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HEMODIÁLISIS

Cuando los riñones no son capaces de eliminar los productos de desecho mediante diálisis, los
niveles de urea se incrementan, lo que puede poner en peligro la vida del paciente en un tiempo
relativamente corto. Por tanto, una persona con fallo renal debe utilizar para vivir un riñón
artificial, que purifica la sangre mediante la hemodiálisis.

Un riñón artificial típico es una máquina con un gran depósito de agua de unos 1001 de
capacidad, con algunos electrolitos disueltos. En el centro de este baño de diálisis (dialisato) hay
una espiral de diálisis o una membrana de celulosa. Cuando la sangre del paciente pasa por la
espiral de diálisis, los productos de desecho, altamente concentrados, se eliminan de la sangre
por diálisis. En el proceso no hay pérdida de sangre, ya que la membrana no es permeable a
partículas grandes como los glóbulos rojos.

Los pacientes de diálisis no generan mucha orina por lo que retienen un gran volumen de agua
entre un tratamiento de diálisis y otro, haciendo que su corazón tenga que trabajar más para
bombear la sangre.

Por ello, los pacientes de diálisis tienen muy restringida la ingesta de líquidos y tan solo pueden
tomar unas pocas cucharadas de agua al día. Durante la diálisis, la presión de la sangre aumenta
al pasar por la espiral de diálisis, lo que provoca la eliminación de parte del agua de la sangre.
En algunos pacientes de diálisis se pueden eliminar entre 2-101 de agua en cada tratamiento.
Los pacientes de diálisis necesitan dos o tres tratamientos a la semana cada uno con una
duración de unas 5 a 7 horas. Afortunadamente, los tratamiento de diálisis más modernos
requieren menos tiempo, y algunos pacientes pueden incluso hacerlos en su casa gracias a los
equipos portátiles.

Bibliografía

Tímberlake Karen C. Química. Una introducción a la química general, orgánica y biológica. 10


edición. PEARSON EDUCACIÓN, SA. 2011

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