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CARTA ECOLÓGICA DEL RÍO CAUCA

Como río he tenido que valerme de un amigo que vigilante me visita desde hace cuarenta años,
para entregarle esta carta llena de quejas ciertas y sentidas que hoy me mantienen maltrecho y
contagiado de males y vicios de los humanos, que no me dan reposo ni sosiego día y noche.

Sucede que hoy tengo mi salud seriamente deteriorada, luego de tantos y largos años de mi
vida, repartiendo mis aguas y alientos para bien de las personas y demás criatura de este valle;
paraíso que me vio nacer cuando mi padre convertido en imponente y extenso lago (1)
guardado por dos robustas cordilleras (2) que amorosas lo embalsaron y custodiaron para que
nunca escapara de sus telúricos abrazos.

Pero un día cuando las fuerzas de la creación todavía no habían cesado: herida la tierra por el
cielo entre diluvios y cataclismos, violada y vencida la mas joven de las cordilleras (3) abrió su
seno terrenal y blando permitiendo que mi papá lago, se volara cual descomunal catarata de
cristalinas aguas y encajes de espumas blancas, hacia el hondo y pacifico mar (4) en donde lo
esperaban ansiosas de beber agua dulce un harén de sirenas, ballenas, delfines y caballitos de
mar.

Seducido por las aguas del pacifico, mi padre jamás regresó, pese a que todavía el camino por
donde se fue al mar continúa hoy vigilado por tres de mis tíos: Los ríos Dagua, Calima y San
Juan.

Pero antes de irse mi padre al océano, creó el cuerpo de una inmensa y bella laguna, llamada
por unos indios (5) que vivieron bajo su sombra y cobijo “señora o laguna del chircal” (6), la
cual desde esa época fue mi esposa y compañera cuando en la ausencia de mi padre al
quedarme en su cama (7) de tierra vasta y fértil me convertí en crecido y descomunal río.
Pronto, muy pronto me bautizaron con el nombre de Cauca, que en voz quechua significa suave
pero violento.

Desde entonces llevo siglos visitando a mi compañera y señora del Chircal. En inviernos
fuertes y largos, preño su vientre lagunoso y tierno, para que levante nuestra prole de
numerosos peces de forma y color. Después, ella mi señora, en los prolongados días de estiaje y
ásperos veranos me da de beber agua fresca y abundante proveniente de su seno.

Durante miles de años fuimos felices viendo como compañero y compañera, unidos por el
oficio diario y el compromiso de regar y fertilizar con mis periódicas inundaciones las ricas
tierras del valle paraíso; dando de beber y comer a las comunidades de hombres y mujeres que
trabajaban, comían y dormían en las ricas playas y riberas de mi cauce; vivían en un edén de
riquezas en abundancia compartida de aguas, tierras, arboledas, aves, peces, frutos, arena y sol.
Pero a partir de la mitad del ultimo milenio cuando llegaron unos hombres a caballo provistos
con ropas cubiertas de hierro y podredumbre, apoyados en unas varas que vomitaban fuego y
muerte, sin nadie que pudiese detenerlos, hollaron mis playas, violaron la ribera y regaron con
sangre de pueblos inocentes mis aguas que hasta esa época eran sanas, trasparentes y sagradas.

A partir de entonces y con estupor, vengo presenciando cómo por estos últimos días del siglo y
milenio, grupos de insensatos y ambiciosos hacen riqueza con mis aguas; contaminan mi
cuerpo y mi lecho sin descanso con desechos, pudrición y sobrantes industriales. Luego se
quejan cuando en ocasionales aguaceros les devuelvo sus desechos y porquería e inundo
nuevamente las tierras que me habían quitado, sin pensar que mi robusto cuerpo de RÍO
GRANDE (8) necesita calles amplias con arboles florecidos para sostener la fuerza de mis
abrazos y avenidas. Otros muchos que dicen tener fama de agricultores y pescadores, drenan
con canales el cuerpo de mi señora y compañera “la del Chircal”(9), con el malsano propósito
de secar su cuerpo y robarle fértiles tierras de su seno y talle en donde se asilaron por siglos
parvadas y parvadas de gallinetas, garzas, patos, loros, torcazas, águilas, búhos y cormoranes,
que colmados de peces, frutos y mieles descansaban y hacían su estación y retozo en el vasto y
holgado cuerpo de mi señora para luego emprender largos viajes de aventura. Sufro y lloro
cuando mis hermanas menores a quienes los pescadores apodaron “madreviejas” (10) vienen
siendo enterradas vivas con sus vientres llenos de peces y a punto de dar a luz, por otra clase de
hombres inescrupulosos y codiciosos que se hacen llamar terratenientes y que tienen por
consigna única de su corazón, cubrir y sembrar mis playas, riberas, valles y mi propia cama
(11) con monótonos cultivos de caña, fuego y ceniza.

Estoy muy enfadado con unos mal llamados pescadores que no usan ni red, hilo o anzuelo.
¡Bribones, criminales y protervos!, que perversa y miserablemente arrojan bebedizos (12), y
explosivos en mis entrañas en donde crían refugio y prole las mas bellas y robustas especies de
sabaletas, guabinas, bagres, bocachicos, sardinatas, y jetudos, además de otros muchos de su
estirpe que jamás volvieron; ahuyentados por el estampido sordo y sangriento de la dinamita
que no respeta entre chicos y grandes, para perecer y morir en un amasijo de peces destripados
y sangrantes que caen en el remolino de muerte y locura de estos falsos pescadores, que no
entienden que con su perverso modo de “cosechar”, pronto, muy pronto los dejaré sin pan y sin
comida, hasta que el llanto inaplazable y perentorio de sus hijos, los haga arrodillar en la puerta
de sus viviendas, gimiendo por un pedazo de pan y pescado.

Los arboles (13) son sin duda mis mejores amigos; en invierno me contienen y ayudan a
controlar las aguas que brotan por mis arterias en abundancia incontrolada y empujadas por la
juiciosa “diosa de la gravedad”. Los bosques que me constituyen (14), guardan en sus entrañas
el agua que necesito en los veranos arduos y prolongados para alimentar y sostener la pesca.
Tallos, hojas y ramas, también dan cobijo y sombra a las personas que los estiman. Igualmente
guardan soledad y ruina para aquellos que los cortan, incineran, destruyen y olvidan. Las
nuevas generaciones no quieren los árboles. Es un poco tarde para aquellos que no saben que:
el suelo áspero y seco propio de los desiertos, amortaja ya abandonadas comunidades y
ciudades que habitan junto a mi lecho.
Muchos de mis hijos e hijas, a quienes las personas llaman ríos (15) y quebradas (16), van
muriendo lentamente, victimas de la ácida contaminación de los pueblos que de ellos se sirven,
para terminar como ríos alcantarilla (17) sin esperanza alguna y sin agua suficiente para llegar
al encuentro de mi cauce y mi abrazo.

Evoco con nostalgia aquellos pueblos indígenas que habitaban en armonía los territorios;
siempre les vi felices y satisfechos conviviendo con los árboles, los animales y los ríos
herederos del Valle, el paramo y la lluvia. Fraternos y hermanos los vi compartir el agua, las
mieles y mieses propias del campo. Con pacificas acciones compartieron el bosque de niebla
con el gigante y aterciopelado oso de anteojos; respetaron los caminos trillados por el puma de
piel dorada; custodiaron el refugio de las guaguas, nutrias, y venados; veneraron las ambrosias
del bosque y el canto limpio y sonoro de loros y guacamayos en libertad. ¡Ah! Cómo añoro
esos pueblos vestidos con piel de cáñamo y nutria, laboriosos y orgullosos de su casa y su patio,
desfilan ahora como fantasmas anunciando los actuales contaminadores (18) y el implacable
castigo de la naturaleza hacia el indiferente humano que convive la agonía del siglo.
Condenados por la contaminación marcharan con sus brazos y piernas, desvalidos y vencidos
con sus bocas secas y abiertas en una mueca dolorosa de sorpresa y muerte. Mientras con sus
cuerpos de ceniza y lodo irán cubriendo la vasta pradera que me acompaña.

Una de las cosas que mas me sorprende es que la gente que vive en las riberas de los ríos
contaminados ¡ya se acostumbró a vivir entre el estiércol! El desdén con que hoy los humanos,
tratan a mis pequeñas quebradas, mis muy apreciadas nietas (19), que en abundancia se van
entregando con sus brazos temblorosos de agua a sus ríos padres: el Cali, el Tuluá, el
Bugalagrande, el Guadalajara, el Nima, Coronado, Frayle, Amaime y Desbaratado. Otras
menos favorecidas con sus pobres y famélicas aguas no alcanzan ni a calmar la sed de humanos
y animales que pastan cerca de los ríos que discurren hoy como caminos de piedra y polvo sin
lograr entender que un río o una quebrada es una vía llena de VIDA.

Con la contaminación de su frágil casa (20), sé que los humanos están más enfermos y
desesperados todos los días. El humano nunca aprende de la tragedia porque está deslumbrado
por el oro de mi cauce y la riqueza fácil al talar la montaña para sembrar coca, amapola,
marihuana, ganado, pino y eucalipto, triste cosecha de violencia y muerte tras vender y quemar
las parcelas y extinguir la rica fauna que se asila en los bosques para luego invadir los ríos y
habitar las playas. Olvida la criatura hecha de barro, que los ríos tenemos una singular memoria
y retornamos caudalosos, recobrando aquellos caminos y tierras nuestras (21) que el humano en
su ambición y torpeza se había apropiado. Como de costumbre, nosotros los ríos no tocamos
puertas, notarías ni alcaldías reclamando lo que por natura nos pertenece: simplemente sin
mediar razones ni importar la hora, el día o la oscuridad llegamos estruendosamente inundando
y barriendo cosechas, bienes y casas, obras de ricos, pobres y poderosos, sin distinción de
credo, raza o color. Recobramos así a nuestras antiguas playas, cauces, camas y riberas, y al
final amojonamos y cubrimos la tierra devuelta, con gruesos sudarios de arena, piedra y lodo.
¡AH!, pero a pesar de tanta queja y llanto. El hombre no aprende de la tragedia, pasado un
tiempo y evaporadas por el tiempo las lagrimas y cantos de réquiem, mas torpes y testarudos
que la maleza, los humanos vuelven a invadir mi refugio y mi cama, para repetirse nuevamente
la tragedia en donde los ríos de acuerdo a las malas noticias que da el humano, SIEMPRE
SOMOS LOS CULPABLES DE TALES DESASTRES.

A pesar de que todos los días vierto y derramo desarrollo y progreso con mis aguas a lo ancho y
largo del Valle que me pertenece. Todos los días mortales ingratos y desagradecidos me arrojan
enormes cargas de escombros y basuras; haciendo de mi desvalido cuerpo “EL PRIMER
CARRO BASURERO DE LA REGIÓN” (22). Otros más canallas, torvos y pecadores, me
convierten en “CARRO FUNERARIO” (23) cuando esperan que mis aguas dolientes, laven la
sangre horrenda de sus crímenes. Tengo por costumbre que después de tres lunas y atardeceres,
lavados de olor y mancha tan desprotegidos cuerpos los devuelvo a la superficie de cara al sol
hasta encontrar un alma sana que les dé apropiado retorno.

Muchos humanos envenenan la tierra (24) por codicia, sin detenerse a pensar que, al
contaminar el suelo, corrompen el agua que beberán y profanan su propio nido con la
equivocada excusa del desarrollo; no saben que “para la vida vale más el agua que el oro”.

Pero lo que más me indigesta y preocupa es que “ya no hay ríos limpios”; los que escasamente
discurren (25) van cargados de gruesas y pesadas cargas de sedimentos, excrementos, mugre y
lodo, que hacen imposible la vida animal que les acompaña. Me asombra y conmueven
aquellos que habitan junto a estos ríos se acostumbraron y amañaron con el olor a estiércol
propio de las grandes alcantarillas. Su mal olfato y ceguera hoy no les permite distinguir entre
ríos sucios y limpios, pues al estado que los gobierna no le interesa la salud de nosotros los ríos
que alimentamos y damos de beber a la república.

Ayudados por el padre invierno (26) los ríos enfermos lavan sus cuerpos y devuelven tragedia y
podredumbre en la casa del insensato, el torpe y el indiferente, hasta ver sus caras llorosas,
clamando al cielo pronta solución a la implacable inundación. ¡Sin rencor ni venganza llamo a
los humanos!, los llamo a la razón y cordura para que nos den mejor trato, porque el afán del
humano no puede ser otro que: el buscar un mundo mejor, en donde animales, humanos, y
naturaleza convivan en equilibrio. La tierra, hermana mía que madura el pan para los humanos,
no cesa de producir. Muy pronto codiciosos e insaciables de miel y frutos, comerciantes y
mercaderes del agro, ponen a mi doliente hermana la tierra a producir año tras año, cosecha tras
cosecha, los mismos frutos, las mismas mieses, recibe los mismos hierros, las mismas
heridas… hasta que a fuerza de ingratitudes se vuelve la tierra estéril. Males propios de una
sola cosecha, que hacen llorar y rabiar a los humanos, hasta comprender que la naturaleza
impone ciclos y modelos, restando al hombre entenderlos, aprovecharlos y respetarlos. No
podrán esperar benignidad o buen trato de ella quienes la violan, contradicen o maltratan, pues
nada es mas cierto y veraz en la natura “que el humano sufre y disfruta lo que siembra”. Los
ojos siempre abiertos de todos aquellos que se ahogan en mis aguas corroboran que el humano
actual vive ciego de esperanzas y sin entender el bello paraíso que le rodea.

El futuro está preñado de incertidumbre, solo la lima del tiempo podrá convencer al humano en
una sociedad indiferente y vacía con los ríos; el desprecio del humano actual por la naturaleza
hace pobre y despreciable al humano mismo, mientras camina torpe, ligero y ciego hacia la
amarga y larga agonía que le espera. En su desdichado ocaso solo le acompañarán las llamas
del sol que lamerán la tierra y tostarán sus huesos insepultos en su propio desierto: LA
TIERRA.

Oskar Salazar Henao


Fundación Río Cauca “Amigos del Río Cauca”
Cali, Julio de 2000

*NUMERACIÓN

1. Se trata de un inmenso lago prehistórico que inundaba toda la parte plana del valle, ocupando
los departamentos de Cauca, Valle y Risaralda.

2. Se trata de las cordilleras: Occidental y Central las cuales embalsaron entre sus brazos un
lago a lo largo y ancho del valle. Que más tarde al escurrir sus aguas sería el Río Cauca.

3. La Cordillera Occidental, más joven y frágil que su hermana la Cordillera Central, se rompe
por el cañón del Lago Calima.

4. El lago del que hablamos se fue al mar, mediante movimientos telúricos o de suelo a través
del cañón de los ríos Calima y Dagua.

5. Se trata de los indios Gorrones que habitaron la planicie aluvial del Valle, buscando techo y
comida en la playa, ribera y cauce del Río.

6. Chircal; sinónimo de charco o relicto y compañera del lago que no fue al mar. Se encuentra
en el municipio de Buga.

7. La cama final o escurridero del gran lago, es hoy el RÍO CAUCA, con sus 56 ríos afluentes a
su paso por el Valle geográfico.
8. El Río Cauca tiene un promedio de 520 metros3 por segundo. En periodo de invierno mueve
hasta 3000 m3/seg.

9. La Laguna de Sonso, el Chircal, se colapsa por apertura y cierre de caudales que impiden
alimentarla y saquean sus aguas para su riego. De 7.000 hectáreas en el año 50, hoy
escasamente sobreviven 750.

10. Madreviejas o brazos abandonados al cambiar de curso un río, dando lugar a una laguna.
Antes de los años 50 el Cauca disponía de 135 madreviejas. Hoy sobreviven escasamente 33.

11. Los cultivos de caña, sorgo y soya en su mayoría, llegan hasta el borde de las aguas del Río
Cauca.

12. Agroquímicos llamados popularmente “aguasmalas”, y sustancias como el barbasco matan


los peces del Río Cauca entre los ríos Timba y Bugalagrande.

13. Algarrobos, Guásimos, Cedros, Caracolíes, Higuerones, Ceibas, Palmas, y Guaduales se


convierten en la zona de regulación de aguas del Río Cauca en invierno.

14. Especialmente Guadua, Cañabrava, Cañaflecha, Cachimbos, Mantecos, Pastos, Espartillos


y Eneas.

15. Tributan al Cauca 56 ríos con mas de 500 lps y 95m3/seg.

16. A su paso por el Valle 387 quebradas (200 a 400lps) descargan a los 56 ríos.

17. Los tributarios del Río Cauca, hoy son ríos alcantarilla, llevando basuras y aguas residuales.
De estos, 21 no alcanzan a llegar vivos al cauce del Rio Cauca en periodos de verano.

18. La contaminación actual del Rio Cauca, se constituye así: municipios 60%, industria 25% y
la agricultura el 15%. Pero el 25% de la industria es 300 veces mas letal que el 60% de los
municipios por la calidad de sus desechos.

19. Las 387 quebradas que constituyen la red hídrica del Río Cauca a su paso por el
departamento del Valle del Cauca.
20. La continua degradación ambiental es una crisis de la sociedad actual que habita la cuenca
del Río Cauca, con desastrosos efectos en la economía del siglo que iniciamos y el marcado
deterioro de la salud y la calidad de vida de 9’600.000 habitantes.

21. Es costumbres de los humanos en la ciudad y el campo habitar las playas, riberas, y cauces
propios de los ríos, para hacer vivienda y agricultura, olvidando el riesgo y la vulnerabilidad de
éstos lugares.

22. A su paso por el Valle, el Río Cauca transporta mas de 400 toneladas diarias de basuras,
medidas como DB05.

23. Entre la década del 90, el Río Cauca recibió más de 120 cuerpos de personas, víctimas de la
violencia.

24. En la planicie aluvial y sus tierras de cultivo se aplican más de 1.000 productos
agroquímicos, que por lixiviación o lavado en los suelos van a parar a las aguas del Río Cauca.

25. De los 56 ríos que tributan al Cauca solamente 25 ríos tienen aguas suficientes para disolver
(diluir) las cargas de contaminación orgánica que reciben en el Valle del Cauca.

26. Durante las épocas de invierno, marzo, abril y mayo, así como el retorno del fenómeno
climático “El niño”, 34 ríos superan los niveles históricos que generan grandes y graves
inundaciones.

CARTA ECOLÓGICA DEL RÍO CAUCA

Como río he tenido que valerme de un amigo que vigilante me visita desde hace cuarenta años,
para entregarle esta carta llena de quejas ciertas y sentidas que hoy me mantienen maltrecho y
contagiado de males y vicios de los humanos, que no me dan reposo ni sosiego día y noche.
Sucede que hoy tengo mi salud seriamente deteriorada, luego de tantos y largos años de mi
vida, repartiendo mis aguas y alientos para bien de las personas y demás criatura de este valle;
paraíso que me vio nacer cuando mi padre convertido en imponente y extenso lago (1)
guardado por dos robustas cordilleras (2) que amorosas lo embalsaron y custodiaron para que
nunca escapara de sus telúricos abrazos.

Pero un día cuando las fuerzas de la creación todavía no habían cesado: herida la tierra por el
cielo entre diluvios y cataclismos, violada y vencida la mas joven de las cordilleras (3) abrió su
seno terrenal y blando permitiendo que mi papá lago, se volara cual descomunal catarata de
cristalinas aguas y encajes de espumas blancas, hacia el hondo y pacifico mar (4) en donde lo
esperaban ansiosas de beber agua dulce un harén de sirenas, ballenas, delfines y caballitos de
mar.

Seducido por las aguas del pacifico, mi padre jamás regresó, pese a que todavía el camino por
donde se fue al mar continúa hoy vigilado por tres de mis tíos: Los ríos Dagua, Calima y San
Juan.

Pero antes de irse mi padre al océano, creó el cuerpo de una inmensa y bella laguna, llamada
por unos indios (5) que vivieron bajo su sombra y cobijo “señora o laguna del chircal” (6), la
cual desde esa época fue mi esposa y compañera cuando en la ausencia de mi padre al
quedarme en su cama (7) de tierra vasta y fértil me convertí en crecido y descomunal río.
Pronto, muy pronto me bautizaron con el nombre de Cauca, que en voz quechua significa suave
pero violento.

Desde entonces llevo siglos visitando a mi compañera y señora del Chircal. En inviernos
fuertes y largos, preño su vientre lagunoso y tierno, para que levante nuestra prole de
numerosos peces de forma y color. Después, ella mi señora, en los prolongados días de estiaje y
ásperos veranos me da de beber agua fresca y abundante proveniente de su seno.

Durante miles de años fuimos felices viendo como compañero y compañera, unidos por el
oficio diario y el compromiso de regar y fertilizar con mis periódicas inundaciones las ricas
tierras del valle paraíso; dando de beber y comer a las comunidades de hombres y mujeres que
trabajaban, comían y dormían en las ricas playas y riberas de mi cauce; vivían en un edén de
riquezas en abundancia compartida de aguas, tierras, arboledas, aves, peces, frutos, arena y sol.

Pero a partir de la mitad del ultimo milenio cuando llegaron unos hombres a caballo provistos
con ropas cubiertas de hierro y podredumbre, apoyados en unas varas que vomitaban fuego y
muerte, sin nadie que pudiese detenerlos, hollaron mis playas, violaron la ribera y regaron con
sangre de pueblos inocentes mis aguas que hasta esa época eran sanas, trasparentes y sagradas.
A partir de entonces y con estupor, vengo presenciando cómo por estos últimos días del siglo y
milenio, grupos de insensatos y ambiciosos hacen riqueza con mis aguas; contaminan mi
cuerpo y mi lecho sin descanso con desechos, pudrición y sobrantes industriales. Luego se
quejan cuando en ocasionales aguaceros les devuelvo sus desechos y porquería e inundo
nuevamente las tierras que me habían quitado, sin pensar que mi robusto cuerpo de RÍO
GRANDE (8) necesita calles amplias con arboles florecidos para sostener la fuerza de mis
abrazos y avenidas. Otros muchos que dicen tener fama de agricultores y pescadores, drenan
con canales el cuerpo de mi señora y compañera “la del Chircal”(9), con el malsano propósito
de secar su cuerpo y robarle fértiles tierras de su seno y talle en donde se asilaron por siglos
parvadas y parvadas de gallinetas, garzas, patos, loros, torcazas, águilas, búhos y cormoranes,
que colmados de peces, frutos y mieles descansaban y hacían su estación y retozo en el vasto y
holgado cuerpo de mi señora para luego emprender largos viajes de aventura. Sufro y lloro
cuando mis hermanas menores a quienes los pescadores apodaron “madreviejas” (10) vienen
siendo enterradas vivas con sus vientres llenos de peces y a punto de dar a luz, por otra clase de
hombres inescrupulosos y codiciosos que se hacen llamar terratenientes y que tienen por
consigna única de su corazón, cubrir y sembrar mis playas, riberas, valles y mi propia cama
(11) con monótonos cultivos de caña, fuego y ceniza.

Estoy muy enfadado con unos mal llamados pescadores que no usan ni red, hilo o anzuelo.
¡Bribones, criminales y protervos!, que perversa y miserablemente arrojan bebedizos (12), y
explosivos en mis entrañas en donde crían refugio y prole las mas bellas y robustas especies de
sabaletas, guabinas, bagres, bocachicos, sardinatas, y jetudos, además de otros muchos de su
estirpe que jamás volvieron; ahuyentados por el estampido sordo y sangriento de la dinamita
que no respeta entre chicos y grandes, para perecer y morir en un amasijo de peces destripados
y sangrantes que caen en el remolino de muerte y locura de estos falsos pescadores, que no
entienden que con su perverso modo de “cosechar”, pronto, muy pronto los dejaré sin pan y sin
comida, hasta que el llanto inaplazable y perentorio de sus hijos, los haga arrodillar en la puerta
de sus viviendas, gimiendo por un pedazo de pan y pescado.

Los arboles (13) son sin duda mis mejores amigos; en invierno me contienen y ayudan a
controlar las aguas que brotan por mis arterias en abundancia incontrolada y empujadas por la
juiciosa “diosa de la gravedad”. Los bosques que me constituyen (14), guardan en sus entrañas
el agua que necesito en los veranos arduos y prolongados para alimentar y sostener la pesca.
Tallos, hojas y ramas, también dan cobijo y sombra a las personas que los estiman. Igualmente
guardan soledad y ruina para aquellos que los cortan, incineran, destruyen y olvidan. Las
nuevas generaciones no quieren los árboles. Es un poco tarde para aquellos que no saben que:
el suelo áspero y seco propio de los desiertos, amortaja ya abandonadas comunidades y
ciudades que habitan junto a mi lecho.

Muchos de mis hijos e hijas, a quienes las personas llaman ríos (15) y quebradas (16), van
muriendo lentamente, victimas de la ácida contaminación de los pueblos que de ellos se sirven,
para terminar como ríos alcantarilla (17) sin esperanza alguna y sin agua suficiente para llegar
al encuentro de mi cauce y mi abrazo.
Evoco con nostalgia aquellos pueblos indígenas que habitaban en armonía los territorios;
siempre les vi felices y satisfechos conviviendo con los árboles, los animales y los ríos
herederos del Valle, el paramo y la lluvia. Fraternos y hermanos los vi compartir el agua, las
mieles y mieses propias del campo. Con pacificas acciones compartieron el bosque de niebla
con el gigante y aterciopelado oso de anteojos; respetaron los caminos trillados por el puma de
piel dorada; custodiaron el refugio de las guaguas, nutrias, y venados; veneraron las ambrosias
del bosque y el canto limpio y sonoro de loros y guacamayos en libertad. ¡Ah! Cómo añoro
esos pueblos vestidos con piel de cáñamo y nutria, laboriosos y orgullosos de su casa y su patio,
desfilan ahora como fantasmas anunciando los actuales contaminadores (18) y el implacable
castigo de la naturaleza hacia el indiferente humano que convive la agonía del siglo.
Condenados por la contaminación marcharan con sus brazos y piernas, desvalidos y vencidos
con sus bocas secas y abiertas en una mueca dolorosa de sorpresa y muerte. Mientras con sus
cuerpos de ceniza y lodo irán cubriendo la vasta pradera que me acompaña.

Una de las cosas que mas me sorprende es que la gente que vive en las riberas de los ríos
contaminados ¡ya se acostumbró a vivir entre el estiércol! El desdén con que hoy los humanos,
tratan a mis pequeñas quebradas, mis muy apreciadas nietas (19), que en abundancia se van
entregando con sus brazos temblorosos de agua a sus ríos padres: el Cali, el Tuluá, el
Bugalagrande, el Guadalajara, el Nima, Coronado, Frayle, Amaime y Desbaratado. Otras
menos favorecidas con sus pobres y famélicas aguas no alcanzan ni a calmar la sed de humanos
y animales que pastan cerca de los ríos que discurren hoy como caminos de piedra y polvo sin
lograr entender que un río o una quebrada es una vía llena de VIDA.

Con la contaminación de su frágil casa (20), sé que los humanos están más enfermos y
desesperados todos los días. El humano nunca aprende de la tragedia porque está deslumbrado
por el oro de mi cauce y la riqueza fácil al talar la montaña para sembrar coca, amapola,
marihuana, ganado, pino y eucalipto, triste cosecha de violencia y muerte tras vender y quemar
las parcelas y extinguir la rica fauna que se asila en los bosques para luego invadir los ríos y
habitar las playas. Olvida la criatura hecha de barro, que los ríos tenemos una singular memoria
y retornamos caudalosos, recobrando aquellos caminos y tierras nuestras (21) que el humano en
su ambición y torpeza se había apropiado. Como de costumbre, nosotros los ríos no tocamos
puertas, notarías ni alcaldías reclamando lo que por natura nos pertenece: simplemente sin
mediar razones ni importar la hora, el día o la oscuridad llegamos estruendosamente inundando
y barriendo cosechas, bienes y casas, obras de ricos, pobres y poderosos, sin distinción de
credo, raza o color. Recobramos así a nuestras antiguas playas, cauces, camas y riberas, y al
final amojonamos y cubrimos la tierra devuelta, con gruesos sudarios de arena, piedra y lodo.
¡AH!, pero a pesar de tanta queja y llanto. El hombre no aprende de la tragedia, pasado un
tiempo y evaporadas por el tiempo las lagrimas y cantos de réquiem, mas torpes y testarudos
que la maleza, los humanos vuelven a invadir mi refugio y mi cama, para repetirse nuevamente
la tragedia en donde los ríos de acuerdo a las malas noticias que da el humano, SIEMPRE
SOMOS LOS CULPABLES DE TALES DESASTRES.

A pesar de que todos los días vierto y derramo desarrollo y progreso con mis aguas a lo ancho y
largo del Valle que me pertenece. Todos los días mortales ingratos y desagradecidos me arrojan
enormes cargas de escombros y basuras; haciendo de mi desvalido cuerpo “EL PRIMER
CARRO BASURERO DE LA REGIÓN” (22). Otros más canallas, torvos y pecadores, me
convierten en “CARRO FUNERARIO” (23) cuando esperan que mis aguas dolientes, laven la
sangre horrenda de sus crímenes. Tengo por costumbre que después de tres lunas y atardeceres,
lavados de olor y mancha tan desprotegidos cuerpos los devuelvo a la superficie de cara al sol
hasta encontrar un alma sana que les dé apropiado retorno.

Muchos humanos envenenan la tierra (24) por codicia, sin detenerse a pensar que, al
contaminar el suelo, corrompen el agua que beberán y profanan su propio nido con la
equivocada excusa del desarrollo; no saben que “para la vida vale más el agua que el oro”.

Pero lo que más me indigesta y preocupa es que “ya no hay ríos limpios”; los que escasamente
discurren (25) van cargados de gruesas y pesadas cargas de sedimentos, excrementos, mugre y
lodo, que hacen imposible la vida animal que les acompaña. Me asombra y conmueven
aquellos que habitan junto a estos ríos se acostumbraron y amañaron con el olor a estiércol
propio de las grandes alcantarillas. Su mal olfato y ceguera hoy no les permite distinguir entre
ríos sucios y limpios, pues al estado que los gobierna no le interesa la salud de nosotros los ríos
que alimentamos y damos de beber a la república.

Ayudados por el padre invierno (26) los ríos enfermos lavan sus cuerpos y devuelven tragedia y
podredumbre en la casa del insensato, el torpe y el indiferente, hasta ver sus caras llorosas,
clamando al cielo pronta solución a la implacable inundación. ¡Sin rencor ni venganza llamo a
los humanos!, los llamo a la razón y cordura para que nos den mejor trato, porque el afán del
humano no puede ser otro que: el buscar un mundo mejor, en donde animales, humanos, y
naturaleza convivan en equilibrio. La tierra, hermana mía que madura el pan para los humanos,
no cesa de producir. Muy pronto codiciosos e insaciables de miel y frutos, comerciantes y
mercaderes del agro, ponen a mi doliente hermana la tierra a producir año tras año, cosecha tras
cosecha, los mismos frutos, las mismas mieses, recibe los mismos hierros, las mismas
heridas… hasta que a fuerza de ingratitudes se vuelve la tierra estéril. Males propios de una
sola cosecha, que hacen llorar y rabiar a los humanos, hasta comprender que la naturaleza
impone ciclos y modelos, restando al hombre entenderlos, aprovecharlos y respetarlos. No
podrán esperar benignidad o buen trato de ella quienes la violan, contradicen o maltratan, pues
nada es mas cierto y veraz en la natura “que el humano sufre y disfruta lo que siembra”. Los
ojos siempre abiertos de todos aquellos que se ahogan en mis aguas corroboran que el humano
actual vive ciego de esperanzas y sin entender el bello paraíso que le rodea.

El futuro está preñado de incertidumbre, solo la lima del tiempo podrá convencer al humano en
una sociedad indiferente y vacía con los ríos; el desprecio del humano actual por la naturaleza
hace pobre y despreciable al humano mismo, mientras camina torpe, ligero y ciego hacia la
amarga y larga agonía que le espera. En su desdichado ocaso solo le acompañarán las llamas
del sol que lamerán la tierra y tostarán sus huesos insepultos en su propio desierto: LA
TIERRA.
Oskar Salazar Henao
Fundación Río Cauca “Amigos del Río Cauca”
Cali, Julio de 2000

*NUMERACIÓN

1. Se trata de un inmenso lago prehistórico que inundaba toda la parte plana del valle, ocupando
los departamentos de Cauca, Valle y Risaralda.

2. Se trata de las cordilleras: Occidental y Central las cuales embalsaron entre sus brazos un
lago a lo largo y ancho del valle. Que más tarde al escurrir sus aguas sería el Río Cauca.

3. La Cordillera Occidental, más joven y frágil que su hermana la Cordillera Central, se rompe
por el cañón del Lago Calima.

4. El lago del que hablamos se fue al mar, mediante movimientos telúricos o de suelo a través
del cañón de los ríos Calima y Dagua.

5. Se trata de los indios Gorrones que habitaron la planicie aluvial del Valle, buscando techo y
comida en la playa, ribera y cauce del Río.

6. Chircal; sinónimo de charco o relicto y compañera del lago que no fue al mar. Se encuentra
en el municipio de Buga.

7. La cama final o escurridero del gran lago, es hoy el RÍO CAUCA, con sus 56 ríos afluentes a
su paso por el Valle geográfico.

8. El Río Cauca tiene un promedio de 520 metros3 por segundo. En periodo de invierno mueve
hasta 3000 m3/seg.
9. La Laguna de Sonso, el Chircal, se colapsa por apertura y cierre de caudales que impiden
alimentarla y saquean sus aguas para su riego. De 7.000 hectáreas en el año 50, hoy
escasamente sobreviven 750.

10. Madreviejas o brazos abandonados al cambiar de curso un río, dando lugar a una laguna.
Antes de los años 50 el Cauca disponía de 135 madreviejas. Hoy sobreviven escasamente 33.

11. Los cultivos de caña, sorgo y soya en su mayoría, llegan hasta el borde de las aguas del Río
Cauca.

12. Agroquímicos llamados popularmente “aguasmalas”, y sustancias como el barbasco matan


los peces del Río Cauca entre los ríos Timba y Bugalagrande.

13. Algarrobos, Guásimos, Cedros, Caracolíes, Higuerones, Ceibas, Palmas, y Guaduales se


convierten en la zona de regulación de aguas del Río Cauca en invierno.

14. Especialmente Guadua, Cañabrava, Cañaflecha, Cachimbos, Mantecos, Pastos, Espartillos


y Eneas.

15. Tributan al Cauca 56 ríos con mas de 500 lps y 95m3/seg.

16. A su paso por el Valle 387 quebradas (200 a 400lps) descargan a los 56 ríos.

17. Los tributarios del Río Cauca, hoy son ríos alcantarilla, llevando basuras y aguas residuales.
De estos, 21 no alcanzan a llegar vivos al cauce del Rio Cauca en periodos de verano.

18. La contaminación actual del Rio Cauca, se constituye así: municipios 60%, industria 25% y
la agricultura el 15%. Pero el 25% de la industria es 300 veces mas letal que el 60% de los
municipios por la calidad de sus desechos.

19. Las 387 quebradas que constituyen la red hídrica del Río Cauca a su paso por el
departamento del Valle del Cauca.

20. La continua degradación ambiental es una crisis de la sociedad actual que habita la cuenca
del Río Cauca, con desastrosos efectos en la economía del siglo que iniciamos y el marcado
deterioro de la salud y la calidad de vida de 9’600.000 habitantes.
21. Es costumbres de los humanos en la ciudad y el campo habitar las playas, riberas, y cauces
propios de los ríos, para hacer vivienda y agricultura, olvidando el riesgo y la vulnerabilidad de
éstos lugares.

22. A su paso por el Valle, el Río Cauca transporta mas de 400 toneladas diarias de basuras,
medidas como DB05.

23. Entre la década del 90, el Río Cauca recibió más de 120 cuerpos de personas, víctimas de la
violencia.

24. En la planicie aluvial y sus tierras de cultivo se aplican más de 1.000 productos
agroquímicos, que por lixiviación o lavado en los suelos van a parar a las aguas del Río Cauca.

25. De los 56 ríos que tributan al Cauca solamente 25 ríos tienen aguas suficientes para disolver
(diluir) las cargas de contaminación orgánica que reciben en el Valle del Cauca.

26. Durante las épocas de invierno, marzo, abril y mayo, así como el retorno del fenómeno
climático “El niño”, 34 ríos superan los niveles históricos que generan grandes y graves
inundaciones.

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