Las actividades agrícolas normalmente se llevan a cabo en contextos rurales,
aunque también pueden ser adaptados a zonas urbanas y semi-urbanas. En el
caso de las zonas rurales, las actividades agrícolas en algunas ocasiones son la principal fuente de ingresos para las familias de bajos recursos, ya sea para comercializar localmente o para su propio consumo. Sin embargo, no se debe omitir la parte pecuaria, que en muchos casos significa una importante actividad para el desarrollo de los pequeños productores y la comunidad. Los sistemas de producción pecuaria, son considerados como la estrategia social, económica y cultural más apropiada para mantener el bienestar de las comunidades, debido a que es la única actividad que puede simultáneamente proveer seguridad en el sustento diario, conservar ecosistemas, promover la conservación de la vida silvestre y satisfacer los valores culturales y tradiciones. América Latina cuenta con todos los ingredientes naturales para ser un importante productor pecuario, para satisfacer las demandas de alimentos y garantizar la seguridad alimentaria regional (FAO, 2021). La producción pecuaria se beneficia del crecimiento de la demanda de productos de origen animal. Este crecimiento seguirá generando empleo y seguridad alimentaria para muchas personas en las diferentes regiones del país, pero se necesitan políticas e inversiones específicas que fortalezcan y ayuden a su rol productivo y social. La potencial contribución de este sector a la economía agrícola del país y a la seguridad alimentaria, depende de la cantidad de ayuda, información y servicios de sanidad animal, veterinarios, asistencia técnica y otros métodos de apoyo que puedan requerir para garantizar la sustentabilidad de sus pequeños sistemas de producción. Los pequeños productores requieren para su desarrollo no solo el acceso a mejores y nuevas tecnologías, sino especialmente la información y el apoyo técnico, que garantice su acceso a pequeños mercados o mejoren la contribución del auto consumo familiar (FAO, 2021). Este sector, como ya se mencionó, contribuye efectivamente a reducir la pobreza, pero también efectúa otros aportes para el desarrollo de actividades agrícolas como, por ejemplo: el transporte, fertilizantes orgánicos y/o combustible, carne, leche, huevos, fibras, cueros y con el tratamiento adecuado, alimentos para otros animales. Con la debida información, capacitación y las herramientas adecuadas, los pequeños productores y sus familias pueden poner en práctica tanto la actividad agrícola como la pecuaria y mantener un equilibrio sostenible en conjunto del cual podrán sacar beneficios nutricionales y económicos. La producción animal puede estar desaprovechando recursos y contribuyendo a la contaminación ambiental en las zonas rurales. Lejos de culpar a los productores, se propone una mirada compleja, que busca entender las prácticas y las dinámicas en torno a estos residuos, y, con la información generada, promover alternativas para que la actividad sea más sustentable en términos de su impacto ambiental (Ejarque et al; 2019). Existiendo esta dualidad, será necesario contemplar planes de acción a nivel territorial que tiendan a ser una guía, o establecer parámetros para un adecuado uso de los residuos pecuarios en cultivos. Entonces, uno de los beneficios importantes que pueden sacar los productores de la producción animal es el debido tratamiento a algunos de los “desechos” que generan los distintos animales que se estén manteniendo. Por ejemplo; el compostaje. El compostaje es un método de tratamiento de los residuos sólidos, en este caso residuos de alguna actividad pecuaria que se esté desarrollando. Se basan en la degradación bioquímica de la fracción orgánica biodegradable de los mismos, que permite convertirla en una sustancia similar al humus, de características totalmente estables e inofensivas desde el punto de vista higiénico y sanitario. Este importante residuo es considerado como enmienda orgánica de alto provecho para las actividades agrícolas. Se le reconoce como fuente de materia orgánica que actúa como generador, acondicionador o corrector de suelo, de tal forma que su presencia se manifiesta mejorando propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo que lo recibe (Blázquez, 1990). Por otro lado, existen los purines. El purín es el estiércol licuado, pastoso o semilíquido, con fuerte olor amoniacal, resultado de la mezcla de las defecaciones, aguas de lavado y orina del animal. Son materiales carbonados que cuando se utilizan como abono fertilizante su función principal es la de aportar nutrientes para las plantas. Por ende, un aprovechamiento agronómico de los purines se convierte en un perfecto aliado, el purín tiene un preciado valor agronómico por su composición, rica en nutrientes esenciales para las plantas como el nitrógeno, el fósforo y el potasio, a la vez que aporta nutrientes secundarios (calcio, magnesio, sodio, azufre) y micronutrientes (hierro, manganeso, etc.). (Castilla y León, 2019). También, a parte de los productos derivados de la producción de aves como lo son el huevo y la carne, con el proceso adecuado se le puede sacar mucho provecho a la denominada gallinaza. Este es un material de desecho orgánico que tiene grandes ventajas para incrementar la producción de los cultivos. Entre las características más importantes están: el aporte de nutrientes como N, P y K, calcio, magnesio, azufre, algunos micronutrientes y el incremento de la materia orgánica del suelo. La gallinaza es otro gran beneficio que se puede aprovechar si se utiliza de manera correcta (Estrada, 2005). Finalmente, otro gran beneficio que se obtiene de algunos animales es el trabajo que puedan realizar. Los agricultores normalmente utilizan bueyes, búfalos, caballos, mulas y burros, para labrar las tierras, sembrar, quitar la maleza, transportar productos, agua y leña, transportar madera y excavar la tierra. Si bien la agricultura se moderniza en muchos sectores, la utilización de animales de tiro persiste e incluso aumenta debido a que es la única manera que se tiene económicamente viable para realizar estas tareas (FAO, 2000). La crianza y el mantenimiento de estos animales de trabajo también puede repercutir positivamente en los puntos que se mencionaron anteriormente, y es por esto y más que tanto la agricultura como la actividad pecuaria pueden llevarse de la mano y sacar mucho más provecho de los recursos disponibles para los pequeños productores.