Seremos distintas personas, con distintos sueños, con distintos
recuerdos, con distintas cicatrices, pero lo que nunca cambiara son nuestras miradas, eso será lo que nos volverá a sentirnos jóvenes otra vez y vivir la fantasía que alguna vez susurro en nuestras mentes. Así es como estamos destinados, para ser esa parta magnifica e increíble de nuestra vida, esa parte que cada vez que pienses en ella nos saque una sonrisa y una lagrima a la vez, esa parte que nos ata para recordarnos que desde un principio nuestros corazones ya tenían planeado cruzarse en nuestras vidas y no solo una vez, esa parte que nos da esperanzas para levantarnos el día siguiente con hambre de explorar al mundo. No estamos destinados a un estar juntos, porque en este irónico mundo en el cual estamos viviendo a veces toca nunca y nosotros nos tocó, pero es el nunca que rompe las reglas de lo posible, a pesar de no estar juntos, nos amamos una vuelta al universo y para siempre, hicimos no querer olvidar toda nuestra historia y en vez de odiarla, la queremos, hicimos que dos almas como la nuestra se tocaran en un modo que solo el cielo puede entenderlo. Imagínate que ese 3 de junio, que ese día, que terminaste conmigo con apenas 14 años de edad fuera sido el fin de nuestra historia, no hubiéramos tenido TODO lo que obtuvimos, y eso fue ni más ni menos que sentimientos. Sentimientos que son imposibles de expresar en palabras, palabras inexistentes para confesar todo los caminos que decidimos atravesar, la felicidad y la nostalgia, la melancolía y la esperanza, el dolor y el perdón que solo muestran dos personas viéndose en un espejo, tendremos que andar por todos estos años para enterarnos de una sola verdad, una verdad que extrañamente se nos dará en el mañana incierto, luego de 20 años después, y esa verdad es…