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Teoría del Conocimiento II

Profesor Dr. D. Ernesto Castro Córdoba.

Grado de Filosofía – Grupo 260 –20 de abril de 2021

Alumno:

Antonio María González Gorostiza

Abstract:
La producción artística se escapa de las manos del artista para ser definida por los
consumidores que, a su vez, son manipulados por los algoritmos que manipulan el
consumo. El artista no solo entrega su genio, sino que termina por convertirse él mismo
en producto puesto en venta. ¿Cómo o quién puede permitir que sobreviva el arte y el
artista?

Ejercicio 5.

El producto musical.

Número de palabras (sin incluir página de título, pregunta, notas a pie de página ni bibliografía)
= 2073

El producto musical. 1
Lea «Ideas sobre la sociología de la música», de Theodor W. Adorno, y utilice los
conceptos propuestos por Adorno para analizar algún fenómeno cultural
contemporáneo.

De los conceptos propuestos por Theodor Ludwig Wiesengrund Adorno en el capítulo


titulado “Ideas sobre la sociología de la música”, dentro de su libro “Figuras sonoras”1
publicado en 1959, me centraré en la producción musical, cuya responsabilidad es
hurtada del compositor y pasa a ser comunitaria.

Desde 1959 ha pasado mucha agua por la orilla del río en el que no te puedes bañar dos
veces, esto haría irreconocibles a alguien de esa época los mecanismos que rigen las tres
esferas de producción, reproducción y consumo de la obra musical en nuestros días.

Las tres esferas se han mezclado, se producen de forma simultánea y la separación entre
consumidor y productor también se ha desdibujado. Los experimentos de predicción de
audiencia como el “Program Analyzer” desarrollado en la Universidad de Princeton en
los tiempos en que Adorno dirigía la sección de música, han quedado más fosilizados
que las hachas de piedra de los neandertales. Ahora, de la misma forma en que se
predice el minuto exacto en que comenzará a llover en la curva Ángel Nieto del circuito
de Jerez, se puede saber el número de visitas que tendrá la nueva entrevista que se haga
a Yung Beef, la próxima upload de Bad Gyal, el vídeo grabado por C. Tangana o el
análisis musicológico del “Mal Querer” de Rosalía.

La reproducción es monitorizada en tiempo real, y el consumo no necesita de canales


físicos de distribución. La permanente conexión permite el acceso a productos digitales
conforme el creador los va desarrollando. Estos productos recogen tanto los resultados
elaborados por las artes elevadas, esas que los antiguos consideraban más liberales por
no necesitar del sudor físico para materializarse y las artes inferiores, bajo las que
cualquiera de nosotros puede realizar sus pinitos artísticos. Se puede decir que todos
llevamos un artista dentro, aunque se mantiene la división entre lo serio y lo ligero,
entre lo profesional y lo aficionado, entre lo académico y lo popular. La cultura sigue
teniendo diferentes niveles, no es un ámbito integrado, lo que a los ojos de Adorno:
“demuestra nada menos que el fracaso social de toda cultura hasta hoy”.2

1
Theodor W Adorno, Escritos musicales I-III. : Figuras sonoras (Madrid : Ediciones Akal, 2006).
2
Adorno. pg 22.

El producto musical. 2
La separación de la necesidad de presentarse físicamente en una sustancia que, en los
tiempos del clasicismo, hacía de la poesía y la música estar en el nivel más elevado de la
concepción intelectual artística, las hace ahora demasiado volátiles, demasiado etéreas,
capaces de presentarse como fantasmas antes de haber nacido. A estas artes se han
añadido todas las relacionadas con la imagen, como son la pintura, la fotografía, la
televisión, el cine, e incluso el teatro. Y también, la filosofía, la educación y una legión
de actividades individuales o en grupo que no necesitan de los objetos externos en sí
mismos, sino de la representación que cada uno de nosotros nos hacemos de ellos en
nuestra mente. Los objetos culturales son ahora productos etéreos que derivan por las
redes.

La producción artística, resultante de la materialización de lo imaginado por el genio


inspirado por la verdad divina, se ha convertido en eso, en producción pura y dura, en
fabricación de productos de consumo como lo son las zapatillas de atletismo o los
zapatos reusados vendidos en Wallapop. Productos con calidades infinitamente
distantes, que, al no venderse en las tiendas como artículos terminados, permiten una
nueva libertad en el artista. Al no depender de la cadena de distribución, el producto
puede llegar a la voluntad intelectual3 de los individuos de forma directa, con la
velocidad del rayo cibernético que golpea directamente la intuición sensible de los
sujetos de conocimiento.

Tienes una idea genial, sacas el móvil, te grabas, y lo subes a Tik Tok en un rapto
estético que es apreciado por una masa de seguidores a nivel planetario. Desarrollas una
teoría estética preparas un Power Point, lo cuelgas en tu página web y permites que tus
ideas, puras, sin alineamiento, verdaderas, claras y distintas, sean analizadas fuera de los
túneles mentales construidos por las ideologías. Pero las masas son animales
hambrientos de memoria débil con gustos cuestionables, y los océanos de internet están
sembrados de tumbas de teorías desconocidas que parecen no interesar a nadie.

Incluso aquello que es más marginal, más rupturista, más verdadero, termina
sometiéndose a las reglas del juego de la industria de la cultura para poder difundirse.
Como dice Adorno: “La industria cultural acaba por aprestarse a hacerse cargo de la

3
Voluntad schopenhaueriana a la que alude Adorno Adorno. pg 14. Se puede establecer un símil entre
la forma en que la música puede llegar directamente al ánimo del sujeto sin necesitar ser analizada por
el entendimiento y los productos de arte actuales que no tienen soporte físico y llegan al consumidor sin
pasar por las tiendas tradicionales.

El producto musical. 3
música en su conjunto. Incluso la que es diferente perdura económica y por tanto
socialmente sólo bajo el amparo de la industria cultural a la que se opone: una de las
contradicciones más flagrantes en la situación social de la música.” 4 La nueva libertad
es una quimera. No solo de pan vive el hombre, pero sin pan no se vive, y para comprar
en el super y pagar la factura del médico hace falta algún tipo de ingresos.

La libertad del genio creador, que se alaga en la cháchara cultural, no existe. La valentía
del artista con su nueva propuesta estética se debe, no a su propia necesidad de
expresión, sino a las expectativas que tiene de colocar su producto. Alguna vez, en los
inicios, cuando no llevaba encima la pesada mochila de la responsabilidad de la vida, el
artista pudo llegar a tener algo parecido a la libertad, pero la experiencia del día a día, la
verdad desagradable5 de los canales que se le cierran, las críticas que arrinconan lo que
no encaja en el producto deseado en el momento, le curan del constipado libertario y lo
colocan donde debe fabricar el producto que creamos entre todos. Nuestro producto.
Producto que quizá no es tan nuestro. Como dice Adorno, “…lo más extraño, con que la
maquinaria martillea a los hombres y que ya no contiene nada de ellos mismos, se les
aparece en cuerpo y alma como algo insoslayablemente próximo.” Porque, aunque el
producto debe acomodarse al gusto de la mayoría de Nosotros, que somos los
participantes en su creación, ese gusto no es nuestro, sino que nos ha sido impuesto sin
nosotros darnos cuenta, a fuerza de martillearnos con aquello que nos era extraño y
ahora pertenece a nuestra esencia.

Nos creemos de una generación rupturista, independiente de ideologías, capaz de sentir


sin necesidad de interpretar, permitiendo que las frases provocativas de Yung Beef
pasen directamente de sus drogas a nuestro ánimo, haciendo acrobacias de dancehall
con el dembow a tope en los speakers del maletero, y terminamos por darnos cuenta de
que hemos sido atrapados por una industria capaz de controlar nuestra conducta. La
irracionalidad de nuestra protesta generacional es un arma más en manos de la industria
para controlar otra generación domesticada. En términos similares a Adorno, se diría
que hay una irracionalidad “calculada al detalle para que los hombres no se salgan de la
fila”.6

4
Adorno. pg 22.
5
La verdad desagradable que asoma en el poema de Gil de Biedma para recordarte que no volverás a
ser joven, a tener la libertad irresponsable por no tener responsabilidades, la libertad absoluta.
6
Adorno. pg 14.

El producto musical. 4
Te sales de la fila sin saber que estás en la cola de la nueva fila que nosotros mismos
ordenamos, todos moviéndonos al mismo ritmo, vistiendo conforme a la anti-moda,
sintiendo sin necesidad de razonar con una irracionalidad sin bridas, resistente a la
doma, opuesta a la ley y el orden. Una fila que es tan predecible como la de nuestros
bisabuelos, no por el rudimentario “Program Analyser” sino por unos algorítmicos más
oscuros que las reglas de los alquimistas.

El producto cultural o el artístico no pertenece ya al creador, él es solo la mano que


ejecuta lo que Nosotros queremos que nos entregue. Y, él se entrega al juego para
soportar la mochila de responsabilidades que cada día es más pesada. Nosotros con la
alegría de nuestra irracionalidad sabemos lo que queremos, visitamos a quienes nos
sugieren ideas interesantes y les damos likes sin ningún compromiso, no nos
emparejamos con nadie ni seguimos ninguna fila. Pero al marcar el like, al escuchar la
propuesta de Spotify, al visitar una página de venta de camisetas o un tutorial de
filosofía, alimentamos al algoritmo, ese que trabaja en la sombra martilleando de forma
incesante, prediciendo si va a llover en la curva o si ha llegado el momento de que nos
compremos unos earbuds o las entradas para la despedida de Extremo Duro.

Nosotros le decimos al artista qué producto debe hacer, si quiere seguir comiendo, y el
algoritmo nos dice a nosotros qué nos conviene consumir si queremos mantenernos
fuera de la fila. La producción de las mercancías se orienta por la voluntad de los
consumidores, que no se dan cuenta de que está manipulada y converge hacia los
intereses de la administración dominante.7 En los tiempos de Adorno, la administración
tendía a controlar toda la cultura musical, hoy los algoritmos son los que se han
quedado con la libertad de todos.

Los algoritmos marcan nuestra conducta y, habiéndonos colocado bien en fila, nos
permiten tomar pequeñas decisiones para que nos creamos libres. 8 Pero es obvio que, de
momento, los algoritmos, a pesar de que son capaces de depurarse a sí mismos con la
tecnología machine learning como ocurre con los de Spotify, no tienen vida propia,
alguien los mantiene y ajusta sus parámetros con algún tipo de interés.

7
La frase de Theodor Adorno es:” Pero al mismo tiempo la administración dominante nivela la
música con esa producción de mercancías que se oculta tras la voluntad de los consumidores,
la cual, por supuesto, en cuanto manipulada y reproducida, converge con la tendencia de la
administración.” Adorno. pg 23.
8
Estas ideas conductistas están en línea con el experimento descrito en la novela “Walden
dos” por Skinner.

El producto musical. 5
Las instituciones dueñas de los algoritmos tienen como interés primordial el económico,
y cuanto más tiempo estemos disfrutando de las ventajas que nos ofrece el estar entre
sus redes, más beneficio económico obtienen. Los ajustes de los parámetros del
algoritmo se hacen para mantener nuestra atención y conseguir nuestra absoluta
dependencia. Pero, incluso obteniendo el mismo grado de dependencia, se pueden tomar
decisiones para promocionar determinada idea u orillar un nombre particular.

La secuencia de liberación artística parte de la necesidad de expresión del genio


creativo. Él tiene que tomar la decisión 9 de mantener su propuesta o producir un
producto que satisfaga la voluntad del consumidor. En la mayoría de los casos, necesita
reconvertirse en el simple operario que fabrica el producto que nosotros le pedimos.
Nosotros tenemos menos opciones, ya que, sin saberlo, bajo el martilleo de la
maquinaria de la industria de la cultura, optamos por lo que se nos sugiere.

Pero no se trata solo de una orientación de las opciones y la definición de cómo debe ser
el producto artístico. Porque el martilleo no cesa y el peso de la mochila no mengua.
Los artistas pueden pasar de ofrecer un producto a ofrecerse ellos mismos como
producto.

Nos gustan las canciones de C. Tangana y Rosalía, pero no solo las canciones. Nos
gusta que ella lleve las uñas pintadas en acrílico como las de Bad Gyal y que él
denuncie que ella le ha dejado de querer cuando más falta hacía. No nos basta con su
música. El público pide más, los quiere a ellos. C. Tangana y otros muchos artistas,
escuchan y optan por ofrecerse a sí mismos como producto. Ya, no solo nos entregan lo
que cantan en el escenario. Es la preparación del disco, las pruebas, los lanzamientos de
grabaciones robadas antes de ser estrenadas. Es la forma medida en la que hablan de sus
uñas cuando los entrevistan, cómo se distribuyen los asientos en el video del avión para
que parezca una referencia al éxito de J. Balvin. Nos venden sus canciones y también
sus sentimientos. Sus historias de amor, sus fracasos, sus triunfos. Se convierten en
producto y nosotros los compramos. Nosotros les decimos cómo queremos el producto,

9
En la letra de la canción “el espabilao” C. Tangana dice: “he firmao el contrato más caro en España de
tol gremio”. En 2017, C. Tangana firmó un contrato millonario con Sony Music Spain. Se puede
encontrar en YouTube la entrevista mantenida entre Yung Beef, C. Tangana y Bad Gyal en la que
discuten si se debían dejar comprar por la industria de la música. Yung Beef reclama que el artista no
debe prostituirse y dice: “en el momento que el mainstream me joda y mi música no dé dinero, yo
volveré a mi vida y no me uniré a eso”. Parece que Yung Beef prefiere aliarse con las empresas
pequeñas y no reconoce que las producciones pequeñas sobrevivan gracias a las multinacionales

El producto musical. 6
determinamos lo que son. Cuanto más deseado es el producto más estamos dispuestos a
pagar y él se acomoda más a nuestras preferencias. En este ciclo es difícil conservar
algo original, algo que privadamente le permita mantener algo de libertad al artista. Nos
hemos acostumbrado a ver en ellos las huellas de las drogas, los excesos, las peleas, las
depresiones. Los construimos, los usamos y luego los olvidamos.

Es una espiral de causas y efectos que terminan construyendo, no las ideas de los seres
humanos sino, a los seres humanos mismos. Somos nosotros que creamos humanos y
algoritmos que nos crean a nosotros. Un bucle, una vorágine cuyos orígenes parecen
indescifrables.

Una espiral hacia el abismo como las de siglos pasados en los que parecía llegado el fin
del mundo y resultó ser el renacimiento de una nueva era, más vital, más luminosa, más
ilustrada y libre. Aquellos que ascendieron por el conocimiento hasta mirar a la verdad
directamente a los ojos tranquilizarían nuestro ánimo, nos animarían a integrar la cultura
y a dar preferencia a lo que en realidad importa. Dar preferencia al arte y no al producto,
elegir al hombre antes que al algoritmo.

El producto musical. 7
Bibliografía

Adorno, Theodor W, Escritos musicales I-III. : Figuras sonoras (Madrid : Ediciones


Akal, 2006)

El producto musical. 8

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