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Magnitud e importancia
El trabajo del hogar es un sector de empleo cada vez más grande, particularmente para
las mujeres. Según las estimaciones más recientes de la OIT, las personas que laboran
en el hogar representan del 4 al 10% de la fuerza laboral total en los países en
desarrollo, y el 1 al 2,5% de la fuerza laboral total en los países desarrollados ( OIT
2010). Estas estadísticas se traducen en “decenas de millones” de trabajadoras y
trabajadores del hogar en todo el mundo (OIT 2007). Se estima que en América Latina
hay unas 7,6 millones de personas dedicadas a esta labor, que representan el 5,5% de
la fuerza laboral urbana
Las mujeres están sobrerrepresentadas entre los trabajadores del hogar. En todo el
mundo tres cuartos o más de los trabajadores del hogar son mujeres: desde el 74% en
Belice hasta el 94% en Israel (OIT 2010). Además, el porcentaje de la fuerza laboral
femenina que se dedica al trabajo del hogar es mucho más alto que el porcentaje de la
fuerza laboral masculina. En América Latina, el 12% de la fuerza laboral urbana
femenina se dedica al trabajo del hogar. Esto se compara con un 0,5% de la fuerza
laboral urbana masculina que se dedica a esta labor).
La base de datos del Departamento de Estadística de la OIT muestra que el trabajo del
hogar es una fuente importante de empleo para las mujeres, pero no para los
hombres. En América Latina y el Caribe, entre el 10 y el 18% de las mujeres se dedican
al trabajo del hogar. En los países árabes, especialmente en Qatar, Arabia Saudita y los
Emiratos Árabes Unidos, más del 40% de las mujeres empleadas se dedican al trabajo
del hogar. El trabajo del hogar es también el empleador más grande de mujeres en
Asia y África: el 11% en Botsuana; el 11% en las Filipinas; el 12% en Namibia; y el 16%
en Sudáfrica. No obstante, en muy pocos países el porcentaje de los hombres
empleados en el trabajo del hogar sobrepasa el 1%.
Desafíos de medición
La medición del trabajo del hogar plantea tres desafíos básicos:
Condiciones laborales
La mayoría del trabajo doméstico, especialmente el trabajo realizado por mujeres, es
informal; es decir, es realizado fuera de la esfera de las regulaciones laborales y de la
protección social. Como resultado, las personas dedicadas al trabajo del hogar sufren
“déficits de trabajo decente” según la definición de la OIT, que acuñó el término,
incluyendo déficits de oportunidades de empleo, derechos legales, protección social,
así como de organización y representación. En suma, para citar el título de una
conferencia en mayo de 2010 en Sudáfrica, las trabajadoras y los trabajadores del
hogar son “explotados, subestimados… e imprescindibles”3.
El trabajo doméstico tiene varias características comunes que lo separan de otros tipos
de trabajo remunerado. En primer lugar, los trabajadores del hogar están empleados
en los hogares de otros por una persona o una familia (no una empresa). En segundo
lugar, como están empleados para trabajar en los hogares de personas particulares y
para realizar una gama de funciones de prestación de cuidados, estas trabajadoras y
trabajadores tienden a conocer a sus empleadores de manera personal e íntima, pero
la relación es altamente desigual, exponiéndolos a abusos verbales, físicos o sexuales
de parte de sus empleadores. A menudo, las diferencias de raza, clase y ciudadanía
entre empleador y trabajador del hogar empeoran esta desigualdad y vulnerabilidad.
En tercer lugar, la mayoría de las tareas que implica el trabajo del hogar son
consideradas trabajo de “mujeres” y, por tanto, de bajo estatus y valor; con la
excepción de tareas como el trabajo de jardinería, el manejo de un coche o servicios
de protección, que normalmente son realizadas por hombres. El cocinar para otros en
sus hogares se valora y se recompensa a menudo mejor que otras tareas domésticas.
Esto tal vez se deba al hecho de que en algunas sociedades y países es tan, o más,
probable que se emplee a un hombre como a una mujer para que cocine para otros en
su hogar. En cuarto lugar, las personas dedicadas al trabajo del hogar tienden a ser
invisibles como trabajadores y están aisladas de otros en este sector porque el lugar de
trabajo es también el hogar privado.
Las trabajadoras y trabajadores del hogar tienden a recibir salarios más bajos, menos
prestaciones y menos protección legal o social en comparación con la mayoría de los
otros trabajadores asalariados, con la probable excepción de los jornaleros ocasionales
y los trabajadores subcontratados industriales. Además, si bien el hogar es visto como
un “refugio” y algunas de las personas que trabajan en el hogar se sienten protegidas
en el ámbito personal de un hogar privado, existe creciente evidencia de que este
grupo de trabajadoras y trabajadores están expuestos a una amplia gama de
condiciones laborales poco saludables y peligrosas. Asimismo, muy pocos entre ellos y
ellas tienen contratos laborales o protección social, y las mujeres en el trabajo
doméstico están en una peor posición que los hombres.
Ciertas categorías de trabajadoras y trabajadores del hogar enfrentan condiciones
laborales específicas que empeoran o refuerzan los desafíos y desventajas comunes
que enfrentan todos estos trabajadores. Las trabajadoras del hogar de planta
enfrentan mayor aislamiento y limites de movilidad; jornadas de trabajo más largas y
un porcentaje más grande de pagos en especie; mayor vulnerabilidad al abuso físico y
sexual por parte de sus empleadores; y condiciones de vida más pobres, incluida la
falta de privacidad. Las trabajadoras del hogar migrantes viven a menudo en el hogar
de sus empleadores, enfrentando no solamente los desafíos de las trabajadoras del
hogar de planta, sino también los abusos dentro del sistema de contratación y por
parte de la policía y de las autoridades de inmigración, incluyendo comisiones por
adelantado, la retención de salarios y pasaportes y el acoso verbal, físico o sexual. Es
importante hacer notar que la regulación del trabajo doméstico migrante requiere
leyes y normas tanto en los países de emigración como de inmigración, y a nivel
internacional. Las trabajadoras del hogar que son víctimas de la trata enfrentan los
mismos desafíos como las trabajadoras del hogar migrantes, agravados por las
operaciones “extralegales” de sus agentes de contratación y las condiciones “cercanas
a la esclavitud” en las que viven con sus empleadores. Finalmente, las niñas y niños
que se dedican al trabajo del hogar dentro de todas estas categorías necesitan
atención especial.
Las trabajadoras del hogar están aisladas y son vulnerables, especialmente quienes
viven en el hogar de su empleador. Dependen de las buenas o malas intenciones de su
empleador. Como mujeres, son sujetas a la discriminación de género, prejuicios y
encasillamiento respecto a su trabajo, al que se percibe como de bajo estatus y no se
le reconoce el valor. Corren el riesgo de ser abusadas física y psicológicamente y
explotadas sexualmente. Las trabajadoras del hogar migrantes e infantiles son
especialmente vulnerables4.
Trabajan jornadas largas por un salario pobre, y normalmente no gozan de licencia de
maternidad, atención médica o pensiones. Las condiciones de vida de aquellos que
viven en la casa de sus empleadores son frecuentemente de calidad inferior. En
muchos países son excluidos de las disposiciones del derecho laboral y de la protección
de la seguridad social, o se les aplican normas inferiores. Un informe de la OIT, en el
que se estudia la legislación para las trabajadoras y los trabajadores del hogar en más
de 60 países, observa que “independientemente de la manera en que las leyes
nacionales regulen el trabajo doméstico, los estándares sobre el trabajo doméstico se
encuentran por debajo de los estándares laborales establecidos para otras categorías
de trabajadores” (Ramírez-Machado 2003: 64).
Aun donde la legislación contempla leyes de protección, los empleadores
frecuentemente las ignoran y las autoridades no las aplican. Las trabajadoras y
trabajadores del hogar que no viven en el hogar de sus empleadores enfrentan
muchos de los mismos problemas. Esto quiere decir que en su mayoría trabajan de
manera informal, cualquiera que sea su estatus jurídico formal, y que representan una
parte importante de la fuerza laboral informal de las mujeres.
Políticas y programas
Desafíos normativos
Hace más de seis décadas, en 1948, la Conferencia Internacional del Trabajo (CIT)
reconoció la necesidad de un instrumento internacional especial para las trabajadoras
del hogar. Pasaron décadas sin que se introdujera tal instrumento, fuera un convenio o
una recomendación. Mientras tanto, la OIT tomó la posición de que las trabajadoras
del hogar supuestamente estaban cubiertas dentro del ámbito de la Declaración
relativa a los principios y derechos fundamentales en el trabajo, y el ámbito de todos
los instrumentos internacionales existentes de la OIT, a menos que un convenio
específico o una recomendación excluyeran explícitamente a las trabajadoras del
hogar (OIT 2010). Existen cláusulas de exclusión o de flexibilidad en algunos
instrumentos de la OIT que fueron, o pueden ser, utilizadas para excluir a las
trabajadoras del hogar (OIT 2010).
En muchos países este grupo de trabajadoras y trabajadores está cubierto de iure –o,
al menos, parcialmente cubierto– bajo las leyes laborales y los planes y/o programas
de protección social. Por ejemplo, de los 40 estados miembro de la OIT que
respondieron a una encuesta de la OIT en 2009, los siguientes porcentajes de países
por regiones reportaron que estaban cubiertos por la legislación sobre el salario
mínimo: el 18% en los países de Asia; el 70% en África5; el 70% en América Latina; y el
50% de los países desarrollados (OIT 2009). En aquellos países que tienen seguro
médico universal, sistemas de salud pública o planes de pensión de jubilación, las
trabajadoras y trabajadores del hogar están cubiertos de iure. Sin embargo, rara vez
están cubiertos por planes de salud y seguridad ocupacional o seguros de desempleo.
Aun en los países donde este grupo de trabajadoras y trabajadores están cubiertas de
iure por la legislación de salario mínimo o planes de protección social, de facto –o en la
práctica– a menudo no están cubiertas debido a problemas con la aplicación y el
cumplimiento.
Con frecuencia, las trabajadoras del hogar y sus empleadores no pagan impuestos
sobre la renta o la nómina, o no realizan contribuciones al seguro social, y sus
empleadores a menudo no cumplen con las leyes laborales respecto a salarios,
beneficios y condiciones laborales. Existe la idea generalizada de que no se pueden
hacer respetar las normas laborales en un lugar privado como un hogar. Por esta
razón, las trabajadoras del hogar siguen sin saber si sus empleadores y sus condiciones
de trabajo serán objetos de control con relación al cumplimiento de las leyes laborales,
aunque paguen los impuestos sobre la renta y realicen contribuciones al seguro social.
Es decir, mientras el hogar siga considerándose como “área vedada” para las
regulaciones e inspecciones laborales, las trabajadoras del hogar pondrán en duda si
también sus empleadores cumplirán –o serán obligados a cumplir– las normas
laborales, si ellas cumplen con la ley.
Muchas de las personas dedicadas al trabajo del hogar no está segura de qué
beneficios y protecciones deberían recibir a cambio de los impuestos pagados y de las
contribuciones realizadas. Un punto adicional es que, mientras que algunas de ellas
están interesadas en tener una constancia laboral como condición básica para solicitar
un permiso de trabajo o la ciudadanía, otras, las migrantes, evitan la regulación y el
pago de impuestos porque quieren permanecer “invisibles” si son indocumentados, o
si son migrantes recientes o temporales que no saben qué beneficios o protecciones
les corresponden por derecho.
Como resultado de estos desafíos y fracasos normativos, muy pocas trabajadoras y
trabajadores del hogar tienen contratos laborales o protección social, y las mujeres en
el trabajo doméstico están en una peor posición que los hombres. La recopilación de
datos oficiales de 19 países latinoamericanos citada más arriba encontró que (Tokman
2010):
20% de las trabajadoras y trabajadores del hogar tiene un contrato laboral, en
comparación con el 58% de la fuerza laboral urbana total.
19% de las trabajadoras y trabajadores del hogar contribuye a planes de pensiones, en
comparación con el 47% de toda la fuerza laboral urbana y el 25% de los trabajadores
asalariados en empresas informales.
menos trabajadoras del hogar (18%) contribuyen a planes de pensiones que los
trabajadores del hogar (31%).
43% de las trabajadoras y trabajadores del hogar con contratos permanentes
contribuye a planes de pensiones, en comparación con el 86% de todos los
trabajadores urbanos con contratos permanentes.
38% de las trabajadoras del hogar con contratos permanentes contribuyen a un plan
de pensiones, en comparación con el 54% de los trabajadores del hogar con contratos
permanentes.
44% de las trabajadoras del hogar contribuyen a planes de pensiones y/o de salud, en
comparación con el 47% de los trabajadores del hogar y el 64% de toda la fuerza
laboral urbana.
Se debe señalar que, puesto que la cobertura médica es casi universal en algunos
países, la cobertura de la protección social es más alta y las diferencias entre los sexos
es menor si se consideran tanto los beneficios de salud como las pensiones.
Esto se debe parcialmente a una falta de armonización entre el trabajo doméstico y las
leyes, regulaciones e instituciones que rigen los mercados laborales. En primer lugar,
como se ha señalado más arriba, muchos observadores cuestionan si los hogares
privados deberían caer bajo la jurisdicción de las leyes y regulaciones laborales
existentes. Se considera al hogar como un ámbito privado y un “refugio” que no debe
–y, de hecho, no necesita– regularse. Sin embargo, existe cada vez más evidencia de
que el hogar no es un ambiente justo ni seguro para las trabajadoras y los trabajadores
del hogar. ¿Deberían hacerse cumplir las leyes y regulaciones laborales en el ámbito
privado de un hogar? Y si la respuesta es afirmativa, ¿cómo? En específico, ¿debería
permitirse a los inspectores laborales inspeccionar las condiciones laborales en
hogares privados? Algunos juristas argumentan que los hogares que permiten que
terceros –de hecho, desconocidos– trabajen en sus casas no deberían estar exentos de
las regulaciones (Smith 2011). Algunos países, incluyendo Irlanda y Uruguay, han
aprobado leyes que autorizan la inspección de hogares privados (OIT 2010).
En segundo lugar, características claves del trabajo doméstico dificultan la negociación
de convenios colectivos entre este grupo de trabajadoras y trabajadores del hogar y
sus empleadores. En el caso de las personas que trabajan en el hogar para clientes
privados o varios hogares, ni los empleadores ni las trabajadoras se consideran como
“empleadores” o “trabajadoras”. Su relación sigue siendo altamente personal, aunque
desigual e informal. La relación de empleo a menudo carece de un contrato escrito o
incluso de un acuerdo verbal plenamente negociado. Es poco probable que las
trabajadoras y los trabajadores del hogar y, más aún, los empleadores estén
organizados. En el caso de las personas que se dedican a esta labor, la razón es que
con frecuencia permanecen invisibles y aislados de los demás trabajadores. En el caso
de las personas que trabajan en el hogar contratadas por terceros, los primeros son
empleados por la agencia, y el hogar privado es cliente de la agencia. Las
negociaciones sobre las condiciones laborales para las trabajadoras y los trabajadores
del hogar sería con la agencia de acuerdo a la ley y las regulaciones. Pero a veces la
agencia considera que su papel es solamente la negociación de la colocación de la
trabajadora o el trabajador del hogar; no la supervision de sus condiciones de trabajo.
En tercer lugar, las leyes y regulaciones laborales existentes son inadecuadas para
muchos tipos de trabajadoras y trabajadores del hogar. Considere a la persona que
desempeña trabajo del hogar a tiempo parcial para varios empleadores. La mayoría de
las leyes y regulaciones laborales parten exactamente de la premisa opuesta: es decir,
un empleador con varios empleados. ¿Deberían también ser aplicables a un empleado
que tiene varios empleadores? ¿Una trabajadora que trabaja a tiempo parcial para
determinados empleadores, pero tiempo completo o casi completo para todos sus
empleadores combinados debería ser considerada como trabajadora a tiempo parcial?
Considere a las trabajadoras y los trabajadores del hogar migrantes cuyo estatus de
ciudadanía reduce la posibilidad de negociar o hacer cumplir normas laborales.
Considere a las personas que se dedican a esta labor que están “atados” a sus
empleadores: especialmente, trabajadores migrantes cuyo estado de visado está
relacionado al estatus de sus empleadores que también son migrantes (por ejemplo,
diplomáticos); pero también a los migrantes que son víctimas de la trata y cuyos
agentes de contratación retienen sus pasaportes. Considere a la trabajadora del hogar
migrante que de acuerdo con las leyes de su país anfitrión tiene que regresar a su país
de origen poco después de que su empleo actual termine: lo que le dificulta encontrar
un empleo nuevo en el país anfitrión o negociar el poder llevar de vuelta a su país de
origen las prestaciones acumuladas6.
La regulación de las trabajadoras y los trabajadores del hogar en estos casos especiales
quizás requiera la invención de marcos diferentes para la reflexión acerca de la
protección y su provisión. Tal vez involucre también un espectro más amplio de leyes
que simplemente leyes o regulaciones laborales. En el caso de la contratación por
terceros es necesario regular a las agencias de contratación y colocación, y no
solamente la relación de empleo. En el caso de las trabajadoras y los trabajadores del
hogar migrantes se vuelve necesario incorporar la ley de inmigración y considerar
establecer refugios, servicios de emergencia y mecanismos para transferir los
beneficios, así como las remesas. En el caso de las trabajadoras y los trabajadores del
hogar que son víctimas de la trata quizás sea necesario incorporar el derecho penal. En
el caso de las trabajadoras y trabajadores del hogar contratados por diplomáticos tal
vez sea necesario abordar la “inmunidad” a las leyes locales de la que disfrutan los
diplomáticos.
Finalmente, es difícil abordar mediante leyes y regulaciones algunos de los problemas
estructurales subyacentes que contribuyen a la cada vez más alta demanda por
servicios domésticos, incluyendo la mayor participación de las mujeres en la fuerza
laboral, cambios demográficos y el aumento asociado en el número de personas
jóvenes y adultos mayores; las desigualdades salariales y de ingresos entre, y al interior
de, los países; y la división sexual del trabajo que persiste en la mayoría de las
sociedades. Además de reformas legales y normativas, existe la necesidad de
aumentar el reconocimiento y el valor percibido del trabajo de asistir y cuidar; y de
abogar por la prestación o subvención pública, así como la regulación de los servicios
de cuidado de niños y de adultos mayores, con discapacidad o enfermos. Más
relevante aún, es importante que las personas dedicadas al trabajo del hogar sean
reconocidas como trabajadores legítimos.
Organización y voz
La mayoría de las trabajadoras y los trabajadores del hogar no están organizados en
sindicatos y no tienen una voz que los represente. En algunos países no tienen permiso
de afiliarse a sindicatos (OIT 1994).
Inclusive en donde sí tienen el derecho legal de organizarse, no les resulta fácil porque
están aislados y son vulnerables. Cuando se organizan en forma de sindicatos, a estas
organizaciones les es difícil crecer y sostenerse.
Generalmente, el organizar a este grupo de trabajadoras no ha sido una prioridad de
los sindicatos establecidos y de las centrales nacionales, precisamente porque son
invisibles, porque son mujeres en empleos de “bajo estatus”, porque aparentemente
no tienen poder colectivo, porque son difíciles de organizar mediante mecanismos
tradicionales y porque representan un reto para la sustentabilidad financiera.
Afortunadamente hay excepciones.
Organizaciones de trabajadoras del hogar
Las trabajadoras del hogar se están organizando cada vez más. En algunos países
tienen una larga trayectoria de organizarse en sindicatos. Sin embargo, a sus sindicatos
siempre les ha sido difícil crecer, tener un impacto y, en muchos casos, sobrevivir. En
los últimos años, la organización de las trabajadoras del hogar ha demostrado signos
que indican una revitalización. Esta revitalización utiliza estrategias y modelos
organizativos tanto tradicionales como diferentes.
Esto es un desarrollo importante porque el estar organizado es una dimensión de la
formalización y, a su vez, les permite a las trabajadoras del hogar organizadas exigir
que se les reconozca como trabajadoras, y tener derecho a disfrutar de los mismos
derechos y beneficios que los trabajadores formales.
Las trabajadoras y los trabajadores migrantes a menudo se organizan en grupos
basados en una nacionalidad o un idioma común. Otros forman grupos y desarrollan
organizaciones a través de instituciones religiosas. Algunos grupos u organizaciones de
autoayuda deciden que se necesita un sindicato y se transforman. En Perú, el Instituto
de Promoción y Formación de las Trabajadoras del Hogar (IPROFOTH), una ONG, formó
un sindicato que fue registrado en 2006.
Muchas de estas organizaciones pertenecen a redes y alianzas más amplias de
trabajadoras del hogar: locales, nacionales, regionales e internacionales. Por ejemplo,
UNITY Housecleaners tiene una agenda amplia para mejorar las condiciones laborales
de todas las trabajadoras del hogar, no solamente de sus miembros, y es miembro de
Domestic Workers United, una coalición con sede en Nueva York, y de la Alianza
Nacional de Trabajadoras del Hogar que fue fundada en 2007 y organizó su primer
congreso en el Foro Social Estadounidense de 2008.
Organización a nivel mundial
Las trabajadoras del hogar no solamente se están organizando a nivel local, sino
también se están uniendo a nivel regional y mundial. La Red de trabajadoras del hogar
asiáticas (Asian Domestic Workers’ Network, ADWN), que se creó en 2005, consiste de
12 organizaciones locales de trabajadoras del hogar y apoya a ONG de seis países
asiáticos; la Asia Migrant Domestic Workers’ Alliance [Alianza de trabajadoras del
hogar migrantes de Asia] fue fundada en 2008. En América Latina, existe una
organización regional de gran tradición, la Confederación Latinoamericana y del Caribe
de Trabajadoras del Hogar (CONLACTRAHO), fundada en 1988 con organizaciones
miembro en 13 países y aliados en Canadá y Europa. La ahora Federación Internacional
de Tabajadoras del Hogar (FITH), estaba antes constituida bajo la forma de una red, la
Red Internacional de Trabajadoras del Hogar (IDWN, por su sigla en inglés).
La decisión de 2008 por parte del Consejo de Administración de la OIT de incluir una
discusión de fijación de normas sobre el trabajo doméstico en la agenda de las CIT de
2010 y 2011 impulsó, reforzó y les dio un propósito a estas redes de trabajadoras del
hogar. La IDWN y otras redes lanzaron una campaña por un convenio de la OIT que
incluyó talleres regionales e internacionales para desarrollar una plataforma común de
peticiones, así como para planear la incidencia y el cabildeo con los gobiernos, el
trabajo con los sindicatos y la creación de alianzas con una gama de ONG y grupos de
apoyo.
linkografia
http://espanol.wiego.org/economiainformal/ocupaciones/trabajo-del-hogar/