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HOMILIA ORDENACION SACERDOTAL

EDILBERTO ZABALETA

Apreciado padre Elvis Cabarcas, Vicario General, Apreciado padre Carlos Sanchez, Vicario de Pastoral,
apreciados sacerdotes, apreciado diácono Armando Rojas, apreciados seminaristas, religiosos,
religiosas, hermanos todos en el Señor

Querido Edilberto José

Existe una vocación fundamental en la vida de la iglesia: la vocación bautismal, ella lleva al cristiano a
participar de la vida misma de la iglesia desde la santidad.

El Papa Juan Pablo II afirma en la Christifideles laici que «la vocación a la santidad hunde sus raíces en
el Bautismo» (20), señalando que esa vocación, que debe ser considerada «como un signo luminoso
del infinito amor del Padre que les ha regenerado a su vida de santidad» es «una componente esencial
e inseparable de la nueva vida bautismal, y, en consecuencia, un elemento constitutivo de su dignidad»
(21). El Santo Padre recoge así la enseñanza del Concilio Vaticano II, el cual, al recordar al Pueblo de
Dios la universal vocación a la santidad, la fundamentaba precisamente en la consagración bautismal:
«Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del designio y
gracia divinos y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el Bautismo, sacramento de la fe,
verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y por lo mismo, realmente santos. En
consecuencia, es necesario que con la ayuda de Dios conserven y perfeccionen en su vida la
santificación que recibieron» (22).

Este llamado inicial se articula en la vida, como seguimiento a Jesucristo en el triple sentido vocacional
de respuesta del hombre ha llamado de Dios, para su propia y plena realización personal y eclesial

1.- La Vocación Laical:

Los laicos han optado por seguir a Cristo desde las condiciones y compromisos ordinarios de la vida
familiar, profesional y social, ejerciendo su apostolado en medio del mundo como testimonio de ser
fermento, como la levadura en la masa. La vocación laical admite caminos muy concretos como
estados de vida, sea en la soltería o en el matrimonio eclesiástico.

2.- La Vocación a la Vida Religiosa:

La vida consagrada, enraizada profundamente en los ejemplos y enseñanzas de Cristo el Señor, es un


don de Dios Padre a su Iglesia por medio del Espíritu. Con la profesión de los consejos evangélicos los
rasgos característicos de Jesús —virgen, pobre y obediente— tienen una típica y permanente «
visibilidad » en medio del mundo, y la mirada de los fieles es atraída hacia el misterio del Reino de Dios
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que ya actúa en la historia, pero espera su plena realización en el cielo. Ello se realiza en la
especificidad de su comunidad religiosa, viviendo en comunidad.

3.- La Vocación al ministerio Sacerdotal.

La vocación sacerdotal es una "llamada" que procede del Señor que inspira, a través de su gracia, a
algunos hermanos el deseo de estar más íntimamente unidos a Él en el ministerio que llamamos
“ordenado” o sea, basado en el sacramento del Orden. Este ministerio tiene su origen y su núcleo, por
tanto, en la voluntad de Cristo, manifestada durante la última Cena en la que instituyó la Eucaristía, de
perpetuar la oblación sacrificial que realizaría en la Cruz. La tradición de la Iglesia y su magisterio han
interpretado de ese modo el mandato dirigido a los apóstoles: "Haced esto en memoria mía". Por eso
el Señor no ha dejado de llamar sucesivamente a nuevos ministros en cada momento de la historia,
para que pudiesen actualizar la entrega realizada en la cruz. Ellos son sacados de entre los hombres,
para servir a los hombres en las cosas de Dios, como escuchamos en la primera lectura.
Evidentemente, el ministerio sacerdotal no se agota en ese momento celebrativo de la Eucaristía,
aunque tiene aquí su raíz y centro, sino que se proyecta sobre todos los demás aspectos, tanto
existenciales como ministeriales, de la vida pastoral. Por eso dirá el Directorio sobre la vida y ministerio
de los Presbíteros: «Los presbíteros son, en la Iglesia y para la Iglesia, una representación sacramental
de Jesucristo, Cabeza y Pastor, proclaman con autoridad su palabra; renuevan sus gestos de perdón y
de ofrecimiento de la salvación, principalmente con el Bautismo, la Penitencia y la Eucaristía; ejercen,
hasta el don total de sí mismos, el cuidado amoroso del rebaño, al que congregan en la unidad y
conducen al Padre por medio de Cristo en el Espíritu»

La vocación sacerdotal del presbítero diocesano se centra en la Caridad Pastoral. Es el núcleo vital y
unificador de la vida del presbítero.

El retrato espiritual del presbítero diocesano es como un mosaico compuesto de muchas piezas: la fe,
la esperanza, la pobreza, el celibato, el espíritu orante, la disponibilidad, el espíritu apostólico, la
inclinación hacia los pobres, etc. Cada una de estas piezas constituye un rasgo del rostro espiritual del
presbítero. Pero entre todos estos rasgos destaca la caridad pastoral.

Nos dice la Presbiterorum Ordinis 14: “Desempeñando el oficio de buen pastor, los presbíteros
encontrarán en el mismo ejercicio de la caridad pastoral el vínculo de su perfección sacerdotal que
reduzca a unidad su vida y su acción” y en el numero 23 afirma: “El principio interior, la virtud que
anima y guía la vida espiritual del presbítero, en cuanto configurado con Cristo cabeza y pastor, es la
caridad pastoral”.

¿Qué es la caridad pastoral?

La caridad pastoral del presbítero es participación en la caridad pastoral de Cristo. Así aparece en PDV.
23: “Es el amor de Cristo Pastor encarnado, prolongado, historizado, actualizado en el amor concreto
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del presbítero a su comunidad y a la entera comunidad eclesial. No es, pues, un sentimiento que nace
de mi temperamento afectivo o de mi talante servicial o de mi espíritu responsable”. Nuestra caridad
pastoral tiene su origen fontal en la caridad pastoral de Cristo que nos es transmitida por el Espíritu
Santo, a partir de nuestra Ordenación.

El hombre esta envuelto en diferentes opciones de exteriorización del amor, pero la caridad pastoral es
un amor primario, es decir, que no está subordinado a ningún otro amor, ni de amigos, ni sexual, ni
familiar, ni patriótico, ni social. No está sometido a ningún proyecto propio, ni a ninguna otra
solidaridad. Él mismo es una opción originaria. Es un amor principal, pues todos los demás intereses y
valores quedan subordinados a este amor. La caridad pastoral no es el único amor pero ejerce un
primado sobre todo los amores y opciones que existen en la vida del pastor. De tal manera que el
presbítero coloca en primer lugar de su vida la caridad pastoral. Y esta caridad pastoral tiene como
destinatario inmediato a la comunidad eclesial encomendada por el Obispo al cuidado del sacerdote,
de tal manera que podemos decir que el presbítero se enamora de su parroquia. Ese es primer
destinatario inmediato. Pero la caridad pastoral no se confina en esa comunidad directamente
encomendada al servicio del presbítero, sino que tiene también como destinatarios fundamentales a la
Iglesia particular o Diócesis, y a la Iglesia universal. El presbítero ama a su parroquia y a la Iglesia
universal con el mismo amor pastoral. (cfr. PDV 31) Por eso asume con entrega y generosidad los
encargos dados por el obispo diocesano.

Por eso dirá el papa Francisco en la carta con motivo de centésimo sexagésimo aniversario de la
muerte del Santo Cura de Ars: “Recordamos los 160 años de la muerte del santo Cura de Ars a quien
Pío XI presentó como patrono para todos los párrocos del mundo[1]. En su fiesta quiero escribirles esta
carta, no sólo a los párrocos sino también a todos Ustedes hermanos presbíteros que sin hacer ruido
“lo dejan todo” para estar empeñados en el día a día de vuestras comunidades. A Ustedes que, como el
Cura de Ars, trabajan en la “trinchera”, llevan sobre sus espaldas el peso del día y del calor (cf. Mt
20,12) y, expuestos a un sinfín de situaciones, “dan la cara” cotidianamente y sin darse tanta
importancia, a fin de que el Pueblo de Dios esté cuidado y acompañado. Me dirijo a cada uno de
Ustedes que, tantas veces, de manera desapercibida y sacrificada, en el cansancio o la fatiga, la
enfermedad o la desolación, asumen la misión como servicio a Dios y a su gente e, incluso con todas las
dificultades del camino, escriben las páginas más hermosas de la vida sacerdotal.”

Querido Edilberto, este es el horizonte de tu opción sacerdotal que hoy asumes de una manera
particular con la Ordenación Presbiteral. Este es el modelo de vida que te presenta la Iglesia. Y debes
profundizar cada día en tu identidad propia que te convierte en maestro de la palabra y de los
sacramentos, pastor y guía de la comunidad parroquial y director y confesor de los fieles para mostrar
la misericordia de Dios.

Te invito, querido Edilberto a ser fiel a lo que has recibido de la Iglesia: lo sacramentos, especialmente
la Eucaristía no son nuestros, son de la iglesia y ella nos enseña como celebrarlos, ella nos enseña la
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dignidad de los sitios de culto y el respeto y decoro para todo lo que se utiliza en el culto público a
Dios. Recuerda que en la medida en que los particularices en “lo que hace el padre Edilberto” en esa
medida te apartaras de lo que hace la iglesia, y abrirás la puerta a la división y a los juicio.

Recuerda Edilberto que eres miembro del pueblo de Dios y junto a los laicos, religiosos y religiosas,
caminas hacia la salvación definitiva en Cristo Jesús. Tu vida está inserta en la comunión eclesial que
hoy se manifiesta en el camino de la sinodalidad. No te creas nunca más que los demás. Se humilde,
paciente y perseverante. No te avergüences de Jesús ni de su Iglesia. No pongas nunca la sabiduría de
Dios al servicio de la sabiduría de los hombres. No sometas el poder del Evangelio a tus conveniencias.
Conserva siempre la confianza en el Señor, vive de verdad como siervo suyo. Él te hará libre para
cumplir su voluntad y para servir a tus hermanos en la verdad y en el bien.

Recuerda que tu opción primaria bautismal, que nos has presentado en el video que grabaste hace tres
días te lleva a la búsqueda de la santidad de vida como quicio fundamental de tu vida eclesial –
personal - y ministerial –comunitaria. Se un santo sacerdote.

Lucha cada día por mantener encendida la lámpara de la oración, no dejes que las actividades te quiten
lo más importante: crecer en intimidad con el Señor, para ser su testigo en la caridad pastoral.
Recuerda que en el ministerio de Lectorado se te dio la palabra para que te convirtieras en maestro de
la escucha y luego Maestro de la Predicación, recuerda que en el acolitado se te dio la Eucaristía como
misterio vital y alimento verdadero del espíritu. Recuerda que en el diaconado se te dio el servicio a los
pobres como camino de identificación con Cristo y en la autoridad discreta se te invito a ser padre de
tus hermanos. Esfuérzate para hacer fecunda la gracia que te configura a Cristo sacerdote y Buen
Pastor, Al hacerte hoy partícipe del sacerdocio de Jesús, asumes su debilidad, pero también su
fortaleza invencible. A partir de ahora llevarás en tu cuerpo, en tu ministerio, la debilidad y el dolor de
su muerte, pero llevaréis también el esplendor y la victoria de su resurrección, que es la mejor garantía
de un sacerdocio fecundo y fiel.

Ten en cuenta lo que hemos proclamado en el Evangelio de hoy: Este es mi mandamiento: que se
amen unos a otros como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, y
son ustedes mis amigos si cumplen lo que les mando. Ya no les llamo siervos, porque un siervo no sabe
lo que hace su amo. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre.
Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den
fruto, y ese fruto permanezca. Y recuerda, que en Cristo, a partir de ahora eres sacerdote para
siempre.

Que la intercesión de maría, Madre sacerdotal te acompañe siempre, querido hijo…

13-11-2021 /

+ Nicolás, Obispo
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