Lectura fundamental
Contenido
1 ¿Qué es el tacto?
3 Conclusiones
Aunque en un principio suene interesante y hasta deseable, las personas que viven sin poder sentir
dolor —una extraña enfermedad llamada Analgesia Congénita— nos hacen reflexionar sobre la
importancia para la supervivencia que nuestro sentido táctil funcione perfectamente. Los pacientes
que tienen esta enfermedad, aunque pueden vivir por muchos años, corren más peligro de lastimarse;
por ejemplo, un niño, se puede enterrar en los pies un vidrio y sangrar; sin embargo, como no recibe
ninguna señal de dolor, seguirá jugando hasta que alguien se dé cuenta y la herida ya esté muy grande.
1. ¿Qué es el tacto?
El tacto es un sentido corporal que nos permite recibir una variedad de estímulos del exterior, los
cuales recibimos a través de un sistema de receptores (exteroceptores) que, en el caso del tacto,
se encuentran en la piel. El sistema de exterosensibilidad principalmente incluye la percepción de
estímulos mecánicos —tacto—, estímulos térmicos —temperatura— y estímulos dolorosos —dolor—
(Pinel, 2007).
¿Sabía que...?
La piel es el órgano más grande del cuerpo. Puede medir más de 2m2
y pesar más de 10 kg
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1.1. Receptores cutáneos
En Escenarios previos hemos hablado de diversos tipos de receptores como los fotorreceptores —
que nos permiten recoger la luz—, en este hablaremos primordialmente de tres tipos de receptores:
los mecanorreceptores, los termorreceptores y los nociceptores. Los mecanorreceptores son
los encargados de recibir las señales asociadas al tacto y a la presión, mientras los nociceptores
se encargan de estímulos potencialmente perjudiciales, como dolor, calor y frío extremos (Raff y
Levitzky, 2013). Finalmente, los termorreceptores se encargan de la percepción de la temperatura.
Receptores
al tacto
Receptores
al frío
Receptores Receptores
al calor a la presión
Receptores
al dolor
Dentro de los mecanorreceptores encontramos especialmente cuatro tipos (Pinel, 2007; Raff y
Levitzky, 2013):
1. Discos de Merckel: estos receptores son de activación lenta, lo que significa que luego de ser
tocados permanecen activos por más tiempo cambiando la sensación. Su función es la recepción
de las texturas, por ello responden tanto a tacto como a presión sostenida.
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2. Corpúsculos de Meissner: estos se encuentran en zonas como las palmas de las manos o los
pies. Su función es responder a cambios en la textura y vibraciones lentas.
En relación con los termorreceptores usualmente se hace referencia a los corpúsculos de Krause que
se encargan de la percepción de la sensación de frío y las terminaciones de Ruffini que se encargan
de la sensación de calor.
Figura 2. Termorreceptores
Fuente: Politécnico Grancolombiano
Por último, tenemos a los nociceptores que son un grupo especial de receptores de carácter
sensorial que distinguen los estímulos inocuos de los nocivos (Ferrandiz-Mach, 2006).
Principalmente, estos tipos de receptores se distinguen por su ubicación que puede ser en la piel,
en los músculos o en las vísceras.
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2. Funciones y vías del sentido táctil
Una de las principales funciones del sistema táctil es protegernos frente a estímulos que puedan
resultar potencialmente nocivos; nos avisa cuando nos estamos hiriendo, quemando o congelando.
Pero, más allá de simplemente protegernos, el sistema táctil nos aporta sensaciones sobre las
propiedades del mundo, de los objetos con los que interactuamos día tras día. Desde que somos
bebés el tacto nos permite reconocer las texturas, formas, tamaños y pesos de los objetos que nos
rodean. Es nuestra primera forma de conocer el mundo, ya que brinda información clave para formas
posteriores de aprendizaje. Veamos con más detenimiento su papel en el dolor, la percepción de
temperatura, presión y sensaciones de placer.
2.1. Dolor
Normalmente hablamos de dolor cuando tenemos una experiencia sensorial desagradable asociada
a una lesión real o potencial (Ferrandiz-Mach, 2006). Curiosamente, a pesar de que la experiencia
no es deseable, es central para poder sobrevivir. El dolor no obedece a estímulos particulares, sino
es el resultado de una estimulación excesiva de cualquier tipo (Craig, 2003). Así mismo, carece de
una representación cortical exacta, aunque ha sido más frecuentemente relacionado con la corteza
cingulada (Pinel, 2007).
¿Sabía que...?
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El proceso para que sintamos dolor, normalmente, empieza con un estímulo que ha alcanzado
determinado nivel (ha superado el umbral perceptual) y ya no se percibe como una sensación
táctil normal. Ese dolor se puede originar desde los nociceptores y desde los axones encargados de
transportar la información dolorosa hacia y desde todo el cuerpo. La estimulación de estos centros
lleva a que se segreguen varias sustancias químicas que inician impulsos nerviosos con el objetivo de
disminuir lo que está afectando.
Estímulo Zona de
doloroso sensación
dolorosa
Receptor
nervioso
Vía sensitiva
Médula espinal
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2.2. Temperatura
2.3. Presión
Nuestra piel cubre completamente el cuerpo. Al tener una enorme cantidad de mecanorreceptores,
no es de extrañar que seamos muy sensibles a la presión. Aun así, como bien se habrá dado cuenta
el lector, tenemos zonas mucho más sensibles; esto se debe a que allí se encuentran una mayor
densidad de receptores. Es así como las zonas más sensibles resultan siendo la punta de los dedos de
las manos y la lengua (Caromano, 2018; Dezcallar-Sáez, 2012).
Otro factor por tener en cuenta en la distribución de los mecanorreceptores tiene que ver con el
tipo de piel. Todos poseemos dos tipos de piel: una sin pelo —llamada piel glabra— y otra con pelo
—llamada piel pilosa—. La piel glabra, como la que tenemos en la planta de los pies, la palma de las
manos y los labios, tiene una alta sensibilidad comparada con la piel pilosa (Dezcallar-Sáez, 2012). En
el caso de la piel pilosa, que cubre la mayoría de nuestro cuerpo, aunque presenta mecanorreceptores
similares, posee además los receptores del folículo piloso que son mecanismos de adaptación rápida
que responden ante cualquier cambio o desplazamiento del pelo.
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Para que podamos sentir la sensación de presión, los mecanorreceptores realizan transducción
(Pinel, 2007). La transducción es un proceso por el que se transforma la energía mecánica, como
los estímulos físicos de presión, en una señal eléctrica nerviosa específica, o un potencial eléctrico
(Dezcallar-Sáez, 2012). Esta señal eléctrica emitida por los mecanorreceptores varía en función del
tipo, cantidad y ritmo del estímulo. Estas diferencias permiten que el sistema nervioso central pueda
dar cuenta de la localización, movimiento y aceleración del estímulo. Luego, la información llega a
las neuronas de los ganglios de la raíz dorsal de la médula espinal. Ya allí, los receptores sensoriales
participan, a través de reflejos monosinápticos, en el sistema de motoneuronas gamma para lograr la
contracción de los músculos (Dezcallar-Sáez, 2012).
¿Sabía que...?
Existen unas zonas específicas en nuestra piel que tienen mayor sensibilidad a la generación de
estímulos placenteros. Estas zonas fueron denominadas zonas erógenas.
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Orejas
Boca
Cuello y Nuca
Hombros
Pechos
Perineo
Nalgas y Ano
Testículos
Muslos
Figura 4. Zonas erógenas
Fuente: Politécnico Grancolombiano
3. Conclusiones
Para resumir, la información táctil resulta sumamente importante para la configuración de nuestro
mundo. Nos ayuda a reaccionar ante estímulos dañinos y a tener sensaciones de placer, así mismo,
nos da la información necesaria para poder aprehender todo aquello que nos rodea. Así, no resulta
extraño que cuando la perdemos, nuestra habilidad para poder responder adecuadamente al mundo
resulta fuertemente disminuida.
Ahora que sabe cómo funciona el tacto y su importancia, ¿cómo cree que este le ha ayudado en su
vida cotidiana?
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Referencias bibliográficas
Caromano, F. A. (2018). El valor real del tacto. Fisioterapia e Pesquisa, 25(2), pp. 124-124.
Craig, A. D. (2003). Una nueva visión del dolor como una emoción homeostática. Tendencias en
Neurociencias, 26(6), pp. 303-307.
Dezcallar-Sáez, T. (2012). Relación entre procesos mentales y sentido háptico: emociones y recuerdos
mediante el análisis empírico de texturas (tesis doctoral). Universidad Autónoma de Barcelona, España.
Ferrandiz-Mach, M. (2006). Fisiopatología del dolor. Barcelona, España: Clínica del Dolor.
Perena, M. J., Perena, M. F., Rodrigo-Royo, M. D. y Romera, E. (2000). Neuroanatomía del dolor.
Revista de la Sociedad Española del Dolor, 7(2), pp. 5-10.
Raff, H. y Levitzky, M. (2013). Fisiología médica: un enfoque por aparatos y sistemas. McGraw-Hill
Interamericana.
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INFORMACIÓN TÉCNICA
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