Está en la página 1de 4

Psicoanálisis, Clínica y Contemporaneidad 6to.

Semestre / Grupo 7
Alumna: Sharon Raquel Martínez Ortega Mtra. Iris Martínez

Trabajo Final
Ansiedad en Sociedad
La ansiedad es una respuesta adaptativa, una reacción ante la posibilidad de algo se percibe
como peligro y el organismo trata de prepararse para la huida. A algunos los mueve, los
hace reaccionar y hacer lo que tienen que hacer, pero a otros los paraliza. Esta percepción
del peligro, puede ser tanto del exterior como del interior (tensión emocional). Lo que es
importante destacar y se explicará más adelante. Hay toda una serie de reacciones en el
cuerpo que generan incomodidad, altera al sujeto y puede llevarlo a experimentar pánico
(un ataque de), especialmente cuando no se logra entender lo que ocurre: latidos
acelerados, opresión en el pecho, respiración superficial, jadeante, temblores incontrolables
en extremidades, sensación de hormigueo, dolor de cabeza, cansancio extremo, mareo,
náuseas, tartamudeo, mutismo temporal, etc. Cada uno varía conforme a la persona y al
nivel de ansiedad que esté experimentando. Existen quienes se les facilita sobrellevarla y
usarla a su favor, otras que no están acostumbradas a ella y les resulta abrumador, se
convierte en algo casi insoportable.

Actualmente, la ansiedad se ha convertido en una especie de estado natural


para la mayoría de las personas. Constantemente angustiados por la cuestión del “deber
ser”, el “deber hacer” que la sociedad nos impone, lo que está bien y lo que no, lo que se
supone es lo “moralmente correcto”, lejos de los deseos, de las demandas de cada uno y
que reprimen, prohíben en conjunto como una ley universal con variantes en cada cultura,
en cada país. El estrés de un sistema económico capitalista que decide quién es de utilidad
y a quiénes se debe desechar, quién produce y quién se ha convertido en una carga no-
productiva.

“En un juicio universal [...] uno corre el peligro de olvidar la variedad del mundo y de su
vida anímica”1.

Existe en el sentir y vivir de todo ser humano un desacuerdo permanente entre


los pensamientos, las mociones de deseo y el obrar consentido, el obrar que uno mismo se
permite para hacer a cada momento. Se trata de la intervención de un Superyó que en
ocasiones alcanza límites sádicos, severo, rígido, que somete al Yo. ¿Por qué nos
sometemos de tal manera que alcanzamos un punto en el que las cosas que nos esforzamos
tanto por borrar se acumulan y buscan escapar de una u otra forma aunque en el proceso
nosotros mismos explotemos? ¿Por qué esa violencia hacia nuestro propio Yo?

Según Freud (1986), existe una agresión que es originaria en todo ser humano,
una agresión que en el proceso de humanización por parte de los padres, es reprendida,
marcada como algo incorrecto, algo que debe ser controlado, sometido y hasta erradicado.
1
Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Obras completas, Amorrortu, 2ª Ed. 1986, p.65.

1
Psicoanálisis, Clínica y Contemporaneidad 6to. Semestre / Grupo 7
Alumna: Sharon Raquel Martínez Ortega Mtra. Iris Martínez

De lo contrario, no podríamos coexistir en sociedad. Así que toda agresión que pretende
emanar hacia el real y descargarse sobre un otro semejante, es retornada por el Superyó,
oprimida y redirigida hacia el mismo Yo, con la misma severidad que habría satisfecho en
otros individuos ajenos a través de esa conciencia moral. Por lo tanto, hay una constante
tensión entre ambas instancias psíquicas que deriva en una necesidad de castigo, por ese
sentimiento de culpa inherente a la enseñanza dicotómica del bien y el mal que no es
natural ni originaria en ningún ser humano y que se aprende bajo amenaza de la pérdida del
amor de aquellos de quienes dependemos en nuestro desvalimiento como infantes. “La
cultura yugula el peligroso gusto agresivo del individuo debilitándolo, desarmandolo, y
vigilándolo mediante una instancia situada en su interior”2. Sin embargo no basta con que
un sujeto sea virtuoso, se reprima en sus impulsos e instintos, que cumpla con las más
estrictas normas morales, mientras mayor virtud haya en él, mayor será la severidad y
desconfianza con la que el Superyó intervenga, pierde una parte de la recompensa que se le
promete. La renuncia a satisfacciones pulsionales y el no llevar al acto los deseos
prohibidos son insuficientes porque finalmente, no puede ocultarse al Superyó dichos
deseos. La autoridad, que en inicio son las figuras parentales y más adelante la cultura, el
gran Otro, estorban al niño, al individuo, en satisfacciones creando en él un alto monto de
inclinación agresiva que debe ser suprimida, al igual que su satisfacción vengativa. Es
entonces cuando “la agresión vengativa del hijo es co-mandada por la medida de la
agresión punitoria que espera del padre”3. La autoridad, la ley interiorizada emerge como
esa consciencia moral, el sentimiento de culpa del Superyó. ¿Cómo se relaciona todo ello
con el asunto de la ansiedad?

Son dicha conciencia moral y sentimiento de culpa lo que nos oprimen y se


encargan de que esos límites impuestos por la ley se cumplan, nos mantienen lo más lejos
posible de transgredir las prohibiciones, incluso aquellas de las que desconocemos su
origen y de quién provienen pero que se fundan en sí mismas como algo universal que no
debe ser cuestionado, lejos de cometer un tabú. Generando una cantidad hiperintensa de
displacer, de angustia y tensión emocional, dividiéndonos como se mencionó al inicio,
entre el “deber ser” y lo que se desea hacer. Un eterno fracaso del Ideal del Yo ¿Cómo no
imaginar que dicho conflicto sea capaz de tenernos constantemente cerca del borde del
abismo?

“La violencia es inherente a la existencia de la cultura, en tanto ésta es la encarnación de


la eterna lucha entre Eros y la pulsión de muerte, antagonismo entre el afán del primero
por reunir, ligar, hacer lazos, y la acción disolvente, disgregadora, del segundo”4.

El cuerpo habla, los sueños también y las equivocaciones, los lapsus, los
chistes, los actos fallidos, aún más. Manifestaciones del inconsciente que van a contarnos

2
Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Obras completas, Amorrortu, 2ª Ed. 1986, p.120.
3
Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Obras completas, Amorrortu, 2ª Ed. 1986, p.125.
4
Daniel Gerber, El estúpido encanto de la violencia, Ediciones de la noche, s.f., p.14.

2
Psicoanálisis, Clínica y Contemporaneidad 6to. Semestre / Grupo 7
Alumna: Sharon Raquel Martínez Ortega Mtra. Iris Martínez

lo que las palabras no logran expresar pero que pugna por exteriorizarse de una forma u
otra. “Es un mal-decir para la dicción, pero un bien-decir del inconsciente” 5. Pese a que la
ansiedad no se trate de una adicción o a-dicción, no deja de ser cierto que se trata de una
forma de expresar que algo va mal y que al igual que los sueños y los lapsus, nos sucede a
todos alguna vez, o siempre, de una u otra manera. Ésto, por supuesto, haciendo referencia
a la percepción del peligro interna, aquello proveniente de la psique, de las emociones, los
pensamientos. Uno mismo puede convertirse en un peligro para sí. Uno del que no se
puede huir o atacar sin rozar con o pasar a la destrucción del ser.

Esta es una breve reflexión, llevada quizá a un escenario extremo, o tal vez ni
siquiera cerca del verdadero límite fatal. De igual manera, hace falta un mayor despliegue
y discusión de teorías. No obstante, cabe mencionar un breve comentario respecto a qué
hacer con ello en la práctica clínica.

Es nuestro deber como futuros psicólogos clínicos, ser conscientes de los


mecanismos del poder, de la biopolítica que rigen nuestra cotidianeidad y en la que
estamos tan inmersos que a veces ni siquiera detectamos en nuestra propia vida. Dejar a un
lado la concepción de la clínica desde una visión médica que busca diagnosticar para
categorizar y segregar, re-educar, someter y regresar al pequeño marco de realidad que
conviene mantener para preservar el sistema, la máquina de realidad de la que todos
formamos parte, fungimos como engranajes que al envejecer y oxidarse, son
intercambiados por otros nuevos y desechados. Cambiar la mirada médica y la supuesta
escucha que buscan localizar la falla y sólo ven una enfermedad y síntomas que la
verifican. Debemos hacer uso de la formación en psicoanálisis para mirar, escuchar e
intervenir como propuso Freud: con una atención libremente flotante, fomentar la
asociación libre, sin diagnosticar para medicalizar, sin ejercer juicios morales, sino permitir
el movimiento en ese otro que devendrá como analizante. Buscar ese enigma, esa pregunta
que lo mueve y así establecer esos cortes que son necesarios para poner límites a ese gran
Otro, reivindicar al sujeto en una ética del deseo donde este sujeto realice una asunción de
su destino ineludible, sin culpa, sin piedad, sin remordimientos. Que su existencia sea
menos conflictiva y menos dolorosa al convivir con su deseo propio.

Bibliografía
 Freud, S. (1986). El porvenir de una ilusión. El malestar en la cultura y otras obras.
En S. Freud (Ed.) El malestar en la cultura. (pp.57-140). Obras completas.
Amorrortu.

5
Jesús R. Martínez Malo, La a-dicción, un bien-decir del inconsciente, Revista de Psicoanálisis Me Cayó el
Veinte, s.f, párr.8.

3
Psicoanálisis, Clínica y Contemporaneidad 6to. Semestre / Grupo 7
Alumna: Sharon Raquel Martínez Ortega Mtra. Iris Martínez

 Gerber, D. (2005). El psicoanálisis ante la violencia. En D. Gerber (Ed.) El


estúpido encanto de la violencia. (pp.11-31). Ediciones de la Noche.
 Martínez, J. (s.f.). La a-dicción, un bien-decir del inconsciente. Algunas reflexiones
en torno a las “drogas”. Revista de Psicoanálisis Me Cayó el Veinte.

También podría gustarte