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Generalmente se reconoce que todos los seres orgánicos han sido formados en dos grandes
leyes, la Unidad de Tipo y las Condiciones de Existencia… Según mi teoría, la unidad de
tipo se explica por la unidad de ascendencia. La expresión de condiciones de existencia…
queda por completo comprendida con el principio de la selección natural (Darwin, 1859,
p. 206).
Pero ¿de dónde surgieron estas ideas?, ¿de qué manera se contraponían? Uno de los
grandes objetivos de la historia natural de principios del siglo xix era intentar llegar
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gía en la Facultad de Ciencias de París. Cuvier, por su parte, adquirió mejores posiciones
en la comunidad científica como administrador y profesor del Museo, profesor del
Colegio de Francia, secretario permanente de la Academia, además de que ejerció en
puestos políticos relevantes durante el gobierno de Napoleón, fue Consejero de Estado,
Consejero de Instrucción Pública, Vicepresidente del Ministerio Interior y Director
de las Religiones no Católicas.
En cuanto a sus características particulares, Le Guyader (1998, pp. 22-23) comenta
que Cuvier contaba con una gran personalidad, especialmente cuando vestía su uni-
forme de la Academia, y se distinguía fácilmente por su cabello rojizo. Cuvier tenía
una gran memoria y mucha facilidad de palabra, escribía muy bien y cuando daba una
conferencia imponía silencio al momento de empezar la charla. Mientras que Geo-
ffroy Saint-Hilaire fue calvo desde muy temprana edad, y no era claro al expresarse,
por lo que siempre terminaba cansando a la audiencia, además de que presentaba
problemas por sus cambios drásticos de humor. Pero ¿qué fue lo que propició que
estos dos naturalistas ocasionaran una ruptura en la Academia?
A continuación se describen las ideas de Georges Cuvier sobre el funcionalismo, y
las de Geoffroy Saint-Hilaire sobre el formalismo, y después se relata la historia del
debate entre estos científicos franceses en la Academia Real de Ciencias, que finalizó
con la muerte de Cuvier. Posteriormente se comenta de manera breve sobre la exten-
sión del debate en el campo de la evolución, y se describe las consecuencias del deba-
te y de los conceptos de unidad de tipo, así como las condiciones de existencia de las
concepciones evolutivas de los naturalistas británicos más conocidos de la época vic-
toriana, Richard Owen y Charles Darwin.
las leyes metafísicas o matemáticas; porque es obvia la armonía adecuada entre los órganos
que actúan unos sobre otros, esta es una condición necesaria para la existencia del ser al
cual pertenecen, y que si una de sus funciones fuera modificada de una manera inade-
cuada con las modificaciones de las otras, este ser no podría existir (Cuvier, 1800, p. 47).
La historia natural también tiene, sin embargo, un principio racional que le es particu-
lar, y que se emplea con ventaja en muchas ocasiones, este es el de las condiciones de exis-
tencia, vulgarmente llamado las causas finales. Como nada puede existir si no reúne las
condiciones que hacen posible su existencia, las diferentes partes de cada ser deben estar
coordinadas de tal manera que hagan posible al ser en su totalidad, no solamente en sí
mismo, sino en sus relaciones con los que lo rodean; y el análisis de estas condiciones
conduce a menudo a leyes generales, tan demostradas como las que derivan del cálculo o
de la experiencia (Cuvier, 1817, p. 6; las cursivas en el original).
Para que el método sea apropiado, empleamos una comparación minuciosa de los seres,
dirigida por el principio de la subordinación de caracteres, que deriva, a su vez, del prin-
cipio de condiciones de existencia. Las partes de un ser deben tener, todas, una consistencia
mutua, hay rasgos de conformación que excluyen a otros, por el contrario, algunos de-
penden de estos. Entonces cuando conocemos tales o cuales rasgos en un ser, podemos
calcular los que coexisten con aquellos, o los que les son incompatibles. Las partes, las
propiedades o los rasgos de conformación que tienen el número más grande de esas rela-
ciones de incompatibilidad o de coexistencia con otros, o, en otros términos, que ejercen
influencia sobre el conjunto del ser, la influencia más marcada, son los caracteres que
denominamos importantes, los caracteres dominantes; los otros son los caracteres subor-
dinados, y así hay diferentes grados (Cuvier, 1817, p. 10-11, cursivas en el original).
Es decir, el sistema nervioso controla y regula los demás órganos, como el circula-
torio, el respiratorio, el locomotor, etcétera. Al tener presente esto, Cuvier utilizó al
sistema nervioso como guía para establecer las jerarquías taxonómicas más altas de
clasificación en los animales. Cuvier propuso cuatro planes generales de organización
o embranchements: Vertebrados, Moluscos, Articulados y Radiados. Los Vertebra-
dos están representados por aquellos animales con vértebras, como mamíferos, aves,
reptiles, anfibios y peces. Los Moluscos por pulpos, calamares, caracoles, etcétera.
Los Articulados por insectos, arañas, crustáceos, etcétera. Finalmente los Radia-
dos, representados por animales que no presentan simetría bilateral, como medusas,
corales, estrellas de mar, etcétera. Para Cuvier estos cuatro embranchements repre-
sentan soluciones fisiológicas de estabilidad estructural, por lo que no habría ningún
vínculo entre ellos.
Sobre esto hay que remarcar que de ninguna manera Cuvier podría haber repre-
sentado estos planes generales por la abstracción, ya que su evidencia, como unida-
des estables de comparación, estaba fundamentada en la primacía de la función como
resultado de la integridad funcional de todos los órganos. Appel (1987, p. 45) comenta
al respecto: “Su uso de expresiones tales como ‘planes de organización’ habrían pro-
vocado mucha confusión y revuelo sobre la distinción entre su perspectiva con la de
Geoffroy… Los cuatro embranchements de Cuvier no eran tipos abstractos de la mor-
fología pura… los animales compartían planes básicos solo porque ellos llevaban a
cabo una combinación similar de funciones interrelacionadas”. Del mismo modo,
Caponi (2008, p. 38) remarca que “lejos de poder considerarse como arquetipos
metafísicos, los cuatro tipos cuvierianos… deben entenderse como tipos fisiológicos u
organizacionales; ellos son los cuatro modos fundamentales de la economía animal”.
Por supuesto, según Cuvier, en los distintos embranchement encontramos estruc-
turas parecidas, lo cual no significa que ellas puedan tener una conexión arquetípica
que las vincule, ya que la similitud que presentan se debe al efecto de las funciones que
realizan. Pero ¿cuáles son las relaciones que guardan los organismos dentro de un em-
branchement?; es decir, ¿por qué hay similitudes en los organismos de un mismo
embranchement teniendo en cuenta que estas pueden ser prueba de un plan funda-
mental escondido en toda la diversidad? De acuerdo con Cuvier, en el universo de
posibilidades funcionales solo son posibles algunas combinaciones entre los órganos
y, aunque se presentan hipotéticamente configuraciones probables, la naturaleza se
constriñe presentando solo algunas de estas soluciones funcionales:
Podríamos producir una gran cantidad de combinaciones que responderían a otras tantas
clases de animales. Pero no todas esas combinaciones que parecen posibles cuando se
consideran de forma abstracta existen en la naturaleza, porque en la vida los órganos no
están únicamente interconectados, sino que interactúan unos con otros y trabajan todos
juntos por un objetivo en común (Cuvier, 1800, pp. 45-46).
Todas las posibles combinaciones de la forma quedan limitadas a tan solo cuatro
planes de organizaciones de acuerdo al principio de las condiciones de existencia. El
impedimento de esa gran diversidad de formas se debe a que la correlación de las
partes mantiene un sistema coordinado perfecto y no porque en la naturaleza hubiera
una idea general sin función detrás de la diversidad. Esta es una explicación de la
constricción de la estructura de manera funcional, en la cual las formas generales que-
dan totalmente subordinadas. Así, cada embranchement representa unidades aisladas
que han producido similitudes estructurales debido a los efectos de las combinaciones
funcionales. Si se compara el cerebro de los diferentes animales de un mismo embran-
Pero regeneré este principio y le procuré todo poder de aplicación, al demostrar que no
siempre son los órganos en su totalidad, sino los materiales que componen cada órgano,
lo que lleva a la identidad. Por lo tanto, se entiende que el pensamiento filosófico de la
analogía de la organización constituye mi primera regla, llamada teoría de los análogos
(Geoffroy Saint-Hilaire, 1822b, pp. xxxi-xxxii).
Ahora bien, es evidente que la única generalidad que aplica en las especies es la que resulta
de la posición, las relaciones y la dependencia de las partes, es decir, de lo que yo recojo y
designo bajo el nombre de conexiones (Geoffroy Saint-Hilaire, 1818, pp. xxv-xxvi, cursi-
vas en el original).
Llamo compensación entre el volumen de las masas orgánicas, y en forma contracta compen-
sación de los órganos a esta ley de la naturaleza viviente, en virtud de la cual, ningún órgano
normal o patológico adopta una proporción descomunal sin que otro órgano de su sistema o
de sus relaciones lo resienta en la misma proporción (Geoffroy Saint-Hilaire, 1822b, p. xxxiii).
No obstante, en la actualidad se sabe que los huesos operculares no son los homólogos de las es-
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la misma forma, los diferentes órdenes de insectos provienen de los diversos sistemas
que caracterizan a las clases superiores” (Geoffroy Saint-Hilaire, 1820, p. 344). Pero
¿qué relación estructural habría entre un insecto y un vertebrado?, en primer lugar,
según Geoffroy Saint-Hilaire, tanto vertebrados como insectos están divididos en
segmentos; en los vertebrados, por ejemplo, cada segmento corresponde a una vér-
tebra. Ahora bien, Étienne Serres (un colega embriólogo de Geoffroy Saint-Hilaire)
mostró que todas las vértebras, en sus primeros estadios del desarrollo, se formaban
por cuatro centros de osificación. En insectos cada segmento corresponde a cuatro
piezas elementales. Asimismo, una vértebra y un segmento de insecto tienen el mismo
número de elementos, un mismo orden de osificación, articulación y arreglo anular
idénticos, además de que forman un espacio vacío en medio: “A partir de estos he-
chos, se puede concluir que los insectos son animales vertebrados: y, cuando se dice
que todo reduce a una vértebra, los insectos son el mejor ejemplo” (Geoffroy Saint-
Hilaire, 1820, p. 345).
En segundo lugar, según Geoffroy Saint-Hilaire, aunque nos parezca extraño, los
insectos también cuentan con una estructura de osificación homóloga a nuestra co-
lumna vertebral. La diferencia radica en que nosotros tenemos un esqueleto interior;
es decir, nuestros órganos se desarrollan por fuera del esqueleto, mientras que los
insectos tienen un esqueleto exterior, manteniendo los órganos por dentro. En pocas
palabras: “Todo animal vive dentro o fuera de su columna vertebral” (Geoffroy Saint-
Hilaire, 1820, p. 345).
En tercer lugar, se presentaría un gran problema al sacar la unidad entre ambos
grupos teniendo en cuenta que en los vertebrados el tubo digestivo está por debajo
del cordón nervioso, mientras que en los insectos el tubo digestivo está por encima del
cordón, y en ambos la boca se ubica por debajo del cerebro, entonces ¿de qué manera
se podría sacar una equivalencia en sus estructuras si se considera que la forma ente-
ra se encuentra esencialmente invertida? De acuerdo con Geoffroy Saint-Hilaire la so-
lución sería sencilla, tan solo habría que voltear un insecto boca arriba y se tendría la
configuración del vertebrado. De esta manera, aunque las proporciones se muevan
teniendo en cuenta el tubo externo, el principio de conexiones permanece intacto en
dos grupos aparentemente diferentes: “El principio de conexiones solamente exige
que todos los órganos tengan relaciones fijas unos con otros; y en nada se alteraría
este principio siempre que todo el conjunto oscilara dentro de la cavidad” (Geoffroy
Saint-Hilaire, 1822a, p. 112).
Así es posible darse cuenta de que, para Geoffroy Saint-Hilaire, la unidad de com-
posición orgánica no solo se restringía a los vertebrados, sino que las mismas estruc-
turas se presentaban en los articulados de Cuvier. Si se compara los cerebros de los
diferentes animales (por ejemplo, de un caballo y una langosta) se dirá que tienen un
Uno de nuestros sabios colegas [Geoffroy Saint-Hilaire] adoptó ávidamente esta nueva
interpretación [de Laurencet y Meyranx], y anunció que refutaba completamente todo lo
que yo había dicho sobre la distancia que separa a los moluscos de los vertebrados. Incluso
yendo mucho más lejos que los autores de la Memoria, él concluyó que la zoología no
había tenido ninguna base sólida hasta el momento, que no era más que un edificio cons-
truido sobre la arena y que su única base, a partir de entonces indestructible, era un cierto
principio que él llamaba unidad de composición, que aseguraba podía aplicarse de forma
universal (Cuvier, citado en Geoffroy, 1830, p. 57-58; cursivas en el original).
Cuvier mostró, por medio de un esquema, que, aunque los moluscos y los verte-
brados tenían órganos en común (por ejemplo, cerebro, ojos, oídos, glándulas sali-
vales, estómago, hígado y órganos sexuales), no había razón para concluir que ellos
estuvieran construidos bajo un mismo plan de organización, puesto que, utilizando
el principio de conexión de las partes de Geoffroy Saint-Hilaire, la anatomía de ambos
grupos difería considerablemente, además de que los moluscos tenían órganos que los
vertebrados no poseen y viceversa.
Reintegro todos estos hechos a un enunciado verdadero, cuando digo que los cefalópodos
tienen varios órganos en común con los vertebrados, y que cumplen en ambos casos fun-
ciones similares; pero que esos órganos están ordenados entre ellos de diferente modo, y a
menudo construidos de otra manera, que ellos [los cefalópodos] están acompañados por
algunos órganos diferentes que los vertebrados no poseen, mientras que estos últimos,
por otra parte, tienen muchos órganos faltantes en los cefalópodos (Cuvier, citado en
Geoffroy Saint-Hilaire, 1830, pp. 71-72).
La composición de una casa es el número de apartamentos o los cuartos que ahí se encuen-
tran, y el plan es la disposición recíproca de esos apartamentos y cuartos. Si dos casas
contienen, cada una, un vestíbulo, una ante recámara, un dormitorio, un salón y un co-
medor, diríamos que su composición es la misma. Y si esos dormitorios, salón, etc. estuvie-
ran en el mismo piso y acomodados en el mismo orden, y si pasáramos de un cuarto al
otro de la misma manera, diríamos también que su plan es el mismo. Pero si el orden de
los cuartos fuera diferente, si lo que se ubica en un solo nivel dentro de una casa fuera
colocado en la otra en pisos sucesivos, diríamos que se construyeron las casas con una
composición similar aunque con diferentes planes: así, los órganos que posee determinan
la composición de un animal, y su plan depende de las posiciones relativas de esos órganos,
o lo que nuestro sabio amigo llama su conexión (Cuvier, citado en Geoffroy Saint-Hilaire,
1830, pp. 59-61).
Recordemos que Cuvier era una figura pública, un excelente orador, con un gran
poder de convencimiento, cualidades que derrotaban a cualquier contrincante que se
le pusiera enfrente. Cuvier había humillado al profesor de zoología de invertebrados,
Lamarck, quien intentaba difundir algunas ideas sobre el transformismo en los seres
vivos. Ahora los aliados de Geoffroy Saint-Hilaire sentían esa misma tiranía de Cuvier,
y muchos se retractaron, porque enfrentarse con el gran Cuvier significaba arriesgar-
se a una humillación pública, ponían en riesgo su carrera científica o podían perder
una oportunidad de colocarse en un mejor puesto dentro de la comunidad científica.
Meyranx escribió a Cuvier:
No encuentro palabras para expresar que estoy desolado por lo que ha producido nuestra
memoria en las disputas. Apenas podríamos creer que alguien pudiera delinear esas conclu-
siones tan exageradas de una simple consideración sobre la organización de los moluscos.
[No hay nada en la memoria] que contradiga el admirable trabajo que usted ha escrito
y que nosotros consideramos como la mejor guía en esta materia (Meyranx, citado en
Appel, 1987, p. 147).
¿Quiere usted decir que existen siempre los mismos elementos, que esos elementos siem-
pre se dan en la misma disposición mutua?, por último, ¿qué quiere decir con analogías
universales? Si nuestro colega hubiera dado una respuesta clara y precisa a mis demandas,
hubiera sido un buen punto de partida para nuestra discusión. Pero en su larga deduc-
ción no dio ninguna respuesta, porque decir que todos los animales son el producto de un
mismo sistema de composición no es una respuesta, es decir lo mismo de otra manera, una
mucha más vaga y mucho más oscura (Cuvier, citado en Geoffroy Saint-Hilaire, 1830, p.
142, cursivas en el original).
Asimismo, Cuvier utilizó un ejemplo en particular, que fue el hueso hioides del
mono aullador. Este hueso, solo para servir como un poderoso instrumento de soni-
do, requería de una estructura especial. El hueso hioides en el mono aullador, según
Cuvier, se unió a la quijada inferior por medio de ligamientos, y no tuvo que unirse
al cráneo, tal como sucedía en los otros mamíferos. De esta manera, Cuvier conclu-
yó que no podría existir tal modelo en común.
El turno le correspondió luego a Geoffroy Saint-Hilaire, quien informó que pre-
sentaría su réplica sobre el hueso hioides en la siguiente sesión, continuó con una me-
moria titulada Teoría de análogos, aplicado al conocimiento de la organización de los
peces, en la cual tocó el tema de los moluscos, argumentando que aún no se habían
estudiado bajo el punto de vista de la teoría de los análogos, por lo que investigacio-
nes posteriores mostrarían sus afinidades con otros grupos. La explicación de Geo-
ffroy Saint-Hilaire recurría a la teoría de la recapitulación, la cual indicaba que los
organismos “superiores”, durante su desarrollo, sintetizaban las características de orga-
nismos “inferiores”. Por ejemplo, los moluscos representarían la ontogenia temprana
de los vertebrados, lo cual explicaría la ausencia de algunos órganos equivalentes. En
este esquema, los peces se encontrarían en una etapa más temprana del desarrollo
de los reptiles, pero los moluscos estarían en las más tempranas de los peces, por lo que
los peces serían el punto intermedio en la escala del desarrollo de los animales. Cuvier
replicó que esa postura parecía más una “degradación” de los seres, la cual sería con-
traría al principio de la “unidad de composición”. Después, Geoffroy Saint-Hilaire
profundizó en las relaciones de homología entre las estructuras de los peces con
respecto a las de los vertebrados terrestres, remarcando que las estructuras difieren
porque se desarrollaron en distintos medios.
El 29 de marzo, con la memoria titulada Sobre los huesos hioides, Geoffroy Saint-
Hilaire intentó refutar la crítica de Cuvier acerca del hueso hioides, manteniendo, por
ejemplo, que él siempre había admitido la variedad en el número de piezas en los
diferentes grupos de vertebrados. Sin embargo, argumentó que cada una de sus cla-
ses, excepto los reptiles, mantenía un número determinado de piezas (con algunas
excepciones); los peces nueve, las aves ocho y los mamíferos siete. Además, el nom-
bre “hueso hioides” era en sí misma una prueba de que se trataba de la misma estruc-
tura para todos los vertebrados.
En la sesión del 5 de abril, Cuvier continuó mostrando ejemplos del hueso hioides
para refutar la hipótesis de Geoffroy Saint-Hilaire sobre la unidad de composición
orgánica. Asimismo, examinó el esternón en mamíferos, aves y reptiles, no encontra-
ndo ninguna afinidad con respecto al número y a la conexión de las partes. Por ejem-
plo, las serpientes tienen costillas, pero no esternón, los anfibios tienen esternón pero no
costillas, etcétera. Así, Cuvier enfatizaba que la única alternativa para entender la
morfología era a través de las condiciones de existencia. Si los peces tienen un hueso
hioides largo es porque lo requieren para llevar a cabo un modo de respiración acuá-
tica (Appel, 1987, pp. 153-154). Consecutivamente, Cuvier relacionó la teoría de
Geoffroy Saint-Hilaire con la doctrina alemana de los Naturphilosophen.
Para ciertas formas de pensar, sé muy bien que detrás de la teoría de análogos, al menos
de manera confusa, existe otra teoría muy antigua y refutada desde hace mucho tiempo,
la cual algunos alemanes han revivido para el beneficio del sistema panteísta llamado
naturphilosophie, esta postula que todas las especies fueron producidas por un sucesivo
desarrollo de gérmenes que eran originalmente idénticos (Cuvier, citado en Appel, 1987,
p. 154).
De acuerdo con Appel (1987, p. 154), el debate se volvió tenso debido a la preocu-
pación de los miembros de la Academia por reconocer que la controversia no tenía so-
lución. Las ideas de Geoffroy Saint-Hilaire y Cuvier diferían considerablemente, ambos
habían preparado sus memorias con respecto a sus investigaciones, pero ninguno de
ellos convencía a su oponente. Además, debido a que la audiencia en la Academia se
llenaba cada semana, el ruido que generaban era un fastidio. Geoffroy Saint-Hilaire
escribió a la Academia su intención de finalizar el debate, y Cuvier estuvo satisfecho
con la propuesta.
El debate oficial terminó el 7 de junio de 1830, sesión en la cual Geoffroy Saint-
Hilaire presentó su Principes de Philosophie Zoologique, trabajo en el que había com-
pilado las memorias del debate (excepto la del 5 de abril). Sin embargo la controversia
continuó presentándose, pero fue interrumpida momentáneamente por la revolución
de julio de 1830. Luis Felipe, duque de Orleans, expulsó de Francia a la familia del rey
Carlos X. Ahora, Luis Felipe I se alzaba como el nuevo rey de Francia, quien man-
tendría un régimen liberal. Este cambio de gobierno ocasionó la huida temporal de
Cuvier hacia Inglaterra.
4 . el debate y la evolución
fue el tema principal del debate, aquellos naturalistas que creyeron que el conflicto im-
plicó la evolución no estaban tan equivocados. En los dos años siguientes, después de
que el debate terminara oficialmente en la Academia, la evolución fue el tema prin-
cipal que se discutió.
Una vez que Cuvier regresó a Francia, en octubre de 1830, Geoffroy Saint-Hilai-
re presentó unas memorias en la Academia, en las cuales alegaba la posibilidad de que
algunos fósiles de cocodrilo, que había traído de un viaje reciente a Caen, Normandía,
fueran los ancestros de los cocodrilos modernos. Desde 1825, quizá influenciado por
su compañero Lamarck, Geoffroy Saint-Hilaire ya había considerado el tema de la
evolución tomando como ejemplo los cocodrilos fósiles de Caen. Geoffroy Saint-Hi-
laire pensaba que el ambiente podría afectar directamente en el desarrollo embrio-
nario de los seres vivos, produciendo individuos que se podrían considerar mons-
truos.3 Según Geoffroy Saint-Hilaire, en el pasado se habrían producido cambios
en el ambiente los cuales habrían perturbado el desarrollo normal de los individuos.
Estos individuos modificados sobrevivirían en un nuevo ambiente permitiéndoles su
propagación.
Cuvier estaba decidido a presentar en la Academia una réplica de estas ideas en
sesiones posteriores, lo cual no sucedió. Geoffroy Saint-Hilaire fue más recurrente y
el año siguiente expuso otras memorias. Cuvier solo hizo algunos comentarios en el
Colegio de Francia, pero no respondió con la misma eficacia que lo había hecho con
anterioridad. Al parecer estaba preparando un discurso más detallado cuando una
epidemia de cólera se propagó en París, y Cuvier cayó enfermo; murió el 13 de mayo
de 1832, con lo cual se puso fin al debate.
¿Qué fue lo que provocó que Geoffroy Saint-Hilaire recurriera a la evolución para so-
lucionar el conflicto?, ¿había una relación entre la unidad de tipo y su perspectiva de la
evolución para descartar las condiciones de existencia de Cuvier? Todo indica que el de-
bate se extendió hacia otros asuntos de discrepancia, y la evolución no fue más que un
discurso que utilizó Geoffroy Saint-Hilaire para provocar a Cuvier. De hecho, Russell
(1916, p. 66) resaltó el hecho que el concepto de evolución de Geoffroy Saint-Hilaire “no
tuvo ninguna influencia en su morfología, y nunca interpretó la unidad de plan como
resultado de una comunidad de ascendencia”. Teniendo en cuenta esto se puede decir
que la unidad de tipo y las condiciones de existencia no verían su equivalente evolutivo
sino hasta unas décadas después, aunque con algunas variantes importantes.
La concepción del funcionalismo de los ingleses del siglo xix fue diferente al con-
tar con la tradición de la Teología Natural, en la cual se argumentaba que la comple-
Geoffroy Saint-Hilaire fue también conocido por sus estudios de la teratología; es decir, el es-
3
Es decir, del propósito para el cual se construyen las estructuras orgánicas. A esta filosofía de las
4
Así pues, en mi forma de ver, el cerebro que poseen los animales, aunque de manera tran-
sitiva entre vertebrados e invertebrados, justifica la Unidad de Organización o Composi-
ción” (Owen, 1883, p. 18; cursivas en el original).
Del mismo modo, Charles Darwin intentó dar una solución al desacuerdo entre
los naturalistas franceses. No obstante, la teoría de la evolución por selección natural
daba una perspectiva bastante distinta de los conceptos de unidad de tipo y condi-
ciones de existencia.
Darwin decía que la unidad de tipo se explicaba por la unidad de ascendencia; es
decir, la unidad de tipo dejaba de ser una entidad abstracta o inexistente, y ahora era
explicada por una unidad de similitudes estructurales que se habrían conservado ge-
nealógicamente a través del tiempo. Además, Darwin hizo equivaler el arquetipo de
Owen con el ancestro último de los vertebrados. Darwin escribió en la parte posterior
de su ejemplar de uno de los libros de Owen: “Veo a los Arquetipos de Owen como
algo más que una idea, como una representación real en la medida que, la más con-
sumada habilidad y la generalización más estupenda, se pueda representar la forma
parental del Vertebrado” (Darwin, citado en Desmond, 1982, p. 50). No obstante, el
problema al que se enfrentó se basaba en la explicación del origen de las estructuras
que permiten reconocer el plan fundamental. Por supuesto, Darwin reconoció que
el mecanismo de selección natural “hasta cierto punto podría contestar a estas pre-
guntas,” pero por el momento “tales cuestiones están fuera del alcance de la investiga-
ción” (Darwin, 1872, p. 384).
Por otro lado, Darwin argumentó que las condiciones de existencias, en las cuales
había insistido muchas veces el ilustre Cuvier, quedaban finalmente comprendidas por
el mecanismo de la selección natural. Sobre esto es importante señalar que la concep-
ción de las condiciones de existencia de Darwin es diferente al postulado original de
las condiciones de existencia de Cuvier. Caponi (2008, p. 32) comentó, por ejemplo,
que el funcionalismo de Cuvier no tenía nada que ver con el adaptacionismo caracte-
rístico de la teoría de Darwin: “las funciones orgánicas que su anatomía comparada
buscaba establecer… no son su versión pre-evolucionistas o teleológicas”. Cuvier esta-
ba interesado en las funciones internas de los organismos; por el contrario, Darwin
era un ambientalista y las funciones externas fueron su prioridad. De este modo,
Caponi (2008, p. 45) argumentó que hay un desplazamiento semántico en el que las
condiciones de existencia se traduce como condiciones ambientales.
Darwin propuso una solución al debate diciendo que la unidad de tipo representa
las secuelas de adaptaciones retenidas en tiempos remotos. Si la selección natural re-
presenta las condiciones de existencia, las cuales producen adaptaciones, entonces las
condiciones de existencia tendrían dos dimensiones para explicar la morfología ani-
mal: por un lado, los organismos habrían desarrollado adaptaciones durante el pasa-
do, las cuales se habrían conservado por generaciones, y por otro lado, ellos habrían
obtenido adaptaciones del presente, las cuales permiten su existencia en un ambiente
actual. De esto, Darwin concluyó que las condiciones de existencia eran el principio
preponderante de la forma animal:
La selección natural obra, o bien adaptando las partes variables de cada ser a sus actuales
condiciones de vida orgánicas e inorgánicas, o bien por haber adaptado estas durante
periodos de tiempo muy anteriores […] Por consiguiente, en realidad, la ley de las Con-
diciones de Existencia es la ley superior, pues comprende, a través de la herencia de adap-
taciones anteriores, la ley de Unidad de Tipo” (Darwin, 1859, p. 206).
fue con respecto al choque que se generó entre dos grandes principios de la morfología: la
unidad de tipo y las condiciones de existencia. Es interesante destacar que la idea de
la evolución no afectó la naturaleza de los conceptos (por ejemplo, la unidad de tipo
no representó para Owen la ancestría en común); sin embargo, estos fueron interpre-
tados en distintas formas bajo la teoría de la evolución (por ejemplo, las condiciones
de existencias de Cuvier no fueron totalmente equivalentes a la selección natural de
acuerdo con Darwin).De cualquier manera, el debate inició una polémica que con-
tinuó durante décadas, la cual propagó conceptos que pusieron a pensar a grandes
naturalistas. Después de todo, Johann Wolfgang von Goethe no exageraba al decir
que el conflicto era un asunto de “alta importancia para la ciencia”. Sin duda alguna,
Geoffroy Saint-Hilaire y Cuvier iniciaron una nueva revolución para las ciencias de
la vida.
209
Los textos de esta sección están dedicados a Charles Darwin, a su vida, a su lega-
do y a las reacciones que causó la teoría de la evolución en distintos ámbitos, científi-
cos y no científicos, durante la última parte del siglo xix. Retrospectivamente, es co-
mún llamar a esa época “La Revolución Darwiniana”.
El Origen de las Especies por selección natural es quizá el libro más famoso de Darwin,
quien escribió más de veinte obras a lo largo de su vida; fue publicado en noviembre
de 1859, y en los años que siguieron Darwin se convirtió en uno de los naturalistas
más famosos del mundo. Pocas teorías científicas se han dispersado tanto como la
teoría de la evolución por selección natural.
De acuerdo con Janet Browne (2001),1 a los diez años de la publicación del Origen
ya había dieciséis ediciones en Inglaterra y EEUU, así como traducciones al alemán,
francés, holandés, italiano, ruso y sueco, todas ellas acompañadas de comentarios y
aparatos críticos importantes. Esto permitió que muchas personas tuvieran acceso a
las ideas de Darwin, y pudieran participar en uno de los primeros debates interna-
cionales en la historia. De acuerdo con Ernst Mayr (1964),2 la revolución intelectual
que provocó la teoría de la evolución y el impacto que tuvo en la concepción del ser
humano sobre sí mismo y sobre el lugar que ocupa en la naturaleza fueron incluso
más profundos que los causados por los trabajos de Copérnico, Newton y los gran-
des físicos de tiempos recientes.
En 2009 se cumplieron 200 años del nacimiento de Darwin y 150 de la publica-
ción del Origen. Quizá se podría pensar que el libro es obsoleto en la actualidad, pero
no es el caso. Aunque Darwin erró en sus discusiones sobre la herencia y el origen de
la variación, confundió variedades y especies y no pudo resolver algunos problemas,
tuvo éxito en cuanto al descubrimiento del mecanismo principal de cambio evoluti-
vo. Según Mayr, los biólogos evolutivos se hallan más cerca de Darwin el día de hoy
que en los últimos cien años y es por ello que el Origen se puede considerar como un
clásico.
El éxito tan inmediato del Origen (la primera edición se agotó el mismo día de su
publicación) indica que el público estaba preparado para asimilar la teoría de la evolu-
ción. Antes de 1859, en Inglaterra habían aparecido diez ediciones del libro Vestigios de
1
Browne, J. (2001). Darwin in caricature: a study in the popularisation and dissemination of
evolution. Proceedings of the American Philosophical Society, 496-509.
2
En la introducción del Facsímil de la primera edición de El origen de las especies (1964), Harvard
University Press.
la Historia Natural de la Creación de Robert Chambers, así como los textos de Eras-
mus Darwin, Lamarck, Wells, Lawrence, Prichard, Matthew, Naudin y otros que ya
habían tratado temas relativos a la transformación de las especies. El mismo Darwin
en su introducción menciona no menos de 20 naturalistas, cuyas ideas resultaron
importantes para el desarrollo de su teoría.
Dado que esta parte del curso se centra principalmente en un hombre, resulta
importante aclarar que ningún texto busca plasmar a Darwin como “el héroe”. Aún
cuando este personaje fue excepcional en diversos sentidos, no se debe perder de vista
que, en palabras de Ortega y Gasset, “uno es uno y su circunstancia”. En cualquier mo-
mento diferente al que vivió, Darwin no habría sido lo que fue: “la historia no la ha-
cen las grandes personalidades, pero tampoco se hace sin ellas” (Betancourt, 2014).3
De modo que las lecturas que se incluyen en esta sección se abocan a Darwin y
su contexto (textos de Mayr, Suárez y Browne), a su biografía (textos de Browne),
a sus concepciones metodológicas y teóricas (Guillaumin y Dupré) y a la recepción
victoriana de su teoría (Hull). Asimismo, hay dos textos dedicados a Alfred Russel
Wallace (Flores & Rodríguez y Gayon) pues este naturalista, contemporáneo de
Darwin, tiene una relevancia especial dentro de la Revolución Darwiniana.
Betancourt, M. (2014) El origen literario, científico y sociopolítico del ambientalismo en los Estados
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