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Material
Cuadro I.– Correspondencia entre los diámetros exteriores de las agujas, las
cánulas y los catéteres.
Gauge («calibre EE.UU.») Milímetros
27G 0,42
25G 0,52
24G 0,57
23G 0,65
22G 0,72
21G 0,83
20G 0,91
19G 1,08
18G 1,28
17G 1,49
16G 1,66
15G 1,84
14G 2,13
13G 2,44
12G 2,79
11G 3,07
10G 3,43
Charrière («calibre francés») Milímetros
3F 1,00
3F 1,33
3F 1,66
3F 2,00
3F 2,33
3F 2,66
3F 3,00
10F 3,33
Agujas convencionales
Agujas epicraneales
Concebidas originalmente para la perfusión a través de las venas del cuero
cabelludo del neonato y el lactante, a veces se emplean también en el paciente
adulto. Están formadas por una aguja corta (de 2 a 3 cm) de paredes finas y bisel
corto, cuyo diámetro habitual (para los adultos) oscila entre 0,8 y 1,6 mm; la aguja
está montada sobre una base de plástico con una o dos aletas que facilitan la
prensión y permiten su inmovilización sobre la piel. El conjunto está unido a un
tubo flexible de 10 a 30 cm de longitud que termina en un sistema de conexión
Luer, gracias al cual la aguja es independiente de los movimientos del tubo de
perfusión. Para la punción venosa se juntan las aletas y se sujetan entre el índice
y el pulgar.
Material plástico
Son muy numerosas las sustancias plásticas que se han utilizado sucesivamente,
a medida que iban siendo descubiertas, con el objeto de conseguir una mejor
tolerancia por parte del organismo (mejor superficie, ausencia de trombogenicidad,
ausencia de liberación de sustancias tóxicas, irritantes o alergénicos).
Actualmente, la mayoría de esos materiales están recubiertos de silicona para
mejorar su tolerancia, ya que los fenómenos de trombosis local son menos
frecuentes debido a la impermeabilidad de la silicona. Las sustancias más
utilizadas son el teflón, la silicona y el poliuretano. Prácticamente se han
abandonado el polietileno y, sobre todo, el cloruro de polivinilo (PVC), debido a su
menor tolerancia.
Catéteres largos
En 1985, Hoshal definió las características de un catéter ideal: éste debería ser
«biocompatible, no trombogénico, blando, flexible y al mismo tiempo sólido, tener
un cociente diámetro interior/diámetro exterior elevado, ser radioopaco y poseer
conexiones de seguridad de tipo Luer-Lock». Este catéter ideal no existe:
cualquiera que sea el material utilizado, siempre persisten riesgos de infección y
de trombosis. No obstante, estas complicaciones serían mucho más frecuentes si
se empleasen catéteres rígidos. Así, por ejemplo, no se pueden utilizar durante
mucho tiempo materiales como el polietileno, el PVC o el teflón, ya sea debido a
una adhesividad bacteriana importante o un riesgo tromboembólico mayor. El
estudio de Di Costanzo et al, que comparaba el comportamiento in vivo de
diversos materiales (polietileno, teflón, silicona y poliuretano), ha confirmado la
neta superioridad de los dos últimos: son menos traumáticos para el endotelio
venoso y provocan menos trombosis vasculares. Por estas razones, la mayoría de
los operadores se inclinan preferentemente por los mismos. Cabe señalar que no
todos los poliuretanos son equiparables: los hidrómeros del poliuretano son menos
trombogénicos que la silicona, mientras que las primeras generaciones de
poliuretanos lo son mucho más. Los catéteres se presentan en estuches estériles
que incluyen a veces su correspondiente sistema de introducción; suelen ser
radioopacos para facilitar su localización radiológica. Su longitud suele oscilar
entre 30 y 50 cm y su diámetro (para pacientes adultos) entre 1,5 y 2 mm. Su
sistema de conexión proximal es de tipo Luer Lock.
—El medio de introducción más antiguo es una aguja metálica externa, de un
diámetro superior al del catéter. Con esta aguja se punciona la vena, y a través de
ella se introduce seguidamente el catéter sin retirar su funda de protección hasta
que su extremo haya quedado presumiblemente en una posición adecuada; a
continuación, se retira la aguja. El primer inconveniente de las agujas externas es
su diámetro, que puede agravar las consecuencias de las posibles lesiones de los
órganos vecinos. El segundo inconveniente es el ries go importante de seccionar
el catéter con el bisel durante las maniobras de introducción; además, este riesgo
puede persistir «bajo el apósito» si la aguja no es desmontable, aunque ésta
disponga de un dispositivo (plaqueta o clip) para neutralizar su bisel. Esta técnica
resulta especialmente peligrosa y debido a ello se ha ido abandonando
progresivamente.
— Otro sistema de introducción más reciente consiste en una cánula de plástico
de gran calibre con una aguja guía: una vez puncionada la vena se retira la aguja
guía, se desliza el catéter a través de la cánula y se retira ésta de la vena. No
existe ningún riesgo de seccionar el catéter con la aguja, pero las maniobras de
búsqueda de la vena siguen siendo peligrosas debido al diámetro del conjunto
cánula/aguja guía.
— La técnica descrita por Seldinger debe su éxito precisamente a esta razón: la
vena se punciona con una aguja de pequeño calibre por la que se puede introducir
una guía metálica flexible, recta o moldeada en forma de J. Al retirar la aguja, la
guía permite dirigir la introducción de una cánula por medio de la cual se coloca el
catéter después de extraer la guía. Esta técnica presenta la ventaja de que
permite
efectuar la punción con una aguja más fina que la usada en las técnicas
convencionales, con lo que se limitan las consecuencias en caso de punción
accidental de un órgano vecino y se reduce el riesgo de fugas alrededor del
catéter.
— Existe una variante (fig. 3), utilizada inicialmente para introducir catéteres de
gran calibre para mediciones hemodinámicas (sondas de Swan-Ganz), que
combina las dos técnicas previas y es el método más utilizado en la actualidad:
una vez colocada dentro de la vena, la guía metálica flexible dirige la introducción
de un dilatador venoso que consta de dos partes: una fina cánula interna de
dilatación, relativamente puntiaguda, que penetra fácilmente en la vena
deslizándose sobre la guía, y una vaina externa de gran diámetro. Para introducir
esta última a través de la piel es imprescindible practicar una pequeña incisión con
un bisturí de punta fina. Una vez que se ha introducido la vaina externa en la vena,
se procede a retirar la cánula de dilatación; la vaina queda lista para recibir el
catéter al cual está destinada.
— Algunos materiales permiten, mediante una conexión adicional integrada en un
costado de la vaina externa del catéter, la administración simultánea de una
perfusión mientras se usa la sonda de Swan-Ganz; al retirar esta última se puede
seguir utilizando la vaina externa como vía venosa provisional o introducir un
catéter convencional que, si es necesario, se puede usar de forma prolongada.
— Los catéteres de silicona son tan flexibles que para poder introducirlos en la
vena hay que emplear una guía semirrígida, de metal o de plástico. Debido a su
gran fragilidad (al menos con los diámetros usados habitualmente) son bastante
vulnerables a los cortes accidentales. A pesar de estos inconvenientes, son muy
utilizados debido a su excelente tolerancia fisicoquímica y clínica.
PAS-Port
Está formado por una cámara muy pequeña conectada a un catéter de poliuretano
introducido por vía antebraquial en la red venosa de la cava superior; la cámara se
implanta en el tejido subcutáneo de la cara anterior del antebrazo del paciente (fig.
7A). Para controlar la posición del catéter se emplea el Cath-Finder (fig. 7B), un
sistema de emisión y detección de campos electromagnéticos que permite una
localización peroperatoria relativamente exacta (con una precisión de casi 2 cm)
del extremo distal del mandril del catéter (fig. 7C). Esta técnica de localización no
invasiva, que evita recurrir a un amplificador de brillo (a menudo no disponible), no
está exenta de una posible colocación errónea en la arteria mamaria interna y, por
lo tanto, no exime de un control radiológico postoperatorio.
Material de perfusión
Ha evolucionado un poco a lo largo de los últimos años, habiéndose impuesto
algunas tendencias:
— como consecuencia de los avances en la química de los plásticos, las
soluciones de perfusión siguen el mismo camino que los productos sanguíneos
(abandono de los frascos de vidrio a favor de las bolsas flexibles), con la
consiguiente disminución del riesgo de embolia gaseosa;
—los tubos de perfusión han mejorado: su zona de látex para las punciones ha
sido sustituida por una llave de tres vías, y se ha incorporado un filtro a la toma de
aire (desembragable), que ha quedado incorporada a la cámara de goteo, que
también está provista de un filtro antipirógenos de 0,2 μm; el extremo del tubo
tiene una conexión de tipo Luer-Lock;
— los aparatos (bombas volumétricas, jeringas autoimpulsadas, alarmas) y los
accesorios (reguladores de flujo, filtros antiagregados, regletas de perfusión)
también han mejorado y cada vez son más utilizados.
Técnicas
El arco venoso dorsal de la mano, que nace de las venas digitales, da origen a las
tres principales venas superficiales del antebrazo:
— la vena radial superficial nace en el borde externo del antebrazo, al nivel de la
tabaquera anatómica, y asciende oblicuamente y por el interior para desembocar
en medio del pliegue del codo, en donde se divide en dos ramas: una interna, la
vena mediana basílica, y otra externa, la vena mediana cefálica;
— la vena cubital superficial nace del extremo interno del arco dorsal de la mano y
discurre a lo largo del borde interno del antebrazo para juntarse a la altura de la
epitróclea a la vena mediana basílica, con la que forma la vena basílica braquial;
—la vena cefálica accesoria nace en la cara posterior del antebrazo, contornea su
borde externo a la altura del pliegue del codo y se junta con la vena mediana
cefálica, formando la vena cefálica braquial.
Las venas superficiales del brazo son dos:
— la vena basílica, que discurre a lo largo del borde interno del bíceps para
atravesar la aponeurosis hacia la parte media del brazo y desembocar en la vena
humeral interna; — la vena cefálica, que discurre por el borde exterior del brazo
para sumergirse en la profundidad del surco deltapectoral e ir a desembocar en la
vena axilar, formando el cayado de la vena cefálica.
Como ocurre con la mano en el miembro superior, el retorno venoso del pie se
reúne en un arco dorsal superficial. En su extremo interno nace la vena safena
interna, que pasa por delante del maléolo interno, asciende por la cara interna de
la pierna, pasa por detrás del cóndilo femoral y describe sobre el muslo una
trayectoria oblicua hacia arriba y hacia el exterior para ir a desembocar en la vena
femoral, unos centímetros por debajo del arco crural (cayado de la safena). En el
extremo externo del arco dorsal nace la vena safena externa, que pasa por detrás
del maléolo externo y discurre por la cara posterior de la pierna; desaparece en la
profundidad
de la parte media de la pierna y apenas se puede utilizar en la práctica clínica.
— Es muy importante fijar correctamente una vía venosa para evitar un posible
desprendimiento accidental. Las soluciones varían dependiendo del material
empleado: normalmente se usa esparadrapo o cinta adhesiva trasparente; se
suele reservar la sutura transcutánea para fijar los catéteres. Una precaución muy
útil consiste en formar un semibucle y fijar firmemente el tubo de perfusión a una
cierta
distancia del acceso venoso para proteger de este modo su fijación.
— El apósito debe cumplir dos funciones esenciales: proteger perfectamente el
punto de penetración en la piel para evitar la contaminación bacteriana y permitir
al mismo tiempo la inspección sin problemas de las condiciones locales; una
solución eficaz y económica consiste en utilizar pequeños apósitos trasparentes
autoadhesivos.
—El control es fundamental: se deben examinar dos veces al día la curva de
temperatura y las condiciones locales para detectar eventuales signos de edema o
de inflamación, dolor espontáneo o provocado, o linfangitis de la extremidad. Si se
observa algún signo anormal hay que proceder a retirar el material y a cambiar el
punto de perfusión.
Reseña anatómica
Vías subclaviculares
—La vía interna o de Aubaniac (fig. 12A1) fue la primera que se describió en 1952.
Posteriormente han aparecido numerosas variantes, en particular la de Borja, que
tiene la finalidad de mejorar la seguridad y la fiabilidad, aunque todas ellas son
muy parecidas a la original. Después de colocar un cojín bajo el hombro para abrir
el ángulo costoclavicular (opcional), el operador se sitúa al lado del enfermo.
Colocando el índice de la mano libre en la horquilla esternal puede apreciar la
dirección y la profundidad de la articulación esternoclavicular. El punto de punción
se encuentra 1 cm por debajo del borde inferior de la clavícula, a la altura de la
unión entre sus tercios medio e interno. Se dirige la aguja hacia adentro,
ligeramente para arriba y para atrás, hacia la cara posterior de la horquilla esternal
para «rozar la cara posterior del extremo interno de la clavícula». La aguja penetra
en la vena a una distancia de 20 a 50 cm del orificio de entrada en la piel.
— La vía externa o de Testart: la zona de punción se sitúa en el espacio
deltopectoral, entre los músculos pectoral mayor y deltoides. Se dirige la aguja 1
cm por detrás de la articulación esternoclavicular, efectuando una trayectoria
frontal que permite cateterizar la vena siguiendo su eje.
— La vía mediana o de Wilson: la punción se efectúa en el punto medio de la
clavícula, un dedo por debajo de su borde inferior. Se orienta la aguja hacia
adentro y hacia arriba, paralela al plano frontal, ya sea hacia la base del triángulo
de Sédillot o hacia la cara posterior del extremo
interno de la clavícula.
— La vía de Carle (fig. 12B): esta técnica es bastante peculiar y permite
cateterizar directamente la confluencia yugulosubclavia derecha (confluencia de
Pirogoff). Se utiliza una aguja curva, lo que en teoría permite evitar la cúpula
pleural y facilita el cateterismo de este vaso al reproducir su misma forma. Es
necesario elevar y desplazar hacia adelante el extremo distal de la clavícula
colocando un cojín bajo el muñón del hombro. La zona de punción se localiza en
la unión de los tercios medio e interno de la clavícula. El trocar debe dirigirse
inicialmente hacia adentro y bien hacia arriba, después «la punta describe un arco
circular cuya proyección sobre un plano frontal es primero ligeramente
ascendente, después horizontal y por último muy descendente, y cuya proyección
sobre un plano sagital se dirige ligeramente de adelante hacia atrás».
Vías subclaviculares
— La vía de Yoffa (fig. 12A2): hay que acostar al paciente, sin ningún cojín debajo,
con la cabeza derecha y los brazos estirados a los costados; el operador se sitúa
detrás de la cabeza del paciente. El punto de referencia es el ángulo
«esternocleidomastoideo» (ECM), descrito por el autor como el punto en el que se
juntan el borde externo del músculo ECM y el borde superior de la clavícula. Si
bien no se puede visualizar, se puede identificar fácilmente en cualquier paciente
(independientemente de su tipo morfológico) pidiéndole que levante la cabeza.
Hay que introducir la aguja exactamente en ese punto y dirigirla caudalmente
formando
un ángulo de 45° con el plano sagital y de 15° por delante del plano frontal. Se
accede a la vena después de haber atravesado la aponeurosis cervical profunda,
a una distancia de 5 a 40 mm. El bisel debe orientarse hacia adelante para evitar
que el catéter penetre en la vena yugular ipsolateral. Otros autores han propuesto
algunas modificaciones menores: sugieren la conveniencia de precisar primero el
punto de entrada en la vena (1 ó 2 cm por delante del músculo escaleno anterior)
antes de determinar el punto de punción, que es más posterior y lateral.
— La vía de Kilichan y la vía de Haapaniemi permiten puncionar directamente la
confluencia yugulosubclavia. El primero recomienda penetrar «a través de las
inserciones esternales y claviculares del músculo ECM», dirigiendo la aguja hacia
abajo y hacia adentro, deslizándola sobre la clavícula antes de penetrar en la
confluencia. El segundo recomienda introducir la aguja por detrás del borde
externo del músculo ECM, 2 ó 3 cm por encima de la clavícula, y dirigirla en
sentido caudal formando un ángulo de 35° con el plano sagital, ligeramente por
delante del plano frontal. Seguidamente, la aguja avanza por la cara anterior del
músculo escaleno anterior para ir a penetrar en la confluencia, a una profundidad
de 20 a 40 mm del plano cutáneo. Cuarenta años después de la primera
publicación que la presentó, la vía de Aubaniac sigue siendo con mucho la técnica
de abordaje de la vena subclavia más utilizada, incluyendo numerosas variantes.
Actualmente, se suelen preferir las técnicas de punción de la vena yugular interna
a la vía de Yoffa, muy popular en un primer momento, sobre todo en los países
anglosajones.
Reseña anatómica
La vena yugular interna (VYI) es la principal vena profunda del cuello. Sale del
cráneo por el agujero rasgado posterior, por detrás de la carótida interna.
Desciende casi verticalmente, situándose sobre la cara anteroexterna de la
carótida primitiva, y termina en el estrecho superior del tórax, por detrás de la
articulación esternoclavicular. Se une entonces a la vena subclavia formando el
tronco venoso innominado; en algunas variantes anatómicas puede recibir a esa
altura el conducto torácico en el lado izquierdo y/o la gran vena linfática en el
derecho. A lo largo de su recorrido está recubierta anteriormente por el músculo
ECM y su aponeurosis; la separación entre las dos cabezas de este músculo
(esternal y clavicular) forma con la clavícula el triángulo de Sédillot. La vena
yugular interna se proyecta por detrás de este triángulo, saliendo de su vértice y
dirigiéndose hacia abajo y ligeramente hacia adentro. Mide entre 120 y 150 mm;
su diámetro varía dependiendo del grado de estasis venosa y en proporción
inversa al de las venas yugulares externas, y oscila entre 10 y 13 mm entre su
nacimiento y su final; la yugular derecha es más gruesa que la izquierda. Dado
que, a diferencia de la vena subclavia, no tiene ninguna relación con estructuras
aponeuróticas o fibrosas que garantizarían su repleción permanente, se colapsa
fácilmente en caso de hipovolemia.
Técnicas
Como en el caso de la vena subclavia, y por las mismas razones (facilidad para
localizar la vena, prevención de los riesgos pleurales y arteriales), se han
propuesto numerosas técnicas. También tienen en común la necesidad de instalar
correctamente y en la misma posición a todos los pacientes: hay que colocarlos en
decúbito dorsal estricto, con los brazos a los costados. La posición inclinada, más
acusada que en el caso de la subclavia (20-30°), no sólo es una medida de
seguridad contra el peligro de una embolia aérea sino que es, sobre todo, una
condición indispensable para conseguir la ingurgitación vascular. Se puede
colocar un cojín entre ambos hombros, especialmente en los pacientes obesos,
musculosos o de cuello corto, y en los niños. La mayoría de los autores
recomiendan elegir la yugular interna derecha cuyo eje coincide con el de la vena
cava superior, lo que facilita el descenso del catéter y evita el riesgo de «falsas
rutas». Dependiendo de la localización de la zona de punción en relación con el
músculo ECM (fig. 13), se distinguen las vías posteriores, las vías axiales o
medianas y las vías anteriores.
Vías posteriores
Vías anteriores
—Vía de Mostert: el operador se sitúa junto a la cabeza del enfermo, que hay que
girar ligeramente hacia el lado contrario al de la punción. Con los dedos índice y
medio se retira hacia atrás la arteria carótida primitiva. El sitio de punción se
localiza en el punto medio entre las inserciones óseas del músculo ECM, a lo largo
de su borde anterior, es decir, a unos 5 cm de la clavícula. La aguja se dirige hacia
abajo y hacia afuera, formando un ángulo de 30-45° con el plano frontal, hacia la
unión entre los tercios medio e interno de la clavícula, pasando por debajo del
músculo (fig. 13C).
— Vía de Boulanger: se coloca la cabeza en extensión y rotación forzada. El
operador se sitúa a la cabeza del enfermo o lateralmente, en el lado contrario al de
la punción. El sitio de punción se localiza en la unión del borde anterior del ECM
con una línea horizontal que pasa por el borde superior del cartílago tiroides (fig.
14). La aguja debe formar un ángulo de 50° con el borde anterior del ECM y
dirigirse hacia abajo y hacia afuera, rozando la cara posterior, como si debiera
reaparecer un poco más abajo, por el borde externo. La vena aparece después de
un trayecto de 20 a 40 mm; una vez que se encuentra el eje del vaso, hay que
introducir la aguja algunos centímetros antes de introducir el catéter. Otros autores
han propuesto una variante en la que se emplean prácticamente las mismas
indicaciones, pero con una aguja larga y flexible. El cateterismo de la vena yugular
interna data de los años setenta; por consiguiente, ya tiene más de 25 años. Se ha
ganado un lugar privilegiado dentro de los accesos venosos profundos. La
mayoría de las variantes propuestas tienen como objetivo evitar las
complicaciones más frecuentes o temibles; así, algunos autores han propuesto
elevar aún más el sitio de punción en el cuello para intentar reducir lo más posible
los riesgos pleurales y arteriales.
Reseña anatómica
La vena axilar nace de la vena basílica y se extiende desde el borde inferior del
músculo serrato mayor hasta el borde externo de la primera costilla; a partir de ese
punto se continúa por la vena subclavia. Discurre por delante y por el interior de la
arteria axilar y las ramas del plexo braquial, por detrás del músculo pectoral
menor. Pasa sobre la primera costilla y bajo la clavícula, por el punto de unión
entre el cuarto externo y los tres cuartos internos de la misma. Es una vena
voluminosa: su diámetro medio es de aproximadamente 13 a 16 mm en el adulto.
Es bastante sinuosa cuando el brazo está en aducción y se vuelve casi rectilínea
cuando éste se coloca en abducción a 45° del tórax.
Técnicas
A la vena axilar se puede acceder por dos puntos: el hueco axilar y la región
subcoracoclavicular.
Vía axilar (fig. 15)
Reseña anatómica
Normalmente, la vena femoral se punciona al nivel del triángulo de Scarpa, por
debajo del arco crural, entre la espina ilíaca anterosuperior y la espina del pubis.
En este punto, la vena discurre bajo la aponeurosis, en contacto con la arteria, por
dentro y a veces ligeramente por detrás de la misma. Penetra en el abdomen
pasando por debajo del arco y dando origen a la vena ilíaca.
Técnica
Fue descrita por primera vez por Duffy en 1949 y es muy sencilla: se coloca al
paciente en decúbito dorsal y en posición ligeramente proclive, con la extremidad
inferior elegida en abducción y rotación externa; en los pacientes muy obesos se
puede necesitar una ayuda para levantar la pared abdominal caída. El principal
punto de referencia es la arteria femoral, cuyos latidos puede percibir el operador
con los dedos de su mano libre. La punción se practica justo por dentro de la
arteria (a 10-15 mm de su eje), habitualmente unos 20 mm por debajo del arco
crural, de manera que la aguja forme con la piel un ángulo de unos 30°, y
siguiendo el eje de la extremidad (fig. 17). La vena se alcanza a una profundidad
de 5 a 30 mm, dependiendo de la adiposidad del paciente. Si está colapsada, es
frecuente atravesarla hasta que la aguja tropieza con la rama horizontal del pubis;
en ese caso, la sangre sólo refluye hacia la jeringa al extraer la aguja, momento en
el que se separan las paredes venosas
Control
Fijación
Protección
El apósito debe cumplir los mismos requisitos que para los accesos venosos
periféricos: debe proteger eficazmente y permitir el control de las condiciones
locales. Conviene utilizar un apósito preparado, autoadhesivo, seco y estéril, y
cambiarlo «según las necesidades», en promedio una vez por semana. Se
recomienda evitar las cintas adhesivas transparentes semipermeables, que
incrementarían la frecuencia de las infecciones locales, y el uso de pomadas
antibióticas, que pueden favorecer la selección de microorganismos resistentes.
Debido a la duración o a la elección de determinados accesos vasculares (venas
yugular interna, axilar o femoral), a veces es necesario una tunelización del
catéter. Ideada originalmente para prevenir las complicaciones infecciosas debidas
a la migración de microorganismos a lo largo de la superficie exterior del catéter,
se utiliza fundamentalmente para alejar el punto de emergencia cutánea de las
zonas infectadas (radionecrosis de mama, traqueotomía) o de regiones en las que
su presencia puede molestar al paciente (cuello). La tunelización de los catéteres
es una técnica muy utilizada en la actualidad; algunos autores han cuestionado su
interés en la prevención de las complicaciones infecciosas del cateterismo venoso,
ya que consideran que la principal fuente de contaminación de un catéter es la
colonización interna de la primera conexión durante sus manipulaciones.
Vigilancia
Se debe efectuar con las mismas medidas de asepsia que las demás
manipulaciones: limpieza del punto de entrada con una solución alcohólica,
yodada o mercurial, sección de las suturas de fijación, retirada del catéter después
de haberlo cerrado. Si se sospecha una infección en relación con el catéter, hay
que seccionar los últimos centímetros del mismo en condiciones estériles y
proceder a su cultivo.
Complicaciones
Complicaciones mecánicas
Son frecuentes en los accesos venosos superficiales, pero suelen ser benignas.
Las de los accesos venosos profundos son menos frecuentes, pero suelen ser de
mayor gravedad.
Lesión de la vena
Perfusión extravenosa
Fallos
Neumotórax
Es consecuencia de una lesión de la cúpula pleural y constituye una complicación
típica de las técnicas de cateterismo percutáneo de la vena subclavia (entre el 1 y
el 5 % de los casos según los autores), pero también, aunque con menor
frecuencia, de las de la vena yugular interna, especialmente de las más bajas. Su
frecuencia, que varía según la técnica empleada, es mayor en los sujetos con una
morfología atípica (caquécticos, obesos, enfisematosos) y disminuye con la
experiencia del operador. Se suele sospechar esta posibilidad en el momento de
la punción cuando aparece aire en la jeringa, y se puede confirmar
secundariamente mediante el examen clínico y la exploración radiológica. A
menudo, se confirma tardíamente, en la placa sistemática «del día siguiente» a
una punción problemática. A veces tiene una importancia mínima y es bien
tolerado, y no requiere más cuidados que el seguimiento clínico y radiológico
asociado a la cinesiterapia respiratoria. La situación es muy diferente cuando se
produce un neumotórax masivo de entrada, en un paciente con insuficiencia
respiratoria o sometido a ventilación artificial. En tales casos es necesario
exsuflarlo o drenarlo. Es indispensable recordar que cuando fracasa una punción
(en particular de la vena subclavia) nunca se debe repetir el intento en el lado
contrario sin dejar pasar algunas horas, debido al riesgo de neumotórax bilateral.
Lesiones nerviosas
Son mucho más raras, y más frecuentes por vía yugular interna que por vía
subclavia. Suelen ser benignas. Se han descrito numerosas lesiones: lesión del
plexo braquial, del nervio frénico, del ganglio estrellado, etc.
Falsas rutas
La frecuencia de las falsas rutas del catéter varía mucho dependiendo de los
autores (entre el 0 y el 20 %). Su prevención se basa en la elección de las venas
menos propensas a esta complicación (yugular interna derecha mejor que la
izquierda, subclavia izquierda mejor que la derecha, basílica mejor que cefálica),
en el empleo de una técnica rigurosa durante la introducción del catéter y en la
vigilancia durante la misma de los posibles signos que puedan hacer pensar en
una trayectoria aberrante: dificultad de introducción, ausencia de retorno
manifiesto de sangre a través del catéter al efectuar una prueba de aspiración con
la jeringa, etc. Su identificación, como en el caso de otras trayectorias aberrantes,
justifica el control radiológico sistemático inmediatamente después de la
colocación del catéter. Si el extremo del catéter en una falsa ruta se encuentra en
un vaso de gran calibre (tronco venoso innominado, subclavia contralateral,
yugular interna ipsolateral o contralateral, etc.) y si el catéter sólo va a estar
colocado algunos días, a veces basta con extraerlo ligeramente, sin necesidad de
retirarlo. Con mayor frecuencia, si la vena es de calibre reducido (mamaria interna,
yugular anterior, tiroidea, etc.), si el catéter se ha doblado, si existe algún
obstáculo al flujo de la infusión o a la extracción de sangre y, sobre todo, si está
previsto mantener el catéter colocado durante bastante tiempo, conviene retirar el
catéter debido al riesgo considerable de trombosis in situ (soluciones hipertónicas)
o de perforaciones secundarias. En algunos casos (extremo en falsa ruta o a
contracorriente en un vaso de gran calibre) se puede intentar corregir la posición
del extremo del catéter bajo control radiológico.
Perforaciones venosas
Perforaciones cardíacas
Embolia gaseosa
Complicaciones trombóticas
Tromboflebitis periférica
Complicaciones infecciosas
Al igual que Maki, se puede considerar que cuando se efectúa un abordaje venoso
«se pone en comunicación el mundo exterior, con su abundante flora microbiana,
y la sangre del paciente, privándole de una de sus principales barreras defensivas:
la piel intacta»; por consiguiente, este abordaje venoso se comporta «como un
modelo experimental diabólico de causa de infección sistémica». Los factores
favorecedores son los mismos que los de cualquier patología infecciosa: el estado
del paciente (neoplasias, diabetes, cardiopatías, cirugía mayor, etc.), la edad
(ancianos), los tratamientos concomitantes (corticosteroides, inmunodepresores,
quimioterapia). Pero sucede que muchos de estos factores obligan a administrar
perfusiones al paciente.
La mayoría de los autores coinciden en reconocer que las agujas metálicas (en
especial la epicraneales) conllevan una morbilidad infecciosa muy inferior a la de
otros materiales de abordaje venoso. La positividad de los cultivos sistemáticos de
estas agujas es inferior al 10 % en las grandes series, y las septicemias
imputables a las mismas son muy poco frecuentes. Las razones de esta inocuidad
relativa son múltiples: la menor trombogenicidad del metal reduce el riesgo de
sobreinfección en caso de una eventual trombosis local; la duración habitualmente
corta de los abordajes venosos con agujas metálicas no da tiempo a que
produzcan complicaciones infecciosas de gravedad.
Infección y catéteres
Indicaciones y contraindicaciones
La elección del tipo de acceso venoso y del sitio de punción depende de muchos
factores: la urgencia o no del caso, las condiciones clínicas y morfológicas del
paciente, el tipo de soluciones y de productos que se vayan a administrar, la
duración y el flujo previsibles de la infusión, el material disponible, los riesgos que
conlleva la técnica prevista, las contraindicaciones generales o particulares de
cada vía de acceso, y las costumbres y la experiencia del operador.
Casos particulares
Denudación
Introducción
Venas superficiales
Todas estas venas convergen desde la periferia hacia el centro. Se las suele
clasificar en tres grupos: anterior, lateral y posterior. El grupo anterior comprende
dos venas supraorbitarias que se unen para formar la vena frontal mediana; la
vena parietal principal se une a la vena frontal lateral y forma la vena temporal
superficial, visible perfectamente por delante del pabellón auricular; el grupo
posterior está compuesto por las venas retroauricular y occipital, que se juntan en
el cuello.
Venas cervicales
La vena yugular externa suele ser voluminosa en el lactante. Nace en la región
parotídea y termina en la base del cuello, en donde desemboca en la vena
subclavia. La vena yugular anterior se anastomosa con las yugulares interna y
externa homolaterales. Desciende siguiendo la línea media y después en sentido
oblicuo, por fuera y por encima de la horquilla esternal, hasta desembocar en la
vena subclavia.
Venas profundas
La vena subclavia nace de la vena axilar y se une a la yugular interna para formar
el tronco venoso braquiocefálico. Sigue una trayectoria rectilínea y más o menos
transversal de afuera hacia adentro, discurriendo como la arteria sobre la primera
costilla por detrás de la clavícula y del músculo subclavio. Por consiguiente, se
sitúa en la parte inferior del triángulo supraclavicular, formado por fuera por el
borde anterior del músculo trapecio, por dentro por el borde posterior del músculo
esternocleidomastoideo y por debajo por el tercio medio de la clavícula. La vena
queda siempre protegida anteriormente por la clavícula. Ocupa siempre una
posición más anteroinferior que la arteria. Por detrás de la arteria emerge la cúpula
pleural. El nervio frénico se cruza con la vena subclavia por detrás. A la izquierda,
el