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Las Flores del Mal.

Charles Baudelaire.

LA DESTRUCCION

El demonio se agita a mi lado sin cesar;


flota a mi alrededor cual aire impalpable;
lo respiro, siento como quema mi pulmón
y lo llena de un deseo eterno y culpable.

A veces toma, conocedor de mi amor al arte,


la forma de la más seductora mujer,
y bajo especiales pretextos hipócritas
acostumbra mi gusto a nefandos placeres.

Así me conduce, lejos de la mirada de Dios,


jadeante y destrozado de fatiga, al centro
de las llanuras del hastío, profundas y desiertas,

y lanza a mis ojos, llenos de confusión,


sucias vestiduras, heridas abiertas,
¡y el aderezo sangriento de la destrucción!

II

UNA MARTIR

Dibujo de un maestro desconocido

En medio de frascos, telas sedosas,


y muebles voluptuosos,
de mármoles, pinturas, ropas perfumadas,
que arrastran los pliegues suntuosos,

en una alcoba tibia como en un invernadero,


donde el aire es peligroso y fatal,
dónde lánguidas flores en sus ataúdes de cristal
exhalan su suspiro postrero,

un cadáver sin cabeza derrama, como un río,


en la almohada empapada,
una sangre roja y viva, que la tela bebe
con la misma avidez que un prado.

Parecida a las tétricas visiones que engendra la oscuridad


y que nos encadenan los ojos,
la cabeza, con la masa de su crin sombreada,
y de sus joyas preciosas,
en la mesilla de noche, como una planta acuática,
reposa, y, vacía de pensamientos,
una mirada vaga y blanca como el crepúsculo
escapa de sus ojos extraviados.

En el lecho, el tronco desnudo, sin pudor,


en el más completo abandono, muestra
el secreto esplendor y la belleza fatal
que la naturaleza le donó.
Una media rosada, adornada con hilo de oro, en la pierna
ha quedado cual recuerdo.
La liga, al igual que un ojo secreto que llamea,
lanza una mirada diamantina.

El singular aspecto de esta soledad


y de un gran retrato voluptuoso,
de ojos provocativos como su actitud
revela un amor tenebroso,

una culpable alegría y fiestas extrañas,


llenas de besos infernales,
que regocijarán a los ángeles malos
nadando entre cortinas y chales.

Sin embargo, al ver la esbeltez elegante


del hombro y su trazo quebrado,
la cadera levemente afilada, y la cintura ágil
lo mismo que un reptil irritado, se advierte
que ella es joven aún. -Su alma exasperada
y sus sentidos mordidos por el tedio,
¿se habían entregado a la jauría enfurecida
de deseos errantes y perdidos?

El hombre vengativo al que no pudiste, viviendo,


a pesar de tanto amor, aplacar,
¿sació en tu carne, inerte y complaciente,
toda la inmensidad de su deseo?

¡Responde, cádaver impuro! ¿Por tus rígidas trenzas


te levantó con brazo febril?
Dime, cabeza horrible, ¿en tus fríos dientes
hay aún sus últimos adioses?

-Lejos del mundo burlón, lejos de la multitud impura,


lejos del magistrado curioso,
duerme en paz, duerme en paz, extraña criatura,
en tu sepulcro misterioso;
tu esposo corre el mundo, y tu forma inmortal
vela junto a él cuando duerme;
lo mismo que tú sin duda te será fiel
y constante hasta la muerte.

III

MUJERES CONDENADAS

Como un rebaño pensativo sobre la arena acostadas,


entornan los ojos hacia el horizonte marino,
y sus pies que se buscan y sus manos enlazadas
tienen dulces languideces, amargos escalofríos.

Unas, corazones que aman las largas confidencias,


en el corazón de los bosques y junto a los arroyos,
deletrean el amor de las tímidas infancias
y marcan en el tronco los jóvenes arbolillos;

otras, como hermanas, andan lentas, graves,


a través de las rocas llenas de apariciones,
donde san Antonio vio surgir como lavas,
desnudo el seno, a sus purpúreas tentaciones.

Las hay que a la lumbre de resinas goteantes,


en el hueco mudo de los viejos antros paganos,
te llaman en socorro de sus fiebres aullantes,
¡oh Baco, adormecedor de viejos remordimientos!

Y otras, cuya garganta gusta de escapularios,


que, ocultando un látigo bajo sus largos vestidos,
mezclan en la noche oscura y los bosques solitarios
espuma del placer y lágrimas de la tortura.

¡Oh vírgenes, oh demonios, oh monstruos, oh mártires!,


grandes espíritus negadores de la realidad,
buscadores de lo infinito, devotos y sátiros,
ora llenos de furor, ora llenos de llanto,

vosotras, a las que en vuestro infierno mi alma os [ha seguido,


pobres hermanas, os amo tanto como os compadezco
por vuestras dolorosas tristezas, vuestra sed no saciada,
y las urnas de amor que llenan vuestro corazón.

IV

LAS DOS BUENAS HERMANAS

La Licencia y la Muerte son dos buenas muchachas,


pródigas de sus besos y ricas en salud;
su flanco siempre virgen y cubierto de hilachas,
con la eterna labor jamás ha dado a luz.

Al poeta siniestro, enemigo del hogar,


favorito del infierno, cortesano sin más,
tumbas y lupanares le muestran tras su vallado
un lecho que el remordimiento no frecuenta jamás.

Y el ataúd y la alcoba con grandes blasfemias


nos ofrecen alternando como buenas hermanas
terribles placeres y horribles deleites.

¿Cuándo quieres enterrarme, Vicio de brazos inmundos?


Muerte, su rival en atractivos, ¿cuándo vendrás
a plantar tus negros cipreses sobre sus mirtos fétidos?

LA FUENTE DE SANGRE

A veces siento mi sangre correr en oleadas,


lo mismo que una fuente de rítmicos sollozos;
la oigo correr en largos murmullos,
pero en vano me palpo para encontrar la herida.
A través de la ciudad, como un campo cerrado,
va transformando las piedras en islotes,
saciando la sed de cada criatura,
y coloreando en rojo toda la natura.

A menudo he pedido a estos vinos


aplacar por un solo día el terror que me roe;
el vino torna el mirar más claro y el oído más fino.

He buscado en el amor un sueño de olvido;


pero el amor no es para mí sino un colchón de alfileres,
hecho para dar de beber a esas crueles mujeres.

VI

ALEGORIA

Es hermosa mujer, de buena figura,


que arrastra en el vino su cabellera.
Las garras del amor, los venenos del garito,
todo resbala y se embota en su piel de granito.
Se ríe de la Muerte y desprecia la Lujuria,
y ambas, que todo inmolan a su ferocidad,
han respetado siempre en su juego salvaje,
de ese cuerpo firme y derecho la ruda majestad.

Anda como una diosa y reposa como una sultana;


tiene por el placer una fe mahometana,
y en sus brazos abiertos que llenan sus senos
atrae con la mirada a toda la raza humana.
Ella cree, ella sabe, ¡doncella infecunda!,
necesaria no obstante a la marcha del mundo,
que la belleza del cuerpo es sublime don,
que de toda infamia asegura el perdón.

Ignora el infierno igual que el purgatorio,


y cuando llegue la hora de entrar en la noche negra,
mirará de la Muerte el rostro,
como un recién nacido, sin odio ni remordimiento.

VII

LA BEATRIZ

En terrenos de ceniza, calcinados, sin verdores,


mientras me lamentaba un día a Naturaleza,
y mi pensamiento vagaba al azar,
sintiendo en mi corazón clavarse el puñal,
vi, en pleno mediodía, descender sobre mi cabeza
una oscura nube grande y tempestuosa,
que llevaba un rebaño de viciosos demonios,
parecidos a enanos crueles y curiosos.

Pusiéronse a contemplarme fríamente


y, como hablando de algún loco que pasa,
les oía reír y murmurar entre sí,
y cambiar más de un guiño y más de un ademán.

«Contemplemos a gusto esta caricatura,


esta sombra de Hamlet que imita su gesto,
la mirada indecisa y los cabellos al viento,
¿no da pena ver a ese vividor,
ese vago, ese histrión sin teatro, ese gracioso,
que porque sabe representar con arte su papel,
quiere interesar con sus cantos de dolor
a las águilas, grillos, arroyos y flores,
e incluso a nosotros, autores de estas viejas rimas,
y recitarnos a gritos sus públicas parrafadas? »

Hubiera podido (mi orgullo, alto como el monte,


domina la nube y el clamor de los demonios)
volver simplemente mi cabeza serena,
si no hubiese entre su tropa obscena,
¡crimen que no hizo tambalear al sol!,
la reina de mi corazón, de mirada sin igual,
que se reía con ellos de mi sombría tristeza
y les hacía, a veces, alguna sucia caricia.

VIII

UN VIAJE A CYTEREA

Mi corazón, como un pájaro, revoloteaba feliz,


y volaba libremente alrededor de las cuerdas;
el navío corría bajo un cielo sin nubes,
como ángel embriagado de un sol radiante.

¿Qué isla es ésta tan negra y triste?- Es Cyterea,


nos dicen, un país famoso en las canciones,
Eldorado trivial de todos los solterones.
Mirad, después de todo es una pobre tierra.

-¡Isla de dulces secretos y de fiestas del corazón!


De la antigua Venus el soberbio fantasma,
más allá de tus mares flota como un aroma,
y llena los espíritus de amor y languidez.

Bella isla de verdes mirtos, llena de capullos en flor,


siempre venerada por todas las naciones,
donde los suspiros de amantes corazones
avanzan como el incienso por jardines de rosas

o el eterno arrullo de la paloma torcaz.


-Cyterea no era más que una tierra pobre,
un desierto rocoso turbado por gritos feroces.
¡Sin embargo, presentía yo allí algo singular!

Aquello no era un templo de sombras selváticas,


donde la joven sacerdotisa, eterna enamorada de las flores,
iba, el cuerpo ardiente por calores secretos,
entreabriendo sus ropas a las brisas ligeras;

pero, he aquí que rozando la costa el bauprés,


al asustar los pajáros con nuestras velas blancas,
pudimos ver que era un patíbulo de tres zancas,
destacado en el cielo, negro como un ciprés.

Las aves rapaces, posadas en su cumbre,


destrozaban con furia a un ahorcado ya podrido:
cada una hundía, como un clavo, su impuro pico
en los rincones sangrientos de aquella podredumbre.

Eran los ojos agujeros, y del vientre desfondado


los gruesos intestinos caían sobre los muslos;
y sus verdugos, ahítos de espantosas delicias,
a picotazos lo habían castrado por completo.

Bajo los pies, una manada de celosos cuadrúpedos


levantado el hocico, merodeaba;
una bestia más grande se agitaba en el centro,
como un verdugo rodeado de auxiliares.

¡Oh habitante de Cyterea, de un cielo tan hermoso,


silenciosamente sufrías estos insultos
en una expiación de tus infames cultos,
y los pecados que te impidieron el descanso eterno!

¡Ridículo ahorcado, tus dolores son los míos!


Yo sentí, a la vista de tus miembros flotantes,
como un vómito subir hasta mis dientes
el largo río de hiel de mis antiguos dolores.

Ante ti, pobre diablo, tan caro de recordar,


sentí todos los picos y todos los mordiscos
de los cuervos fieros y de las panteras negras,
que antaño tanto gozaban en machacar mi carne.

El cielo estaba embrujado, la mar en calma;


para mí todo era negro y sangriento para siempre,
¡ay!, y tenía, como en un espeso sudario,
el corazón amortajado en esta alegoría.

En tu isla, oh Venus, no encontré en mi viaje


más que un patíbulo simbólico donde colgaba mi imagen...
-¡Oh Señor! Dame la fuerza y el coraje
¡de contemplar mi cuerpo y mi alma sin asco!

IX

EL AMOR Y EL CRANEO

Viñeta antigua

El amor está sentado en el cráneo


de la Humanidad,
y desde este trono, el profano
de risa desvergonzada,
sopla alegremente redondas pompas
que suben en el aire,
como para alcanzar los mundos
en el corazón del éter.
El globo luminoso y frágil
toma un gran impulso,
estalla y exhala su alma delicada,
como un sueño de oro.

Y oigo el cráneo a cada burbuja


rogar y gemir:
-Este juego feroz y ridículo,
¿cuándo acabará?

Pues lo que tu boca cruel


esparce en el aire,
monstruo asesino, es mi cerebro,
¡mi sangre y mi carne!

Obsesión
Vosotros, altos bosques, me amedrentáis como catedrales;
aulláis igual que el órgano; y en nuestros corazones malditos,
cámaras de duelo eterno donde resuenan antiguos estertores,
se repiten los ecos de vuestros De profundis.
¡Océano, te odio! Tus brincos y tumultos
los encuentra mi espíritu en sí; la risa amarga
del hombre derrotado, llena de sollozos y de insultos,
yo la escucho en la risa tremenda de la mar.
¡Cómo me gustarías, oh noche, sin esas estrellas
cuya luz habla un lenguaje consabido!
¡Pues yo busco el vacío, y lo negro, y lo desnudo!
Pero las tinieblas son también ellas lienzos
donde viven, brotando de mis ojos a miles,
seres desaparecidos de miradas familiares.

Mujeres malditas
En la arena tumbada, cual recua pensativa,
hacia los horizontes del mar sus ojos vuelven,
y con los pies se buscan y sus manos cercanas
desmayos dulces tienen y temblores amargos.

Unas, almas prendadas de largas confidencias,


en el fondo del bosque donde arroyuelos cantan,
de niñeces medrosas el amor deletrean
y graban en el tronco de verdes arbolillos;

las otras, como monjas, marchan lentas y graves


a través de las rocas de apariciones llenas,
donde vio San Antonio surgir sus tentaciones
con los pechos desnudos y purpúreos, cual lavas;

las hay, que al resplandor de chorreantes resinas,


en el mundo agujero de los antros paganos,
te llaman en ayuda de sus aullantes fiebres
¡Oh Baco, que los viejos remordimientos duermes!

Y hay otras, cuyo cuello ama el escapulario,


que, escondiendo el cilicio bajo sus largas ropas,
mezclan en los boscajes, las noches solitarias,
la espuma del placer y el llorar del tormento.

¡Oh mártires, oh vírgenes, oh demonios, oh monstruos,


cuyas almas tan grandes la realidad desprecian,
satiresas, devotas en busca de infinito,
ora llenas de gritos, ora llenas de llantos,

a vosotras, que mi alma persiguió en vuestro infierno,


amo, pobremente hermanas, y a la par compadezco,
por vuestras tristes penas, vuestra sed insaciable
y las urnas de amor que vuestros pechos colman!
Al lector
La necedad, el error, el pecado, la tacañería,
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
Y alimentamos nuestros amables remordimientos,
Como los mendigos nutren su miseria.

Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes;


Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones,
Y entramos alegremente en el camino cenagoso,
Creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas.

Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto


Que mece largamente nuestro espíritu encantado,
Y el rico metal de nuestra voluntad
Está todo vaporizado por este sabio químico.

¡Es el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven!


A los objetos repugnantes les encontramos atractivos;
Cada día hacia el Infierno descendemos un paso,
Sin horror, a través de las tinieblas que hieden.

Cual un libertino pobre que besa y muerde


el seno martirizado de una vieja ramera,
Robamos, al pasar, un placer clandestino
Que exprimimos bien fuerte cual vieja naranja.

Oprimido, hormigueante, como un millón de helmintos,


En nuestros cerebros bulle un pueblo de Demonios,
Y, cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
Desciende, río invisible, con sordas quejas.

Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio,


Todavía no han bordado con sus placenteros diseños
El canevás banal de nuestros tristes destinos,
Es porque nuestra alma, ¡ah! no es bastante osada.

Pero, entre los chacales, las panteras, los podencos,


Los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes,
Los monstruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes
En la jaula infame de nuestros vicios,

¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo!


Si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos,
Haría complacido de la tierra un despojo
Y en un bostezo tragaríase el mundo:

¡Es el Tedio! -los ojos preñados de involuntario llanto,


Sueña con patíbulos mientras fuma su pipa,
Tú conoces, lector, este monstruo delicado,
-Hipócrita lector, -mi semejante, -¡mi hermano!

El albatros
A menudo, por divertirse, los hombres de la tripulación
cogen albatros, grandes pájaros de los mares,
que siguen, como indolentes compañeros de viaje,
al navío que se desliza por los abismos amargos.

Apenas les han colocado en las planchas de cubierta,


estos reyes del cielo torpes y vergonzosos,
dejan lastimosamente sus grandes alas blancas
colgando como remos en sus costados.

¡Qué torpe y débil es este alado viajero!


Hace poco tan bello, ¡qué cómico y qué feo!
Uno le provoca dándole con una pipa en el pico,
otro imita, cojeando, al abatido que volaba.

El Poeta es semejante al príncipe de las nubes


que frecuenta la tempestad y se ríe del arquero;
desterrado en el suelo en medio de los abucheos,
sus alas de gigante le impiden caminar.
CONFESION
Una vez, una sola, mujer dulce y amable,
En mi brazo el vuestro pulido
Se apoyó ( sobre del denso fondo de mi alma
Ese recuerdo no ha palidecido);

Era tarde; al igual que una medalla nueva,


La Luna llena apareció,
Y la solemnidad nocturna, como un río,
Sobre París dormido se extendía.

Los gatos, por debajo de las puertas de coches,


Deslizábanse furtivos
El oído al acecho o, como sombras caras,
Nos seguían despacio.

Y de súbito, en medio de aquella intimidad,


Abierta en la luz pálida,
De Vos, rico y sonoro instrumento en que vibra
La más luminosa alegría,

De vos, clara y alegre igual que una fanfarria


En la mañana chispeante,
Una quejosa nota, una insólita nota
Vacilante se escapó,

Como un niño sombrío, horrible y enfermizo


Que a su familia avergonzara,
Y al que durante años, para ocultarlo al mundo,
En una cueva habría encerrado.

Vuestra discorde nota, ¡mi pobre ángel! cantaba:


«Que aquí abajo nada es firme,
Y que siempre, aunque mucho se disfrace,
El egoísmo humano se traiciona;

Que es un oficio duro el de mujer hermosa


Y que es más bien tarea banal,
De la loca y helada bailarina fijada
En maquinal sonrisa;

Que fiar en corazones es algo bien estúpido;


Que es todo trampa, belleza y amor,
Y al final el Olvido los arroja a un cesto
¡Y los torna a la Eternidad!»

Esa luna encantada evoqué con frecuencia,


Ese silencio y esa languidez,
Y aquella confidencia penosa, susurrada
Del corazón en el confesionario.

SPLEEN
Yo soy como ese rey de aquel país lluvioso,
rico, pero impotente, joven, aunque achacoso,
que, despreciando halagos de sus cien concejales,
con sus perros se aburre y demás animales.
Nada puede alegrarle, ni cazar, ni su halcón,
ni su pueblo muriéndose enfrente del balcón.
La grotesca balada del bufón favorito
no distrae la frente de este enfermo maldito;
en cripta se convierte su lecho blasonado,
y las damas, que a cada príncipe hallan de agrado,
no saben ya encontrar qué vestido indiscreto
logrará una sonrisa del joven esqueleto.
el sabio que le acuña el oro no ha podido
extirpar de su ser el humor corrompido,
y en los baños de sangre que hacían los Romanos,
que a menudo recuerdan los viejos soberanos,
reavivar tal cadáver él tampoco ha sabido
pues tiene en vez de sangre verde agua del Olvido
muerte. Lo hace para impactar más. Hay un desorden gramatical, un hipérbaton. La Muerte se queja al
entrar a este cuerpo tan pecaminoso.

La séptima es una estrofa oscura, se produce una enumeración de pecados o elementos que ayudan a
ejecutar un crimen, pero sin ningún nexo: “si el estupro, el veneno, el puñal, el incendio”. La mención del
“si” está formando una condición, que es si el hombre no realiza esas malas es por la cobardía. “Ay” es
una interjección del autor, se esta dando cuenta de algo, pude ser de tristeza o de sorpresa.

En la octava aparecen las bestias que simbolizan pecados: “los chacales, las panteras, las perras, los
buitres, las serpientes, los monos y escorpiones”. Menciona estos siete animales haciendo referencia a
los siete pecados capitales. Baudelaire rompe con la tradición de los siete pecados capitales y agrega
uno que es aun peor, dice: “hay uno que es más feo, más malo, más inmundo!”. Este pecado es el
tedio.

El tema común entre las últimas tres estrofas es el tedio y Baudelaire lo revela recién en la última
estrofa. Es el pecado al que llega al hombre después de haber caído en todos los demás. “El infame
circo de nuestros propios vicios”, es el alma. El pecado no se manifiesta no es posible escucharlo
porque tiene una actitud pasiva. El pecado se opone a Dios porque se opone a la creación, es el pecado
máximo, de la destrucción porque lleva al hombre a no hacer nada, se opone a la acción y a la creación.
Este tedio es la total evaporación del yo, tendencia a la nada, lo demoníaco por excelencia.

La décima estrofa se caracteriza gráficamente por varios elementos. Hay signos de exclamación y
guiones (que establecen un diálogo con el lector). Venía describiéndolo, ahora se dirige directamente al
lector, acusándolo de hipócrita por no reconocerse en esta descripción.

Tedio aparece destacado con mayúscula. Lo personifica, lo ve como una persona. Realiza acciones que
tienen carácter humano.

“Llanto involuntario” es el del bostezo, vacío de significado. El patíbulo es el lugar donde se ejecuta el
condenado a muerte. Sueña con estos patíbulos ya que se siente condenado a morir. O podría ser que
sueña con otros condenados a muerte.

“Monstruo delicado” es una oposición, un oxímoron. Es delicado por ser silencioso, no lo percibimos
claramente.

“Hipócrita lector” a primera vista pareciese como el poeta insulta a la persona que lo lee, está diciendo
que el lector finge una cosa que no es verdad.

“Mi prójimo, mi hermano” el reconoce que tiene defectos, que es pecador como toda persona y
considera al lector un hermano por tener en común el pecado.

“El enemigo”

Mi juventud no fue sino un gran temporal


Atravesado, a rachas, por soles cegadores;
Hicieron tal destrozo los vientos y aguaceros
Que apenas, en mi huerto, queda un fruto en sazón.

He alcanzado el otoño total del pensamiento,


y es necesario ahora usar pala y rastrillo
Para poner a flote las anegadas tierras
Donde se abrieron huecos, inmensos como tumbas.
¿Quién sabe si los nuevos brotes en los que sueño,
Hallarán en mi suelo, yermo como una playa,
El místico alimento que les daría vigor.
-¡Oh dolor! ¡Oh dolor! Devora vida el Tiempo,
Y el oscuro enemigo que nos roe el corazón,
Crece y se fortifica con nuestra propia sangre.

Estructura externa

Es un soneto, dos cuartetos y dos tercetos con rima consonante ABAB CDCD EEF y GFG.

Análisis

El tema es el transcurso de su vida, y se divide en tres partes. La primera y la segunda en la que el


autor realiza un balance de su vida, la segunda en la que realiza una reflexión por lo que va a pasar y
en la última en la cual aparece el enemigo y la desesperación debido a un dolor.

En la primera estrofa se menciona una metáfora: “Mi juventud fue sólo tenebrosas tormentas”. La
tormenta que es un elemento violento, que produce miedo, representa su juventud. La palabra “sólo”
acentúa la visión de la tormenta. Esta visión cambia la concepción que se tiene sobre esta época de la
vida. Pero, esta tormenta no significa que no haya tenido buenos momentos, “atravesada a veces por
soles centelleantes”, lo cual no logra hacer disipar la tormenta, su tristeza, porque fueron más los
momentos malos que los buenos.

Luego, plantea que las lluvias y rayos destruyeron su jardín por eso no tuvo buenos frutos. Esta estrofa
es una alegoría. Las lluvias y los rayos representan miedos, algo que hizo daños, estragos en el jardín
que es el alma del poeta. Dice: “que pocos son los frutos bermejos del jardín”, pocos fueron los
momentos en el que se sintió realizado.

Este jardín destrozado representa una característica del Romanticismo, la naturaleza salvaje.

La segunda estrofa comienza diciendo: “ahora”, con lo que se está señalando el cambio del tiempo. Él
se detiene, piensa, reflexiona, ha llegado a una madurez en la que puede hacerlo, esto se expresa en la
metáfora: “el otoño de la idea”.

El yo lírico hizo un balance negativo de su pasado y cree que debe cambiar, por eso dice: “es hora de
emplear palas y rastrillos”, él quiere reorganizar su jardín y esto lo hace con herramientas que lo
ayudarán, estas herramientas pueden ser el pensar, reflexionar sobre el tema, concurrir a una religión
por ayuda.

El debe cambiar, debe agrupar las tierras inundadas que representan los fracasos para que el jardín, su
alma, pueda tener logros. La erosión que provoca el agua que está estancada en pozos, “como tumbas”
introduce la idea de la muerte. Son fracasos muy hondos en el alma del hombre los cuales pueden
conducir a la muerte.

Cuando dice: “las flores nuevas”, hace referencias a sus poesías. “¿Quién sabe si las flores nuevas con
las que sueño hallarán en el suelo lavado como playa el místico alimento con que harán su vigor?”, es
una pregunta retórica, porque no busca respuesta, es una pregunta de reflexión que habla sobre el
futuro. No sabe si el suelo infértil que es su alma en el futuro encontrará inspiración para realizar sus
poesías, lograr sus metas.

La última estrofa empieza con un sentimiento de dolor que se remarca: “¡Oh dolor! ¡oh dolor!”. Utiliza el
guión para introducir el estilo directo. Aparece entre signos de exclamación porque muestra la
interioridad del poeta y reafirma la fuerza con la que se expresa la frase.

“Come la vida el tiempo”, hay un desorden gramatical, un hipérbaton insertado por el traductor. Se
personifica el tiempo y se sufre por lo anteriormente mencionado y porque existe un enemigo. Es un
enemigo que crece en nosotros y nos va comiendo: “que el corazón nos roe”. No se pude definir, es un
elemento misterioso y que pude adoptar cualquier nombre y puede ser a modo de ejemplo: pobreza,
muerte, ansiedad, es algo que no podemos controla, ni combatir: “con sangre que perdemos crece y se
fortifica”.
Estructura externa

Se divide en dos partes. La primera parte de siete estrofas con rima consonante ABAB CDCD EFEF
GHGH IJIJ KLKL MNMN y la segunda parte de seis estrofas también con rima consonante OPOP
QRQR STST UVUV WXWX y por último YZYZ.

Parte I

Primeramente encontramos un título simbólico "El Cisne". Es una figura simbólica del destino del
hombre: El exiliado, el desterrado, el ángel caído, que añora su origen, buscando a Dios.

“Andrómaca, en ti pienso" el poeta recuerda a Andrómaca, se acuerda de ella, se denota un diálogo


coloquial. El nombre "Andrómaca”, recuerda también a la Mujer de Héctor héroe troyano matado por
Aquiles en la Guerra de Troya Baudelaire sabe que Andrómaca iba con frecuencia al río cuando se
sentía triste. "Espejo triste" porque el agua esta quieta, no existe el viento ni el movimiento y "pobre"
porque corre poca agua "donde antes reflejara", está diciendo que Andrómaca concurría a mirarse
frecuentemente al río, "la majestad inmensa de tu dolor de viuda" estaba triste y esto la hacía poner
más triste aún", "mentiroso Simois". El río Simois es un río de Francia y un dios Griego, y "mentiroso"
por que es un río artificial, creado por el hombre, "que por tus llantos crece" finalmente Andrómaca cede
al llanto, aquí hay una exageración literaria un Hipérbaton porque ella concurría a desahogase sus
penas al río, y lo hace tan frecuentemente que pareciese que el río aumente su caudal en función del
llanto de Andrómaca.

En el segundo verso Baudelaire recuerda como era París, "memoria tan fértil" considera que tiene una
memoria muy fuerte que retiene vivencias muy fácilmente y de difícil olvido "cuando iba caminando por
el Carrousel nuevo" "El viejo París no es más" lo ve distinto a como era París en otro momento. El
paisaje ciudadano se renueva, se transforma, se urbaniza al ser nuevo no recuerda a nada; se recuerda
precisamente lo que ya no está. Es evidente que el poeta se siente extraño, exiliado, en una ciudad que
permanentemente se desdibuja y transforma, que se da en un presente que ha borrado lo pasado y que
se destruye a sí misma. Los antiguos edificios, la gente, los parques y demás cosas solo el lo recuerda
y estos cambian más veloz que sus sentimientos. Es esta la manera moderna del exilio romántico.

Recuerda el “campo de barracas” y “montón de capiteles”, los capiteles son las partes superiores de las
columnas “esbozadas”, es decir con decoración, “de fustes”, lo contrario a los capiteles “había hierbas y
gruesas rocas verdosas por las aguas” al haber humedad crece moho que le da a las roca un tono color
verde, “las vidrieras brillantes” porque los vidrios de las vidrieras del almacén reflejan los rayos de la luz
del Sol y la gente recibe su reflejo y llegan a distinguir ni el almacén y lo que contiene la vidriera, de ahí
lo de “confuso almacén”.

En el siguiente verso dice: “Antes allí existía una casa de fieras”; allí vi una mañana, cuando bajo los
cielos” aquí vemos una anáfora, una repetición de la palabra “Allí”, le está dando importancia al lugar, le
esta interesando describirlo. “Los cielos claros y fríos”, está describiendo el cielo en horas de la
mañana, “claros” porque son las primeras horas de la mañana y “fríos” porque tiene el color celeste
blancuzco que da una sensación de frialdad. O puede ser también porque la mañana es fría. “El trabajo
despierta”, es decir la gente comienza a realizar su labor diaria “y empuja el muladar silencioso
huracán”. El muladar es la basura, el prostíbulo, las actitudes sexuales inmorales “Y empuja el muladar
silencioso huracán” es decir la molestia, el ruido, cosas que al poeta realmente le molestan. “silencioso
huracán”, es una cosa, una circunstancia que aparece de golpe, el poeta no la esperaba.

“Un cisne que se había salido de su jaula”, que se había evadido que había logrado escapar de su
prisión “y, con sus pies palmados frotando el empedrado” primeramente el autor personifica al cisne,
literalmente los cisnes no tienen pies sino patas palmadas, es decir con membrana entre los dedos
ideales estos para el nado. El cisne está fuera de su ambiente natural (lagunas, lagos, arroyos y costa
de estos) y está sufriendo por ello está “frotando el empedrado” es decir, se está lastimando, “sobre el
áspero suelo su plumaje arrastraba” Ya ni siquiera puede caminar correctamente, su plumaje le resulta
pesado. “Y próximo al arroyo, ya seco”, un arroyo imaginario, ya ni siquiera hay agua en el” “abría el
pico” esta pidiendo desesperadamente que caiga agua, “agitado, bañaba sus alas en el polvo”, como no
tiene agua se zambulle en lo único que tiene que es el polvo, “lleno el pecho de su lago natal” es decir,
acordándose de su lago, de donde es originario. “¿Cuándo lloverás, agua? ¿Cuándo tronarás, rayo?” Le
está pidiendo al cielo, le está rogando que deje caer agua, le está pidiendo al rayo que truene, aunque
sea como señal de que va a llover, que lo refresque. El poeta ve al cisne como un “desgraciado” porque
esta sufriendo permanentemente “mito extraño y fatal” “mito extraño” porque es ajeno a la naturaleza o
condición de la cual forma parte y “fatal” porque puede conducirlo a la muerte. “Alguna vez al cielo como
el hombre de Ovidio” Ovidio era el nombre de un poeta. “al irónico cielo y cruelmente azul” “irónico”
porque de a entender lo contrario de lo que se dice, el color azul se asocia con el agua y lo único que el
cisne siente es sequedad, “cruelmente azul” es cruel, es malo porque no le está dando, le está negando
lo que el cisne quiere que es el agua, “sobre el cuello convulso” El cuello convulso es atacado de dolor
en los músculos, lleno de dolor que reprocha (regaña), al no soportar más la situación (la falta de agua,
el dolor en sus músculos), la única salida que tiene es criticar al cielo y al hacerlo el poeta asocia como
si dirigiera, como que culpara de sus sufrimientos, de sus reproches a Dios.

Parte II

“¡París cambia, más nada en mi melancolía se ha movido!” Nota el cambio de París pero el sigue
firmemente recordando como era antes, y esta idea la quiere resaltar por eso lo pone con un signo de
exclamación o admiración. Como era antes París se torna un símbolo, un lenguaje figurado, un decir,
porque lo puede después describir en forma de poesía. O quizás pudiera ser que no le interesen los
cambios que tiene ahora París “y mis caros recuerdos pesan más que rocas”, la palabra “caro” da la
idea de importantes. Son recuerdos importantes porque el los vivió y no van a desaparecer, tienen valor,
los va a segur reteniendo, pase lo que pase con París.

“Y también ante el Louvre una imagen me oprime” Estando parado frente al museo recuerda otra cosa,
piensa en su gran cisne “con sus gestos de loco”, los gestos que hacía por falta de agua y pidiéndole al
cielo que le de ese elemento. Ese pensamiento lo pone triste, “como los exiliados, ridículo y sublime”,
los exiliados son los que se van, los que se van, los que emigran de un pueblo. Tenemos una antítesis
dos características opuestas en un mismo ser en “ridículo y sublime”, ridículo porque está fuera de su
ambiente natural, caminaba mal, estaba arrastrando su plumaje y sublime porque es la máxima
expresión de clamor, y está “roído por un deseo sin tregua. El roer es raspar con dientes la superficie de
una cosa arrancando parte de ella. En este caso la palabra roído está en el sentido de “gastar poco a
poco los deseos sin tregua”, es decir que poco a poco los deseos se le van perdiendo, se resigna a
ellos, o sea sin parar, sin descanso. Luego piensa en Andrómaca.

“Andrómaca, caída en brazos de tu esposo” da la idea de que ella se rinde ante su esposo deja que el la
lleve, se deja caer ante el “como una vil esclava” (Símil), esclava porque se deja subsumir ante el y “vil”
porque es mala, porque es perversa, “en manos de Pirro” Pirro es su esposo, no lo nombraba, al final
del segundo verso nombra la persona que es el amo de Andrómaca. “Extasiada”, está en un estado de
éxtasis, esta ya perdiendo la noción del mundo consciente, del espacio exterior “inclinada en la tumba
vacía” subsumida ante la “tumba vacía” a una cosa que no vale nada, que no tiene ningún valor.
Recuerda que en la Eneida Andrómaca era la “viuda de Héctor”, Héctor su esposo había fallecido y ella
queda sin esposo, “¡ay!” (el poeta recuerda que también era la mujer de Heleno), este “¡ay!” lo pone con
un signo de exclamación al igual que “y la mujer de Heleno!” para afirmar la idea.

“Y yo pienso en la negra, tísica, adelgazada”. Aquí se deduce que el poeta se refiere a Andrómaca (si
estuviera hablando del cisne diría “negro”, tísico, pues la palabra “cisne” es de género masculino) El
poeta piensa en Andrómaca y describe sus defectos, negra porque está sucia, tísica porque tiene
tuberculosis, está enferma “adelgazada” esta flaca,“pisoteando el barro” es decir que se embarra se
ensucia cada vez más, “buscando su mirada” la manera de poder ver, de poder salir de esa situación,
de poder encontrar la forma de escapar “cocoteros ausentes del África soberbia”, la palabra cocotero da
la idea del fruto de la palmera, los cocos proporcionan alimento y jugo a quien los consume pero están
“ausentes”, su deleite para saciar su sed, su satisfacción no está, “del África soberbia”, la soberbia es un
sentimiento de orgullo y superioridad desmedidas, el lugar es perverso tan “soberbio” con Andrómaca
que –al igual que el cisne- no le da lo que Andrómaca esta necesitando, la felicidad “detrás de la muralla
inmensa de la niebla”, lo que Andrómaca necesita no lo puede tener, ni siquiera lo puede ver. La
palabra “muralla” expresa la dureza de la niebla y da la idea de niebla muy fuerte e “inmensa” porque
traspasa los limites de su vista. Lo único que Andrómaca ve es niebla, esta perdida.
Sueño parisiense
I

De aquel terrible paisaje


Como nunca vio mortal,
Esta mañana, aún la imagen
Vaga y lejana perdura.

¡Lleno está el sueño de magia!


Por un singular capricho
Desterré de ese espectáculo
Al barroco vegetal,

Y, pintor fiel de mi sueño,


En el cuadro saboreé
La monotonía embriagante
De agua, mármol y metal.

Babel de arcos y escaleras,


Era un palacio infinito
lleno de fuentes y aljibes
En oro bruñido o mate;

Y rumorosas cascadas,
Como cortinas de vidrio,
Se suspendían destellantes
Sobre murallas metálicas.

No árboles, sino columnas,


Ceñían estanques dormidos,
Donde gigantescas náyades
Como damas se miraban.

Capas de agua se extendían,


Por muelles rosas y verdes,
Durante miles de leguas,
Hacia el fin del universo;

Había piedras inauditas


Y olas mágicas; había
Inmensos hielos absortos
Por lo que ellos reflejaban.

Taciturnos y distantes,
Ganges en el firmamento,
Arrojaban sus tesoros
En diamantinos abismos.

Arquitecto de mis magias


Hacía, a mi voluntad,
Bajo un enjoyado túnel
Pasar un manso océano;

Y hasta los negros colores


Parecían claros y limpios;
Fundía su gloria el líquido
En el rayo cristalino.

No había vestigio de astros,


¡Ni siquiera el sol poniente,
Para alumbrar los prodigios
Que con su fuego brillaban!

Y sobre esas maravillas


Planeaba (¡atroz novedad!
Presente el ojo, no el oído)
Un infinito silencio.

II

Al abrir mis ardientes ojos,


Miré el horror de mi cuarto
Y sentí, de nuevo en mi alma,
De la inquietud el aguijón;

El fúnebre son del péndulo,


Me recordó el mediodía;
Caía la oscuridad
Sobre el embotado mundo.
EL AMOR ENGAÑOSO
Cuando te veo cruzar, oh mi amada indolente,
Paseando el hastío de tu mirar profundo,
Suspendiendo tu paso tan armonioso y lento
Mientras suena la música que se pierde en los tejados.

Cuando veo, en el reflejo de la luz que la acaricia,


tu frente coronada de un mórbido atractivo;
donde las luces últimas del sol traen a la aurora,
y, como los de un cuadro, tus fascinantes ojos.

Me digo: ¡qué bella es! ¡qué lozanía extraña!


El ornado recuerdo, pesada y regia torre,
la corona, y su corazón, prensado como fruta,
y su cuerpo, están prestos para el más sabio amor.

¿Serás fruto que en otoño da maduros sabores?


¿Vaso fúnebre que aguarda ser colmado por las lágrimas?
¿Perfume que hace soñar en aromas desconocidos,
Almohadón acariciante o canasto de flores?

Sé que hay ojos arrasados por la cruel melancolía


Que no guardan escondido ningún precioso secreto,
Bellos arcones sin joyas, medallones sin reliquias;
más vacíos y más lejanos, ¡oh cielos!, que esos dos ojos tuyos.

Pero ¿no basta que seas la más sutil apariencia,


alegrando al corazón que huye de la verdad?
¿Qué más da tontería en ti, o peor aún, la indiferencia?
Te saludo adorno o máscara. Sólo adoro tu belleza.

EL VIAJE
I

Para el niño, enamorado de mapas y estampas,


El universo es igual a su vasto apetito.
¡Ah! ¡Cuan grande es el mundo a la claridad de las lámparas!
¡Para las miradas del recuerdo, el mundo qué pequeño!

Una mañana zarpamos, la mente inflamada,


El corazón desbordante de rencor y de amargos deseos,
Y nos marchamos, siguiendo el ritmo de la onda
Meciendo nuestro infinito sobre el confín de los mares.

Algunos, dichosos al huir de una patria infame;


Otros, del horror de sus orígenes, y unos contados,
Astrólogos sumergidos en los ojos de una mujer,
La Circe tiránica de los peligrosos perfumes.

Para no convertirse en bestias, se embriagan


De espacio y de luz, y de cielos incendiados;
El hielo que los muerde, los soles que los broncean,
Borran lentamente la huella de los besos.

Pero los verdaderos viajeros son los únicos que parten


Por partir; corazones ligeros, semejantes a los globos,
De su fatalidad jamás ellos se apartan,
Y, sin saber por qué, dicen siempre: ¡Vamos!

¡Son aquellos cuyos deseos tienen forma de nubes,


Y que como el conscripto, sueñan con el cañón,
En intensas voluptuosidades, mutables, desconocidas,
Y de las que el espíritu humano jamás ha conocido el nombre!
II

Imitamos ¡horror! al trompo y la pelota


En su danza y sus saltos; hasta en nuestros sueños
La Curiosidad nos atormenta y nos envuelve,
Como un Ángel cruel que fustigará soles.

¡Singular fortuna en la que el final se desplaza,


Y no estando en parte alguna, puede hallarse por doquier!
¡Donde el Hombre, que jamás la esperanza abandona,
Para lograr el reposo corre siempre como un loco!

Nuestra alma es nave de tres palos buscando su Icaria;


Una voz resuena en el puente: "¡Atención!"
Una voz desde la cofa, ardiente y loca, clama:
"¡Amor... gloria... felicidad!" ¡Infierno! ¡Es un escollo!

Cada islote señalado por el vigía


Es un El dorado prometido por el Destino;
La imaginación, que acucia su orgía
No halla más que un arrecife al amanecer.

¡Oh, el infeliz enamorado de tierras quiméricas!


¿Habrá que engrillar y arrojar al mar,
A este marinero borracho, inventor de Américas
Para el cual el espejismo toma el remolino más amargo?

Como el viejo vagabundo, chapaleando en el lodo


Sueña, husmeando en el aire, brillantes paraísos;
Su mirada hechizada descubre una Capúa
En cuanto lugar la candela alumbra un tugurio.

III

¡Asombrosos viajeros! ¡Qué nobles relatos


Leemos en vuestros ojos profundos como los mares!
Mostradnos los joyeros de vuestras ricas memorias,
Esas alhajas maravillosas, hechas de astros y de éter.

¡Deseamos viajar sin vapor y sin velas!


Para ahuyentar el tedio de nuestras prisiones,
Haced desfilar nuestros espíritus, tensos como un lienzo,
Vuestros recuerdos enmarcados por horizontes.

Decid, ¿qué habéis visto?

IV

"Hemos visto astros


Y olas; hemos visto playas además;
Y, malgrado muchos choques e imprevistos desastres,
Nos hemos hastiado, a menudo, como aquí.

El esplendor del sol sobre el mar violáceo,


El esplendor de las ciudades en el sol poniente,
Encendían en nuestros corazones el impulso inquietante
De sumergirnos en el cielo con su reflejo fascinante.

Las más ricas ciudades, los más amplios paisajes,


Jamás contenían el atractivo misterioso
De aquellos que el azar forma con las nubes.
¡Y siempre el deseo nos tornaba inquietos!

—El gozo acrecienta del deseo la fuerza.


¡Deseo, viejo árbol, al cual el placer sirviéndole de abono,
Entretanto acrecienta y endurece tu corteza,
Tus ramas quieren ver el sol de más cerca!

¿Crecerás siempre, gran árbol, más vivaz


Que el ciprés? —Sin embargo, nosotros, con cuidado,
Recogimos algunos croquis para vuestro álbum voraz,
¡Hermanos que encontráis bello todo cuanto viene de lejos!

Hemos saludado ídolos engañosos;


Tronos constelados de joyas luminosas;
Palacios adornados cuya feérica pompa
Sería para vuestros banqueros un sueño ruinoso;

Vestimentas que son para la vista una embriaguez;


Mujeres cuyos dientes y las uñas están pintados,
Y juglares sabios que la serpiente acaricia."
V

Y después, y después. ¿Todavía, qué más?

VI

"¡Oh, cerebros infantiles!"

Para no olvidar el tema capital,


Hemos visto en todas partes, y sin haberlo buscado,
Desde arriba hasta abajo la escala fatal,
El espectáculo enojoso del inmortal pecado:

La mujer, esclava vil, orgullosa y estúpida,


Sin reír extasiándose y adorándose sin repugnancia;
El hombre, tirano goloso, lascivo, duro y ávido,
Esclavo de la esclava y arroyo en la cloaca;

El verdugo que goza, el mártir que solloza;


La fiesta que sazona y perfuma la sangre;
El veneno del poder enervando al déspota,
Y el pueblo amoroso del látigo embrutecedor;

Muchas religiones semejantes a la nuestra,


Todas escalando el cielo; la Santidad,
Cual un lecho de plumas donde un refinado se revuelca,
En los clavos y la cerda, buscando la voluptuosidad;

La Humanidad habladora, ebria de su genialidad,


Y enloquecida, hoy como lo estaba ayer,
Clamando a Dios, en su furibunda agonía:
"¡Oh, mi semejante, oh mi señor, yo te maldigo!"

Y los menos necios, atrevidos amantes de la Demencia,


Huyendo del gran rebaño acorralado por el Destino,
Refugiándose en el opio inconmensurable!
—Tal es del globo entero el eterno boletín."

VII

¡Amargo sabor, aquel que se extrae del viaje!


El mundo, monótono y pequeño, en el presente,
Ayer, mañana, siempre, nos hace ver nuestra imagen;
Un oasis de horror en un desierto de tedio!

¿Es menester partir? ¿Quedarse? Si te puedes quedar, quédate;


Parte, si es menester. Uno corre, el otro se oculta
Para engañar ese enemigo vigilante y funesto,
¡El Tiempo! El pertenece, a los corredores sin respiro,

Como el Judío Errante y como los apóstoles,


A quien nada basta, ni vagón ni navío,
Para huir de este retiro infame; y aun hay otros
Que saben matarlo sin abandonar su cuna.

Cuando, finalmente, él ponga su planta sobre nuestro espinazo,


Podremos esperar y clamar: ¡Adelante!
Lo mismo que otras veces, cuando zarpamos para la China,
Con la mirada hacia lo lejos y los cabellos al viento,

Nos embarcaremos sobre el mar de las Tinieblas


Con el corazón gozoso del joven pasajero.
Escucháis esas voces, embelesadoras y fúnebres,
Que cantan: "¡Por aquí! vosotros que queréis saborear

¡El Loto perfumado! Es aquí donde se cosechan


Los frutos milagrosos que vuestro corazón apetece;
Acudid a embriagaros con la dulzura extraña
De esta siesta que jamás tiene fin!"

Por el acento familiar barruntamos al espectro;


Nuestros Pilades, allá, nos tienden sus brazos.
"¡Para refrescar tu corazón boga hacia tu Electra!"
Dice aquella a la que en otros días besábamos las rodillas.
VIII

¡Oh, Muerte, venerable capitana, ya es tiempo! ¡Levemos el ancla!


Esta tierra nos hastía, ¡oh, Muerte! ¡Aparejemos!
¡Si el cielo y la mar están negros como la tinta,
Nuestros corazones, a los que tú conoces, están radiantes!

¡Viértenos tu veneno para que nos reconforte!


Este fuego tanto nos abraza el cerebro, que queremos
Sumergirnos en el fondo del abismo, Infierno o Cielo, ¿qué importa?
¡Hasta el fondo de lo Desconocido, para encontrar lo nuevo!

3. ELEVACIÓN
Por encima de estanques, por encima de valles,
De montañas y bosques, de mares y de nubes,
Más allá de los soles, más allá de los éteres,
Más allá del confín de estrelladas esferas,

Te desplazas, mi espíritu, con toda agilidad


Y como un nadador que se extasía en las olas,
Alegremente surcas la inmensidad profunda
Con voluptuosidad indecible y viril.

Escápate muy lejos de estos mórbidos miasmas,


Sube a purificarte al aire superior
Y apura, como un noble y divino licor,
La luz clara que inunda los límpidos espacios.

Detrás de los hastíos y los hondos pesares


Que abruman con su peso la neblinosa vida,
¡Feliz aquel que puede con brioso aleteo
Lanzarse hacia los campos luminosos y calmos!

Aquel cuyas ideas, cual si fueran alondras,


Levantan hacia el cielo matutino su vuelo
-¡Que planea sobre todo, y sabe sin esfuerzo,
La lengua de las flores y de las cosas mudas!

PAISAJE
Deseo, para escribir castamente mis églogas,
Dormir cerca del cielo, cual suelen los astrólogos,
Y escuchar entre sueños, vecino a las campanas,
Sus cánticos solemnes que propalan los vientos.
El mentón en las manos, tranquilo en mi buhardilla,
Observaré el taller que parlotea y canta;
Las chimeneas, las torres, esos urbanos mástiles,
Y los cielos que invitan a soñar con lo eterno.

Es dulce ver surgir a través de las brumas


La estrella en el azul, la luz en la ventana,
Alzarse al firmamento los ríos del carbón
Y derramar la luna sus desvaído hechizo.
Veré las primaveras, los estíos, los otoños,
Y al llegar el invierno de monótonas nieves,
Cerraré a cal y canto postigos y mamparas,
Para alzar en la noche mis feéricos palacios.
Y entonces soñaré con zarcos horizontes,
Jardines, surtidores quejándose en el mármol,
Con besos y con pájaros que cantan noche y día,
Lo que el Idilio alberga de puro y de infantil.
El Motín, golpeando sin éxito en los vidrios,
No hará que del pupitre se levante mi frente,
Pues estaré gozando la voluptuosidad,
De que la Primavera a mi capricho irrumpa,
De hacer que se alce un sol en mi pecho, y crear
Una atmósfera tierna de mis ideas quemantes
45. ¿QUÉ DIRÁS ESTA NOCHE, POBRE ALMA SOLITARIA
¿Qué dirás esta noche pobre alma solitaria,
Qué dirás, corazón, marchito hace tan poco,
A la muy bella, a la muy buena, a la amadísima,
Bajo cuya mirada floreciste de nuevo?

-El orgullo emplearemos en cantar sus loores;


Nada iguala al encanto que hay en su autoridad;
Su carne espiritual tiene un perfume angélico,
Y nos visten con ropas purísimas sus ojos.

En medio de la noche y de la soledad,


O a través de las calles, del gentío rodeado,
Danza como una antorcha su fantasma en el aire.

A veces habla y dice: «Yo soy bella y ordeno


Que por amor a mí no améis sino lo Bello;
Soy el Ángel guardián, la Musa y la Madona»

TRISTEZAS DE LA LUNA
Esta noche la luna sueña con más pereza,
Cual si fuera una bella hundida entre cojines
Que acaricia con mano discreta y ligerísima,
Antes de adormecerse, el contorno del seno.

Sobre el dorso de seda de deslizantes nubes,


Moribunda, se entrega a prolongados éxtasis,
Y pasea su mirada sobre visiones blancas,
Que ascienden al azul igual que floraciones.

Cuando sobre este globo, con languidez ociosa,


Ella deja rodar una furtiva lágrima,
Un piadoso poeta, enemigo del sueño,

De su mano en el hueco, coge la fría gota


como un fragmento de ópalo de irisados reflejos.
Y la guarda en su pecho, lejos del sol voraz.

RECOGIMIENTO
Sé sabia, Pena mía, y permanece en calma.
Reclamabas la Noche; ya desciende, hela aquí:
Envuelve a la ciudad una atmósfera oscura
A unos la paz trayendo y a los más la zozobra.

Mientras que la gran masa de los viles mortales,


Del Placer bajo el látigo, ese verdugo impávido,
Cosecha sinsabores en la fiesta servil,
Ofréceme tu mano, Pena mía, ven aquí

Lejos de ellos. Mira balancearse los años transcurridos


Con vestidos ridículos, sobre las balaustradas
Del cielo; la nostalgia burlona ya emerge de las aguas;

Descansa bajo un arco el moribundo sol


Y, tal enorme sudario rezagado, hacia Oriente,
Oye, querida, oye cómo avanza la Noche.

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