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Apuntes y citas de Cumbres borrascosas (1847), de Emily Brontë (1818-

1848)
1. Emily Brontë publica la novela en el año 1847 bajo el seudónimo «Ellis Bell». La novela
no fue bien recibida por los lectores, por lo que, en la edición de 1850, elaborada por su
hermana Charlotte Brontë, esta hace una apología de la novela en el prólogo.
2. En dicho prólogo, Charlotte describe la concepción del artista romántico:
Pero sí sé una cosa: el escritor que posee el don de crear, tiene algo de lo que no siempre es
dueño, algo que a veces actúa por su cuenta, por voluntad propia. Él puede establecer normas
e imponer principios, y ese algo quizá se sujete a las normas y a los principios durante
muchos años; pero quizá sin ningún aviso de rebeldía llegue el momento en que ya no acepte
«rastrillar los surcos ni atarse al yugo», en que «se ríe del tumulto de la ciudad y no oye los
gritos del arriero», en que se niegue de plano a seguir haciendo sogas de arena y se ponga a
tallar y surgen un Plutón o un Júpiter, Tisífone o Psique, una sirena o una Virgen, según
manden el sino o la inspiración.

Un hombre llamado Lockwood (que es el narrador principal de la novela), llega a la finca


Cumbres Borrascosas para conocer al señor Heathcliff, el propietario del lugar, que le ha
alquilado un terreno cercano, la Granja de los Tordos. El recibimiento del señor Lockwood
por parte de Heathcliff resulta frío, hostil y desagradable. En la casa viven otras dos
personas, Catherine, una hermosa joven rubia, de piel blanca y ojos azules, y Hareton
Earnshaw, un joven alto, tosco y moreno. Estos tres personajes le parecen a Lockwood
incomprensiblemente toscos y amargados. La señora Dean (la segunda narradora), que
sirve a Lockwood en la Granja de los Tordos y cuidó de ellos cuando eran niños, le cuenta
la historia de las dos familias que viven en la zona, los Linton y los Earnshaw.
El señor Earnshaw (el padre de Catherine y Hindley), dueño de Cumbres Borrascosas, trajo
un día a su casa a Heathcliff, un niño abandonado, para criarlo como suyo. Los hijos de
Earnshaw recibieron con extrañeza a Heathcliff. Con el tiempo, la hija, Catherine, se hizo
buena amiga de él, pero el hijo mayor, Hindley, lo detestaba y no perdía ocasión de
humillarlo; sin embargo, Heathcliff se defendía de Hindley con astucia y brusquedad.
Años después, los padres de Catherine y Hindley mueren. Hindley se casa con una mujer
llamada Frances, con quien tiene un hijo, Hareton. Frances prohíbe a Heathcliff todo
contacto con Catherine. Sin embargo, los dos mantienen a escondidas su amistad, que
pronto se convierte en amor apasionado. Un día deciden ir a espiar a los vecinos que viven
en la Granja de los Tordos, los Linton. Ellos los sorprenden. Mientras intenta huir, un perro
muerde a Catherine. Los Linton la recogen, la cuidan y la alojan en su casa durante una
temporada. En cambio, expulsan a Heathcliff, al que consideran poco menos que un criado
por el aspecto de «gitano» que tenía. Cuando Catherine vuelve a las Cumbres, ha cambiado:
ya no es una niña salvaje, sino una muchacha refinada, con un comportamiento
influenciado por la sofisticada educación de Isabella, la hija de los Linton.
Más adelante, Catherine se casa con el hijo de los Linton, Edgar, aunque confiesa al ama de
llaves, Nelly Dean, que en realidad está enamorada de Heathcliff. Este, que escucha
escondido parte de la conversación, se siente ofendido, pues Catherine dice que descarta
casarse con él porque la unión la rebajaría. Herido en su orgullo, desaparece, pero vuelve
luego de tres años, enriquecido por oscuros negocios. Para enfadar a Edgar y poner celosa a
Catherine, corteja a Isabella (la hermana menor de Edgar), y acaba casándose con ella,
unión que le da un hijo, Linton.
Catherine, enferma por los encontronazos entre su marido y Heathcliff, acaba muriendo la
noche del parto de su primogénita. Edgar Linton, el padre de la niña, decide llamarla igual
que su difunta esposa: Catherine. Hindley, convertido en un borracho y jugador
empedernido, se ve obligado a vender Cumbres Borrascosas a Heathcliff. Finalmente
muere, y Heathcliff se queda con la casa y con el hijo de Hindley, Hareton, al que mantiene
analfabeto y salvaje, vengándose así de su padre. Isabella huye de Cumbres Borrascosas y
se consagra al cuidado del hijo que tuvo con Heathcliff, Linton. Finalmente, muere, y
Linton vuelve con su padre, que lo desprecia, pues es un niño enfermizo que no se parece
en nada a él.
Pasan dieciséis años. Catherine Linton, hija de Catherine y Edgar, que no conoce la historia
de las Cumbres, acude a visitar a su primo Linton. Heathcliff orquesta un romance entre los
dos primos y logra que se casen, de modo que cuando Edgar muera poco después,
Heathcliff heredará la Granja de los Tordos, apoderándose así del patrimonio de las dos
familias que tanto lo despreciaron. Todo esto ocurre efectivamente, y así culmina la historia
del ama de llaves.
Lockwood, se va de la zona y no vuelve a Cumbres Borrascosas sino hasta varios meses
después, y entonces descubre que Heathcliff ha muerto. Reunido una vez más con la señora
Dean, ella le cuenta lo que se perdió en su prolongada ausencia: Heathcliff, cada vez más
convencido de que el fantasma de su amada Catherine vino a buscarlo, sufrió un rápido
deterioro físico y mental. Tras someterse a un ayuno de varios días, Nelly encontró a su
amo muerto en la cama, con una extraña sonrisa en su rostro. A pesar de lo mucho que lo
maltrató, Hareton llora por Heathcliff, que fue lo más parecido a un padre que tuvo.
Catherine, que al principio despreciaba a Hareton, pasó a compadecerse de la ignorancia
del muchacho y le enseñó en secreto a leer. Su relación da un giro satisfactorio: al final,
deciden casarse, dando así un feliz desenlace a la historia de odios y desencuentros de sus
familias. Dean añade un dato más a su historia: ha oído que varios pobladores han visto que
Heathcliff y Catherine Earnshaw aún pasean por los páramos. Lockwood, tras escuchar el
relato, abandona tranquilamente las Cumbres y visita las tumbas de Edgar, Catherine y
Heathcliff, preguntándose cómo estarán tan intranquilos bajo un suelo tan apacible.
La insatisfacción se termina por convertir en parte esencial del carácter romántico. El
romántico busca siempre nuevas formas de representación, pero siempre reflexionando
sobre ellas, criticándolas.

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