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Monográficos: Hernias

HERNIAS
DE LA PARED ABDOMINAL

DEFINICIONES PREVIAS
Desde un punto de vista general, una hernia puede definirse
como la salida de un órgano, parte de un órgano, u otras
estructuras anatómicas, de la cavidad donde normalmente se
encuentran alojadas, a través de un defecto u orificio, natural
o artificial.

En este sentido, pueden producirse hernias en distintas áreas anatómicas:


Hernia cerebral: salida de las amígdalas del cerebelo a través del agujero
mayor de la base del cráneo.
Hernia pulmonar: salida de parte del pulmón a través de un espacio
intercostal.
Hernia discal: salida del núcleo pulposo del disco intervertebral a través de
un defecto del anillo fibroso que lo rodea.
Hernia muscular: expansión de masa muscular a través de un defecto en
la fascia que la recubre.

En este monográfico, Saludlandia se ocupa de


las hernias de la pared abdominal que salen
al exterior a través de defectos de la pared
anterior y lateral del abdomen.

Otras hernias, mucho menos frecuentes, pueden


salir a través de la pared posterior de la cavidad
abdominal (hernias lumbares), de su pared

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superior o diafragmática (hernias diafragmáticas) o de la pared inferior (hernias


pelvianas). Más raras aún son las hernias que pasan de una cavidad a otra, dentro
de la propia cavidad abdominal (hernias abdominales internas).

La palabra hernia deriva del término griego έρνος con significados tales como
“brote de una planta” o “masa que aparece en la superficie de una planta”; ambos
significados hacen referencia a la hernia entendida como tumoración o bulto; en
otras acepciones el término griego έρνος se refiere a la acción de “salir de” (como
“la roca que emerge del mar”).

Una persona puede tener, transitoriamente, el contenido de la tumoración herniaria


dentro de la cavidad abdominal (se dice en estos casos que la hernia está
reducida) y, sin embargo, sigue teniendo potencialmente una hernia de la pared
abdominal; en consecuencia, conviene subrayar en la definición de una hernia la
existencia de un defecto en la continuidad normal de las paredes abdominales, a
través del cual puede salir circunstancialmente su contenido.

HERNIA ABDOMINAL
Toda hernia abdominal consta de un
defecto, de un saco peritoneal,
formado a expensas del peritoneo que
recubre interiormente la pared
abdominal (peritoneo parietal), y de un
contenido.

El defecto es el camino que sigue lo que será el contenido de la hernia, para salir
fuera de su cavidad natural; también se denomina trayecto, y puede ser un simple
orificio o bien un conducto con dos orificios, como sucede en la hernia inguinal
indirecta.

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El saco herniario es una bolsa de peritoneo parietal que, como un dedo de


guante, sale a través del defecto, recibiendo en su interior el contenido herniario.
Cuando el saco peritoneal pasa a través de un defecto de reducido diámetro, su
calibre se estrecha a este nivel, para ensancharse una vez fuera de la cavidad
abdominal: la porción estrecha, coincidente con el defecto de la hernia, se
denomina cuello del saco. Hay
hernias sin cuello (como la
hernia inguinal directa) y
hernias con un largo cuello
(como la hernia inguinal
indirecta). Una hernia en la cual
tan solo una porción del saco
está formada por peritoneo
parietal es la hernia por
deslizamiento, en la que el resto del saco está formado por el peritoneo visceral
que recubre una víscera abdominal situada, parcialmente, en posición
retroperitoneal, como el ciego o el colon sigmoides, la cual es arrastrada fuera de
la cavidad abdominal; esta disposición plantea dificultades técnicas en su
tratamiento quirúrgico.

El contenido de una hernia abdominal es


muy variado y puede decirse que todas las
vísceras, a excepción del páncreas, se
han encontrado en el interior del saco de
una hernia abdominal, aunque el intestino
delgado y el epiplón son las estructuras
más frecuentemente implicadas.

Las causas de una hernia abdominal


Estas causas pueden agruparse así:

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a) Las que disminuyen la resistencia de la pared abdominal en un área


anatómica determinada hasta originar el defecto que hace posible la hernia.
b) Las que aumentan la presión dentro de la cavidad abdominal.
De estos dos tipos de causas las más determinantes son las primeras.

El defecto en la pared abdominal puede ser


congénito, como sucede en la hernia inguinal
indirecta a causa de un fallo, total o parcial, en las
secuencias del desarrollo que conducen al cierre del
denominado proceso vaginal peritoneal, que como un
dedo de guante peritoneal que acompaña al testículo
en su descenso a la bolsa escrotal.

El defecto puede ser adquirido, mediante una acción traumática accidental (hernias
diafragmáticas traumáticas) o bien operatoria (hernias a través de una previa
incisión operatoria, denominadas hernias incisionales denominación que se
corresponde con las también llamadas eventraciones).

En otras hernias se combinan condiciones congénitas de debilidad circunscrita en la


pared abdominal con una elevada presión intraabdominal, como suele suceder en
las hernias inguinales indirectas.

Signos y síntomas generales de las hernias abdominales


El paciente suele consultar tras haber advertido una tumoración que aparece, tras
un esfuerzo, en la región herniaria correspondiente (la ingle, la región umbilical,
etc.) o bien porque que aqueja molestias dolorosas imprecisas en una región
herniaria.

Cuando el contenido de la tumoración herniaria es intestino, produce al tacto


una consistencia blanda, e incluso se provocan por el médico ruidos hidroaéreos

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cuando se comprime; si el contenido no es intestino sino epiplón, para el médico


que la explora la sensación al tacto es como granulosa.

Si este epiplón ha sufrido procesos inflamatorios (epiplotítis herniaria), se fija a la


pared interior del saco peritoneal, por lo que el contenido no puede ser
reintroducido, mediante la presión ejercida por la mano del médico, en el interior de
la cavidad abdominal: la hernia se califica entonces como irreducible o
incarcerada.

Por el contrario, la hernia reducible desaparece cuando el paciente se acuesta, a


veces ayudándose con una cierta manipulación, y vuelve a salir cuando se pone de
pie o bien cuando aumenta su presión intra-abdominal, tosiendo o agachándose.

Reducida la hernia, es posible reconocer con el dedo la forma y el diámetro del


orificio o defecto herniario.

Complicaciones de las hernias abdominales


La más importante, por su gravedad y por su frecuencia, es la estrangulación
herniaria, que es la segunda causa responsable de las oclusiones intestinales.

La hernia estrangulada es una hernia irreducible


en la que la circulación de la sangre, venosa
primero y arterial después, en su contenido se
encuentra interferida por la presión ejercida sobre
el intestino herniado, a nivel del cuello del saco
herniario, en su travesía por el orificio o defecto
de la hernia.

Otras complicaciones de las hernias abdominales son las siguientes:


La contusión herniaria, que no es otra cosa que un traumatismo
cerrado de las asas intestinales contenidas en un gran saco herniario;

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La peritonitis herniaria, que tiene individualidad clínica cuando se limita la


inflamación al peritoneo que constituye el saco herniario y no es la
consecuencia de una peritonitis generalizada; así sucede en la rara
apendicitis desarrollada en el interior del saco de una voluminosa hernia que
acoge en su interior al ciego con el apéndice (apendicitis herniaria).

HERNIAS DE LA INGLE
En la ingle, definida como la
depresión que marca los límites
entre la pared abdominal y la raíz
del muslo, se localizan casi el 90%
de las hernias abdominales
externas. En la vertiente abdominal
de esa depresión, por encima de
ligamento inguinal, aparecen las
hernias inguinales propiamente
dichas, y, por debajo, la hernia
crural (femoral).

El conducto inguinal
Entre la espina ilíaca anterior y
superior y el tubérculo del pubis (dos
puntos de referencia de la región de
la ingle) se extiende el ligamento
inguinal, que se corresponde
anatómicamente con el pliegue de la
ingle. Este ligamento no es otra cosa
que el borde inferior de la
aponeurosis del músculo oblicuo
mayor.

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Inmediatamente por encima de este ligamento inguinal los planos anatómicos que
encuentra el cirujano que incide la piel son:
1) Piel.
2) Tejido celular subcutáneo.
3) Fascia superficial.
4) Aponeurosis del músculo oblicuo mayor.
Este músculo, que ocupa la región
anterolateral de la pared abdominal, se
inserta por arriba en las últimas costillas y en
la cresta ilíaca, transformándose después en
una aponeurosis que dirige sus fibras hacia
abajo y hacia dentro, en dirección al
tubérculo del pubis, y termina dividiéndose
en dos pilares, superior e inferior, que delimitan el orificio inguinal externo o
subcutáneo.

El llamado ligamento inguinal está pues constituido por la aponeurosis del


músculo oblicuo mayor, la cual, al llegar una línea imaginaria que se extiende desde
la espina ilíaca anterosuperior al tubérculo del pubis, se enrolla hacia el interior de
la cavidad abdominal, formando el suelo de lo que será el conducto inguinal.

Si se secciona con un bisturí la


aponeurosis del oblicuo mayor, y se
separan los bordes así producidos,
aparece el músculo oblicuo menor,
continuado por su correspondiente
aponeurosis, la cual pasa por delante
del músculo recto anterior del abdomen.
A través de las fibras de este músculo
oblicuo menor, y a una distancia
intermedia entre la espina ilíaca

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anterosuperior y el tubérculo del pubis, emerge en el varón el cordón espermático,


recubierto externamente por fibras musculares procedentes del músculo oblicuo
menor, las cuales se independizan
formando el músculo cremáster.

Bajo el plano del músculo oblicuo


menor de la pared abdominal se
encuentra el músculo transverso, que
también termina en una aponeurosis
que pasa por delante del músculo
recto anterior del abdomen; el borde
inferior, arqueado, del músculo
transverso, es el más elevado de los
tres músculos de la pared abdominal
considerados hasta ahora.

La pared posterior de este conducto inguinal, expuesto al seccionar la


aponeurosis del músculo oblicuo mayor y separar hacia arriba el borde inferior del
músculo oblicuo menor, está formada por la
fascia transversalis, que es la continuación
hacia abajo del borde inferior del músculo
transverso. En esta fascia transversalis, como
pared posterior del conducto inguinal, se
encuentra un orificio, situado en el punto medio
de la distancia entre la espina ilíaca
anteroposterior y el tubérculo del pubis, y a
1,25 cm del ligamento inguinal: es el orificio
inguinal interno.

Los vasos epigástricos se sitúan en el borde medial o interno (en relación a la


línea media del cuerpo) del orificio inguinal interno o profundo. La posición de estos

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vasos epigástricos es fundamental para localizar el defecto a través del cual sale
una hernia inguinal: si la hernia emerge en posición interna a los vasos epigástricos
se trata de una hernia inguinal directa, y si lo hace en posición lateral a los vasos,
emergiendo por el orificio inguinal interno, es una hernia inguinal indirecta.

La posición del orificio inguinal interno en la fascia transversalis marca también la


diferente consistencia
de esta estructura
anatómica, que es más
resistente en su parte
interna (en relación al
orificio) que en su parte
externa: la zona interna
a los vasos epigástricos
de la fascia
transversalis se delimita
como un triángulo,
llamado triángulo de Hesselbach, formado por los siguientes lados: los vasos
epigástricos, que se dirigen hacia arriba y hacia dentro hasta cruzarse con el borde
lateral del músculo recto anterior del abdomen, el borde de este músculo y el
ligamento inguinal: por este triángulo salen los hernias inguinales indirectas.

Si ahora contemplamos a la pared posterior del conducto inguinal como si


estuviéramos dentro de la cavidad abdominal, encontraremos los siguientes puntos
de referencia anatómica que tienen relación con las zonas de emergencia de las
hernias inguinales: en la línea media, la vejiga urinaria, que se continúa hacia
arriba con una estructura en forma de cordón derivada del primitivo uraco que
termina en la región umbilical. Lateralmente los ligamentos umbilicales laterales,
cordones fibrosos constituidos por los restos de la arterias umbilicales del feto;
más hacia fuera los vasos epigástricos. Todas estas estructuras se encuentran
recubiertas sucesivamente, vistas desde el interior de la cavidad: el peritoneo

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parietal, el tejido graso preperitoneal y la fascia transversalis. Al disponerse estos


cordones con una cierta
tensión hacen que el
peritoneo parietal
cuelgue sobre ellas
como “ropa tendida”,
dando origen a
depresiones o fositas:
a) Fosita lateral o
externa, situada
por fuera de los
vasos epigástricos. Por ella sale en el varón el conducto deferente, a través
del orificio inguinal interno, y también la hernia inguinal indirecta.
b) Fosita media, situada entre los vasos epigástricos y el ligamento umbilical.
c) Fosita supravesical, entre dicho ligamento y el borde de la vejiga urinaria.

Conocidos ya el orificio inguinal interno o profundo, y el orificio inguinal externo o


subcutáneo (recordemos que esta denominaciones se hacen, en este caso, en
relación con el plano de la piel y no con la línea media del cuerpo) estamos en
condiciones de precisar el trayecto del conducto inguinal que une ambos orificios.

El trayecto del conducto inguinal se dirige oblicuamente de arriba abajo, desde


fuera adentro y desde la profundidad a la superficie.

En el hombre, el conducto o canal inguinal contiene el conducto deferente junto


con los vasos espermáticos internos, a los que se añaden el nervio inguinal y los
pequeños vasos espermáticos externos o cremasterianos: estos elementos, tras
atravesar el orificio inguinal externo o subcutáneo, penetran en la bolsa escrotal.

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En la mujer, el conducto inguinal contiene el ligamento redondo del útero, el cual


unas veces extiende sus fibras, abiertas en abanico, hasta los labios mayores y el
pubis, y otras termina en el propio conducto inguinal fusionándose con sus paredes.

El conducto o canal crural


Por debajo del ligamento inguinal se
encuentra otro conducto o canal
mucho más corto, por el que hace su
salida la hernia crural, también
llamada femoral. Los límites del canal
crural son los siguientes:
a) Por arriba, el ligamento
inguinal;
b) Por dentro, el borde fibroso
producido por la inserción del
músculo transverso en una
cresta, llamada pectínea, de
la rama horizontal del hueso
del pubis, y sobre un
engrosamiento de la fascia
conocido como ligamento de
Cooper;
c) Por fuera , la vena femoral;
d) Por abajo, la cresta pectínea recubierta por el ligamento de Cooper.

A. Hernia inguinal INDIRECTA


Es la hernia cuya salida se produce a través del orificio inguinal interno o profundo,
en la que el saco peritoneal, en su progresión (junto al cordón espermático en el
hombre y el ligamento redondo del útero en la mujer) sigue la dirección oblicua del
conducto inguinal.

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Es la más frecuente de todas las variedades de hernias (cerca de un 60%);


dentro de las hernias de la ingle, la hernia inguinal indirecta suma casi el 80%.

¿Cómo se produce el saco peritoneal de la hernia inguinal indirecta? La


opinión predominante es la que
sostiene que en toda hernia inguinal
indirecta existe un saco preformado
o congénito. El origen de este saco
estaría en relación con la emigración
testicular: En los últimos meses de la
vida intrauterina el testículo pasa a
través del orificio inguinal interno o
profundo para alcanzar más tarde su
posición definitiva en la bolsa
escrotal. En este descenso el
testículo arrastra una evaginación
del peritoneo parietal, a modo de dedo de guante, que se conoce como proceso
vaginal o funicular. En la mujer, una evaginación similar sigue al ligamento redondo
del útero en la mujer, y cuando permanece abierta se conoce como conducto de
Nuck.

El carácter congénito de este pequeño saco no


quiere decir que la hernia como tal aparezca en el
momento del nacimiento, sino más tarde, incluso en
la vida adulta. Para que la hernia se haga aparente
ha de añadirse la acción determinante de aquellas
causas que producen un aumento continuo o
intermitente de la presión dentro de la cavidad
abdominal, aumentos que introducen, poco a poco,
el contenido intestinal o del epiplón dentro de saco,
hasta alcanzar, en ocasiones, la bolsa escrotal (hernia inguinoescrotal).

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En las hernias inguinales indirectas de la infancia el elemento fundamental en


su génesis no es el defecto (ya que a esta edad el orificio inguinal interno o
profundo es anatómicamente normal) sino el saco preformado que permanece
ampliamento abierto.

B. Hernia inguinal DIRECTA


Es la hernia cuya salida se hace por el triángulo de Hesselbach. En la mayoría de
los casos la hernia se produce a través de la fosita supravesical, en posición medial
respecto al ligamento umibilical lateral, aunque puede hacerse por la fosita media.
El camino que sigue el saco herniario es directo, por dentro de los vasos
epigástricos, elevando, desde el interior de la cavidad abdominal, los siguientes
planos anatómicos: peritoneo, tejido graso preperitoneal, fascia transversalis,
aponeurosis del músculo oblicuo mayor, fascia superficial, y piel.

El 20% de las hernias de la ingle son hernias inguinales directas.


Predominan en la edad media de la vida y en los ancianos, y son muy poco
frecuentes en la mujer y en los niños.

Así como en la génesis de la hernia inguinal indirecta lo fundamental es la existencia


de un saco peritoneal preformado o congénito, sobre el que actúan factores
determinantes como la hiperpresión intraabdominal de causas diversas, en la hernia
inguinal directa lo más importante es el deterioro biológico del suelo del triángulo
de Hesselbach, debido a la acción traumatizante de los aumentos bruscos y
repetidos de la presión intraabdominal (tos, estreñimiento, esfuerzos físicos).

El amplio diámetro del cuello del saco explica porqué estas hernias inguinales
directas raras veces se estrangulan.

Cuando en la misma región de la ingle de un individuo se encuentran las dos


variedades de hernias inguinales (la indirecta y la directa) se encuentra un
saco peritoneal doble, a modo de pantalón o alforja ((hernia de la ingle “en

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pantalón”): los vasos epigástricos, separando los dos sacos o perniles del
“pantalón”, corresponderían a la zona de la entrepierna en esta comparación.

HERNIA CRURAL
Es la hernia cuya salida se hace por debajo del ligamento inguinal, a través del
conducto o anillo crural; el saco sigue el corto trayecto de este conducto (unos 2
cm) hasta llegar a situarse bajo la piel. La hernia crural representa alrededor del
7,5% de las hernias de la ingle, y del 3% al 4% de todas las hernias
abdominales externas.

La hernia crural es 4 veces más frecuente en la mujer que en el hombre,


predomina en la edad media de la vida, y es extremadamente rara en el niño. En la
mujer el 30% de las hernias de ingle son crurales, mientras que en el hombre lo
son el 2%.

El saco peritoneal de la hernia crural suele ir precedido de una masa de tejido graso
preperitoneal, adherida a su cara externa, que contribuye el volumen visible y
palpable de la tumoración de la hernia. El contenido de la hernia crural suele ser
epiplon o intestino delgado; cuando la masa de grasa adherida a la cara externa del
saco es voluminosa, el saco puede encontrarse vacío. La incarceración y la
estrangulación, como complicaciones, son mucho más frecuentes en las hernias
crurales que en las hernias inguinales, debido a la rigidez de los bordes del anillo
crural por el que sale el saco.

Síntomas, signos y diagnóstico de las hernias de la ingle


Las hernias de la ingle se hacen aparentes, por lo general, como una tumoración
(bulto) descubierta por el propio paciente de modo accidental, o por el médico en
una exploración física sistemática (por ejemplo en exámenes médicos para el
ingreso en un puesto de trabajo, y en el ejército). En ocasiones, el primer síntoma

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es una molestia imprecisa en la región inguinal que aparece tras aquellos esfuerzos
que aumentan bruscamente la presión dentro de la cavidad abdominal; es ésta
molestia la que conduce al paciente a la consulta médica y a la exploración física
que demuestra la hernia.

A veces la hernia (ya estrangulada) se descubre en un paciente que acude a un


servicio de urgencias con una oclusión intestinal, durante el examen sistemático
de los orificios herniarios que el médico debe realizar para descartarla como causa
de la oclusión. Por lo general, la hernia suele ser más dolorosa en sus fases
iniciales que cuando ya está claramente constituida y es visible.

El paciente es examinado primero en posición de pie y, después, tendido en una


camilla, en decúbito supino. Estando de pie, la tumoración de la hernia inguinal
puede hacerse aparente, cuando es dudosa su existencia durante la inspección
clínica, si se le pide al paciente que tosa para aumentar la presión intraabdominal.
En otros casos la hernia es fácilmente visible en cuanto el paciente se coloca de pie
frente al médico, incluso rellenándose la bolsa escrotal en aquellas voluminosas
hernias inguinales indirectas que, por esta razón, se denominan hernias
inguinoescrotales.

A veces el médico que explora la hernia introduce el dedo meñique en el orificio


inguinal externo (mediante la invaginación, como un dedo de guante, de la piel de la
base del escroto) lo que le permite comprobar el diámetro de dicho orificio, e
incluso puede detectar la presencia de un saco herniario en el conducto inguinal,
que alcanza la punta del dedo si el paciente aumenta, tosiendo, su presión
intraabdominal.

En resumen, las hernias inguinales bien aparentes a la mirada del médico, y


reducibles, ofrecen pocas dificultades para el diagnóstico: una tumoración en la
ingle, tensa, fluctuante, alargada o redondeada, que propulsa cuando el paciente
aumenta su presión intraabdominal, y que se reduce e incluso desaparece en el

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interior de la cavidad abdominal cuando el paciente se acuesta en la camilla,


maniobra que puede facilitarse si el médico (o el propio paciente) exprime
suavemente el saco herniario; la reducción de la hernia, si el contenido es intestino,
puede acompañarse de ruidos hidroaéreos.

Para diferenciar las hernias inguinales indirectas de las hernias inguinales


directas el médico maneja los siguientes datos clínicos y exploratorios:
1. Las hernias inguinales indirectas se observan en edades más tempranas
que las hernias inguinales directas (más frecuentes en la edad madura y
en los ancianos).
2. Las hernias inguinales indirectas son frecuentes en los niños y no raras
en las mujeres.
3. Las hernias inguinales directas son muy raras en la mujer y casi nunca se
encuentran en los niños.
4. La hernia inguinal cuyo contenido rellena la bolsa escrotal (hernia
inguinoescrotal) es, mientras no se demuestra lo contrario, una hernia
inguinal indirecta.

Principios generales en el tratamiento quirúrgico de una hernia de la ingle


En las hernias de la ingle, los principios quirúrgicos fundamentales en los que
se fundamentan su reparación operatoria son los siguientes:

1. Reintroducción del contenido del saco herniario en su cavidad habitual


(reducción de la hernia), en el caso de que existiera este contenido y no
simplemente el defecto u orificio herniario.

2. Ligadura del cuello del saco y extirpación de éste, siempre que la


forma y el tamaño del saco lo haga posible.

3. Cierre del orificio o defecto herniario, con dos opciones técnicas:

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a) Cierre del defecto y reconstrucción reforzada de la zona de la pared


abdominal a través de la cual se ha producido la salida de la hernia, sea
el conducto inguinal (hernia inguinal indirecta), el triángulo de Hesselbach
(hernia inguinal directa) o el conducto crural (hernia crural). Estos
procedimientos, en los que se utilizan los propios músculos y
aponeurosis de la pared abdominal para el cierre y la reconstrucción se
incluyen genéricamente bajo el término de herniorrafia.

b) Cierre del defecto y reconstrucción reforzada de la pared mediante la


colocación y fijación de una prótesis en forma de placa, que cubre el
defecto. Una técnica comparable a la aplicación de un parche en un
neumático pinchado. Estos procedimientos se incluyen genéricamente
bajo el término de hernioplastia. La colocación y fijación de la placa
protésica que cierra el defecto puede realizarse:

a. Exponiendo quirúrgicamente los planos anatómicos que han de


ser reparados desde fuera de la pared y de la cavidad abdominal
(cirugía abierta) para reconstruir el defecto y aplicar una placa
protésica. Siguiendo con la comparación del parche en el
neumático, la placa se aplicaría en la superficie externa de dicho
neumático; por lo que en esta posición debe resistir la fuerte
presión intraabdominal, como ha de resistir el parche la presión
del neumático.

b. Exponiendo quirúrgicamente el defecto desde el interior de la


cavidad abdominal, mediante cirugía laparoscópica y
colocando, desde dentro, la placa protésica que cubre el defecto.
De este modo, la presión intrabdominal contribuye a mantener la
placa protésica bien adosada a la zona del defecto que se
pretende cerrar.

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Cada una de estas opciones técnicas tienen sus indicaciones según las
características de la hernia y la edad del paciente.

OTRAS HERNIAS DE LA PARED ANTERIOR DEL ABDOMEN

Hernias umbilicales
Estas hernias emergen a través de un defecto en el cierre de la cicatriz umbilical.
Se distinguen dos variedades:
Hernia umbilical infantil y hernia
umbilical del adulto.

La hernia umbilical infantil es muy


frecuente entre los 6 meses y los 3
años de edad, especialmente en la
raza negra. Es una hernia pequeña
(de 1 a 5 centímetros de diámetro) que aparte de su aparición cuando el niño
llora o grita, no produce habitualmente síntomas y muy raras veces se produce la
estrangulación de su contenido.

En la mayoría de las hernias umbilicales infantiles el defecto se cierra


espontáneamente al llegar entre los 2 y los 3 años.

Su tratamiento quirúrgico está indicado si la hernia persiste pasados los 3 años


de edad, si su tamaño aumenta en lugar de disminuir progresivamente, o si
producen síntomas que incomodan al niño. Por lo general, las hernias umbilicales
infantiles con un defecto de 2 o más centímetros de diámetro tienen pocas
posibilidades de cerrarse de modo espontáneo.

La reparación quirúrgica del defecto se hace a través de una incisión transversal


realizada inmediatamente por debajo del ombligo, al que respeta.

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La hernia umbilical del adulto es más frecuente en la mujer, sobre todo en las
obesas y multíparas. También es frecuente en los individuos que padecen cirrosis
con ascitis (líquido a presión en el interior de la cavidad abdominal) no controlada
médicamente. El tratamiento de la hernia es quirúrgico, mediante una incisión
transversa infraumbilical, respetando, si es posible, el ombligo.

Hernias epigástricas
Los defectos por los que emergen estas hernias están situados en la línea media
del abdomen, entre el apéndice xifoides del esternón y el ombligo: esta línea media
se corresponde con la denominada linea alba, en la que se emtrecruzan fibras
aponeuróticas procedentes de ambos lados de la pared abdominal anterior y
lateral.

En la mayoría de los casos son hernias sin saco peritoneal en las que lo que
sale a través del defecto es una bola de grasa preperitoneal. Son hernias
adquiridas en las que la obesidad, los embarazos repetidos y los trabajos pesados
que aumentan la presión intraabdominal juegan un papel determinante en su
génesis.

Su diagnóstico puede ser un hallazgo casual en una exploración sistemática de la


pared abdominal (hernias epigástricas asintomáticas) o bien en una exploración
propiciada porque un paciente que aqueja dolor en algún punto de la línea alba, y
que incluso se ha palpado sobre dicha línea una pequeña tumoración (hernias
epigástricas sintomáticas). Su tratamiento es quirúrgico.

Fuente:
Pera, C.
Cirugía. Fundamentos, indicaciones y opciones técnicas,
Tomo II, Masson S.A. Barcelona, 1996.

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