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Gato con botas

Érase una vez un viejo molinero que tenía tres hijos. Al morir, dejó a su hijo mayor
el molino, al mediano un caballo y al pequeño, llamado Juan, tan solo un gato.
–¡Qué voy a hacer yo ahora! –se lamentaba Juan.
–¡No te preocupes y confía en mí! –le dijo el gato–. Dame tus botas y te convertiré
en un marqués muy rico.
El gato se puso las botas y se fue al campo. Allí cazó varios faisanes y conejos
y se los llevó al rey.
–Majestad, le traigo estos regalos de parte de mi amo, el marqués de Carabás –le dijo.
Al día siguiente, el gato llevó a Juan hasta el río.
Cuando vio a lo lejos la carroza del rey, el gato le pidió a Juan que se metiera en el agua.
Más tarde, escondió sus ropas.
–¡Socorro! ¡Han robado a mi amo, el marqués de Carabás! –gritó el gato ante
el asombro de Juan.
Entonces, el rey se detuvo y ordenó que ayudaran a Juan.
–¡Así que usted es el amable marqués de Carabás! ¡Muchas gracias por todos
sus regalos! –dijo el rey.
Después, pidió a Juan que subiera a su carroza y lo acompañara.
Mientras, el gato se adelantó y se fue al castillo de un temible ogro. Al verlo, le dijo:
-Ogro, me han dicho que tú puedes convertirte en cualquier cosa que desees, pero
yo no lo creo.
El ogro, indignado, le respondió:
–¡Gato insignificante! ¡Con mi magia, yo puedo convertirme en lo que quiera!
–Pues, en ese caso, conviértete en ratón –le dijo el gato relamiéndose.
Al momento, el ogro se transformó en un ratón. Inmediatamente, el gato saltó sobre
él… ¡y se lo zampó!
A continuación, el gato con botas salió a la puerta a esperar al rey.
Tal y como el gato había previsto, pasó por allí la carroza real.
–¡Viva el rey! ¡Y viva nuestro amo, el marqués de Carabás! –gritaban el gato
y los sirvientes del castillo.
–¡Así que este es vuestro castillo –le dijo el rey a Juan.
Juan no podía salir de su asombro.
De la noche a la mañana, se había convertido en el marqués de Carabás… ¡Y tenía
un castillo!
Unos meses después, Juan se casó con la hija del rey, la princesa.

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