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ANTECEDENTES GEOGRÁFICOS,
POLÍTICOS Y SOCIALES
Panamá en el contexto colonial.
La transformación de un territorio articulado
en una ruta de paso 1
Marta Herrera
A partir de una consideración sumaria sobre la situación del territorio que hoy
conocemos como la República de Panamá, a finales del siglo XV, en aspectos
como su vinculación con otros espacios americanos, su dinámica demográfica y
el impacto de la población sobre su entorno, se examinarán los cambios que se
introdujeron como consecuencia de la invasión europea del siglo XVI. Se apre-
ciará que la vegetación descrita como de hermosas y fértiles praderas cede su
lugar a las desapacibles descripciones sobre tupidas selvas que ofrecen serias di-
ficultades para la supervivencia humana. Este fenómeno está estrechamente re-
lacionado con la radical caída de la población nativa, cuya magnitud fue tal que
importantes y numerosos grupos, como los Cueva, desaparecieron.
La destrucción de la población, que llevó aparejada la recuperación de la
vegetación selvática, contrasta con la situación que se vivía antes de la invasión.
Como elemento de aparente continuidad se aprecia el papel que durante buena
parte del período colonial jugó el Istmo en términos de sus estrechas relaciones
ya no sólo con otros espacios americanos, sino también con Europa, mediante el
comercio. Tales relaciones, sin embargo, se insertaron dentro de estructuras co-
loniales que llevaron a que la relación no se apoyara en una rica dinámica inter-
na, como sucedía antes de la invasión, sino en prácticas que al tiempo que movi-
1
Agradezco la colaboración de Beatriz Ángel en la recopilación de buena parte de
la bibliografía que sirvió de base para la preparación de este texto.
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MARTA HERRERA
lizaban fabulosas fortunas, mantenían a los habitantes del Istmo en adversas con-
diciones de vida. Mirada desde esta perspectiva, la historia colonial del Istmo -al
igual que la de muchos otros países sometidos al régimen colonial- ofrece ele-
mentos de reflexión en los deletéreos efectos del colonialismo sobre las socieda-
des en las que se incrusta.
INTRODUCCIÓN
A finales del siglo XV, y desde mucho antes, el territorio de lo que hoy conocemos
como la República de Panamá fue epicentro de múltiples redes de comercio (Bray,
1990: 3-51; Torres de Araúz, 1970: 3-15). Bray muestra que el golfo de Urabá era
el espacio geográfico que unía al Istmo con el Caribe y las cordilleras colombia-
nas. De una parte estaba la conexión por el río Tuira y el río Atrato hacia Antioquia,
el valle del río Cauca y la zona Quimbaya. La vinculación con esta última se apre-
cia en la orfebrería, que desde antes del año 1000 de nuestra era muestra la in-
fluencia que ejerció sobre los estilos del Istmo. Estaba también la vinculación con
el Sinú y de allí a la Depresión Momposina y el valle del río Cesar hacia la cuenca
de Maracaibo. Desde la Depresión Momposina, por vía del río Magdalena, se
establecieron relaciones con el territorio muisca, que dejaron su huella de esme-
raldas en una tumba en el sitio de Conté, en un período relativamente temprano,
el Coclé tardío, en los primeros siglos del segundo milenio después de Cristo
(Bray, 1990:3-4). Hacia el norte las vinculaciones del Istmo llegaban hasta Yucatán
y México (Bray, 1990:4-6). Se cuenta con evidencia etnohistórica de asentamientos
mexicanos en el Istmo, como el de los Chuchures de lengua náhualt, en Nombre
de Dios (Torres de Araúz, 1970: 7; Romoli, 1997: 37-38). Estos asentamientos, al
igual que el de los Siguas en las Bocas de Toro, parecen ser avanzadas expansionistas
del imperio mexicano, que se servía de pochtecas, comerciantes espías, que prece-
dían las incursiones militares (Torres de Araúz, 1970: 12).
De otra parte, cuando Cortés le pidió a los jefes de Tabasco y Xilacango, en
el área maya, guías para dirigirse a la región sur, le dieron mercaderes que le mos-
traron un lienzo de algodón pintado, en el que se mostraba el camino, que incluía
el área de Panamá, donde se representaban los ríos, las poblaciones y las ventas
„.,„ ,,+;i;.„,k„„ , A n ; u „ „ „ C11<; u ; ^ / T ^ V ™ . - A a A ^ ^ / , ^ I O V O 1 U
u u c U L ü i z . a u a i i u i a n u u l u á n a o LÍO i t i m o v Í U I I L O U C j u a u í - , j. y / va. n ; .
En lo que tiene que ver con la costa del Pacífico, se ha encontrado eviden-
cia de tecnologías náuticas tempranas en la costa ecuatoriana, que para el caso de
las balsas de vela datan de por lo menos 2.500 años a. C. (Norton, 1986: 131-143;
Lothrop: 1932: 229-256). Adicionalmente, se ha establecido la existencia de un
activo comercio, que incluía, como uno de los artículos de gran importancia,
conchas que fueron altamente valoradas en el campo simbólico y ritual y que
eran importantes desde el punto de vista alimenticio, en una extensa área que
incluye al Perú y Mesoamérica, tanto en la región costera como en el interior
(Norton, 1986: 134; Salomón, 1980: 149). Estas conchas, las Spondylus Princeps,
conocidas también como las 'ostras espinosas', se crían únicamente en las aguas
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PANAMÁ EN EL CONTEXTO COLONIAL. LA TRANSFORMACIÓN DE UN
TERRITORIO ARTICULADO EN UNA RUTA DE PASO
2
Según Kathleen Romoli de Avery (1987), Birú estaba en territorio panameño, un
poco al sur de Chochama. Una ubicación similar se aprecia en el mapa de Hessel
Gerritsz de 1633 en el que el Birú aparece al suroriente del Golfo de San Miguel
(véase el mapa en Agustín Blanco Barros, 1992: 26). Hermes Tovar (1992-1996), T.
I, mapas "Viajes de Andagoya 1522 y 1540" y "Viaje de Pizarro por el Pacífico de la
actual Colombia 1525-1529", ubica la provincia del Birú más al sur, en territorio
colombiano, entre el río Baudó y el océano Pacífico.
25 1
• MARTA HERRERA
Actualmente, el valle de Bayano, con excepción de las partes que se han ido abriendo
entre el río Maje y Chepo, es una región semidesierta, cubierta en casi toda su
superficie, por una selva alta y tupida que parece haber existido desde que el mun-
do es mundo. Un libro reciente habla de árboles "milenarios" de esta floresta y,
hasta estudios muy autorizados de la demografía precolombina, dan por supuesto
que la cuenca del Bayano era desde siempre zona silvestre e inútil al hombre. En
los buenos tiempos de Cueva, empero era "tierra muy hermosa de riberos y cam-
pos": una apacible campiña, que daba sustento de sobra a una población que pa-
rece haber llegado a la cuarta parte de todo Cueva (Romoli, 1987: 29).
3
Véanse, por ejemplo, Richard Cooke y Anthony J. Ranere (1992: 114-133), sobre
los resultados de las excavaciones arqueológicas adelantadas en Santa María, en la
vertiente pacífica del área central de Panamá. Véase también Cari Ortwin Sauer
(1966:285-288).
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PANAMÁ EN EL CONTEXTO COLONIAL. LA TRANSFORMACIÓN DE UN
TERRITORIO ARTICULADO EN UNA RUTA DE PASO
gráfica no era muy alta. Esto último no parece ser el caso, al menos, en los siglos
que precedieron a la invasión.
Al momento de la Conquista parte del territorio panameño era habitado
por los indígenas llamados Cueva por los europeos (Romoli, 1987: 22). Ocupa-
ban aproximadamente de mar a mar desde Quebore al occidente hasta el golfo de
Urabá o Darién, sobre el mar Caribe, al oriente. Allí el límite seguía por el río
Tuira a la costa del Pacífico entre Punta Garachiné y Puerto Pinas 4 , aunque no
resulta claro si incluía también al cacicazgo del Darién (Romoli, 1987: 24). De
este territorio, como del resto del continente americano, se desconocen cifras
relativamente confiables de la población existente al momento de la Conquista,
aunque se repiten las observaciones tempranas en el sentido de que era muy po-
blado. Romoli estima que la población Cueva ascendía de 220.000 a 240.000 al-
mas, aunque testimonios tempranos hablan de más de dos millones de indígenas
(Romoli, 1987: 28; Fernández de Oviedo, 1535: 236 y 311; Castillero, 1995: 50).
Pero incluso si se acogen las cifras de Romoli, es de anotar que a principios del
siglo XIX, en 1803, la población de Panamá -cuyo territorio es mucho mayor que
el de los Cueva- estaba lejos de alcanzar esta cifra: tenía 97.000 habitantes 5 (Suárez,
1980: 75). Es decir que durante el período colonial la población panameña como
conjunto no alcanzó a llegar ni a la mitad de la que tuvo el territorio Cueva al
momento de la invasión. Esta última prácticamente había desaparecido antes de
mediados del siglo XVI (Romoli, 1987: 40).
4
Véase el mapa construido por Kathleen Romoli (1987: 33).
5
En 1789 Silvestre proporcionó las siguientes cifras sobre la población total: Pana-
má 35.924 personas, Portobelo 1.663, Darién 1.266, Veraguas y Alange 21.061, para
un total de 59.914 personas (Francisco Silvestre, "Apuntes reservados", Germán
Colmenares (1989: T. II, 35-112)).
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| MARÍA HERRERA
Vasco Núñez de Balboa; hombre rico, con quien Pedro Arias de Ávila casó en
aquel tiempo una su hija doncella con el mismo Balboa; y después que la hubo
desposado, según pareció, y sobre sospechas que tuvo que el yerno se le quería
alzar con copia de soldados por la mar del Sur, por sentencia le mandó degollar. Y
después que vimos lo que dicho tengo y otras revueltas entre capitanes y solda-
dos,.. . acordamos..., de demandarle licencia para nos ir a la isla de Cuba, y él nos
la dio de buena voluntad, porque no tenía necesidad de tantos soldados como los
que trajo de Castilla, para hacer la guerra (Díaz del Castillo, 1992: 7).
La gobernación de Castilla del Oro, cada vez más despoblada, dejó de verse
como un lugar provechoso. Pedrarias se trasladó a las costas del Mar del Sur y
fundó a Panamá (Gasteazoro, Arauz y Muñoz, 1980: 2-145). Simultáneamente
ordenó que se restableciera Nombre de Dios, fundado por Nicuesa en 1509, so-
bre el Atlántico (Castillero, 1959: 31). Las huestes continuaron su avance al occi-
dente, hacia Nicaragua, y al oriente y al sur hacia el Darién y las costas del Pacífi-
co. En Panamá los indígenas sobrevivientes se repartieron en encomiendas, en el
contexto de una economía que giró alrededor de la extracción de oro y la pesca
de perlas, esta última en el Golfo de San Miguel (Mena, 1984: 132; Pizzurno,
1984: 186). Cuando las circunstancias lo demandaban, a Nombre de Dios llega-
ban algunos barcos de España que requerían ser protegidos frente a piratas y
corsarios (Loosley, 1993: 314).
La situación anteriormente descrita se mantuvo hasta el sometimiento del
imperio Inca en 1532, cuando desde la perspectiva del colonialismo Panamá ad-
6
Sobre el paso de Colón por Panamá, véase también Cari Ortwin Sauer, The Early
Spanish Main (120-142) y Pedro Mártir de Anglería, Décadas.
7
Véase Graciliano Arcila Vélez (1986), Kathleen Romoli (1988) y Cari Sauer (1966).
8
Sobre esta armada, véase María del Carmen Mena García (1998).
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PANAMÁ EN EL CONTEXTO COLONIAL. LA TRANSFORMACIÓN DE UN
TERRITORIO ARTICULADO EN UNA RUTA DE RASO
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Véase también lo señalado, aunque desde una perspectiva un tanto distinta, por
Manuel Burga, "Panamá siglos XVI-XVII", en Ganci y Romano (1991: 165-183).
29:
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Loosley observa que mientras las ferias de Cartagena y Veracruz eran de gran
importancia para la distribución de mercancías en sus hinterlands y el acopio de
las que se enviarían a España en el viaje de retorno, su dimensión era relativa-
mente local comparada con la de Portobelo. Observa que lo que tenía lugar en
Portobelo no era una acumulación de mercancías para su distribución en Tierra
Firme, sino para el territorio español en América del Sur. Lo que se hacía en
Panamá era poner en contacto a dos organizaciones mercantiles: la de Perú y la
de Sevilla, a las que la Corona española les aseguraba el monopolio del comercio,
mediante las regulaciones y limitaciones comerciales establecidas. El presidente
de Panamá representaba los intereses de los comerciantes peruanos y el almiran-
te de galeones los intereses de los españoles (Loosley, 1993: 317) 10 .
Al llegar la flota a Cartagena se daba comienzo a un estado de febril activi-
dad. Se informaba al presidente de la Audiencia panameña quien, a su vez, envia-
ba un barco rápido a Paita, en el Perú. La información también se transmitía por
vía terrestre hacia Santafé y Lima, donde a su vez se informaba a las provincias
adyacentes. Oro, esmeraldas, perlas, cacao, añil, tabaco y otros productos eran
enviados a Cartagena 11 . En Lima, mientras tanto, al enterarse el virrey hacía otro
tanto para que las mercancías se concentraran en el Callao y hacía zarpar la ar-
mada del sur (Haring, 1939: 214). El sur de Hispanoamérica se aprestaba para
una operación comercial de grandes magnitudes, en la que es de destacar la dife-
rencia entre el valor de lo que llegaba y lo que se iba de América. Un estimativo
hecho respecto a 12 flotas que viajaron entre el Istmo y España entre 1628 y 1645,
cuando la dinámica del sistema se había reducido significativamente, indica que
en cada una de ellas llegaron a América mercancías por valor de 8 a 12 millones
de pesos y regresaron a España con oro, plata, lana de vicuña y otros artículos por
valor de 20 a 24 millones de pesos (Loosley, 1993: 3 2 5 ) u . Se trata de una cifra que
10
Véase también Enriqueta Vila Vilar (1984: 39-93).
11
En 1721, cuando se discutía la posibilidad de establecer la sede del virreinato del
Nuevo Reino en Cartagena, el obispo de Caracas señaló que ei único inconveniente
radicaba en que se disminuiría el control sobre Santafé "y el que baxando el oro, y
la plata de las tierras de arriva se detendrá faltando el respecto del virrey". Propuso
que se nombraran en Santafé gobernadores activos, para que no se impidieran ni
detuvieran las conducciones de oro y plata, e igualmente recomendó que los nom-
brados para ese cargo en Popayán fueran personas de confianza. Adicionalmente
observó que al ponerse orden en el "comercio natural" necesariamente "ha de baxar
de las tierras de arriba el oro y la plata á Cartag[en]a p[o] r la presiza neces[ida]d de
vestirse los vasallos," y la utilidad que se tendría en Cartagena "reconduziendo á las
tierras de arriva las ropas" (A.G.I. (Sevilla), Santa Fe, 488).
12
Además, Enriqueta Vila Vilar (1984:4) anota que desde la última década del siglo
XVI el comercio trasatlántico entró en una fase descendente.
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PANAMÁ EN EL CONTEXTO COLONIAL. LA TRANSFORMACIÓN DE UN
TERRITORIO ARTICULADO EN UNA RULA DE PASO
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La minería "tanto en Europa, como en las Américas, se consideró entre los con-
temporáneos como la actividad que mayor trabajo demandaba y la más aburrida
que se pudiera imaginar. Sólo era comparable con el servicio en las galeras y se
consideró casi que universalmente como una forma de castigo" (Traducción de la
autora). Sobre el trabajo de la minería en la Nueva Granada, véase también Robert
West (1972).
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MARÍA HERRERA
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PANAMÁ EN EL CONTEXTO COLONIAL. LA TRANSFORMACIÓN DE UN
TERRITORIO ARTICULADO EN UNA RUTA DL PASO
CONCLUSIONES
Un primer aspecto sobre el que se ha llamado la atención en este artículo, es el de
los profundos cambios que se vivieron en el Istmo luego de la invasión europea
de finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI. De ser un territorio densamen-
te poblado, en el que se evidenciaban los cambios en el entorno producidos por la
acción humana, el Istmo pasó a ser un lugar que albergaba un número relativa-
mente reducido de población. Su clima, que no había sido obstáculo para el au-
mento de sus habitantes, comenzó a considerarse enfermizo y la "causa" de su
despoblamiento. Este último fenómeno ofreció mayores posibilidades a la vege-
tación y a la fauna para reproducirse con menores limitaciones, hasta el punto
que extensas áreas empezaron a ser consideradas como "selvas vírgenes", como
manifestación de la "naturaleza intocada".
Pero al tiempo que la fauna y la vegetación ganaban espacio, los humanos
lo perdían y con éstos la dinámica económica interna del Istmo. De ser un área en
la que una activa producción sentaba las bases de intercambios de largo alcance,
el Istmo se transformó en una ruta de paso de mercancías. Un sector importante
de su población, como lo eran los indígenas que no se habían sometido al impe-
rio y los africanos o sus descendientes que habían huido de la esclavitud, no en-
contraba en el sistema colonial un medio satisfactorio para su supervivencia. Su
ataque al comercio era, paradójicamente, al tiempo que un medio de vinculación
al sistema colonial, una forma de mantenerse al margen.
Una actitud contraria también se evidenciaba. Sectores fuertemente vin-
culados con el comercio trasatlántico debilitaban las finanzas del imperio me-
diante la evasión fiscal. El sistema estaba diseñado para favorecer intereses de
sectores que concentraran los recursos de la sociedad, con la perspectiva de que
generaran excedentes que alimentaran las arcas reales. Pero el sistema también
estaba diseñado para que estos sectores buscaran obtener máximas ganancias lo
que, a su vez, presionaba la evasión fiscal. En uno y otro caso, el del interés impe-
rial y el de los sectores que concentraban los recursos sociales, la dinámica econó-
mica interna de la sociedad, la que se fundamenta en la producción para el con-
sumo del conjunto de la población que habita un territorio, estaba por fuera de
los intereses y las posibilidades de acumulación que ofrecía el sistema. La
marginalidad y la necesidad de evadir la normatividad del régimen constituye-
ron una de las secuelas. Corolario: destruir, más que construir. Generar espacios:
"donde el rigor del clima, las lluvias torrenciales, las altas temperaturas, la pobre-
za de los suelos, los animales nocivos y una vegetación tropical parecen haber
sido los incómodos acompañantes de la aventura europea en esta pequeña y es-
tratégica región" (Burga, 1991: 166).
Pero, curiosamente, esas condiciones derivadas de la imposición de un or-
denamiento social, terminan por ser vistas como algo inherente a la geografía del
área: "Estas dificultades, que son a su vez rasgos geográficos innegables del Istmo,
impusieron una lógica y una función a estas tierras y a los hombres que las
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MARÍA HERRERA
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Jil
MARÍA HERRERA
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La acción de los liberales panameños
en la determinación de las políticas del Estado
de la Nueva Granada, 1848-1855
INTRODUCCIÓN
La historiografía colombiana ha registrado las experiencias personales de algu-
nos políticos cartageneros, caucanos, bogotanos y santandereanos en el Istmo de
Panamá, presentadas apenas como componentes de la formación preliminar de
sus carreras políticas hacia la conducción de los poderes públicos de la Nación. El
presidente Rafael Núñez, quien inició su experiencia profesional y política en el
Istmo, es quien más atención ha recibido, pero también se mencionan otros po-
líticos que fueron a Panamá para ocupar los empleos de gobernadores y jefes
militares, o que vinieron a Bogotá para representar a las provincias istmeñas ante
las cámaras legislativas. Entre los cartageneros brillan, además de Núñez, los nom-
bres de Bartolomé Calvo, Demetrio Porras Cavero, José Dolores Moscote, Ma-
nuel Amador Guerrero y Eusebio A. Morales. Los dos últimos fueron dirigentes
de la separación definitiva del Istmo en 1903, al punto que Guerrero se convirtió
en el primer presidente del Estado independiente de Panamá, y Morales -natural
de Sincelejo- en el redactor del Manifiesto de separación, en el cual atribuyó al
"pueblo istmeño" su "imperioso deber" personal: el de "su propia conservación, y
el de trabajar por su propio interés".
Entre los caucanos se destaca la figura del presidente Tomás Cipriano de
Mosquera, quien ocupó el empleo de miembro de la Cámara provincial de Pana-
má al terminar su primera Administración nacional, así como las de los generales
José Hilario López y Carlos Albán. Los santandereanos registran las actuaciones
de Florentino González, Facundo Mutis Duran y del doctor Carlos Martínez Sil-
va en el Istmo, así como los bogotanos mencionan las experiencias panameñas
del general Joaquín María Barriga, tan cercano a los afectos del coronel Tomás
Herrera, y del pintor Epifanio Garay.
37 i
I ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
1
Agradezco la colaboración de Paola Alexandra Camargo González en el proceso
de recolección de fuentes para este trabajo.
2
Esta Sociedad, constituida el primero de junio de 1845 por estudiantes liberales
del Colegio de Panamá, comenzó a publicar en esa ciudad, desde el 15 de abril de
1849, un "periódico literario y noticioso" con su mismo nombre. En 1849 contaba
con 24 miembros activos, entre los cuales se destacarían en la política panameña
los jóvenes Gil Colunje, Valentín Lasso de la Vega, José Lara, Rufino de Urriola,
Pedro Casis, José María de Alba y otros. La Sociedad surgió como réplica a la refor-
ma del currículo que buscaba encaminarlo hacia los estudios prácticos, al punto
que suprimió la Cátedra de Filosofía el primero de octubre de 1845. Restablecida la
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LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
entre las que debemos situar al coronel Tomás Herrera y a los senadores y repre-
sentantes del Istmo en las cámaras legislativas de la Nueva Granada.
Buena parte de los liberales panameños eran abogados. Un "cuadro sinóp-
tico" de quienes ejercían esta profesión, o que se encontraban ejerciendo cargos
públicos en el Distrito Judicial del Istmo, a finales de 1848 fue publicado en la
entrega 1.022 de la Gaceta Oficial (14 de enero de 1849), discriminados según sus
méritos para llenar los cargos del servicio público. En ese momento tenían cali-
dades para ser ministros de la Corte Suprema de Justicia y del Tribunal del Distri-
to Judicial del Istmo cinco abogados: Blas Arosemena Barrera -59-, quien en
efecto presidía el Tribunal mencionado; losé Francisco de la Ossa -40-, quien era
el vicepresidente del Tribunal; Carlos Icaza -57-, Nicolás Orozco - 5 7 - y Saturni-
no C. Ospino -33-. Podrían ser jueces de Hacienda nueve de esos abogados: Mi-
guel Echeverría -35-, José Arosemena -32-, Manuel Velarde -40-, Tiburcio A.
León Narvaéz -28-, Manuel Echeverría -28-, Manuel F. Victoria -34-, Agustín
Jované -28-, José Manuel Alba -30- y Cecilio Chiari -28-.
Los abogados más jóvenes, con 24 años en promedio, que apenas tenían
méritos para ser empleados como jueces de distrito, eran Rafael Núñez, juez le-
trado del segundo circuito de Veraguas; Nicolás Pereira Gamba, prefecto del
Darién; José Bernardino Chiari, defensor de pobres; Francisco Asprilla, secreta-
rio de la gobernación de Panamá, y Tadeo Pérez Arosemena. Esta lista es una
buena muestra de la tendencia liberal que predominaba entre los abogados que
ejercían en el Istmo.
Para los propósitos de esta conferencia solamente hemos seleccionado a
los políticos liberales que por sus méritos fueron enviados a Bogotá para ocupar
los más altos puestos en la administración del Poder Ejecutivo nacional, o los
escaños de las dos cámaras legislativas de la nación, durante el período en que
fueron adoptadas las reformas liberales que implicaron cambios constitucionales
significativos en sentido federal. Se trata entonces de los istmeños que dejaron
una impronta decisiva en las tradiciones políticas liberales de la agenda estatal de
la Nueva Granada.
Nuestra selección comienza con don Mariano Arosemena de la Barrera
-Panamá, 1794-1868-, un comerciante y publicista que encabezó el movimiento
emancipador de 1821 y representó al Departamento de Panamá como senador
durante los tiempos de la primera República de Colombia. Desde la dictadura de
Bolívar se puso del lado del republicanismo del general Santander y enarboló la
bandera del libre comercio para el Istmo. Durante la crisis de 1831 propuso la
erección de Panamá en cuarto estado federal colombiano, pero al regresar del
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ARMANDO MARTÍNEZ GARN
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LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1848-1855
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Santander en Bogotá para que actuara como profesor de colegios, que fue su
profesión básica el resto de su vida. Su obra en tres tomos, titulada El manual del
estudiante, fue la más completa colección de "tratados elementales" publicada en
la Nueva Granada durante el siglo XIX. Durante cuatro veces actuó como sena-
dor o representante por la provincia de Panamá, fue jefe de sección de la Secreta-
ría del Interior, e incluso fue comisionado para ejercer el empleo de gobernador
de la provincia de Pamplona. El otro fue Domingo J. Arroyo, quien representó a
Panamá en la Convención constituyente de la Nueva Granada -1832- y en la
primera Legislatura -1833-. El presidente Santander le dijo al coronel Herrera
que este último, por vivir demasiado tiempo en Bogotá, no conocía bien las no-
vedades de las provincias del Istmo, lo cual era una limitación para lo que él
quería saber acerca de ellas.
El doctor Francisco Asprilla, cuya primera elección como representante de
Panamá ante la Legislatura nacional de 1848 promovió un duro enfrentamiento
político entre el coronel Herrera y Pablo Arosemena, por una parte, y Mariano
Arosemena y su hijo Justo, fue clave para que los dos votos panameños del 7 de
marzo de 1849 fueran para la candidatura del general López. Dos figuras del Ist-
mo muy apreciadas por los políticos granadinos fueron, en primer lugar, el gene-
ral José De Fábrega -Panamá, ?-Santiago de Veraguas, 1841-, quien declaró la
independencia de Panamá -28 de noviembre de 1821- y fue partidario de la
anexión a Colombia, en lucha contra la posibilidad de agregación del Istmo al
Perú, lunto con el coronel Herrera derribó al gobierno del coronel Alzuru, con lo
cual la agregación del Istmo a la Nueva Granada pudo realizarse en 1832. El otro
fue Gil Colunje, uno de los jóvenes de la Sociedad "Los deseosos de instrucción"
y gran publicista, quien después de haber sido senador fue encargado de los ne-
gocios granadinos en los Estados Unidos, Inglaterra y Francia.
Pero quizás el istmeño que más influencia tuvo en Bogotá fue el doctor
José De Obaldía -Santiago de Veraguas, 1806-David, 1889-, quien como vicepre-
sidente se encargó del Poder Ejecutivo de la Nueva Granada desde el 5 de agosto
de 1854, cuando encabezó el gobierno legítimo en contra del general golpista
José María Meló, hasta el 31 de marzo de 1855, cuando fue reemplazado por el
vicepresidente Mallarino. Se hizo aboeado en la Universidad Central de Bosotá v
en 1830 fue partidario de la posibilidad de hacer del Istmo una república
hanseática, protegida por Inglaterra y los Estados Unidos, trabajando por esta
opción ante los cónsules de estos países, sin fruto alguno. Ante el fracaso, Obaldía
representó a Panamá en el proceso de su incorporación al Estado de la Nueva
Granada y se quedó en Bogotá, como senador, hasta el final de la Administración
Santander. Durante la Administración del 7 de Marzo fue elegido vicepresidente
de la Nueva Granada, lo cual explica por qué se hizo cargo de la jefatura del Poder
Ejecutivo en tres ocasiones: la ya mencionada, y en los días comprendidos entre
el 14 octubre de 1851 y el 31 de enero 1852, así como entre los meses de agosto y
diciembre de este último año.
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DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
Tabla 1
Senadores y representantes del Istmo en el Congreso Granadino
Senado Cámara de Representantes
Año Panamá Veraguas Panamá Veraguas
Domingo J, Arroyo
1832 Manuel J, Pardo No concurrieron
José Vallarino
Domingo J. Arroyo
1833 No concurrió No concurrió José María Pardo Jerónimo García
Marceliano Vega
Manuel Pardo
Pablo José López
1834 No concurrió No concurrió Domingo Arroyo
Escolástico Romero
José de Obaldía
Miguel Chiari
Blas Arosemena
1835 Jerónimo García José de Obaldía José López
Mariano Arosemena B.
Miguel Chiari
1836 Bias Arosemena Jerónimo García Pabio José López
José de Obaldía
José de Obaldía
Ramón de la Guardia
1837 Domingo Arroyo José de Fábrega Tomás Herrera
Ramón García de Paredes
Bernardo Arce M,
José de Obaldía
1838 Blas Arosemena José de Fábrega Juan A, Díaz Ramón García de Paredes
José M, Remón
Marcelino Vega
Jerónimo García
1839 Blas Arosemena Casimiro Bal JoséÁ. Santos
José de Fábrega
Pablo de! Barrio
Tomás Herrera
José de Fábrega
1840 Isidro Arroyo Casimiro Bal José Á. Santos
Florentino Dorronsoro
Marcelino Vega
1841 No concurrió No concurrió Pedro Arroyo No concurrieron
Pedro Arroyo
1842 Pedro Obarrio Jerónimo García No concurrieron
Saturnino C. Ospino
José M, Vallarino
Florentino Dorronsoro
1843 No concurrió Jerónimo García José M, Urrutia
Francisco Fábrega
Ramón García de Paredes
Ramón García de Paredes
Francisco Fábrega
1844 José Á. Santos Jerónimo García José M, Vallarino
Wenceslao Fábrega
Juan B. Feraud
Juan B, Feraud
1845 José Á, Santos Juan Manuel Labarriere Luis García de Paredes
José A, Arango
Pabio Arosemena
1846 José A, Santos Juan Manuel Labarriere Francisco Fábrega
José A. Arango
Pablo Arosemena
1847 fosé Á- Santos José M. Dutary Pedro Adames
Domingo Arosemena
Juan Manuel Domingo Arosemena
1848 José Á. Santos No concurrieron
Labarriere Francisco Asprilla
Francisco Aspriíla
1849 José de Obaldía José de Fábrega Francisco de Fábrega
Pablo Arosemena
José de Fábrega Pablo Arosemena Luis de Fábrega
1850 [osé de Obaldía
Nicolás López Lucas Ángulo Domingo Arosemena
José de Obaldía Antonio Villeros José A. Castro Domingo Arosemena
1851
Tomás Herrera José de Fábrega Lucas Ángulo Luis de Fábrega
Bernardo Arce M, José Fábrega
1852 Justo Arosemena Luis de Fábrega
Tomás Herrera Antonio Villeros
Tomás Herrera Francisco Fábrega Pedro Goitía Rafael Nuñez
1853
José de J. Hoyos Antonio Villeros Justo Arosemena Luis de Fábrega
Santiago de la Guardia Agustín Jované José Ignacio Rosa José del C, Villamar
1854
Justo Arosemena José de Fábrega Tomás Herrera Dionisio Fació
Santiago de la Guardia José Ignacio Rosa
1855 José de Fábrega Dioniso Fació
Justo Arosemena Gil Colunje
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der que practicó el segundo. En julio de 1838, cuando Mosquera era el secretario
de Guerra de la Administración Márquez, se valió de los servicios del coronel
Herrera para enlistar a los oficiales istmeños que podrían ser destinados a comi-
siones militares. Casi al final de la Guerra de los Supremos, el general Mosquera
se esforzó por seducirlo para que el Istmo volviera a integrar la Nueva Granada
-carta del 28 noviembre 1841-, argumentando que conservaba "por el Istmo,
por usted y muchos amigos que tengo en ese país, interés y aprecio". Le ofreció
entonces su "valimiento" en favor del Istmo para "terminar las desgracias de la
Patria en aquel interesante país", y el mando militar de Panamá. La oposición del
Congreso le impidió al presidente Herrán cumplir esta promesa, obligando al
general Mosquera a escribirle, en octubre de 1844, para prometerle que si ganaba
las elecciones presidenciales se encargaría de promover la obra del camino del
Istmo. Efectivamente, fue durante la Administración Mosquera que el Congreso
le devolvió a Herrera el cargo de coronel.
Ya como presidente, Mosquera le dijo a Herrera -9 de mayo de 1845- que
quería a Panamá "como a mi patria natal y espero dar pruebas en mi Administra-
ción". Como ya se dijo, este presidente nombró a Herrera gobernador de Panamá,
en diciembre de 1845, en reemplazo del general Barriga, prometiéndole en ese
momento: "vamos, pues, mi querido amigo, a ocuparnos seriamente en la pros-
peridad del Istmo". Pese a todo, el presidente Mosquera no logró obtener el apoyo
del coronel Herrera para que los representantes de Panamá votaran en 1849 en
favor de la candidatura presidencial del doctor Cuervo, por las razones que se
mencionan enseguida. En 1850, cuando el ex presidente Mosquera estableció su
residencia temporalmente en Panamá, donde fue electo miembro de su Cámara
Provincial, ya el coronel Herrera estaba en Bogotá como secretario de Guerra y
Marina. Además del general Barriga, el coronel Herrera contó en la Administra-
ción Mosquera con un viejo amigo: el doctor Florentino González, quien había
sido su compañero de prisión en el castillo de Bocachica, en los tiempos de la
dictadura de Bolívar.
Desde su regreso a Bogotá, el doctor González fue su confidente e infor-
mante de todo lo que sucedía en el Congreso. Al posesionarse en la secretaría de
Hacienda, en octubre de 1846, le anunció que en la Legislatura de 1847 "haremos
alguna cosa decisiva por el Istmo, para que venga a ser lo que debe, en el mundo
comercial" -carta del 18 de noviembre de 1846-. Así fue como durante los años
1847 y 1848 gestionó en el Congreso dos proyectos importantes para el Istmo: la
construcción del ferrocarril, una obra que adjudicó inicialmente a la Compañía
Franco-Inglesa, y la franquicia aduanera para los puertos del Istmo.
Por otra parte, el coronel Herrera nunca pudo perdonar al general Pedro
Alcántara Herrán y al doctor Rufino Cuervo lo poco que hicieron por terminar
su exilio en Guayaquil. Inicialmente el general Herrán fue su amigo, y durante la
Administración Márquez su informante sobre todos los asuntos que tuvieran
que ver con el Istmo, para "hacerle algún bien" a éste. En junio de 1838 le mandó
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González registró los momentos históricos en los cuales las élites ilustra-
das de las provincias granadinas habían reasumido la soberanía para determina-
das decisiones políticas: el primero de ellos fue el momento de la emancipación,
cuando habían formado gobiernos locales para proveer a su defensa, actuando
igual que las provincias españolas en 1808, con ocasión del "despojo de sus reyes"
por Napoleón Bonaparte. El segundo momento ocurrió en 1830, cuando las pro-
vincias "organizaron sus autoridades y levantaron fuerzas para combatir a los
gobernantes intrusos", logrando "la restauración de los principios en la Nueva
Granada". Algo similar había acaecido en 1835 en Venezuela, cuando las provin-
cias emplearon "sus recursos y magistrados para enfrentar la revolución del 8 de
Julio y restaurar el gobierno legítimo".
Esta experiencia política también ocurrió en el Istmo, donde el coronel
Tomás Herrera y el doctor Justo Arosemena fueron los principales publicistas de
la representación sobre "la reasunción de soberanía" en los tres momentos en que
ello habría ocurrido (Herrera, 1928: 411-417; Arosemena, 1855): el momento de
la tardía declaración de independencia respecto de España - 1 8 2 1 - , el del pro-
nunciamiento de independencia cuando se disolvió Colombia - 1 8 3 1 - , y el del
pronunciamiento del 18 de noviembre de 1840 que dio el primer paso para la
erección del Estado Soberano del Istmo. Esta representación histórica sobre los
momentos de la "reasunción de soberanía" se inicia el 28 de noviembre de 1821,
cuando se reunieron los notables de la ciudad de Panamá y proclamaron su inde-
pendencia de España en un acta que firmaron. El primero de sus doce artículos
decía que, "conforme al voto general de los pueblos de su comprensión", Panamá
se declaraba "libre e independiente del Gobierno español", y el segundo declaraba
que los territorios de las dos provincias del Istmo -Panamá y Veraguas- pertene-
cerían al Estado de Colombia, para lo cual enviarían un representante a su Con-
greso. Fue en ese entonces cuando el coronel losé de Fábrega asumió la goberna-
ción de Panamá, tras lo cual envió copia del acta mencionada al presidente Simón
Bolívar.
El segundo capítulo de la representación se sitúa el 9 de julio de 1831, cuando
los notables panameños se reunieron para "discutir en perfecta calma los intere-
ses precisos del país, y asegurar las grandes ventajas que debe reportar el Istmo
del nuevo pacto bajo el cual intentan confederarse Venezuela, Nueva Granada y
Ecuador, separados entre sí por los sucesos extraordinarios que han tenido lugar
en la República". Teniendo a la vista las circunstancias políticas creadas por la
dictadura de Urdaneta y la perspectiva de "su futura felicidad", hicieron uso "de la
soberanía que han reasumido, y de que no han dispuesto después de la rotura del
antiguo pacto colombiano" para resolverse por la opción de elevarse "al rango
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LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
ley fundamental del Estado del Istmo -18 de marzo- consideró que el pacto so-
cial de 1832 se había roto con la proclamación de la Federación por muchas pro-
vincias, por lo cual decretó la formación de "un Estado independiente y sobera-
no" que se llamaría "Estado del Istmo". Sin embargo, anunció su disposición a
negociar su conversión en un estado federal si la Nueva Granada adoptaba el
régimen federal tal como se anunciaba por los dirigentes del estado de Cartagena
que estaban en guerra con la Administración Márquez. En una carta enviada a
esta Convención, el coronel Tomás Herrera justificó este acto con una crítica a la
Carta Constitucional de 1832, que no había establecido el régimen federal, "úni-
co que nos conviene". Como se sabe, los triunfos militares del general Pedro A.
Herrán en las provincias granadinas del interior cuestionaron esta independen-
cia del Istmo y de Cartagena. El coronel Herrera llegó entonces a un acuerdo con
el coronel Anselmo Pineda y Ricardo de la Parra, enviados con poderes especiales
por el ministro granadino en Quito, el 31 de diciembre de 1841, para la reincor-
poración del Istmo a la Nueva Granada a cambio del olvido de "todas las ocu-
rrencias políticas" y del ofrecimiento de "todos los ensanches municipales que
son necesarios para consultar y fomentar los intereses de las localidades". El coro-
nel Herrera se mostró entonces confiado en que los "ensanches municipales" pro-
metidos por el Gobierno nacional "despertarán la industria, activarán el comer-
cio, progresarán las luces" en el Istmo.
Esta representación histórica, que a los ojos de los panameños puede pare-
cer única en su "singularidad nacional", tiene una gran similitud con las que cons-
truyeron los publicistas caucanos, socórranos, cartageneros, samarlos y pastusos
para sus respectivas provincias. Visto desde la perspectiva granadina, el fenóme-
no de la "reasunción de la soberanía" por las provincias emancipadas fue general.
Se trataba de un síntoma del problema central de la construcción del estado na-
cional granadino, es decir, del levantamiento de la hegemonía del poder eminen-
te de la nación, encarnado en su "gobierno superior" de Bogotá, contra las "sobe-
ranías primitivas" de las provincias que habían constituido el estado nacional en
1821 y 1831-1832. En las circunstancias de la lucha contra la dictadura del gene-
ral Urdaneta - 1 8 3 1 - se vio la facilidad con que las provincias "reasumían" sus
soberanías: además de lo ya narrado para el Istmo, las cuatro provincias del sur
granadino estuvieron presentes en la constitución del Estado del Ecuador, las del
Casanare y la Guajira quisieron agregarse a Venezuela, y el Cauca hizo planes
para la formación del "cuarto estado", como se verá enseguida. La fuerza legal que
los abogados liberales empeñaron para la integración de la Nueva Granada se
derivó del principio uti possidetis, pero su éxito requería el respaldo de los hom-
bres de armas, lo cual abrió a los generales caucanos el camino hacia la conduc-
ción del Poder Ejecutivo del débil Estado granadino.
La elección de las posibilidades de existencia política para el Istmo siempre
contó con la opción de la formación de un "cuarto estado" colombiano, un pro-
yecto compartido con la élite caucana, cuyos cálculos se sobrepusieron de mu-
5i I
—r
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chas maneras a los que hacían los panameños. Como se recuerda, la disolución
de Colombia produjo tres nuevos estados: Venezuela, la Nueva Granada -con las
provincias del "centro de Colombia"- y el Ecuador, formado durante el mes de
mayo de 1830 con las tres provincias del "sur de Colombia" -Quito, Guayaquil y
Azuay-. La llegada del general José María Obando a Pasto, al frente del Batallón
Vargas, conjuró la anexión de esta provincia a este último Estado. Pero la posibi-
lidad de formar un "cuarto estado", de cara al Océano Pacífico, fue acariciada por
los istmeños, los caucanos y hasta por los pastusos. Esta opción política exigía la
neutralización del general venezolano Juan José Flórez, el autor intelectual de la
formación del Ecuador, quien calculó la posibilidad de extender su territorio a
toda la zona del Pacífico colombiano, incorporando todas sus provincias -inclui-
da Popayán- hasta Veraguas. Su correspondencia con la élite panameña da cuen-
ta de este proyecto del "Pacífico", así como del esfuerzo que realizó contra el Perú
por el control de la provincia de Guayaquil.
Los políticos panameños tuvieron a la vista varias opciones: agregarse al
Perú, asegurando el comercio que mantenía con sus puertos; agregarse al Ecua-
dor, conformando el gran estado comercial del Pacífico; agregarse a la Nueva
Granada, conservando una tradición política; o convertir las dos provincias del
Istmo en un cuarto estado federal, integrado a Colombia, o independiente en
tanto "república hanseática". Pero la élite de Popayán, cabecera de una antigua
gobernación, también calculó que el cuarto estado colombiano podría tener su
sede en dicha ciudad e integrar a todas las provincias costeras, desde Tumaco
hasta el Istmo. Por su parte, los pastusos contaban con el apoyo de Flórez para
constituirse en el cuarto estado, separándose del viejo dominio que Popayán ha-
bía hecho pesar siempre sobre ellos. Y en medio de los cálculos de los paname-
ños, payaneses y pastusos estaban los cálculos personales de los militares venezo-
lanos establecidos en el Istmo, en especial los de Luis Urdaneta y el coronel Juan
Eligió Alzuru. El asesinato del mariscal Sucre en las montañas de Berruecos es
una señal de la intensidad de tan variados intereses personales que se entrecruzaron
alrededor del "cuarto estado del Pacífico".
La pugna política y militar que se desencadenó en el Istmo, durante el se-
gundo semestre de 1830 y el primero de 1831, entre el general Espinar, apoyado por
los mulatos y los negros, y de la otra parte el coronel Alzuru y los militares venezo-
lanos que llegaron expulsados de Guayaquil -encabezados por Luis Urdaneta-,
parecía indicar que la opción del cuarto estado triunfaría. Efectivamente, el 9 de
julio de 1831, bajo la conducción intelectual de José de Obaldía y Mariano
Arosemena, fue proclamada la constitución del cuarto estado colombiano, bajo el
nombre de Estado del Istmo, sometido a la Carta constitucional de Cucuta -1821-,
con lo cual se logró la concertación del coronel Alzuru y del general Fábrega, el
gobernador de Veraguas. Pero las ambiciones del primero produjeron el destierro
de los notables istmeños que habían participado en el proyecto, con lo cual se efec-
tuó su reversión con la llegada al Istmo del coronel Tomás Herrera, nombrado
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DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
comandante general del Istmo por el gobierno granadino. Por el momento, las cir-
cunstancias se resolvieron a favor de la integración al Estado de la Nueva Granada,
garantizada por la acción del mencionado coronel Herrera y de don José Vallarino.
Del mismo modo, el general losé María Obando pospuso su proyecto del cuarto
estado caucano, teniendo a la vista la urgencia de la constitución del Estado grana-
dino contra las pretensiones del general Flórez, cuyos partidarios de Guayaquil as-
piraban a recobrar las provincias de Pasto y el Chocó que aquel había asegurado
con sus tropas, pasando luego a apoderarse de "el Cauca, el Istmo y hasta de los
locos del Atrato para tener puertos en el Atlántico" (Herrera, 1928: 102).
El general Obando y el coronel Herrera, grandes amigos y compañeros de
armas, unieron sus esfuerzos contra los cálculos del general Flórez y aplazaron sus
aspiraciones comunes para la formación de un cuarto estado federal de la antigua
Colombia. En tono confidencial, el general Obando le escribió al coronel Herrera:
Acuérdese usted de mis opiniones sobre el Cauca, y lo que hablamos; por hoy no
es el tiempo, la Patria lo exige, y yo cedo hasta que llegue el día. Usted debe pensar
del mismo modo. Haga que vengan los diputados, aunque sea a firmar la Consti-
tución, que estará muy buena. Escríbame sobre su modo de pensar y concertemos
la suerte de nuestra Patria (Obando, 1928: 27),
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ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
bía sido secretario del Interior durante la Administración López, rechazó la clau-
sura del puerto franco de Buenaventura que había aprobado la Legislatura nacio-
nal de 1858 con el argumento de que esta medida era:
una razón más a favor de los que opinamos que el Estado del Cauca debe formar
una nación independiente, si quiere progresar. Esta parte de la República necesita
ejercer plenamente su soberanía para proveer en entera libertad al desarrollo de la
industria, para arreglar sus relaciones exteriores en el sentido de sus convenien-
cias. Pertenecemos al mar del Sur, y poco o nada tenemos que ver con el mar del
Norte. Unido el Cauca al Estado del Istmo, las aduanas, los provechos del ferroca-
rril y el monopolio de las quinas ejercido por el Gobierno, nos darían recursos
abundantes para pagar los intereses de la deuda que nos tocará reconocer. Los
gastos que hoy se hacen en los Gobiernos de Panamá y Popayán alcanzarían para
cubrir los del gobierno de la nueva nación. Como estoy persuadido de que la inde-
pendencia del Sur llegará tarde o temprano por la fuerza irresistible de las condi-
ciones que la rodean, doy poca importancia a la federación, que solo alcanza a
contentar pequeñas ambiciones, y resolver cuestiones subalternas y de limitado
influjo en la suerte del país {El Centinela, 14 de octubre de 1858; El Comercio, No.
14, 10 de agosto de 1858).
Lln nuevo Estado hace su anarición entre los pueblos del mundo. No es él inde-
pendiente, no constituye por sí solo nacionalidad, ni lo pretende, porque se honra
con la nacionalidad bajo cuya sombra ha adquirido y conservado vida propia.
Pero es soberano; va a constituirse, y en su organización tiene que resolver dos
grandes problemas sociales, que acaso no son sino uno mismo: el de la libertad, y
el de la federación3.
1
Posesión del jefe superior del Estado, en: Gaceta del Estado de Panamá, No. 1 (20
de julio 1855).
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El principio de las dos soberanías es tan contradictorio, y son tan evidentes las
colisiones y luchas que de él proceden, que no sabemos cómo haya podido soste-
nerse un momento sino por preocupación, o lo que es lo más probable, por la
propensión absorbente de todo Gobierno, nacida del espíritu de dominación en el
personal que lo ejerce (Arosemena, 1862: 88-137).
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LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1848-1855
interoceánico con el apoyo de Inglaterra y los Estados Unidos. La lealtad del co-
ronel Herrera al presidente Domingo Caicedo decidió el camino por la primera
opción, en especial porque la Constitución colombiana de 1830 había sido reci-
bida con simpatía en el Istmo al prometer libertades municipales y el goce de la
asociación colombiana. Fue así como los diputados de Panamá -Domingo J. Arro-
yo, Manuel J. Pardo y José Vallarino- asistieron a la Convención constituyente del
Estado de la Nueva Granada y firmaron la nueva Carta Magna el 29 de febrero de
1832. La aspiración federal quedó así aplazada.
En 1840, en la circunstancia de la guerra civil de los caudillos de algunas
provincias granadinas contra la Administración Márquez, los pronunciamientos
del 18 de noviembre instauraron la independencia de las dos provincias del Ist-
mo respecto de la Nueva Granada con el procedimiento ya tradicional: ante la
ruptura del pacto fundamental por la rebelión de muchas provincias, las dos del
Istmo "reasumieron su soberanía" y, después de deliberar sobre su suerte, deci-
dieron constituirse en estado soberano. Para entonces sus opciones de existencia
política eran dos: "Independencia absoluta del Estado del Istmo, o unión al resto
de la Nueva Granada, bajo un gobierno de forma federal". La Convención consti-
tuyente del Istmo se instaló en Panamá el primero de marzo de 1841 con 18 dipu-
tados cantonales. Acogiendo la recomendación del coronel Herrera para unirse a
la Nueva Granada cuando ésta adoptara el régimen federal de estados soberanos,
el 18 de marzo fue aprobada la Ley fundamental del Estado independiente y so-
berano del Istmo que anunció su disposición a negociar su conversión en un
estado federal si la Nueva Granada adoptaba el régimen federalista, tal como se
anunciaba por los dirigentes del estado de Cartagena que se encontraban en gue-
rra contra la Administración Márquez. En una carta enviada a esta Convención,
el coronel Herrera justificó este acto con una crítica a la Carta Constitucional de
1832, acusada de no haber establecido el régimen federal, "único que nos convie-
ne". El 7 de junio siguiente fue expedida la primera carta constitucional del Esta-
do del Istmo, resultando elegido el coronel Herrera como primer presidente cons-
titucional. Éste nombró a José Agustín Arango como secretario del Interior y
Guerra, y a Mariano Arosemena Barrera como secretario de Hacienda y Relacio-
nes Exteriores. El 10 de julio salió a la luz pública la Gaceta del Istmo, órgano
oficial del nuevo Estado.
Como se mencionó anteriormente, los triunfos militares del general Pedro
A. Herrán en las provincias granadinas del interior pusieron en vilo tanto la inde-
pendencia del Istmo como la de Cartagena. Así, cuando el coronel Herrera firmó
con el coronel Anselmo Pineda y con Ricardo de la Parra el "decreto de olvido" se
encontró con la resistencia del vicepresidente Caicedo, quien no aprobó los acuer-
dos firmados por Pineda y Parra, y la acusación de rebelde que predominaba en
la Cámara de Representantes, obligaron a Herrera a asilarse en Guayaquil, mien-
tras la Administración Herrán encontraba el momento político para reivindicar-
lo. Esto sólo se produjo en 1844, cuando la Legislatura aprobó la ley del 31 de
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ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
estoy seguro de que si ese hermoso país continúa progresando a favor de buenas
leyes y de una política franca y liberal, lo que sucederá al fin, necesariamente será
que se convierta en uno de los estados federales que compondrán entonces a la
Nueva Granada reorganizada, o bien que figurará por sí, en el gran catálogo de las
naciones independientes: y cualesquiera de estas dos cosas que sucedieran, proba-
rían, a no dejar ningún género de duda, una marcha próspera y feliz (Barriga,
1928:393).
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DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
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6o
LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
José Arosemena, Joaquín Asprilla, Fermín Jované, Tadeo Pérez Arosemena, José
María Remón, Santiago Sandoval, Carlos Icaza Arosemena, Pablo Elias de Icaza y
Ramón Vallarino-, de Veraguas -Juan Bautista Amador, Manuel María Arosemena,
Eustacio y Luis Fábrega, José Fábrega Barrera, Dionisio Fació, Santiago de la Guar-
dia, José del Carmen Peña, José Melquíades Pinilla, Juan Manuel Pino y José Ig-
nacio Rosa- y de Chiriquí -José de Obaldía, Agustín Jované, Lorenzo Gallegos y
Juan N. Venero-. El doctor Justo Arosemena fue escogido como jefe superior
provisorio del Estado. La primera Constitución política de este Estado fue apro-
bada el 18 de septiembre siguiente.
El acto legislativo adicional a la Carta constitucional que creó el Estado
federal de Panamá -27 de febrero de 1855- puso a la Nueva Granada a marchar
resueltamente hacia el régimen federal, a despecho de la propia Carta sancionada
dos años antes. Su artículo 12 estableció que "una ley podrá erigir en estado, que
sea regido conforme al presente acto legislativo, cualquiera porción del territorio
de la Nueva Granada", la cual tendría la misma fuerza que el acto adicional que
había reformado la Carta para crear el Estado de Panamá. Fue así como, siguien-
do el ejemplo de los panameños, fueron presentados ante la Legislatura de 1855
cuatro proyectos de erección de los estados federales de Boyacá, Santander,
Antioquia y Calamar.
Paralelamente, durante la sesión de la Cámara de Representantes del 31 de
marzo de 1855 comenzó el debate del proyecto reformatorio de la Constitución
preparado por una comisión para erigir la Confederación Colombiana, integrada
por diez estados soberanos: Antioquia, Boyacá, Santander, Cundinamarca, Tolima,
Popayán, Sur, Cartagena, Tenerife e Istmo. Dado el debate, el representante García
Herreros propuso una reducción a siete estados soberanos y el nombre de Confe-
deración Andina. Sin embargo, se mantuvo la idea inicial de los diez estados sobe-
ranos propuestos por Salvador Camacho Roldan y Manuel Murillo Toro, pero
durante el debate las intervenciones del general Tomás C. de Mosquera y de
Antonino Olano los redujeron a ocho. El primero propuso la integración de los
estados de Cartagena y Tenerife en uno solo, que llevaría el último nombre, y se
compondría de las provincias de Cartagena, Santa Marta, Sabanilla, Valledupar y
Riohacha. El segundo pidió la integración de los estados de Popayán y del Sur -
provincias de Pasto, Barbacoas y Túquerres- en uno solo, llamada Caldas. Al fi-
nal, la Confederación Colombiana quedaba con ocho estados soberanos: Antioquia,
Boyacá, Santander, Cundinamarca, Tolima, Sur, Tenerife e Istmo.
El proyecto de ley sobre Federación Colombiana fue presentado al Senado
por el doctor Justo Arosemena, en la sesión del 23 de abril de 1855. Al día siguien-
te se dio el primer debate, en el que fueron solicitadas modificaciones a los terri-
torios asignados a cinco estados, y fue aprobado en tercer debate el 25 de abril. El
Congreso acordó consultar a todas las cámaras provinciales sobre la reforma cons-
titucional que se llevaría a la Legislatura de 1856 para adoptar definitivamente el
régimen federal en todo el país. El secretario de Gobierno tramitó, durante el
6l
ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
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LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN-
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1848-1855
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LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO UE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
de 1853 no había sido más que "el medio de transición del centralismo estableci-
do en 1843 al federalismo reclamado por nuestros conciudadanos". Pero, en su
opinión, ya había llegado el momento de dejar atrás definitivamente el régimen
centralista, que en su opinión era igual "al despotismo", para transitar al régimen
federal. Con ello, se cambiaría el sistema de educación política del pueblo, funda-
do en las instituciones, pues "los pueblos no aprenden la política en los libros, sino
practicándola", pues además "todos los pueblos necesitan de ser formados por un
legislador". El ejemplo de los Estados Unidos mostraba que "las instituciones for-
man las costumbres de los hombres, y que el mejor de los gobiernos es aquel que,
dejando a los individuos el cuidado de atender a todos los negocios en que su pro-
pio juicio puede dar la mejor dirección a sus acciones, solo conserva el poder indis-
pensable para dirigir y manejar los negocios comunes de la sociedad". Siguiendo
ese modelo, el proyecto de la nueva constitución le daba al individuo un gobierno
local capaz de atender sus intereses comunes y a la Nación un gobierno que mantu-
viera unida sus secciones y la representara en el exterior. Se trataba de una "descen-
tralización" del gobierno granadino, para que "cada sección" estableciera un go-
bierno independiente que consultara sus intereses peculiares.
El doctor Manuel Murillo Toro reconoció que su proyecto constitucional
había sido "calcado, en general, sobre la Constitución de los Estados Unidos del
Norte". Las divergencias respecto de ésta empezaban con la manera de integrar el
Senado -cuatro senadores por estado-, para evitar los inconvenientes vistos en la
Cámara de Representantes norteamericana, donde los representantes atendían
más a sus electores y partidos que al interés general de la Unión. En vez de ello, el
Senado granadino tendría "la misión de dar las leyes sobre los negocios que son
de la competencia del Gobierno general", sin tener ninguna responsabilidad ad-
ministrativa para estar al margen "de las influencias de demagogia".
Otra divergencia era la legislación civil y mercantil uniforme para toda la
Confederación, pues en los Estados Unidos se había condescendido con legisla-
ciones civiles peculiares en cada estado. Una más era la que le prohibía a la Con-
federación tener ejército permanente, pues se le consideraba innecesario en lo
exterior y peligroso en lo interior. Finalmente, la Corte Suprema de Justicia ac-
tuaría en la Nueva Granada para anular cualquier disposición legal dada por los
estados que no fuese constitucional, haciendo efectivos los derechos y libertades
que la Constitución garantiza a todos los granadinos. El mismo Murillo Toro
criticó la ley del 15 de junio de 1857, tachándola de "acto destructor de los víncu-
los que ligaban a las diferentes partes de que se componía la Nueva Granada",
pues había creado unos estados independientes con plenas facultades para todo,
sin dejarle al Gobierno general los medios para cumplir sus tareas.
El proyecto de la nueva Constitución para la Confederación Granadina
integraría en un cuerpo de nación a los ocho estados que habían sido creados
por las leyes del 27 de febrero de 1855 -Panamá-, 11 de junio de 1856 -Antioquia-
y 15 de junio de 1857 -Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena y
65
ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
LIBERTAD DE COMERCIO
Desde el momento de la agregación del Istmo al Estado de la Nueva Granada, sus
políticos fueron siempre los abanderados de la adopción de la política de libre
cambio por parte del Estado de la Nueva Granada. Esta política incluía la fran-
quicia aduanera para sus puertos, el libre tránsito de las mercancías que los nor-
teamericanos Dasaban de un océano al otro v la supresión del antiguo monopolio
del tabaco. El proyecto de liberar el comercio en los puertos del Istmo fue tem-
pranamente expuesto por Mariano Arosemena en sus cartas de 1829 al general
José Domingo Espinar, quien se encontraba en Guayaquil acompañando al presi-
dente Bolívar. Reclamándole su compromiso con los intereses de su patria chica,
le pedía "aprovechar este precioso tiempo que usted pasa al lado del Libertador
para inclinar su ánimo a la tierra en que usted vio por primera vez la luz", a favor
del comercio libre, "sin el cual el Istmo no tendrá vitalidad". Además de "la liber-
tad absoluta del comercio del Istmo y la apertura del camino", tendría que abogar
por la creación de un tribunal de consulado capaz de dirimir los conflictos por
negocios de giro y de representar al "cuerpo del comercio que se halla sin amparo
66
LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1848-1855
4
Las c a r t a s de M a r i a n o A r o s e m e n a al g e n e r a l E s p i n a r f u e r o n p u b l i c a d a s p o r Arge-
lia Tello d e U g a r t e ( 1 9 7 1 : 10-23).
67
ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
Dios, en su infinita bondad, ha variado los climas del mundo y asignado a cada
latitud el exclusivo cultivo de ciertas producciones. Él lo ha dispuesto de tal suerte
que los habitantes de las diversas regiones del globo deriven una ventaja del cam-
bio de sus respectivas producciones, y que por medio de este cambio se establez-
can relaciones de amistad entre las diferentes naciones... El sistema protector es
una violación manifiesta de la ley divina, que constituye una sola familia de todos
5
Richard Cobden -1805-1865- fue un economista inglés que lideró a los indus-
¥~\~\~~ A ~ A,í~«-l™.,4-„>- „ . . ~ ^ a ~ . - . ™ « ; . v . , . - ^ „ m l o T Ir,-, ^ n t i - o lo T a,. C o r o i U n , , T,
Ll i a i C 3 *~í*~ Í V i a i l L l H . O l L . 1 VJU,- , L UlgQlliJ,ülUll ^11 i d i.l¿U ^V^lllltl iCl U t J VJLLVtUVia, Ull
grupo de presión que, bajo la bandera del librecambio, pidió la abolición de las
tarifas protectoras de la agricultura inglesa. Por esta posición, Cobden ha sido con-
siderado el representante del liberalismo económico a ultranza, llamado
"manchesteriano".
6
Libertad de comercio. La traducción fue publicada originalmente en el periódico
El Liberal (1847) y reproducida, por orden de González, en la GNG, No. 935 (9 de
diciembre de 1847). La versión original francesa apareció en el Memorial Bordelais
(5 de septiembre de 1847). Federico Bastiat estuvo en la reunión de Marsella y fue
bautizado por Lamartine como el "misionero de la justicia, de la libertad y de la
riqueza". La traducción de su Discurso sobre las doctrinas económicas fue publicada
en GNG, No. 943 (6 de enero de 1848).
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LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN I
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1848-1855 I
los hombres. Según él, cada nación, encerrándose dentro de los límites de sus fron-
teras y prohibiendo la introducción de ias producciones exóticas, se aisla de sus
semejantes, perjudica a sus intereses y los trata como enemigos, en vez de procu-
rar conciliarse su afecto. Los países que se gobiernan con aquel sistema son, res-
pecto de los demás, como cindadelas en estado de sitio, que rechazan a cuantos
pretenden aproximarse7.
7
Congreso de economistas. GNG, No. 933 (2 de diciembre de 1847). Los editores
de la Gaceta Oficial recibieron el periódico El Libre Cambio de París, donde pudie-
ron leer los discursos pronunciados el 16 de septiembre de 1847 por los economis-
tas que abrieron el Congreso de Bruselas (GNG, No. 943 (6 de enero de 1848: 14).
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ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
En una carta que envió al coronel Herrera -18 de junio de 1847- para
informarle sobre el resultado de su fallida gestión ante la Cámara de Represen-
tantes, lamentó "infinitamente" la no aprobación del proyecto, pero anunció que
volvería a la carga en la siguiente Legislatura, por lo que recomendaba que envia-
ran en 1848 a José de Obaldía como senador por Panamá, para tener más fuerza
favorable entre los legisladores. Un consuelo era que el Poder Ejecutivo iba a de-
clarar francas las Bocas del Toro y San Andrés, al tenor del artículo 25 de la ley del
primero de mayo de 1846. Otra buena noticia fue la de que este año el gobierno
había firmado el contrato con la Compañía Anglo-Francesa para la construcción
del Ferrocarril de Panamá. Agregó que ante la Legislatura de 1848 haría "el últi-
mo esfuerzo por la franquicia, y la presentaré de manera que no me la podrán
rehusar. Para entonces, confío que el interés por el Istmo se habrá excitado bas-
tante en el mundo, para que se reconozca su importancia, y no se trate esta cues-
tión como una de tantas trivialidades, sino como ella merece[...] Espero que en el
año entrante me los llevaré a todos por delante, a fuerza de razón, energía y fir-
meza" (González, 1928: 317-318). En su opinión, las circunstancias serían más
favorables en 1848, pues no estarían presentes en el Congreso sus dos principales
opositores -Santamaría y Olano-, y la representación de los panameños notables
sobre la franquicia tendría un buen efecto sobre los demás.
Se refería a la solicitud de libertad de comercio para los puertos del Istmo
que había dirigido a los legisladores de 1848 un grupo de "habitantes de la pro-
vincia de Panamá", encabezados por Tomás Herrera, Mariano Arosemena, Luis
Lewis, Manuel José y José María Hurtado 8 . Recordaban en ella el acalorado deba-
te dado en el seno de la Cámara de Representante durante sus sesiones de 1847,
que llegó incluso a precipitar la renuncia de Florentino González de su empleo de
secretario de Hacienda, así como el resultado adverso de la votación, en el que
por la falta de un voto se había frustrado que las provincias de Veraguas y Panamá
hubiesen obtenido los bienes del "comercio libre". Pese a ese resultado, anuncia-
ban que no estaban dispuestos a dejar "apagar de un todo la antorcha que nos ha
de alumbrar el sendero por donde hemos de salir de la oscuridad tenebrosa de
miseria en que yace este país, a la refulgente luz de la prosperidad que obtenidas
las franquicias comerciales harán renacer a Panamá cual otro Fénix de sus ceni-
zas". Como ya habían aprendido que en Europa las palabras "comercio libre" eran
el talismán que derribaba los monopolios de los ricos agricultores y disipaban la
"soñada protección" de los pocos y opulentos manufactureros, estaban seguros
que tarde o temprano vencería la opinión librecambista. Los puertos de las pro-
8
Solicitud de libertad de comercio en el Istmo, hecha a la Legislatura por varios
vecinos de Panamá (GNG, No. 933,2 de diciembre de 1847). Entre los firmantes se
encontraban varios comerciantes franceses -Clemént Orillac, A. Chemisard, B.
Feraud-, bien enterados de la difusión de la doctrina librecambista en Francia e
Inglaterra por Bastiat y Cobden.
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LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
vincias del Istmo granadino eran el sitio más apropiado para establecer "un de-
pósito de mercaderías donde puedan venir a surtir los habitantes de Paita y de
Guayaquil, de Centro América y de México, de Pasto, de Barbacoas, de Tumaco,
de Buenaventura, de Cali, de Popayán y de otros mil puntos de la Nueva Granada
y de otros países", siempre y cuando les fuese concedida la libertad de comercio
sin ninguna restricción.
El principal argumento que se oponía a la propuesta librecambista de
Florentino González era el de que estimularía el contrabando y el fraude en las
aduanas. Replicaron a él los panameños que era el sistema proteccionista el que
había hecho de cada hombre un contrabandista, pues estando los puertos del
Istmo rodeados de puertos libres -Tumaco, Buenaventura y Punta Arenas en el
Pacífico, así como Bocas del Toro en el Atlántico-, cualquier persona podía salir
de aquellos en una canoa para vender en éstos maíz, arroz o carne, volviendo con
licores y mercancías extranjeras sin impedimento alguno, "porque no hay guar-
dacostas ni resguardos que lo impidan". Por ello, las rentas de la aduana en el
Istmo eran casi nulas, y sus empleados obligados a ponerle trabas al comercio de
120.000 habitantes. El comercio de tránsito era la actividad que hacía la riqueza
en el Istmo, y por ello había que liberarlo de sus trabas. La libertad de comercio
en los puertos de los cantones de Panamá y Portobelo atraería hacia ellos capita-
les de todo el mundo, lo cual haría crecer el comercio y nacer la agricultura, "has-
ta ahora casi desconocida entre nosotros".
El nuevo proyecto de ley reorganizaba el comercio con las provincias de
Panamá y Veraguas, así como con los territorios de Bocas del Toro, San Andrés,
Darién y Caquetá. Los buques que entraran a los puertos de las primeras queda-
rían exentos del pago de contribuciones por razón de tonelaje, y sólo pagarían los
gastos del visitador y de celadores. Las mercancías importadas por ellos no paga-
rían más que un derecho de importación, de acuerdo con su clasificación. Los
aguardientes y licores no pagarían nada si se descargaban con el objeto de
reexportarlos. En el territorio del Darién se podían vender libremente las mer-
cancías importadas legalmente por los puertos de Panamá y Veraguas. Sólo que-
daba prohibido transitar por el Istmo el tabaco en hoja, los cigarros, el azúcar, el
café, el cacao y el algodón no producidos en la Nueva Granada. Corrigiendo los
excesos9 del proyecto que fue derrotado en las sesiones de la Cámara en 1847, el
nuevo se acompañó de una exposición (GNG, No. 939,23 de diciembre de 1847)
de las razones en su favor. La primera era la privilegiada posición del Istmo para
el comercio internacional, "destinado por la Providencia para que las naciones
9
El proyecto original suprimía todos los impuestos de importación o exportación,
así como las propias aduanas y los estancos de tabacos y aguardientes. Las únicas
contribuciones que quedarían para los panameños eran las de registro inmobilia-
rio, correos, papel sellado, culto y patente de los almacenes (GNG, No. 866, 4 de
abril de 1847).
71
ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
72
LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE IAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
10
Ley del 5 de abril de 1848. (GNG, No. 971,13 de abril de 1848). En el momento de
la sanción de esta ley era secretario de Hacienda losé Eusebio Caro.
73
ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
11
El contrato con Aspinwall, Stephens y Chauncey, firmado el 28 de diciembre de
1848, fue publicado en la Gaceta Oficial No. 1059 (5 de julio 1849).
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LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
lación liberal en su favor. Este apoyo se dirigió hacia la Compañía del Ferrocarril
de Panamá, instrumento de la esperanza de que el comercio contara "con esta
pronta comunicación entre los dos océanos". La comunidad norteamericana ha-
bía solicitado la expedición de una legislación que institucionalizara el juicio por
jurados en el Istmo, una demanda liberal que se estaba tramitando en el Congre-
so. Al terminar su mandato, el presidente informó al Congreso que en él se había
podido corregir "la política meticulosa y desacordada de otros tiempos", con lo
cual había podido contribuir "a la portentosa metamorfosis que se opera en el
país, donde hoy se fijan todas las miradas del Universo". Las leyes especiales que
se habían dado para atender la especial situación del Istmo, dirigidas a garantizar
la plena libertad mercantil, habían puesto en marcha un proceso progresivo que
anunciaba su extensión a otras provincias de la República.
75 1
ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
Civil moderno, fácil de entender y consultar por cualquier ciudadano, quien de-
bería tenerlo en su mesa de noche junto a la Biblia. Con ello se democratizaría la
justicia y se haría posible una "justicia popular". En cuanto al Código Penal gra-
nadino, que provenía de la Legislatura de 1837 y se había reformado en 1848,
todavía le parecía demasiado severo y desproporcionado en las penas que adjudi-
caba a los diversos delitos, al punto que el robo tenía más años de pena que el
homicidio. La persistencia de la pena de muerte le repugnaba, como a todos los
liberales radicales de la Generación del 48, así como el "abominable" sistema de
presidios. Por ello presentó ante la Convención de Rionegro, el 20 de febrero de
1863, un proyecto de ley que intentaba fundar "el sistema penal de la Unión Co-
lombiana". Pero las dos innovaciones institucionales que los diputados paname-
ños llevaron al Congreso de la Nueva Granada fueron el jurado de conciencia y el
hábeas corpus.
La adopción de la idea de juzgar criminalmente a las personas por jurados
de conciencia fue presionada en el Istmo por los comerciantes norteamericanos
que allí se establecieron para atender el tráfico transatlántico que se había
incrementado desde el descubrimiento de minas de oro en California. Tratándo-
se de una institución judicial proveniente de la tradición norteamericana, fueron
estos ciudadanos quienes le solicitaron al presidente López, en marzo de 1850, la
concesión de esta institución liberal para la provincia de Panamá. Argumentaron
entonces su necesidad por los continuos roces personales que se daban entre los
viajeros norteamericanos y algunos ciudadanos panameños, originados en los
mutuos prejuicios sociales que existían entre ellos, así como los problemas de
desorden y criminalidad que eran frecuentes en los puertos del Istmo.
Una junta general de los ciudadanos norteamericanos avecindados tuvo
lugar en la plaza grande de la ciudad de Panamá, el 15 de marzo de 1850, para
considerar la manera de resolver los problemas del desorden y la criminalidad
crecientes por efecto de la oleada de transeúntes. Presidida por James W. White,
A. J. Zachrisson, John Campbel, J. B. Moore y R. H. Elam, esta junta reprobó
públicamente todas las violaciones de la ley y del orden cometidas por ciudada-
nos norteamericanos, expresando la determinación de contribuir a la represión
de toda perturbación de la paz pública. Fue acordado que la población norte-
americana asentada apoyaría la acción de las autoridades panameñas, pues aun-
que algunas personas habían perturbado la tranquilidad pública ello no justifica-
ba que toda la población mencionada fuese agraviada "con los epítetos descorte-
ses" y los "sentimientos impropios" de los panameños, al punto que el goberna-
dor M. M. Díaz se había referido en un tono odioso al cónsul norteamericano en
el puerto de Panamá, Amor B. Corwing Esg, en un documento público. Propu-
sieron entonces el establecimiento de "un sistema de policía más perfecto, com-
prensivo y vigilante" y de una administración de justicia "más perfecta y benéfi-
ca", capaz de ganarse la confianza pública y alejar la tentación de los particulares
"a que se arroguen el derecho a sí mismos de deshacer sus propios agravios",
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LA ACCIÓN DE EOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
12
Parte expositiva de los acuerdos adoptados en junta general de los ciudadanos
norteamericanos reunidos en la plaza grande de la ciudad de Panamá, 15 de marzo
1850 (GNG, No. 1122, 19 de mayo de 1850).
13
Representación de la comisión norteamericana al presidente López. Panamá, 20
de marzo de 1850 (GNG, No. 1122, 19 mayo 1850).
14
El principio del hábeas corpus proviene de la tradición jurídica inglesa, lusto
Arosemena lo entendía en 1855 como la declaración de que "no se puede prender o
detener a un hombre sino por motivo puramente criminal". Cfr. Estado federal de
Panamá.
77 1
ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
para plantear en la República la institución del Jurado" {El Panameño, No. 84,18
de agosto de 1850; El Panameño, 87, 8 de septiembre de 1850). En el primer artí-
culo se esforzó por demostrar que no era necesario tener la condición de grana-
dino y de ciudadano para integrar los jurados, por lo cual era posible integrar
extranjeros a ellos cuando el reo también lo fuese. El "jurado mixto", integrado
por granadinos y extranjeros según sorteo, fue el tema del segundo artículo.
En 1851 se aprobó la ley nacional que estableció los jurados de conciencia
-cinco vecinos que supieran leer y escribir- para los delitos de homicidio, robo y
hurto de mayor cuantía - 4 de junio 1851-, y se inhibió a la Cámara de Panamá
para legislar en la materia, argumentando que el Congreso Nacional no podía
delegar esa función constitucional. Pero la ley del 11 de junio de 1850 ya había
autorizado a la Cámara provincial de Panamá para que organizara el sistema de
jurados en su jurisdicción, y para todas las causas criminales. El doctor Justo
Arosemena se quejó de que dicha Cámara no hubiera aplicado dicha ley desde
1850. Los liberales entendían que con ello se reconocía "el imperio de la opinión
y el derecho incontestable del pueblo para darse sus jueces o juzgar por sí mis-
mo". La ley del 29 de mayo de 1852 estableció definitivamente los juicios con
jurados. Para ser jurado bastaba ser ciudadano y saber leer y escribir. En 1855
Arosemena consideraba que el Código Penal granadino debería ser reelaborado
por completo para disipar toda huella de las Partidas castellanas y para incluir el
juicio por jurados y el hábeas corpus. Mediante la ley del 2 de noviembre de 1859
se organizó el más completo sistema de jurados en el Estado de Panamá: tribuna-
les de jurados departamentales compuestos por siete jueces, jurado extraordina-
rio, procedimientos y recursos. Sin embargo, el primer balance del funcionamiento
de los juicios por jurados que José de Obaldía ofreció a la Legislatura provincial
de Panamá en 1860 no fue optimista; el descrédito de esta "bella institución" se
estaba abriendo paso con los escándalos que daban absoluciones "del jurado que
ningún juez responsable se hubiera atrevido a impartir". Para conjurar la impu-
nidad en que estaban quedando los pequeños delitos -hurtos, estafas, heridas
leves-, habría que reducir la institución del jurado para los delitos graves, que
contaban con amplia publicidad, dejando las causas por delitos leves a los jueces
distritales.
La institucionalización de los jurados de conciencia y del hábeas corpus en
todas las provincias de la Nueva Granada era una ruptura radical de las tradicio-
nes legislativas españolas que se habían mantenido desde la independencia, pese
a la incorporación de algunas innovaciones que no llegaron a la adopción de
nuevos códigos civiles, de comercio o de minería. El doctor Arosemena y
Florentino González fueron los principales críticos de las instituciones judiciales
granadinas y los promotores de una reforma completa de ellas. El primero juzga-
ba que nada era tan urgente para la República como la mejora de la administra-
ción del Poder Judicial, pues la libertad y la seguridad serían "vanas y estériles
palabras" mientras los tribunales y juzgados no cumpliesen "religiosa y puntual-
JT?.
LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
79
ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
146 (19 de octubre de 1851), se emprendió una crítica de la Ley de 10 del ordena-
miento castellano de Toro -recogida por la Novísima Recopilación de leyes de In-
dias- que había desheredado a los hijos naturales, proponiendo su eliminación
de la legislación republicana por "notoriamente injusta" y por chocar "con el pro-
greso del siglo".
La defensa del derecho de propiedad, tan caro al liberalismo, produjo en
los liberales del siglo XIX una postura adversa a la igualdad. Un ejemplo de ello es
el tema de los derechos patrimoniales de los hijos naturales. La Asamblea Legisla-
tiva del Estado de Panamá aprobó, el 14 de octubre de 1859, un proyecto de ley
sobre hijos naturales. El gobernador José de Obaldía, uno de los más connotados
liberales panameños, objetó este proyecto y solicitó archivarlo, argumentando
que el artículo 2 o del proyecto establecía el principio de la igualdad de los hijos
naturales reconocidos con los hijos legítimos respecto de los bienes dejados en
herencia por el padre. En su opinión, sancionar este principio sería descargarle
"un golpe funesto" al matrimonio, origen de la familia, "base de la sociedad civil",
afectando además profundamente "la moralidad pública". Siendo el hijo natural
el fruto de una unión castigada por la ley, reprobada por la moral y condenada
por la civilización, un proyecto que intentaba ponerlo al mismo nivel del "fruto
bendecido de un amor puro, que la religión y la moral santifican, o que la socie-
dad y la ley protegen y toman bajo su amparo", era inaceptable. La igualdad de los
hijos naturales reconocidos y legítimos para los efectos civiles y de sucesión aca-
baría por darle derechos a hijos espurios, algo que para Obaldía tendría conse-
cuencias funestas y provocaría escándalos para la moralidad pública, dado "el
vicio del nacimiento" que había provocado "la mujer extraviada por la pasión, o
arrastrada por una funesta inclinación", dando a luz con escándalo, "no el fruto
de su criminal unión, sino su propia falta, para colocar al hijo espurio, concebido
y nacido quizá burlando la fe de sagradas promesas, en la condición de un hijo
natural".
Finalizó diciendo que su postura no era una simple oposición a la nivela-
ción social entre hijos legítimos y naturales reconocidos, ni un intento de quitar-
le a estos últimos el apoyo y el pan de su padre por ser frutos "desgraciados de
una unión más o menos lícita". No se trataba de reducir a los hijos naturales a la
condición de huérfanos desvalidos, sin alimentos ni educación. Su consideración
era la conveniencia social, la defensa de la dignidad de la familia basada en el
matrimonio, por lo cual había que concederle a ésta unas prerrogativas que se
negaban a toda unión ilícita. Por otra parte, sería preferible una ley sobre la liber-
tad del padre para testar como quisiera, pues ello contribuiría a la moralización
de los hijos y a estimular su buena conducta, permitiendo al progenitor escoger
al más digno de ocupar su puesto al frente de una familia15.
15
Objeciones hechas por el gobernador al proyecto de ley sobre hijos naturales.
Panamá, 18 octubre 1859 (Gaceta del Estado de Panamá,No. 176,4 de mayo 1860).
8l
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16
Proyecto de ley fundamental de la fuerza pública (GO, No. 1697, 8 de marzo de
1854:206).
82
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LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
cíales del Ejército fuesen limitados a un coronel, dos tenientes coroneles, cinco
sargentos mayores y 17 capitanes. El secretario de Hacienda intervino para pro-
poner que se le dejaran al Ejército dos generales, dos coroneles, cuatro tenientes
coroneles, ocho sargentos mayores y veinte capitanes. Sometidas a votación, fue
aprobada la propuesta de la comisión, con lo cual el Ejército apenas contaría con
un coronel y 24 oficiales de rango inferior. El efecto inmediato de esta decisión
sobre la suerte del general Meló era clara: se había quedado sin empleo, porque el
Ejército ya no tendría generales. Su mejor opción política fue entonces el golpe
de estado, como en efecto ocurrió el 17 de abril. El doctor Justo Arosemena reco-
noció, durante el año siguiente, que esta decisión del Congreso había sido una de
las causales principales que determinaron el momento del golpe del general Meló.
Después de la derrota militar del gobierno ilegítimo del general Meló, en
diciembre de 1854, la Legislatura del año siguiente fijó el pie de fuerza en mil
hombres, tal como lo había pedido el depuesto presidente Obando. El doctor
Arosemena juzgó entonces que se trataba de una concesión al Poder Ejecutivo,
pues la adopción del hábeas corpus y de las reformas liberales debían acabar con
el reclutamiento forzado para el Ejército, reemplazándolo por cuerpos de policía
voluntarios y asalariados.
83
ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
sidente Obaldía firmó el acto legislativo que realizó efectivamente la vieja aspira-
ción política del Istmo.
Pero las innovaciones políticas de la Administración Obaldía fueron más
lejos. El 15 de enero de 1855 fueron publicadas las 23 tareas del "Programa" que
dicha Administración sometió "a la consideración del Pueblo Granadino" 17 . La
primera propuesta fue la institucionalización de un "gran Partido Nacional Re-
publicano", interesado en reunir a "los miembros sanos de los antiguos partidos"
-Liberal y Conservador-, que se habían distanciado "menos por la diferencia de
sus principios políticos, que por circunstancias accidentales y personales". La prue-
ba de la lucha contra la dictadura del general Meló había unido a los liberales y
los conservadores "para salvar la Constitución y la libertad, la moral y la civiliza-
ción". Esta propuesta, que revisaba la experiencia de "gobiernos de partido" que
habían sido las Administraciones López y Obando, cuya argumentación fue obra
del grupo de los 50 liberales del Congreso que había presionado la adopción de
reformas desde 1849, fue acogida por la Administración Mallarino, que entre
1855 y 1857 mantuvo la paridad de los dos partidos en los altos empleos del
Poder Ejecutivo. Esta primera experiencia de un "frente nacional bipartidista",
como se llamaría en la Colombia de la segunda mitad del siglo XX, tuvo su im-
pronta en la revisión de la política liberal que fue realizada por el doctor Obaldía
y sus cuatro secretarios: los conservadores Pedro A. Herrán y Pastor Ospina, y los
liberales José María Plata y Cerbeleón Pinzón. Los "principios de la política" de la
Administración Mallarino incluyeron la promesa de que el Poder Ejecutivo no
permitiría que sus agentes hicieran "distinción alguna entre los ciudadanos por
sus denominaciones de partido", para lo cual llamaría a los empleos públicos a
todos, según "la medida de su moralidad e inteligencia"18.
Cuando Obaldía ocupó de nuevo el empleo de gobernador de Panamá,
durante la crisis nacional de 1860-1861, confirmó su opinión sobre la bondad de
los gobiernos políticamente mixtos. Al entregar el mando le confió a su sucesor
que había llegado ya a la firme conclusión de que lo que más le convenía a la
Nueva Granada era gobernar dándole participación en los negocios públicos "a
la inteligencia honrada, donde quiera que ella se encuentre"; es decir, abandonar
el principio de "gobernar con un partido". Este principio sólo era aplicable en las
naciones de avanzada civilización y riqueza, pues en ellos la oposición, excluida
temporalmente del poder, no era una amenaza para la seguridad pública. Pero en
la Nueva Granada ello no era todavía posible: la escasez de personas ilustradas,
rectas y experimentadas para el servicio de la máquina política no permitían ex-
cluir a la minoría de oposición por razones partidistas, ya que ésta se sentía sin
17
Programa de la Administración Obaldía (GO, No. 1.741, 15 de enero de 1855).
18
Circular manifestando los principios que seguirá en su política la nueva Admi-
nistración. Bogotá, 2 de abril de 1855 (GO, No. 1.773, 5 de abril de 1855).
84
LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
19
José de Obaldía: "Discurso de entrega del mando de la gobernación del Estado de
Panamá", 1 de octubre de 1860 (Gaceta del Estado de Panamá, No. 184,18 de octu-
bre de 1860).
85
i ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
EPÍLOGO
Esta ponencia ha querido mostrar el singular peso de la acción de los liberales
istmeños en la adopción de seis políticas que fueron aplicadas a todas las provincias
de la Nueva Granada: el tránsito a la organización federal y a la idea de "soberanía
de los estados", el principio librecambista en la administración aduanera, la
institucionalización del jurado de conciencia y del principio de hábeas corpus, la
introducción del matrimonio civil y de la igualdad jurídica de los hijos, la abolición
del ejército permanente, y la adopción de una actitud bipartidista para la selección
de los empleados del Estado. Estas políticas se ajustaban perfectamente a las rápi-
das transformaciones económicas y sociales que acaecieron en el Istmo cuando
recibió el enorme tránsito de ciudadanos y mercancías norteamericanas, pero su
aplicación en algunas provincias andinas produjo grandes problemas sociales.
La adopción de la organización federal entre 1855 y 1858 no fue un pro-
blema, pues liberales y conservadores adhirieron por igual al experimento, en-
tendido como una oportunidad real para evaluar el resultado de la ejecución de
sus principios políticos. El presidente Mariano Ospina Rodríguez, uno de los crea-
dores del Partido Conservador, relató en 1859 que
20
Mariano Ospina: "Informe al Congreso Nacional de 1859" (GO, No. 2.341, 1 de
febrero de 1859).
86
LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
21
Ricardo Carrasquilla: "Un jurado". En: Museo de cuadros de costumbres. Bibliote-
ca de "El Mosaico". Bogotá, 1866. Reed. en Bogotá: Banco Popular, 1973, tomo II, p.
12. Don losé María Vergara y Vergara satirizó magistralmente el funcionamiento
de los juicios por jurados en Olivos y aceitunos todos son unos. Bogotá: Impreso por
Poción Mantilla, 1868, capítulo XIV.
87
ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
Pero sólo a comienzos del siglo XX, justamente como respuesta a la separación de
Panamá que cristalizó finalmente el viejo proyecto del "cuarto estado colombia-
no", fue cuando los colombianos modificaron, en especial durante la Administra-
ción Reyes, sus ideas respecto de la profesionalización y de la necesidad del ejér-
cito permanente.
Finalmente, digamos que la convicción de Obaldía sobre la utilidad de con-
vocar a los mejores a los empleos del gobierno, sin distinción de su militancia
partidista, apenas fue experimentada bajo la Administración Mallarino. Durante
la siguiente Administración, encabezada por Mariano Ospina, se renovó el espí-
ritu de gobierno de partido, con los resultados tan dramáticos que se vieron du-
rante la guerra civil de 1860-1861. La disputa partidista que siguió se situó en
cada uno de los nueve estados soberanos que se confederaron por la Carta de
1863, agudizándose desde el momento de la "Regeneración" de 1886, que cerró
todas las posibilidades legales al Partido Liberal, precipitándolo a la sangrienta
guerra civil de los Mil Días, el escenario político que contribuyó a preparar la
separación de Panamá. Para entonces, ya nadie recordaba la amenaza que José de
Obaldía había pronunciado durante la guerra civil de 1860, cuando advirtió que
si ésta lograba derribar al gobierno legítimo de la Confederación Granadina se
abría la posibilidad de
que los Istmeños piensen seriamente lo que convenga hacer antes de abrazar un
nuevo pacto de unión política, para no seguir presenciando ejemplos escandalo-
sos de guerra civil, que pueden algún día comprometer su existencia, o detener el
vuelo de sus adelantamientos en el caso menos favorable [...] En la hipótesis esta-
blecida, el mundo entero que ha comenzado a observarnos, después que las po-
tencias comerciales han fijado sus ojos en nuestro privilegiado territorio, justifica-
ría una medida que, sin sangre y sin perturbaciones que sacudiesen los funda-
mentos de nuestra sociedad, hiciese del Estado de Panamá lo que el dedo de la
Providencia ha trazado con caracteres indelebles22.
Si la suerte de las armas fuere adversa al régimen legal, quedando así despedaza-
dos los vínculos que nos unen a la Confederación Granadina, Panamá no quedará
uncido al yugo de la arbitrariedad revolucionaria, sino que dispondrá de su por-
venir, en uso de su propia y, entonces, incuestionable soberanía, bajo la protección
de tres grandes poderes: los Estados Unidos de América, la Inglaterra y la Francia.
22
Circular de Manuel Alemán a los prefectos departamentales. Panamá, 4 de junio
de 1860 (GO, No. 2.537, 23 de julio de 1860: 454).
ARMANDO MARTÍNEZ CÁRNICA
Una simple declaratoria, una palabra de cualquiera de los gobiernos de esas na-
ciones, bastaría para cruzar los planes de sangre y de venganza de los rebeldes
victoriosos23.
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Herrera, Tomás. 1928. Correspondencia y otros documentos del general. Panamá:
Casa editorial La Moderna.
23
José de Obaldía: "Mensaje a la Asamblea Legislativa en sus sesiones ordinarias de
1860" (Gaceta Oficial de Panamá, No. 183, 6 de octubre de 1860).
90
LA ACCIÓN DE LOS LIBERALES PANAMEÑOS EN LA DETERMINACIÓN
DE LAS POLÍTICAS DEL ESTADO DE LA NUEVA GRANADA, 1 8 4 8 - 1 8 5 5
González, Florentino. Exposición de las razones que apoyan las disposiciones del
proyecto de ley sobre el arreglo del comercio que se haga por el Istmo de
Panamá, 1847. GNG, 939 (23 diciembre 1847).
La Crónica Oficial. Panamá, 1851.
91
El departamento colombiano de Panamá a fines del
siglo diecinueve e inicios de la vigésima centuria
Alfredo Figueroa
Población
Hacia 1898, la población del Istmo ascendía aproximadamente a 311.054 almas.
Hoy por hoy, ésta se ha multiplicado diez veces y alcanza los tres millones de
individuos.
La población finisecular se repartía en las provincias de Panamá -77.857
habitantes-, Los Santos -56.900 habitantes-, Veraguas -47.691 habitantes-,
Chiriquí -44.695 habitantes-, Colón -42.547 habitantes- y Coclé -41.364 habi-
tantes-. Los distritos más poblados de la provincia de Panamá eran: Panamá
-24.159 habitantes-, Chorrera -7.251 habitantes- y Emperador -5.740 habitan-
tes-. Los distritos más populosos de la provincia de Los Santos eran: Los Santos
-7.231 habitantes-, Las Tablas -6.211 habitantes- y Pesé -5.640 habitantes-. En
la provincia de Veraguas los distritos con más población eran: Santiago -11.423
habitantes-, Soná -6.018 habitantes- y Cañazas -4.780 habitantes-. Eran distri-
tos más poblados de la provincia de Chiriquí: David -13.419 habitantes-, Dolega
-5.791 habitantes- y Alanje -5.241 habitantes-. Se perfilaban como los distritos
más dotados de gentes en la provincia de Colón: Colón -13.203-, Bocas del Toro
-9.250- y Portobelo -4.965-. A tiempo que los de la Provincia de Coclé eran:
Penonomé -15.200-, La Pintada - 6 . 4 9 3 - y Aguadulce -5.379-.
93
i ALFREDO FIGUEROA
_j
Importaciones y exportaciones
El departamento de Panamá se caracterizaba por sus considerables importacio-
nes de productos manufacturados y por contar con algunas exportaciones como
banano - d e la comarca de Bocas del Toro-, café -sobre todo de la provincia de
Coclé-, cacao, caucho, tagua, maderas de ebanistería, maderas de tinte, concha
nácar, carey, zarzaparrilla, ipecacuana, cueros, pieles, tabaco, productos de la caña
de azúcar y cereales.
Además, las provincias de Chiriquí, Veraguas, Coclé y Los Santos exporta-
ban reses a Costa Rica. Existían, por añadidura, pequeñas industrias fabriles como
las hilanderías de Santiago de Veraguas para el consumo del departamento.
Ganados
El departamento de Panamá atesoraba 164.795 cabezas de ganado vacuno: 39.132
en la provincia de Veraguas; 38.467 en Los Santos; 35.261 en Chiriquí; 26.823 en
Coclé; 22.740 en Panamá y 2.372 en Colón.
Poseía el departamento 83.044 cabezas de ganado porcino: 34.820 en Los
Santos; 19.906 en Veraguas; 14.592 en Chiriquí; 5.495 en Panamá; 4.617 en Coclé;
y 3.614 en Colón.
En punto a ganado caballar, en el departamento de Panamá habían 34.390
cabezas repartidas así: Chiriquí 15.478, Los Santos 7.428, Coclé 4.580, Panamá
3.524 y Colón 1.044.
Respecto a ganado cabrío, sólo tres provincias del departamento de Pana-
má albergaban algunas cabras, a saber, Los Santos 10.005, Coclé 666 y Panamá
651, las cuales, sumadas, arrojaban la cifra de 12.223. Conviene precisar que Pa-
namá perdió gran parte de su ganado a raíz de la Guerra de los Mil Días —1899-
1902- y que tardó en reponerlo hasta la década de 1940.
Minería
Entre las minas denunciadas de 1887 a 1898,369 eran de oro, 66 de manganeso, 4
de plata, 4 de cobre, 1 de cinabrio.
Salinas
Se encontraban en explotación las de Aguadulce. Sin embargo, existían otras.
Telégrafos y teléfonos
El recorrido de las líneas telegráficas y telefónicas se extendía a lo largo de 719
kilómetros.
94
EL DEPARTAMENTO COLOMBIANO DE PANAMÁ A FINES DEL SIGLO DIECINUEVE
E INICIOS DE LA VIGÉSIMA CENTURIA
Grandes empresas
La principal era el ferrocarril transístmico -establecido a partir de 1855- bajo
dominio privado norteamericano. También destacaba la Nueva Compañía del
Canal de Panamá -francesa- provista de oficinas allí. Asimismo conviene men-
cionar a la Empresa del Tranvía Eléctrico de Panamá -británica-, fundada en
1892.
Existían, además, algunas empresas de navegación de buques menores para
tráfico local en el Pacífico entre Panamá y Chiriquí. La Darién Gold Mining
Company tenía servicio de vapor entre Panamá y Yaviza en el Darién.
Fomento
Durante todo el siglo XIX, se proyectó construir un acueducto para la Ciudad de
Panamá.
95 1
ALFREDO FIGUEROA
Agencias de vapores
En este rubro prevalecen los burgueses alógenos frente al patriciado de la Ciudad
de Panamá, que figura en la persona de Julio Arias, agente de la Royal Mail Steam
Company. Entre los agentes no autóctonos pueden citarse dos hebreos: Henry
Ehrman, apoderado de Wells, Fargo y Compañía y M. Fidanque e hijos, represen-
tantes de "La Veloce", Compañía Italiana de Vapores. A su lado, aparecen tres
ciudadanos extranjeros que regentan otras compañías británicas, norteamerica-
nas y españolas.
Agencias postales
Aquí, la burguesía de la Ciudad de Panamá pareciera dominar frente a los agentes
colombianos y británicos a través de la representación de agencias postales hispa-
noamericanas del Perú -Julio Arias-, de Guatemala -Belisario Arango-, de Nica-
ragua, El Salvador y Honduras -Federico Boyd-.
96
EL DEPARTAMENTO COLOMBIANO DE PANAMÁ A FINES DEL SIGLO DIECINUEVE
E INICIOS DE LA VIGÉSIMA CENTURIA
Agencias varias
Imperan, en esta ocasión, los mercaderes hebreos por lo que reza al elíxir de ca-
cao -Brandon-, a las cajas fuertes -Brandon-, a las aguas de mesa -Branden-, al
whisky -Brandon-, a la pólvora -Brandon-, a las bicicletas - D e Lima-, a las má-
quinas de coser -Cardoze-, a los vinos -Brandon-, a los bizcochos -Brandon-, a
los pianos -Cardoze- y a la cerveza -Brandon-.
Los comerciantes panameños aparecen excepcionalmente en lo atinente a
la cerveza -Lewis- y a la venta de libros -Remón-. El resto de quienes venden
productos como cognac, elíxir de coca, revistas, máquinas de coser o medica-
mentos son de cuna española, francesa y colombiana, más bien cartagenera -José
Narciso Recuero-.
Establecimientos prendarios
De las tres oficinas que existían, un panameño -Manuel Jaén- atesoraba una,
frente a un español -José Canela- y un cartagenero -León Montilla-.
Casas de comisiones
En éstas se distinguen tanto panameños - d e Obarrio, Alfaro, Arce- como comi-
sionistas y corredores colombianos -Recuero e Hincapié-, cartageneros y
antioqueños.
Casas de comercio
De casi un centenar de establecimientos comerciales, la mayoría los administran
burgueses hebreos - 2 1 , 3 % - como Ascoli Hermanos -"La Ville de París", almacén
97!
ALFREDO FIGUEROA
rrotes; José C. Monteverde, vinos italianos, licores; Nicolás Ardito, licores, aba-
rrotes, entre otros.
Entre los comerciantes alemanes se podría mencionar a los hermanos Car-
los y Osear Müller, propietarios de almacenes de novedades, de joyería y óptica.
Por último, figuran algunos comerciantes estadounidenses, latinoamericanos y
colombianos, sobre todo procedentes de Cartagena y de Antioquia.
Droguerías y boticas
Aproximadamente el 94% pertenece a farmacéuticos extranjeros -alemanes, italia-
nos, franceses, españoles e incluso colombianos de Cartagena y de Antioquia-. En-
tre los pocos panameños aparece el médico codesano, educado en Bogotá, doctor
Santos Aguilera, propietario de la farmacia "La Esperanza", ubicada en la arrabalera
Plaza de Santa Ana.
Fábricas
Se da un equilibrio entre panameños y extranjeros. Los subditos foráneos mono-
polizan las de aguas gaseosas, cola y sodas -cuyo dueño es el alemán Kóhpcke-,
una de baúles -del español S. Vidal-, la de chocolate y café molido, a vapor -del
español Gervasio García-, la de café molido y piedra picada -del español Ma-
nuel Pérez Iglesias-, una de jabones y aguas de olores -del español Manuel
Caballero López-, otra de jabones -del cubano-español Y. Preciado-, algunas
de licores -regidas por el italiano Carlos Carbone o el francés G. I. Marciacq- y
una de sellos de caucho -del doctor Charles H. Utter-. Entretanto, ciertos bur-
gueses istmeños animan fábricas de baúles -como Baldomcro Méndez-, de cer-
veza -Enrique Lewis, secundado por su socio Alsdorff-, varias de licores, de-
99
ALFREDO FIGUEROA
Hoteles
Ningún burgués autóctono posee hoteles en la Ciudad de Panamá. De los cinco
existentes en las postrimerías del decimonono, presumiblemente cuatro pertene-
cen a europeos - d e Italia, España, Francia y Estados Unidos-.
Fondas
De las nueve fondas, siete son regidas por subditos chinos y sólo dos las manejan
ciudadanos del país.
Cantinas principales
El 6 1 % de sus dueños es de origen extranjero -más bien italiano, francés, español
e iberoamericano—, aun cuando existen propietarios locales y algunos colombia-
nos.
Billares
Más de la mitad los poseen individuos de cuna extraña al departamento de
Panamá.
100
EL DEPARTAMENTO COLOMBIANO DE PANAMÁ A FINES DEL SIGLO DIECINUEVE
E INICIOS DE LA VIGÉSIMA CENTURIA
Ferrocarril de Panamá
Otorgaba suma nombradla estar asociado a la nómina de la Compañía del Ferro-
carril de Panamá, empresa privada norteamericana, establecida allí a mediados
del decimonono. Si ningún panameño o colombiano tenía la honra de aparecer
en la planilla de Nueva York, donde brillaba el nombre del abogado William Nelson
Cromwell, muy actuante en la venidera secesión y en los años posteriores de la
primera república, varios notables del Istmo son susceptibles de espigarse en su
lista de empleados, como Pablo Arosemena de Alba, su abogado en Panamá, José
Agustín Arango, agente especial, J. B. Arango, secretario del agente de fletes, M. J.
Diez, ayudante del cajero en Panamá, C. R. Zachrisson Vallarino, examinador de
documentos de embarque en tránsito y local, Adolfo Jiménez, Alejandro Remón,
Archibaldo Boyd, Rodolfo Pérez, empleados de los muelles, y Fabio Arosemena,
almacenista.
Un hombre de leyes de la clase media -Francisco Ardila- insurge como
jurisconsulto en la capital de Panamá de la célebre compañía. También son visi-
bles algunos colombianos muy conocidos como Miguel de la Espriella, cartagenero,
abogado en Colón, Manuel Amador Guerrero, cirujano en la Ciudad de Panamá,
y Luis Uribe, empleado de los muelles allí.
Evidentemente, al lado de los funcionarios panameños y colombianos aca-
bados de citar, trabajan muchos norteamericanos como el superintendente, su
ayudante, el cajero, unos capitanes, ingenieros, mecánicos, comisarios, secreta-
rios, telegrafistas, apuntadores y empleados de los muelles, entre otros; varios
estuvieron comprometidos de lleno en la separación del 3 de noviembre de 1903
a guisa de conspiradores de la jornada.
Teléfonos
Administraba la empresa telefónica Ernesto Lefevre de la Ossa, perteneciente al
patriciado citadino.
Lotería de Panamá
Iniciada en 1882, esta concesión fue hecha a favor del ciudadano cubano-norte-
americano José Gabriel Duque. Contó, entre los miembros de su junta directiva,
a colombianos, españoles, franceses y hebreos. Entre su personal administrativo
se distingue el notable Miguel Cucalón como subgerente y cajero.
Ingenieros
De los cuatro ingenieros actuantes en la Ciudad de Panamá, la mitad dice tener
relación con la élite urbana y mientras el 50% estaría constituido por extranjeros.
No se registran ingenieros que emanen de la clase media.
Médicos
Veintidós médicos ejercerían su profesión en Panamá a fines del decimonono, a
diferencia de lo que ocurrió a inicios de la época de unión a Colombia cuando los
facultativos no llegaban a cinco. De éstos, 13,6% proceden del patriciado criollo y
13,6% de los grupos dominantes rurales. Sólo 4,5% emanaría de la clase media
frente a 27,2% de la clase alta. 18,2% son de origen colombiano, 18,2% son euro-
peos y hay 9,1% de extranjeros de otro origen.
Como en el caso de los abogados, los facultativos colombianos abundan
en unión de los europeos y galenos foráneos. A diferencia del reclutamiento de
los abogados -dentro de los cuales más de la mitad es de clase media-, se percibe,
entre los médicos, mayor concentración de galenos de clase alta.
102
EL DEPARTAMENTO COLOMBIANO DE PANAMÁ A FINES DEL SIGLO DIECINUEVE
E INICIOS DE LA VIGÉSIMA CENTURIA
Dentistas
De los seis odontólogos mencionados, el grueso es extranjero o colombiano, sal-
vo un panameño apellidado Ardila.
Farmacéuticos
Veintiséis farmaceutas se cuentan en la Ciudad de Panamá finisecular. De éstos, la
mitad sería panameña, y los dos cuartos restantes se dividirían en europeos y
colombianos.
Cónsules
Múltiples cónsules y vicecónsules -aparte de los extranjeros- emanan de la clase
alta panameña coetánea -Arias, Boyd, De la Ossa, Arango- junto a mercaderes
hebreos de la plaza -Ascoli, Levi-Maduro, Jesurún, Fidanque, Ehrman-.
Club Internacional
Su junta directiva para 1898 revela el predominio de la burguesía criolla unida a
elementos extranjeros y a la burguesía hebrea. Figuran como miembros rectores
personas de las familias Arosemena, Arango, Jiménez, Vallarino, De la Ossa,
Pacheco y Uribe en compañía de un burgués alemán y del comerciante judío
sefardita Arturo Delvalle.
Club McCord
Asociación de señoritas, casi en su totalidad discípulas de la educadora Mary
McCord, quien rigió los destinos del Colegio "La Esperanza", sus socias practi-
caban obras de caridad y se divertían con paseos y juegos de prendas. Se trata
de una institución conformada por doncellas del patriciado y de una clase me-
dia alta asociada a ésta. No figuran damiselas hebreas. Aparte de los rancios
apellidos criollos dieciochescos, figuran damas istmeñas de ancestro colombia-
no -Santodomingo, Recuero, Ucrós, Galindo-.
Club Musical
Entidad femenina -de señoras y señoritas- reproduce rasgos similares al Club
McCord, como que sus integrantes proceden de la clase alta urbana y de una clase
103;
ALFREDO FIGUEROA
media alta asimilada a la primera. A semejanza del Club McCord, las damas de
origen cartagenero abundan -Recuero, Ucrós, Araújo, Amador-.
Otros clubes
Tanto el Club Panamá como el Club Progreso del Istmo no son sedes de la élite.
En efecto, integran asociaciones de cariz popular. Muchos de sus apellidos ema-
nan del Arrabal de Santa Ana -Dorado, Botello, Algandona, Escobar, Casis-. Por
ende, encarnan clubes de la clase trabajadora.
Sociedades diversas
Cuatro sociedades existían en la Ciudad de Panamá en las postrimerías del siglo
diecinueve. Dos agrupaban a ciudadanos foráneos -españoles e italianos-. Una
aglutinaba a obreros y artesanos -la Sociedad de Artes Unidas-. Entre sus miem-
bros se encuentran apellidos santaneros inconfundibles -Botello, Murillo-. En
segunda instancia, emerge una Sociedad Protectora de Empleados "La Coopera-
tiva", presidida por burgueses -Ehrman, De la Ossa y García de Paredes-.
104
EL DEPARTAMENTO COLOMBIANO DE PANAMÁ A FINES DEL SIGLO DIECINUEVE
F. INICIOS DE LA VIGÉSIMA CENTURIA
105 i
ALFREDO FIGUEROA
106
EL DEPARTAMENTO COLOMBIANO DE PANAMÁ A FINES DEL SIGLO DIECINUEVE
E INICIOS DE LA VIGÉSIMA CENTURIA
io/!
ALFREDO FIGUEROA
manipulaban y competían con Bogotá, los burgos del interior, sumidos en mani-
fiesta pobreza, no llegaron a rivalizar, ni remotamente, con la Ciudad de Panamá,
que ejercía, respecto de esas aldehuelas, un imperialismo interno. No florecieron,
pues, tres o cuatro centros urbanos distintos de la capital, dotados de vigorosa
independencia y pujantes, como acaeció en varias latitudes de América. Hubo, en
efecto, relaciones bien desiguales entre la faja transístmica y el hinterland a medi-
da que agonizaba el siglo diecinueve, al compás del desarrollo del capitalismo.
Demografía
A la luz de las investigaciones incoadas por el doctor Ornar Jaén Suárez, es paten-
te el vacío demográfico de Panamá durante el siglo diecinueve. Si, utilizando una
frase clásica de Pierre Chaunu, se necesitan 45 habitantes por kilómetro cuadra-
do para que se roce con el nivel de civilización más grosero, el Istmo llega, a
mediados del diecinueve, a poseer un solo habitante como densidad, lo cual es
cifra de alarmante subdesarrollo. Además, las enfermedades endémicas tropica-
les (que no existen en las zonas templadas y frías de Colombia) y pésimas condi-
ciones de higiene provocarán fortísima mortalidad, de suerte que el esfuerzo de-
mográfico deberá ser intenso para que exista crecimiento natural. A diferencia
del siglo veinte, el diecinueve, como la colonia, fue el reino de una sociedad
valetudinaria y enferma. La enfermedad biológica y social ha sido estudiada
científicamente y en filigrana por el antedicho geógrafo en varias obras. La cruza-
da contra la mortalidad y la morbilidad debió ser heroica desde 1904. Es posible
que la esperanza de vida al nacer no sobrepasase los treinta años hasta esa fecha.
He aquí las densidades por kilómetro cuadrado de Panamá en el siglo die-
cinueve: 1,2 en 1803; 1,6 en 1842; 1,8 en 1851; 2,8 en 1870; y 4,0 habitantes en
1896. A despecho de cifras tan melancólicas, el siglo diecinueve fue la pasarela
que condujo de la penuria demográfica del XVII -densidades de 0,3 habitantes
por kilómetro cuadrado en 1607; 0,4 en 1640; 0,5 en 1691-y del XVIII-densida-
des de 0,7 en 1736; 1,0 en 1778, y de 1,1 en 1790-a la explosión demográfica del
siglo actual que nos transporta a un país con densidades de aproximadamente 38
habitantes por kilómetro cuadrado -en 2000-, lo cual nos aproxima, lentamente,
a las de Enrona a fines de la Edad Media. Por tanto, claramente asistimos a un
despegue poblacional que hace aumentar la suma de habitantes de 87.312 -en
1803-a 311.054-en 1896-.
En 1803, postrimerías del coloniaje, las provincias de mayor importancia
demográfica eran las de Panamá -18.441 habitantes-, seguida por Veraguas -
18.126 habitantes-, Los Santos -13.280 habitantes-, Coclé -12.831 habitantes-,
Herrera -10.560 habitantes-, Chiriquí -9.664 habitantes-, Colón -2.923 habi-
tantes- y Darién -1.579 habitantes-.
Hacia 1843, época de grave decadencia comercial de las ciudades termina-
les, Veraguas, hecho insólito, supera a Panamá, ya que frisa los 29.184 habitantes
frente a las 19.994 almas de la segunda. Casi iguales a Panamá, figuran Coclé
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EL DEPARTAMENTO COLOMBIANO DE PANAMÁ A FINES DEL SIGLO DIECINUEVE
E INICIOS DE LA VIGÉSIMA CENTURIA
-18.415 individuos- y Los Santos -18.345- las cuales, como Herrera -14.508 ha-
bitantes-, mantienen ritmos de crecimiento apreciables que reproducen aún la
situación que se perfila desde la colonia. Chiriquí supera, por primera vez, a
Herrera al contar con 14.764 ciudadanos, en tanto que Colón -3.257 habitantes-
arroja mediocre número de seres y Darién se despuebla -1.207 habitantes-. Bo-
cas del Toro aparece con sólo 595 individuos.
Por 1870, el escenario cambia bruscamente, pues Veraguas no impera a
nivel demográfico. Panamá, gracias a las migraciones externas e internas propi-
ciadas por la construcción del ferrocarril transístmico y al Gold Rush
californiano, lleva la delantera -39.610 habitantes- sobre aquélla -37.210-.
Chiriquí luce como la tercera provincia más poblada -32.440 almas-, usurpán-
dole su hegemonía a Coclé -31.888- y Los Santos - 2 3 . 2 2 5 - que comienza a
decaer en importancia. Colón, cuya economía disfruta de esplendor, salta de
un lugar baladí - e n 1843- a un puesto más conspicuo -17.345 habitantes-
que la coloca antes que Herrera -16.730-. Mientras que la distancia entre
Darién - 7 . 4 2 1 - y Bocas del Toro - 5 . 2 5 0 - se achica.
A fines de siglo, en 1896, la Provincia de Panamá sigue manteniendo el
primer lugar -64.428 habitantes-. Veraguas reconquista el segundo escaño -
47.691-. Chiriquí continúa siendo la tercera -44.695-, como que acumula más
istmeños que Coclé -41.364-. La quinta, Colón, se beneficia -33.297- cada vez
más de las economías de servicios. Casi homologa a ésta, Los Santos -33.015-
supera a Herrera -23.885-. Darién -10.329- sigue, por última vez, más poblada
que Bocas del Toro -9.250-.
El cambio notorio, experimentado en el decimonono, dice relación con el
crecimiento vertiginoso de las ciudades terminales. Así, la capital del Istmo pasa
de 5.000 individuos en 1851 a 10.000 en 1852 y, luego, a 30.000 en 1885. Colón de
800 en 1851 a 8.000 en 1852 y a 15.000 en 1885. En consecuencia, si durante la
primera mitad del diecinueve, el crecimiento demográfico de las provincias del
interior fue sostenido en detrimento de la zona de tránsito, la tendencia será in-
versa a partir de 1850, a favor de las ciudades terminales.
Política
La gran conquista del diecinueve radicó en la movilización efectiva de las masas
populares y su gradual incorporación y participación en los asuntos de la cosa
pública. Anatema cien años antes, o en el albor de la decimonovena centuria, el
pueblo conformado por los descendientes de los esclavos libertos y por segmen-
tos de las poblaciones mestizas, hispanas y extranjeras afincadas, inicia a cambiar
de voz. Es evidente que tamaña mutación no hubiese calado sin episódicos brotes
de violencia y sangrientas asonadas. Creemos, honestamente, que el tumultuoso
período federal -1856-1886- fue el gran experimento hacia la democracia tron-
chado por Rafael Núñez, el regenerador.
109 l
ALFREDO FIGUEROA
Clases sociales
Una estructura de estratificación social piramidal, con base en extremo ancha, va
a caracterizar al siglo diecinueve panameño. ínfima clase alta, fragilísima clase
media y arrolladores sectores populares dan la tónica. En Ciudad de Panamá pri-
van, dentro de los grupos privilegiados, la burguesía comercial autóctona - n u n -
ca la agraria, ni la industrial- y una burguesía internacional heteróclita, sensible-
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EL DEPARTAMENTO COLOMBIANO DE PANAMÁ A FINES DEL SIGUÍ DIECINUEVE
E INICIOS DE LA VIGÉSIMA CENTURIA
mente más opulenta que la primera, aunque su aliada episódica. Son los merca-
deres y empresarios extranjeros los que dominan y usufructúan, invariablemen-
te, las bonanzas sucesivas.
En muchos rincones de Colombia, la aristocracia agraria y la burguesía
rural gozarán de innegable prepotencia, por conducto de sus fanáticos y obtusos
gamonales y caciques. En Panamá, desde el comienzo, las capas vinculadas al
sector terciario son particularmente vigorosas y dinámicas. Ellas defenderán, hasta
la obsesión, el proyecto liberalísimo de transmutar a su patria en una "feria co-
mercial" o "emporio" merced a la implantación de un ferrocarril transístmico o
de un canal interoceánico que permitan una más expedita circulación de las mer-
cancías a través de la estrecha garganta del Istmo central, idea precursora de infi-
nidad de realizaciones tan actuales como la Zona Libre de Colón y el Centro
Bancario y Financiero Internacional, entre otras. También combatirán con de-
nuedo el férreo proteccionismo económico de Bogotá clamando por el más re-
suelto liberalismo.
Ganará aquí la contienda esa clase de comerciantes y rentistas capitalinos,
a diferencia del resto de Colombia, donde la batalla favoreció a los mineros y
plantadores de café, cacao, tabaco y añil, a los ganaderos y a los diversos hacenda-
dos, en detrimento de los enfurruñados artesanos, casi siempre proscritos. Sólo
en ciertas regiones triunfarán los tenderos y mercaderes, químicamente puros,
uncidos a las economías capitalistas internacionales. En otras comarcas, surgen
combinaciones originales de grupos dominantes a la vez mercantiles, mineros,
agrarios y con proclividades industrializadoras -el caso de Antioquia-. La cúpula
de Ciudad de Panamá absorberá, a veces, ciertas unidades dominantes de Veraguas,
Chiriquí, Coclé y Azuero, las cuales integrarán la élite urbana, en maridaje con
elementos extranjeros sedimentados.
Bien distinta de la actual será la clase media in ovo. Menos profesional,
menos ilustrada, más artesanal, más parasitaria y modesta. Sin embargo, probará
su combatividad, en las plazas y calles, unida a las masas populares, por ministe-
rio de sus levantiscos caudillos y adalides, expertos en golpes de cuartel, quienes
aseguran a sus copartidarios el monopolio de algunos empleos públicos en la
administración civil y militar. Pequeña burguesía urbana, clara, mestiza, mulata
y de color, hostil al blanquerío de San Felipe, celosa de sus menudos privilegios
adquiridos al compás de las transformaciones del Estado colombiano, cancelada
la primera mitad del siglo, al regir el federalismo. Ella no vacilará en mandar, al
Senado y a la Cámara de Representantes de Bogotá, sus más aguerridos exponen-
tes. Asimismo, existirá en la campiña un colchón de categorías mesocráticas bas-
tante deleznable: pequeños artesanos y tenderos, medianos propietarios, maes-
tros, agricultores antaño prósperos y pauperizados, funcionarios de tono menor,
oscuros jueces y grises notarios y burócratas que conformarán el germen de la
petite bourgeoisie provinciana.
ni
ALFREDO FIGUEROA
El enorme peso del pueblo -quizás más del 90% del total- constituido por
los pescadores, los campesinos indigentes, los jornaleros, los artesanos, el prole-
tariado y el lumpen proletariado. En plurales ocasiones, tanto en la urbe como en
el interior, las masas explotadas manifestarán su violencia e inconformidad en
movimientos sociales, dignos de pormenorizado examen, que van de la revolu-
ción de castas -1830-, dirigida por el general José Domingo Espinar, la eferves-
cencia popular que acompaña a la finalización de los trabajos del ferrocarril
-1856-, las revueltas de los labriegos parvifundistas de Azuero, el permanen-
te bamboleo de los gobiernos federales, las huelgas proletarias cumplidas
durante el canal francés, hasta la unánime y multitudinaria explosión de la
guerra de los Mil Días (1899-1902).
Educación
Comparado con el Panamá contemporáneo, el país del diecinueve no superó la
crisis educacionista heredada de la colonia. En efecto, los primeros cincuenta años
posteriores a la independencia de España se perdieron, grosso modo, por lo que
respecta a la instrucción pública. Operando un balance sumarísimo de los 320
años del coloniaje hispano y su aporte a la superación cultural, diremos que la
idea de educación fue sumamente elitista, no enderezada a las masas y los niveles
de escolaridad ridículos. Este lastre no lo superará Panamá sino en la época repu-
blicana. Mientras que varias regiones de Colombia demostrarán capacidad y vo-
luntad de cambio, desde la primera mitad del siglo diecinueve -pienso en los
actuales departamentos de Cundinamarca y Antioquia, a guisa de casos intere-
santes-, el Istmo no va a distinguirse por su celo de sembrar, por toda su geogra-
fía, escuelitas primarias y colegios secundarios de nota. Esta carencia sirve para
explicar rasgos de incultura contra los cuales tendrán que batallar varias genera-
ciones de maestros en plena vigésima centuria.
Vencido, parcialmente, el analfabetismo, aún hoy apreciamos, tanto en las
ciudades como en la campiña, prejuicios coloniales contra las manifestaciones de
la cultura superior y dejación hacia el libro que no sea texto obligado. Todo ello
corrobora la idea de que persisten actitudes y posturas de antiquísima data en la
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El, DEPARTAMENTO COLOMBIANO DE PANAMÁ A FINES DEL SIGLO DIECINUEVE
E INICIOS DE LA VIGÉSIMA CENTURIA
Religión
En el terreno de la religión, podríamos adelantar, a grandes rasgos, que rige el
catolicismo, tal como fuera injertado por los colonizadores hispánicos, mezclado
con el sincretismo animístico que resulta de la fusión de las civilizaciones africa-
nas y aborígenes. Fenómenos de transculturación, aculturación y deculturación
acelerarán cierto fervor aún militante y vivaz, en las poblaciones dominadas del
Istmo, las cuales adaptarán la fachada tropicalizada del cristianismo de la
Contrarreforma, que persistirá, en éstas, más arraigado que en algunos núcleos
rectores. Una porción de los urbanos, a fines de siglo diecinueve -según el testi-
monio de varios viajeros- practica un agnosticismo y un escepticismo, definiti-
U3l
ALFREDO FIGUEROA
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F INICIOS DE LA VIGÉSIMA CENTURIA
H5
ALFREDO FIGUEROA
social. De modo que la inestabilidad afectó tanto a la urbe como al agro con grave
perjuicio para el adelanto y fomento del Istmo. Las bajas ocasionadas por las
refriegas entre las huestes campesinas comandadas por los señores de la tierra y el
ejército federal autóctono, el saqueo crudelísimo e inmisericorde de las propie-
dades rústicas, la desenfrenada matanza del ganado vacuno, caballar y porcino
por las tropas de ambos bandos, la destrucción de los cultivos, el estado perenne
de caos e incertidumbre, impidieron, ciertamente, un sostenido desarrollo de la
campiña y la ciudad. Adivino la dolorosa paradoja de un federalismo que no
trajo consigo desenvolvimiento óptimo ni progreso sin paralelos, como lo presa-
giaba el esquema equilibrado de Justo Arosemena. La mayor parte del presupues-
to se consagró al gasto militar. Y, finalmente, ni caminos ni vistosas escuelas fue-
ron edificados.
A diferencia de otros Estados Soberanos, cuya clase dirigente desató el cre-
cimiento integral de sus potencialidades e instituciones, acrisolándolas,
vigorizando las industrias, impulsando la instrucción pública, elevando el nivel
de vida, acendrando la cultura cívica de las masas, Panamá no logró esos objeti-
vos. Es evidente que, durante los años ulteriores -1886-1903-, signados por el
férreo despotismo centralista, tampoco alcanzaría a avanzar con paso firme.
Tamaña frustración económica, social y política, exacerbada por el desastre apo-
calíptico de la Guerra de los Mil Días, es la herencia ominosa de atraso que hipo-
teca el despertar de la república independiente en la tarde del 3 de noviembre de
1903.
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EL DEPARTAMENTO COLOMBIANO DE PANAMÁ A FINES DEL SIGLO DIECINUEVE
E INICIOS DE LA VIGÉSIMA CENTURIA
Las letras
Estertores del neoclasicismo, retórica y lágrimas del romanticismo, atisbos del
realismo, expresiones del naturalismo, destellos del modernismo, jalonan el siglo
diecinueve panameño. A pesar del crecido número de analfabetos, bulle algo que
se está esfumando en Panamá: la traviesa poesía popular y otra cosa que neutra-
lizó la televisión: la candente oratoria política en plazas y campos. Los modelos
literarios, que dominan el siglo, son colombianos, españoles y franceses. El ensa-
yo y la prosa, preñados de esas influencias, lograron victorias duraderas a través
de los cálamos de Mariano Arosemena -1794-1868-, Justo Arosemena —1817-
1896-, José de Obaldía -1806-1889-, Manuel José Pérez -1837-1895-, Pablo
Arosemena de Alba -1836-1920-, Manuel Toribio Gamboa -1840-1882-, Do-
mingo Arosemena Quesada -1819-1886-, y el primer Belisario Porras —1856-
1942-, además de Nicolás Victoria Jaén -1862-1950-, Ramón Maximiliano Valdés
-1867-1918-, Narciso Garay Díaz-1876-1952-y otros varones nacidos en el últi-
mo cuarto de la centuria. En el cuento, destacan Salomón Ponce Aguilera —1868-
1945-y Darío Herrera-1870-1914-. En la novela, Gil Colunje-1831-1899-. En el
teatro, Víctor de la Guardia y Ayala -1772-1824-, quien estrena en Penonomé, año
de 1809, La política del mundo, y José María Alemán -1830-1887-, autor de Amor
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ALFREDO FIGUEROA
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E INICIOS DE LA VIGÉSIMA CENTURIA
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Se da, pues, tanto una presencia como un influjo y una injerencia norteamerica-
nas en Panamá aproximadamente más de medio siglo antes de la separación de
1903, por obra del fundamento legal contenido en el Tratado Mallarino-Bidlack
-1846-, del inicio de las migraciones suscitadas por la fiebre de oro en California
-1849-, del ferrocarril transístmico - 1 8 5 5 - y del desarrollo económico y comer-
cial de Estados Unidos.
Como hemos señalado con anterioridad, la construcción de un ferrocarril,
de un camino carretero o de un canal a través del Istmo de Panamá había sido
una idea obsedente de los negociantes panameños durante la primera mitad del
siglo diecinueve. En cierta forma, la inauguración del ferrocarril, en 1855, repre-
sentó el cumplimiento de una utopía: la de la feria comercial que va a concretarse
durante ese período gracias a los años dorados de la California durante los cuales
la economía transístmica floreció ampliamente. Después de treinta angustiosos
años de miseria, el país va a recobrar, en parte, el esplendor de antaño y las ciuda-
des de Panamá y Colón conocerán un apreciable intento de modernización. Este
esplendor se percibirá, aun, en algunas regiones del agro que recibirán el benéfico
influjo de la bonanza. Auge, como siempre en Panamá, efímero, pero bienvenido
después de tantas décadas de involución y de estancamiento.
Además, la segunda mitad del siglo diecinueve ve surgir el sistema
bipartidista colombiano constituido por el Partido Conservador y el Partido Li-
beral. En Panamá, serán conservadoras fracciones de las élites económicas y so-
ciales -hacendados, grandes rentistas urbanos y rurales, la burocracia guberna-
mental finisecular, el clero y gran parte de la burguesía citadina- y serán liberales
las masas populares, la pequeña burguesía, el campesinado minifundista de Azuero
y algunas unidades de la burguesía urbana. Panamá fue, más bien, un departa-
mento de mayorías liberales. Es innegable que el liberalismo imperó en Panamá
de 1856 a 1886 alo largo délos gobiernos del Estado Soberano de Panamá-1863-
1886-. Luego, se dio una serie de gobiernos conservadores -1886-1903-.
En la República, el proyecto liberal se fortaleció y cristalizó a partir de las
administraciones de Belisario Porras -1912-1924- con la formulación de nuevos
códigos, creación del Registro de la Propiedad, creación de los Archivos Naciona-
les, gran impulso dado a la educación pública y edificación de hospitales, cons-
trucción de una red vial aceptable que uniera la capital a ciertos puntos del hin-
terland, inauguración de ferrocarriles provinciales -en Chiriquí, por ejemplo-.
Es decir, Porras materializó gran parte del programa ideado por los liberales clá-
sicos del siglo diecinueve en una época en que Colombia aún vivía bajo la hege-
monía conservadora (1886-1930).
Respecto de los años de recesión o de inopia, después de la independencia
de España, éstos casi engloban medio siglo si sumamos la gran depresión econó-
mica posindependentista -1824-1849-, la recesión posterior a la California—1869-
1879- y la etapa de bancarrota ulterior al canal francés -1889-1903-. Ciclo enor-
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ALFREDO FIGUEROA
CONCLUSIÓN
A partir de 1903, se trastoca el desarrollo anterior panameño que había girado,
en la zona de tránsito, en torno al ferrocarril. Bruscamente, se inicia la era del
canal. Paralelamente se crea, según declaramos, la Zona del Canal, territorio ad-
m i n i Q t r a r l r í n n r u n a n B p r n a r l n r n o r t p a m p r i r ^ n n KTarp u n pnrlcivp mií=> r l n r a r á al-
rededor de un siglo. Se busca, con esto, que el orden canalera no sea perturbado.
Y, en este enclave, surge una sociedad (denominada "zoneita") totalmente distin-
ta a la panameña. Esta sociedad de la Zona del Canal influirá a la sociedad
anfitriona a través de relaciones desigualitarias ya que la primera representa a la
nueva metrópoli mientras que la segunda pertenece a la periferia del sistema ca-
pitalista. También tendrá efectos deformantes en la naciente conciencia nacional
que recibirá influjos negativos que retardarán, en muchos casos, la eclosión de
imperativos nacionales. En materia salarial, se establecerán relaciones de discri-
minación entre los emolumentos pagados a norteamericanos y los salarios de los
antillanos y los panameños -gold roll y silver roll-. Una concepción de apartheid,
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EL DEPARTAMENTO COLOMBIANO DE PANAMÁ A UNES DEL SIGLO DIECINUEVE
E INICIOS DE LA VIGÉSIMA CENTURIA
importada del Sur de Estados Unidos, regirá en la Zona del Canal y generará
nuevas formas de discriminación racial en Panamá.
Entonces, es evidente que estamos ante una clara ruptura respecto de la
sociedad panameña anterior y que se trata de cambios irreversibles que diferen-
ciarán a la sociedad emergente respecto del Panamá decimonónico. La última
década del siglo diecinueve presencia momentos de desolación y bancarrota ya
que se frustraron tanto el autonomismo político como el progreso económico
inherente al fracasado proyecto canalero.
Es dable examinar el año de 1898 como un hito en la historia hispanoame-
ricana. Honestamente, por lo que respecta a Panamá, la fecha marca una ruptura
dentro de una continuidad. Hay que rememorar que 1898 es el año en que acaece
la guerra de Estados Unidos contra España la cual pierde sus últimas posesiones
en el Caribe y en las Filipinas. Asimismo, 1898 significa la apoteosis de la hege-
monía norteamericana en el Caribe. Recordemos que algunos héroes populares
de la independencia de Cuba la prepararon desde Panamá -como Maceo-. En
1893, José Martí, apóstol de la independencia cubana, visita a Panamá "de paso
para las repúblicas de Centro América" según registra el periódico istmeño El
Deber.
En el caso de Panamá, opino que el año de 1898 significó una ruptura
dentro de una continuidad. ¿Por qué una ruptura?
1^3
ALFREDO FIGUEROA
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124
El Istmo de Panamá y Colombia:
de puente natural a juego geopolítico de la unión
Gustavo Montañez
INTRODUCCIÓN
Sobre las circunstancias y factores que llevaron a la separación de Panamá se han
realizado abundantes investigaciones en el mundo y en menor cantidad en Co-
lombia y Panamá, pero desafortunadamente esas investigaciones no son amplia-
mente conocidas y apenas se difunden en los círculos académicos más especiali-
zados. Eduardo Lemaitre (1971) se sorprendía de la abundancia de la investiga-
ción extranjera comparada con la colombiana e insinuaba una especie de inhibi-
ción del colombiano para abordar de modo sistemático el análisis de los hechos y
circunstancias que condujeron a esa amputación territorial de Colombia, sucedida
en uno de los períodos más trágicos y dolorosos de la historia del país.
Por fortuna, en años recientes hay signos de reactivación de la investiga-
ción historiográfica colombiana sobre Panamá, previéndose que en los años ve-
nideros las nuevas generaciones puedan conocer más sobre esa nación y sus rela-
ciones históricas con Colombia. Recordemos que en el momento de la pérdida de
Panamá la mayoría de los colombianos apreciaban y hasta admiraban ese territo-
rio, pero muy pocos lo conocían de manera directa o indirecta. Después de la
separación, de manera paradójica, la élites gobernantes del país estuvieron más
interesadas en promover el olvido de aquellos hechos. En cambio del rescate y la
incorporación del istmo panameño y su significación en la memoria colectiva de
los colombianos, optaron por el silencio y el fomento sutil de una amnesia nacio-
nal sobre este asunto. Apenas en el año 2003 se publicó en Colombia la Geografía
del Estado de Panamá elaborada por Agustín Codazzi como parte de la obra de la
Comisión Corográfica llevada a cabo a mediados del siglo XIX (Universidad Na-
cional de Colombia. Red de Estudios de Espacio y Territorio, 2002.) De otro lado,
hasta hace poco para la mayoría de panameños su historia se iniciaba en 1903, sin
125 I
I GUSTAVO M O N T A Ñ E Z
126
EL ISTMO DE PANAMÁ Y COLOMBIA:
DE PUENTE NATURAL A JUEGO GEOPOLÍTICO DE LA UNIÓN
127
GUSTAVO MONTAÑEZ
ciertos patrones de biota con datación de siete millones de años o menos revelan
una afinidad marcada entre Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Colombia
(Hernández et al., 2000). Por el Istmo llegaron a Suramérica la mayoría de los
mamíferos grandes y numerosas especies de plantas. Numerosos roedores,
primates, dentados, marsupiales, prociónidos y aves se desplazaron hacia el sur,
pero otros también lo hicieron al norte, aprovechando el mismo istmo. Todo
indica que el primer hombre americano que entró a Suramérica lo hizo siguien-
do la ruta de los grandes mamíferos herbívoros, durante el pleistoceno tardío
(Molano et al, 1996). La porción del Istmo que corresponde a la Panamá de hoy
tiene una longitud aproximada de 800 km de costa en el mar Caribe y de 1.400
km en el océano Pacífico.
Esa característica específica de Istmo, consecuencia de esa actividad geológica
que conformó la estrecha franja territorial localizada entre el mar Caribe y el océa-
no Pacífico, atrajo la atención y la codicia de olas sucesivas de conquistadores, pira-
tas, traficantes de esclavos, comerciantes coloniales y potencias extranjeras, todos
ellos extraños a este territorio pero interesados en el negocio y control del paso
entre los dos mares. La Panamá de la abundancia de peces, como era su significado
en lengua indígena, daría tránsito entre los dos mares, primero a los indígenas tra-
vés de los caminos que ellos construyeron; luego a los invasores españoles, quienes
pasarían por los caminos fangosos de la primera parte de la Colonia; enseguida al
comercio colonial que circularía por los caminos empedrados de mediados y fina-
les de este período; después, se ensayaría una comunicación bimodal, utilizando
una combinación entre caminos empedrados y movilización fluvial por el río
Chagres; más tarde daría tránsito a los aventureros buscadores de oro venidos de la
costa oriental de los Estados Unidos en su ruta hacia California.
Pocos años después, llegarían los trabajadores que construirían el ferroca-
rril iniciado en 1850. Más adelante arribarían miríadas de trabajadores de mu-
chas partes del Caribe y del mundo, contratados por la compañía francesa para la
apertura del canal iniciada en 1882. Después del fracaso de esa empresa, una vez
se produce la separación, el Istmo sería escenario de nuevas oleadas de inmigrantes,
aportantes de fuerza de trabajo para construcción definitiva del canal, ya bajo la
tutela norteamericana entre 1903 y 1914.
128
EL ISTMO DE PANAMÁ Y COLOMBIA:
DE PUENTE NATURAL A FUEGO GEOPOLÍTICO DE LA UNION
montaña localizada en la cadena de relieve rugoso que recorre la parte central del
Istmo, de oriente a occidente, y desde allí pudo divisar con indecible fascinación
las dos costas y los dos océanos, al norte y al sur del Istmo.
Decapitado Balboa, le correspondió a Francisco Pizarro, su iletrado teniente,
adelantar la exploración y conquista de la tierra allende el Mar del Sur. En efecto,
éste realizó una primera expedición fracasada en 1524, pero su insistencia le per-
mitió arribar nuevamente en 1533 a la Bahía de Panamá con los primeros millo-
nes de onzas de oro de los tesoros del Perú. De esta manera, la conquista del Perú
determinaría la historia del istmo de Panamá por cerca de doscientos años.
En adelante el control del Istmo y las posibilidades de construir un canal
entre los dos océanos se convirtieron en una de las principales preocupaciones de
la Corona española. Se dice que desde los tiempos de Carlos V existía la idea del
canal y que en 1529 había un esbozo de plan para llevar a cabo tamaña empresa
(Collin, 1990). Se cuenta también que el cronista portugués Antonio Consciente
mostró la facilidad de abrir un canal entre los golfos de Araba y San Miguel a
través de los ríos Atrato, Cacarica y Tuira; pero dada la rivalidad con Inglaterra, la
Corona española quiso mantener en secreto toda alusión a esta iniciativa y prohi-
bió hablar del tema bajo pena de muerte. De esta forma, la idea permaneció celo-
samente acallada por más de 300 años (Molano e t a l , 1996: 166).
La noción ingenua de Istmo, como una porción estrecha de tierra entre
dos océanos o mares, alcanzó en el caso concreto del Istmo de Panamá un claro
valor económico y político en razón de su potencialidad para la intensificación
de la circulación de bienes, la ampliación de los mercados y el control de los
territorios. Desde el arribo de los primeros invasores españoles, los habitantes del
Istmo de Panamá fueron sometidos a presiones de fuerzas externas interesadas,
primero, en la aceleración y control del comercio colonial y, siglos más tarde, en
la fluidez y control del comercio industrial. Durante la Conquista y la Colonia el
Istmo cumplió además un importante papel en la estrategia española de copar el
acceso a los territorios ricos en oro y plata en América y garantizar el traslado de
estos metales preciosos a España. Nombre de Dios, en el Caribe panameño, hizo
parte de un reducido número de puertos de salida y entrada de mercancías que la
Corona española seleccionó para controlar el comercio con España. Esa función
fue bastante efectiva con respecto a la comunicación con el territorio del Perú,
una de las zonas coloniales más ricas en oro y plata del continente, mercancías
que debían transitar hacia España a través del Istmo.
De la misma forma que otros territorios coloniales, el Istmo hizo parte
esencial de la otra estrategia colonial consistente en el establecimiento de una
rígida administración territorial, con propósitos tributarios y de control social.
Su escogencia como ruta clave para el comercio con España bloqueó el desarrollo
de otras probables rutas y localizaciones alternativas. Por esta misma razón, el
Istmo se convirtió en una gran y permanente preocupación para España, dada la
codicia de otros imperios y su disputa territorial con ellos, los cuales acudían
129 1
i GUSTAVO MONTAÑEZ
do
EL ISTMO DE PANAMÁ Y COLOMBIA:
DE PUENTE NATURAL A JUEGO GEOPOLÍTICO DE LA UNIÓN
1
Según David Bushnell (1996), estos factores relacionados con las dificultades de
comunicación con la capital de la Nueva Granada serían incidentes en las tentati-
vas separatistas de los panameños después de su anexión voluntaria a aquella como
nación independiente.
J3LL
GUSTAVO MONTAÑEZ
Una vez se rompe el dominio español en América, el istmo pierde aún más
su ya decadente importancia en el comercio marítimo. Panamá se demora en
sumarse a la causa independentista, pero atraído por el sistema político republi-
cano que se abría paso en toda Colombia, el pueblo de La Villa de los Santos
proclamó la independencia de España el 10 de noviembre de 1821, declarándose
Libre Ciudad, bajo el auspicio y garantía de Colombia (Junta Nacional del
Cincuentenario, 1953: 58). En el acta de independencia de la localidad se exhor-
taba a los ayuntamientos de la Capital de Panamá , de la Provincia de Veraguas,
Alange y Nata, entre otras, a seguir este ejemplo. Pocos días después, el 28 de
noviembre de 1821, los líderes de todas las corporaciones civiles, militares y ecle-
siásticas, declararon la independencia de España, proclamaron su pertenencia al
Estado Republicano de Colombia y decidieron enviar un diputado al Congreso
de ese Estado {Ibid: 5-8). Esa noticia regocijó a Simón Bolívar, para quien el Ist-
mo era el "centro del universo" y el emporio del comercio.
No obstante la euforia inicial, pocos años después de la independencia de
Panamá y de su incorporación voluntaria a la Gran Colombia en 1821, comenza-
rían a sucederse esporádicos intentos y manifestaciones separatistas en diversas
localidades y sectores sociales del Istmo, quienes argüían variadas razones para
enarbolar esa causa. En un acta de la reunión del Cabildo Pleno celebrado en la
ciudad de Panamá el 26 de septiembre de 1830, buscando un remedio para las
dolencias públicas se señala:
En esta misma acta se resolvía que desde ese día Panamá se separaría de
Colombia, pero al mismo tiempo se llamaba al Libertador Simón Bolívar para
que se encargara del gobierno constitucional de la república como medida indis-
pensable para volver a la Unión. La ambigüedad de esa acta denotaba el descon-
cierto generalizado con el rumbo que seguía la Gran Colombia, pero al mismo
tiempo mantenía un halo de esperanza en la intervención de la persona del Li-
bertador como remedio al peligro de la desintegración.
En ese estado de inestabilidad e incertidumbre política, era apenas com-
prensible la continua preocupación de los panameños sobre cuál sería la mejor
forma de relacionarse con la conflictiva nación en incubación. Esto explica por
qué en medio de la disolución de la Gran Colombia, durante una reunión del
132
EL ISTMO DE PANAMÁ Y COLOMBIA:
DE PUENTE NATURAL A JUEGO GEOPOLÍTICO DE EA UNIÓN
133 i
GUSTAVO MONTAÑEZ
En mayo 24 del mismo año de 1855, se promulga una ley sobre la admi-
nistración en el Estado de Panamá de los negocios que allí se había reservado la
nación. Buscaba esta ley, de un lado, disminuir el peso sobre Panamá de algu-
nas de las rentas nacionales, dejando en libertad a ese Estado para imponerlas o
no, por su propia cuenta. Pero, de otro lado, esa ley establecía que no podrían
hacerse innovaciones de ninguna especie por el gobierno del Estado de Panamá
en las estipulaciones del contrato del ferrocarril a través del Istmo, el cual que-
daría siempre bajo la exclusiva dependencia del gobierno de la Nueva Granada
{Ibid: 43-50). Era claro que parte del espíritu de esta ley era armonizar el estatus
de Estado soberano con el cumplimiento de los acuerdos firmados entre el go-
bierno nacional y la empresa del ferrocarril de Panamá, que ya había termina-
do la obra y ahora se disponía a administrar su funcionamiento. Termina ese
movido año de 1855 con la proclamación el 17 de septiembre de la Constitu-
ción Política del Estado de Panamá como parte integrante de la República de la
Nueva Granada. Como se sabe, a este arreglo federal con Panamá le seguirían
otros similares con otros territorios, de tal manera que cuando en 1858 se expi-
dió una nueva Constitución Política que le dio al país el nombre de Confedera-
ción Granadina, el sistema federal ya existía como tal.
Pese a los desarrollos descritos, las intenciones separatistas no cesan en el
Istmo. El 21 de marzo de 1861, en la ciudad de Santiago de Veraguas, los habitan-
tes del departamento de Fábrega manifiestan su deseo de que el Estado de Pana-
má se separe de la Confederación Granadina y piden al ciudadano gobernador
del Estado que convoque a una legislatura extraordinaria para decidir sobre esta
cuestión. El acta de la reunión decía entre varios de sus considerandos:
Que la presente guerra, como todas las que han tenido lugar en la Nueva Granada,
unas veces por culpa de un partido, otras por otro, y acaso siempre por las exage-
raciones e intolerancia de todos, ha sido funesta para el Istmo, inquietando a sus
habitantes con reclutamientos y arrancando a los infelices de sus familias y de sus
trabajos para ir a perecer en tierras extrañas, por causas que no comprenden ni les
importan nada [...] que dicho gobierno [el gobierno central de la Confederación]
toma sin aprovechar los recursos naturales de que nuestro gobierno especial po-
dría hacer mejor uso, puesto que ahora se consumen, o en guerras desastrosas, o
en guarniciones innecesarias, o en pagar empleados nacionales que de nada nos
sirven {Ibid: 63-67).
134
EL ISTMO DE PANAMÁ Y COLOMBIA:
DE PUENTE NATURAL A JUEGO GEOPOLÍTICO DE LA UNIÓN
El Istmo que pudo constituir desde entonces, bajo cualquier forma de gobierno,
un estado independiente, o unirse a la nación que le ofreciera mayores ventajas,
prefirió anexarse a Colombia, cuyas glorias militares y cuyos grandes hombres le
prometían honor, libertad y dicha [...] Colombia [...] empeñada en las luchas
fratricidas que dieron por resultado su primera disolución, lejos de propender al
bienestar del Istmo, no hizo otra cosa que empobrecerlo y dividirlo en partidos
políticos cuyas fatales consecuencias se dejaron sentir por largo tiempo. Al apare-
cer la Nueva Granada, temen algunos istmeños que la suerte de su país no mejore
de condición ligándose a ella {Ibid: 68-80).
Más adelante el acta señalaba una serie de asuntos que expresaban razones
del descontento. Entre ellos, se destacaban los reclutamientos, las contribuciones
extraordinarias, la abolición y cercenamiento de las garantías individuales, la des-
confianza en el interior de la confederación, el descrédito de ella en el exterior, la
desmoralización y, por último, la miseria.
Aun así, el 15 de octubre de 1861 la Asamblea Legislativa del Estado Sobe-
rano de Panamá aprueba la ley mediante la cual se incorpora ese Estado a la
Unión Granadina en los términos del Convenio de Colón, el cual se realizó entre
el gobernador del Estado, Santiago de la Guardia, y el comisionado especial del
gobierno de los Estados Unidos de la Nueva Granada, Manuel Murillo Toro. Al
año siguiente, 1862, se celebra un nuevo Convenio entre el gobernador del Esta-
do y el señor Manuel Murillo Toro, comisionado del gobierno de los Estados
Unidos de la Nueva Granada, mediante el cual se ratifica el anterior y se formali-
za la incorporación del Estado Soberano de Panamá a la nueva entidad nacional
creada, que se denominaba Estados Unidos de Nueva Granada. El estado de Pa-
namá tampoco sería obligado a contribuir por medio de empréstitos forzosos o
contribuciones extraordinarias para gastos hechos o por hacer en la lucha actual-
mente en los otros Estados. En este mismo convenio se reconoce a favor del Istmo
su neutralidad en las guerras intestinas, civiles o de rebelión que se puedan pre-
sentar entre los otros estados. Esta última cláusula respondía otra vez a la necesi-
dad de armonizar la relación central con Panamá con el tratado de neutralidad
firmado por el Gobierno Nacional con los Estados Unidos de Colombia {Ibid:
68-81).
Vendría después, en el año de 1863, la convendón de Rionegro en la cual se
adoptó una constitución federalista, mucho más acorde con las viejas aspiracio-
nes de Panamá. Desde entonces las relaciones parecían mejorar, pero el movi-
miento de la Regeneración de Núñez y su propuesta centralista, así como el rena-
cer de las guerras civiles, en especial la llamada guerra de los Mil Días, habrían de
tener importantes repercusiones en las intenciones de los panameños, quienes
reactivaron su movimiento separatista, atizados ahora de manera más decidida
por agentes privados al servicio de los intereses de quien les aportara mayores
réditos, y ese quien, en aquel entonces, no era alguien distinto de los Estados
135 1
GUSTAVO MONTAÑEZ
Unidos de América y los intereses privados que desde allá se agitaban, como se
verá más adelante.
Para terminar este acápite sobre el legado republicano de las relaciones
entre Panamá y Colombia, se debe anotar, además, el papel jugado por el imagi-
nario colectivo construido alrededor del Canal de Panamá. Sin duda, ese imagi-
nario incidió en mayor o menor medida, junto con los demás factores, en el des-
enlace final. A través de la historia colonial y republicana se labró el sueño colec-
tivo de tener algún día un canal en el Istmo y esa utopía se reforzó a través del
tiempo, hasta considerar su eventual logro como algo poco menos que una pana-
cea, de donde brotarían la riqueza y el progreso para las élites locales y para el
pueblo panameño.
Entre los habitantes de Panamá, ese imaginario luminoso hunde sus raíces
en el período colonial, pero se refuerza y crece después de que Panamá se anexa
de manera voluntaria a Colombia. Bolívar mismo no escapó a ese sueño y sus
fantasías, y participó de manera directa en la promoción del mismo. En la famosa
Carta de Jamaica, en 1815, Bolívar consideraba a Panamá como el emporio del
universo y agregaba: "sus canales acortarán las distancias del mundo, estrecharán
los vínculos convencionales entre la Europa, la América y el Asia, y llevarán a esta
feliz región los tributos de las cuatro partes del mundo. Quizá solo allí se podrá
fijar la capital de la tierra, como Constantino pretendió hacer de Bizancio la del
antiguo Hemisferio" (Uribe, 1976: 380).
Son conocidas otras expresiones en las que el Libertador se obnubilaba
con la ubicación y las posibilidades del Istmo de Panamá, designando ese territo-
rio como "centro del universo" y "gran emporio comercial del planeta".
Décadas más tarde, el paso de las oleadas de buscadores de oro que se diri-
gían a California le darían nuevos bríos a esa idea. La construcción y funciona-
miento del ferrocarril desde 1855 le daría visos de realidad al imaginario e inten-
sificaría aun más esa obsesión.
Como consecuencia de esos sueños, mitad aspiraciones y mitad fantasías,
la construcción del canal era vista por los panameños como alcanzar la varita
mágica que todo lo resolvería. Todo lo que condujera a lograrlo era bueno en sí
mismo, hacia esa utopía se movilizaba la dirigencia panameña y la convertía en
su uanuera. ¿se era su principal reciamo ai gooierno ue uogota, a quien ie solici-
taban llegar pronto a acuerdos con empresas y gobiernos extranjeros con ese fin.
Preocupaba a los panameños que la dilación diera lugar a la construcción
del canal en otro país de América Central, como eran las noticias que se divulga-
ban desde los Estados Unidos. La construcción del ferrocarril había sido una pri-
mera respuesta del gobierno central, pero ni para los panameños ni para los nor-
teamericanos esa vía representaba sus aspiraciones imperativas. Hoy es claro que
la ansiedad acumulada tras la obtención de la utopía condujo a una cadena de
traspiés que terminaría por reducir el margen de maniobra política de Colombia,
con las consecuencias conocidas. De ello sacaría partido la ascendente potencia
de América del Norte.
136
EL ISTMO DE PANAMÁ Y COLOMBIA:
DE PUENTE NATURAL A JUEGO GEOPOLÍTICO DE LA UNIÓN
1371
GUSTAVO MONTAÑEZ
138
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DE PUENTE NATURAL A JUEGO GEOPOLÍTICO DE LA UNIÓN
2
Las crisis de sobreacumulación han sido estudiadas y desarrolladas a partir de
Marx por David Harvey en varias de sus publicaciones. Ver David Harvey (1999).
3
Baste recordar el origen de la celebración del primero de mayo como día del tra-
bajo, en memoria de las luchas de los obreros de Chicago en 1886.
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GUSTAVO MONTAÑEZ
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EL ISTMO DE PANAMÁ Y COLOMBIA:
DE PUENTE NATURAL A JUEGO GEOPOLÍTICO DE LA UNIÓN
Por tanto, el canal ístmico es parte del futuro de Estados Unidos, aunque no poda-
mos separarlo de otros incidentes ineluctables de una política que depende de él,
y cuyos detalles no pueden ser previstos con exactitud. Pero el hecho de que los
pasos precisos que de ahora en adelante puedan ser oportunos o necesarios no
puedan aún predecirse con certeza, no constituye una razón de menos sino una
razón de más para establecer un principio de acción que pueda servir como guía
cuando surjan oportunidades. Partamos de la verdad fundamental, justificada por
la historia, de que el control de los mares, especialmente a lo largo de las grandes
rutas definidas por interés nacional o por comercio nacional, constituye el más
importante entre los elementos meramente materiales en el poderío y prosperi-
dad de las naciones. Esto es así debido a que el mar es el gran medio mundial de
circulación (Mahan, 2000: 57-58).
141
GUSTAVO MONTAÑEZ
142
EL ISTMO DE PANAMÁ Y COLOMBIA:
; NATURAL A JUEGO GEOPOLÍTICO DE LA U N I Ó N
Por su parte, la Gran Bretaña tomó una serie de medidas que contribuye-
ron a disuadir a los miembros de la Santa Alianza para abandonar su plan. La
doctrina consistía en una declaración de principios de solidaridad con la inde-
pendencia de los países latinoamericanos frente a una no descartable pretensión
de reconquista de las potencias europeas, incluida la Gran Bretaña. Como se sabe,
esa doctrina, en su origen solidaria con el espíritu de la independencia, serviría
en adelante como base para muchas de las intervenciones directas e indirectas de
los Estados Unidos en el continente americano, en especial al final de la segunda
mitad del siglo XIX y en el curso del siglo XX (Bergalli, 1996). Pero en ese mo-
mento la doctrina de los norteamericanos despertaba simpatía en las nacientes
repúblicas del continente y varias de ellas quisieron estrechar vínculos de amis-
tad con la nación del Norte. En ese clima de relaciones internacionales se firma
en 1825 el primer Tratado entre la Gran Colombia y los Estados Unidos, con el
nombre de Tratado Gual-Anderson. Su propósito era transparente y simple: esta-
blecer lazos de amistad entre los dos países.
La situación permanecería relativamente estable por cerca de dos décadas,
aunque siempre con el asecho de Inglaterra, que pugnaba por apropiarse de una
porción del Istmo centroamericano para la construcción del canal. De esas circuns-
tancias surge la elaboración y firma del tratado Mallarino-Bidlack entre Estados
Unidos y Colombia, en 1846. Definido como un tratado de paz, amistad, comercio
y navegación, el documento contenía 36 artículos, pero de ellos uno, el 35, era la
médula del mismo. Según él, la Nueva Granada le garantizaría a los ciudadanos de
los Estados Unidos y a su gobierno el derecho de vía o tránsito a través del Istmo de
Panamá por cualquiera de los medios de comunicación que existiesen o que en lo
sucesivo se abriesen. Se establecía que eso mismo sería válido para el transporte de
productos o manufacturas o mercancías de comercio lícito por parte de ciudada-
nos de los Estados Unidos. Se les otorgaban también a los ciudadanos norteameri-
canos los mismos derechos, costos, impuestos y prerrogativas a que estuvieran su-
jetos los ciudadanos naturales de la Nueva Granada.
En compensación los Estados Unidos le garantizarían a la Nueva Granada
la "perfecta neutralidad del ya mencionado Istmo" y la "soberanía y propiedad
que la Nueva Granada tiene y posee sobre dicho territorio" (Uribe, 1931: 337).
Con este tratado la Nueva Granada aceptaba su condición de víctima de la dispu-
ta entre Inglaterra y Estados Unidos por el canal y se rendía ante este último. De
aquí en adelante, la suerte de Panamá estaría definida en gran medida por la
voluntad de la nación del Norte.
Ahora se iniciaría una especie de competencia entre las diferentes alterna-
tivas de rutas posibles para la construcdón del canal en el Istmo centroamerica-
no. De esta competencia entre los países poseedores de probables rutas canaleras
sacaría a la larga un buen partido la nación norteamericana, pues la decisión final
estaría dada por el lado de quien ofreciera condiciones más favorables para los
potenciales inversionistas. En medio de este confuso proceso, Estados Unidos fir-
143^
GUSTAVO MONTAÑEZ
ma con Nicaragua un tratado en 1849, en el que sentaban las bases para la cons-
trucción del canal a través de territorio nicaragüense. En ia práctica ese tratado se
constituiría en un mecanismo de presión con el cual los Estados Unidos intenta-
rían conseguir mejores condiciones en otras localizaciones. Por aquel año, es opor-
tuno recordarlo, existía la opinión bastante generalizada en muchos círculos nor-
teamericanos de que la vía aparentemente más indicada para la construcción del
canal era la de Nicaragua a través del río San Juan y del lago de Managua. Esta
circunstancia sería un elemento que ejercería mucha presión sobre los paname-
ños, entre quienes se generaba un apremio por lo que podría significar la cons-
trucción del canal en un territorio distinto al suyo.
Para tranquilizar la desconfianza y el recelo recíprocos sobre la posesión
de un futuro canal y evitar eventuales ventajas que uno de los dos pudiese alcan-
zar en su utilización y control, los Estados Unidos de América y la Gran Bretaña
firmaron el Tratado Clayton-Bulwer en 1850. Declaraban que ninguno de los dos
obtendría ni sostendría jamás para sí mismo ningún predominio sobre el canal
que se construyera. Convinieron en que ni uno ni otro construiría ni mantendría
fortificaciones que dominaran ese canal o estuvieran en sus inmediaciones (Uribe,
1931: 340). Causa perplejidad el que las dos potencias firmaran este tratado sin
tener en cuenta la soberanía de los países donde eventualmente se construiría el
mencionado canal 4 . Era un acuerdo entre imperios, lo que dijeran u opinaran
quienes tenían la soberanía territorial formal poco importaba.
Durante el mismo año de 1850 se firmó el contrato Stephens-Paredes para
el establecimiento de la empresa "Panamá Rail-Road Company", encargada de la
construcción y manejo del ferrocarril. Con el contrato esa empresa se garantizó
una serie de exclusividades que a la postre incidirían en las futuras negociaciones
sobre el proyecto de canal. Los términos del contrato le otorgaban a la Compañía
del Ferrocarril de Panamá -de origen norteamericano- un sorprendente mono-
polio de las vías interoceánicas a través del Istmo colombiano. En virtud del artí-
culo 6 o del contrato, se estipulaba;
4
Mediante este tratado, "Los gobiernos de los Estados Unidos y Gran Bretaña de-
claran que ni el uno ni el otro obtendrá ni sostendrá para sí ningún predominio
sobre dicho Canal..." (Castro Medina, 1968).
144
EL ISTMO DE PANAMÁ Y COEOMBIA:
Por este contrato, la otra compañía que vendría más adelante, la francesa
"Compañía Universal del Canal de Panamá", se vería compelida a adquirir por el
triple de su valor cerca de 69.000 acciones de las 70.000 que constituían la socie-
dad ferrocarrilera, que sería la base para la empresa francesa en virtud de este
famoso artículo 6o. Allí empezaría la bancarrota de la empresa francesa, situación
que se acrecentaría posteriormente con muchos otros problemas financieros,
administrativos y técnicos.
Después de que iniciara el funcionamiento del ferrocarril en 1855, la pre-
sión de los panameños por la construcción del canal continuaba y el gobierno
central adelantaba gestiones para conseguir probables financiadores internacio-
nales. En desarrollo de este proceso, en 1878, se firma el Convenio Salgar-
Bonaparte-Wyse, entre Colombia y Francia. Mediante ese contrato, el gobierno
colombiano concedía a la Sociedad Civil Internacional "un privilegio exclusivo
para la ejecución a través de su territorio y para la explotación de un canal marí-
timo entre los dos océanos Atlántico y Pacífico". Las condiciones eran: una dura-
ción del privilegio extensiva a 99 años a partir de la fecha en que la navegación
fuese abierta en todo o en parte para el servicio público. Se les daría a los conce-
sionarios un plazo de dos años para constituir una empresa anónima universal
que debería encargarse de la empresa y de la construcción del canal. Se fijó en
doce años el plazo para terminar la obra.
Con este contrato firmado, Bonaparte-Wyse se dirige a París a dar parte de
su misión cumplida al general Türr, quien le había encomendado esta tarea. Pen-
saba Bonaparte-Wyse que la jugada culminaría exitosamente si Fernando de
Lesseps, ingeniero director de los trabajos del canal de Suez, aceptaba la dirección
de la construcción del nuevo canal. Con estos elementos en mente, la consecu-
ción de la financiación en Francia tendría la mayor garantía de ser conseguida.
Según Lemaitre:
Como se sabe, Lesseps no alcanzó a construir el canal dentro de los 12 años esti-
pulados posteriores a la firma del tratado en 1878, por lo cual Bonaparte-Wyse
solicitó y obtuvo prórroga del contrato. En el documento la Compañía Universal
ya en quiebra se comprometía a traspasar sus activos a una Compañía Nueva, y
ésta a concluir los trabajos, 10 años después de su constitución, pero como para la
formación de esta Compañía Nueva se fijaba el término perentorio del 28 de fe-
brero de 1893, y esto no pudo llevarse a cabo, los franceses negociaron un nuevo
Convenio, en abril de 1893, el cual con la aprobación del Congreso, extendió el
término para la formación de la Compañía Nueva hasta octubre de 1894, con lo
cual la concesión original para la excavación del canal debería extenderse hasta
octubre de 1904 (Lemaitre, 1971).
145 1
L.
GUSTAVO MONTAÑEZ
las otras opciones que muy probablemente ya había estudiado el gobierno norte-
americano: la invención de un nuevo país con quien la negociación fuese más
fácil y breve. Para ello no desdeñaría las circunstancias, pondría a funcionar a su
favor los recursos que tenía a la mano: el descontento panameño, el interés de los
especuladores de la bolsa en lograr la venta de las acciones de la compañía france-
sa del canal a los Estados Unidos, el envío de barcos de guerra de la armada esta-
dounidense a las costas panameñas y las intrigas y manipulaciones de una serie
de personajes listos a entrar en escena, como fue el caso del francés Bunau-Vari-
11a, convertido a la postre en negociador y representante de los intereses de la
naciente república ante el gobierno norteamericano.
146
EL ISTMO DE PANAMÁ Y COLOMBIA:
DE PUENTE NATURAL A JUEGO GEOPOLÍTICO DE LA UNIÓN
Así las cosas, las cartas del juego estaban todas ya en la mesa, el desenlace
podía tener formas distintas pero ya la suerte estaba echada en manos del gobier-
no estadounidense. Sin embargo, el asunto seguiría una ruta más vergonzosa de
la esperada, tanto para Colombia como para Panamá, país que asistía maniatado
a su propio nacimiento.
Al manifiesto de independencia liderado por algunos círculos influyen-
tes de Panamá el 3 de noviembre de 1903 y a la presencia de una flota de la
armada norteamericana enviada por el presidente Theodore Roosevelt para
impedir el desembarco de tropas colombianas en el Istmo, le seguiría la triste-
mente célebre firma del Tratado Hay-Bunau-Varilla, entre Estados Unidos y
Panamá. Los términos y alcances del mismo, su carácter colonialista y despóti-
co, y la desvergüenza contenida, desenmascararon aun más la actuación del
gobierno norteamericano.
Lo que siguió después fue, de un lado, mucha rabia contenida en el pueblo
colombiano y también en América Latina por varias décadas. Una nota del em-
bajador del ministro angloamericano en Bogotá, señor lames T. Dubois, dirigida
al secretario de Estado, señor Knox, en 1912, era al respecto elocuente:
Hace nueve años que esta actitud amistosa entre Estados unidos y Colombia cam-
bio, de manera súbita e inesperada, cuando el presidente Roosevelt le negó a Co-
lombia el derecho de desembarcar tropas en su propio suelo, para reprimir una
revolución y conservar su soberanía amenazada, garantizada por las estipulacio-
nes de un Tratado internacional. Vino el rompimiento desde entonces y ha segui-
do creciendo. Por impedir que Colombia conservase sus derechos soberanos en
un territorio sobre el cual había ejercido dominio durante ochenta años, desapa-
reció la amistad que a ella nos ligó por cerca de un siglo; se despertó la indigna-
ción de todos los colombianos y de millones de otros latinoamericanos, indigna-
ción cada día más intensa y activa. La confianza y la fe en la justicia y en la equidad
de los Estados Unidos, que por tanto tiempo se nos dispensó, se ha desvanecido
por completo. La influencia maléfica de esta situación ha penetrado la opinión
pública en todos los países latinoamericanos, situación esta que si no se toman
medidas favorables, nos causará incalculables perjuicios en todo el Hemisferio
Occidental (Uribe, 1931: 160).
147;
GUSTAVO MONTAÑEZ
de la indemnización, lo cual no era otra cosa que aceptar y ratificar los hechos
cumplidos. No obstante, ese camino tampoco fue fácil, las fuerzas imperialistas
que desde aquellos albores parecen haber existido en los Estados Unidos, en es-
pecial en el partido republicano, no estaban dispuestas ni siquiera a ceder en esto.
El mismo Roosevelt encabezaba la oposición contra esa posibilidad. Sólo en 1921
se aprobó el nuevo tratado en el que a cambio de una indemnización y de ciertas
gabelas en el paso y uso del Canal, Colombia cedería todos sus derechos y recla-
mos sobre Panamá y la vía interoceánica.
No hay pues razones para ufanarse entre quienes consideran aquel tratado
como una gloria de la diplomacia colombiana. Por aquellos años ya el interés de
los norteamericanos se concentraba en el petróleo que pudiese existir en Colom-
bia. La indemnización por la pérdida de Panamá sería para ellos una especie de
adelanto de su inversión inicial en el comienzo de explotación petrolera del país.
La aceptación de esa indemnización por parte del gobierno colombiano sería
una de las más indignas maneras de vender la entrada de las empresas petroleras
norteamericanas al territorio nacional.
¡ 148
EL ISTMO DE PANAMÁ Y COLOMBIA:
DE PUENTE NATURAL A JUEGO GEOPOLÍTICO DE LA UNION
Unidas sobre el Mar, de 1994, y la delimitación posterior de estas áreas entre los
dos países. En ese territorio se incluye toda la diversidad biótica continental y
marina, tanto vegetal como animal, que en su conjunto conforma una importan-
te dotación natural de potencialidad aún desconocida. Es muy probable que en
ese territorio marino, como sucede en el actual de Colombia, apenas cerca 60%
de las especies marinas y submarinas estén clasificadas y se desconozcan sus po-
sibilidades de manejo y aprovechamiento. Las características de Panamá le otor-
gaban y le otorgan una especial abundancia de territorios litorales, cerca de 800
km en la costa Caribe y 1.400 en el Pacífico, para un total de 2.200 km Colombia
perdió el equivalente al 43% de la longitud de sus litorales existentes antes de la
separación.
Pero el valor más importante perdido en la separación fue la gente paname-
ña, cuyo talento, diversidad cultural y potencialidad es incuantificable. La pobla-
ción aproximada en aquel momento pasaba los 350.000 habitantes y hoy llega a
más de 2'600.000. Cincuenta años antes de la separación, en 1851, Panamá era el
Estado con mayor proporción de población mezclada, es decir de mestizos, mula-
tos y zambos, los que en su conjunto llegaban al 80,4% de la población de ese de-
partamento. Además, los blancos eran el 10%, los indios el 5,8% y los negros el
3,6%. Estos últimos aumentarían ostensiblemente con los trabajos de construcción
del canal, primero con la empresa francesa y luego con la norteamericana.
La población del Istmo de Panamá casi se duplica en el período de 40 años,
es decir, entre 1880 y 1920, tiempo transcurrido de manera aproximada desde el
inicio de la construcción del canal por la empresa francesa hasta la apertura de la
navegación comercial. Se pasó de 240.000 habitantes en 1880 a 470.000 en 1920.
Este cambio cuantitativo estuvo acompañado de modificaciones cualitativas en
la estructura y dinámica demográfica. La población adicional se concentró ante
todo a lo largo de la línea del ferrocarril y en las ciudades de Panamá y Colón. En
total, en la franja localizada a lado y lado del canal se ubicaron unos 100.000 de
los recién llegados. En 1920 la población de Panamá ya llegaba a 60.000 habitan-
tes y Colón alcanzaba los 26.000. Se estima que las obras de la parte del canal
adelantada por los franceses requirió la traída de cerca de 60.000 trabajadores,
aunque en ningún momento la planilla de pago excedió los 19.000, y que la im-
portación de brazos por los norteamericanos probablemente superó los 80.000,
aunque oficialmente la Compañía del Canal trajo unos 45.000 extranjeros, sin
contar los millares de norteamericanos. En estas circunstancias, es apenas obvio
imaginar cómo los movimientos demográficos temporales, cíclicos, estacionales
y de retorno constituyeron los principales rasgos de la movilidad espacial demo-
gráfica de aquel período.
Con la separación se acentuó el imaginario de aislamiento entre los dos
territorios, en especial con la región andina de Colombia. Pese al establecimiento
del libre comercio en Panamá, el nacimiento de una frontera entre los dos Esta-
dos territoriales redujo de manera sustancial las oportunidades recíprocas de com-
.149
GUSTAVO MONTAÑEZ
partir la riqueza cultural y política de los dos territorios. En este sentido, ya du-
rante su pertenencia a Colombia, algunas de las singularidades de Panamá alcan-
zaron a irradiarse al resto del territorio nacional, en especial a través de leyes que
tuvieron su origen en iniciativas de varios de los representantes panameños en el
Congreso de la República durante el siglo XIX. Al respecto, Armando Martínez
en un trabajo reciente señala cómo cinco reformas políticas adoptadas a media-
dos del siglo XIX fueron impulsadas por los políticos istmeños; la adopción del
régimen federal, la propuesta librecambista, la institucionalización de los jurados
de conciencia y la adopción del principio de hábeas corpus, la introducción del
matrimonio y el divorcio civil, la igualación de los hijos naturales reconocidos
respecto de los legítimos, y la reducción del ejército permanente 5 . Con la separa-
ción, Colombia ya no tendría esos vientos liberales en lo económico y en lo social
que sólo podían nacer de la particular formación social de territorio istmeño.
Durante su pertenencia a Colombia, Panamá siempre abogó por el
federalismo. Y se puede afirmar que el sistema federal adoptado en la segunda
mitad del siglo XIX fue una ampliación a todo el país del querer de los paname-
ños, pero, como se sabe, al final del siglo XIX, aunque Panamá continuaba con
estatus especial, similar al del Estado soberano del período federal, muy pocos en
el resto de país insistían ya en esa forma de organización territorial en medio de
tantas guerras intestinas. La regeneración cercaba las aspiraciones panameñas.
Los años que siguieron a la separación vieron un proceso de fracciona-
miento de los territorios de los anteriores Estados soberanos, ahora departamen-
tos. Esa tendencia de partición fue una política orientada a debilitar el poder de
estas entidades territoriales subnacionales con el fin de evitar que se produjesen
nuevas y eventuales separaciones tipo Panamá. Se fraccionó a Bolívar, Cauca,
Tolima, Magdalena y Santander. El nuevo esquema territorial que dominaría se-
ría el de los departamentos de tamaño mediano y pequeño. Las entidades territo-
riales fuertes aparecían como un gran peligro para la unidad territorial nacional,
y lo mismo ocurría con cualquier iniciativa descentralizadora. Pasarían casi cien
años para retomar un proceso de descentralización, esta vez de carácter
municipalista, continuando la tendencia de evitar la fortaleza de los departamen-
tos y regiones.
Una vez sucede la separación y concluida la construcción del canal en 1914,
se pueden identificar ciertos efectos indirectos del tránsito por el canal, los cuales
actuaron en combinación con otros factores de orden interno y externo. Es cono-
cida la modificación de la jerarquía urbana en el occidente del país, de manera
5
Véase el artículo de Armando Martínez "La acción de los liberales panameños en
la determinación de las políticas del Estado de la Nueva Granada, 1848-1855", pre-
sente en este libro.
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DE PUENTE NATURAL A JUEGO GEOPOLÍTICO DE LA UNIÓN
particular en el Valle del Cauca6. Esta etapa coincide con el incremento del cultivo
del café en el país y de su exportación creciente. Este producto se estableció defi-
nitivamente en las laderas de la cordillera central y encontró mayores venta-
jas comparativas de distancia para su transporte al Puerto de Buenaventura en el
Pacífico. Desde allí comenzó a ser embarcado ya no sólo con destino a la Costa
Occidental de Norteamérica sino también, a través del Canal, hacia la Costa Orien-
tal de ese subcontinente y hacia Europa.
El resultado combinado de crecimiento de las exportaciones de café, la
construcción del Ferrocarril de Occidente y la apertura del Canal de Panamá,
tuvo que ver mucho en el impulso de una nueva dinámica urbano-regional, que
produjo cambios notables en la jerarquía regional y nacional de Cali y de otras
ciudades del Valle. Cali, que en 1870 ocupaba el puesto 8 o por su tamaño demo-
gráfico a nivel nacional, pasó al puesto 5 o en 1918, aumentando su tamaño en 3,5
veces, como ninguna otra de las ciudades más grandes de ese momento en el país.
El ritmo de crecimiento de su primacía demográfica continuaría en las décadas
subsiguientes, estimulado también por el creciente desarrollo industrial. Ya en
1938 Cali ocupaba el 4 o lugar, con un crecimiento de 2,2 veces en el período y
continuó ascendiendo en jerarquía entre 1938 y 1951. A final de este período
llegó a ser la tercera ciudad del país en tamaño poblacional, después de crecer 2,7
veces en ese lapso. Algo similar, aunque en menor magnitud, ocurrió con la diná-
mica demográfica y económica de Buenaventura una vez que se puso en fun-
cionamiento el canal.
Aún no se ha indagado sobre los efectos análogos que pudieron ocurrir en
las ciudades y territorios de la costa Caribe, relacionados con migraciones al Ist-
mo en la fase de construcción del canal y en etapas posteriores. Sobre la dimen-
sión e intensidad del comercio legal e ilegal en las dos costas colombianas y sus
relaciones con Panamá, falta mucho por ser investigado. También sobre los asun-
tos relativos a la doble ciudadanía y muchos otros aspectos más que están a la
espera de ser auscultados.
La separación de Panamá fue un hecho inequívoco que demostró el fraca-
so del Estado colombiano y de sus gobiernos en relación con la búsqueda de
alternativas viables y dignas para el asunto del canal. Fracasó el Estado porque en
los términos de su significación formal en aquella época, una de sus funciones
fundamentales era el mantenimiento de la unidad territorial. Fracasaron los go-
biernos previos y el de Marroquín, porque no tuvieron la capacidad para evitar
que ocurriese lo peor. Fracasaron los legisladores de entonces porque condujeron
un debate con escaso sentido propositivo, no comprendieron el desespero de cier-
tos sectores panameños por la terminación de la construcción del canal y no
supieron captar los elementos claves del contexto internacional en que las nego-
' Véase el artículo de Fabio Zambrano que hace parte de este libro.
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CONCLUSIONES
Hace una centuria el mundo conoció la invención de la nueva República de Pa-
namá, nación hija de una acción de fuerza, violatoria de la soberanía nacional de
Colombia por parte del gobierno de los Estados Unidos de América. Lo que pudo
ser un probable y legítimo parto estatal y territorial fue empañado para siempre
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DE PUENTE NATURAL A JUEGO GEOPOLÍTICO DÉ LA UNIÓN
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