Durante el siglo XIX, el desarrollo político de los países capitalistas avanzados se
expresó en una serie de instituciones que, como fruto de las luchas de la burguesía contra el absolutismo, trataban de garantizar los derechos del individuo frente al Estado. Estos derechos individuales se expresaron fundamentalmente en reivindicaciones liberales: libertad de expresión, de culto, de asociación, de trabajo, etc. Pero esas mismas instituciones reservaban el derecho de conducir el Estado a los grupos sociales dominantes; los asalariados, en términos generales, estuvieron excluidos de todo acceso a la participación política legal, en particular al derecho de elegir y ser elegido. Por esto, la afirmación de una tendencia democrática en el siglo XIX, fue el resultado de la presión de los grupos sociales subordinados, que encontró un éxito parcial y limitado en la conquista del sufragio universal. Esa lucha se hizo habitualmente a nombre de los movimientos obreros enfrentados al capitalismo, de manera que durante un buen período histórico la lucha por la democracia y la lucha por el socialismo anduvieron parejas y se encarnaron en los mismos movimientos populares Socialismo sin democracia En el siglo XX la lucha por el socialismo y la lucha por la democracia, es decir por la participación popular en el poder, por el derecho de los grupos dominados a afirmar su hegemonía en la sociedad, -entraron con frecuencia en conflicto. Una razón de esto estuvo en la capacidad del capitalismo de transformar la participación electoral popular en una actividad de importancia secundaria, mediante modificaciones en las estructuras políticas del Estado, concesión gradual de reivindicaciones de origen obrero, y sobre todo, mediante el desarrollo de formas de propaganda política e ideológica que se mantenían bajo el estricto control de los representantes de las clases dominantes e impedían la formación de alternativas políticas con capacidad de expresar ideológicamente una voluntad de poder por parte de los grupos dominados. Otra razón estuvo en el peculiar desarrollo de los estados surgidos a nombre del socialismo, donde por la urgencia de un desarrollo económico acelerado y a partir de tradiciones nacionales en las que los elementos liberales y democráticos eran muy débiles, se conformaron regímenes en extremo centralizados y represivos, con formas muy limitadas de participación popular en la conducción de la vida del país. Así, el socialismo se fue identificando más y más con el abandono de las conquistas liberales y con el repudio a la democracia, en su sentido tradicional de participación abierta y pluralista de grupos organizados políticamente para competir por el respaldo de la población. Aunque los Estados socialistas continuaron alegando su carácter democrático, con base en que defendían y representaban en última instancia los intereses del pueblo, su argumentación no ha logrado convencer ni siquiera a los mismos movimientos obreros de los países capitalistas. Aunque se pretendía haber abandonado solo el aspecto formal de las instituciones liberales y democráticas, es evidente que el abandono llegó a ser substancial, y que la promesa original del socialismo de dar contenido real a una democracia que la operación del capitalismo hacía ilusoria, había sido pospuesta para un futuro indefinido. Libertades reales En este contexto, la evolución reciente de los partidos comunistas de Europa y el Japón, que parece ir en el sentido de una recuperación de la tradición original del socialismo, es bastante significativa. Se trata de reafirmar que el sentido fundamental de la superación del capitalismo reside en la perspectiva de ampliar justamente el grado de democracia de la sociedad, el grado de participación popular y de debate pluralista. Para estos movimientos, cualquier perspectiva socialista por la que valga la pena luchar deberá estar caracterizada por la ampliación del área de derechos individuales más o menos respetados en los países capitalistas avanzados, y por la búsqueda de nuevas formas de participación real de la comunidad en la toma de decisiones, No se trata para ellos de eliminar libertades y derechos por ser “formales” ni por ser violados una y otra vez por los regímenes imperantes cuando su supervivencia se encuentra amenazada; sino de conservar tales derechos y libertades y darles un contenido real, al crear las condiciones culturales, sociales y económicas para su pleno ejercicio . Para el caso colombiano estas consideraciones son particularmente relevantes. También acá el logro de un sistema, todavía muy limitado, de derechos individuales y de formas democráticas de participación política, fue el resultado de una larga lucha política que, aunque orientada en términos generales por sectores avanzados y modernizantes de las clases dominantes, logró la participación de amplios sectores populares. Para recordar sólo un caso, la consagración del sufragio universal masculino, condición elemental de todo régimen democrático, se logró apenas en 1936 en el contexto del enfrenamiento de un ala avanzada del liberalismo con los grupos más tradicionales del país, y con el apoyo decidido de los grupos obreros y artesanales del momento. Y la euforia nacional que acompañó la confusa maniobra contra la dictadura de Rojas Pinilla en 1957 puede indicar hasta qué punto el mantenimiento de un régimen que respete un mínimo de derechos democráticos y liberales se ha convertido en parte de la tradición popular del país. Por supuesto, las limitaciones del sistema democrático colombiano son extraordinariamente grandes. Hasta hace poco, los grupos dirigentes del país pudieron incorporar ideológicamente las masas a los dos partidos tradicionales, apoyándose en una compleja maraña de odios, prejuicios y mecanismos de manipulación cultual para impedir el surgimiento de movimientos políticos que encarnaran intereses populares autónomos. A este se ha añadido, cuando parece necesario, el uso de mecanismos represivos mucho más amplios que los permitidos por la letra de la ley. Pero a partir de 1945 diversos mecanismos, aunque inscritos en los mecanismos partidistas tradicionales, han comenzado a desarrollar las posibilidades de que surjan grupos de origen popular capaces de definirse como una alternativa de poder a los grupos dirigentes, identificados como “las oligarquías Estos intentos han sido enfrentados mediante la violencia abierta desde lo alto, como en el caso de Gaitán, mediante una manipulación que permite su reinscripción temporal en un partido tradicional como en el caso del MRL, o mediante la competencia en la concesión clientelista de servicios individuales y locales, como ocurrió frente al rojismo. Crisis del sistema Pero pese a estos esfuerzos, resulta evidente que la capacidad del sistema para incorporar, mediante los mecanismos admisibles en una sociedad no dictatorial, a los sectores populares al sistema, se encuentra en una profunda crisis, de la cual es expresión la intensa apatía en la participación electoral de los grupos populares urbanos, e incluso, aunque en menor medida, rurales. Lo más grave ha sido que la evolución del sistema político ha ido haciendo más y más clara la estrecha dependencia entre los partidos tradicionales y las fuerzas dirigentes de la economía capitalista, y ha llevado a una utilización cada vez más abierta del Estado como mecanismo de manipulación económica al servicio de grupos económicos altamente concentrados. Por esto, la capacidad del sistema actual -estado y partidos políticos tradicionales para enfrentarse a su pérdida de legitimidad y de apoyo popular obrando en un sentido democrático, haciendo concesiones radicales en la distribución del poder político y emprendiendo reformas que respondan a los intereses populares, es cada vez más restringida. Las mayores esperanzas del sistema residen en lograr un crecimiento económico acelerado de tal magnitud, que pese a la forma cada vez más concentrada como se distribuyen sus beneficios, ofrezca mejoras económicas y servicios individuales a quienes hoy viven en la miseria, la estrechez y la insatisfacción, Las tentaciones reformistas han sido abandonadas; se trata de desarrollar el capitalismo y confiar en que una buena sucesión de bonanzas permita repartir algunas migajas a las víctimas del sistema Democracia vs Capitalismo En tales condiciones, toda política por objetivos democráticos tiende a convertirse en una lucha contra el sistema, en una acción anticapitalista. La sindicalización de los trabajadores del campo, la participación de las organizaciones campesinas en el manejo de servicios rurales, el diseño de políticas que permitan controlar los procesos de concentración de la propiedad en los sectores industrial y financiero la implantación de un sistema popular de planeación urbana, la democratización en la gestión del sistema educativo y de los medios de información y comunicación, la adopción de una reforma tributaria que confisque la apropiación, como ganancia individual, de los beneficios producidos por la inversión social, etc., son objetivos de cualquier proceso de ampliación de la participación democrática en la gestión política y económica del país que, en la coyuntura actual, adquieren un sentido anticapitalista. Un movimiento popular que logre obtener un apoyo amplio para metas de este estilo produciría transformaciones en la vida política que no podrían tener salido sino dentro de un proceso de afirmación de elementos socialistas dentro del sistema actual. Por otra parte, la defensa firme de los derechos y liberales individuales, que constituyen una conquista irreversible del desarrollo político de la humanidad, coincide por completo con los intereses populares; no solo por el argumento pragmático de que es preciso arrancar al sistema el campo legal para enfrentarlo, sino solo porque de un proceso democrático puede surgir una verdadera sociedad socialista, y porque solo en un proceso democrático pueden adquirir los grupos dominados la capacidad política y organizativa para que en cualquier proceso de cambio radical no sean desplazados por grupos minoritarios mejor organizados. Para los movimientos populares de hoy, la democracia es al mismo tiempo la condición de su triunfo político, la forma de su organización y la meta de su acción. Sobre esta base, toda separación entre “tareas democráticas” y tareas socialistas” es innecesaria y abstracta; las tareas democráticas del presente son por si mismas socialistas, así como el socialismo del futuro será democrático”.
Publicado en la revista Alternativa, Julio de 1978. Reeditado en Jorge Orlando Melo, Sobre Historia y Política, Medellín, 1979, de donde se ha tomado.