrecruzan sus
universos míticos? Podríamos decir, en una lectura germinal, que el len-
guaje del primero –exultante, angustiado–, es el del mito patriarcal vetero-
testamentario, gravitado por figuras como el Ángel, Lucifer, Adán y Caín
(inmersas todas en el mundo de la culpa o el castigo)3. Es el de Quessep,
por su parte, el lenguaje y el tiempo de la leyenda, laberíntico y vegetal:
la ensoñación de la alondra y la rosa, del ruiseñor y los zafiros estelares,
tiempo surcado por la sympathéia de la palabra de Ulises y Penélope, de
Merlín o Scheherazade: un arriesgado prisma que no pretende evadir la
muerte, sino metaforizar un nuevo vínculo con la realidad. Ambos tiem-
pos, desde su heterogeneidad, confluirán (como los ríos del persa) en un
jardín, floresta o paraíso donde se consumen las palabras: el tiempo del
arrojamiento y la expulsión4.
Versos como estos, de Giovanni Quessep: “La espada de los siglos me des-
tierra/ –carbón de Dios– al barro que ya siento./ En mi carne se rompe el fir-
mamento/ y se muerden los astros y la tierra” (“Destino trágico”, 1961: 73),
entablan una inquietante consonancia con aquellos de Rojas: “Tres veces
he sido golpeado duramente/ y mi frente guarda la memoria de una espada/
como relámpago atesorado por la raíz y la energía de mis dientes” (“La no-
che de Jacob”, 2004: 211). Tanto Rojas como Quessep habitan así un espacio
seducido por el misterio de lo desconocido, por la preponderancia del tiempo
y la mortalidad de las sombras. A su modo –a su heteróclito modo– cada uno
articula una obsesión por el “destino” del hombre, por su continua búsqueda
y peregrinaje. Podríamos afirmar que con ambos nos encontramos, más allá
3
Vale apuntar, así mismo, la presencia crucial de los imaginarios de castigo dibujados por la tra-
dición griega y latina: Narciso, Tántalo y Prometeo, figuras cuyos esquemas de caída dialogan con
la sobredeterminación del pecado teológico de la tradición judeocristiana, ensanchándose en otras
dimensiones como el exceso, impiedad, hýbris, o la ironía trágica de los héroes sofocleos.
4
El paraíso de Rojas Herazo y Quessep corresponderá, a pesar de sus filiaciones intertextuales
con el relato del Génesis y algunas escrituras mediterráneas (el “jardín de joyas” de Uta-napishti en
la leyenda sumeria de Bilgamesh, el “cercado” persa protobíblico, o los cuatro bosques del paraíso
del islam y el “tercer cielo” de Pablo), a una singular re-escritura de la cual no escapa la ambivalen-
cia y la “contradicción”.
En el incendio de la madrugada
se cubre de cenizas mi vestido,
y le ponen un barro encanecido
a través de su sangre sepultada.
(Quessep, “Cárcel de siglos”, 1961: 27)
5
Después del paraíso será excluido, por decisión del autor, de su obra poética reunida (publi-
cada en 2007 por Galaxia Gutenberg bajo el título Metamorfosis del jardín). Recurriremos a este
poemario, no obstante, por considerarle apertura fundacional: encontramos en él una heterodoxa
antropogonía y una etapa hamartológica más tarde casi por completo superada.
6
Gilbert Durand hablará tanto de una “imaginación de la caída” como de una “experiencia tem-
poral, existencial”, de una perduración en el inconsciente humano que valoriza negativamente la
caída como “pesadilla que desemboca a menudo en la visión de escenas infernales” (Durand, 1981:
104-6). Experiencia dolorosa, expulsión y descubrimiento postural del infante, conjugará la angus-
tia del hombre ante el poder de toda temporalidad y muerte.
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“Estar aquí, sobre la roca dura”, leemos en Después del paraíso, “ardido entre el relámpago
y el trueno,/ con la voz delirante en lo terreno/ y la arcilla clamando por la altura” (Quessep, “Lo
verdadero”, 1961: 9).
8
Algunas interesantes aproximaciones a la poética de Quessep se encuentran en Hernández
(2000), Molano (2004) y Ferrer (2007).
9
Habrá que esperar en Quessep hasta un poemario como El ser no es una fábula (1968) para
encontrar una decantación y una progresiva ensoñación del mundo ahora como relato fabulador,
como transfiguración de una imagen “real” petrificada.
10
Para Paul Ricoeur, la vivencia de una mancilla, de un pecado o una culpa, requieren de un sis-
tema simbólico: sin “la ayuda de ese lenguaje, la experiencia sigue manteniéndose muda, oscura y
encerrada en sus propias contradicciones implícitas” (Ricoeur, 2004: 311).
11
“[…] el hombre, tal como es hoy”, apunta Mircea Eliade sobre la “accidentalidad” de la muerte
en el mito, “[…] está constituido por estos acontecimientos [míticos]. Es mortal porque algo ha
pasado in illo tempore. Si eso no hubiera sucedido, el hombre no sería mortal: habría podido existir
indefinidamente como las piedras” (Eliade, 1983: 18. Las cursivas son del autor).
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No podemos dejar de pensar aquí en la melancolía de un lucero alboral, en los ángeles de Valéry
o Rilke: encadenados, liberados en un mundo que se consume antes de ser apenas tocado.
“La palabra que es tiempo”, dirá Bustos sobre Quessep, pretende “expresar
el no tiempo” (s.f.: 28). Pero, nos es permitido preguntarnos, ¿qué sucede-
ría si ese no-tiempo nunca ha existido? ¿Si no se halla compuesto, como
infinitos prismas, más allá del lenguaje y las palabras?15 La caída, tanto
en Rojas como en Quessep, ha ocurrido desde un lenguaje que posibilita,
crea el abismo: su dinámica aérea, en algunos momentos vertiginosa, nos
transporta a una elemental opacidad. El hombre de poemas como “Sen-
13
Un imprescindible estudio sobre el pensamiento órfico se encuentra en Bernabé (1995 y 2004).
Para un acercamiento a la antropogonía gnóstica y las particularidades de su cosmogénesis, véase
Williams (1992), Jonas (2000) y la compilación de textos gnósticos de Piñero, García y Montserrat
(2007).
14
Antecediendo varios siglos algunas de las preocupaciones de Walter Benjamin (1999), el neo-
platónico Simplicio, comentador de Aristóteles, juzgaba necesario el lenguaje a causa de la caída
material del hombre (Mayr, 1994: 341). Para un estudio sobre la “caída de los nombres” en Ques-
sep, desde el pensamiento benjaminiano y la teoría mística del lenguaje, puede verse Molano (2004:
68-74).
15
Rojas Herazo, en afortunadas líneas, tal vez lo ha presentido: “El gran tema de la poesía es el
retorno al paraíso. O sea el retorno adonde, más allá de cualquier contumacia nostálgica, nunca
hemos estado” (1993: 7).
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[…] Si pudiera
darte una manzana
sin el edén perdido,
16
“Mi nombre no concuerda ni importa”, leemos en “Cantilena del desterrado” (Rojas Herazo,
2004: 126). Bustos, en Sacrificiales, no será ajeno a esta angustia nominal: “No me contiene este
nombre// Quisiera un nombre de muchas sílabas/ En él no caben el ramaje sin árbol de mi fe/ ni los
recuerdos que tampoco tendré mañana” (Bustos, “El nombre”, 2004: 263).
17
En De civitate dei contra paganos (XVI, XV, 1sq.), el obispo de Hipona no dudará que esta pri-
mera palabra fue pronunciada en hebreo, así como Teodoreto de Ciro, en su In loca difficilia scrip-
turae sacrae… (Patr. gr., 80, 1), defiende el sirio como lengua primordial. Ambos, no sobra decir,
tropezarán con el escepticismo de Gregorio Nacianceno, quien rehúsa concebir un Dios gramático,
en la mañana del tiempo, enseñando el alfabeto al hombre. Para un estudio sobre la investigación
lingüística de los “Archivos del Paraíso” puede verse Olender (2005) y Eco (1994), así como una
interesante genealogía romántica de las lenguas en el olvidado libro de Rousseau (1993).
[…]
mi escritura sería,
quizá como el diamante,
piedra de luz sin llama,
paraíso perpetuo.
(Quessep, “Diamante”, 2007: 356)
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luz desde un registro épico –pero como Ícaro, Faetón o Belerofontes, será
quemado por ella–, cegada por su turbia transparencia. En Quessep se pre-
tenderá una respuesta –enigmática, pero factible tras las progresiones de la
realidad–: el eros dinámico de la ascensión es posible; no obstante, debe-
mos advertir que se halla afianzado (irónica revelación) en la impenetrabi-
lidad misma del misterio, en una “dura transparencia”: “[…] nada se abre
al corazón sediento/ del agua blanca de la vida eterna./ Sólo se escucha el
infinito viento” (“Tormenta”, 1961: 30).
¿Por qué el hombre ha caído? ¿Cuál es el origen de una culpa? Tales pre-
guntas presuponen un destronamiento, no lo explican. Asumirá así la poe-
19
Para el pseudo-Longino (1972), lo sublime, como exacerbación de lo bello, es una categoría
estética capaz de producir dolor desde la fuerza de su tremenda belleza. Ya Kant, en Sobre lo bello
y lo sublime (1764), distinguía entre “lo sublime terrorífico”, “lo sublime noble” y “lo sublime
magnífico”: “Una soledad profunda es sublime, pero de naturaleza terrorífica […]” (Kant, 2003:
14). Schopenhauer, en El mundo como voluntad y representación (1819), notará también cierta
malignidad en la contemplación que amenaza destruir al observador (Schopenhauer, 2003: § 39);
y, estudiando la poética de Quessep, Adriana Hernández ha postulado una “estética de lo sublime”
en el poeta colombiano: “recreación del prodigio en el poema” como forma, música y sugerencia,
y como conciencia de lo trágico (Hernández, 2000).
20
Lo grotesco, como poética o estructura –plenamente diferenciado de un adjetivo calificador o
una ornamentaria gruttesca (Cf. Chastel, 2000 y Fernández, 2004: 19-67)–, presupone para Kayser
un “estremecimiento [que] se apodera de nosotros con tanta fuerza porque es nuestro mundo cuya
seguridad prueba ser nada más que apariencia […] no se trata del miedo a la muerte sino de la an-
gustia ante la vida” (Kayser, 1964: 225, 228).
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Para Henry Suso, dominico alemán del siglo XIV, la gratificación del dolor es inconmensurable:
nos acerca a una deseada imitatio Christi: “[…] deberíamos, sin embargo, preferir las aflicciones
como nuestra porción terrenal para parecernos a nuestro guía” (Walker, 1992: 166). Rafael Núñez, en
la poesía colombiana, asume una actitud semejante, centrada en la virtud del dolor: “¡Súfre y espéra!
– Súfre [sic], que en el mundo/ El martirio a la larga es más fecundo/ En emociones dulces que el
placer; […]” (Núñez, “Belleza, llanto y virtud”, 1986: 26). Es necesario anotar, aun así, que similares
inquietudes (desde distintos horizontes discursivos como el politeísmo helénico), ya hacen parte de
la cosmovisión de la tragedia griega: el “sufrir para comprender” o el “conocimiento trágico por la
fuerza del dolor” (phroneîn) de las obras de Esquilo, o de las mismas teorizaciones aristotélicas sobre
el efecto de la tragedia en el espectador (Cf. Jaeger, 2001: II, 239 y Ricoeur, 2004: 373-4).
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futuro de las esperanzas humanas y da la pista para nuestra salvación: convertirnos en los amos de las
palabras que decimos, hacer que el lenguaje responda a nuestras necesidades” (Auster, 2007: 92).
26
El epígrafe de Brasa lunar, tomado del Pessoa de “Nada fica, nada somos” –análogo a las in-
certidumbres de Shakespeare, Pirandello o el mismo Carroll– es bastante revelador sobre el carácter
discursivo de la realidad: “Somos contos contando contos, nada” (Quessep, 2007: 353).
27
Entendemos por “simulacro” (siguiendo la concepción nietzscheana) no “la representación sus-
tantivada que compite ontológicamente con lo representado, lo sobrepuja, elimina y sustituye final-
mente, para convertirse en el único ser objetivamente real” (Subirats, 2001: 75), como el artilugio
o signo que llama la atención sobre su carácter meramente verbal, metafórico, “irreal”.
28
Al respecto, son bastante dicientes algunos versos de Rojas Herazo en Las úlceras de Adán:
“De esto nada sabemos. Lo sabe nuestro sueño” (“Adivinanza del fuego”, 2004: 278), o en Agre-
sión de las formas contra el ángel: “Es mi sueño en el agua y el agua que nos sueña” (“La sed bajo
la espada”, 2004: 217). Comulgan, en ambición existencial y materializante, con el psiquismo de
Bachelard: una comprensión de la realidad como “potencia del sueño” y del sueño como una “rea-
lidad” (Bachelard, 1958: 24).
29
Borinsky, en un balance sobre los diferentes momentos de la poesía nerudiana, afirmará que el
poeta chileno “se recupera a sí mismo perdiéndose” (2004: 164). El creador elocuente, altisonante,
viril e hiperrealista de un poemario como Canto general (1950) –lleno de seguridades y de un
magisterio americanista (al cual tanto deberá Rojas (Cf. Santos, 2008: 54-6))–, encuentra mayor
perduración estética en la desconfianza e inseguridad existencial de Residencia en la tierra (1935)
o Memorial de Isla Negra (1964).
30
Escribe Quessep, en iluminadora consonancia: “Sólo entonces comenzaría a olvidar/[…]/ A
destejer el destino como quien deshace un dibujo/ Grabado por agujas milenarias en la carne tortu-
rada/ Hasta olvidar […] el nombre de todo ser/ Así comenzaría desde la primera letra del tiempo/ A
contarlo [todo] de nuevo” (“Parábola”, 2007: 104).
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Bibliografía
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Giovanni Quessep:
a poet with a
multidivided soul
Resumen Abstract
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Due to the lack of literary bonds among their poetics, the group of Co-
lombian poets that came right after the Nadaist movement has been hard
to set within Colombian literary historiography. In each particular case
—and Quessep is far from being the exception— the fact that each of them
does not embrace a particular literary trend or movement but feature all
sort of distinct poetic views and worlds of references, has made this task
even harder. As Cobo Borda (2003: 417) puts it: “Los poetas que vienen
después del auge nadaísta y que comienzan a publicar sus primeros libros
a fines de la década de los setenta adoptan, como hemos visto, una actitud
distinta. No grupo sino individualidades, en muchos casos aislados”.
Let me first define the concept of Diaspora that will help me to illustrate
Quessep’s symbolic keys. Sarah de Mojica (1999: 63-64) claims that “El
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But Quessep is also a mental wanderer. His poems stage the rhizome iden-
tity of Caribbean men together with the poet’s ongoing mental Diaspora.
Quessep’s poetics features a speaker full of thoughts of traveling and un-
certainty, and a “naked migrant” (see Glissant: 2002) in search of his lan-
guages, his histories and his cultural heritage. This naked migrant seems
to be in an unending quest.
The multiple spaces, or the “Here and Elsewhere”, are basically repre-
sented by natural symbols. The snow represents the western world he ex-
perienced when he lived in Italy. It represents the unreal: “déjame oir tu
mágico/ embeleso por los caminos de la nieve (Quessep: 2008: 43)1, and
it also means solitude “con tristeza de pájaro caído en la nieve” (PI: 44),
“El hombre solo habita/ Una orilla lejana/ Mira la tarde gris cayendo /
Mira las hojas blancas” (PI: 24). The patio, the trees and the sea stand for
his native Colombian Caribbean. All of them bring back happy childhood
memories: “si eres el cuerpo amado / ven entre árboles, entre canciones.”
(PI: 46), ¡Oh infancia en la penumbra del solar / que me das el naranjo y la
serpiente” (PI: 65). They mean the good: Vas solo con tu alma, barajando /
canciones y presagios/ que hablan del bosque donde la hierba es tenue, / le-
jos de la desgracia que en ti se confabula.” (in Procultura: 1986: 60). They
also represent the poet’s homesickness: “Medianoche, no encuentro/ los
caminos que dan al patio, / ni al pozo de agua viva / donde bajan las nueves
y el pasado (…) y no me hallo / sino en el patio que daba al cielo / y en el
agua del pozo y el naranjo.” (PI: 51), “Si suena un caracol/ sólo fantasmas
hay y un viejo puerto.” (PI: 65); and it evidences the fact that he, as many
Caribbean poets of the Diaspora, carries his home on his back like a shell:
“Nada podrías llevarte/ si me persigue el mar de piel manchada;” (PI: 64).
Here, the racial connotation is evident. The Caribbean Sea is black and
Quessep’s recurrent image of the European snow is the archetypal of whi-
teness. San Onofre lies in the Sabana de Sucre region characterized by the
settlement of Afro descendents and Syrian-Lebanese migrants.
It is “Gabriel Chadid Jattin” (PI: 60) the poem that best embodies the spa-
tial dichotomy of “Here and Elsewhere”:
1
All the references to this book will be introduced by the initials PI followed by the page number.
Azul desesperanza
Solo encuentra el viajero que retorna
A su perdido patio después de tantos años
De errar entre los cactus y las dunas
Ardientes de un desierto sin estrellas
The patio is the symbol of the longed dwelling, the lost paradise, the Ca-
ribbean of his childhood. The desert is its opposite, the non-Caribbean. It is
described in a negative way. That is why it does not have stars, it does not
have light. The desert is full of cactuses and dunes as opposed to the idyllic
patio full of trees. And this opposition gives the title to his ninth book Un
jardín y un desierto.
But his wanderings are not only a way to set a mood; they are the strategy
to mix, to put together those locations. These locations become one in his
soul. As Duchesne (1998: 140) has argued: “La errancia no ignora los po-
los, sino que los integra y los prolifera más allá de las estrictas dualidades.
Es por eso una forma de multiplicar los mundos imaginarios”. In “Callar
es bello” (PI: 42) this integration of imaginary worlds is explicit: (…) “y
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
oir apenas esa música / de los jardines en desvelo, / mientras caen las ho-
jas / que nos llevan, insomnes, a otro tiempo.” Time and space obviously
blend and become one. That other time in the poem is another place, too.
Finally, the Here and Elsewhere structure is also supported by the use of
the oxymoron and by the opposition of fantasy / fiction vs. reality, very
much like the Cortazar and Borges way. The use of the oxymoron is per-
sistent throughout his works: “rosa de salitre”, “rosa demoníaca”, “luto
azul”, “lo oyó contar a su padre al borde del fuego mientras la nieve”,
“miró llegar una blancura de leves sombras”, “la música de un blanco país
que te amara en la sombra”.
2
A town of marooned African slaves that was free from the European authority.
His relation to the homeland is not of a first inhabitant as the Western pat-
tern has imposed but it is that of a “relational complicity” (see Glissant,
1990:48). In other words, what ties him to the land is not a mythical ac-
count of the beginnings (in which the gods have given the natives the te-
rritory) but tight spiritual bonds set during long cohabiting. The Caribbean
space keeps Caribbean man’s histories, colonial wounds and cultural es-
sence like a book. Whenever he takes a glance at it, he sees everything
overlapping. And Caribbean man has shaped that space to get by, as maro-
ons did. He has confided his deeper feelings to it. That is why he carries it
wherever he goes as we have pointed out above.
Caribbean man has become one with his surroundings. They are tightly to-
gether and therefore he lives forever in it. Quessep states this in “Parábola
del siglo XVIII”:
In addition, the search for the rhizome identity is led by the awareness of
being in unending wanderings. This keeps Caribbean man from fixing its
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
root since it is not fixed as the western root. Mental traveling is not a means
to an end, but an end in itself. Glissant illustrates this in Le Tout Monde
(1993: 32): “(…) pero eso era porque / él portaba en sí mismo otro tiempo,
que él erraba /…dilataba en sí otros espacios, y perdido en el / espacio del
momento presente.” Here we can see the fusion between time and space
that I described at the beginning of this paper. This fusion lets us unders-
tand why the Caribbean environment stores the histories of his men, as
Quessep describes it:
This excerpt contains two leif motifs of Caribbean literature: the naming of
colonial wounds and the re-historization of the region (For information on
the treatment of history by Caribbean performers see Ileana Saenz, 1999:
131-140). The latter is very common in Walcott’s and Brathwaite’s poetry
and VS Reid’s and Lamming’s narrative, for instance.
The Caribbean man’s identity and culture is to be thought taking into ac-
count a dialogical stance and the concepts of hybridization and syncre-
tism. The relationships among its different components are to be deemed
as interacting and coexisting without hierarchies. The Caribbean man in
Quessep’s poetry is, therefore, always an outsider. He does not have a
fixed identity or a single dominant cultural heritage. On the contrary, his
identity is movable and undetermined, and the different sources of cultu-
ral heritage relate, converge and diverge freely. His poetry explores all of
them including the Eastern blood that runs within him, as Quessep (1999)
himself admits it: “Ya la poesía oriental, la china y la árabe, y el mundo
trovadoresco movían la rueda de mi fortuna. Hoy sigo por el mismo sen-
dero descubierto, hallado como en sueños, internándome cada vez más por
regiones desconocidas, hasta las ínsulas extrañas (….)”.
The image of the outsider, of the strange, persists throughout his work:
“Escucha al que desciende por el bosque / De alados ciervos y extranjera
luna” (PI: 36), (…) y me fui lejos / por caminos, por ínsulas extrañas” (PI:
52), “Extranjero de todo / La dicha lo maldice / El hombre solo a solas
habla” (PI: 24).
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
Two of Divina Comedia’s symbols that Quessep taps into are the woman
as the door to Paradise and the rose. Beatrice, Dante’s beloved one, whose
name means “happiness giver”, “the beatific one”, is waiting for him on
God’s side. Quessep’s Claudia is also the symbol of heaven Paradise:
Quessep, for instance, features several Greek myths together with accounts
of other cosmogonies. In “Divertimento final”, for example, the Greek
mythological character of Sarón who drowned in the sea is presented toge-
ther with the mythological character of a golden horned deer that is found
in the Indian Ramayana and in the Colombian Zenú aboriginal community
accounts, as stated by Zapata Meza (1996: 37) when describing one of
their legends:
But Quessep goes a step beyond that limit. He makes use of all the diffe-
rent meanings a myth has and, at the same time, combines it with other
myths and symbols from the same culture and from other cultures. That’s
the case of the Greek myth of the lotus flower which takes on two different
connotations: the one given by Homer in The Odyssey as the item that
makes men forget about their lives, and the one related to the account of
the Greek goddess who fought hard during centuries after drowning in a
place called Lotus, and that came to stand for triumph after a long struggle.
In “Parábola” we read:
In the same poem there are allusions to symbols of the Eastern culture
such as the dragon, and allusions to the Caribbean notion of revisiting and
retelling history. It also contains references to one recurrent Greek symbol
in Quessep’s poetry: the character of Penelope as the representation of
the alteration of the linear flow of time: “A destejer el destino como quien
deshace un dibujo / Grabado por ajugas milenarias en la carne torturada /
Hasta olvidar su nombre y el nombre de todo ser / Así comenzaría desde la
primera letra del tiempo (PI: 18-9).
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
The allusions to children classical stories are very recurrent. They were
one of the first texts that Quessep read and that interested him in literature.
They also gave him that insight of fantasy as the real reality and so he uses
the references to them to build that concept:
From his study of Carroll’s greatest work Quessep created his paradigmatic
concept of the garden as the recipient for a parallel reality full of fantasy.
The garden is mentioned in almost each of his poems and his ninth and his
last book are named: Un jardín y un desierto y Metamorfosis en el jardin.
The adoption of the theme of reality and fantasy also resulted from
Quessep’s liking for Las mil y una noches. From this one he adopts the oral
as one of the main characteristics of non western literatures and the resul-
ting dialogue of the oral and the scribal in them (The poem “Monólogo de
Sherazada” shows the adoption of this feature). This characteristic is pre-
sent in most Colombian Caribbean poets in different ways ranging from
Obeso’s use of dialect and Rojas Herazo’s use of scatological discourse to
Gomez Jattin’s and Buitrago’s use of nasty language.
In Quessep the use of the oral is closest to Alvaro Miranda’s proposal: The
emphasis on the telling of histories and stories through oral means. This
can be seen in “Parabola del siglo XVIII” where he also stages the wes-
tern, the eastern and the Caribbean worldviews together. The word ‘tell’ is
repeated twice to emphasize the oral character of the history. The scribal
character of the history is also stated explicitly:
The Eastern concept of honor is exposed here together with the static con-
cept of history of western society carved in stone, and the more dynamic
concept of history characteristic of the Caribbean: “(…) Al que no necesita
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
de la piedra o el bronce / para durar / Porque sus huesos duran como las
aguas del Lu” (PI: 12).
Acuérdate muchacha
Que estás en un lugar de Suramérica
No estamos en Verona
No sentirás el canto de la alondra
Los inventos de Shakespeare
No son para Mauricio Babilonia
Cumple tu historia suramericana
Esperáme desnuda
Entre los alacranes
Y olvídate y no olvides
Que el tiempo colecciona mariposas (PI: 14)
The lark represents the western world and stands for delicateness, musi-
cality and aesthetics. The scorpion symbolizes the Caribbean and stands
for the opposite: rusticity, danger, ugliness. Shakespeare, the center of the
western canon is opposed to García Márquez, the center of Caribbean and
Latin American canon.
Quessep’s poetics, on the other hand, relies heavily on the biblical refe-
rences. The poet reproduces the biblical discourses repeatedly: “Oh tú que
reinas en la noche” (PI: 43), “Alguien me niega, otro / que desgarra mi
túnica” (In Procultura, 1986: 62). The poems are also full of allusions to
different biblical books and episodes: “Si pudiera / darte una manzana / sin
el edén perdido” (PI: 58). ¿Cuándo veré tu rostro / que guardan siete sellos
/ de la melancolía? (PI: 65).
There is some work yet to be done on the study of how Quessep decons-
tructs the western canon to elaborate a poetics that is deeply rooted in those
social, historical and cultural structures of the Caribbean. I believe that his
use of the “Relational Complicity” and the “Mental Diaspora” notions sets
clear links with other performers and literary traditions in the Caribbean
whose study might throw light on Quessep’s symbolic keys, too.
References
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
Resumen Abstract
Este trabajo plantea que la poesía This paper proposes that Gio-
de Giovanni Quessep (y con ella vanni Quessep’s poetry (and with
la del Caribe colombiano) puede them the Colombian Caribbean li-
ser estudiada a partir de la pro- terature) can be analyzed based
puesta de Friedrich Nietzsche rela- on Nietzsche’s proposal of the
cionada con la naturaleza apolínea Dionysian and Apolineal nature of
y dionisíaca del arte de la antigua the ancient Greek art. The paper
Grecia. Se expone también que also proposes that the coexisten-
la coexistencia de estos impul- ce of these elements are closely
sos tiene estrecha relación con related to the concepts of mor-
los conceptos de carácter diur- ning and night and classical and
no y nocturno y con lo clásico y romantic. This places Quessep’s
lo romántico, lo cual permite situar poetry as an experience of mythic
a la poética quessepiana en una updating.
experiencia de constante reac-
tualización mítica con el tema de Key words: the Apolineal and the
la Diosa Blanca: la luna, la caída, la Dionysian, White Goddess, ele-
pérdida de sí mismo, la fertilidad. giac technique, anachronism, the
diurnal and the nocturnal.
Palabras clave: lo apolíneo y lo
dionisíaco, Diosa Blanca, técnica
elegíaca, anacronismo, lo diurno y
lo nocturno
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
La poesía del Caribe colombiano de segunda mitad del siglo XX puede ser
dividida entre lo apolíneo y lo dionisíaco, entre los que postulan un paraíso
perdido y los que plantean recuperarlo mediante la memoria y la palabra, y
aquellos que combinan estas imágenes profundas del inconsciente colecti-
vo, aunadas a la representación de la Diosa Blanca. Bosquejar un capítulo
de esa historia es el fin de esta nota.
La poesía del Caribe entre 1910 y 1950, como toda la colombiana, se en-
cuentra inscrita dentro de lo poéticamente correcto. No hay giros lingüís-
ticos, no hay vanguardia ni ninguna corriente o movimiento internacional
que la arrastre, aunque cuenta con algunos creadores reconocidos nacio-
nalmente. Muchos de ellos esperan una revaloración de su obra, a pesar de
encuadrarse en perspectivas tradicionalistas. El silencio editorial, siempre
atosigante a falta de propuestas y regodeándose ante la falencia de planes y
actores culturales, ha hecho que poetas como José Félix Fuenmayor, Óscar
Delgado, Miguel Rasch Isla, Gustavo Ibarra Merlano y Jorge Artel, entre
otros, apenas comiencen a ser estudiados.
Los poetas jóvenes del Caribe colombiano –nacidos entre 1958 y 1973–
(Luis Mizar, Antonio Silvera, Martín Salas, Franklin Patiño, Carlos Polo,
Lauren Mendinueta, entre otros) exponen el caos del mundo, su inconfor-
mismo y las contradicciones que los rodean, o comparten una sensibilidad
unánime hacia el desencanto y la desilusión. El poema, espacio para ocul-
tarse o buscarse, se mantiene como un vía crucis y, al mismo tiempo, como
contraparte en la que se expone una poética de lo íntimo, de la autobio-
grafía enmascarada, de la disolución del ego. Existe la creencia palmaria y
abierta de que la poesía no logra la salvación. Y, sin embargo, como islas
pequeñas, el erotismo y el amor surgen como géiseres que sostienen la ca-
lidad y coadyuvan a opacar las fisuras de muchos de esos poemas. Motivos
como el sueño o la infancia también contribuyen a realzar esos espacios de
redención o salvíficos.
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
Graves recuerda que para el poeta galés Alun Lewis, el único tema poé-
tico de la vida y la muerte radica en “qué sobrevive de las personas ama-
das” (1983: 22). Para el mismo Graves, “los elementos del único Tema
infinitamente variable se encuentran en cierto mito poético antiguo que,
aunque se le manipule para cada época de cambio religioso –empleo la
palabra “mito” en su estricto sentido de “iconografía verbal”, sin el sentido
derogatorio de “ficción absurda” que ha adquirido–, sin embargo permane-
cen constantes en su contorno general” (Ibid.). El Gran Tema para Graves
(1981: 20-35-95), resumido en una fábula antigua, se refiere al nacimiento,
la vida, la muerte y la resurrección del Año Creciente del hijo y amante
de la diosa. A esta deidad se la denomina Diosa Blanca, mujer bella y es-
belta con nariz ganchuda, aunque también suele resultar cadavérica, una
representación animal, una yegua, una pesadilla, o una figura de la luna
en sus diferentes fases. La diosa es el resultado de un flujo y reflujo de la
historia en la cultura europea y de diferentes aportes asiáticos, así como del
cristianismo y de otras religiones. Graves, sin aludir a Nietzsche, sugiere
que la Diosa Blanca puede ser la poesía, el cielo y el infierno, la magia y
la mujer, el abismo y el dolor, la musa, la pasión, la muerte, la fecundidad
o el amor, entre otros.
Quessep y los poetas del Caribe asumen la Diosa Blanca como una interro-
gación a la naturaleza, a sus silencios y transformaciones, a la memoria y
el paisaje del Caribe apenas recordado. Este entrelazamiento pervive como
una huella cultural en la que no existen espacios nacionales.
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
2
Aunque entre el nacimiento de Rojas Herazo (1921) y el de Quessep (1939) transcurrieron casi
20 años, sus obras fueron publicadas en las mismas décadas.
3
Para este trabajo se seguirá la poesía reunida de Quessep en Metamorfosis del jardín (1968-
2006), en la edición de Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores (2007). En caso de utilizarse otra
edición, se especificará.
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
En este sentido, Quessep pudo adoptar los versos del poema “Los maes-
tros cantores”, de Hans Sachs, citados por Nietzsche como epígrafe de El
nacimiento de la tragedia.
Quessep expresa la pérdida del reino de manera simbolista; traslapa las no-
ciones: la poesía se asume, en su poema “Estación” (2007: 336), como un
abismo, como un “martirio celeste”, en el que, sin embargo, al cambiar el ha-
blante de tono, se deja ver como un extravío conceptual y una reparación:
[…] Señor,
dame a beber por siempre este cáliz.
Pero no somos dioses, no podemos vencer nuestra miseria;
nos vamos sin retorno, y a embriagarnos de un vino triste al aire
sin estrellas.
(“Vino triste”, 2007: 345).
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
instinto apolíneo de esta poesía nos ubica por fuera del devenir, de lo Uno,
destacando ese sentido de arte de soñar, de la luz y de la inteligencia, de
la esencia.
4
Las siguientes categorías las expone Morales Peco (1997: 43-61).Como toda propuesta teórica,
la de Durand podría ser aplicada taxativamente o retomada con la flexibilidad necesaria y distancia-
da de un marco de referencia. Se adopta aquí el régimen nocturno, pero la poesía de Quessep, bien
mirada, también mantiene las implicaciones de cierta heroicidad y de tragedia, de una naturaleza
existencial que grita soterradamente su propia crisis.
Naturaleza tiene
piedad de los colores,
pero no de los cuerpos.
Contempla azules, verdes,
carmesíes, violetas,
y arden el mar, los pájaros,
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
Más allá del concepto durandiano de régimen nocturno para los comporta-
mientos clásicos o apolíneos, místicos e intimistas, ocurre en Quessep, des-
de la percepción romántica, una conciencia diurna, contraria a la búsqueda
y las indagaciones de lo sombrío, de la contemplación escindida y trágica,
de la inconciencia y mirada interior, de la desposesión y la crisis.
5
Para el comentario de la poesía de Rojas Herazo se ha seguido el volumen editado por el Insti-
tuto Caro y Cuervo (Rojas Herazo, 2004)
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
Quessep lo sabe y los límites para una revisión desde la poética nietzschea-
na no son tan estrictos, por supuesto: todo es revisitación. En el impulso
apolíneo de Quessep se observa también la pulsión dionisíaca. Cada cate-
goría alojará dentro de sí su propia contradicción y su búsqueda: la dialé-
ctica del arte juega a la máscara y su dolor, al sueño a y a la embriaguez.
Los polos se encuentran: Rojas Herazo y Quessep indican que la historia
universal de la poesía –y de la colombiana, en particular– es la historia
de unas cuantas metáforas. Gozar, destruirse y dispersarse, incluye tam-
bién crear. La compenetración panteísta de placer y dolor se cristalizan. La
sombra y la luz, la vida y la muerte, purificadoras, se dejan llevar por el
poeta, ese dramaturgo de su propia contradicción.
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
Bibliografía
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Geografía poética
de Giovanni Quessep
Gabriel Alberto Ferrer Ruiz
Universidad del Atlántico
Resumen Abstract
El objetivo de este ensayo consiste en The aim of this paper is to explore Gio-
explorar la poesía de Giovanni Ques- vanni Quessep’s poetry which is or-
sep, edificada sobre una geografía ganized on the basis of a poetic geo-
poética que permea toda su obra y graphy that runs through the whole
todas las temáticas e isotopías. Hay themes and motifs of the work. There
tres topos claros: el exterior real, el are three main themes: the outer rea-
exterior imaginario y el interior. A cada lity, the outer imaginary world and the
uno de ellos corresponden espacios inner world. Each of them has specific
específicos y valoraciones distintas. spaces and distinct values.
Palabras clave: poesía, espacio, Ca- Key words: poetry, space, The Ca-
ribe, geografía, interioridad, fábula, ribbean, geography, inner world, fa-
intimidad, reencuentro. ble, intimacy, reunion.
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
1
Todas las citas en el texto son tomadas de esta edición de El ser no es una fábula (1968) y serán
introducidas por las iniciales ESNF seguidas del número de la página.
13). Aquí el poeta habla de una pérdida que se materializa en la tierra (nó-
tese la presencia en este topos de lo falso y lo hueco: el vacío; mientras que
en el cielo se ubican significados sublimes, edificadores para el hombre).
La caracterización negativa de la tierra proviene de la caída del hombre.
El hombre desciende de su alturas, de su cielo, para palpar lo terrenal, su
polvo: “No sabrá de la tierra/ ni de esta mancha que todos llevamos” (LE.,
“Pájaro”, 120). Una vez que ocurre esta caída, el hombre emprende un via-
je solitario y agónico por la tierra, sin saber su destino, apenas conociendo
que la única certeza es la muerte: “Tú venías/ por el lado del mar donde se
oye/ una canción, tal vez de alguna ahogada/ virgen como tus pasos en la
tierra” (LE., “Un verso griego para Ofelia”, 145).
2
Todas las citas en el texto corresponden a esta edición de Muerte de Merlín (1985) y estarán
precedidas de las iniciales MM, seguidas del número de la página.
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
3
Todas las citas en el texto corresponden a esta edición de Libro del encantado (2000) y estarán
precedidas de las iniciales LE seguidas del número de la página.
como las torres de Córdoba y el patio/ donde soñó Ben Hazm su breviario
encarnado” (LE., “Grabado en la piedra”, 165). El vínculo del patio con lo
misterioso y fantástico se mantiene en otros poemas, cuando se convierte
en imágenes: “No pudo reconocer las puertas ni el patio de su casa/ A los
que confundió con un ciervo blanco que volaba en la/ noche” (LE., “Pará-
bola”, 26). El patio actúa también como una puerta al recuerdo, al pasado:
“El día azul termina/ sobre la hoja múltiple; en el patio/ quedan aún las
huellas del invierno pasado” (LE., “Lo que dejó el viento”, 178); “En el
patio de piedra/ el agua del aljibe/ en otro tiempo suena” (LE., “En el patio
de piedra”, 123). Este pasado que evoca el patio es también la historia del
hombre: al parecer guarda su vida, conserva el tiempo, revela secretos:
“Después de la tormenta buscamos/ la historia de nuestra vida en el patio”
(MM., “Música de cámara”, 109).
Julio-Diciembre de 2009 77
Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
En la poesía de Quessep hay una identidad entre los espacios: paraíso, jar-
dín y huerto. Hay dos caracterizaciones: la del lugar de la fábula, el cuento
de hadas y la leyenda, y la del paraíso perdido. El jardín se edifica en el
canto del adivino, en la visión y los sueños. Es el lugar de las transforma-
ciones: “En el jardín de piedra/ No han de cerrarse nunca/ Mis ojos que ya
son/ El polvo de otra luna” (LE., “Nocturno”, 36); lugar donde se constru-
ye la fábula: “Alguien cruza el jardín/ desvelado de fábula,/ no recuerdo
sus ojos/ ni su túnica blanca” (LE., “El otro encanto”, 44). Pero el jardín
es también fábula contra el hombre, cuando ésta se traduce en la historia
del paraíso: “Quizá un color venido de otra hora/ La fábula enemiga que
en mí vive” (LE., “Luna menguante”, 142). En el jardín, como paraíso
perdido, se repite la isotopía del polvo, de la conversión del hombre en
ser mortal: “Todo esto fue la alondra/ y hoy es polvo/ Todo ausencia del
laurel y la rosa” (LE., “Para grabar a la entrada del jardín destruido”, 90).
Frente a esta concepción de jardín como paraíso perdido, el poeta asu-
me dos posturas: la de nostalgia por la pérdida y la de rechazo del jardín
como esperanza del hombre: “Entonces ¿a qué aventurarnos por regiones
doradas,/ a qué la búsqueda de un paraíso inútil?/ ¿Qué pasos en el jardín
pueden reemplazar a la vida,/ la vida que nos llama día a día a su ronda?”
4
En la Biblia, el arca del pacto de Dios estaba hecha de cedro y el templo que hizo Salomón estaba
recubierto por dentro con la madera de este árbol. La asociación aquí es pues con la vida, lo sagrado
y la santidad, elementos característicos del árbol de la vida que estaba en medio del paraíso.
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
otredad no sólo es espacial, sino temporal: “y oír apenas esa música de los
jardines en desvelo,/ mientras caen la hojas/ que nos llevan insomnes, a otro
tiempo” (LE., “Callar es bello”, 58). El jardín actúa también como umbral
del sueño y, como tal, conserva su naturaleza mágica al ser pasaje para los
otros mundos no-reales. Mantiene, igualmente, su carácter espacial positi-
vo (de tranquilidad para el poeta), opuesto al mundo real enclavado en el
presente agónico: “Ya no puedo escucharte/ en el jardín profundo/ donde
solías empezar un sueño de naves blancas por el mar oscuro/ Hoy pierdo la
memoria/ de tus labios quemados por la tierra/ y ahora solo olvido/ cubre
mis ojos que la muerte esperan” (LE., “En el jardín profundo”, 60).
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
Julio-Diciembre de 2009 83
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Bibliografía
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Después del paraíso,
¿libro apócrifo?
Resumen Abstract
1.
Tanto críticos como lectores, espontáneos o no, están en el derecho de
escoger entre las obra de un escritor cuál consideran la mejor, o de decir
cuál es la que “más les llega”. Los propios escritores, en relación con sus
Recibido en marzo de 2009; aprobado en junio de 2009.
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
1
Este eje temático propuesto se opone a la visión que tiene Rosa María Londoño sobre la obra
del poeta. No conozco la totalidad de sus estudios críticos, pero en “Giovanni Quessep. Memoria y
encuentro” afirma: “El poeta espera en Carta imaginaria, y en su espera hay una postura plena de
esperanza frente a la realidad” (Londoño, 2001: 107). Considero que en este análisis de Londoño
prevalece más una postura ética que estética sobre la obra de Quessep, ya que si se concibe su poesía
como una metáfora del alma, la esperanza tiene cabida, por supuesto, pero el desencanto también.
2
Este poema de Petrarca es bastante conocido. La edición de Porrúa del Cancionero y los Triun-
fos (1986) presta especial atención al tema al que aquí se alude.
3
“En el bachillerato probó su memoria”, cuenta Sergio Zapata en la citada entrevista de Arcadia:
“Por la misma época en que se calentaba pedaleando bajo el sol de Sincelejo, Giovanni Quessep
memorizaba poemas para el profesor Ernesto Panesso Robledo, en el colegio Simón Araújo. ‘¡Para
mañana tal égloga de Garcilaso!’, ordenaba Panesso. Y había que írsela a decir de memoria. ¡Tales
sonetos de Quevedo y Góngora! Y había que saberlos sin equivocación. Desde ese momento, sin
darse cuenta, se preocupó por ‘dominar’ las formas en español” (Zapata, 2007: 14).
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Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
2.
Ya en el primer soneto, que lleva por título el mismo del libro, encontra-
mos la experiencia vital de la poesía de Petrarca mencionada anteriormen-
te. Dentro del contexto general del poema, en el cual unos “cedros” actúan,
en su verticalidad, como metáfora de la aspiración del hombre hacia lo
eterno, aparece el siguiente verso: “arcilla de dolor. Celeste ruina” (1961:
8)4. Verso del cual llama la atención su construcción bimembre, con un
opósito en cada una de sus partes. Dámaso Alonso, por ejemplo, destaca
de la Égloga I de Garcilaso de la Vega la simetría bilateral renacentista en
cuanto a los acentos, el color y las palabras que existe en el verso “cestillos
blancos de purpúreas rosas” (Alonso, 1962: 100). En el verso de Quessep,
palabra por palabra, habría casi un equilibrio perfecto, pues en cada lado
hay un sustantivo y un adjetivo. Tal simetría, sin embargo, está atrave-
sada por un hiato más propio de la tensión barroca, específicamente de
las antítesis vida/muerte y eterno/transitorio: tanto “arcilla”/“dolor” como
“celeste”/“ruina” son una reinterpretación de estas antítesis5.
7
Tal como aparece en la estrofa citada, este poema está inspirado en “El dedo de la mujer” de
Víctor Hugo.
Julio-Diciembre de 2009 91
Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
4.
8
Sobre este tema anota Reyes Peñaranda: “[…] hay que situar uno de los polos de atracción más
constantes en la obra toda de Quessep, la presencia de la figura femenina, que es dispensadora de
dones, consoladora, interlocutora, fuente de vida y de dicha […] dueña del secreto y hacedora del
milagro” (Reyes, 1993: 33).
[…] ya la dulce
armonía del campo, que repite
la universal parábola de los cedros
de ramajes azules,
habrá ascendido, leve, a confundirse
con la quietud inmensa de otra esfera.
9
En un primer momento, me pareció bastante extraño el tema aquí tratado, pero después me di
cuenta de que Quessep lo retoma en el poema “Juicio final”, de Brasa lunar (2009: 211), pero ya
desde la interiorización angustiosa de lo que implica el final de los tiempos.
Julio-Diciembre de 2009 93
Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
LXX
11
A la pregunta de Rosa Jaramillo sobre las influencias de las cuales era consciente, Quessep res-
pondió: “El Cantar de los cantares, la literatura maravillosa […], Dante entre los italianos, Keats
entre los ingleses; Antonio Machado y Jorge Luis Borges” (Jaramillo, 1978: 148).
12
Para Bousoño, el desdoblamiento del “yo” lírico en un “tú” al que se dirige es una especie de
correlato objetivo propio de la literatura post-romántica o “contemporánea”. Sobre este procedi-
miento poético en la obra de Machado, Bousoño realiza un extenso análisis (1985: 309-322).
Julio-Diciembre de 2009 95
Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
Y el poema de Quessep:
Lo primero que habría que anotar es que en ambos poemas hay una con-
vicción de la existencia del paraíso (realidad trascendente), que Machado
nombra con la imagen “jardín de eterna primavera” y Quessep con “vive
del lado del agua” y “maravillosa verdad”. Esta convicción se da a tra-
vés de un diálogo entre un yo y un tú: “Tú sabes las secretas galerías del
alma”, en Machado, y “Es mejor que te quedes debajo de la espiga” y “Te
digo: vive del lado del agua”, en Quessep. Este “tú”, sin embargo, es un yo
desdoblado. En otras palabras, es el mismo yo en diálogo con su alma. El
diálogo estaría, en ambos casos, indicando la presencia del paraíso como
una realidad que también se construye en el interior del hombre, y son a
esos paraísos interiores a los que cantan ambos poetas13.
5.
Otro dato curioso: una de las imágenes que más llama la atención en Des-
pués del paraíso se encuentra en la última estrofa del soneto “Entre un
viento”, que dice: “Sólo veréis en hondas soledades/ mi humana pequeñez
que se desliza/ entre un viento de dos oscuridades” (60). Es una imagen
13
Me gustaría hacer dos anotaciones: la primera se refiere a la presencia del hada en el poema de
Machado y que Quessep utilizará en muchos de los suyos, aunque habría que tener en cuenta que
desde esta imagen también existiría una conexión con Darío. Lo otro es destacar la hermosa metá-
fora final del poema de Quessep en donde mundo y paraíso se unen como “un lucero/ temblándole
a uno entre los labios” (1961: 35).
6.
Uno de los sonetos que más llama la atención por sus imágenes desgarra-
doras es “Labrador”, y puede asociarse, en varios aspectos, con el soneto
“A mi buitre”, de Miguel de Unamuno (Generación del 98), y con el se-
gundo poema de El rayo que no cesa, de Miguel Hernández (Generación
14
Este poema de Aleixandre aparece en el libro Sombras del paraíso de 1944. No está demás
destacar el gran parecido existente entre el título del libro de Aleixandre y el de Quessep.
Julio-Diciembre de 2009 97
Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
No puedo dejar pasar el siguiente dato: de los 35 poemas que componen Después del paraíso,
15
30 son sonetos y los 5 restantes combinan diferentes formas estróficas. Estos números son pareci-
dos a los que hay en El rayo que no cesa: de 30 poemas, 27 son sonetos.
Este es uno de los poemarios más celebrados y al mismo tiempo más herméticos de Hernández.
16
Los críticos, al interpretarlo, se debaten entre su origen a partir de una posible decepción amorosa
y el drama que produce la convicción religiosa.
Julio-Diciembre de 2009 99
Cuadernos de literatura del Caribe e Hispanoamérica No. 10
Paz, que la noción de divinidad, tan sólo sea el brote de un sentimiento del
hombre. Pero hay algo fundamental que diferencia el soneto de Quessep
de los otros dos: en el caso de nuestro poeta, lo simbolizado (lo trascen-
dente, “la eternidad”, dice el poema) sale a flote en los versos del poema,
mientras que en Unamuno y Hernández permanece en las penumbras, en
el hermetismo.
7.
8.
Cuando, en la revista Arcadia, Sergio Zapata revela que Después del pa-
raíso ha sido excluido de la obra reunida de Quessep, se refiere a la reco-
pilación de su poesía que en 2007 editó Galaxia Gutenberg con el título
de Metamorfosis del jardín. Esta exclusión, no obstante, tiene sus antece-
dentes: las antologías de la obra del poeta de Valencia Editores (1980) y
del Instituto Caro y Cuervo (1993) inician con poemas de El ser no es una
fábula (poemario de 1968), y en el prólogo a Muerte de Merlín (1985), el
maestro Charry Lara empieza diciendo: “Giovanni Quessep se inició con
poemas en los que un tono reflexivo y desencantado parecía ser dominan-
te: El ser no es una fábula” (13). Más recientemente, la exclusión ha con-
tinuado: en la antología del autor que publica la Universidad de Antioquia
bajo el título Érase mi alma (2009), no hay ningún poema de Después del
paraíso, y en el buscador de libros de Google aparece registrado, pero no
el contenido para descargar, pues no es de dominio público. De esta ma-
nera, al parecer, el primer poemario de Quessep permanecerá por un buen
tiempo en las brumas del olvido.
Bibliografía
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pp. 14-15.
Giovanni Quessep,
el encantado
Resumen Abstract
Palabras clave: tópico, locus amoenus, Key words: topic, locus amoenus,
celeste, muerte, símbolo, fábula. heaven, death, symbol, fable.
Después del Paraíso está dominado por una tensión constante entre dos
polos bien marcados: lo cósmico-sideral (topos cielo) y lo terrígeno (tie-
rra, ceniza, finitud). Sin embargo, esta tensión se ve siempre dominada
por el primer polo. Cuando el poeta encuentra en la tierra cierto anclaje,
se produce una conmoción espiritual: se resiste a aceptar esas realidades
del barro y la tierra. Es el vate de las antiguas creencias que, siendo side-
ral, poeta volador –como lo designa Bachelard (1982) –, sufre su agonía
cuando se unta de tierra, de carne, de materia corruptible. Es el “ángel
desalado” expresando en palabras su nostalgia por el huerto ameno, por el
paraíso perdido.
so, del lugar amable, de la realización plena del hombre, contrastado con
la pérdida, que es una forma isotópica de muerte:
(…)
mi alegría proviene de otro cielo
donde los pájaros adoran la mirada del tigre.
Tigre, tigre, quemante joya
En las florestas de la noche,
(…)
(“Lectura de William Blake”, 1985: 95)
Don Quijote, Jesucristo, Li-Po, y, sin embargo, sus fábulas poéticas siguen
alumbrando la fastuosidad del cielo y el escenario agonista de la tierra.
Bibliografía
Muerte de Merlín
de Giovanni Quessep:
de la condena a la
ensoñación de la
fábula
Resumen Abstract
otra vida, creada y soñada, ante todo ated, dreamed, true and embellished
embellecida y verdadera, que otorga life that renders a major sense to that
mayor sentido a esa existencia huma- rediscovered and hence imagined ex-
na, redescubierta por sí misma y, por istence.
tanto, fabulada.
1
Las citas de los versos provienen de la primera edición de Muerte de Merlín publicada por el
Instituto Caro y Cuervo en 1985.
Las culpas minimizan la existencia del hombre. A veces, este parece nau-
fragar en la pena impuesta por la tradición cristiana. Ya no hay regreso a
un cielo perdido. Pero, ¿dónde queda el encuentro con uno mismo? De
acuerdo con Paul Diel (1994: 15-59), la historia de las religiones ha per-
manecido atada a una inmutable ley ética: en el hombre se ha creado una
mentalidad moral regida por divinidades que sólo son símbolos. Estos últi-
mos, bajo la imposición de dogmas, son asumidos como reales, alejándose
incluso del sentido original de los textos bíblicos. La caída de Adán será
con ello el principio y el trasfondo de un castigo proyectado en su penar
por la tierra: accederá a lo material y al dolor de una vida desprendida de
los lazos que lo atan a Dios. “Comprendido literalmente”, escribe Diel,
“el mito de Adán obliga a tomar como un hecho real lo más increíble que
se pueda suponer: por la desobediencia de un solo hombre, Dios habría
condenado a la humanidad entera, de generación en generación” (Diel,
1994: 53. Las cursivas son del autor).
De lo perdido vuelves
[…]
de lo que ya no tiene salvación
¿vienes a preguntarme por la vida?
Pero si yo no guardo
sino la tela inútil
que muestra lo mortal,
lo que se pierde desde el alma al cielo.
(“Final”, 49)
Bibliografía
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pp. 113-131.
Quessep, G. (1985). Muerte de Merlín. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo.
Resumen Abstract
En el presente trabajo se realiza una This paper analyzes the poetry of Gio-
aproximación a la poesía de Giovan- vanni Quessep taking into account the
ni Quessep a partir de las imágenes images that start from the anguish of
que enmascaran la angustia del ser the human being when facing his real
ante la realidad de la existencia. Se existence. I also analyze the symbolo-
analiza, además, la simbología de la gy of the moon (as an optimistic sym-
luna como imagen optimista del tiem- bol of time), the abyss and the great
po, el hilo como elemento de burla epiphany of anguish. It also studies
temporal, el abismo y la gran epifanía memory and oblivion as renewable
de la angustia temporal, así como la images of a mythical time.
memoria y el olvido como imágenes
renovables del tiempo mítico.
Palabras clave: mito, angustia, tiem- Key words: myth, anguish, time, me-
po, memoria, olvido, renovación. mory, oblivion, renovation.
1
Este artículo hace parte de la investigación titulada Giovanni Quessep, por los subsuelos mí-
ticos del alma, trabajo de grado presentado para optar al título de Profesional en Lingüística y
Literatura de la Universidad de Cartagena (2009).
2
Poeta colombiano, nacido el 31 de diciembre del 1939 en San Onofre (Sucre). Su poesía ha sido
objeto de innumerables elogios, premios y distinciones, entre los que destaca el Premio Nacional de
Poesía José Asunción Silva (2004) como reconocimiento a su vida y obra.
3
Los poemas citados en este artículo proceden de la poesía reunida bajo el título Metamorfosis
del jardín (1968-2006) (Quessep, 2007).
El poeta se refiere a una luna ausente cuyo recuerdo fugaz, como parte de
un pasado (cual arena o polvo), se esparce y desaparece aéreamente. Desti-
no semejante al del hombre, en cuanto contienda con el tiempo que lo con-
duce a esa noche oscura. Momento de morir: es esta “luna airada/ que por
el alma vuela,/ telar de una escritura/ que nos desvela” (“Madrigal de la
luna”, 157). La de Quessep es una luna que brota de las entrañas del poeta:
“Luna airada, que por el alma vuela” (157). Proviene del mismo lugar de
las figuras de la imaginación, de los subsuelos del alma, y fluye en armonía
con otros símbolos para dar origen a la sinfonía de lo imaginario: “El poeta
va por el castillo interior donde se unen los cuatro puntos cardinales de lo
ilusorio y lo real. A ellos corresponden, en la escala de la imaginación, el
aire y la luna, la llama y los espejos” (“Mito y poesía”, 287).
hojas caen y el final se aproxima; las barcas fúnebres, que esperan pacien-
temente conducir a su pasajero; la rueca, que no cesa de producir el hilo
que le sirva al tiempo para atar y escribir la historia: “Nadie sabe los hilos
de la historia/ que gira en la ventana,/ ni el viento azul, ni la terrible noria”
(“Umbral de la muerte”, 268). Quessep juega con el tiempo, evocando
la mitológica hilandera que teje y desbarata lo tejido para volver a tejer.
Penélope que se burla del tiempo y logra vencerlo: “Dime el secreto de
tu voz oculta/ la fábula que tejes y destejes/ dormida apenas por la voz del
hada/ blanca Penélope” (“Canto del extranjero”, 134). Expresiones como
“(…) Busca el hilo que se teje en los míticos tapices” (“La hora de vivir”,
403); “y el hilo de las horas que nos lleva por su impasible laberinto./ (…)/
Naves hay que destejen la hora del vivir y del soñar” (“De la infancia”,
404), “grabaste que hay jazmines, nocturnos, y que hay ruecas que tienen
nuestro nombre hilado desde siempre” (“En el nácar del bosque”, 412),
forman parte de un modo muy particular de contemplar el tiempo.
Esta nueva faz del tiempo es, según Durand (2005), invocada tradicional-
mente bajo la forma arquetípica del caos o el abismo (del griego “abys-
sos”, que significa “sin fondo”). El Antiguo Testamento se refiere al mar
universal que envolvía todo lo existente (Vila Escuain, 1985). Tiempo an-
tes del comienzo “la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas esta-
ban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de
las aguas” (Génesis, I, v. 2). Es esta valoración negativa del movimiento
brusco, que ofrece la imagen caótica del abismo, la que encierra los ho-
rrores del tiempo y comparte vigor con imágenes como las de la caída: “A
nuestro juicio, la tercera gran epifanía imaginaria de la angustia humana
ante la temporalidad debe ser suministrada por las imágenes dinámicas de
la caída” (Durand, 2005: 117).
La hora de vivir,
de tener alas
sobre el abismo azul oscuro reina
con su cetro de ortigas en el aire
como si te dijeran: Cuida el alma
de tu silencio, que la nada acecha
de cal y piedra viva en lo esperado.
La hora en que es abril el limonero
de tu casa profunda
(“La hora de vivir”, 403).
Buda asegura en el Dighanikaya (I, 19-22) que los dioses caen del cielo
cuando falla su memoria, y los que no olvidan son eternos e inmutables.
Los dioses caídos se reencarnan en hombres y practican la ascesis y la me-
ditación, gracias a lo cual pueden acordarse de sus existencias anteriores y
ser liberados de la esclavitud y la muerte. En la cultura griega se registra
una creencia parecida y se tienen dos valoraciones de la memoria: aquella
que se refiere a los acontecimientos primigenios (cosmogonía, teogonía,
genealogía) y la memoria de existencias anteriores, de acontecimientos
históricos y personales. El olvido se opone a estas dos clases de memoria.
En Grecia existen hombres excepcionales, como Pitágoras o Empédocles,
capaces de recordar existencias anteriores y vencer el olvido y, en cierto
modo, la muerte (Eliade, 1991).
lor para la tarde,/ casi imposible como los pasos en el laberinto/ todos ten-
dremos que salir a su ronda./ Nuestra mirada en el color sin nombre/ verá,
sin que la ceniza la nuble,/ el fondo de la vida, como en la rosa blanca/ los
otros movimientos del destino” (“La ronda de la vida”, 213).
Bibliografía
Giovanni Quessep,
el poeta que espera
con Merlín bajo el
espino blanco
Resumen Abstract
Este trabajo plantea una revisión de This paper revises outstanding topics
temas relevantes en la poesía de within the poetry of Giovanni Quessep
Giovanni Quessep como el dolor y such as pain and beauty, guilt and
la belleza, la culpa y la expiación y la expiation, the search of the garden
búsqueda del jardín (reino simbólico) (symbolic kingdom) that hides a truth,
que esconde una verdad: una verdad a truth that the poet attempts to re-
que el poeta pretende develar. Por veal. On the other hand, it studies the
otra parte, se rastrean los elementos traces of the classical elements and
clásicos y de origen árabe que tienen the ones of Arabic origin which have a
fuerte presencia en su propuesta es- strong presence in his aesthetic pro-
tética. posal.
1
Dame, por fin, dolor,
la virtud y la ciencia
de hallar en tu tejido
mis horas de alegría.
Voy por hondos jardines, y en el hilo se abre
la encarnada tiniebla de la rosa.
2
Me perdí en un lugar del paraíso.
Si quieres rescatarme
ven sin espada, sólo
con un ramo de lirios
para la encantadora,
de los lirios que crecen
en el más hondo infierno.
(“Encantamiento”, 2007: 350)1
1
Trabajaremos en este ensayo con la edición de la obra completa de Quessep titulada Metamor-
fosis del jardín (2007), publicada por Galaxia Gutenberg y Círculo de Lectores.
que venga “sin espada”, aunque sí con “un ramo de lirios […] de los lirios
que crecen/ en el más hondo infierno” (350), reconociendo que toda gran
poesía es una forma de haber asumido el infierno, la culpa y la expiación
en un tortuoso camino cuyo nombre es belleza. Dolor que hace posible la
belleza y puede dar también la alegría del canto del ruiseñor, que salva del
olvido.
Así, el mar color de vino y la isla de piedra imán, el extranjero que busca
a su Claudia por el castillo penumbroso y Merlín hechizado bajo el es-
pino blanco, los tigres y pájaros en la noche misteriosa, todos ellos son
poderosas imágenes concitadas por la poesía de Giovanni Quessep. En sus
poemas nos sentimos habitando el mundo visto con nuestros ojos morta-
les, pero, igualmente, otro distinto: es Garcilaso llegando con su Elisa al
cielo de la eternidad sin haber abandonado del todo este mundo, sus ríos
y verdes collados. El poeta cincela los versos, y la distancia que hay de la
realidad al deseo, el dolor que acompasa sus días, es un conjuro que da
alado esplendor a sus palabras: “Y vendrían otros bienes y otros males/ en
la sabia, celeste noche oscura/ a decir que en el arte de las letras finales/
es bella la canción y amarga su escritura” (“Ars amandi”, 306). La vida
del poeta –salvada merced a su canto– encuentra el país habitado por la
maravilla, y sus palabras –forjadas con paciencia y marcadas por un pro-
fundo conocimiento de la tradición–, le permiten buscar entre los oscuros
pliegues de la existencia la verdad oculta sólo develada por el canto y que
le convierte en una suerte de sacerdote cuyo deber es la preservación de
un orden primordial: forma de conocimiento a la que aspira siempre la
creación poética.
Las libélulas que doran los ojos de los muertos son acaso una imagen de la
labor iluminadora del poeta, quien, con sus versos, da sentido incluso a la
muerte al fin del encantamiento. En un reino de magia y música, Quessep
intenta definir el derrotero de su oficio. Emerson dice, hablando de poesía:
“pídele la forma al hecho”. En los versos de Giovanni Quessep se ha cum-
plido este aserto, que lo ha llevado a escribir un mundo de aire y luz, de
encanto rumoroso y cadencias simétricas, para dar cuenta de una realidad
espejeante y misteriosa. Salvación por el canto, vislumbre de una muerte
que planifica, defensa exaltada del valor de la maravilla, son estas algunas
de las claves que permiten acercarnos a esa música infinita: versos carga-
dos de una lección de verdad poética y hondura existencial.
Buscar la cámara encantada, “dejar la vida/ por lo que aún sigue siendo
una sombra”, es una actitud de aparente desprecio por la vida conquistada
con el esfuerzo diario, pero esa secreta existencia en la cámara encantada
de los caballeros andantes –marcados por la satisfacción de tener la luz que
viene del amor y el patio de amapolas– determina una visión de asombro
ante la realidad. Adam Zagajewski dirá: “Danos el asombro y una llama
alta, clara” (“Una llama”, 2005: 63), y es ese asombro el que marca la
poesía de Quessep, su irrenunciable voluntad de dejarse traspasar por una
luz que nace de un sitio recóndito donde los símbolos marcan la vida del
hombre y lo hacen abandonar su cotidiano transcurrir para soñar con un
Merlín espera, dormido por siglos bajo el espino blanco, para desencantar
a Britania y conseguir que el reinado de Arturo regrese, y con él la justicia,
el valor, la belleza3. Acaso la poesía de Giovanni Quessep pretenda, con-
vocando la imagen del encantador, guardar bajo sus ropajes de maravilla la
sorpresa y el poder de convocación de una palabra que debe esperar bajo la
tierra y en la gruta (palabra vivificada bajo el espino blanco) a que nuestros
corazones y mentes vuelvan a encontrar el poder misterioso de una palabra
que es canto y cuento, que jamás traiciona. A esta poesía tan suya, tan úni-
ca, debemos el regreso del reino encantado a la poesía colombiana que es,
también, la gran patria de la lengua española.
2
Óscar Torres Duque ofrece una lectura de este poema, que es de una sugestividad enorme en
el sentido de la percepción de la poesía como perduración en el canto que nos hace inmortales
gracias a la creación. Sostiene Torres Duque: “En todo caso, lo que dura es siempre ruina, muerte
encarnada, pero la ruina es memorable, la muerte es inmortal, y de ahí la seguridad del poeta y sus
personajes, mutuamente representados, y de ahí que el tono elegíaco que pareciera adquirir el canto
por la conciencia de la muerte, sea ante todo un tono épico: ‘Por eso vamos al castillo/ en busca de
la cámara encantada/ para dejar la vida/ por lo que aún sigue siendo una sombra’. Son los versos
finales de ‘Caballeros andantes’ […] cuyo solo título ya basta para corroborar esa proyección épica
tradicional que le da Quessep a la figura del poeta. ‘Lo que aún sigue siendo una sombra’ es un
mundo inexistente por el que se da la vida, como la muerte que ‘dura’ es toda la realidad del poeta,
‘lo digno de ser cantado’” (Torres Duque, 1992: 43).
3
Muerte de Merlín, publicado originalmente en 1985 por el Instituto Caro y Cuervo, es consi-
derado en este artículo el poemario que articula la visión de la poesía de Quessep como salvación
en la resignada constatación de la pérdida del paraíso. Detenerse en la lectura de este libro y en la
reflexión en torno al símbolo de Merlín esperando bajo el espino blanco la salvación de Britania y
el regreso de Arturo, es una de las claves que permiten considerar el hecho creativo como salvación
en la resignada conciencia de la pérdida de la inocencia e invitación a dejarnos habitar por el rumor
del canto con su poder salvífico. Allí reside el carácter decisivo de la interpretación en este artículo
de varios poemas de Muerte de Merlín.
4
“Del jardín en verano/ nos queda la ceniza,/ apenas ese abismo/ desde donde no vemos sino
tréboles blancos.// A pesar de la muerte/ alguien canta a un país desconocido,/ acaso sea su duelo
nos impide soñar la estación que dura, así como la dolorosa conciencia de
la fugacidad y la eterna devoción por el canto potenciada por la propia ma-
nera de saber que todo será polvo, todo ello son algunas de las evidencias
que este poeta tiene entre las manos. Son su manera de decirnos que casi
todo se perdió en un tiempo perdido, pero que hay un secreto intocado que
permanece en un centro de fuego. El ideal de reconciliación de los opues-
tos, del cielo “donde los pájaros adoran la mirada del tigre” (“Lectura de
William Blake”, 234), y la felicidad que se disfruta “a pesar de la muerte”,
“aunque la ruina amenace las puertas de mi casa” (234), es la conciencia
del creador que sabe que su tesoro último, “el secreto de mis palabras”, le
permitirá habitar en el tiempo, a pesar del corrosivo poder de la disolución,
del que lo libra el poder del poema que se ha conquistado en medio del
tráfago de los días. Así, el poeta dirá:
la ventura,/ aquel destino que nos fuera negado.// Todo es ya polvo en nuestras manos,/ canción:
no busques ya ni esperes;/ tengamos la libélula/ y no soñemos la estación que dura.// El jardín sin
escalas/ guarda bienes y males,/ mas, ¿no había aquí una primavera,/ un cuerpo que pasaba entre los
árboles?” (“Metamorfosis del jardín”, 235)
Bibliografía
Mutis Durán, S. (2009). “Todo nos será negado (Un acecho a la poesía de Giovanni
Quessep”. En Quessep, G. Érase mi alma (Antología). Medellín: Editorial Universidad
de Antioquia, pp. 15-19.
Quessep, G. (1993). Antología poética. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo.
__________(2000). Libro del encantado (Antología). México: Fondo de Cultura Econó-
mica.
__________(2007). Metamorfosis del jardín: poesía reunida (1968-2006). Barcelona:
Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores.
__________(2009). Érase mi alma (Antología). Medellín: Universidad de Antioquia.
5
“Hay también en Quessep una fuente de pureza romántica, pero con la lucidez de quien intuye
que todo paraíso le está negado al hombre. Se arrojaría al mundo si creyera útil el desafío. Su ciudad
interior es su derrota, y canta, solo, el imposible al que han renunciado estos malos tiempos, como
todos, que se conforman con lo que no debieran y se exhiben satisfechos” (Mutis Durán, 2009: 16).
Carta imaginaria
a Giovanni Quessep
Resumen Abstract
Estimado señor:
1
Todos los versos de Quessep, citados o aludidos en este ensayo, proceden de la edición de Carta
imaginaria (1998), publicada por El Áncora Editores.”
2
Recuerdo aquí el debate Gadamer versus Habermas, donde el primero insiste en la historicidad
–entiéndase, validez– de un diálogo con el pasado, por lo que acepta, respeta la Tradición; mientras
que el segundo subraya los elementos de dominación represivos y deformantes que trae consigo la
herencia cultural (Cuesta, 1991: 69).
poder o de lo que tiene eminencia superior a lo común, que por ser espa-
cio fortificado y alejado del mundo cotidiano viene a considerarse como
alegoría del pensamiento filosófico, contemplativo. El asedio del dragón
torna inevitable el hecho de que su poesía halle asilo (¿exilio?) en un cas-
tillo, símbolo del refugio, de la protección.
Los símbolos, poeta… Decía Gilbert Durand de ellos: son “una represen-
tación que hace aparecer un sentido secreto, es la epifanía de un miste-
rio” (1968: 15), y usted, arqueólogo de ese saber ancestral, misterio en sí
mismo (costeño/payanés, romántico equivocado de época –como bien lo
Así como a través del aire callado (32) los fantasmas y las quimeras se
desplazan encantándolo todo a su paso, de la misma manera nos regala
usted la imagen del pájaro –que todo lo abarca en el radio de su vuelo–
emparentándolo con la poesía. El pájaro, signo del cielo, representante
de lo inmaterial, del alma (de esos mundos menos tangibles que tanto le
atraen), se asume mediador entre aquel y la tierra. Por algo Sócrates de-
cía: “Por boca de los poetas, los dioses les hablan a los hombres”. Pájaro
prisionero (19), algunas veces, el poeta se sabe libre e intentará siempre la
huida, la independencia, la libertad, puesto que le ha sido dada la gracia
de volar alto, del Arriba. ¿Recuerda aquella ocasión en la cual Fernando
Charry Lara advirtió en su propuesta “la libertad del que sueña, y sobre
todo, la de aquel que despierta de los sueños”? (Charry Lara, 2005: 126).
Yo agregaría, “y que puede reconstruir lo que ha soñado”, y nos lo da de
beber, de leer.
3
El mensaje lo traduce el profeta Daniel a Belsasar: “Mene significa que Dios ha contado los días
de tu reino y le ha puesto fin. Tekel significa que has sido pesado en las balanzas y se ha hallado
que no eres bueno. Parsin quiere decir que tu reino se da a los medos y a los persas” (Dn., V, v.1-
31). Mientras Daniel está hablando, los medos y persas empiezan a atacar a Babilonia. Capturan la
ciudad y matan a Belsasar. ¡La escritura en la pared se realiza esa misma noche!
A usted, ¡oh fuente!, ¡oh jardinero!, gracias por elevarnos con su vuelo líri-
co, por esos vocativos –tan propios del género epistolar– que también nos
llaman a nosotros, nos convocan a la acción, a que volemos y nos insufle-
mos de hálito de dios, de poesía, ecos de aquel “Lázaro, levántate y anda”,
vuelve a la vida. Gracias, además, por hacernos huéspedes de la luna (15),
por hacernos soñar el mismo sueño (suyo) e hilar el mismo hilo (19), por
atreverse a enviar todavía cartas, pues –aunque imaginarias– resulta real y
tangible su efecto en nuestro ser al recordarnos que si la escritura en papel
algún día desaparece, es de dentro de donde proviene la genuina fuente del
acto de escritura, “la hoja”, o sea, la vida. Por eso me llega plenamente su
verso: “en lo más hondo lleváis/ la hoja que no se olvida […]// hoja que se
pierde […]// Cuando alguna se desprende/ queda un temblor de lo que era”
(“Cantiga”, 1998: 45).
sabía de memoria. Por eso las guardó allí, sólo para sentir más cercano a
su esposo…
Suya,
Lyda
Bibliografía
Jorge Eliécer Ordóñez Muñoz ha fundado en este libro una poética que
dialoga con las formas más seductoras de la fábula, la parábola y el mito;
ha instaurado un bestiario como hermosa metáfora, devenida en símbolo,
donde reflexión, memoria y pasión dan cuenta de nuestro drama. Todo aquí
está bajo amenaza. El arca ha partido y Noé ya no es la imagen del refugio.
En este territorio del naufragio, animales y hombres están solos. La fábula
bíblica sirve al poeta para describir la constante presencia del abismo. En-
tonces, transmutado en armadillo, murmura para sí estas palabras:
El poeta, como un niño, juega con sus animales, los inventa, es uno de ellos,
se identifica con su salvaje ternura, con la orfandad; es hermano de sus res-
plandores y tinieblas. Para estas desarraigadas criaturas, olvidadas bajo la
aparente alegría del trópico, prisioneras de miserables circos en ciudades
ruinosas, o víctimas de los depredadores que acechan, no hay salida que
las salve. Están en el laberinto de una sociedad opresora, devorándose a sí
mismas, enfrentadas a un mundo que las expulsa. Son pura contradicción:
bellas y terribles, fieras y mansas, solitarias como tantos, solidarias como
pocos; libres pero presas del azar, del miedo y la tragedia, poetas “sin un
puerto seguro”, sin barco y sin asilo. Lo dicen estos versos:
Navíos de caronte
de Carlos Fajardo Fajardo
o la permanencia del exilio
Fajardo Fajardo, Carlos. (2009). Na-
víos de Caronte. Bogotá: Común Pre-
sencia Editores, 62p.
Arthur Rimbaud
Soy extranjero
sin nombre
sin ley
sin luna.
Soy extranjero
sin lengua
sin palabras.
Soy extranjero
sin madre
sin patria
sin un árbol que recuerde (45)
Quedarse sin lengua, sin memoria, en una tierra extraña, es quedarse sin
patria. ¿Cómo portar la patria cuando la propia lengua es otra, cuando se
vive en las sombras, cuando se es representación del mal? El poemario
es contundente: se inicia el viaje con expectativa, se arriba a puertos que
proscriben la entrada, se llega al exilio, a la soledad y a la autonegación:
“Esta ciudad para mí se oculta. /No soy más que un despojo/ en una calle
enemiga” (39). No se trata de la tragedia de un grupo humano o de una
cultura específicos. Es una tragedia universal. Inmensas masas humanas
se desplazan de sur a norte, luego de que sus sociedades fueran desar-
ticuladas y saqueadas por el colonialismo y cuando han sido destruidas
por la guerra; cuando las potencias coloniales construyeron fronteras que
separaron hermanos y aglomeraron culturas diferentes; cuando la única
alternativa que se encuentra es ser un paria en España, en Francia, en Italia
o en Alemania. “La Otra Orilla” es el lugar del desarraigo, de la pérdida de
los sueños, de la disolución de lo humano: “¿(…) alguien habrá encendido
un fuego a nuestro nombre?/ ¿Presentirán este vacío del vacío, sin dolor
alguno?” (33)
Gustavo Quesada
Poeta, historiador y docente universitario. Entre sus liberos de poemas se en-
cuentran: Cantata de los desnacientes ((1988) y Descender a la piel ( 1995)
e-mail: gaquesa2@yahoo.com
*
Grupo de Estudio de Literaturas y Representaciones del Caribe (Universidad de Cartagena).
a) Libros
Deben incluir la siguiente información: [Apellido del Autor], [Inicial del Nombre.]
(Año de Publicación). Título de la obra en cursiva. (Edición). Ciudad: Editorial.
Nota: la edición se señala sólo a partir de la segunda. Si se trata de la primera
edición, después del título se coloca un punto. Ejemplos:
• Rojas Herazo, H. (1976). Señales y garabatos del habitante. Bogotá:
Colcultura. (título en cursiva)
• Ary, D., Jacobs, L.C., y Razavich, A. (1982). Introducción a la investigación
pedagógica. México: Interamericana. (Dos autores o más)
• Universidad Nacional Abierta (1984). Técnicas de documentación e
investigación 1. Caracas: Autor. (Cuando el autor es una institución)
• Ayer, A. (Comp.) (1978). El positivismo lógico. México: Fondo de Cultura
Económica. (Cuando se trata de una compilación)
b) Artículos de revistas
Deben incluir la siguiente información: autor(es) y año (como en todos los
casos); título del artículo, punto; nombre de la revista completo y en cursiva,
coma; volumen en cursiva; número entre paréntesis y pegado al volumen (no
hay blanco entre volumen y número); coma, página inicial, guión, página
final, punto. Autores (año). Título del Artículo. Nombre de la Revista, 8(3),
215-232.
Ejemplo:
• Gutiérrez Calvo, M. y Eysenck, M.W. (1995). Sesgo interpretativo en la
ansiedad de evaluación. Ansiedad y Estrés, 1(1), 5-20.
c) Otros documentos
Si se trata de documentos cuya publicación se desconoce, es decir, de textos
posiblemente inéditos, se puede indicar con la palabra “paper” . Ejemplo:
• Blanco Villaseñor, A. (1984). Interpretación de la normativa APA acerca
de las referencias bibliográficas. Barcelona: Departamento de Psicología
Experimental. Universidad de Barcelona (paper).