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Ansiedad en Sociedad
Ansiedad en Sociedad
Semestre / Grupo 7
Alumna: Sharon Raquel Martínez Ortega Mtra. Iris Martínez
Trabajo Final
Ansiedad en Sociedad
La ansiedad es una respuesta adaptativa, una reacción ante la posibilidad de algo se percibe
como peligro y el organismo trata de prepararse para la huida. A algunos los mueve, los
hace reaccionar y hacer lo que tienen que hacer, pero a otros los paraliza. Esta percepción
del peligro, puede ser tanto del exterior como del interior (tensión emocional). Lo que es
importante destacar y se explicará más adelante. Hay toda una serie de reacciones en el
cuerpo que generan incomodidad, altera al sujeto y puede llevarlo a experimentar pánico
(un ataque de), especialmente cuando no se logra entender lo que ocurre: latidos
acelerados, opresión en el pecho, respiración superficial, jadeante, temblores incontrolables
en extremidades, sensación de hormigueo, dolor de cabeza, cansancio extremo, mareo,
náuseas, tartamudeo, mutismo temporal, etc. Cada uno varía conforme a la persona y al
nivel de ansiedad que esté experimentando. Existen quienes se les facilita sobrellevarla y
usarla a su favor, otras que no están acostumbradas a ella y les resulta abrumador, se
convierte en algo casi insoportable.
“En un juicio universal [...] uno corre el peligro de olvidar la variedad del mundo y de su
vida anímica”1.
Según Freud (1986), existe una agresión que es originaria en todo ser humano,
una agresión que en el proceso de humanización por parte de los padres, es reprendida,
marcada como algo incorrecto, algo que debe ser controlado, sometido y hasta erradicado.
1
Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Obras completas, Amorrortu, 2ª Ed. 1986, p.65.
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Alumna: Sharon Raquel Martínez Ortega Mtra. Iris Martínez
De lo contrario, no podríamos coexistir en sociedad. Así que toda agresión que pretende
emanar hacia el real y descargarse sobre un otro semejante, es retornada por el Superyó,
oprimida y redirigida hacia el mismo Yo, con la misma severidad que habría satisfecho en
otros individuos ajenos a través de esa conciencia moral. Por lo tanto, hay una constante
tensión entre ambas instancias psíquicas que deriva en una necesidad de castigo, por ese
sentimiento de culpa inherente a la enseñanza dicotómica del bien y el mal que no es
natural ni originaria en ningún ser humano y que se aprende bajo amenaza de la pérdida del
amor de aquellos de quienes dependemos en nuestro desvalimiento como infantes. “La
cultura yugula el peligroso gusto agresivo del individuo debilitándolo, desarmandolo, y
vigilándolo mediante una instancia situada en su interior”2. Sin embargo no basta con que
un sujeto sea virtuoso, se reprima en sus impulsos e instintos, que cumpla con las más
estrictas normas morales, mientras mayor virtud haya en él, mayor será la severidad y
desconfianza con la que el Superyó intervenga, pierde una parte de la recompensa que se le
promete. La renuncia a satisfacciones pulsionales y el no llevar al acto los deseos
prohibidos son insuficientes porque finalmente, no puede ocultarse al Superyó dichos
deseos. La autoridad, que en inicio son las figuras parentales y más adelante la cultura, el
gran Otro, estorban al niño, al individuo, en satisfacciones creando en él un alto monto de
inclinación agresiva que debe ser suprimida, al igual que su satisfacción vengativa. Es
entonces cuando “la agresión vengativa del hijo es co-mandada por la medida de la
agresión punitoria que espera del padre”3. La autoridad, la ley interiorizada emerge como
esa consciencia moral, el sentimiento de culpa del Superyó. ¿Cómo se relaciona todo ello
con el asunto de la ansiedad?
El cuerpo habla, los sueños también y las equivocaciones, los lapsus, los
chistes, los actos fallidos, aún más. Manifestaciones del inconsciente que van a contarnos
2
Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Obras completas, Amorrortu, 2ª Ed. 1986, p.120.
3
Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Obras completas, Amorrortu, 2ª Ed. 1986, p.125.
4
Daniel Gerber, El estúpido encanto de la violencia, Ediciones de la noche, s.f., p.14.
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lo que las palabras no logran expresar pero que pugna por exteriorizarse de una forma u
otra. “Es un mal-decir para la dicción, pero un bien-decir del inconsciente” 5. Pese a que la
ansiedad no se trate de una adicción o a-dicción, no deja de ser cierto que se trata de una
forma de expresar que algo va mal y que al igual que los sueños y los lapsus, nos sucede a
todos alguna vez, o siempre, de una u otra manera. Ésto, por supuesto, haciendo referencia
a la percepción del peligro interna, aquello proveniente de la psique, de las emociones, los
pensamientos. Uno mismo puede convertirse en un peligro para sí. Uno del que no se
puede huir o atacar sin rozar con o pasar a la destrucción del ser.
Esta es una breve reflexión, llevada quizá a un escenario extremo, o tal vez ni
siquiera cerca del verdadero límite fatal. De igual manera, hace falta un mayor despliegue
y discusión de teorías. No obstante, cabe mencionar un breve comentario respecto a qué
hacer con ello en la práctica clínica.
Bibliografía
Freud, S. (1986). El porvenir de una ilusión. El malestar en la cultura y otras obras.
En S. Freud (Ed.) El malestar en la cultura. (pp.57-140). Obras completas.
Amorrortu.
5
Jesús R. Martínez Malo, La a-dicción, un bien-decir del inconsciente, Revista de Psicoanálisis Me Cayó el
Veinte, s.f, párr.8.
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