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JACQUES ATTALI HISTORIAS DEL TIEMPO Traduccién de José Barraces VALLADARES FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO-ARGENTINA-BRASIL-CHILE-COLOMBIA-ESPANA ESTADOS UNIDOS DE AMERICA-PERU-VENEZUELA Narrar la historia de un objeto cotidiano, de sus técnicas, de sus formas, de sus usos, es la primera ambicién de este libro. Yo quisiera que se encontrara aqui, ante todo, una concien- zuda historia de los instrumentos para medir el tiempo, desde el primer cuadrante solar hasta los mas extrafios objetos ac- tuales. Una historia de sus tedricos también, de sus invento- res, de sus fabricantes. Y, mas alld, la de los usos, inocentes © perversos, cotidianos o desmedidos, que han hecho de ellos los hombres. ¢Una historia? Historias, mas bien. Porque las formas del tiempo se entrelazan en complejos arabescos, en interferen- cias refinadas. Muchos de los relatos del pasado son posibles y se cruzan, muchos de los del porvenir estan atin abiertos. Nada resulta inesperado: las genealogias de todos los obje- tos se inscriben en las que son propias de las sociedades y de las culturas donde toman forma. Aquellas los explican y des- arrollan, a la vez, en historias multiples y ambiguas. El uso, luego el abandono de un objeto, revelan en parte al orden social del que es contemporaneo y en el que, a la vez, partici- pa. Y de estos entrelazamientos nace la multiplicidad de las lecturas posibles de nuestro tiempo. Ahora bien, esas genea- logias, tan modestas y tan necesarias, faltan ahora. Para com- prender nuestro mundo y reflexionar sobre nuestro porvenir, sera necesario disponer de las historias que corresponden a los multiples objetos comunes que nos sirven y nos dominan a la vez. SerA necesario saber cémo y por qué se han modi- ficado las maneras de transportarse, lavarse, vestirse, alum- brarse, distraerse, amueblarse; y la forma en que se ha medido el tiempo. Es decir conocer las historias de los objetos que han desempefiado esas funciones en determinadas épocas, la historia de la rueda, del vestido, de las especias, del fondégra- fo, del refrigerador, del calendario o del reloj. EI calendario, el reloj. Huellas esenciales de la trayectoria que ha seguido cada civilizacién y del curso de la vida co- rrespondiente a cada hombre. Entre todas las presencias de lo cotidiano, que seria nece- sario archivar en los recuerdos de nuestras vidas, estan las que representan los instrumentos para medir el tiempo sin Nora: Las lamadas de las notas remiten a la bibliografia ge- neral que se encuentra al final del volumen. 9 10 NARRAR LA HISTORIA duda, las més Ienas de sentido. Acosar a la genealogia, des- cubrir la necesidad y el uso, revelan de modo extrafio y com: plejo no solamente el sentido del tiempo para cada sociedad: sino también la manera en que el hombre se situa en ¢! tiempo, lo piensa y lo organiza. . ; Cada souietiad tiene su tiempo propio y su historia; cada una se sitta en una teorfa de la historia y se organiza alre- dedor de un dominio del calendario; toda cultura se construye alrededor de un sentido del tiempo; todo trabajo del hombre es pensado como un tiempo cristalizado, como una acelera- cién del que sigue la naturaleza. En la mayoria de las len- guas, el tiempo de los hombres se designa con un mismo vo- cablo, el de las estrellas, de los calendarios, de los relojes, el de los paisajes terrestres, de las civilizaciones y de las socie- dades, de las musicas y de las danzas. Muy a menudo, ee sive, las lenguas indican una equivalencia cultural entre el tiempo y el espacio y una misma palabra designa el Sens que hace y el tiempo de hacer, el del sol y el de las eee as. Tener poder es controlar el tiempo de los otros ye suyo propio, el tiempo del presente y el del futuro, el tiempo pa- el de los mitos. ; ai Hens del hombre es su vida misma. El fija su hori- zonte y rige su destino. E] traza el cuadro de sus empresas y de sus ambiciones. Dinastia, fiesta, recoleccién, poderio, representan en la decoracién que él monta y al ritmo que él mide. ‘a Siempre ambiguo, es a la vez fuente de muerte y de vida. EI hombre teme en todas partes que el Sol no se levante, que el mundo Hegue a congelarse. Al mismo tiempo, espera que tal ruina advenga y regenere al universo y desea el regreso al punto de partida de un ciclo, a la imagen del eterno mo- vimiento de los astros y de la vida, de la luz y de la sombra. Campo cerrado de las grandes amenazas, de las mayores am- biciones, de las esperanzas aterradas, de las consignas dadas al hombre por el hombre, el tiempo, con su medida, cons- tituye una dimensién ilimitada de los cédigos y de los ritos. Fantdstica ambicién del hombre, fabuloso misterio de la naturaleza, el tiempo es siempre doble: transcurre y vuelve a comenzar. Y siempre ambiguo: tiempos miultiples de las multiples historias de las cosas y de los hombres; pero sam bién tiempo unico en todas las sociedades. En todas partes el instrumento capaz de lograr este arraigo de los ritos mar- NARRAR LA HISTORIA se ca el surgimiento de las m4s audaces maquinas y de las mds extraordinarias teorias de una época, y en todas partes es util para el control social. En cada gran encrucijada de la historia del poder, cambia la medida del tiempo, signo anunciador. El cuadrante solar, la clepsidra, el reloj astronémico, el de bolsillo, el cronémetro marino y el marcador de fabrica revelan algunas de esas gran- des fracturas. Asi, ahora, nuestro futuro, sus riquezas y sus ruinas, sus esperanzas y sus pesadillas, son inseparables del uso que hagamos del tiempo, dicho de otro modo, del uso que hagamos de nosotros mismos. Tiempo y violencia. Calendario y poder. Relojes y mitos. Ex- trafios acoplamientos que, como lo espero, se iluminardn con la lectura de este libro, Ahora, en la mayor crisis en que estamos, surge la eleccién entre dos formas de emplear el tiempo. En una, el hombre es utilizado por el tiempo, se vuelve maquina codificada, pro- gramada entre otras mAquinas; la angustia se apodera de él si escapa, un breve instante, de los calendarios electrénicos que se le preparan. En el otro, el hombre inventa el tiempo, trans- forma a cada maquina en instrumento que crea un tiempo personal en el que puede dar ritmo a su propia vida. Por muy locas que puedan parecer ciertas predicciones de este libro, por muy extrafios que aparenten ser los universos que se disefian como conclusién, ningtin razonamiento aprio- ristico, ninguna demostracién preestablecida, ninguna doctrina preparada de antemano me han guiado en mi labor. Sola- mente el simple transcurrir de mi trabajo y la obstinacién de los hechos han sido el manantial. Con una gran pasion por algunos de esos objetos, también hechos de arena, medida de mi propio limite y limite de mi propia medida, reflejo del in- cognoscible infinito y fascinacién de la inaceptable finitud. Aun si en ello no hay, quizds, sino una angustia trivial ante la fragilidad de toda cosa y una ambicién de transformar, con una obra, la vida en eternidad absoluta; aun si, convertido en objeto-libro, toda obra es a su turno, como la vida, amenazada por el olvido y la impotencia. He aqui, pues, las historias del tiempo, historias de peni- tencia y de fiesta, de sacrificio y de carnaval, de violencia y de sonrisa. Ojala que puedan ayudar a hacer despuntar mejor en cada quien el alba de un tiempo de vida, de tolerancia y de libertad. Primera Parte EL AGUA Y EL RELOJ Todo ser viviente se sitta doblemente en la duracién, que a la vez repite y degrada, vuelve a empezar y transcurre. Toda especie viva percibe la duracién y la velocidad, resiente lo reversible y lo irreversible, distingue el presente y el pasa- do. Toda vida es, pues, ella misma, a la vez instrumento que mide el tiempo y forma de su dualidad: transcurso y regene- racién, fluencia y torbellino. Las diarias exigencias del cuerpo y de su envejecimiento permiten a cada quien resentir el transcurrir del tiempo, el del dia como el de periodos mas largos. La naturaleza provee, de manera permanente, el espectaculo de la degradacién del mundo, por el movimiento de los rios y de las estrellas, por la degeneracién de las flores, de los animales, por el enveje- cimiento y la muerte de si y de los otros. Pero ella provee también, como singular reaseguramiento contra ese sentido de las cosas, dando el espectdculo ininte- rrumpido de la regeneracién, del regreso de la vida, de la re- versibilidad de los astros, de la repeticién de los hombres. Cada quien vive el regreso del suefio y de la vigilia, de los dias y de las noches, de la lluvia y de la estacién cdlida. Cada pueblo, con la memoria de las grandes fechas de su historia, del apogeo y de la caida de sus dinastias, vive la amenaza de un declinar y la esperanza de un poderio. No hay sociedad alguna que carezca de cierta percepcién comun de esas dos formas del tiempo. Toda vida social exige un sincronismo minimo, un acondicionamiento comin de las ocupaciones, del trabajo y de las fiestas, de Jas destrucciones y de los renacimientos que permiten hacer en conjunto lo que debe ser, reunirse para comunicar en un sitio y una fecha co- nocidos por todos. La primera funcién de un poder es, asi, dar un sentido a los miltiplos del tiempo del mundo, darles nombre y orga nizar la vida colectiva en funcién de su transcurso y de su regreso, dar la orden de hacer 0 de no hacer. Este punto es esencial: sin el enunciado de las fechas y el conocimiento —por lo menos de algunos— de las razones de la sucesién y de su regreso, ningtin trabajo, ninguna vida so- cial son posibles, Dar nombre al tiempo y sentido a sus diver- sas fechas constituye por eso una exigencia absoluta de la supervivencia de todo grupo social. 14 EL AGUA Y EL RELOJ 15 _Aparece entonces una relacién, inesperada, entre tiempo violencia: como todo grupo debe saber preservarse contra una violencia aislada, andrquica, imprevisible, que corre el riesgo de castigar en forma permanente, todo orden social, para durar, debe saber limitar los periodos y las fechas en que puede actuar esa violencia. El conjunto de esa fecha forma entonces el primero de to- dos los cédigos del poder, el mas mal conocido y el mas funda- mental, el del Calendario, sucesién que repite las fechas ritua- les en que la violencia es legal o simulada. Algunos deben saber prever, anunciar y ordenar el retorno de esas fechas. Los instrumentos para medir el tiempo son, en el Tiempo de los Dioses, elementos mayores de esos rituales y los augu- res de porvenir amenazado, 7 I. EL TIEMPO DE LOS DIOSES EL concerto del tiempo en las sociedades desaparecidas es casi desconocido. Las practicas de las sociedades mis alejadas del mundo moderno impiden que las comprendamos, porque la lejania en el espacio no coincide con la lejania en el tiem- po, y ninguna sociedad contemporanea, que puede observarse ahora, ha mantenido un grado de aislamiento y estancamien- to suficiente. Por eso, los raros indices utilizables son los mitos que narran el tiempo, y las lenguas que lo nombran. A partir de ellos, es posible reconstruir una imagen probable del ritmo del tiempo en ciertos pueblos antiguos y asi formar un boceto de su papel en la organizacién del poder. De ese modo, yo haria la apuesta tedrica de que la practica del tiempo en las sociedades primitivas puede reconstruirse a partir de esos fragmentos. 1. EL RITMO DE LO SAGRADO En el amanecer de los primeros grupos humanos, el ritmo de la naturaleza se impone a los hombres, el Sol limita los dias, las fases de la Luna limitan un periodo estable; los movi- mientos del uno y de la otra describen en el espacio un ciclo de mas largo periodo, que mide el conjunto de las fases de la actividad agricola y de pastoreo. La primera medida del tiem- po esta, pues, ciertamente ligada a la necesidad de prever la aparicion de la lluvia y del Sol, para seguir y controlar la re- novacién de las reservas alimenticias, para organizar la con- tinuidad de los medios de supervivencia de la comunidad. Pero la naturaleza no tiene existencia en si, pues sdlo es una de las manifestaciones de lo invisible que envuelve al hombre. Es, pues, una parte de lo sagrado y aun lo constituye. Los rit- mos astronémicos se sithan asi en las exigencias de lo invisi- ble y son sus mayores manifestaciones: lo invisible es quien acuerda y retira lluvia y Sol, dia y noche, abundancia y mi- seria, en un didlogo incesante entre cosmologia y cosmogo- nia, astrologia y astronomia, meteorologia y augurio. Los mitos mismos, historia de los dioses, son vividos enton- 17 18 EL AGUA Y EL RELOJ ces en un tiempo especial, Tiempo sagrado, diferente del tiempo histérico. Su relato proporciona el sentido primero del tiempo. Toda mitologia comienza, en efecto, por describir un acto inaugural, como un diluvio, un sacrificio o un cri- men; su representacién, a intervalos regulares, implica la anu- lacién de los pecados de la comunidad y la tranquilidad acer- ca de su capacidad de renacer mediante Ja disipacién de sus faltas pasadas. A partir de este acto inaugural, los mitos organizan los ci- clos en cuyo curso se escalonan diversos momentos del tiem- po, sin duda favorables para la actividad humana. Cada cosa tiene asi su tiempo “normal” en relacién con el sistema del mundo. Los acontecimientos “fuera de estacién”, los muertos precoces, los embarazos prolongados, las anomalias cronolé- gicas de la naturaleza —los arboles que florecen en invier- no, el Sol que aparece durante la noche... .—, son otros tantos presagios de desdrdenes sociales, de acontecimientos inusi- tados. También las més antiguas sociedades encierran al tiempo en normas rigurosas, que fijan los mitos y las exigencias de la agricultura y de la ganaderia. El tiempo no existe all{ sino por las actividades que lo instalan y por los mitos que lo describen. Ni la prisa ni la lentitud tienen sentido. Cada acon- tecimiento tiene su ritmo, su origen, su duracién. Las pala- brerfas, las visitas de cortesia y de amistad permiten saber Jo que pasa en otras partes, conocer las opiniones de unos y de otros acerca del tiempo que va a hacer, sobre el valor de las tierras y de las cosechas, organizar una sucesién infi- nitamente repetitiva, a la vez minuciosa, prosaica y vital. La naturaleza proporciona asi la intuicién de lo sagrado, y Jo sagrado deifica a la naturaleza. Los dioses toman enton- ces el control del tiempo de Jos hombres que imitan en su vida el de los dioses. Lo sagrado da sentido a las mutaciones de la naturaleza y a las exigencias de la agricultura, construyendo mitos capa- ces de explicar y de prever la Iluvia y el Sol, el invierno y el estio, el dia y la noche. Los antiguos tienen asi la impresion de avanzar hacia el por- venir caminando para atrds, con la espalda vuelta hacia él. Es necesario ser sacerdote, ser amado por los dioses para operar una conversién, volverse hacia lo que es invisible a los otros: el porvenir. EL TIEMPO DE LOS DIOSES 19 La naturaleza es entonces la fuente de todo. Del concepto relativo al transcurrir del tiempo como de su duracién y de su medida. Los fenémenos vivientes proporcionan también los unicos medios de evaluar la duracién y el transcurso. Por ejemplo, Evans-Pritchard [83] informa que, entre los nuer de Africa, lo que determina el tiempo es el reloj-ganado; la ronda de las tareas pastoriles y el momento de la jornada, asi como la duracién en la escala de la jornada son, ante todo, para los nuer, la sucesién de esas tareas y la relacién que éstas mantienen entre ellas... Los nuer no tienen una ex- presion equivalente a la palabra “tiempo” en nuestra len- gua, y no pueden por ello hablar del tiempo, como nosotros lo hacemos, como si se tratara de una cosa real que pasa, que puede perderse, ganarse, etcétera. Yo no creo que ellos tengan el sentimiento de luchar contra el tiempo, o de tener que coordinar las actividades en funcién de un transcurrir abstracto del tiempo, ya que sus términos de referencia son, sobre todo, las actividades mismas, que generalmente se efectian sin prisa. Los acontecimientos siguen un orden légico, puesto que no existen puntos de referencia auténo- mos a las que debieran conformarse con precisién esas ac- tividades. Entre los nandis, otro pueblo de Africa del que habla Thomp- son, [228] se fecha el tiempo segtin el momento en que tienen lugar los trabajos cotidianos: “Los bueyes han salido a pas- tar” significa que son las 5 horas 30 minutos. “Se ha soltado a los borregos”, que son las 6 horas. Y sucede lo mismo en Madagascar respecto a las duraciones: “una coccién de arroz” quiere decir media hora, “una fritura de langostas” significa un instante, o aun se dice: “El hombre estara muerto en me- nos tiempo del que se necesita para que el maiz quede bien tostado.” En Birmania, de la misma manera, el despuntar del dia se designa como el momento en que “hay bastante luz para ver las venas de la mano”. [228] El analisis de las lenguas y de los mitos proporciona algu- nos otros elementos utiles para descubrir el modo de vida primitivo del tiempo. En él se encuentra la confirmacién de la formidable complejidad del pasado, tiempo de los dioses mismos, y de la muy débil sofisticacién del futuro, tiempo de los hombres. Por ejemplo, la lengua de los boruya distin- 20 EL AGUA Y EL RELOJ gue cuatro formas de pasado, que podemos encontrar en otras muy numerosas lenguas del mundo antiguo: un pasado lejano, el de los fundadores, tiempo del ensuefio y del mito, de los origenes en que se establecié el orden del mundo; es el tiempo de los dioses, en cuyo transcurso ellos han vivido los mitos que los hombres no hacen sino repetir torpe y rudi- mentariamente en sus gesticulaciones. Una segunda forma del pasado designa los acontecimientos gloriosos de la historia del pueblo mismo: el pasado social, el de los mitos en la es- cala de la historia. Una tercera forma indica el pasado or- dinario, el de la memoria de cada quien, sin acontecimiento de importancia histdérica. En fin, los boruya distinguen una cuarta forma de pasado, el pasado prdximo, que describe los acontecimientos de la noche que precede al dia en que se ha- bla, en cuyo curso todos los espiritus abandonan los cuerpos y el territorio de la tribu. Como contraste con esta diversi- dad de formas de pasado, el futuro no tiene profundidad; no existe sino en lo que permite organizar la repeticién de los tiempos del pasado. Es un mundo vago, desconocido, que es- pera el regreso de los cuatro tiempos del pasado. En todas partes, segtin los mitos y las lenguas, el futuro es peligroso si no es repeticién del pasado. La posibilidad de enunciar un futuro como una vuelta al pasado es condicién para la supervivencia del grupo. Los mitos tienen también como funcién la de organizar esta reiteracién del tiempo ja- lonandolo con fechas artificiales, en que los ciclos vuelven a empezar, en que el porvenir se une con el pasado. Los mitos y los relatos fundadores describen asi una histo- ria cuyo tiempo vivido constituye la imitacion en intervalos regulares y al final de la historia mitica, de “volver a cero los contadores”, de perdén y arrepentimiento, por imitar el sacrificio o por ejercitar violencias reales. En el momento en que se decide esta repeticidn, el tiempo amenaza con seguir transcurriendo en el mismo sentido, con no volver a empezar; el invierno amenaza con durar, la sequia con perpetuarse. En ese momento es cuando debe la violencia tener lugar efectivamente, para borrar el pasado y permitir que vuelva a empezar el ciclo. Una ceremonia expiatoria, sacrificio o diluvio, encrucijada esencial del Tiempo de los Dioses y de la limitacién que de él hacen los hombres, es lo tmico que posibilita el nuevo co- mienzo. Ella toma casi siempre lugar en el momento en que EL TIEMPO DE LOS DIOSES 21 se juega, concretamente, el destino econémico del grupo, o se lleva a efecto un fenémeno natural que afecta a la vida: lluvia o cosecha, fin del invierno o principio del otofio. El sacerdote intercede entonces ante los dioses para que permi- tan el regreso de las fases creadoras del ciclo econdmico y politico. De ese modo, el sacrificio ritual no es solamente un con- juro de la violencia amenazadora; es la condicién para acep- tar la muerte con el enunciado de Ja vida. Nada, por otra parte, queda jamas asegurado. Si la era del caos ha concluido, y si Ja historia humana ha comenzado, el reino del orden no es completo. E] desbordamiento de la actividad, la explo- sién de la violencia irreversible quedan siempre como posibi- lidades; no estA garantizado que se mantengan en buenas con- diciones el universo y la naturaleza. Salvo si en el inicio de cada periodo se organizan eficazmente la extincién de las deu- das, la expiacién de los pecados del grupo, la dilapidacién de las riquezas acumuladas. La violencia debe tener lugar en- tonces por medio de la penitencia, el arrepentimiento, el de- rroche de los bienes y del tiempo mismo. El sistema de lo sagrado se juega ahi todo, en el momento en que libera a la violencia; hay ruptura del tiempo y se revive el mito fun- dador, el tiempo de los dioses. El sacrificio amenaza entonces con ser el comienzo de una violencia incontrolada; pero si se le maneja bien, organiza, por el contrario, el regreso, el renacer del héroe, del rey, del bien y el olvido pasajero del mal. A menudo, con la violencia se mezclan regeneracién y se- xualidad. Asi, en el tantrismo y el taofsmo tiene lugar el or- gasmo religioso cuando termina el ciclo césmico. La rueda sexual y la rueda del tiempo remiten, por otra parte, al mismo simbolo y la iniciacién erdtica es estacional. En esas socie- dades, escribe Mircea Eliade, [79] “el sexo colectivo es un mo- mento esencial del reloj césmico”. En total, este boceto teérico se encuentra con mi trabajo anterior coincide con el de René Girard. [109] Pero, en forma contraria a él, yo creo que la violencia y lo sagrado no tienen sentido en si mismos. No existen sino por el tiempo que los acompaiia: lo sagrado fecha a la violencia en el momento en que la terminacién del ciclo permite, con su liberacién, des- truir todo lo que se ha acumulado en los objetos existentes para recrear las condiciones de una amnesia colectiva y de 22 EL AGUA Y EL RELOJ un renacimiento, por medio de un diluvio o de un sacrificio redentor. Si, por el contrario, el sacrificio ritual no ha sido fechado, él amenaza tanto como la violencia que prolifera. Inclusive si esta hipdtesis es nueva, de acuerdo con mis conocimientos, se apoya en los caracteres del tiempo de los dioses, del “Gran tiempo mitico”, que describe Georges Dumé- zil [75] y que ha sido muy bien estudiado, por ejemplo, entre los australianos y los paptias, por Lévy-Bruhl. [151] Cada tribu posee un término especial para designarlo: es el Altjira de los aruntas, el Dzugur de los aluridjas, el Bugari de los karad- jeri, el Ungud de los pueblos del noroeste de Australia. Estas palabras designan con frecuencia y al mismo tiempo el suefo y, de manera general, todo lo que parece insdlito 0 maravillo- so. Sirven para definir un tiempo en que “lo extraordinario era la regla”. Todas estas expresiones tienden a poner en evi- dencia que el tiempo mitico es aquél en cl que la existencia llega a serlo y donde la historia natural comienza; y esta si- tuado, a la vez, en el comienzo y fuera del curso de las cosas. Organizar la historia del tema no excluye lo irreversible, al contrario. En el interior de cada ciclo debe transcurrir el tiem- po, efectivamente, el orden debe agotarse, consumirse, el mundo debe envejecer. Si llega a tiempo el rito del fin de ciclo, puede regenerarse el mundo. Pero sucede que no pueda lograrlc, que degenere sin limite. Todo se hunde entonces. y para que se reorganice un orden, el tiempo debe cambiar de sentido, el ciclo mismo debe cambiar de duracién. Asi, de ci- clo en ciclo, en el interior de un mismo orden, sucede que el tiempo de los dioses no se repite; tiene cierta direccién y se divide en “edades” que hacen sucederse la dominacién de los buenos y de los malos. En resumen, lo cotidiano se organiza, en las sociedades del primer tiempo, alrededor de sacrificios a los dioses, en los lu- gares especificos, alrededor de fiestas de la regeneracion, de mimica de la muerte o de la coronacién de un dios o de un rey. La fecha en que tienen lugar estas fiestas remite a la fecha del acontecimiento que éstas imitan. Todo antepasado fundador, todo primer dios es necesaria- mente “Dios del Tiempo”; todo tiempo primero es también Tiempo de los Dioses. Todo se acttia en esta interdependen- cia. Los dioses, que casi siempre son almas de los antepasados, convertidos en el mas alla en potencias terribles y, a veces, identificados con los astros, Sol y Luna, antepasados primeros EL TIEMPO DE LOS DIOSES 23 de los hombres, ejercen un poder y un control sobre la tierra y, mas alla de la muerte, mantienen una filiacién con sus habitantes, permanecen fieles a sus respectivas familias. Estos antepasados tienen vara alta sobre toda prosperidad y toda alimentacién, sobre los campos y los ganados, sobre la deformidad y la fealdad, la enfermedad y la muerte. Y vigilan con celosa severidad que se respeten sus Ordenes. Casi en todas partes, la Luna es un antepasado masculino y vigoroso que provoca las menstruaciones de las mujeres con la seduccién que ejerce sobre ellas. Controla las intempe- ries, provoca la lluvia y la nieve, y la superficie visible de su disco sirve para medir el tiempo. El Sol es también un ante- pasado esencial en la mayor parte de las sociedades, regulador del tiempo y agrimensor del espacio. Numerosos son los mi- tos y los ritos en los que se inaugura una trayectoria princi- pesca con la domesticacién del Sol. Existen con frecuencia suspensiones, en las que un héroe obliga al Sol a detenerse, porque tiene necesidad de tiempo suplementario para concluir una hazafia: Josué y Zeus lograron que no saliera el Sol. A veces, los demonios, los “malos”, los enemigos de los héroes, roban el Sol o la Luna. En ciertos cultivos, la llegada de la primavera indica la transformaci6n. El paso del invierno a la primavera provoca una ruptura por la que se entreabre el mundo y deja escapar las almas de los muertos. Estas, furiosas, van errantes sobre la tierra para controlar el orden que han instaurado. Para apa- cigudrseles, exigen adoraciones y sacrificios, cosechas y arre- pentimientos. Cuando se calman, vuelven a partir y el mundo queda purificado entonces de todo pecado para la estacién que sigue. Los dioses y su tiempo son servidos primero por los an- cianos, después por los sacerdotes especializados, astr6nomos y astrdlogos. Estos fijan la legitimidad de los reyes y los reyes los protegen. Mas tarde, cuando se organizan los imperios, el Tiempo de los Dioses amplia el campo y las formas de su organizacion. 2, EL IMPERIO DEL TIEMPO Cuando aparecen los grandes imperios teocraticos, los ritmos del Tiempo de los Dioses norman aun la vida social. Pero de manera mas y mas codificada, mds y més repetida y rigurosa, 24 EL AGUA Y EL RELOJ el tiempo se estructura en derredor de los calendarios, y las sociedades alrededor de los sacrificios. Esto es verdad en todas partes: en Sumeria, el orden césmico es trastornado continuamente por una gran serpiente que amenaza con re- ducir al mundo en el caos por la degradacién irreversible. El regreso del orden se obtiene con un diluvio regular y con el sacrificio, real o mitico, del rey, representante del pueblo y receptaculo de sus pecados frente a los dioses. En la so- ciedad babilonica, la astronomia esta integrada a una religion astral a la que sirven los escribas que registran los detalles de la vida agricola y el movimiento de los astros, y los infor- man al rey a la vez que deducen las fechas de las fiestas y el calendario religioso. Entre los egipcios, el curso del tiempo sigue también el ritmo que marcan las exigencias de las co- sechas. Ahora bien, éstas dependen de las inundaciones, que tienen lugar si el Nilo, Dios y padre de los dioses, acepta tomar en consideracién los sacrificios que se le ofrecen. La inundacién, que dura cuatro meses, forma Ja primera de las tres estaciones del afio; la segunda es la que corresponde a las siembras y al crecimiento; la tercera, que es la de la co- secha, termina con el regreso de la sequia y de la angustiosa espera de una nueva inundacién. Wittfogel escribe en El despotismo oriental: [250] En las zonas de aridez absoluta es de importancia decisiva prepararse para las crecidas de los rios, cuyas aguas, bien utilizadas, aportan la fertilidad y la vida, en tanto que, si se les deja seguir su propio movimiento, sembraran la muerte y la devastacién. Es necesario reparar los diques a tiempo para que resistan en el momento de la inundacién; es ne- cesario limpiar los canales para que se reparta el agua con- venientemente. En las zonas semidridas, que reciben una cantidad de agua limitada e irregular, tiene importancia andloga un calendario exacto. Solamente cuando los diques, los canales y las presas estan buen estado, podran ser plenamente utilizadas las precipitaciones insuficientes. La necesidad de redistribuir los campos que se inundan pe- riddicamente y determinar las dimensiones de las estructuras hidrdulicas, provoca un incesante estimulo para que progre- sen la geometria y la aritmética. Herodoto atribuye los inicios de la geometria en Egipto a la necesidad de volver a evaluar anualmente la tierra inundada. EL TIEMPO DE LOS DIOSES 25 La representacién china del tiempo constituye otro ejemplo, particularmente rico, de la relacion del tiempo con el orden social de los grandes imperios. [113] Para los chinos, el tiempo y el espacio son dos conceptos que se corresponden y estan formados, uno, por periodos, el otro por regiones. Cada una de las partes que compone el espacio y el tiempo tiene un conjunto de atributos propios. Cada momento del afio, cada momento de la historia se distingue por un conjunto de reglas singulares. El] espacio y el tiempo son, uno y otro, ritmicos: en un ciclo se da la vuelta al espacio y al tiempo. Cuando comienza el imperio se alternan los espacios plenos y los tiempos amplios, con los tiempos cortos y los espacios vacios. Los periodos de dispersién se oponen a los de concentracién. El tiempo y el espacio presentan una densidad particular en Jos lugares y los momentos reservados a las asambleas y las fiestas de regeneracién donde debe abolirse el antiguo orden. Con motivo de estos ritos, todas las fuerzas se ponen en ac- ci6n, se prodiga todo y se prodiga por entero: vivos y muertos, seres y cosas, mujeres y hombres, jévenes y viejos, todo se mezcla. Esas fiestas, que se celebran en todo el imperio, tra- ducen la confianza de la nacién en el éxito de su trabajo y en su capacidad de organizar el regreso de las estaciones. En esas circunstancias, se condensan todo el pasado, todo el por- venir, el tiempo y el espacio enteros, en ritos sagrados donde vuelve a encontrar su unidad el grupo, comunica su alegria de ser y su terror de desaparecer. El tiempo chino esta asi organizado alrededor de la idea de ritmo. Dos elementos, el Yin y el Yan, garantizan esta cohe- rencia. Como lo recuerda Marcel Granet, [113] en la lengua del I Ching “la palabra Yin evoca la idea de tiempo frio y cubierto, de cielo Iluvioso, y se aplica a lo que es interior; la palabra Yan, por su parte, evoca la idea de Sol y de calor, y aun servir para pintar el viril aspecto de un bailarin en plena accién”. Mas tarde, cuando se estructura de modo mds complejo el Imperio chino, el tiempo y el espacio no se representan ya de manera doble: el espacio es entonces un cuadrado; el em- perador, situado en el centro como punto de convergencia, rige el imperio unificando a los diferentes grupos sociales simbolizados por los cuatro cuadrantes; él proporciona sus emblemas a los de las cuatro partes y del centro. El espacio se representa asi como cinco cuadrados encajados. Parale- lamente, el tiempo se descompone también en cinco duracio- 26 EL AGUA Y EL RELOJ nes, provista cada una de atributos de estacién. La historia del imperio se forma asi de cinco eras que se suceden en for- ma ciclica, y cinco virtudes soberanas se colocan por turnos a un puesto central de mando, y luego relegadas a los cuatro rincones del imperio. 3. Kronos y Cronos El mundo griego dio nacimiento a uno de los mitos cuya des- cripcién es de las mis dificiles, y que enlaza al tiempo y al espacio, a la violencia y a lo sagrado, en un extraordinario sistema unificador. Dos mitos, el de Kronos, dios fundador, y el de Cronos, Dios del Tiempo, se encuentran asi y chocan. Muchos enigmas permanecen en suspenso: ¢es la cercania fonética de Kronos y Cronos pura coincidencia, o es la clave de la relacion de tiempo y violencia entre los griegos? Esta pregunta que no ha sido respondida, resume, no obstante, lo esencial de las interrogantes del orden social moderno. Los primeros griegos asimilaban al tiempo con Océano, el rio divino que rodea a la tierra y al universo. En dos eta- pas de la historia mitologica, que se distinguen diffcilmen- te, Océano y Kronos, después Cronos, se mezclan en una sola divinidad. Primero se confunden Océano y Kronos, des- pués Kronos y Cronos se identifican, ya sea por deformacién o por el encuentro de dos mitos. | He aqui la historia de las multiples versiones relativas a esta progresiva confusion: En la version més antigua del mito, Kronos es uno de los hijos de la Tierra, Urano, y del Cielo, Océano; castra a su padre y arroja al mar sus partes genitales, de lo cual nace Afrodita. Un poco mas tarde, en el siglo vi antes de Jesucristo, el poe- ta griego Hesiodo, [125] en su Teogonia, presenta una versién. mucho mas elaborada del mismo mito, que incluye explicita- mente a Kronos en una teoria del tiempo, identificandolo primero con uno de sus hermanos, Océano, y hace de él un dios “de pensamientos pérfidos” y “el mas temible de los hijos del cielo”. Hesiodo describe inicialmente un tiempo mitico, en el que los hombres vivian al abrigo de los sufri- mientos, la enfermedad y la muerte, “la edad de oro”. Des- pués de esta edad, cada raza humana posee su temporalidad propia, su “edad”, que expresa su naturaleza particular y que, EL TIEMPO DE LOS DIOSES 27 con el mismo titulo que su género de vida, sus actividades, sus cualidades y sus defectos, define su estatuto y lo opone a las otras razas. La sucesién de razas en el tiempo reproduce un orden jerarquico y permanente del universo. Las razas y Jas edades se suceden hasta formar un ciclo completo que vuelve a empezar una vez acabado, ya sea en el mismo orden, ya sea en el orden inverso. La raza de oro es la primera porque sus virtudes ocupan la ctispide de una escala de va- lores intemporales. Los hombres de la raza de oro ejercen funciones de poder. “Ellos no conocen ni la guerra ni el tra- bajo, la tierra produce para ellos bienes innumerables.” [125] El oro distingue asf, entre las diferentes especies de hom- bres, a aquéllos que han sido hechos para mandar: su sobe- rania se ejerce fuera de un dios de poder absoluto, fuera del tiempo. En la Edad de oro, todo es orden, justicia y felici- dad. Las mismas expresiones que encontramos en Hesiodo definen, por otra parte, a los hombres de la raza de oro mitica y al rey justo del mundo de su tiempo. Luego vienen las razas de plata, de bronce, de estafio y de hierro. En la Edad de hierro, todo esta entregado al desor- den, a la violencia y a la muerte; es el reino de la pura Hubris y del caos. En el tiempo en que viven los dioses hay asi, a la vez, irre- versibilidad, porque se suceden las edades, y posibilidad de repeticién porque siempre se espera el regreso de la Edad de oro. La narracién del mito de Kronos se incluye en el transcurso de estas edades: en el comienzo de la Edad de oro, la diosa de todas las cosas, Eurinona, crea con Urano las siete potencias planetarias y otorga el gobierno de cada una a dos de sus hijos, un Titan y una Titanide, hermano y hermana. Los dos mas jévenes, Kronos y Rea, son situados en el planeta Sa- turno. Urano, sabiendo que uno de sus hijos lo matard, em- pieza a matar a todos. Kronos, prevenido por su madre, ataca a su padre, lo castra, toma el poder y se desposa con su hermana Rea, diosa del movimiento, del transcurrir y de la duracién, con la que tiene numerosos hijos. Pero la misma amenaza pesa atin sobre el hijo: Urano pre- dice a Kronos que uno de sus hijos lo matara a su vez. Tam- bién Kronos, como Urano, devora a sus hijos uno después de otro. Como él mismo escapé de su padre, su tercer hijo, Zeus, a quien oculta su madre Rea, se le escapa y él devora 28 EL AGUA Y EL RELOJ una piedra en su lugar. Mas tarde se cumple la profecia de su abuelo, pues Zeus mata a Kronos, toma el poder y, como su padre, casa con una de sus hermanas. Y escapa entonces de la maldicién familiar: ninguno de sus hijos amenaza ya ma- tarlo. . ; Asi es posible leer este mito como un mito del tiempo: Urano, habiendo intentado detener el tiempo, impedir que transcurriera mediante la destruccién de sus hijos, uno de éstos, Kronos, fo mutila y lo aparta, para tomar nuevamente la antorcha del tiempo hasta ser, él mismo, presa del deseo de detenerlo matando a sus propios hijos. Su muerte rege- nera atin al tiempo e instala un orden estable en el reino de los dioses. Kronos libera asi el tiempo y luego amenaza con detener su curso. De ese modo puede comprenderse que Kro- nos se convierte, en la Grecia antigua, en el dios del tiempo que preside el porvenir de las cosas. EI es el dios de la deci- sién, de la lectura del presagio, del augurio, de la eleccién. Su hijo, Zeus, es el “que existe en todo tiempo”, el “hijo del tiempo”. El mito de Kronos es, pues, la historia de un doble parri- cidio, necesario para que lo reversible suceda a lo irreversi- ble, la regeneracién a la decadencia. Kronos, rey ideal, que personifica el orden de las cosas, determinando su curso, pone fin a la degeneracién sin limites, mutilando a Urano, para la felicidad del género humano. Organiza los primeros ciclos. Se convierte en punto de partida y de Ilegada de toda fe- cundidad. Su hijo hace lo mismo cuando su padre amenaza el orden, cuando devora el porvenir para impedir que transcu- tra el tiempo. Asf, después de dos canibalismos destructores, dos sacrificios redentores reanudan el tiempo detenido por un momento. Creando las condiciones del nuevo comienzo, de la regene- racién mediante la extincién del pasado, la muerte de Urano y luego la de Kronos reanudan el transcurso del tiempo, creando un ciclo, anulando la irreversibilidad y aceptandola al mismo tiempo. Dicho atin de otro modo, la tierra que Kronos toma a su cargo no conoce el tiempo, y es él quien la lleva a la concien- cia, sintiendo miedo de sus hijos. El mundo que deja a Zeus no conoce atin la civilizacién y es Zeus quien la crea aceptan- do el orden. Cronos es por ello el dios de la historia, y Zeus es el de lo complejo. Kronos es el deseo, Zeus es el espiritu EL TIEMPO DE LOS DIOSES. 29 que destrona al deseo. El reino de Cronos tiene lugar en la Edad de oro. Es la infancia del mundo. Sin guerra y sin co- mercio, sin esclavitud ni propiedad privada, este mundo de luz, de apacible alegria, de vida facil y feliz, de creaciones exuberantes y desordenadas, es, al mismo tiempo, un mundo de tinieblas y de horrores, en el que siguen siendo necesarios los sacrificios humanos, Su muerte enuncia el principio de la civilizacion. El mito de Kronos introduce asi la idea de medida en el mundo griego, la idea de cortadura, de cambio periddico que sigue el ritmo marcado por el regreso de numeros definidos e invariables. Esta idea, que se halla presente de manera confusa en todas las culturas anteriores, aparece aqui en toda su claridad: a partir de ese mito, el tiempo se piensa no solamente en cuanto a su transcurrir, sino también respecto a sus fechas y duraciones, en su medida y su interrupcién, explicitamente unidos al canibalismo y al sacrificio. Kronos es asi Dios del Tiempo y de su medicién, porque es Dios de la Historia y de la interrupcién. Mas tarde, Kronos se escribe Cronos; sin duda, como dice Michel Serres, porque la letra ki griega simboliza mejor la interrupcion del tiempo que la letra kapa. Pero se han ade- lantado otras hipdtesis para explicar ese deslizamiento. La de Benveniste, segiin la cual el tiempo se llama Cronos en griego porque el griego Cronos y el iranio Zrvau tendrian un origen comin que significa “deteriorar”, versién poco ve- rosimil. Otra hipétesis parece menos aventurada: es la que se apoya en las teogonias érficas, en las que existe todavia otro dios llamado Cronos, espantoso dragén que estd en el origen mismo del Cosmos, independientemente por completo del Kronos de Hesiodo. Este Cronos es el tiempo infinito, el tiempo que no envejece, inmortal e imperecedero, la serpien- te que se cierra en circulo sobre si misma. De este Cronos nacen dos espacios, el Eter y el Caos; en el Caos, Cronos forma un huevo de plata, del que surge el Dios Pan (“el brillante”), padre de los otros dioses y de la raza humana. Este Cronos es, pues, a diferencia de los hombres, eterno porque es cicli- co. “Los hombres mueren porque no son capaces de unir el comienzo con el fin”, dice el mito érfico. Asi, aunque sin tener relacién con él, el culto de Cronos en la Grecia clasica se habria confundido poco a poco con el del Kronos de Hesiodo, cuyo nombre suena casi como el suyo.

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