Que me lapiden si entiendo tal suma de elogios, panegíricos y toda clase de alabanzas dedicados a Maradona, salvo que tanto ditirambo exagerado tenga que ver con su significado original: composición poética en loor de Dioniso, dios griego de la fertilidad y del vino, el Baco romano, aunque todo lo referido al fenómeno maradoniano, sepelio incluido, sea prosaico a rabiar, aderezado de fuerte olor a macho. Si se pudiera distinguir entre persona y personaje, Diego Armando merece el máximo respeto, y más después de muerto. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Pero el mito creado, condición ajena a sus capacidades personales y seguramente a su voluntad, representa lo contrario a los valores de nuestro tiempo. Su habilidad con la pelota, que nadie discute, no le habilita para hacer trampas en su profesión, y menos si esta es un deporte con millones de jóvenes como espectadores. Lo más sorprendente del personaje es que su leyenda se acrecentó gracias a comportamientos que generan máxima repugnancia social, como las agresiones machistas, que la fama o las drogas no justifican. Maradona falleció el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. ¿El azar o la mano de Dios? En paz descanse Diego.