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DÉCIMO AÑO 2021

ANTOLOGÍA DE TEXTOS
Saint Gregory School - Prof. Jose Manuel Bermúdez

TABLA DE
CONTENIDOS

La huella del pulgar de San


Pedro
PÁGINA 3

El corazón delator

PÁGINA 12

El tonel de amontillado

PÁGINA 17 FINALIDAD DE USO


Esta antología pretende ser empleada como
La declaración de Randolph
herramienta de acceso digital a los textos literarios
Carter
que se explorarán a través del curso lectivo 2021.
PÁGINA 23 Su uso es obligatorio por parte de las y los
estudiantes y require que cada uno cumpla con las
Drácula lecturas en el tiempo determinado con el docente.
El documento se puede imprimir para que la o el
PÁGINA 28 estudiante haga uso de la herramienta como mejor
Las aventuras de le convenga a sus necesidades, aunque también se
Sherlock Holmes puede manejar digital para el acceso a otros textos
PÁGINA 29 en línea.
La antología pretende brindar un acceso más
Edipo Rey cómodo para el estudiantado, pero si en el hogar
PÁGINA 30 poseen alguno de los textos en formato físico
(papel), u otra versión digital, pueden emplearse
Los árboles mueren de para la lectura. Solo debe avisarse al docente para
pie la verificación de las versiones editoriales
PÁGINA 31 empleadas.
"Los monstruos
son reales, y los
fantasmas
también: viven
dentro de
nosotros y, a
veces, ellos
ganan".
Literatura y misterio:
En esta antología se encontrarán los textos Stephen King
correspondientes al nivel de décimo año.

El eje transversal de esta antología es el


misterio y el terror a través de la literatura. Se
explorará la literatura de suspenso, el terror, la
tragedia, literatura poliaca, de resolución de
problemas y de investigación. Así, exploraremos
una selección de textos que nos transportarán a
los lugares más sorprendentes sin dejar el libro
que tenemos en las manos.

La actitud con la que se debe tomar esta


antología es de una mente abierta y dispuesta a
descubrir los textos como un entramado de
ideas que se unen para contar una historia.

Igualmente, la respuesta que deberá tener el


lector de esta antología será la de leer siempre
con criticidad y aplicando todo lo que ya sabe
en los textos por los cuales pasa sus ojos.

ANTOLOGÍA | PÁGINA 2 Prof. Jose Manuel Bermúdez


"LA HUELLA DEL PULGAR DE SAN
PEDRO"
Agatha Christie
Ahora, tía Jane, te toca a ti -dijo Raymond West. Y la contempló con una mirada tan burlona por
unos instantes, que las mejillas de la muchacha
-Sí, tía Jane, esperamos algo verdaderamente se arrebolaran. Raymond carraspeó para
sabroso -exclamó en tono festivo Joyce aclararse la garganta de un modo algo
Lempriére. embarazoso.

-Vamos, vamos, no se burlen de mí, queridos - La señorita Marple volvió a contemplarlos


replicó la señorita Marple plácidamente-. Creen sonriente y luego dedicó de nuevo su atención
que por haber vivido toda mi vida en este a su labor de punto.
apartado rincón del mundo probablemente no
he tenido ninguna experiencia interesante. -Es cierto que he llevado lo que se llama una
vida tranquila, pero he tenido muchas
-Dios no permita que considere la vida de un experiencias resolviendo pequeños problemas
pueblo como apacible y monótona -replicó que han ido surgiendo a mi alrededor. Algunos
Raymond acaloradamente-. ¡Nunca más verdaderamente ingeniosos, pero de nada
después de las horribles revelaciones que serviría contárselos, ya que son cosas de poca
acabamos de oír de tus labios! El mundo importancia y no les interesarían, como por
cosmopolita parece tranquilo y pacífico ejemplo: “¿Quién cortó las mallas de la bolsa
comparado con St. Mary Mead. dela señora Jones?” y “¿Por qué la señora
Simons sólo se puso una vez su abrigo de pieles
-Bueno, querido -dijo la señorita Marple-, la nuevo?” Cosas realmente interesantes para
naturaleza humana es la misma en todas partes cualquiera que guste de estudiar la naturaleza
y, claro está, en un pueblecito se tienen más humana. No, la única experiencia que recuerdo
ocasiones de observarla de cerca. que pueda tener interés para ustedes es la de
-Es usted realmente única, tía Jane –exclamó mi pobre sobrina Mabel y su esposo. Ocurrió
Joyce-. Espero que no le importará que la llame hace diez o quince años y, por fortuna, todo
tía Jane -agregó-. No sé por qué lo hago. acabó y nadie lo recuerda. La memoria de las
gentes es muy mala, afortunadamente.
-¿Seguro que no, querida? -replicó la señorita
Marple. La señorita Marple hizo una pausa mientras

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murmuraba para sí: ba todo su dinero a Mabel. Yo le escribí, como
es natural, ofreciéndome a hacerle compañía si
-Tengo que contar esta vuelta. El menguado es me necesitaba, pero me contestó con una
un poco difícil. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, y carta muy sensata y yo imaginé que no estaba
luego se menguan tres. Eso es. ¿Qué estaba demasiado abatida por la pena. Lo juzgué
diciendo? Oh, sí, hablaba de la pobre Mabel. natural sabiendo que desde hacía algún
Mabel era mi sobrina. Una muchacha tiempo hacían vidas separadas. No fue hasta
simpática y muy agradable, sólo que lo que unos tres meses después cuando recibí una
podríamos decir un poco tonta. Le gusta armar carta de lo más histérica de mi sobrina, en la
un drama por cualquier cosa, siempre que se que me pedía que acudiera a su lado, que las
enfada, y dice muchas más cosas de las que cosas iban de mal en peor y que no sería capaz
piensa. Se casó con un tal señor Denman de soportarlo por mucho más tiempo.
cuando tenía veintidós años y me temo que no
fue muy feliz en su matrimonio. Yo había “Así que, por supuesto, recogí mis cosas, llevé la
esperado que aquella boda no llegara a vajilla de plata al banco y acudí en seguida.
celebrarse, ya que el tal señor Denman parecía Encontré a Mabel muy nerviosa. La casa, Myrtle
un hombre de temperamento violento y no la Dene, era muy grande y estaba
clase de persona que hubiera sabido tener magníficamente amueblada. Tenían cocinera,
paciencia con las debilidades de Mabel. Y doncella, así como una enfermera que cuidaba
también porque supe que en su familia había del anciano señor Denman, padre del esposo
habido algunos casos de locura. No obstante, de Mabel, quien estaba lo que se dice “un poco
entonces las muchachas eran tan obstinadas mal de la cabeza”. Era un hombre tranquilo y
como ahora y como lo serán siempre, y Mabel se portaba bien, aunque a veces era algo raro.
se casó con él. Como ya he dicho, había habido casos de
locura en la familia.
“Después de su matrimonio no la vi muy a
menudo. Vino a pasar unos días a mi casa un “Me sorprendí realmente al ver el cambio
par de veces y me invitaron a la suya en varias sufrido por Mabel. Era un manojo de nervios y
ocasiones, pero, a decir verdad, no me gusta me resultó difícil que me contara el problema.
mucho estar en casas ajenas y siempre me las Lo conseguí, como siempre se consiguen estas
arreglé para excusarme. Llevaban diez años cosas, indirectamente. Le pregunté por unos
casados cuando el señor Denman falleció amigos suyos a quienes siempre mencionaba
repentinamente. No habían tenido hijos y deja- en sus cartas, los Callagher. Ante mi sorpresa,

Agatha Christie:
(Torquay, 1891 - Wallingford, 1976). Autora inglesa del género policíaco, sin duda una de

las más prolíficas y leídas del siglo XX. La estructura de la trama de sus narraciones,

basada en la tradición del enigma por descubrir, es siempre similar, y su desarrollo está

en función de la observación psicológica. En 1971 fue nombrada Dama del Imperio

Británico.

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me respondió que apenas los veía ya. Y lo "Incluso de niña Mabel fue siempre difícil y me
mismo me contestó al preguntarle por otros. Le costó muchísimo sacarle la verdad. Sólo sabía
hablé de lo tonto que era encerrarse en casa y hablar con vaguedad de las personas ociosas y
renunciar al trato social, y entonces me contó la maliciosas que no tienen nada mejor que hacer
verdad. que chismorrear y lanzar insidias a las mentes
de los demás.
“-No es cosa mía, sino suya. Ahora no hay una
sola persona aquí que quiera dirigirme la “-Lo veo muy claro -le dije-. Evidentemente
palabra. Cuando paso por High Street todos se debe de circular algún rumor referente a ti. Tú
apartan para no tener que saludarme. Soy una debes saber muy bien cuál es esa historia, de
especie de leprosa. Es horrible y no podré modo que vas a contármela.
soportarlo por mucho tiempo. Tendré que
vender la casa y marcharme al extranjero. Y, sin “-¡Es algo tan malicioso! -gimió Mabel.
embargo, ¿por qué tienen que hacerme “-Claro que es malicioso -repliqué-. No hay
abandonar una casa como ésta? Yo no he hecho nada que puedas contarme acerca de la
nada. mentalidad humana que me sorprenda. Y
“Me inquieté más de lo que puedan ustedes ahora, Mabel, ¿quieres decirme lisa y
imaginar. Estaba tejiendo una bufanda para la llanamente lo que la gente anda diciendo de
ancianaseñora Hay y, en mi tribulación, dejé ti?
escapar unos puntos y no lo descubrí hasta “Entonces salió todo.
mucho después.
“Al parecer, la repentina e inesperada muerte
“-Mi querida Mabel -le dije-, me sorprendes. de Geoffrey Denman había suscitado varios
¿Cuál es la causa de todo esto? rumores. En resumen, la gente pensaba que
ella había envenenado a su esposo.

“Ahora bien, como supongo que ustedes ya


saben, no hay nada más cruel ni más difícil de
combatir que los rumores. Cuando la gente
habla a nuestras espaldas nada hay que pueda
uno rebatir o negar, y las habladurías van
creciendo sin que nadie pueda detenerlas. Yo
estaba completamente segura de una cosa:
Mabel era incapaz de envenenar a nadie y no
comprendía por qué iban a arruinarle la vida
haciéndole insoportable la estancia en aquella
casa sólo porque, con toda probabilidad, había
hecho alguna estupidez.

“-No hay humo sin fuego -le dije-, Mabel. Ahora


vas a decirme el motivo de que la gente
comenzara a rumorear. Debió ser por algo.

“Mabel se mostró muy incoherente, declarando


que no había sido por nada, por nada en
absoluto, como no fuese, naturalmente, por lo
repentino del fallecimiento de Geoffrey. A la
hora de cenar parecía encontrarse
perfectamente y por la noche se puso muy en-

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fermo. Naturalmente habían enviado a buscar fuera la culpa. Eso no es lo que estamos
al médico, pero el pobre Geoffrey falleció a los discutiendo ahora. En un sitio como éste, los
pocos minutos de su llegada. Su muerte fue asuntos privados de todo el mundo son poco
atribuida a envenenamiento por haber comido más o menos del dominio público. Tú y tu
setas venenosas. marido estaban siempre discutiendo. Una
mañana tienen una pelea mayor de lo normal y
-Bueno -le dije-, supongo que una muerte aquella noche tu marido muere repentina y
repentina de esa clase puede desatar las misteriosamente. ¿Es eso todo o hay algo más?
lenguas, pero sin duda no sin algunos hechos
adicionales. ¿Te peleaste con Geoffrey o algo por “-No sé qué quieres decir -afirmó Mabel
el estilo? apesadumbrada.

“Admitió que había sostenido una discusión con “-Pues lo que he dicho, querida. Si has
él la mañana anterior, a la hora del desayuno. cometido alguna tontería, no lo ocultes. Yo sólo
quiero ayudarte.
“-Supongo que la oirían los criados… -comenté.
“-Nadie ni nada puede ayudarme, excepto la
“-No estaban en la habitación.

“-No, querida, pero probablemente estaban al


otro lado de la puerta -le contesté.

“Yo sabía muy bien lo histérica que podía llegar


a ponerse Mabel cuando se enfadaba. Geoffrey
Denman también era un hombre dado a elevar
la voz cuando se enfadaba.

“-¿Por qué pelearon? -quise saber.

“-Oh, por las tonterías de siempre. Siempre


ocurría lo mismo. Cualquier cosa nos enzarzaba
en una discusión. Geoffrey se ponía imposible y
decía cosas abominables, y yo le contestaba a
todo lo que pensaba de él.

“-Entonces, ¿discutían a menudo? -pregunté.

“-No era culpa mía.

“-Mi querida niña -le dije-, no importa de quién

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muerte -declaró Mabel con desesperación.

“-Ten un poco más de fe en la Providencia,


querida -le dije-. Ahora sé perfectamente que
hay algo más que tratas de ocultar.

“Siempre supe, incluso cuando era una niña,


cuándo no me decía la verdad. Tardó mucho
tiempo, pero al fin lo dijo. Aquella misma
mañana fue a la farmacia a comprar arsénico.
Por supuesto firmó en el registro y,
naturalmente, el farmacéutico lo había
contado.

“-¿Quién es tu médico? -le pregunté.

“-El doctor Rawlinson.

“Yo lo conocía de vista. Mabel me lo había


señalado el día anterior y era lo que
vulgarmente se llama un viejo decrépito.
Además, yo tenía demasiada experiencia de la
vida para creer en la infalibilidad de los
médicos. Algunos son inteligentes y otros no, y
la mayor parte de las veces no saben lo que le
ocurre a uno. Yo no confío ni en los médicos ni
recuerde si se esfuerza.
en las medicinas.
“Averigüé que Denman ya no podía hablar
“Después de reflexionar sobre lo que había
cuando llegó el doctor. No podía tragar y
averiguado, me puse el sombrero y me fui a
falleció a los pocos minutos. El médico parecía
visitar al doctor Rawlinson. Era precisamente
completamente satisfecho de su dictamen,
lo que yo había supuesto, un anciano amable y
pero yo no estaba segura de si era debido a un
tan corto de vista que daba lástima,
firme convencimiento o a su testarudez.
ligeramente sordo, y al mismo tiempo
susceptible y quisquilloso en grado extremo. “Me fui directa a casa y pregunté a Mabel por
En cuanto mencioné la muerte de Geoffrey qué había comprado arsénico.
Denman se puso a la defensiva, y me habló
largo rato de las setas, las comestibles y las que “-Debiste hacerlo con algún propósito -le dije.
no. Había interrogado a la cocinera, quien
“Mabel se echó a llorar.
admitió que una o dos setas de las que preparó
le parecieron “un poco extrañas”, pero pensó “-Quería suicidarme -gimió-. Me sentía tan
que debían ser buenas, puesto que se las desgraciada… y pensé que así terminaría todo.
habían enviado de la tienda. Cuanto más
pensaba en ello desde aquél día, más “-¿Tienes aún el arsénico? -le pregunté.
convencida estaba de que su aspecto no era
“-No, lo tiré.
normal.
“Estuve durante unos momentos dando vueltas
“-Y no es extraño -dije yo-. Debieron empezar
en mi mente al problema.
por ser semejantes a las demás en apariencia y
terminar adquiriendo un color naranja con “-¿Qué ocurrió cuando se sintió mal? ¿Te llamó?
manchas rojas. No hay nada que esa gente no

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“-No -meneó la cabeza-. Hizo sonar el timbre “-Un montón de pescado -dijo-, o alguna
con violencia. Debió llamar varias veces y al fin tontería por el estilo. En seguida comprendí
Dorothy, la doncella, lo oyó y, tras despertar a la que el pobre señor había perdido la cabeza.
cocinera, bajó con ella. Cuando Dorothy lo vio
se asustó mucho. Estaba inquieto y delirando. “No era posible sacar nada en claro de aquello.
Dejó allí a la cocinera y vino corriendo a Como último recurso, fui a ver a Brewster, que
buscarme. Yo me levanté y al verlo comprendí era una mujer delgada de unos cincuenta años.
en el acto que estaba muy grave. Por desgracia “-Es una lástima que no estuviera yo aquella
Brewster, que cuida del anciano señor noche -dijo-. Al parecer nadie intentó hacer
Denman, tenía la noche libre, de modo que no nada por él hasta que llegó el médico.
había nadie en la casa que supiera lo que se
debía hacer. Mandé a Dorothy a buscar al “-Supongo que deliraba -dije pensativa-, pero
médico, y la cocinera y yo nos quedamos con eso no es síntoma de envenenamiento
él, pero al cabo de unos minutos no pude producido por alimentos en mal estado, ¿o sí?
soportarlo más, era demasiado horrible, y
regresé a mi habitación para encerrarme en “-Eso depende -replicó Brewster.
ella. “Le pregunté por el estado de su paciente.}
“-Fuiste muy egoísta y cruel -le dije-, y no hay “Meneó la cabeza.
duda de que tu comportamiento no te habrá
ayudado precisamente, ya puedes estar segura. “-Está bastante mal -replicó.
La cocinera lo habrá repetido por todas partes.
Vaya, vaya, es un mal asunto. “-¿Débil?

“Luego hablé con el servicio. La cocinera quería “-Oh, no. Físicamente está bastante bien, aparte
contarme lo de las setas, pero la contuve: de la vista, que le empieza a fallar. Puede que
estaba harta de aquellas setas. En vez de eso, la nos sobreviva a todos nosotros, pero su mente
interrogué detalladamente acerca del estado se está perdiendo muy deprisa. Les dije al señor
de su amo en aquella trágica noche. Las dos y a la señora Denman que debían internarlo en
estuvieron de acuerdo en que parecía un sanatorio, pero la señora Denman no quiere
agonizante, que apenas podía tragar, sólo oír hablar de ello siquiera.
hablaba con voz apagada y delirante, y que no “Debo decir que Mabel siempre ha tenido un
dijo nada que tuviera sentido. corazón generoso.
“-¿Qué dijo cuando deliraba? -pregunté con “Bien, así estaban las cosas. Consideré
curiosidad. cuidadosamente todos los aspectos y
“-Algo acerca de un pescado, ¿no? -dijo finalmente decidí que sólo quedaba una cosa
volviéndose a la otra. por hacer. En vista de los rumores que
circulaban, debíamos solicitar un permiso para
“Dorothy asintió. exhumar el cadáver, practicarle la debida
autopsia y hacer que las lenguas se callaran pa-

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ra siempre. Desde luego, Mabel armó un gran este lema escrito sobre mi cama: “Pide y
alboroto diciendo que no se debía molestar a recibirás”. La mañana a la que me refiero yo
un muerto en su tumba, etc… pero yo me estaba paseando por High Street y rezaba
mantuve firme. intensamente. Cerré los ojos y, al abrirlos, ¿qué
creen ustedes que fue lo primero que vi?”
“No me alargaré en esta parte de mi historia.
Conseguimos el permiso y se llevó a cabo la Cinco rostros se volvieron hacia la señorita
autopsia, o como se llame eso, mas el resultado Marple, demostrando diversos grados de
no fue lo satisfactorio que debiera haber sido. interés. Sin embargo, podía afirmarse con
No se encontró el menor rastro de arsénico, seguridad que ninguno había adivinado la
cosa favorable, pero las palabras exactas del respuesta a la pregunta.
informe forense fueron “que no había nada que
demostrase la causa de la muerte”. -Vi -dijo la señorita Marple con aire misterioso-
el escaparate de la pescadería. Y sólo había una
“De modo que aquello no solucionó nada. La cosa en él: un ródalo fresco.
gente continuó hablando de venenos raros que
no dejan rastro y tonterías por el estilo. Yo visité Miró a su alrededor con aire triunfante.
al patólogo que efectuó la autopsia, al que hice -¡Oh, cielos! -exclamó Raymond West-. La
varias preguntas, aunque se esforzó cuanto le respuesta a tu plegaria fue… un ródalo fresco.
fue posible para no responder a la mayoría de
ellas. Pero logré sonsacarle que consideraba -Sí, Raymond -contestó la señorita Marple con
altamente improbable que las setas venenosas aire severo-. Y no hace falta que seas tan
hubieran sido la causa del fallecimiento. Una escéptico. La mano de Dios está en todas
idea tomaba forma en mi mente y le pregunté partes. Lo primero que vi fueron las manchas
qué veneno, si es que existía alguno, podía negras de ese pescado, las huellas del pulgar
haber sido empleado para lograr aquellos de san Pedro, según cuenta la leyenda, ya
efectos. Me dio una extensísima explicación, sabes. Y eso me hizo recordar cosas: que
que en su mayor parte, debo admitirlo, no necesitaba fe, la verdadera fe de san Pedro, y
entendí, pero que puede resumirse así: la relacioné las dos cosas, la fe y el pescado.
muerte pudo ser producida por algún fuerte
alcaloide vegetal. Henry se sonó con bastante apresuramiento y
Joyce se mordió el labio.
“La idea que tuve era ésta. Suponiendo que
Geoffrey Denman llevara también en la sangre -¿Qué es lo que trajo esto a mi memoria? Pues
la tara de la locura, ¿no pudo haberse que la doncella y la cocinera mencionaran que
suicidado? Durante un período de su vida el pescado había sido una de las palabras
estudió medicina y debía tener un buen pronunciadas por el difunto. Eso me convenció,
conocimiento de los venenos y sus efectos. con un convencimiento absoluto, de que la
solución del misterio había de encontrarse en
“No me parecía muy probable, pero fue lo único aquellas palabras. Volví a casa resuelta a llegar
que se me ocurrió y puedo asegurarles que al fondo del asunto.
estuve a punto de volverme loca. Ahora, aunque
ustedes los jóvenes lo tomen a risa, les Hizo una pausa.
confesaré que, cuando me encuentro en un -¿Se les ha ocurrido pensar -continuó la
verdadero apuro, siempre rezo para mis anciana- cuántas veces nos dejamos llevar por
adentros, en cualquier parte donde me lo que creo se ha dado en llamar el contexto de
encuentre, caminando por la calle o en el las cosas? Hay un lugar en Dartmoor llamado
interior de una tienda, y siempre obtengo una Tiempo Gris. Si uno habla con un granjero de
respuesta a mi plegaria. Tal vez parezca una allí y menciona las palabras Tiempo Gris, sin
cosa sin importancia y sin relación aparente con duda deducirá que se refiere a aquellas rocas,
este asunto, pero la tiene. Cuando era niña tenía

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aunque es posible que usted le esté hablando lo. Bien, primero miré las que empezaban por
del día que hace. Del mismo modo, si uno hace R, sin encontrar nada que me pareciese
referencia a ese lugar ante un extraño que sólo probable. Luego seguí con la letra P y casi en
oiga un fragmento de la conversación, puede seguida di con ella… ¿qué creen ustedes que
pensar que le hablan del tiempo. De modo que, era?
al repetir una conversación, por lo general no
empleamos las palabras exactas, sino otras que Miró a su alrededor saboreando su triunfo.
para nosotros tienen el mismo significado. -Pilocarpina. ¿No adivinan cómo sonaría en
“Me entrevisté por separado con la cocinera y labios de un hombre que apenas pudiera
Dorothy. Pregunté a la primera si estaba segura hablar? ¿Y cómo sonaría a oídos de una
de que su amo había hablado de un montón de cocinera que nunca lo hubiera oído? ¿No debió
pescado y respondió afirmativamente. de darle la impresión de que decía algo así
como “pila de carpas”?
“-¿Fueron entonces ésas sus palabras exactas -
pregunté- o nombró alguna clase especial de -¡Por Júpiter! -exclamó Henry.
pescado? -Nunca se me hubiera ocurrido -confesó el
“-Eso es -replicó la cocinera-, una clase especial doctor Pender.
que ahora no puedo recordar. Un montón de… -Es muy interesante -dijo la señora Petherick-.
¿qué era lo que dijo? No es ninguno de los que Interesantísimo.
se sirven en la mesa. ¿Diría sollo o perca? No, no
empezaba con P. -Busqué apresuradamente la página que
señalaba el índice y leí los efectos que la
“Dorothy también recordaba que su amo había pilocarpina produce en los ojos y otras cosas
mencionado una clase determinada de que no hacen al caso, y al fin llegué a una frase
pescado. muy significativa. Ha sido empleada con éxito
“-Era un nombre poco corriente -dijo-. Una pila como antídoto contra el envenenamiento
de… ¿qué es lo que dijo? producido por la atropina. Entonces lo vi todo
con claridad. Nunca consideré muy probable
“-¿Dijo montón o pila? -pregunté. que Geoffrey Denman se hubiera suicidado. No,
esta nueva solución no sólo era posible, sino
“-Creo que dijo pila. Pero no estoy segura, es tan que estaba segura de que era la verdadera ya
difícil recordar las palabras exactas, ¿no es que todas las piezas del rompecabezas
cierto, señorita?, especialmente cuando no encajaban.
tienen sentido. Pero ahora que lo pienso, estoy
casi segura de que dijo pila, algo que me sonó -No voy a tratar de adivinarlo -dijo Raymond-.
muy extraño, y luego pronunció el nombre de Continúa, tía Jane, y dinos lo que estaba tan
un pescado que empieza con C, pero no era el claro para ti.
congrio ni cangrejo.”
-Yo no sé nada de medicina, por supuesto -
-Lo que sigue a continuación me enorgullece – replicó la señorita Marple-, pero lo que sí sabía
dijo la señorita Marple-, porque, desde luego, era que, cuando mi vista empezó a fallar, el
nada sé de drogas, que considero médico me recetó unas gotas de sulfato de
desagradables y peligrosas. Tengo una receta de atropina. Fui directamente a la habitación del
mi abuela para hacer infusión de tanaceto que anciano señor Denman y no me anduve por las
vale más que todas las medicinas. Pero yo sabía ramas.
que en la casa había varios libros de medicina y
que uno de ellos era un índice de drogas. “-Señor Denman -le dije-. Lo sé todo. ¿Por qué
¿Comprenden? Mi idea fue que Geoffrey había envenenó usted a su hijo?
tomado alguna dosis de veneno e intentó decir. “Me miró durante un par de segundos, era un

ANTOLOGÍA | PÁGINA 10 Prof. Jose Manuel Bermúdez


hombre bastante atractivo a su manera, y luego Hubo una larga pausa.
se echó a reír. Fue una de las risas más malvadas
que he oído en mi vida y les aseguro que se me -Mi querida amiga -dijo el señor Petherick-, es
puso la piel de gallina. Sólo en una ocasión oí usted realmente maravillosa.
algo parecido, cuando la pobreseñora Jones se -Recomendaré a Scotland Yard que vengan a
volvió loca. pedirle consejo -intervino Henry.
“-Sí -me contestó-, yo maté a Geoffrey. Yo era -Bueno, de todas formas hay una cosa que
demasiado listo para él y él quería quitarme de ignoras, tía Jane -dijo Raymond.
en medio ¿no es cierto? Encerrarme en un asilo.
Lo oí hablar con Mabel. Mabel es una buena -Oh, sí que lo sé, querido -replicó la señorita
chica, se puso de mi parte, pero yo sabía que no Marple-. Ha ocurrido precisamente antes de
iba a poder impedirlo indefinidamente. Al fin se cenar ¿no es cierto? Cuando llevaste a Joyce a
habría salido con la suya, como siempre. Pero yo contemplar la puesta de sol. Es un lugar muy
acabé con él, con mi hijo amable y cariñoso. ¡Ja, adecuado, junto a los jazmines. Allí es donde el
ja! Bajé durante la noche. Fue muy sencillo. lechero le preguntó a Annie si quería casarse
Brewster había salido y mi querido hijo estaba con él.
durmiendo. Tenía un vaso de agua en la mesilla
de noche, siempre bebía cuando se despertaba -Vaya, tía Jane -replicó el joven-, no estropees
a medianoche. Lo vacié, ¡ja, ja!, y luego vertí en él todo el romanticismo. Joyce y yo no somos
mi botella de gotas para los ojos. Cuando se como el lechero y Annie.
despertase se lo bebería antes de saber qué era. -En eso te equivocas, querido -dijo la señorita
Sólo me quedaba una cucharada, pero fue Marple-. En realidad todos somos iguales,
suficiente, fue suficiente. ¡Así fue cómo lo hice! A aunque afortunadamente tal vez no nos demos
la mañana siguiente me dieron la noticia con cuenta.
mucha delicadeza. Temían que me afectara, ¡ja,
ja, ja!

“Bien, éste es el final de mi historia. Desde luego


el pobre viejo fue internado en un sanatorio. En
realidad no era responsable de lo que había
hecho, se supo la verdad y todo el mundo se
compadeció de Mabel y no sabían qué hacer
para compensarla de sus injustas sospechas.
Pero de no haber sido porque Geoffrey se dio
cuenta de lo que había tomado e intentó pedir
que le trajeran el antídoto sin demora, es
posible que nunca se hubiera descubierto. Creo
que la atropina produce ciertos síntomas muy
evidentes, dilatación de las pupilas y demás,
pero desde luego y como ya les he dicho, el
doctor Rawlinson era muy corto de vista, pobre
viejo. Y en el mismo libro de medicina, que
continué leyendo porque era muy interesante,
se daban los síntomas del envenenamiento
producido por la ingestión de alimentos en mal
estado y por la atropina, y no se diferencian
gran cosa. Pero les aseguro que no he vuelto a
ver un ródalo fresco sin acordarme de la huella
del pulgar de san Pedro.”

ANTOLOGÍA | PÁGINA 11 Prof. Jose Manuel Bermúdez


"EL CORAZÓN DELATOR"
Edgar Allan Poe
¡De veras! Soy muy nervioso, disimulo puse manos a la obra...
extraordinariamente nervioso. Lo he sido
siempre. Pero ¿por qué decís que estoy loco? La Jamás me manifesté tan amable con él como
enfermedad ha aguzado mis sentidos, pero no durante toda la semana que precedió al
los ha destruido ni embotado. De todos ellos, el asesinato. Cada noche, cerca de la medianoche,
más agudo era el oído. Yo he escuchado todas descorría el pestillo de su puerta y la abría muy
las cosas del cielo y de la tierra y bastantes del suavemente. Y entonces, cuando la había
infierno. ¿Cómo, entonces, he de estar loco? abierto lo suficiente para asomar mi cabeza,
Atención. Observad con qué serenidad, con qué adentraba por la abertura una linterna sorda,
calma puedo contaros esta historia. bien cerrada, para que no se filtrara ninguna
claridad. Después metía la cabeza. ¡Oh...! Os
Es imposible explicar cómo la idea penetró en hubierais reído viendo con qué cuidado
mi cerebro. Pero, una vez adentrada, me acosó introducía la cabeza. La movía lentamente,
día y noche. Motivo, realmente, no había muy lentamente, con miedo de turbar el sueño
ninguno. Nada tenía que ver con ello la pasión. del anciano. No exagero al decir que, por lo
Yo quería al viejo, y nunca me había hecho menos, necesitaba una hora para poner toda
daño. Jamás me insultó. Y su oro no despertó en mi cabeza por la abertura y ver al anciano
mí la menor codicia... acostado en su cama. ¡Ah! ¿Hubiera sido tan
prudente un loco?
Creo que era su ojo. Sí, ¡esto era! Uno de sus ojos
se parecía a los del buitre. Era un ojo azul Entonces, una vez que mi cabeza estaba dentro
pálido, nublado, con una catarata. Siempre que de la habitación, abría con precaución mi
caía ese ojo sobre mí se helaba mi sangre. Y así linterna. (¡Oh, con qué cuidado, con qué
poco a poco, gradualmente, se me metió en el cuidado!). Porque los goznes rechinaban un
cerebro la idea de matar al anciano y librarme poco. Abría justamente lo necesario para que
para siempre, de este modo, de aquella mirada. un rayo casi imperceptible de luz incidiera
sobre el ojo de buitre. Hice esto durante siete
Ahora viene lo más difícil de explicar. Me noches interminables, a medianoche
creeréis un loco. Los locos nada saben de cosa precisamente. Pero encontraba siempre el ojo
alguna, pero si me hubieseis visto, si hubierais cerrado, y así, fue imposible realizar mi
visto con qué sabiduría procedí y con qué propósito porque no era el viejo el que me mo-
precaución y cautela me produje...; con qué disi-

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lestaba, sino su maldito ojo. Y todas las empujándola un poco más, siempre un poco
mañanas, cuando amanecía, entraba más.
osadamente en su cuarto y hablábale
valerosamente, pronunciando su nombre con Había introducido mi cabeza, y me disponía a
voz cordial, interesándome por como había abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló
pasado la noche. Estáis viendo, pues, que había sobre el pomo de la puerta, y el anciano se
de ser un hombre muy perspicaz para incorporó en su lecho preguntando:
sospechar que todas las noches, precisamente —¿Quién anda ahí?
a las doce, le observaba durante su sueño.
Permanecí completamente inmóvil y nada dije.
Finalmente, en la octava noche, abrí la puerta Durante toda una hora no moví un solo
con mayor precaución que antes. La aguja de músculo, y en todo ese tiempo no oí que
un reloj se mueve más de prisa que lo que se volviera a acostarse. Continuaba sentado en la
movía entonces mi mano. Jamás como aquella cama, escuchando, exactamente lo mismo que
noche pude darme tanta cuenta de la yo había hecho durante noches enteras,
magnitud de mis facultades, de mi astucia. oyendo a las arañas de la pared.
Apenas podía dominar mi sensación de triunfo.
¡Pensar que estaba allí abriendo la puerta poco De pronto escuché mi débil gemido. Se trataba
a poco, y que él ni siquiera soñaba en mis de un lamento de terror mortal. No era un
acciones o mis pensamientos secretos...! lamento de dolor o tristeza, ¡oh, no!; era el
rumor sordo y ahogado que escapa de lo
A esta idea se me escapó una risita, y tal vez íntimo de un alma sobrecogida por el pavor. Yo
me oyese, porque se movió de pronto en su ya conocía bien ese murmullo. Muchas noches,
lecho como si fuera a despertarse. Tal vez precisamente al filo de las doce, cuando todos
creáis ahora que me retiré. Pues no. Os dormían, irrumpía en mi propio pecho,
equivocáis. excavando con su eco horrendo los terrores
Su cuarto estaba tan negro como la pez, a que me consumían. Sabía lo que estaba
causa de lo espesas que eran las tinieblas que sintiendo el viejo y sentía piedad por él,
envolvían toda la estancia, y es porque las aunque otros sentimientos también llenasen
ventanas estaban cerradas cuidadosamente mi corazón. Sabía que él continuaba despierto
por miedo a los ladrones. Y, seguro de que él desde que, habiendo oído el primer rumor, se
no podía ver la puerta entreabierta, continué movió en la cama. Su zozobra había ido
siempre en aumento. Procuraba persuadirse de

Edgar Allan Poe:


(Boston, 1809 - Baltimore, 1849). Poeta, narrador y crítico estadounidense, uno de los

mejores cuentistas de todos los tiempos. Revalorizó y revitalizó el cuento tanto desde sus

escritos teóricos como en su praxis literaria, demostrando que su potencial expresivo

nada tenía que envidiar a la novela y otorgando al relato breve la dignidad y el prestigio

que modernamente posee.

ANTOLOGÍA | PÁGINA 13 Prof. Jose Manuel Bermúdez


que sus temores eran infundados. Seguramente nube que me helaba la medula de los huesos.
habíase dicho a sí mismo: «No es nada. El viento Pero no podía ver nada más; ni la cara ni el
en la chimenea. Un ratón que corre por el cuerpo del anciano, como si no existiera otra
entarimado...». «Cualquier insecto». Sí; procuró cosa que aquel ojo obsesionante.
calmarse con cualquiera de estas hipótesis.
Pero fue todo inútil, porque la muerte que se ¿No creéis que es una hiperestesia de los
aproximaba había pasado ante él con su gran sentidos aquello que consideramos locura? Os
sombra negra y ya envolvía a su víctima. Y era la diré que un rumor sordo, ahogado y continuo,
influencia fúnebre de su sombra no vista lo que llegó a mis oídos, semejante al producido por
le hacía sentir , aunque no viera ni escuchara el tic-tac de un reloj envuelto en algodones.
nada, lo que le hacia notar la presencia de mi Inmediatamente reconocí ese sonido. Era el
cabeza en su cuarto. corazón del viejo, latiendo. Excitó mi furor
como el redoble de los tambores excita el valor
Luego de haber esperado tan largo rato, con del soldado. Me dominé, sin embargo, y
toda paciencia, sin oír que se acostara de nuevo, continué inmóvil. Apenas respiraba y mantenía
me aventuré a abrir un poco la linterna, pero quieta entre las manos la linterna. Esforzábame
tan poco, tan poco como si nada. La abrí en conservar el rayo de luz fijo sobre el ojo. Y,
cautelosamente, tan furtivamente, como no en tanto, el pálpito infernal del corazón del
podréis imaginároslo, hasta que, al fin, un único anciano era cada vez más fuerte, más
y pálido rayo, como un hilo de telaraña, salió por apresurado... Sobre todo, más sonoro.
la ranura y descendió sobre su ojo de buitre.
El pánico del viejo debía ser tremendo,
Estaba abierto, enteramente abierto y, al verlo, resonando en ese latir que volvíase cada vez
me encolericé. Lo vi con claridad perfecta. Todo más fuerte; minuto a minuto.
él, de un azul mate y cubierto por una horrorosa
Os he dicho que soy nervioso, realmente lo soy,
y entonces, en plena noche y del pavoroso
silencio de aquella vieja casa, un ruido tan
extraño hizo penetrar en mí un terror
irresistible. Durante algunos minutos me
contuve y quise mantenerme tranquilo, pero la
pulsación hacíase cada vez más fuerte; siempre
más fuerte. Creí que mi corazón iba a estallar.
Una nueva angustia se apoderaba de mí... El
ruido, los rumores que iban a producirse
podían ser oídos por algún vecino. Porque
había sonado la hora del viejo...

Con un gran alarido, abrí de pronto la linterna y


me precipité en la alcoba. El viejo, entonces,
dejó escapar un grito, uno solo. En un
momento, le derribé al suelo y eché sobre él
todo el peso del lecho. Y hasta sonreí entonces,
ufano, viendo tan adelantada mi obra. Durante
algunos minutos, sin embargo, el corazón latió
con un sonido ahogado. A pesar de todo, ya no
me atormentaba. No podía oírse nada a través
de las paredes. Y, por fin, cesó todo. El viejo
Imágenes protegidas por derechos de autor. estaba muerto. Levanté la cama y examiné el

ANTOLOGÍA | PÁGINA 14 Prof. Jose Manuel Bermúdez


cuerpo. Sí: estaba muerto. ¡Muerto como una den. Entusiasmado con mi confianza, les llevé
piedra! Puse mi mano sobre su corazón y estuve unas sillas a la habitación y les supliqué que se
así durante algunos minutos, sin advertir latido sentaran, mientras yo, con la desbordada
alguno. Estaba muerto, bien muerto, y en lo audacia del triunfo absoluto coloqué mi propia
sucesivo su ojo no me atormentaría más. silla exactamente en el lugar que ocultaba el
cuerpo de la víctima.
Si insistís en considerarme loco, vuestra opinión
se desvanecerá cuando os describa las Los agentes estaban satisfechos. Mi actitud les
inteligentes precauciones que tomé para había convencido. Sentíame completamente
esconder el cadáver... Avanzaba la noche y yo bien. Sentáronse y hablaron de cosas familiares,
trabajaba con prisa, pero con cauteloso silencio. a las que contesté jovialmente. Pero, al poco
Fui desmembrando el cueipo; primero corté la rato, me di cuenta de que palidecía y deseé que
cabeza y después los brazos; luego, las piernas. se fueran. Me dolía la cabeza y me parecía que
En seguida, arranqué tres tablas del entarimado mis oídos zumbaban. Sin embargo, ellos
y lo coloqué todo bajo el piso de madera. continuaban sentados y prosiguiendo la charla.
Después volví a poner las tablas con tanta El zumbido hízose más claro. Persistió y volvióse
habilidad y destreza que ningún ojo humano, ¡ni cada vez más perceptible. Empecé a hablar
siquiera el suyo!, hubiese podido descubrir allí copiosamente, para libertarme de tal sensación.
nada alarmante. Nada había que lavar. Ni una Pero ésta resistió, reiterándose de tal modo, que
mancha, ni una sola mancha de sangre. No se no tardé en descubrir, por último, que el rumor
me escapó detalle alguno. Un cubo lo hizo no nacía en mis oídos.
desaparecer todo...
Sin duda me puse entonces muy pálido. Pero
Así que terminé aquellas operaciones eran las seguía hablando sin tino, elevando el tono de
cuatro y estaba tan oscuro como si fuese aún mi voz. El ruido aumentaba siempre. ¿Qué
medianoche. En el momento en que el reloj podía hacer? Era un ruido sordo, ahogado y
señalaba la hora, llamaron a la puerta de la continuo, semejante al producido por el tic-tac
calle. Bajé a abrir confiado. Porque, ¿qué era lo de reloj envuelto en algodones . Respiraba con
que tenía que temer entonces ? Entraron tres dificultad. Y, en tanto, los agentes nada oían
hombres, que se presentaron a mí cortésmente aún. Hablé todavía más de prisa, con mayor
como agentes de policía. Un vecino había oído vehemencia. Pero el rumor crecía
un grito durante la noche y le hizo despertar la incesantemente. Me levanté y discutí sobre
sospecha de que se había cometido un crimen. tonterías, con voz cada vez más alta y,
En la Comisaría había sido presentada una seguramente, haciendo violentas
denuncia, y aquellos caballeros, los agentes, gesticulaciones. Pero inútilmente. El rumor
habían sido enviados para practicar un crecía, crecía siempre. ¿Por qué ellos no se
reconocimiento. querían marchar? Comencé a andar de un lado
para otro de la habitación, pesadamente, dando
Sonreí. Porque, repito, ¿qué tenía que temer? Y grandes pasos, como exasperado por sus
di la bienvenida a los recién llegados. observaciones. Pero el rumor crecía
—El grito —les expliqué—, lo había lanzado yo, incesantemente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer?
soñando. El viejo —añadí—, está de viaje por la Echaba espumarajos, desvariaba, pateaba.
comarca. Movía la silla en que estaba sentado y la hacía
resonar sobre el suelo. Pero el rumor lo
Conduje a mis visitantes por toda la casa. Les dominaba todo y crecía indefinidamente.
invité a que buscaran, a que buscaran bien . Por Hacíase más fuerte . Y los hombres continuaban
fin, los conduje a su cuarto. Les mostré sus hablando, bromeando, sonriendo. ¿Sería posible
tesoros, en seguridad perfecta, en perfecto or- que nada oyeran? ¡Dios todopoderoso! ¡No, no!

ANTOLOGÍA | PÁGINA 15 Prof. Jose Manuel Bermúdez


¡Estaban oyendo, estaban sospechando!
¡Sabían! ¡Estaban divirtiéndose con mi terror!
Así lo creí y lo creo ahora. Pero había algo peor
que aquella agonía, algo más insoportable que
aquella burla. No podía tolerar por más tiempo
aquellas hipócritas sonrisas. Me di cuenta de
que era preciso gritar o morir, porque
entonces... ¡Atended, por favor!

—¡Miserables! —exclamé—. ¡No disimulen por


más tiempo! ¡Lo confieso todo! ¡Arranquen esas
tablas! ¡Aquí, aquí! ¡Es el latido de su
implacable corazón!

ANTOLOGÍA | PÁGINA 16 Prof. Jose Manuel Bermúdez


"EL TONEL DE AMONTILLADO"
Edgar Allan Poe
Había yo soportado lo mejor que podía los mil mo sus compatriotas, era un charlatán, pero, en
agravios de Fortunato, pero, cuando se atrevió a cuanto se refiere a vinos añejos, era sincero. En
insultarme, juré que me vengaría. Vosotros, que este sentido, no era yo notablemente distinto a
conocéis tan bien la naturaleza de mi alma, no él; también yo era experto en vendimias
pensaréis que salió de mi boca ninguna italianas y compraba con largueza cuando
amenaza. Al final , me vería vengado; este punto tenía una oportunidad.
quedó para mí resuelto definitivamente, pero el
mismo carácter definitivo con que lo resolví Fue a la hora del crepúsculo, una tarde en que
excluía toda idea de riesgo. No sólo debía el carnaval alcanzaba su suprema locura,
castigar sino castigar con impunidad. Un cuando encontré a mi amigo. Me saludó con un
agravio no resulta reparado cuando el castigo cariño extremado, porque había estado
alcanza al reparador. Queda igualmente sin bebiendo en exceso. El hombre estaba vestido
reparar cuando el vengador no se descubre de bufón. Llevaba un ajustado traje a rayas
como tal ante quien le ha ofendido. multicolores y su cabeza quedaba coronada
con un cónico gorro con cascabeles. Me sentí
Hay que entender que ni por mis hechos ni por tan contento de verle, que me pareció que
mis palabras había yo dado motivo a Fortunato nunca terminaría de estrecharle la mano.
para dudar de mi buena voluntad. Seguía, como
era mi costumbre, sonriéndole en la cara, y él no Le dije:
se daba cuenta de que ahora sonreía yo —Mi querido Fortunato, qué suerte haberte
pensando en la idea de su inmolación. encontrado. Qué buen aspecto tienes hoy. Por
Un punto débil tenía el tal Fortunato, aunque, cierto, he recibido un barril de vino que pasa
por lo demás, era hombre de respetar y aun de por amontillado, pero tengo mis dudas.
temer. Se enorgullecía de ser un buen —¿Cómo? —dijo él—. ¿Amontillado? ¿Un barril?
conocedor de vinos. Pocos italianos poseen el ¡Imposible! ¡Y a mediados de carnaval!
verdadero espíritu del virtuoso en este arte. La
mayoría de ellos adaptan su entusiasmo de —Tengo mis dudas —contesté—, y he sido lo
acuerdo con el momento y la oportunidad, para bastante tonto como para pagar el precio total
engañar a los millonarios ingleses y austríacos. del amontillado sin consultarte antes. No pude
En pintura y en piedras preciosas, Fortunato, co- encontrarte, y tenía miedo de perder un buen
negocio.

ANTOLOGÍA | PÁGINA 17 Prof. Jose Manuel Bermúdez


—¡Amontillado! que me llevara apresuradamente a mi palazzo.

—Tengo mis dudas. No encontramos a los sirvientes en casa;


habían marchado ellos también a divertirse
—¡Amontillado! haciendo honor al carnaval. Yo les había
—Y he de resolverlas. anunciado que no regresaría hasta el
amanecer, y había dado órdenes expresas de
—¡Amontillado! que no se movieran de casa. Y estas órdenes
bastaban, como yo bien sabía, para asegurar la
—Como estás ocupado, me voy a buscar a desaparición inmediata de cada uno en el
Lucresi. Si hay alguien con capacidad crítica es momento que les volvía la espalda.
él. Me dirá...
Saqué dos antorchas de sus soportes, y
—Te digo que Lucresi no sabe distinguir entre entregando una a Fortunato, le conduje a
un amontillado y un jerez. través de varias habitaciones hasta la arcada
—Y, sin embargo, algunos tontos aseguran que que llevaba a las criptas. Iba yo delante,
como catador es digno rival tuyo. bajando una larga escalera de caracol,
pidiéndole a mi compañero que tuviera
—Anda, vamos ya. cuidado al seguirme. Por fin llegamos al fondo
y quedamos juntos sobre el húmedo suelo de
—¿Adónde? las catacumbas de los Montresor.
—A tu bodega. Mi amigo caminaba con pasos tambaleantes y
—No, amigo mío; no quiero aprovecharme de tu al moverse tintineaban los cascabeles de su
bondad. Veo que tienes una cita. Y Lucresi... gorro.

—No tengo nada que hacer. Vamos. —El tonel —dijo.

—No, amigo mío. No me preocupa tanto que —Está más adelante —contesté—; pero mira las
estés ocupado, sino que veo que padeces un blancas telarañas que brillan en las paredes de
fuerte catarro. Las criptas son intolerablemente estas cavernas.
húmedas. Están cubiertas de salitre. Se volvió hacia mí y me miró a los ojos, con los
—Vamos, de todos modos. Este catarro no es suyos que eran dos globos brumosos
nada. ¡Amontillado! Te habrán engañado. Y en destilando los humores de la embriaguez.
cuanto a Lucresi, él no sabe distinguir un jerez —¿Salitre? —preguntó después de un rato.
de un amontillado.
—Salitre —contesté—. ¿Desde cuándo tienes esa
Mientras decía esto, Fortunato me tomó del tos?
brazo; y yo, luego de ponerme un antifaz de
seda negra y de ceñirme un roquelaire dejé —¡Uf, uf, uf...! ¡Uf, uf, uf...! ¡Uf, uf, uf...! ¡Uf, uf, uf...!

ANTOLOGÍA | PÁGINA 18 Prof. Jose Manuel Bermúdez


¡Uf, uf, uf...! se.

A mi pobre amigo le fue imposible contestarme —Bebe —le dije, presentándole el vino.
hasta pasados varios minutos.
Lo alzó a los labios con una mirada maliciosa.
—No es nada —dijo por fin. Se detuvo y asintió amistosamente con un
movimiento de cabeza, mientras tintineaban
—Ven —dije con decisión—, vamos a regresar; tu
sus cascabeles.
salud es preciosa. Eres rico, respetado,
admirado, querido; eres feliz como lo fui yo en —Brindo —dijo— por los enterrados que
un tiempo. Eres un hombre a quien echarán de descansan a nuestro alrededor.
menos. En mi caso, no importaría. Volvamos, o
caerás enfermo y no quiero tener esa —Y yo, porque tengas larga vida.
responsabilidad. Además, está Lucresi...
Otra vez me tomó del brazo y seguimos
—Basta —dijo—, esta tos no es nada; no me adelante.
matará. No moriré de una tos.
—Estas criptas son enormes —dijo.
—Es verdad, es verdad —contesté—; no es que
—Los Montresor —contesté— fueron una
quiera, por cierto, alarmarte innecesariamente...,
distinguida y numerosa familia.
pero debes tomar todas las precauciones
apropiadas. Un trago de este Médoc nos —He olvidado vuestras armas.
protegerá de la humedad.
—Un gran pie humano de oro en campo de
Entonces rompí el cuello de una botella que azur; el pie aplasta una serpiente rampante
había extraído de una larga fila de la misma cla- cuyos dientes se clavan en el talón.

—¿Y el lema?

—Nemo me impune lacessit.

—¡Muy bien!

El vino chispeaba en sus ojos y los cascabeles


tintineaban. Mi propia imaginación empezó a
despertarse con el Médoc. Pasamos de largo
numerosos muros formados por esqueletos
apilados, entre los cuales se mezclaban toneles
y barriles, hasta entrar en los más apartados
rincones de las catacumbas. Otra vez me
detuve, y me atreví a tomar del brazo a
Fortunato por encima del codo.

—¡El salitre! —dije—, mira cómo crece. Cuelga


como musgo sobre las criptas. Estamos debajo
del lecho del río. Las gotas de humedad caen
entre los huesos. Ven, vamos a volver antes de
que sea tarde. Esa tos...

—No es nada —dijo—, sigamos adelante. Pero


antes bebamos otro trago del Médoc.

ANTOLOGÍA | PÁGINA 19 Prof. Jose Manuel Bermúdez


Rompí el cuello de una frasca de De Grâve y se de nuestras antorchas.
la entregué. La vació de un trago. Sus ojos se
iluminaron con una luz ardiente. Riéndose, tiró En el más lejano extremo de la cripta aparecía
la botella a lo alto con un gesto que no entendí. otra menos espaciosa. Restos humanos
apilados contra sus paredes subían hasta la
Le miré con sorpresa. Repitió el movimiento, un parte alta de la bóveda, como puede verse en
movimiento grotesco. las grandes catacumbas de París. Tres lados de
esta cripta interior estaban así ornamentados.
—¿No comprendes? Del cuarto lado se habían caído los huesos y
—No, yo no —contesté. estaban esparcidos por el suelo, formando en
una parte un montón bastante grande. Dentro
—Entonces no eres de la hermandad. de la pared descubierta por la caída de los
huesos vimos una cripta o nicho aún más
—¿Qué? interior, de unos cuatro pies de largo, tres de
—No eres masón. ancho y seis o siete de alto. Parecía haber sido
construido sin ningún propósito especial, pues
—Sí, sí —dije—, sí, lo soy. sólo servía de separación entre dos de los
colosales soportes del techo de las
—¿Tú? ¿Tú, masón? ¡Imposible! catacumbas, y su pared posterior era
—Soy masón —contesté. constituida por uno de los muros de granito
macizo que las circundaba.
—Muéstrame una seña —dijo.
En vano Fortunato, alzando su tenue antorcha,
—Aquí la tienes —contesté, sacando de entre los trataba de descubrir las profundidades del
pliegues de mi roquelaire una paleta de albañil. nicho. La débil luz no nos permitía ver el fondo.

—Bromeas —exclamó, retrocediendo unos pasos —Sigue adelante —dije—. Allí está el
—. Pero vamos a ver ese amontillado. amontillado. En cuanto a Lucresi...

—Como quieras —dije, guardando la herramienta —Es un ignorante —interrumpió mi amigo,


bajo mi capa y ofreciendo otra vez mi brazo a mientras daba unos inciertos pasos camino
Fortunato. Se apoyó pesadamente en él. adelante, y yo le seguía de cerca. En un instante
Seguimos nuestro camino en busca del había llegado al fondo del nicho y, al encontrar
amontillado. Pasamos por una serie de arcadas que la roca detenía su marcha se quedó
bajas, descendimos, seguimos adelante y parado, estúpidamente confundido. Un
descendimos otra vez hasta llegar a una instante después, lo dejé encadenado al
profunda cripta, donde el aire estaba tan granito. Había en la roca dos argollas de hierro,
viciado que apenas permitía fulgurar las llamas separadas horizontalmente, a unos dos pies

ANTOLOGÍA | PÁGINA 20 Prof. Jose Manuel Bermúdez


una de la otra. De la primera de las argollas Una serie de fuertes y agudos alaridos, salidos
colgaba una corta cadena y de la siguiente un de pronto de la garganta de la figura
candado. Rodeándolo por la cintura con los encadenada, parecieron echarme
eslabones, pude cerrar el candado en pocos violentamente hacia atrás. Durante un breve
segundos. Él quedó lo suficientemente momento vacilé, temblé. Desenvainando mi
asombrado como para resistirse. Extraje la llave espadín, empecé a tantear con él dentro del
y salí del nicho. nicho. Pero sólo con reflexionar un instante me
tranquilicé. Apoyé la mano sobre el macizo
—Pasa tu mano por la pared —dije—; no dejarás muro de la catacumba y me sentí satisfecho.
de sentir el salitre. De veras, hay mucha Volví a acercarme al nicho; contesté con mis
humedad. Una vez más, te ruego que volvamos. gritos a los gritos de aquel que clamaba. Los
¿No? Entonces, tendré que abandonarte. Pero repetí como un eco, los aumenté, los superé en
primero debo ofrecerte todas las pequeñas volumen y en fuerza. Así lo hice y el que gritaba
atenciones que pueda. calló.
—¡El amontillado! —exclamó mi amigo, que Era ya medianoche, y mi tarea llegaba a
volvía de su asombro. término. Había completado la octava, la
—Es verdad —contesté—, el amontillado. novena y la décima hilera. Terminé gran parte
de la undécima y última; quedaba únicamente
Mientras decía estas palabras me puse a buscar por colocar y fijar una sola piedra. Luché bajo
entre el montón de huesos que he mencionado su peso; la coloqué parcialmente en posición.
antes. Apartándolos a un lado, pronto descubrí Mas entonces surgió del nicho una risa
una cantidad de piedras de construcción y apagada que hizo que se me erizase el cabello.
mortero. Con estos materiales y con la ayuda de La siguió una voz triste que con dificultad
mi paleta de albañil empecé vigorosamente a reconocí como la del noble Fortunato. La voz
tapar la entrada del nicho. dijo:

Apenas había colocado la primera hilera de


bloques de mampostería, me di cuenta de que
a Fortunato se le había pasado en gran medida
la embriaguez. La primera señal que noté era un
bajo y quejumbroso grito procedente del fondo
del nicho. No era el quejido de un borracho.
Luego hubo un largo y persistente silencio.
Coloqué la segunda hilera, y la tercera y la
cuarta; y entonces oí los furiosos golpes de la
cadena. El ruido duró varios minutos, y durante
ese tiempo, para escucharlo con más
satisfacción, dejé de trabajar y me senté sobre
el montón de huesos. Cuando por fin cesó el
metálico ruido, tomé de nuevo la paleta y
terminé sin interrupción la quinta, la sexta y la
séptima hilera. La pared llegaba entonces casi
al nivel de mi pecho. Otra vez me detuve y,
levantando la antorcha por encima de la
mampostería, proyecté unos débiles rayos de
luz sobre la figura que quedaba allí dentro.

ANTOLOGÍA | PÁGINA 21 Prof. Jose Manuel Bermúdez


—¡Ja, ja, ja..., ja, ja, ja...!, una broma excelente, de
veras, una excelente broma. Pasaremos unos
buenos ratos riéndonos de esto en el palazzo... ,
¡ja, ja...!, mientras tomamos el vino..., ¡ja, ja, ja!

—¡El amontillado! —dije.

—¡Ja, ja, ja..., ja, ja, ja...!, sí, el amontillado. Pero


¿no se está haciendo tarde? ¿No estarán
esperándonos en el palazzo mi esposa y los
demás? Vámonos ya.

—Sí —dije—, vámonos ya.

—¡Por el amor de Dios, Montresor!

—Sí —dije—, ¡por el amor de Dios!

Pero escuché en vano esperando la respuesta a


mis palabras. Me sentí impaciente. Llamé en
voz alta:

—¡Fortunato!

No hubo respuesta. Llamé otra vez:

—¡Fortunato!

No hubo respuesta aún. Pasé la antorcha por la


abertura y la dejé caer dentro. En réplica sólo
llegó un tintinear de cascabeles. Mi corazón se
sintió enfermo; era a causa de la humedad de
las catacumbas. Me apresuré, pues, a terminar
mi tarea. Coloqué la última piedra en su sitio y
la cubrí con mortero. Contra la nueva
mampostería volví a levantar la antigua
muralla de huesos. Durante medio siglo
ningún mortal los ha perturbado. In pace
requiescat!

ANTOLOGÍA | PÁGINA 22 Prof. Jose Manuel Bermúdez


"LA DECLARACIÓN DE RANDOLPH
CARTER"
Howard Phillips Lovecraft
Les repito que no sé qué ha sido de Harley de aquellas horribles horas que viví, después de
Warren, aunque pienso —y casi espero— que ya haber dejado atrás el mundo de los hombres.
disfruta de la paz del olvido, si es que semejante Pero por qué no regresó Harley Warren es cosa
bendición existe en alguna parte. Es cierto que que sólo él, o su sombra —o alguna
durante cinco años fui su más íntimo amigo, y innombrable criatura que no me es posible
que he compartido parcialmente sus terribles describir—, podrían contar.
investigaciones sobre lo desconocido. No Como he dicho antes, yo estaba bien enterado
negaré, aunque mis recuerdos son inciertos y de los sobrenaturales estudios de Harley
confusos, que este testigo de ustedes pueda Warren, y hasta cierto punto participé en ellos.
habernos visto juntos como dice, a las once y De su inmensa colección de libros extraños
media de aquella terrible noche, por la sobre temas prohibidos, he leído todos
carretera de Gainsville, camino del pantano del aquellos que están escritos en las lenguas que
Gran Ciprés. Incluso puedo afirmar que yo domino; pero son pocos en comparación
llevábamos linternas y palas, y un curioso rollo con los que están en lenguas que desconozco.
de cable unido a ciertos instrumentos, pues Me parece que la mayoría están en árabe; y el
todas estas cosas han desempeñado un papel infernal libro que provocó el desenlace —
en esa única y espantosa escena que volumen que él se llevó consigo fuera de este
permanece grabada en mi trastornada mundo—, estaba escrito en caracteres que
memoria. Pero debo insistir en que, de lo que jamás he visto en ninguna otra parte. Warren
sucedió después, y de la razón por la cual me no me dijo jamás de qué se trataba
encontraron solo y aturdido a la orilla del exactamente. En cuanto a la naturaleza de
pantano a la mañana siguiente, no sé más que nuestros estudios, ¿debo decir nuevamente que
lo que he repetido una y otra vez. Ustedes me ya no recuerdo nada con certeza? Y me parece
dicen que no hay nada en el pantano ni en sus misericordioso que así sea, porque se trataba
alrededores que hubiera podido servir de de estudios terribles, a los que yo me dedicaba
escenario de aquel terrible episodio. Y yo más por morbosa fascinación que por una
respondo que no sé más de lo que vi. Ya fuera inclinación real. Warren me dominó siempre, y
visión o pesadilla —deseo fervientemente que a veces le temía. Recuerdo cómo me estremecí
así haya sido—, es todo cuanto puedo recordar la noche anterior a que sucediera aquello, al

ANTOLOGÍA | PÁGINA 23 Prof. Jose Manuel Bermúdez


contemplar la expresión de su rostro mientras das partes se veían signos de abandono y
me explicaba con todo detalle por qué, según decrepitud. Me sentía perturbado por la
su teoría, ciertos cadáveres no se corrompen impresión de que Warren y yo éramos los
jamás, sino que se conservan carnosos y frescos primeros seres vivos que interrumpíamos un
en sus tumbas durante mil años. Pero ahora ya letal silencio de siglos. Por encima de la orilla
no le tengo miedo a Warren, pues sospecho del valle, una luna creciente asomó entre
que ha conocido horrores que superan mi fétidos vapores que parecían emanar de
entendimiento. Ahora temo por él. ignoradas catacumbas y, bajo sus rayos
Confieso una vez más que no tengo una idea trémulos y tenues, puede distinguir un
clara de cuál era nuestro propósito aquella repulsivo panorama de antiguas lápidas, urnas,
noche. Desde luego, se trataba de algo cenotafios y fachadas de mausoleos, todo
relacionado con el libro que Warren llevaba convertido en escombros musgosos y
consigo —con ese libro antiguo, de caracteres ennegrecido por la humedad, y parcialmente
indescifrables, que se había traído de la India oculto en la densa exuberancia de una
un mes antes—; pero juro que no sé qué es lo vegetación malsana
que esperábamos encontrar. El testigo de La primera impresión vívida que tuve de mi
ustedes dice que nos vio a las once y media en propia presencia en esta terrible necrópolis fue
la carretera de Gainsville, de camino al pantano el momento en que me detuve con Warren
del Gran Ciprés. Probablemente es cierto, pero ante un sepulcro semidestruido y dejamos caer
yo no lo recuerdo con precisión. Solamente se unos bultos que al parecer habíamos llevado.
ha quedado grabada en mi alma una escena, y Entonces me di cuenta de que tenía conmigo
puede que ocurriese mucho después de la una linterna eléctrica y dos palas, mientras que
medianoche, pues recuerdo una opaca luna mi compañero llevaba otra linterna y un
creciente ya muy alta en el cielo vaporoso. teléfono portátil. No pronunciamos una sola
Ocurrió en un cementerio antiguo; tan antiguo palabra, ya que parecíamos conocer el lugar y
que me estremecí ante los innumerables nuestra misión allí, y, sin demora, tomamos
vestigios de edades olvidadas. Se hallaba en nuestras palas y comenzamos a quitar el pasto,
una hondonada húmeda y profunda, cubierta las yerbas, matojos y tierra de aquella morgue
de espesa maleza, musgo y yerbas extrañas de plana y arcaica. Después de descubrir
tallo rastrero, en donde se sentía un vago hedor enteramente su superficie, que consistía en
que mi ociosa imaginación asoció tres inmensas losas de granito, retrocedimos
absurdamente con rocas corrompidas. Por to- unos pasos para examinar la sepulcral escena.

Howard Phillips Lovecraft:


(Providence, 1890 - 1937). Un escritor controvertido y extravagante cuyas obras

cambiarían para siempre el género de terror y la ciencia ficción. Tenía debilidad por los

helados y por los gatos. Considerado un gran innovador del género de terror, al que

aportó una mitología propia –los conocidos como Mitos de Cthulhu, que consituyen un

ciclo literario de horror cósmico–.

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Warren pareció hacer ciertos cálculos mentales. exterior —dijo—, pero sería un crimen permitir
Luego regresó al sepulcro, y empleando su pala que baje a este lugar una persona de tan
como palanca, trató de levantar la losa frágiles nervios como tú. No puedes imaginarte,
inmediata a unas ruinas de piedra que ni siquiera por lo que has leído y por lo que te
probablemente fueron un monumento. No lo he contado, las cosas que voy a tener que ver y
consiguió, y me hizo una seña para que lo hacer. Es un trabajo diabólico, Carter, y dudo
ayudara. Finalmente, nuestra fuerza combinada que nadie que no tenga una voluntad de acero
aflojó la piedra y la levantamos hacia un lado. pueda pasar por él y regresar después a la
La losa levantada reveló una negra abertura, de superficie vivo y en su sano juicio. No quiero
la cual brotó un tufo de gases miasmáticos tan ofenderte, y bien sabe el cielo que me gustaría
nauseabundo que retrocedimos horrorizados. tenerte conmigo, pero, en cierto sentido, la
Sin embargo, poco después nos acercamos de responsabilidad es mía, y no podría llevar a un
nuevo al pozo y encontramos que las manojo de nervios como tú a una muerte
exhalaciones eran menos insoportables. probable o a la locura. ¡Ya te digo que no te
Nuestras linternas revelaron el arranque de una puedes imaginar cómo son realmente estas
escalera de piedra, sobre la cual goteaba una cosas! Pero te doy mi palabra de mantenerte
sustancia inmunda nacida de las entrañas de la informado, por teléfono, de cada uno de mis
tierra, y cuyos húmedos muros estaban movimientos. ¡Tengo aquí cable suficiente para
incrustados de salitre. Y ahora me vienen por llegar al centro de la tierra y volver!
primera vez a la memoria las palabras que Aún resuenan en mi memoria aquellas serenas
Warren me dirigió con su melodiosa voz de palabras, y todavía puedo recordar mis
tenor; una voz singularmente tranquila para el objeciones. Parecía yo desesperadamente
pavoroso escenario que nos rodeaba: ansioso de acompañar a mi amigo a aquellas
—Siento tener que pedirte que aguardes en el profundidades sepulcrales, pero él se mantuvo
inflexible. Incluso amenazó con abandonar la
expedición si yo seguía insistiendo, amenaza
que resultó eficaz, pues sólo él poseía la clave
del asunto. Recuerdo aún todo esto, aunque ya
no sé qué buscábamos. Después de haber
conseguido mi reacia aceptación de sus
propósitos, Warren levantó el carrete de cable y
ajustó los aparatos. A una señal suya, tomé uno
de éstos y me senté sobre la lápida añosa y
descolorida que había junto a la abertura
recién descubierta. Luego me estrechó la
mano, se cargó el rollo de cable y desapareció
en el interior de aquel indescriptible osario.
Durante un minuto seguí viendo el brillo de su
linterna y oyendo el crujido del cable a medida
que lo iba soltando; pero la luz desapareció
abruptamente, como si mi compañero hubiera
doblado un recodo de la escalera, y el crujido
dejó de oírse también casi al mismo tiempo.
Me quedé solo; pero estaba en comunicación
con las desconocidas profundidades por medio
de aquellos hilos mágicos cuya superficie
aislante aparecía verdosa bajo la pálida luna
creciente.

ANTOLOGÍA | PÁGINA 25 Prof. Jose Manuel Bermúdez


Consulté constantemente mi reloj a la luz de la Lo oí, pero sólo fui capaz de repetir mis
linterna eléctrica, y escuché con febril ansiedad frenéticas preguntas. Estaba rodeado de
por el receptor del teléfono, pero no logré oír tumbas, de oscuridad y de sombras, y abajo se
nada por más de un cuarto de hora. Luego sonó ocultaba una amenaza superior a los límites de
un chasquido en el aparato, y llamé a mi amigo la imaginación humana. Pero mi amigo se
con voz tensa. A pesar de lo aprehensivo que hallaba en mayor peligro que yo, y en medio de
era, no estaba preparado para escuchar las mi terror, sentí un vago rencor de que pudiera
palabras que me llegaron de aquella misteriosa considerarme capaz de abandonarlo en tales
bóveda, pronunciadas con la voz más circunstancias. Más chasquidos y, después de
desgarrada y temblorosa que le oyera a Harley una pausa, se oyó un grito lastimero de Warren:
Warren. Él, que con tanta serenidad me había —¡Esfúmate! ¡Por el amor de Dios, pon la losa y
abandonado poco antes, me hablaba ahora esfúmate, Carter!
desde abajo con un murmullo trémulo, más Aquella jerga infantil que acababa de emplear
siniestro que el más estridente alarido: mi horrorizado compañero me devolvió mis
—¡Dios! ¡Si pudieras ver lo que veo yo! facultades. Tomé una determinación y le grité:
No pude contestar. Enmudecido, sólo me —¡Warren, ánimo! ¡Voy para abajo!
quedaba esperar. Luego volví a oír sus frenéticas Pero, a este ofrecimiento, el tono de mi
palabras: interlocutor cambió a un grito de total
—¡Carter, es terrible..., monstruoso..., increíble! desesperación:
Esta vez no me falló la voz, y derramé por el —¡No! ¡No puedes entenderlo! Es demasiado
transmisor un aluvión de excitadas preguntas. tarde... y la culpa es mía. Pon la losa y corre... ¡Ni
Aterrado, seguí repitiendo: tú ni nadie puede hacer nada ya!
—¡Warren! ¿Qué es? ¿Qué es? El tono de su voz cambió de nuevo; había
De nuevo me llegó la voz de mi amigo, ronca adquirido un matiz más suave, como de una
por el miedo, teñida ahora de desesperación: desesperanzada resignación. Sin embargo,
—¡No te lo puedo decir, Carter! Es algo que no se permanecía en él una tensa ansiedad por mí.
puede imaginar... No me atrevo a decírtelo... —¡Rápido..., antes de que sea demasiado tarde!
Ningún hombre podría conocerlo y seguir vivo... Traté de no hacerle caso; intenté vencer la
¡Dios mío! ¡Jamás imaginé algo así! parálisis que me retenía y cumplir con mi
Otra vez se hizo el silencio, interrumpido por mi palabra de correr en su ayuda, pero lo que
torrente de temblorosas preguntas. Después se murmuró a continuación me encontró aún
oyó la voz de Warren, en un tono de salvaje inerte, encadenado por mi absoluto horror.
terror: —¡Carter..., apúrate! Es inútil..., debes irte..., mejor
—¡Carter, por el amor de Dios, vuelve a colocar la uno solo que los dos... la losa...
losa y márchate de aquí, si puedes!... ¡Rápido! Una pausa, otro chasquido y luego la débil voz
Déjalo todo y vete... ¡Es tu única oportunidad! de Warren:
¡Hazlo y no me preguntes más! —Ya casi ha terminado todo... No me hagas esto

ANTOLOGÍA | PÁGINA 26 Prof. Jose Manuel Bermúdez


más difícil todavía... Cubre esa escalera maldita
y salva tu vida... Estás perdiendo tiempo...
Adiós, Carter..., nunca te volveré a ver.
Aquí, el susurro de Warren se dilató en un grito;
un grito que se fue convirtiendo gradualmente
en un alarido preñado del horror de todos los
tiempos...
—¡Malditas sean estas criaturas infernales..., son
legiones! ¡Dios mío! ¡Esfúmate! ¡¡Vete!! ¡¡¡Vete!!!
Después, el silencio. No sé durante cuánto
tiempo permanecí allí, estupefacto,
murmurando, susurrando, gritando en el
teléfono. Una y otra vez, por todos esos eones,
susurré y murmuré, llamé, grité, chillé:
—¡Warren! ¡Warren! Contéstame, ¿estás ahí?
Y entonces llegó hasta mí el mayor de todos
los horrores, lo increíble, lo impensable y casi
inmencionable. He dicho que me habían
parecido eones el tiempo transcurrido desde
que oyera por última vez la desgarrada
advertencia de Warren, y que sólo mis propios
gritos rompían ahora el terrible silencio. Pero al
cabo de un rato, sonó otro chasquido en el
receptor, y agucé mis oídos para escuchar.
Llamé de nuevo: Y esto fue lo que dijo:
—¡Warren!, ¿estás ahí? —¡Insensato! ¡Warren ya está muerto!
Y en respuesta, oí lo que ha provocado estas
tinieblas en mi mente. No intentaré, caballeros,
dar razón de aquella cosa —aquella voz—, ni me
aventuraré a describirla con detalle, pues las
primeras palabras me dejaron sin
conocimiento y provocaron una laguna en mi
memoria que duró hasta el momento en que
desperté en el hospital. ¿Diré que la voz era
profunda, hueca, gelatinosa, lejana,
ultraterrena, inhumana, espectral? ¿Qué debo
decir? Esto fue el final de mi experiencia, y aquí
termina mi relato. Oí la voz, y no supe más... La
oí allí, sentado, petrificado en aquel
desconocido cementerio de la hondonada,
entre los escombros de las lápidas y tumbas
desmoronadas, la vegetación putrefacta y los
vapores corrompidos. Escuché claramente la
voz que brotó de las recónditas profundidades
de aquel abominable sepulcro abierto,
mientras a mi alrededor miraba las sombras
amorfas necrófagas, bajo una maldita luna
menguante.

ANTOLOGÍA | PÁGINA 27 Prof. Jose Manuel Bermúdez


DRÁCULA
Bram Stoker
El texto se encuentra en el apartado de recursos con su nombre correspondiente.

Bram Stoker:
(Dublín, 1847 - Londres, 1912). Los problemas de salud de su niñez no le impidieron

distinguirse como atleta y futbolista en la Universidad de Dublín, donde cursó con

excelentes resultados la carrera de matemáticas y fue presidente de la Sociedad

Filosófica.

ANTOLOGÍA | PÁGINA 28 Prof. Jose Manuel Bermúdez


LAS AVENTURAS DE SHERLOCK HOLMES
Arthur Conan Doyle
El texto se encuentra en el apartado de recursos con su nombre correspondiente.

Arthur Conan Doyle:


(Edimburgo, 1859 - Crowborough, 1930). Novelista británico. De familia escocesa, estudió

en las universidades de Stonyhurst y de Edimburgo, donde concluyó la carrera de

medicina. En un momento de auténtica inspiración, basándose en el copotragonismo de

caballero y escudero en el Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, modelo

que tantos novelistas han seguido, Arthur Conan Doyle creó al doctor Watson, un médico

leal pero intelectualmente torpe que acompaña a Sherlock y escribe sus aventuras.

ANTOLOGÍA | PÁGINA 29 Prof. Jose Manuel Bermúdez


EDIPO REY
Sófocles
El texto se encuentra en el apartado de recursos con su nombre correspondiente.

Sófocles:
(Colona, hoy parte de Atenas, actual Grecia, 495 a.C. - Atenas, 406 a.C.). Poeta trágico

griego. En el 468 a.C. se dio a conocer como autor trágico al vencer a Esquilo en el

concurso teatral que se celebraba anualmente en Atenas durante las fiestas dionisíacas,

cuyo dominador en los años precedentes había sido Esquilo.Sófocles llegó a escribir

hasta 123 tragedias para los festivales, en los que se adjudicó, se estima, 24 victorias,

frente a las 13 que había logrado Esquilo. Se convirtió en una figura importante en

Atenas, y su larga vida coincidió con el momento de máximo esplendor de la ciudad.

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LOS ÁRBOLES MUEREN DE PIE
Alejandro Casona
El texto se encuentra en el apartado de recursos con su nombre correspondiente.

Alejandro Casona:
(Besullo, 1903 - Madrid, 1965). Comediógrafo español, autor de un teatro de ingenio y

humor que mezcló sabiamente fantasía y realidad. En este sentido, la suya está

considerada una obra de carácter neosimbolista que procura la evasión, aunque

observando siempre un tono experimental. Su producción, poéticamente rica, no empleó

sin embargo en absoluto la construcción en verso.

ANTOLOGÍA | PÁGINA 31 Prof. Jose Manuel Bermúdez

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