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No son solo los Estados los que deben regular y garantizar el desarrollo ambiental sostenible. Las
empresas tienen la responsabilidad ética de brindar herramientas para garantizar la sustentabilidad en
la relación entre los recursos sociales y el medio ambiente.
Esta toma de conciencia se asienta en que la población mundial no disminuirá y tampoco sus
necesidades, por lo tanto, se impone una modificación de las formas de producción y de consumo, para
poder preservar los recursos disponibles para las generaciones presentes y futuras Naciones Unidas ha
impulsado diversas cumbres y conferencias en relación a la temática medioambiental, a través de las
cuales se ha ido avanzando en la conceptualización del desarrollo sustentable y en los acuerdos,
recomendaciones y compromisos. Sin embargo, en la figura de la joven militante por el cambio
climático, Greta Thungber, podemos notar que la discusión sobre las responsabilidades éticas de las
empresas sobre el medio ambiente y el medio social es un problema de una actualidad radical.
Uno de los interrogantes por los que debemos partir es preguntarnos si asumir una posición positiva
frente a la responsabilidad organizacional del medio ambiente, ¿es suficiente para que esa
responsabilidad implique una comprensión real de problema al que se enfrenta la humanidad? ¿Cómo
lograr que el reclamo de las generaciones venideras sobre la atención a la contaminación extrema,
implique una toma de conciencia real de los Estados y de las empresas?
sino que busca implementar un modelo de desarrollo que tenga en cuenta el largo plazo. Donde no
solamente se incluya la variable productiva y económica de crecimiento, sino también aspectos
ecológicos y humanos.
Responsabilidad ciudadana
Amartya Sen se pregunta cuán abarcador es el concepto de seres humanos implícito en la idea de
desarrollo sustentable. En este sentido, expone dos vías para el trabajo por la sustentabilidad ambiental:
1) Institucional: involucra la creación de reglamentos y el otorgamiento de incentivos financieros;
donde ha habido avances significativos, particularmente en el desarrollo de instituciones nacionales
e internacionales apropiadas.
2) Ciudadanía responsable: las iniciativas que involucran a los ciudadanos en las políticas ambientales
son débiles, y las autoridades públicas son escépticas en relación a los posibles resultados si se apela
a un sentido de responsabilidad social.
En esta línea de la ciudadanía responsable, se deber avanzar desde lo práctico en el impulso del
activismo cívico, pero también desde el cuestionamiento para ampliar la idea de sustentabilidad con
este enfoque, afirma Sen. En este punto el autor cita la obra Ciudadanía y el Ambiente, para darle la
razón cuando asegura la potencialidad de las responsabilidades cívicas frente a los desafíos
medioambientales y enfatiza su “interés en investigar y destacar lo que los ciudadanos pueden lograr
cuando los anima una comprensión social y reflexión razonada, y no únicamente incentivos financieros
(actuando meramente como «actores racionales en función de su propio interés»).
La ciudadanía no puede ser considerada, como un conjunto de individuos que actúan en función de su
propio interés movidos por intensivos financieros; “por el contrario, de lo que se trata es de destacar lo
que los ciudadanos pueden lograr cuando se les anima a una comprensión social y reflexión razonada”.
Aparece, entonces, claramente el sentido de la responsabilidad, tanto hacia otras especies como hacia
otros seres humanos más débiles, asociado a un sentido de valores. Enfoque que fundamenta la visión
amplia de humanidad que el autor defiende para el desarrollo sustentable, donde lo que prima es la
libertad de la persona para decidir en relación a lo que valora. Es claro que, en este marco, la
responsabilidad es asumida por las nuevas generaciones, quienes no dejan de señalar que la
responsabilidad no solo involucra nuestra propia especie, sino otras especies cuya pervivencia peligra.
La responsabilidad radical que involucra el desarrollo sustentable la contrae la ciudadanía,
fundamentalmente la juventud, que ve con ojos preocupados lo que parece un destino ineludible: la
extinción masiva de especies, ecosistemas y seres humanos.
“Estamos ante una emergencia de crisis climática y ecológica. Es hora de actuar. Los jóvenes ya
marcamos el mundo que queremos tener".
(financiera, física, humana, social y ecológicamente). No solamente cuidar el capital físico y financiero,
lo que comúnmente se hace, sino que es necesario realizar una revalorización del capital social y
humano, lo que representa una oportunidad para reducir la dependencia de los recursos naturales e
impulsar la diversificación hacia actividades intensivas en conocimiento y tecnología. Asimismo, la
revalorización del capital natural atrae inversiones nacionales e internacionales basadas en la
conservación y no en la extracción.
Economía verde
Todos los actores sociales, gobierno, sociedad civil, ciudadanía, organizaciones privadas, están
invitados a comprometerse con el desarrollo sustentable. El documento El futuro que queremos,
producto de la Cumbre para la Tierra de Río de Janeiro en 2012, invita a las empresas a unirse a este
camino: “invitamos también a las empresas y la industria, según proceda y de conformidad con la
legislación nacional, a que contribuyan al desarrollo sostenible y a que formulen estrategias de
sostenibilidad que incorporen políticas de economía verde, entre otras cosas”.
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¿Qué es?
Se refiere a los procesos productivos que impulsan el desarrollo, generan empleo y que protegen el
medio ambiente.
Impacto económico
Políticas con reinversión en energías limpias y renovables
Industrias
Transporte, vivienda y procesos químicos
Impacto ecológico
Se cuidan los ecosistemas y se protege la biodiversidad
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) (2011), en su Informe Hacia una
economía verde: Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza - Síntesis para los
encargados de la formulación de políticas, afirma que la economía verde no reemplaza al desarrollo
sostenible, sino que es una forma para alcanzarlo a nivel nacional, regional y mundial, alineada y
ampliando el Programa 21. El Informe demuestra que las economías verdes son un nuevo motor del
crecimiento, generan empleos y son claves para eliminar la persistente pobreza.
El PNUMA considera que una economía verde debe mejorar el bienestar del ser humano y la equidad
social a la vez que reduce significativamente los riesgos ambientales y las escaseces ecológicas. En su
forma más básica, una economía verde sería aquella que tiene bajas emisiones de carbono, utiliza los
recursos de forma eficiente y es socialmente incluyente. En una economía verde, el aumento de los
ingresos y la creación de empleos deben derivarse de inversiones públicas y privadas destinadas a
reducir las emisiones de carbono y la contaminación, a promover la eficiencia energética, así como en
el uso de los recursos, y a evitar la pérdida de diversidad biológica y de servicios de los ecosistemas.
En los países desarrollados es habitual que la consideración de la sostenibilidad esté asociada con la
noción de consumo excesivo y la necesidad de reducir la tasa de uso de recursos y la intensidad en el
uso de insumos y en emisiones. En los países en desarrollo el problema de la sostenibilidad tiene que
ver muchas veces con la necesidad de facilitar el acceso a fuentes de energía segura para una
proporción de la población que habitualmente no tiene acceso a ellas o sólo puede obtener servicios
energéticos, a través de fuentes muy contaminantes y poco eficientes. En los casos de países de ingresos
bajos, parece muy difícil asociar la noción de la transición hacia la sostenibilidad del desarrollo a una
trayectoria decreciente en el consumo de algunos recursos e insumos, ya que muchas veces amplios
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sectores de la población aún no acceden a estos servicios básicos y a pesar de los esfuerzos en el marco
de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), están lejos del cumplimiento de esos derechos
económicos esenciales. En síntesis, el enfoque utilizado en este informe, considera la eficiencia en el
uso de recursos como un factor relevante, tanto para potenciar el desarrollo económico, como para
contribuir a su sostenibilidad y mejorar, de esta manera, el perfil de especialización productiva y el tipo
de inserción internacional de los países de la región.
En general, los países de América Latina no contemplan las consecuencias del agotamiento potencial de
los recursos naturales en los análisis económicos convencionales. Esto es consecuencia de que la
protección ambiental y el desarrollo productivo, se presentan como objetivos casi excluyentes. Las
nociones de economía verde, consumo y producción sustentables y eficiencia en el uso de los recursos,
permiten integrar el cuidado del medio ambiente al crecimiento productivo.
Así es como hacia 1992, se celebró la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Ambiente y el
Desarrollo, más conocida como Cumbre para la Tierra de Río de Janeiro, entre el 3 y el 14 de junio. Los
países participantes acordaron adoptar un enfoque de desarrollo que protegiera el medio ambiente,
mientras se aseguraba el desarrollo económico y social, todo lo cual era esencial para lograr el
desarrollo sostenible según los Principios de Río. Los documentos, aprobados por 178 gobiernos en Río
de Janeiro, incluyeron:
1) Programa 21: este es un plan de acción que tiene como finalidad metas ambientales y de desarrollo
en el siglo XXI.
2) Declaración de Río sobre medio ambiente y desarrollo: se definen los derechos y deberes de los
Estados, en 27 principios.
3) Declaración de principios sobre los bosques.
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Compromisos que asumen los gobiernos que forman parte de Cumbre para la Tierra frente al futuro de
la tierra a fin de garantizar estrategias ecológicas y sostenibles de energía y la utilización de recursos
disponibles:
La Cumbre para la Tierra + 5 tuvo lugar en un período extraordinario de sesiones de la Asamblea
General celebrada en 1997. Tenía como principal objetivo analizar la ejecución del Programa 21,
aprobado en la Cumbre de 1992. Después de intensas deliberaciones debidas a las diferencias entre los
Estados acerca de cómo financiar el desarrollo sostenible en el plano mundial, se obtuvieron diversos
acuerdos que se plasmaron en el documento final de la sesión: "Informe del Secretario General sobre la
aplicación y ejecución de la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo". Estos
acuerdos fueron:
o Emisión de gases: adoptar objetivos jurídicamente vinculantes para reducir la emisión de los gases
de efecto invernadero, los cuales son causantes del cambio climático.
o Producción sostenible: avanzar con más vigor hacia las modalidades sostenibles de producción,
distribución y utilización de la energía.
o Pobreza: enfocarse en la erradicación de la pobreza como requisito previo del desarrollo
sostenible.
En el año 2000 se llevó a cabo, en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, entre el 6 y el 8 de
septiembre, la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas. Los líderes del mundo adoptaron
unánimemente la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas, la cual plasma el reconocimiento de
la responsabilidad colectiva de los gobiernos para lograr la dignidad humana, la igualdad y la equidad,
haciendo de la globalización una fuerza positiva para todos, en especial los más vulnerables. La
Declaración de la Cumbre cita a la libertad, la igualdad (de los individuos y de las naciones), la
solidaridad, la tolerancia, el respeto a la naturaleza y la responsabilidad compartida como seis valores
fundamentales para las relaciones internacionales en el siglo XXI. Se establecieron los Objetivos de
Desarrollo del Milenio en el marco de una nueva alianza mundial para reducir la pobreza extrema, con
plazos hasta el 2015. Sobre la protección del medio ambiente, la Declaración del Milenio (2000) señaló
que no deben escatimarse esfuerzos para contrarrestar la amenaza de que el planeta se estropee de
forma irremediable por las actividades humanas.
Por lo tanto, los participantes en la Cumbre decidieron adoptar una nueva ética de conservación y
cuidado del medio ambiente. Otra instancia en el proceso internacional hacia el cuidado del medio
ambiente ha sido la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible, conocida como Cumbre para la Tierra
de Johannesburgo, la cual se llevó a cabo del 26 de agosto al 4 de septiembre de 2002 en el Centro de
Congresos de Sandton, y de forma paralela se desarrolló un foro no gubernamental. El objeto era
renovar el compromiso político asumido en la Cumbre de Río por el desarrollo sostenible, y realizar un
seguimiento al Programa 21. Previamente se llevaron a cabo consultas nacionales y reuniones
preparatorias regionales, para evaluar las oportunidades y desafíos que entraña el desarrollo sostenible,
así como para establecer prioridades, iniciativas y compromisos necesarios para alcanzar este
desarrollo.
de debatir y dar forma a cómo se puede reducir la pobreza, fomentar la equidad social y garantizar la
protección del medio ambiente en un planeta cada vez más poblado.
Los objetivos fueron: asegurar un renovado acuerdo político en desarrollo sostenible; evaluar los
progresos y brechas en la implementación de los acuerdos ya realizados; y abordar los retos nuevos y
emergentes. Y los dos temas principales fueron: cómo construir una economía ecológica para lograr el
desarrollo sostenible y sacar a la gente de la pobreza (economía verde) y cómo mejorar la coordinación
internacional para el desarrollo sostenible (marco institucional). El documento final fue: El Futuro que
Queremos. El consenso fue firmado por 193 naciones rápidamente. Sin embargo, algunas
organizaciones, varias de ellas ambientalistas, se sintieron decepcionadas por los resultados de Río+20.
Algunas de las normativas y acuerdos más importantes enumerados en el sitio del PNUMA:
• Convención sobre la Diversidad Biológica (1992):
Firmado en el marco de la Conferencia de Río de Janeiro en 1992, es casi una declaración de buenas
intenciones. Fue un primer paso a nivel mundial decisivo hacia la conservación de la diversidad
biológica, la utilización sostenible de sus componentes y la distribución justa y equitativa de los
beneficios obtenidos del uso de los recursos genéticos.
• Declaración de Dublín sobre Agua y el Desarrollo Sostenible (1992):
La necesidad de una acción concertada frente a la escasez y el uso abusivo del agua, para invertir
las actuales tendencias de consumo excesivo, la contaminación, las amenazas crecientes de las
sequías y las crecidas hicieron necesaria esta declaración, a fin de preservar los ecosistemas y
asegurar la calidad de vida del ser humano.
• Convención relativa a los Humedales de Importancia Internacional especialmente como Hábitat de
Aves Acuáticas (1971):
Se enfoca en la conservación y el uso racional de los humedales, la designación de humedales
idóneos para asegurar su manejo eficaz y la cooperación internacional para humedales
compartidos o transfronterizos. La Comisión de las Partes (COP) se reúne periódicamente para
administrar y orientar la aplicación. Los humedales están entre los ecosistemas más diversos y
productivos. Proporcionan servicios esenciales y suministran toda nuestra agua potable. Sin
embargo, continúa su degradación y conversión para otros usos.
• Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural:
Aprobada en la Conferencia General de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura, celebrada en París en noviembre de 1972, busca promover la identificación,
la protección y la preservación del patrimonio mundial, cultural y natural considerado
especialmente valioso para la humanidad.
• Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC, 1992):
El cambio climático es una amenaza que afecta a todos los países en forma directa y esta es la causa
de su objeto en forma conjunta. La convención incluye aspectos como la educación, la
investigación, la concientización, y medidas de aplicación y observación de lo acordado. Una de
las resoluciones más conocidas es la que refiere a la reducción de las emisiones de CO2 a la
atmósfera porque está relacionada directamente con la economía de los países.
• Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres
(CITES, 1963)
Acuerdo internacional para prohibir el comercio de especies protegidas y de sus productos
derivados a fin de velar por la supervivencia de las especies. Habida cuenta de que el comercio de
animales y plantas silvestres sobrepasa las fronteras entre los países, su reglamentación requiere
la cooperación internacional a fin de proteger ciertas especies de la explotación excesiva.
Esta constante preocupación de la sociedad en relación al medio ambiente que se ha ido plasmando en
las diversas Cumbres para la Tierra, conferencias internacionales y tratados multilaterales y bilaterales
también se ha reflejado en leyes a nivel nacional que establecen nuevas formas de actuar.
Las nuevas normas y acuerdos ambientales, impulsados principalmente por la Cumbre para la Tierra de
Río en 1992, sumadas a la Ronda Uruguay de negociaciones del GATT, han impulsado también el
surgimiento de estándares internacionales para las empresas y corporaciones a fin de promover una
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gestión ambiental responsable orientada hacia el desarrollo sustentable, con prácticas productivas y
métodos menos destructivos del medio ambiente.
Parte importante de este proceso es el avance de la concientización en la preservación del medio
ambiente, impulsada y promovida por organizaciones ambientalistas, y del aumento de la demanda de
productos “verdes” por parte de los consumidores.
Un estándar internacional ambiental, es la norma ISO 14000, que comenzó a publicarse en el año 1996,
tras el éxito de las normas ISO 9000 para gestión de la calidad, y que, es de aplicación voluntaria, no
legal, por parte de las empresas y organizaciones gubernamentales.
La norma ISO 14000 explica cómo establecer un sistema de gestión ambiental; puede ser implementada
en organizaciones de cualquier tamaño, y se enfoca en reducir impactos ambientales cumpliendo con la
legislación en esta materia, manteniendo a su vez un equilibrio entre esta reducción del impacto y el
sostenimiento de la rentabilidad.
Estas normas ambientales establecen instrumentos y sistemas para los procesos de producción dentro
de una empresa u organización, y de los impactos de los mismos en el medio ambiente. La certificación
puede ser otorgada tanto a la empresa como al producto en sí. En América Latina, se fueron expandiendo
normas como la ISO 14000, para una gestión medioambiental en sentido amplio, a la que se fueron
sumando certificaciones sectoriales como la del Forest Stewardship Council (FSC), con oficinas en
América Latina desde 1994 (primero en México y luego a través de iniciativas nacionales en otros nueve
países) o las nacionales como la Certificación para la Sostenibilidad Turística en Costa Rica —creada en
2000 por el Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible (CLACDS), del
Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE)—, e iniciativas internacionales para
temáticas específicas, como el Carbon Disclosure Project (CDP), una coalición de inversionistas de todo
el mundo que busca reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y medir los riesgos de gestión
medioambiental de las empresas y que, entre otras ciudades, tiene una sede en San Pablo.
Las empresas son cada vez más conscientes de la importancia de estas normas y certificaciones como
herramientas estratégicas para el ingreso a los mercados internacionales.
los componentes que conforman y rodean el medio ambiente. Esta conservación del entorno, es lograr
por toda la humanidad que la naturaleza, el ambiente o el planeta se encuentren en óptimas condiciones
saludables para una mejor calidad de vida de las sociedades.
La conservación ambiental del entorno es fundamental para el desarrollo económico y riqueza de todo
país, para asegurar el material genético, el patrimonio cultural, los paisajes, la diversidad de especies,
la salud, la calidad de vida de toda la humanidad y del planeta en general.
responsable con el medio ambiente. Es necesario definir unos objetivos medioambientales y trabajar
para cumplirlos:
✓ Ahorro energético: cambiar los equipos de iluminación o climatización a favor de otros de bajo
consumo o la desconexión de los aparatos electrónicos cuando no están funcionando. Avances
como la tecnología led nos ayudan a cumplir con él. La eficiencia energética es clave para cuidar
el medioambiente y, además, nos permite reducir costes.
✓ Políticas de reciclaje: diseñar una política de reciclaje independientemente del sector al que se
dedique la empresa, ya que todas generan residuos o desperdicios. A parte de reciclar
correctamente el papel o el plástico en la oficina, cuando se produzca una renovación de equipos
o mobiliario, también hay que tratar de reutilizar y reciclar todo lo posible.
La gestión de residuos es fundamental para reducir el impacto en nuestro entorno. Por un lado,
pueden ser reutilizados. Por otro lado, pueden ser tóxicos, por lo que deben respetarse los
procesos que se exigen para no contaminar.
✓ Eficiencia de los recursos: uso eficiente del papel, un recurso que muchas veces desperdiciamos
de forma totalmente arbitraria, y que tiene un gran impacto ecológico. No basta con utilizar papel
reciclado, que también es una medida a tener en cuenta, también podemos reutilizar las hojas que
solo están escritas por una cara, instalar puntos de reciclaje en diferentes puntos de la oficina, etc.
Y además de reutilizar y reciclar tenemos la tercera R, reducir el consumo de papel, algo muy fácil
gracias a los formatos digitales.
✓ Oficinas sostenibles: se pueden crear oficinas verdes. Si vas a levantar el edificio de cero, puedes
recurrir a materiales reciclados o renovables para la construcción, además de apostar por los
principios de la arquitectura bioclimática, en busca de sacar el máximo partido a la luz solar o a la
climatización natural para así ahorrar en electricidad o gas. Ese espacio físico de trabajo debe ser
un ejemplo más de las medidas ecológicas adoptadas por la empresa.
✓ Reducir el impacto: huella que deja nuestra actividad. En este sentido, podemos tomar medidas
para incentivar el uso del transporte público, la bicicleta o el coche compartido entre los
trabajadores de la empresa, evitando que cada uno venga en su coche. También procuraremos
utilizar materias primas y recursos de proximidad, de forma que tengan el menor impacto posible
y podemos proteger el medio ambiente también en los ineludibles desplazamientos del día a día.
DESARROLLO SOCIAL
La noción de desarrollo social se vincula al progreso económico, sin embargo, existen otros aspectos
fundamentales y determinantes para el desarrollo y progreso social de un país. Algunos de los ámbitos
más urgentes y postergados: el desarrollo social, que implica la posibilidad del desarrollo humano de
calidad educativa, saludable, con verdaderas oportunidades de progreso económico e, incluso,
cognitivo. Para mejorar la calidad de vida de comunidades en estados de vulnerabilidad, la vinculación
entre desarrollo social y responsabilidad social es fundamental.
Una de las principales estrategias para lograr un desarrollo social con vistas a la integración concreta
de las personas en el entramado social, la garantía de los derechos humanos y la erradicación de la
pobreza lo constituyen los planes de desarrollo y atención de la primera infancia. Pensar en el desarrollo
social que garantice el desarrollo presente cultural, social, cognitivo de la primera infancia asegura una
sociedad futura más justa y equitativa, con igualdad de oportunidades genuinas.
La forma de reducir la desigualdad es invertir más y mejor en los niños más pequeños entre 0 y 5 años.
El mayor problema es que hay una brecha cognitiva muy grande entre los niños ricos y los pobres.
América Latina invierte casi la mitad que la media de la OCDE en desarrollo infantil temprano. Por cada
dólar invertido en los niños de 0 a 5 años, se invierten tres en los de 6 a 11 años. Es importante invertir
bien, en una educación de calidad, ya que las maestras y cuidadoras son uno de los factores
determinantes en el desarrollo de primera infancia. Invertir en los niños más pequeños es plantar las
semillas de una sociedad más equitativa y es una tarea que no puede esperar. Los programas sociales
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que vienen después en el ciclo de la vida, son más efectivos si se construyen sobre niños favorecidos
por buenas intervenciones tempranas.
En Argentina, contamos con un conjunto de normativas, entre leyes y decretos, que pretenden garantizar
y trabajar en materia de desarrollo social con perspectiva en responsabilidad social. En este sentido, el
Decreto 750/2019 de octubre de 2019, que tiene como objetivo el desarrollo de ciertas estrategias que
permitan garantizar la igualdad, el equilibro y la dignidad social desde la primera infancia a partir del
programa “Primera Infancia Primero”, pretende abogar por una justicia social de raíz.
En el decreto se ve con claridad que la importancia de un desarrollo social integral es fundamental para
dirigirse hacia políticas que involucren a los tres sectores: el público, el privado y el tercer sector.
Alcanzar las metas propuestas por los “17 Objetivos de Desarrollo Sostenible” solo será posible si se
propone un modelo basado en la responsabilidad social que alcance a cada uno de los agentes y
gestores en todos los sectores.
Responsabilidad social
La responsabilidad social concebida como un bien público necesario para las sociedades, al afectar al
ejercicio de derechos, debe recibir una adecuada gestión, por la que deben velar las administraciones
públicas, como agente dinamizador de los demás agentes.
Las organizaciones de la sociedad civil, también llamadas del tercer sector, sin fines de lucro, sociales,
no gubernamentales, según la visión y el enfoque que guíe, también deben asumir responsabilidades
tanto desde la gestión como desde las relaciones con el entorno social y medioambiental. Esta
responsabilidad debe atravesar la organización desde la estrategia y requiere de la coordinación de
distintas áreas funcionales. Sin embargo, la práctica es aún parcial y fragmentada, y se debe trabajar
mucho para avanzar hacia el ejercicio de una responsabilidad social que contribuya a aumentar la
legitimidad de las organizaciones de la sociedad civil.
Al rol activo que deben asumir las organizaciones de la sociedad civil en la promoción de su
responsabilidad social y la de otros actores, debe sumarse el de los Estados y las administraciones
públicas para la promoción, diseño e implementación de un diseño eficaz para gestionar la
responsabilidad de los distintos actores sociales y económicos.
Las entidades sin fines de lucro son asociaciones civiles en las que la instancia de mayor autoridad es la
asamblea de asociados. Los socios constituyentes se juntan para defender una o varias causas sociales o
ambientales; no aportan capital. La asamblea de estas entidades designa un Consejo Directivo que, en
teoría, debiera renovarse periódicamente. Por lo general, estas entidades se organizan en torno a
algunos ejes temáticos. Como asociaciones de consumidores o de las organizaciones ambientalistas.
Existen una serie de mitos por los cuales es difícil promover el desarrollo social en América Latina, esto
afecta al cumplimiento de los objetivos impulsador por la ONU:
1) La superficialidad de la política social: visión de que es una especie de “concesión forzosa” a la
política. El mensaje transmitido es que los esfuerzos deberían concentrarse en el único camino real,
que sería el crecimiento económico. La política social, sería una especie de “costo forzado” que
con frecuencia distrae recursos de ese esfuerzo central. Esta visión ha sido algunas veces
verbalizada sintéticamente con la afirmación: “La única política social es la política económica”
2) La política social es un gasto: cuando se habla de los social, se habla de un “gasto”, recursos que
consumen. Transmite una visión que refuerza la anterior: superflua y gasto. El lenguaje no es un
punto menor, expresa con frecuencia concepciones subyacentes muy arraigadas
3) Es posible prescindir del Estado: sería casi por naturaleza altamente ineficiente. Esto crea las
condiciones para pensar como única alternativa en reemplazar las políticas sociales públicas, por
el mercado, en forma total o considerable. En América Latina, el razonamiento ha tomado con
frecuencia el carácter de “profecía que se cumple a sí misma”. Al plantear como punto de partida
la inutilidad del Estado, ha generado medidas que debilitaron drásticamente sus capacidades
institucionales, desarticularon organismos claves, propiciaron casi agresivamente el retiro del
sector público de los más capaces y des jerarquizaron la función pública tanto en el campo social
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como en otras áreas. Un Estado minado en sus bases organizativas ha cumplido en diversas
realidades la profecía. Su capacidad de operación real se redujo significativamente
4) El aporte de la sociedad civil es marginal: tiende a relativizar las posibilidades de aporte a la acción
social de la sociedad civil. Transmite el mensaje de que dicho aporte es meritorio simbólicamente,
pero equivale a caridad. No resuelve ningún problema relevante y, por ende, no merecería un
apoyo especial. Así, muy pocos países de la región han intentado explorar seriamente la
posibilidad de incentivos fiscales sistemáticos para promover las contribuciones. En general,
respondiendo a esta visión subestimante, son débiles las políticas para tratar de potenciar las
posibilidades de participación de la sociedad civil en la política social.
El trabajo en materia de responsabilidad social con vistas a fomentar políticas fundadas en el desarrollo
social implica deconstruir las representaciones sociales sobre el rol del Estado, la pobreza y el aporte
de la sociedad civil. Un desarrollo social integral supone que todos los actores se encuentren implicados
y que mantengan fuertes compromisos con la sociedad civil.
Si tomamos como caso alguna organización de la sociedad civil, observaremos que algunas
orientaciones prácticas para desarrollar una estrategia de responsabilidad social incluyen el ciclo de
relación con las partes interesadas que promueve su participación activa en el proceso de gestión, como
también el proceso de gestión de la responsabilidad social. El ciclo de relación con las partes
interesadas expone, en forma transversal a la gestión, un ciclo de mejora continua en cinco etapas. Estas
etapas están atravesadas por la participación de los grupos de interés, con el fin de proyectar sus
expectativas y percepciones, para actuar en forma preventiva en los impactos sobre sus derechos y
oportunidades, como en la percepción de estos. Todo ello, para asegurar la suma de valor que una
organización de la sociedad civil debe proveer a las partes interesadas, particularmente a los
beneficiarios finales de su misión.
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El informe realizado en 1972 sobre Los límites del crecimiento (conocido como el primer informe del
Club de Roma) que inició un debate global sobre el futuro de la humanidad, concluye que en un planeta
con recursos naturales limitados, tierra cultivable finita y una capacidad de absorber la contaminación
humana también limitada, las dinámicas de crecimiento exponencial de población y producto per cápita
no son sostenibles.
La responsabilidad social que implica una mirada de desarrollo sostenible debería estar orientada a una
perspectiva largoplacista, que tenga en cuenta los efectos sobre el medio ambiente y sobre las
comunidades que se ven afectadas de modo directo e indirecto. La importancia de una genuina política
en materia de desarrollo social sostenible implicaría: la implementación de políticas de fortalecimiento
de la imagen institucional, la difusión mediática de las actividades comunitarias que realizan, la
importancia de la actividad económica para el país-región; en suma, la “responsabilidad” que la
empresa demuestra en el ámbito social en el que se inserta. Lejos de significar un coste elevado para
las empresas, esta estrategia permite mejores resultados a largo plazo, y puede marcar la diferencia
entre ser admitido o no como actor legítimo en una sociedad determinada. La RSE no es un costo, es una
inversión que se tiene que efectuar desde el inicio de un prospecto e incrementar a medida que se
desarrolla el proyecto, de esta forma se optimizará el costo final de la “licencia social”.
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Uno de los mayores inconvenientes que presenta este tipo de emprendimientos es la falta de
reconocimiento de las comunidades y los gobiernos para la toma de decisiones sobre el modo de
instrumentar las actividades, siguiendo lo que se ha denominado el mito de la superficialidad de la
política social y el mito de que el aporte de la sociedad civil es marginal, que implican un riesgo para su
bienestar presente o futuro.
LIDERAZGO ASOCIATIVO
Capacitar en materia de responsabilidad social implicaría generar y estimular la capacidad asociativa
la cual supone:
• Impulsar liderazgos capaces de mandar obedeciendo, donde cada miembro tenga un espacio de
iniciativa y responsabilidad hacia dentro, y encare procesos de articulación hacia fuera.
• Potenciar la solución integral y creativa, a través de redes y trabajo conjunto, de problemas
sociales que son cada vez más complejos y están interrelacionados, logrando mejores resultados.
• Unificar metas, usar eficientemente los recursos, a través de un planteo intersectorial de la
responsabilidad social.
• Establecer consensos, acuerdos, pactos implícitos o explícitos para regular una actuación
conjunta.
• Actuar cooperativamente, sobre la base de la confianza y la expectativa de reciprocidad.
• Generar sinergias del grupo, que superan la suma de las cualidades individuales.
Este tipo de enfoque pretende, un borramiento de un enfoque individualista para pasar a otro que
pretende destacar la capacidad asociativa de los agentes. En este sentido, el liderazgo se trabaja desde
una perspectiva de responsabilidad, compromiso y valoración de los agentes participantes y
promoviendo la vinculación entre la empresa y la comunidad.
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lo segundo es pensar que esto no es opuesto a generar oportunidades, y que ambas cosas pueden
integrarse en una misma política social.
o Oposición Estado/sociedad civil: lo social es de uno u otro, y hay que optar. Esto no es así; la
articulación entre ambos es clave para potenciar el esfuerzo complementario. Así, si el Estado debe
garantizar los derechos en una sociedad democrática, la sociedad civil debe aportar a esto con el
voluntariado y la responsabilidad social empresaria, actuaciones que en nuestro país están muy
desvalorizadas, no así en Europa, donde el empresariado está trabajando mucho más adelante en
estos temas.
o Concepción del pobre como objeto y no como sujeto: la política social exitosa es aquella que cree
en los pobres, que les da cierto poder. Los pobres en América Latina tienen un enorme capital
social, valores milenarios, conciencia comunitaria, cultura, todo lo cual puede producir resultados
asombrosos si se potencia y se impulsa con seriedad la participación comunitaria.
La política pública debe consistir en una perspectiva socioeconómica y descentralizada. Tal perspectiva
política debe implicar la cogestión por parte de la ciudadanía, con participación y buena gerencia social.
Debe generar redes y alianzas con la responsabilidad social empresaria, el voluntariado y otros sectores
de la sociedad civil. La Responsabilidad Social facilita las soluciones integrales y promueve el equilibro
para la toma de decisiones que afectan a toda la comunidad.
Las organizaciones y movimientos sociales que trabajan por el desarrollo comunitario utilizan como
metodología la investigación-acción participativa (IAP), que fomenta la transformación social desde la
participación de los excluidos en el mismo proceso de desarrollo para humanizar y recrear el mundo.
Los cambios en el enfoque se plasman en dos corrientes complementarias que comparten los principios
del desarrollo participativo y las premisas:
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• Paradigmática: una acentúa más bien lo teórico, estratégico y valorativo del modelo de desarrollo
participativo.
• Pragmática: se orienta a resultados inmediatos y al uso de instrumentos adecuados para promover
el desarrollo participativo.
Inclusión social
Muchos organismos internacionales han incluido la participación como eje de acción en sus estrategias,
declaraciones y proyectos, llegando en ciertos casos a institucionalizarse como política oficial. Ej: el
Banco Mundial, la ONU, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), entre otros.
Incluso la Agenda 21, de la Declaración de Río de 1992, indica que la participación de la sociedad civil
es un elemento imprescindible para avanzar hacia la sostenibilidad: El Programa 21 aborda los
problemas acuciantes de hoy y también trata de preparar al mundo para los desafíos del próximo siglo.
Refleja un consenso mundial y un compromiso político al nivel más alto sobre el desarrollo y la
cooperación en la esfera del medio ambiente. Su ejecución con éxito incumbe, ante todo y sobre todo,
a los gobiernos. Las estrategias, planes, políticas y procesos nacionales son de capital importancia para
conseguir esto. La cooperación internacional debe apoyar y complementar tales esfuerzos nacionales.
En este contexto, el sistema de las Naciones Unidas tiene una función clave que desempeñar. Otras
organizaciones tienen también que contribuir a ese esfuerzo. Asimismo, se debe alentar la participación
más amplia del público y la participación activa de las organizaciones no gubernamentales y de otros
grupos. La participación auténtica de todos los grupos sociales tendrá una importancia decisiva en el
cumplimiento eficaz de los objetivos, las políticas y los mecanismos acordados por los gobiernos en
todas las áreas del Programa 21.
En este sentido, uno de los requisitos fundamentales para alcanzar el desarrollo sostenible es la amplia
participación de la opinión pública en la adopción de decisiones.
En el contexto del medio ambiente y el desarrollo: necesidad de que las personas, los grupos y las
organizaciones participen en los procedimientos de evaluación del impacto ambiental, conozcan el
mecanismo de adopción de decisiones y participen en él, sobre todo cuando exista la posibilidad de
que esas decisiones afecten a las comunidades donde viven y trabajan. Además, todos deberían tener
acceso a la información relativa al medio ambiente. La participación de la sociedad civil en la gestión de
los recursos y en las decisiones de conservación del medio ambiente es planteada como un pilar del
desarrollo sustentable, ya que permite facilitar un mejor aprovechamiento de los recursos naturales y
contribuye a mejorar las condiciones socioeconómicas de la población, promoviendo patrones de
consumo adecuados, fortaleciendo estructuras sociales y preservando los ecosistemas. Todo ello genera
una transformación en las condiciones de desigualdad en las que opera el mercado que posibilita a las
personas el ejercicio pleno de la libertad y de los derechos fundamentales en la búsqueda de soluciones
para los problemas de su entorno político, social, económico y ambiental.
Para que el desarrollo sustentable sea viable, se necesita tecnología y organización social. Para esto se
debe fortalecer la capacidad económica y social de la población. Por ello, políticas reguladoras e
incentivos son requeridos en este sentido, a fin de que la sociedad tome parte en la construcción e
implementación de políticas de desarrollo ambiental, económico y social, según sus prioridades y
preferencias.
Para Kliksberg este movimiento a favor de la participación excede a los organismos del sistema de
cooperación internacional, y en América Latina las sociedades están presionando cada vez más desde
abajo hacia arriba por estructuras participativas, exigiendo que sean genuinas. Esto explica el apoyo
que reciben los procesos de descentralización que se encuentran en curso como oportunidades de
ampliar la participación. El autor explica la nueva vinculación entre participación y desarrollo como fruto
de las necesidades que surgen de la realidad, una realidad con pobreza e iniquidad marcadas en el
continente, que son inadmisibles en un sistema democrático.
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