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EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO DEL SUR DE

MENDOZA EN PERSPECTIVA BIOGEOGRÁFICA

Gustavo Neme
Adolfo Gil

INTRODUCCIÓN

Durante las últimas décadas, el uso de la biogeografía en arqueología ha sido


una fuente inagotable de recursos para entender diferentes aspectos de las socie-
dades humanas tanto pasadas como presentes (Borrero 1989-90, 1994-95; Veth
1993; Barberena 2008). Incluso asumiendo la complejidad del comportamiento
humano y su plasticidad adaptativa, potenciada por el desarrollo de la cultura,
este acercamiento ha permitido enfocar de una forma sencilla a la variabilidad
mostrada por los grupos humanos a través del tiempo y el espacio. Tomada de la
biología, la biogeografía ha sido definida como el estudio de la distribución de
los diferentes tipos de animales y plantas, y de los procesos biológicos, geológicos
y climáticos que influenciaron su distribución (Brown y Lomolino 1998; Lieber-
man 2000). En este sentido, lo que busca es explorar que puede decir la distri-
bución geográfica de los organismos acerca de la relación entre la evolución de
la biota en la tierra y de la evolución de la tierra en sí misma (Lieberman 2000).
Utilizando estos conceptos básicos, los arqueólogos han abordado y articulado
preguntas de grano grueso, en amplias escalas temporales y espaciales, referidas a
temas tan dispares como el poblamiento humano, la extinción de la megafauna,
la dispersión de rasgos tecnológicos y variaciones en la subsistencia, entre otros.
Más allá de que el abordaje ha sido preferido en espacios amplios, los estudios
biogeográficos implican abordar diferentes escalas (Cox y Moore 2005). Es nece-
sario tener presente en qué escala se está trabajando, dado que de lo contrario
es posible obtener imágenes incorrectas del fenómeno estudiado. Por ejemplo,
cuando se considera la dispersión de una especie con amplia distribución (e.g.
continental), esto no quiere decir que la misma ocupe todos los hábitats de tal
dispersión. Por el contrario, ocupará hábitats específicos en una gran área de
dispersión, dentro de la cual elegirá micro hábitats que incluso pueden ser com-
partidos con otras especies.
Por lo tanto, es necesario ser concordante con el manejo de las escalas, las que
deben ajustarse en función del problema que se quiere abordar. Cuanto más se
256 Gustavo Neme y Adolfo Gil

avanza en el conocimiento de diferentes aspectos del registro arqueológico, más


frecuentemente se encuentra la investigación con este juego de escalas que no
solo pueden explicar anomalías del registro arqueológico macro regional, sino
que pueden ayudar a entender mejor el funcionamiento de las sociedades huma-
nas del pasado.
La heterogeneidad ambiental del sur de Mendoza hace de la misma un lugar
óptimo para la formulación de preguntas biogeográficas. Las más importantes
han apuntado a entender las diferencias en la relación humanos-megafauna en-
tre el Centro-Occidente argentino y las áreas adyacentes, el límite austral de la
dispersión agrícola pre hispánica, las fuertes diferencias en el uso y circulación de
la obsidiana tanto a nivel espacial como temporal, las variaciones en la frecuencia
de tipos y cantidades de cerámica en relación a la estructura de los recursos regio-
nales, las diferencias en el uso de los recursos animales y vegetales en cada área y
las diferencias regionales en los patrones tafonómicos de la región, entre otras.
Una de las ventajas del abordaje biogeográfico es su potencial para integrar
diferentes tipos de registros. Es obvio que poner el énfasis de nuestra mirada en
la diversidad ambiental solo permitirá contestar aquellas preguntas que tengan
relación con la estructura regional de los recursos. Sin embargo, por otro lado
también ayudará a descartar rápidamente cuáles de los problemas abordados van
más allá de la relación del hombre con el entorno en el cual se desenvuelve. A
continuación se muestra el estado del conocimiento en relación a algunos de es-
tos problemas, intentando integrar la información generada en los últimos años
desde distintos indicadores arqueológicos.

EL SUR DE MENDOZA

En diferentes capítulos del presente libro se han descripto las características


ambientales del sur de Mendoza, por lo cual aquí solo se realizará una breve
mención general en aspectos relevantes para los temas presentados. En forma
sintética, el sur de Mendoza ha sido definido como un ambiente heterogéneo en
el que se combinan la topografía, precipitación, la dirección predominante de los
vientos y la latitud y su consecuente estructuración en la variabilidad taxonómica
y ecológica de los recursos (Neme y Gil 2008a). En general puede ser caracteriza-
da como un área semiárida con un gradiente de precipitaciones oeste-este (pre-
dominantemente invernales de casi 1000 mm anuales a veraniegas de 200 mm
anuales) y de temperaturas Este-Oeste (Capitanelli 1972, 2005; González Díaz y
Fauque 1993; Abraham y Rodríguez Martínez 2000; Roig et al. 2000). Fenómenos
geográficos de menor magnitud, como la localización de sistemas serranos, los
campos volcánicos y los valles de ríos permanentes, terminan de definir los dife-
rentes tipos de hábitats que caracterizan dicha heterogeneidad. Esto último no es
un detalle menor, dado que en definitiva, son estos rasgos geográficos los que ter-
minan de conformar dónde se encuentran los parches de recursos, las fuentes de
materias primas, las vías de circulación y los refugios asociados a la vida humana.
Salvo escasas excepciones, las barreras biogeográficas de la región son superables
El registro arqueológico del sur de Mendoza en perspectiva biogeográfica 257

y solo varían estacionalmente en su permeabilidad, pese a que algunas de ellas


pueden haber jugado roles importantes en cuanto a la elección de rutas, sitios
para establecer campamentos y la explotación de determinados tipos de recursos,
entre otros.
Como una forma de ordenar la información arqueológica disponible se
subdividió al sur de Mendoza en tres grandes áreas biogeográficas, las cuales
presentan diferentes características morfológicas, climáticas y ecológicas (en
términos de recursos animales y vegetales). La mejor forma de analizar estas di-
ferencias es siguiendo la distribución de las provincias fitogeográficas (Cabrera
1976; Roig et al. 2000, 2009; Abraham et al. 2009). De esta forma se denomina
región de Alta Cordillera (más de 2200 msnm) a la zona en la cual se localiza
la provincia fitogeográfica Altoandina. La región de valles intermontanos y Pie-
demonte es donde se encuentra la provincia fitogeográfica patagónica (aquí se
incluye a La Payunia, entre 2200 y 1500 msnm aproximadamente) y la región
de la Planicie Oriental, que sigue la extensión de la provincia fitogoegráfica del
Monte (Abraham et al. 2009; figura 1).

Referencias: Fuentes de obsidiana: A- Laguna El Diamante; B- Las Cargas; C- Laguna de El Maule; D- Cerro
Huenul; E- El Peceño; sitios arqueológicos: 1- El Chancho; 2- Cueva del Indio; 3- El Mallín; 4- Arroyo Malo
3; 5- Cueva Salamanca; 6- Arroyo El Desecho-4; 7- Gruta de El Manzano; 8- Cueva Delerma.

Figura 1. Mapa de la provincia de Mendoza mostrando las unidades biogeográficas;


se incluyen las fuentes de obsidiana y los principales sitios arqueológicos mencionados en el texto
258 Gustavo Neme y Adolfo Gil

Poblamiento humano, recursos y megafauna

El registro de ocupaciones humanas del Pleistoceno final y Holoceno tem-


prano en el sur de Mendoza es escaso. Cuatro sitios arqueológicos de la región
presentan evidencias de ocupaciones humanas durante este rango cronológico
(entre 11000 y 8000 años AP), de los cuales solo dos tienen una cronología que
alcanza el Pleistoceno final, Gruta del Indio y Arroyo el Chancho, ambos locali-
zados en la Planicie Oriental (Semper y Lagiglia 1968; Long et al. 1998; García y
Lagiglia 1999; Tripaldi et al. 2009). Los otros dos (Gruta el Manzano -Piedemonte-
y Arroyo Malo 3 -Valles intermontanos-) tienen secuencias que se remontan al Ho-
loceno temprano. A excepción de El Chancho, el resto de los sitios arqueológicos
tienen restos de megafauna, pero solo en Gruta del Indio su asociación puede ser
considerada con las ocupaciones humanas (Lagiglia 1968; Long et al. 1998; Neme
y Gil 2008a; Forasiepi et al. 2010; Gil y Neme 2010). Este dato es llamativo dado
que habrían existido alrededor de 2000 años (entre ca. 11.000 y 9000 años) de
coexistencia entre los primeros humanos que colonizaron la región y los últimos
representantes de la fauna pleistocénica (Forasiepi et al. 2010; Gil y Neme 2010)
(figura 2). Más allá de la diversidad taxonómica de la región en términos de me-
gafauna (cinco géneros presentes), solo un par de taxones habrían llegado a co-
existir con los primeros humanos (Pilosa y Milodontinae) (Forasiepi et al. 2010).

Figura 2. Tendencias cronológicas y asociación temporal humano-megafauna en el sur de Mendoza.


Muestras humanas (fechas sobre carbón) y megafauna (fechas directa sobre óseo y boñigas)

Estas primeras ocupaciones humanas se caracterizan por ser efímeras, dejando


solo escasos restos culturales confeccionados en materias primas de origen local.
Este tipo de registro es coherente con lo que Borrero y Franco (1997) caracte-
El registro arqueológico del sur de Mendoza en perspectiva biogeográfica 259

rizaron tecnológicamente como rasgos distintivos de una etapa de exploración


inicial de la región (Borrero 1989; Borrero y Franco 1997). Así, mientras que solo
cuatro instrumentos líticos son asociados a las ocupaciones iniciales, definidas
por Lagiglia (1968) como Atuel IV, de la Gruta del Indio (Lagiglia 1968), para el
caso del sitio Arroyo El Chancho (cuya formación cronológico-depositacional es
compleja) los fechados están mostrando un conjunto artefactual confeccionado
en rocas locales y con escasa densidad de materiales (Tripaldi et al. 2009).
Los datos con que se cuenta hasta el momento no parecen sustentar la idea
de que el hombre haya jugado algún rol en la extinción de la megafauna. Por el
contrario, los fuertes cambios ambientales ocurridos en forma rápida entre 9000
y 11000 años AP, que establecieron condiciones de mayor aridez (D’Antoni 1983;
Zarate 2002; Tripaldi et al. 2010) debieron tener un rol más importante y casi ex-
clusivo dentro de esta región. En este marco, un trabajo reciente sobre isotopos
estables en muestras óseas de megafauna para la provincia de Mendoza, estaría
sugiriendo un cambio importante en la dieta de los mega herbívoros ca. 14.000
años AP (Praderio et al. 2012). El mismo indicaría un aumento en el consumo de
plantas C4 en algunos de los taxa implicados, asociados al reemplazo de vegeta-
ción patagónica por otra de Monte, proceso que no habría sido acompañado por
todas las especies de megaherbívoros de la región.
Aún es muy escaso el registro de ocupaciones tempranas en el sur de Mendo-
za. Las mismas se registran en solo dos sitios arqueológicos, uno con solo cuatro
instrumentos (Gruta del Indio) y el restante en un médano, con problemas de
formación y también con un registro efímero de actividades (El Chancho). Am-
bos asentamientos sugieren un momento de exploración del área, con ocupacio-
nes muy esporádicas. La ausencia de restos de obsidiana en ambos sitios podría
indicar que aún se desconocían las fuentes de esta materia prima, lo que refuerza
la asignación de esas ocupaciones a un momento de exploración de la región.
Hacia el último milenio del Holoceno temprano (ca. 8900 años AP) comienza
a mostrarse un aumento en la señal arqueológica, con ocupaciones en cordillera
y valles intermontanos: Arroyo Malo 3 y El Mallín (Gambier 1979; Neme 2007), el
piedemonte (El Manzano; Gambier 1985; Neme et al. 2011) y la Planicie Oriental
(Gruta del Indio). Para este lapso, las frecuencias de materiales arqueológicos son
mucho mayores que las registradas en momentos previos, salvo en Gruta del In-
dio. La presencia de artefactos de dos fuentes de obsidiana de cordillera (Laguna
del Maule y Las Cargas) en las ocupaciones de los sitios arqueológicos menciona-
dos (Giesso et al. 2011) sugiere entre otras cosas un conocimiento mayor de los
recursos de la región.

Holoceno medio

Es importante entender que el Holoceno medio no tuvo un comportamiento


homogéneo en términos arqueológicos durante sus 4000 años, sino que más bien
se alternan lapsos temporales de alta frecuencia de ocupación vs. otros de baja
frecuencia de ocupación (Grosjean et al. 2007; Louderback et al. 2010). El recorte
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entre 8000 y 4000 es solamente heurístico, sin un criterio ni paleoambiental ni


arqueológico; por ello tampoco es posible entenderlo como una unidad monolí-
tica. De hecho actualmente sería erróneo referirse al Holoceno medio como una
unidad real con características estables y homogéneas, al menos para el sur de
Mendoza, aunque probablemente tampoco para otros sectores del mundo (Lo-
uderback et al. 2010). Esta situación de la escala del Holoceno medio y la varia-
bilidad del registro en términos de la disminución de la señal arqueológica ha
oscurecido gran parte del debate (García 2010; Garvey 2012a). El tema requiere
ser encarado en distintas escalas espaciales y temporales (Grosjean et al. 2003) y
explorando la estructura arqueológica donde las evidencias cronoestratigráfica
dan sólida información para enfocar el tema.
Dos instancias diferenciables pueden definirse basados en las características
de la estructura arqueológica. Por un lado, el primer milenio (8000-7000 años
AP) muestra una continuidad en relación a lo que se venía insinuando durante
el último milenio del Holoceno temprano, y por otro lado, una caída de la señal
arqueológica entre los ca. 7000 y 4000 años AP (Gil et al. 2006; Neme y Gil 2008a,
2009, 2010; Gil y Neme 2010), y especialmente entre 5500 y 6500 años AP. Como
se mencionó anteriormente, en ca. 9000 años AP hay evidencias de ocupación
en distintos ambientes de la región, cuya señal arqueológica se va haciendo más
fuerte entre 8000 y 7000 años AP. Para este lapso temporal hay ocupaciones hu-
manas en diferentes localidades de la cordillera (El Mallín, Arroyo Malo 3), el
Piedemonte (Gruta de El Manzano, Cueva Salamanca) y la Planicie (Gruta del In-
dio y Cueva Delerma). Tanto Gruta de El Manzano como Arroyo Malo 3 y Cueva
Salamanca presentan una tasa de depositación de materiales hasta tres veces más
alta para este momento que para el resto del Holoceno (Gil 2006; Neme 2007;
Neme et al. 2011). El índice de Artiodactyla es de los más elevados en cada sitio
analizado, mostrando cierta especialización en la utilización de recursos de alto
rendimiento. No hay evidencias de incremento en el consumo de recursos de bajo
valor. La información zooarqueológica disponible (Gil et al. 2008, 2011c; Neme y
Gil 2009; Neme et al. 2011) no sustenta la idea contraria que ha propuesto Garvey
(2012a) en cuanto a fuertes evidencias de ampliación en la dieta. Hay un énfasis
en el uso de materias primas locales y la forma de obtención de la obsidiana pare-
ce ser directa (Cortegoso et al. 2012), lo que sugiere amplios rangos de movilidad,
tal vez los mayores de todo el Holoceno. La presencia de algunos elementos no
locales (valvas de molusco del Pacífico) muestran la temprana aparición de redes
de intercambio en la región (Neme y Gil 2005; Neme et al. 2011).
El comportamiento del registro arqueológico durante la segunda mitad del
Holoceno medio es el que ha generado más debate dentro y fuera de la región
(Neme y Gil 2009, 2010; Durán y Mikkan 2010; García 2010). El motivo de la
misma es la sensible disminución del registro arqueológico en el sur de Mendoza
y en regiones vecinas. Para discutir este problema se ha utilizado en general la
frecuencia de fechados radiocarbónicos como proxy de la intensidad de las ocupa-
ciones humanas (Gilet al. 2006, 2008; Neme y Gil 2008a, 2009). Pero dicha dismi-
nución también es percibida en la caída del número de sitios arqueológicos y en
una menor tasa de depositación de materiales culturales en aquellos escasos sitios
El registro arqueológico del sur de Mendoza en perspectiva biogeográfica 261

arqueológicos con fechados correspondiente a este lapso temporal (Neme y Gil


2008a, 2009; Pérez Winter 2008). Por ello se propuso que el hiatus cronológico no
necesariamente significa abandono a nivel macro regional, aunque está posibili-
dad también existe (Neme y Gil 2009). Más bien, esta situación, sumada a la baja
densidad de sitios estratigráficos y a la baja tasa temporal de elementos arqueo-
lógicos depositados en parte del Holoceno medio, es consistente con el registro
de grupos de baja demografía y/o alta movilidad residencial (que podría llegar
a señalar abandonos de áreas específicas durante algunos lapsos temporales).
Este patrón se habría dado en el sur de Mendoza especialmente hasta unos 5500
años AP. Lagiglia (1982) y García (2010) proponen evidencias arqueológicas para
este lapso, pero generalmente en contextos superficiales y con cronología basada
sobre instrumentos líticos aceptados como marcadores temporales. Este tipo de
hallazgos fue recientemente corroborado también en contextos superficiales ha-
llados en el marco de prospecciones sistemáticas (Garvey 2012a), que profundiza-
ron los estudios en el Atuel (Gil y Neme 2010). Dichos registros superficiales no
necesariamente cumplen con condiciones mínimas para discutir ajustadamente
la ocupación humana durante estos 4000 años. Si bien pueden ser evidencias que
se depositaron sobre fechas asignables a ese período, como lo están señalando
los resultados preliminares de hidratación de obsidiana (Garvey 2012a, 2012b),
las mismas puede sufrir un fuerte palimpsesto y una resolución cronológica de
grano grueso. El fuerte del registro superficial no es discutir temas que requieren
de una cronología confiable y ajustada (Ebert 1992; Gil y Neme 2006; Salgán et al.
2012b). En este marco hay que plantearse en términos geoarqueológicos y tafo-
nómicos qué significan estas evidencias superficiales asignadas a algún momento
del Holoceno medio. También los resultados de hidratación de obsidiana presen-
tados en Garvey (2012a) abren la posibilidad de fechar por 14C algunos de esos
depósitos con evidencias en estratigrafía ya que como lo señala Liritzis y Laskari
(2011: 2015) “…Since OHD is dependent on processes which have occurred since
an artifact was created, it can never be as accurate and reliable as radiocarbon or
dendrochronology, and it should be always a secondary source of chronological
data...”. La pregunta no se reduce a si hay o no ocupación en el lapso, sino qué
estructura tiene el registro asociado al mismo. Esto implica abordar temas como
intensidad de ocupación, organización tecnológica y subsistencia, entre otros, y
no necesariamente reducir si hay o no una fecha en el Holoceno medio. Estos
hallazgos de Lagiglia (1982), confirmados por García (2010) y Garvey (2012a),
generan la necesidad de ajustar el entendimiento de los procesos geomorfológi-
cos, tafonómicos regionales y paleoecológicos en las planicies orientales (Gil y
Neme 2010).
Las explicaciones a este comportamiento del registro arqueológico se han cen-
trado en tres ideas:
1-Problemas de muestreo: básicamente se argumenta que no se ha excavado lo
suficiente y que por lo tanto con el tiempo esta dispar representación de fechados
radiocarbónicos tenderá a homogeneizarse (García 2005, 2010);
2-El impacto del volcanismo sobre el ambiente regional, con la consiguiente
afectación de la estructura de recursos sobre la que basaron su subsistencia las
262 Gustavo Neme y Adolfo Gil

poblaciones humanas (Durán y Mikkan 2010; Peña-Monné et al. 2012) y


3-Un momento de mayor aridez (Grimm et al. 2001), el cual, al igual que el
volcanismo, habría afectado a la base de recursos de las poblaciones locales.
La primera de las explicaciones en cierta forma niega la existencia del pro-
blema y por lo tanto no ha intentado buscar explicaciones ya sean ambientales,
conductuales o de formación del registro arqueológico. Por el contrario, las otras
dos asumen las tendencias encontradas, focalizándose sobre cuestiones de tipo
ambiental. Las actuales evidencias favorecen el deterioro ambiental, en términos
de productividad, producido por el proceso de aridización (Neme y Gil 2009,
2010). Esta explicación es la más sólida pues da cuenta de la contemporaneidad
de procesos similares tanto en regiones vecinas como en otros continentes (Gray-
son 1993; Sandweiss et al. 1999; Steig 1999; Grosjean et al. 2003, 2007; Lyman
2004; Araujo et al. 2005; Zárate et al. 2005).
Durante estos tres mil años de ocupación descontinuada, la mayor parte de las
tendencias de cada componente de registro arqueológico (fauna y lítico) siguen
tendencias similares en relación a lo que ocurría en momentos previos e inme-
diatamente posteriores, más allá de la sensible disminución en la tasa de deposita-
ción (Gil et al. 2008; Neme y Gil 2009). Las fuentes de obsidiana utilizadas siguen
siendo las mismas (Las Cargas y El Maule) y los valores del índice de Artiodactyla
siguen mostrando un consumo muy alto de guanaco, mientras que los restos ve-
getales están prácticamente ausentes.

Holoceno tardío

Holoceno tardío inicial (4000-2000 años AP)

Un rápido crecimiento de la señal arqueológica, principalmente medida en


cantidad de sitios arqueológicos, tiene lugar en el sur de Mendoza entre ca. 4000
y 3500 años AP, cuando el número de los mismos salta de dos, entre 7000 y 4000,
a trece, entre 3000 y 4000 años AP (figura 3; Neme et al. 2005). Casi la totalidad
del registro proviene de aleros o cuevas (al igual que en los lapsos previos), lo
que puede estar sugiriendo la existencia de un fuerte sesgo tafonómico sobre las
muestras más antiguas de la región. En este sentido, no es significativo que los
únicos sitios a cielo abierto con edades que superan los 4000 años son Arroyo
El Desecho-4 (AD-4) y El Chancho. El primero de ellos (AD-4) es tal vez el sitio
arqueológico con mayor tasa de depositación de sedimentos (dos metros de sedi-
mento depositados en 1800 años, ca. 1 cm cada 10 años), lo que pudo ayudar en la
preservación de los materiales datables. El segundo es El Chancho, sitio depositado
en un médano de alta movilidad y que pudo haberse cubierto muy rápidamente.
Tres fuentes de obsidiana son incorporadas a las ya utilizadas en los sistemas
de obtención y circulación de esta materia prima (Paramillos, Desconocida A y
Cerro Huenul; Cortegoso et al. 2012), la cual se hace a su vez más frecuente au-
mentando su porcentaje de representación a nivel regional (Neme 2007; Pérez
Winter 2008). También aparecen los primeros registros de restos vegetales entre
El registro arqueológico del sur de Mendoza en perspectiva biogeográfica 263

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BLOQUES TEMPORALES (AÑOS AP)

Figura 3. Número de sitios del sur de Mendoza con ocupaciones humana por milenios

3000 y 4000 años AP, con la explotación de los tres géneros de plantas más pro-
ductivos de la región (Schinus ssp. y Prosopis ssp. en Cueva de Luna y Geoffroea ssp.
en Gruta del Indio) (Llano 2012). Entre 3000 y 2000 años AP son numerosos los
taxa vegetales que se incorporan al registro; sin embargo, los tres géneros mencio-
nados son los que aparecen en mayor frecuencia (Llano 2012; Llano et al. 2012).
Por su parte los valores de diversidad de los restos arqueofaunísticos muestran
un incremento entre 4000 y 2000 años AP, con una disminución en el índice de
Artiodactyla (Neme y Gil 2008a).

Holoceno tardío final (2000-200 años AP)

Escalas y resolución

Durante los últimos años, distintas líneas de análisis han sido llevadas adelan-
te dentro de la región con el objetivo de evaluar fundamentalmente cuestiones
referidas a la movilidad y subsistencia de los grupos humanos prehistóricos. Las
líneas de evidencia han sido principalmente los estudios zooarqueológicos, ar-
queobotánicos, de isotopos estables de 13C, 15N y 18O en muestras óseas humanas,
y de 13C y 18O sobre cáscaras de huevos de reidos, análisis de tecnología lítica, de
elementos traza sobre obsidiana, morfométricos sobre restos óseos humanos y
evaluación de frecuencias de fechados radiocarbónicos (Gil et al. 2008, 2011a,
2011b; Neme y Gil 2008b; Newsome et al. 2009; Llano 2012; Menéndez et al. 2012;
Ugan et al. 2012). Más recientemente se ampliaron los trabajos arqueofaunísticos
hacia la evaluación de los procesos tafonómicos regionales (Otaola et al. 2012) y
se incorporaron los análisis cerámicos (Sugrañes y Franchetti 2012).
264 Gustavo Neme y Adolfo Gil

Estos acercamientos presentan variaciones en términos de su resolución tem-


poral y/o espacial. Mientras los datos de isótopos estables dan información a nivel
del individuo, los arqueofaunísticos o arqueobotánicos otorgan tendencias pro-
mediadas sobre el uso de esos recursos por parte de una o más poblaciones y en
escalas de tiempo más o menos largas. Por otro lado, a nivel espacial, mientras los
análisis de elementos traza sobre obsidiana pueden funcionar en macro escalas
de cientos de kilómetros, los estudios tafonómicos lo hacen a una escala más lo-
cal, respondiendo a las características ambientales y muchas veces microambien-
tales, de un lugar en particular. Esto es importante de tener en cuenta a la hora de
interpretar y hacer jugar las diferentes líneas de análisis, dado que de otra forma,
los resultados podrían mostrar incongruencias.
En relación a la escala espacial de análisis, y más allá del tipo de evidencia con-
siderada para su abordaje, también es muy importante tener en cuenta el tamaño
del área a ser considerada. En este sentido, la elección de la misma dependerá
del tipo de preguntas que serán afrontadas. Dado que en el sur de Mendoza se
han abordado problemas vinculados a la dispersión de las plantas domésticas,
uso regional de las canteras de obsidiana, redes de intercambio y movilidad, los
mismos requerían de escalas espaciales amplias de miles de kilómetros cuadra-
dos. En los últimos años fueron apareciendo algunos problemas vinculados a las
particularidades de determinados ambientes en términos de recursos, valores de
isótopos y problemas tecnológicos que implicaron el trabajo desde escalas espa-
ciales menores.

Subsistencia y demografía

En el sur de Mendoza, los últimos 2000 años son muy diversos en información
arqueológica y muestran una aceleración de los cambios tanto tecnológicos como
comportamentales. Las tendencias de fechados radiocarbónicos, al igual que el
resto de los indicadores utilizados en diferentes trabajos, sugieren una mayor
densidad de población (Neme et al. 2005; Neme 2007). El contexto general se
asemeja a un momento de saturación del espacio (Borrero 1989), lo que parece
estar teniendo impacto tanto sobre la movilidad como sobre la explotación de los
recursos.
La caída en la frecuencia relativa de camélidos en diferentes sitios arqueológi-
cos de la región para los últimos 2000 años AP llevó a postular cambios en el uso
de los recursos (Neme 2007, 2009). Dicho cambio habría implicado un aumento
en la diversidad de taxones explotados y por ende un aumento en los costos de
obtención de energía, como producto de los mayores costos de procesamiento de
los nuevos recursos incluidos en la dieta (Neme 2007; Neme y Gil 2008a). Estas
incorporaciones no solo incluyen especies de animales consumidas, sino también,
y tal vez más importante, un incremento en el consumo de recursos vegetales
(Llano 2012). El número creciente de sitios arqueológicos con presencia de ma-
cro-restos vegetales a través del tiempo, así como el aumento en la diversidad de
los mismos y el menor retorno energético de las nuevas especies involucradas,
El registro arqueológico del sur de Mendoza en perspectiva biogeográfica 265

sostienen fuertemente la idea de cambios hacia un proceso de intensificación en


la explotación de los recursos (Llano 2012; Llano et al. 2012).
Los recientes trabajos arqueofaunísticos llevados adelante en relación tan-
to a los procesos naturales de depositación de restos óseos en los conjuntos ar-
queofaunísticos, así como al desagregado de las tendencias de acuerdo a las dis-
tintas unidades espaciales (Planicie Oriental, Valles Intermontanos-Piedemonte
y Cordillera) han debilitado las tendencias observadas previamente (Giardina
2010; Fernández 2012; Otaola 2012, Otaola et al. 2012). Dichos trabajos muestran
además, que a excepción de muy pocos casos (especialmente los peces), las espe-
cies de animales de menor retorno (aves pequeñas, micromamíferos, anfibios, etc.)
nunca habrían llegado a ser explotadas y que las tendencias hacia un aumento en la
diversificación en el consumo del resto de las especies fue muy variable de acuerdo
al tipo de ambiente considerado (Giardina 2010, 2012; Fernández 2012).
Por su parte, los datos de isótopos estables (Gil et al. 2012) muestran tenden-
cias que implican cambios en la dieta de los grupos humanos (Gil et al. 2011a;
Ugan et al. 2012), especialmente vinculados a un uso creciente (aunque poco
importante) de plantas domésticas y tal vez de recursos animales menores (peces,
roedores medianos, etc.). Este desacople entre los datos isotópicos y el registro
faunístico tal vez esté vinculado al hecho de que sean las plantas más que los ani-
males las que estén reflejando el procesos de intensificación propuesto a través
de un crecimiento de su importancia en la dieta para estos últimos 2000 años AP.
Esta situación podrá ser evaluada con las tendencias de los isótopos, principal-
mente el 15N.
Este punto es concordante con lo planteado por Binford (2001) en cuanto a
la secuencia de incorporación de recursos vinculados a procesos de intensifica-
ción entre cazadores-recolectores. Ésta incluiría en primer lugar a los peces (si
es que están disponibles en la región) y luego a las plantas (Johnson et al. 2009,
2012). Los últimos trabajos en el sur de Mendoza en áreas con disponibilidad de
peces, muestran que los mismos habrían comenzado a ser aprovechados ca. 3000
años AP (Giardina et al. 2012), diversificándose su uso hacia otros espacios como
el Atuel medio y probablemente el río Grande (Corbat et al. 2009; Gil y Neme
2010; Neme et al. 2011). La cronología en la que comienza el uso de las plantas
en espacios sin recursos acuáticos es similar (Llano 2012) y complementaria con
la obtenida a partir del registro de peces.
Más allá de la importancia relativa que hayan tenido los distintos tipos de re-
cursos es claro que tanto la diversidad de plantas y animales del lugar en el que
se encuentran los sitios analizados (mediados por la importancia de los recursos
en cada una, en términos de su productividad o retorno energético), habría ju-
gado un rol muy importante en las tendencias. Esto es algo que se desprende de
las diferencias de diversidad esperadas vs. las observadas tanto en los conjuntos
vegetales (Llano 2012; Llano y Andreoni 2012) como en los animales (Neme y Gil
2012). El haber comenzado a trabajar en escalas espaciales y temporales más aco-
tadas nos ha brindado una visión más compleja del uso de los recursos, mostran-
do tendencias contrapuestas entre regiones distantes a nivel espacial y cambiantes
a nivel temporal (Gil et al. 2007; Neme y Gil 2008b; Giardina 2010).
266 Gustavo Neme y Adolfo Gil

Movilidad e intercambio

Los arqueólogos que han trabajado en el sur de Mendoza sostuvieron la exis-


tencia de dos estrategias de movilidad, una alta vinculada a la de los grupos ca-
zadores-recolectores que habría perdurado en la mayor parte del área hasta la
llegada de los primeros europeos, y otra sedentaria o semi-sedentaria vinculada a
los grupos de agricultores que habrían habitado la región (Lagiglia 1980, 1999).
En muchos casos, la presencia de elementos provenientes de regiones distantes
fue utilizada como prueba de lo amplio que habrían sido estos rangos, e incluso
de su aumento a través del tiempo. Algunos de los ejemplos frecuentemente utili-
zados fueron el aumento en la frecuencia de obsidiana en los sitios arqueológicos
del sur de Mendoza y la presencia de campamentos localizados en ambientes muy
altos y anteriormente no explotados (Lagiglia 1997a, 1997b; Durán 2000). Esta
propuesta ha sido debilitada por los datos obtenidos recientemente (Gil 2006;
Neme 2007; Neme y Gil 2008a).
Los cambios acontecidos en la dieta dentro de la región, y que fueran mencio-
nados más arriba, tuvieron su correlato en términos de la movilidad de los grupos
humanos. En este sentido, el desarrollo de procesos que involucran el aprove-
chamiento de especies (animales y/o vegetales) de menor retorno energético
(más caros) implica una disminución de la movilidad residencial (Bettinger 1994,
2001; Broughton 1994; Zeanah 2000; Binford 2001). Dicha disminución tiene
que ver con el incremento en los tiempos de procesamiento de los nuevos recur-
sos que se incorporan a la dieta, el equipamiento necesario para su explotación y
el cambio en la importancia relativa de las tareas desarrolladas (caza vs. recolec-
ción), entre otros. Sin embargo, los estudios recientes de isotopos estables de 18O
sobre esqueletos humanos no muestran esta tendencia hacia un decrecimiento
en la movilidad. Por el contrario, los datos parecen responder a una estabilidad
que difiere con nuestras expectativas previas (Gil et al. 2011b; Ugan et al. 2012). Se
desconoce si es un problema de resolución de este registro dentro de la región o
si en realidad está reflejando un patrón de movilidad más alto y homogéneo del
esperado en términos espaciales y temporales (Gil et al. 2011b; Ugan et al. 2012).
Para el mismo lapso temporal los valores de diversidad en los conjuntos ar-
queofaunísticos presentan diferencias significativas entre las distintas regiones
consideradas (Alta Cordillera, Valles Intermontano-Piedemonte y Planicie Orien-
tal), algo que se refleja también en los valores de los isotopos estables de 13C y 15N
realizados sobre muestras humanas de estas tres regiones (figura 4). Esto sugiere
un tipo de movilidad residencial más alto (sin componente logístico) que lo que
se registra durante momentos posteriores (últimos 2000 años AP) (Neme y Gil
2011).
En relación a la procedencia y circulación de obsidiana, los resultados mues-
tran un uso creciente de la misma hacia los momentos más tardíos (Giesso et al.
2011; Cortegoso et al. 2012). Dicho aumento fue entendido originalmente como
un incremento en los rangos de movilidad (Durán 2000). Sin embargo, en la
comparación temporal de las tendencias es importante destacar que la obsidiana
de los momentos más tempranos (≥ 3000 años AP) es la que presenta evidencias
El registro arqueológico del sur de Mendoza en perspectiva biogeográfica 267

18.00

16.00

14.00
CORDILLERA > 2K

CORDILLERA < 2K

12.00 PIEDEMONTE > 2K

TIERRAS BAJAS-PAYÚN > 2K

TIERRAS BAJAS-PAYÚN < 2K

10.00 PIEDEMONTE < 2K

8.00

6.00
-22.00 -20.00 -18.00 -16.00 -14.00 -12.00 -10.00

Figura 4. Tendencias isotópicas comparadas (δ13C y δ15N) entre las muestras humanas
de las áreas del sur de Mendoza

de acceso directo, con rangos de obtención de esta materia prima que alcanzan
los 150 km. Por otro lado, el aumento en el uso de la obsidiana con posterioridad
a los 3000 años AP viene acompañado de una ampliación en los rangos de ob-
tención, los cuales alcanzan hasta ca. 450 km de distancia (figura 5). Esta mayor
distancia a las fuentes no puede ser explicada por un aumento de la movilidad
(a no ser que se trate de poblaciones ecuestres y este no es el caso), sino por una
mayor estructuración de las redes de intercambio, algo que se da en contextos de
aumento demográfico y de mayor territorialidad.
Este incremento en la cantidad de obsidiana en los sitios arqueológicos viene
acompañado también de una diversificación en el uso de las fuentes de esta ma-
teria prima. De esta forma, en áreas como Llancanelo, donde para los contextos
tempranos (pre 2000 años AP) solo estaba representada una fuente, para los con-
textos tardíos (post 2000 años AP) aparecen representadas hasta cuatro fuentes
(Cortegoso et al. 2012). Esto indicaría un aumento en la circulación de esta ma-
teria prima a través de vías indirectas. Es necesario controlar si este aumento en
el uso de la obsidiana hacia los momentos más tardíos no tiene que ver con la
reclamación de núcleos viejos que son transformados en un número creciente de
lascas hacia el tardío, y que se suman al material que sigue ingresando a los sitios.
La mayor diversidad de fuentes durante los últimos 2000 años AP no estaría en
línea con esta posibilidad; sin embargo, tal vez es necesario evaluarlo a través de
la ponderación de artefactos y núcleos entre los conjuntos más tempranos y los
más tardíos. La curva preliminar de hidratación de obsidiana generada para la
región (Garvey 2012b) puede ser una línea de evidencia que permitirá discutir
esta posibilidad.
268 Gustavo Neme y Adolfo Gil

Figura 5. Área de dispersión de la obsidiana de la fuente de las cargas, antes y después


de los 3000 años AP (datos de Giesso et al. 2011; Cortegoso et al. 2012)

El aumento de la diversidad no viene vinculado solamente a la variable tem-


poral, sino que se destaca la mayor variedad de fuentes representadas en aquellas
áreas donde no existen fuentes próximas, o donde las mismas son escasas (Pla-
nicie Oriental). Esto contrasta con la menor diversidad de fuentes representadas
en áreas donde las mismas son más abundantes como en Cordillera. Este patrón
de escasa variabilidad de fuentes donde la materia prima es más abundante, im-
plica que la mayor diversidad también estaría vinculada a su acceso a través del
intercambio, estrategia que amplia en forma indirecta los rangos de obtención de
bienes y permite la incorporación de materias primas lejanas, especialmente en
lugares donde la misma es escasa. Esta situación es concordante con la tendencia
que señala la tecnología cerámica (Sugrañes y Franchetti 2012). Como destacan
estos autores, existe una mayor diversidad en términos tecnológicos (antiplástico
y espesor) en la cerámica recuperada en los sitios arqueológicos de Alta Cor-
dillera (El Indígeno, Valle Hermoso), que aquella proveniente de los sitios de
Valles Intermontanos-Piedemonte y Planicie Oriental. Es probable que la escasez
El registro arqueológico del sur de Mendoza en perspectiva biogeográfica 269

de leña en las inmediaciones de los sitios ubicados en ambientes más altos haya
sido una limitante en la fabricación de cerámica, que obligó a traer cerámica
confeccionada en áreas vecinas, ingresando a los sitios de altura desde lugares
más bajos y con mejor provisión de leña. Este comportamiento debería reflejarse
arqueológicamente como un incrementando en la diversidad de las propiedades
de la cerámica encontrada en dichos espacios. La falta de materias primas en de-
terminados ambientes es suplida entonces por el traslado de bienes desde lugares
distantes (muchas veces por intercambio), lo cual incrementa la diversidad final
de los contextos analizados.
La distancia y acceso a las fuentes de recursos tiene una fuerte influencia en la
conformación final de los conjuntos arqueológicos del sur de Mendoza. Salgán et
al. (2012a) han mostrado que existe una correlación positiva entre la frecuencia
de obsidiana y la altura de los contextos analizados. Los autores muestran una
tendencia decreciente en la representación de materias primas no locales (básica-
mente obsidiana) hacia los sectores más bajos (Planicie Oriental y Piedemonte),
mientras que las representaciones más altas de materia prima no local ocurrirían
en Alta cordillera y valles intermontanos. Esta tendencia estaría reflejando la ma-
yor disponibilidad de obsidiana en cordillera, la cual puede ser obtenida en for-
ma directa, dado que en este ambiente las distancias entre los sitios arqueológicos
y las fuentes raramente superan los 50 km. Por el contrario, en las áreas de piede-
monte y planicie las distancias a fuentes de obsidiana son mayores, promediando
los 80 km e incrementando así los costos de obtención, lo cual se refleja en los
porcentajes de representación.

Cambiando escalas de análisis

Hay situaciones particulares en relación al comportamiento de los diferen-


tes indicadores que necesitan ser explorados en escalas menores de análisis. Un
caso que ha mostrado esta necesidad durante los últimos años ha sido el registro
arqueológico en la Laguna de Llancanelo. Los diferentes indicadores muestran
patrones que escapan a las tendencias generales de la región. Por un lado los valo-
res de diversidad tanto de los conjuntos arqueofaunísticos como arqueobotánicos
presentan valores de diversidad que en general se ubican por debajo del resto de
los conjuntos del sur de Mendoza para el mismo lapso temporal (últimos 2000
años AP; Neme y Gil 2008b, 2011; Llano 2012). Además, las especies animales y
vegetales identificadas en los contextos arqueológicos incluyen a aquellas de bajo
retorno energético, como los peces y plantas de los géneros Atriplex ssp. y Suaeda
ssp. (Corbat et al. 2009; Llano 2012) y que representan a recursos de origen local.
Los resultados de los análisis isotópicos sobre muestras humanas muestran
valores altamente variables tanto en lo referido a dieta (13C y 15N) como en mo-
vilidad (18O) (Gil et al. 2011a, 2011b; Ugan et al. 2012). Indican no solo una alta
variabilidad en el consumo de recursos sino también la convergencia de indivi-
duos procedentes de diferentes lugares de la región. Estos valores se condicen
además con los de isótopos obtenidos sobre cáscaras de huevo de ñandú en las
270 Gustavo Neme y Adolfo Gil

costas de Llancanelo, los cuales también muestran valores que indican que los
grupos humanos estaban obteniendo este tipo de recursos tanto en áreas corres-
pondientes a la provincia fitogeográfica del Monte como de Patagonia (Newsome
et al. 2009). Las muestras de obsidiana analizadas de tres sitios arqueológicos del
área muestran la presencia de cuatro fuentes de obtención de esta materia prima
(El Peceño, Las Cargas, El Maule y Paramillos), casi todas localizadas a más de 150
kilómetros de distancia.
Diferentes situaciones pueden explicar este patrón de alta variabilidad que
escapa al de la mayor parte de los conjuntos de la región. En primer lugar pue-
de que se trate de un ambiente transicional o de ecotono que este reflejando
distintas situaciones de aprovechamiento de recursos. En segundo lugar, podría
señalar que esta área fue lo suficientemente atractiva, y contrastante al resto del
sur de Mendoza, como para convocar a grupos humanos de diferentes lugares a
explotar los recursos del humedal, ya sea por una riqueza mayor de este parche
en relación a las áreas vecinas, o porque es estacionalmente complementaria. La
tercera posibilidad es que dado que Llancanelo se encuentra equidistante de las
distintas áreas y recursos de la región, pueden estar convergiendo allí señales dis-
tintas provenientes de situaciones diferentes.

BIOGEOGRAFÍA HUMANA EN EL SUR DE MENDOZA

El uso de un marco biogeográfico mediante la comparación del registro ar-


queológico en las diferentes áreas que componen el sur de Mendoza ha permi-
tido visualizar la fuerte influencia que tiene la estructura ambiental y la distribu-
ción de los recursos en la elección y uso de los mismos por parte de los grupos
humanos. Sin embargo, el hecho de que estas estrategias hayan sido cambiantes a
lo largo del tiempo muestra también el componente de plasticidad del comporta-
miento humano frente a un mismo escenario ambiental. Estas mismas diferencias
y su vinculación al contexto ambiental, han permitido incluso ensayar explicacio-
nes a dichos procesos de cambio a través del tiempo.
El trabajo en escalas espaciales amplias es importante para encontrar regulari-
dades y explicaciones a determinados tipos de comportamiento. En este sentido,
los límites de la dispersión de la agricultura prehispánica y el tipo de estrategia
de adquisición de los recursos líticos son buenos ejemplos de cómo este aborda-
je puede ayudar en la comprensión de determinados fenómenos. Esta mirada
biogeográfica amplia ha ayudado a la comparación del registro arqueológico del
sur de Mendoza con el de áreas limítrofes, como los del norte de Mendoza y San
Juan, el de Chile central o el norte de Neuquén (Johnson et al. 2009; Neme y
Gil 2009; Barberena et al. 2011). Pero también ejemplos como los de la Laguna
de Llancanelo han demostrado que hay aspectos del registro arqueológico y sus
tendencias que escapan a los patrones macro-regionales esperados y que solo pue-
den ser entendidos utilizando aproximaciones de escalas menores. De esta forma,
temas como el acceso a un determinado ambiente, la proximidad a fuentes de
obtención de los recursos, la calidad y abundancia de los mismos en un lugar
El registro arqueológico del sur de Mendoza en perspectiva biogeográfica 271

particular, pueden haber condicionado fuertemente el comportamiento humano


mostrando así tendencias divergentes que escapan a las esperadas.
Entre los aportes más importantes a destacar se menciona la integración del
cúmulo de información previa que se encontraba atomizada en secuencias es-
pacialmente acotadas (valle medio del río Atuel, Valle del río Grande, alto valle
del Atuel, etc.), en un registro arqueológico articulado y variable que potencia
los registros locales en una escala regional y le otorga una fuerza explicativa ma-
yor. La identificación de programas de trabajo con preguntas claras (por ejemplo
variaciones demográficas del Holoceno medio, intensificación, introducción de
plantas domesticadas) permite la convergencia desde diferentes líneas de análi-
sis (arqueofauna, tafonomía, arqueobotánica, tecnología lítica, isotopos estables,
bioindicadores, etc.) en objetivos comunes, potenciando así los resultados obte-
nidos por distintos investigadores.

AGRADECIMIENTOS

A la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (PICT 2006-00046;


PICT IDAC ICES 2007-610). Al Equipo del Departamento de Antropología del Mu-
seo de Historia Natural de San Rafael por el aporte permanente de ideas. A las
decenas de pobladores locales por su ayuda silenciosa en cada trabajo de campo.

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