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Los términos Relaciones Internacionales y Estudios Internacionales (este último del

inglés International Studies; en español con mayúscula porque se refiere al nombre del
curso académico) hacen referencia a la ciencia que trata sobre el estudio de los asuntos
extranjeros y de las grandes cuestiones del sistema internacional: el papel de los
Estados, el de las organizaciones internacionales, el de las organizaciones no
gubernamentales (ONG) y el de las empresas multinacionales. Las relaciones
internacionales pertenecen a la vez al dominio académico y al dominio político. Ellas
pueden ser estudiadas bien desde una óptica positivista, bien desde una óptica
normativa, y ambas buscan analizar y formular las políticas internacionales de los
países.

Si las Relaciones Internaciones pertencen históricamente al dominio de la Ciencia


Política, el acento está cada vez más en el dominio económico a través de la Economía
Política Internacional desarrollada desde los años setenta. Sin embargo, otros campos
académicos son igualmente concernientes: el Derecho Internacional, la filosofía, la
geografía (a través de la geopolítica), la sociología, la antropología, etc.

Con respecto a los temas más estudiados, se incluyen entre los más estudiados: la
globalización, el Estado, la ecología y el desarrollo sostenible, el terrorismo y el crimen
organizado, la proliferación nuclear, el nacionalismo, el desarrollo económico, las
finanzas internacionales, los derechos del Hombre y otros.

Estudio de las relaciones internacionales

Inicialmente, las Relaciones Internacionales vistas como un campo de estudios distintos


ha sido una especificad británica. La primera cátedra de Relaciones Internacionales fue
creada en 1919 en la universidad de Aberystwyth, y confiada a Alfred Zimmern, gracias
a un donativo de David Davies. A comienzos de los años veinte otra cátedra fue
igualmente creada en la London School of Economics a petición del premio Nobel
Noël-Baker. La primera universidad consagrada plenamente a las Relaciones
Internacionales fue el Institut de hautes études internationales, fundado en 1927 en
Ginebra por William Rappard. Tenía por objetivo formar los diplomáticos asociados a
la Sociedad de Naciones y fue uno de los primeros en expedir doctorados en relaciones
internacionales.

La Edmund A. Walsh School of Foreign Service de la Universidad de Georgetown es la


facultad más antigua dedicada a las Relaciones Internacionales de los Estados Unidos.
El Committee on International Relations de la Universidad de Chicago fue en 1928 la
primera en expedir diplomas universitarios en estos campos. Entre las otras escuelas
podemos citar: la School of International Service de la Universidad Americana, la
School of International and Public Affairs de Columbia University, la School of
International Relations de la Universidad de St Andrews, l’Elliot School of International
Affairs de George Washington University, la Fletcher School de Tufts University y la
Woodrow Wilson School of Public and International Affairs de Princeton University.

[editar] El estudio de las Relaciones Internacionales


desde el ángulo de la política
[editar] Liberalismo
Para los liberales, las relaciones internacionales son percibidas como un factor de
progreso y de cambio. Tanto en el nivel internacional como en el nivel nacional, los
liberales ponen el acento en la nación de poder contra poder. Ellos insisten en el rol de
la opinión pública, del derecho y de las instituciones internacionales que vienen a
limitar el poder de los Estados. En nuestros días, él debe hacer frente a las fuerzas del
capitalismo mundial que socavan la aparente « victoria » de la democracia liberal tras el
fin de la Guerra Fría. Entre los grandes autores liberales actuales, Joseph Nye insiste en
la noción de Poder Blando y la misma desarrollada con Robert Keohane la noción de
interdependencia compleja.

Tres puntos importantes caracterizan la interdependecia compleja:

• El uso de numerosos canales de acción entre sociedades en los intercambios


transnacionales y trans-gubernamentales.

• La ausencia de jerarquía clara en el tratamiento de los asuntos internacionales.

• Una disminución del uso de la fuerza y del poder coercitivo en las relaciones
internacionales.

[editar] Idealismo político

El final de la Primera Guerra Mundial implicó una revolución paradigmática en el


estudio de la política mundial. Varias perspectivas sobre las relaciones internacionales
competían por atención, tales como el marxismo y el nacional-socialismo (fascismo).
Pero, la perspectiva conocida como idealismo político, liderada por Woodrow Wilson,
comenzó a dominar los estudios sobre las relaciones internacionales.

Los idealistas compartían una perspectiva sobre el mundo basada en ciertas creencias:

 (1) la naturaleza humana es esencialmente altruista y, por lo tanto, las personas


son capaces de ayudarse y colaborar mutuamente;
 (2) el mal comportamiento humano es resultado de instituciones y arreglos
estructurales, no proviene de la naturaleza misma de los humanos;
 (3) por consecuencia, la guerra es evitable, ya que es producto de ciertas
instituciones que la promueven, que podrían ser neutralizadas;
 (4) la sociedad internacional debería reorganizarse para reconocer a la guerra
como un problema internacional y eliminar aquellas instituciones que la
promuevan, en favor de aquellas que adelanten la paz.

Los programas principales de reformas idealistas consistían principalmente en tres


grupos. Un grupo abogaba por la creación de instituciones internacionales para
reemplazar el sistema anárquico de equilibrio de poder, que predominaba la época
anterior a la Primera Guerra Mundial. Este nuevo sistema estaría basado en el principio
de la seguridad colectiva, el cual pretende que un acto de agresión por cualquier Estado
sería percibido como agresión hacia todos los Estados. La Sociedad de Naciones
encarnó este principio, al reflejar el énfasis idealista en la posibilidad de la cooperación
internacional como mecanismo principal para resolver problemas globales. Un segundo
grupo de programas idealistas subrayaba el control legal de la guerra. Se buscaba
resolver disputas a través de mecanismos legales, tales como la mediación y el arbitraje.
Ejemplos de estos programas fueron la Corte Permanente de Justicia Internacional y la
ratificación del Pacto Kellog-Briand de 1928, el cual prohibía la guerra como
instrumento de política nacional. Un tercer grupo de programas idealistas se
concentraba en reducir la inversión armamentista de los Estados a través de acuerdos de
control de armas y otros medios.

Suele considerarse que la primera obra representativa del idealismo es La paz perpetua,
de Immanuel Kant.

[editar] Realismo político

Artículo principal: Realismo en política internacional

El realismo como teoría política se construyó a base de entender la historia como el


resultado de la tendencia natural del ser humano a codiciar el poder y desear la
dominación de otros. Siguiendo este supuesto, se determinó que la posibilidad de
erradicar el instinto por el poder es una aspiración utópica. Esto lleva a percibir la
política internacional como una lucha interminable entre los actores que intentan
dominar a otros y aquellos que intentan resistir este dominio externo.

Esto lleva a percibir la política internacional como una lucha interminable entre los
actores que intentan dominar a otros y aquellos que intentan resistir este dominio
externo. Además, supone que los Estados soberanos son los actores principales que
componen el sistema internacional, en vez de serlo las instituciones internacionales,
organizaciones no gubernamentales o corporaciones multinacionales. Según el realismo,
cada Estado es un actor racional que busca maximizar su posición política dentro del
sistema mediante la acumulación de recursos de poder militares. Estos intentos de
maximizar el poder llevan últimamente a un equilibrio de poder entre los actores y a la
estabilidad en el sistema internacional.

Esta perspectiva realista, también conocida como realismo clásico, comenzó a


formularse en las décadas de 1940 y 1950 bajo las tensiones crecientes de la Guerra Fría
entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Las creencias del realismo clásico de que
la estructura del sistema internacional y el deseo de acumular poder determinan el
comportamiento de todos los Estados parecían muy persuasivas, considerando el
ambiente de la época.

En los años siguientes, el realismo clásico comenzó a ser atacado por críticos que
apuntaban hacia comportamientos en el Sistema Internacional que no podían explicarse
adecuadamente por los argumentos realistas. Por ejemplo, las nuevas instituciones que
cogían vigor en Europa occidental, en donde predominaba la búsqueda cooperativa de
lograr ventajas mutuas en vez de intentos individuales de maximizar poder, resultaban
contrarias a los supuestos del realismo clásico.

A pesar de estas críticas, el realismo continúa teniendo relevancia a través de nuevas


teorías realistas ajustadas a la actualidad contemporánea. Por ejemplo, el neorrealismo o
realismo estructural propone que la estructura del Sistema Internacional, en vez del
deseo de acumular poder, dicta exclusivamente las decisiones de política exterior de los
líderes políticos.
La obra de Hans Morgenthau, especialmente Política entre las naciones, se considera
una síntesis representativa del realismo político.

EL REALISMO POLÍTICO DE MAQUIAVELO


 
 

1.      Realidad frente a utopía.


 
El aspecto1[1] más destacado de la literatura política humanista reside en una
nueva filosofía de la participación política è todos los ciudadanos debían
tomar parte activa en la administración del su ciudad en igualdad de
condiciones. Ante la descomposición del cosmos medieval surgen dos formas
opuestas de entender la organización política. Una corresponde a los
humanistas que buscan en un idealizado ayer los recursos para hacer frente a
lo novedoso. La novedad: la forma popular de gobierno no es solo la única
sino además, también la más eficaz è cuando el pueblo es libre, todos los
ciudadanos tienen las mismas posibilidades de elevarse a los honores públicos
y disfrutar del poder: cultivándose así sus talentos y fomentando sus
virtudes2[2].
Maquiavelo3[3], que representa la otra forma, se aparta radicalmente de este
optimismo: acusa a los humanistas de desconocer la verdadera realidad de las
cosas en lo que se refiere a su concepción de la naturaleza humana y el poder
político4[4]. El idealismo humanista solo puede conducir en su opinión a
empeorar las cosas. La solución: mirar de frente a la realidad existente y
plantarle cara, para no quedar a merced de los caprichos de la fortuna o los
egoísmos y ambiciones de los seres humanos.
Ambas opciones buscan la defensa del bien público.
Maquiavelo5[5] comparte con los humanistas dos aspectos esenciales del
ideario político:
a)                              Su filosofía de la vida activa que convierte a los hombres en
protagonistas de su destino.
b)                              Su defensa de la libertad republicana frente a cualquier tipo
de gobierno despótico o tiránico.
En la polémica antirretórica que acaudilló Juan Pico, Maquiavelo afirma que el
lenguaje retórico por excelencia es el lenguaje religioso è ningún otro tiene la
capacidad de seducción que él tiene: es capaz de llegar a todo el mundo
aunque con adaptación a las gentes a las que va destinado. La política para
Maquiavelo tiene que ver únicamente con la apariencia y el lenguaje político
debe ser visto como un lenguaje retórico que busca la seducción y la

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manipulación è en la apariencia, lejos de la realidad de las cosas, es donde
vive la mayoría de la gente.

2.      El Estado como salvador: la razón del Estado.


 
Maquiavelo la pregunta6[6] de que tenía que hacerse el príncipe cristiano si
veía que no podía defender su reino sin violar la regla de la honestidad y de la
justicia, parte de planteamientos erróneos. La pregunta correcta: qué es lo que
hay que hacer para conservar el Estado y cuáles son los medios más
convenientes o necesarios para conseguir ese fin, tarea fundamental del
príncipe.
Hablará de las cualidades del príncipe y de la “virtud política” que le es propia.
Deberá preguntarse: a qué deberá estar dispuesto para conservar y defender el
Estado. Debería responder: a todo aquello que fuese absolutamente necesario.
è Teoría de la razón de Estado: cambiará radicalmente el concepto de la
política. Frente al concepto tradicional de la política como arte de gobernar
según razón y justicia, sucede un nuevo concepto que la entiende como arte
de conservar y conquistar el poder. Para la política tradicional los medios
han de ser siempre “legítimos”; para la política de la razón de Estado, los
medios deber ser siempre “eficaces”. Lo que cuenta son los resultados, y
políticamente hablando, los medios malos son los inadecuados.
Maquiavelo se limita a señalar que hay cosas consideradas como virtuosas que
no siempre son compatibles con la defensa del Estado, y cosas consideradas
como vicios que son necesarias para garantizar la seguridad del príncipe
y de su Estado. Deberá, cuando las circunstancias lo requieran, evitar las
primeras y poner en práctica las segundas. Nunca dijo que el carácter ético de
los medios cambiase: la esfera política y la esfera moral son independientes y
autónomas. Esta autonomía de la política frente a la esfera moral es la que
ejemplifica más claramente la ruptura con la concepción clásica y con la teoría
política de los humanistas. Para maquiavelo: el límite de la actividad política
è naturaleza de esta misma actividad cuyo objeto es hacer posible que los
hombres puedan llevar una forma segura y libre de convivencia. El gobernante
deberá actuar tan virtuosamente como le sea posible, pero cuando la libertad
y la defensa del estado lo requieran, no deberá vacilar en entrar en el
camino del mal. Deberá estar dispuesto a perder su alma para salvar a la
patria. Esta será su tragedia pero también su grandeza. Si se desea evitar tales
métodos è hay que mantenerse al margen de la política.
 

3.      Antropología y política.


La crítica feroz de Maquiavelo a la organización de la vida política preconizada
por los humanistas es que ésta es utópica y poco realista, radicada esta
definición en la optimista concepción de una naturaleza humana que no es
como ellos la suponen o la sueña, según se ha encargado la historia de
demostrar.
La razón de esta consideración es la maldad de la naturaleza humana 7[7]. Si
los hombres fueran buenos, los preceptos que aconsejan al gobernante usar de
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cualquier medio válido para mantener el Estado, no serían correctos, pero
resulta que los hombres son malos por naturaleza, y eso obliga al gobernante a
recurrir a dichos procedimientos. Para Maquiavelo es de una evidencia
incontestable el hecho que las pasiones humanas arrastran a los hombres
hacia el mal: no se quiere significar que en ocasiones los hombres no puedan
obrar bien, pero en general no es así, como sucede, por eso el gobernante no
podrá hacer profesión de bueno, entre tantos que no lo son, teniendo que hacer
sus cálculos para el caso peor presuponer que todos los hombres son
malos. Ese comportamiento que deriva de sus pasiones es constante e
inmutable, no es factor sometido a cambios históricos, sino que es un elemento
permanente de la conducta humana. è
Quien examina atentamente las cosas pasadas, le será fácil prever las futuras.
Sobre esa convicción Maquiavelo, fundamenta su método científico: sólo los
que no tienen un verdadero conocimiento de la historia y no saben extraer
al leerla su sentido, pueden pensar de otra manera: las grandes pasiones que
mueven a los hombres, no cambian jamás. Así cuando las necesidades
básicas estén satisfechas, aparecerá con inusitada fuerza la ambición.
Esta maldad ineliminable de la naturaleza humana enfrenta a Maquiavelo con
los humanistas cristianos del renacimiento: a los que acusa de ilusos por creer
que las virtudes cristianas eran aptas para el poder: no duda en atribuir la
decadencia de los pueblos italianos de su época a la educación en la virtud
cristiana.
 

4.      El poder y sus exigencias: ética y política.


Maquiavelo8[8] aconseja al príncipe o gobernante la infidelidad a la palabra
dada, cuando las circunstancias lo aconsejen: Si los hombres son malos y no
te guardarían a ti tu palabra, tú tampoco tienes por qué guardarles la tuya.
Creía que defender que lo conveniente no puede entrar nunca en conflicto con
la rectitud moral, era una fortuna utópica y poco realista, è no tenía en cuenta la
maldad de la naturaleza humana y las exigencias del poder que necesita
recurrir a la violencia y a la fuerza. Un gobernante que quiera cumplir con
eficacia su tarea, deberá actuar siempre de una forma convencionalmente
virtuosa, más que llevar a la organización política al desastre.
Para los humanistas las virtudes debían ocupar un lugar central en la vida
política; la clave del éxito político se hallaba en la promoción de las virtudes. La
honradez es la mejor política (Erasmo). Nunca podrá el gobernante actuar al
margen de la honestidad, ni siquiera pueda proporcionar una mayor utilidad
para la república, debiendo estar dispuesto a dejar el poder antes que cometer
una injusticia.
Maquiavelo9[9], por el contrario, afirma que los hombres no pueden garantizar
su seguridad más que con el poder, no duda en sostener que eficacia y rectitud
oral no pueden ir siempre de la mano. Para él la honestidad no es siempre la
mejor política. Atribuyendo la utópica y poco realista postura de los humanistas
a un desconocimiento de la naturaleza humana y de las exigencias del poder:
necesariamente vinculado con la violencia y con la fuerza. El gobernante 10[10]
deberá guiarse exclusivamente por los dictados de la necesidad y de la

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eficacia en orden a conservar el Estado (El Príncipe, 1513, está dedicado
exclusivamente a hablar sobre los medios con que asegurar la permanencia del
Estado).
Las dos posturas antagónicas en el tema de la ética y política están expuesta
en dos obras: por un lado “El Príncipe” (1513) de Nicolás Maquiavelo; por otro
“Educación del príncipe cristiano” (1516) de Erasmo de Rótterdam. No
obstante, hay que tener en cuenta coincidencia existentes entre ellos que
ponen de manifiesto la fuente común a buscar entre los humanistas cívicos
florentinos del “quattrocento”: todos ellos creen que el buen gobierno depende
sobre todo del comportamiento de los hombres, de su virtud. Si éstos son
virtuosos, la bondad y la eficacia del gobierno parecen estar aseguradas,
mientras que si no lo son, de poco servirá un Estado bien ordenado.
Maquiavelo y Erasmo no creen en esa capacidad del vulgo de intervención en
los asuntos de estado, y buscan a un príncipe o gobernante capaz de dirección
y jefatura para colocar en sus manos el destino de todo un pueblo. è de ahí la
necesidad de los “consejeros” o “educadores”, para tales gobernantes è se
escriben libros que sirvan de “espejo para príncipes”.
Maquiavelo creyó que en la vida política era inevitable un conflicto entre ética
y un poder eficaz; al contrario que los humanistas que consideraron la eficacia
en política solo posible con un comportamiento ético de los gobernantes.
Puntos de vista radicalmente contrapuestos:
1)                               la visión moral de la política sostenida por los
humanistas renacentistas.
2)                               La visión de la política como autónoma frente a la
moral sostenida por Maquiavelo.
Estas dos tesis se defienden en los albores de la modernidad y nacen
prácticamente en el mismo momento y dentro de la misma tradición intelectual.

5.      Fortuna y virtud.


 
La fortuna11[11] también juega sus bazas, pero podemos reducir el campo
atribuido a la fortuna con nuestra virtud. è No podemos refugiarnos en la
fortuna para justificar nuestra desidia e indolencia: la fortuna puede mostrarse
como una fuerza insuperable, pero aún así, podemos encauzar y reducir su
fuerza, si no podemos romper sus redes, podemos tejerlas: nunca debemos
rendirnos.
Maquiavelo es consciente que el triunfo del hombre sobre la fortuna es
inestable y nunca definitivo: la vida de los hombres están sometidas a múltiples
vicisitudes (del orden al desorden y luego del desorden al orden).
En política cuentan los resultados y eso obliga al gobernante a apartarse de
una forma convencionalmente virtuosa. Los nuevos tiempos exigirán a los que
aspiran a mandar que se preparen para llegar a poseer una nueva virtud que
les permita disponer de todas aquellas cualidades necesarias para defender y
conservar el Estado, pues sólo el orden estatal es capaz de garantizar una
convivencia humana.
La desconfianza que muestra Maquiavelo en las posibilidades de la ciudadanía
para decidir su propia suerte è buscar un hombre fuerte, héroe salvador de

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todos, y legitimado para recurrir y convencer por medio de la fuerza. A este
príncipe le está encomendada la tarea de crear y conservar un lugar seguro
donde los hombres puedan convivir a resguardo de la amenaza de la
naturaleza exterior u otra amenaza. Estos protagonistas han de ser hombres
inteligentes, prudentes, capaces de aprovechar las circunstancias históricas
Pretende en suma, sin dejar de mirar al pasado adentrase por un camino nunca
antes recorrido ocias concretas, han de saber que no pueden contar con el
vulgo para llevar a cabo su tarea, y deben arrostrar en solitario los peligros para
que la generalidad sobreviva. Estos hombres excepcionales alcanzan el poder:
a)     Elegidos en algunos caos
b)     En la mayoría de los casos es fruto de la virtud o de la fortuna.
La divergencia entre los humanistas y Maquiavelo responde a una distinta
lectura de mundo en general y de la realidad humana en particular.

6.      Paz civil y violencia.


Los escritos12[12] políticos de Maquiavelo pretendían descubrir nuevos métodos
y recursos que pudiesen ser beneficiosos para todos. Servir de orientadores
de la acción política y ser útiles: no hacer literatura sino convertirse en
instrumentos inteligentes de lo humano en busca de un lugar adecuado ene.
Mundo: el derrumbe del mundo medieval había arrastrado consigo a toda la
vieja literatura política, inservible ya en un mundo inestable y cambiante, que ya
no era el de antes. Caídas las antiguas cercas normativas, la acción se torna
insegura, incierta.
El poder, encarnado en el Estado, es el único que puede salvarnos è debemos
pues defenderlo a cualquier precio o por cualquier medio, justo si fuere posible
o injusto si fuere necesario. Analizar los medios que son necesarios para la
defensa del Estado, era la gran tarea del pensamiento político. La única
condición exigible a los medios es que fueran eficaces para el aseguramiento
del Estado.
La autonomía de la política es una exigencia necesaria para la propia
pervivencia del Estado13[13]. No podemos quedar atados por otras
consideraciones que no son las propias de la actividad política misma ni se
puede retroceder ante cualquier tipo de medios cuando está en juego la
salvación de la patria. Lo moral no puede ser impedimento para el
funcionamiento de un poder que quiera ser eficaz. En política la bondad de los
medios se mide por su eficacia, aunque otra cosa sea el calificativo moral que
puedan recibid esos medios. El gobernante, en cumplimiento de su deber debe
estar dispuesto a recurrir a cualquier medio que las circunstancias requieran.
No se nos dice que tenga que recurrir necesariamente a procedimiento
moralmente condenables, sino que tiene que estar preparado para hacer uso
de cualquier medio para la defensa del Estado, sin tener en cuenta ni verse
atado por el calificativo moral sobre dichos medios.
Así, lo mejor moralmente hablando, no siempre es o mejor visto desde el punto
de vista político: esta brutalidad no quiere decir que el príncipe tenga que ser
brutal en su comportamiento è al contrario: es necesario que sepa ser un gran
simulador y disimulador (la ciencia política se convierte así en arte de la
política).

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