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taurus T Las rafces del romanticismo gadura ocurtido en la conciencia de Occidente alo largo de los siglos x1x y xx. De ahi su enorme impor- tancia. Todos los otros movimientos que tuvieron lugar durante el periodo parecen, en comparacién, menos impor- tantes y estén, de todas maneras, profundamente influen- ciados por éste. Para Isaiah Berlin, los roménticos pusieron en marcha una revolucién sin precedentes en la perspectiva que la hu- jad tenia de si misma. Destruyeron las nociones ales de verdad objetiva y de validez ética y causaron efectos incalculables en todos los aspectos de la vida.En su ido lo mismo desde entonces, ‘nuestra politica y nuestra moral se han visto profundamente transformadas por ellos. Sin duda, éste ha sido el cambio mas radical y mas dramatico, por no decir el mas pavoro- 50, en la perspectiva del hombre de los tiempos moder- nos». En as brillantes reflexiones que recoge este libro, Berlin, uno de los principales historiadores de las ideas del siglo xx, traza eldesarrolto del romanticismo desde su despertar en el siglo xvi hasta su desenfrenada apoteosis, mostréndonos como este legado atin perdura en la conciencia contemporénea. F | romanticismo supuso el cambio de mayor enver- ISBN: 84-306-0369-7, 384301603695) tauru Las raices del romanticismo Stra Riga,capitalde Letonia, Cuando tenia Peper eae Rusia; ali, en 1917, fue testigo dela Pantene enn oor Re Rca Inglaterra,y fue educadoen el Colegio Pret eee er er Cae ee eee} universitaria fue fellow de All Souls y del New College, catedratico de Seen Nea eed ee ak CR bien fue presidente de la Academi Pree er ey Pen ema} libertad, Vico y Herder, Pensadores ener gere eecid Ie corriente, Impresiones personales, ee Oa er Rg rece ee ents Pee nee east bid los premios Erasmus Lippincott y Pe erate read re a ee ed PO ace es ae eaten es eee eee ee eee! Bene ene eee bo la edicion de varios de sus libros eee ert rn Ia publicacién de sus obras inéditas Sete IsAlAH BERLIN LAS RAICES DEL ROMANTICISMO Conferencias A. W. Mellon en Bellas Artes, 1965 The National Gallery of Art, Washington DC Edicién de Henry Hardy Traduccién de Silvina Mari TAURUS PENSAMIENTO ‘Titulo original: The Roots of Romanticism © The Trustees of the National Gallery of Art, Washington DG, ‘The Isiah Berlin Literary Trust and Henry Hardy 1999 © De esta edici6n: Grupo Santillana de Ediciones, S.A., 2000 ‘Torrelaguns, 60. 28043 Madrid Teléfono 91 744 90 60 Telefax 917449224 + Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. Beazley, 8860, 1487 Buenos Aires + Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. de C. ¥. ‘Avda. Universidad, 767, Col. del Valle, México, D.F. C. P. 08100 + Distibuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A. 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EFECTOS PERDURABLES DEL ROMANTICISMO 159 [REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS 4... veseeees 195 Iypice TEMATICO . = 215 Para Alan Bullock $e PREFACIO DEL EDITOR Cada cosa es 10 que es, y no otra cosa. ‘Josern Burien? Todo eslo que es... IsaIAH BERLIN? La observacién de Butler era una de las citas favoritas de Isaiah Berlin, y él la evoca en uno de sus ensayos mas impor- tantes. Aqui la tomo como punto de partida para evitar ma entendidos, ya que lo primero que ha de decirse acerca del presente volumen es que no se trata en absoluto de la obra so- bre el romanticismo que Berlin siempre anhelé escribir des. pués de concluir las conferencias A. W. Mellon sobre este tema en la National Gallery of Art de Washington, en marzo y abril de 1965. Durante los afios subsiguientes, en especial des- pués de retirarse en 1975 de sus funciones como presidente del Wolfson College de Oxford, Berlin continué desarrollan- do una extensa lectura, teniendo siempre en mente escribir un libro sobre el romanticismo para el que acumulé una gran cantidad de apuntes, En la tiltima década de su vida reu- ni6 todas sus notas en un despacho y se dedic6 a organizarlas y recomponerlas: confeccioné una lista de encabezamientos bajo los cuales ordené una seleccién de dichos apuntes que grababa en casete. También consideré utilizar este material para una larga introduccién a una edicién de un trabajo de | Fifteen Sermons Preached at the Rolls Chapel, 2 e¢., "To which is added a preract” (Londres, 1729), prefacio, p. xxx. ? “Two Concepts of Liberty” (1958): p. 197 en The Proper Study of Mankind: An Anthology of Essays (Londres, 1997; Nueva York, 1998). [Trad. esp.: An- tologia de ensayos, Madrid, Espasa Calpe, 1995] Las nalces Du owricsNo E.T. A. Hoffmann, en lugar de publicarlo como un ensayo in- dependiente, Pero en definitiva, esta nueva sintesis nunca prosper6, tal vez, en parte, por haberla dejado estar demasiado tiempo; y tengo entendido que Berlin nunca fue més alld de la primera linea de dicha obra. El hecho de que no haya escrito una versién revisada de sus apuntes es, a todas hices, motivo de pesar tanto para los. lectores como lo fue para el propio Berlin. Pero la pérdida no es total: de haber existido, el presente volumen —que no es mas que una transcripcién editada de sus conferencias— jams habria sido publicado; y la frescura, la sensacién de proximidad, de intensidad y vivacidad que nos transmite no se habrian dado en una versién cuidadosamente editada y ampliada. Hay varias otras conferencias de Berlin, que sobre- viven en forma de grabaciones o transcripciones, que pue- den compararse con las obras que luego derivaron de ellas, con los textos que les sirvieron de base. Nos demuestra que las repetidas revisiones que Berlin hacia de sus escritos en vias de publicacién, si bien enriquecian conceptualmente el contenido y daban mayor precision al trabajo, a veces tam- bién restaban espontaneidad y fuerza a su discurso. Un texto que funciona tan s6lo como guién narrative —un “torso”, lo denominaria Berlin— puede darle a una conferencia mayor vivacidad y autenticidad que la mera lectura de un manuscri- to. La conferencia dictada a partir de apuntes y el libro c! dadosamente preparado y editado son, podria decirse, en terminologia pluralista, inconmensurables. En este caso, ya sea para nuestro beneficio o detrimento, contamos tinica- mente con uno de los dos proyectos intelectuales centrales de Berlin. El titulo empleado en este libro fue sugerido por el propio Berlin tempranamente. Luego, para dictar sus conferencias, fue reemplazado por “Las fuentes del pensamiento romani co”, debido a que en las primeras paginas de la novela de Saul Bellow Herzog, publicada en 1964, el personaje principal, un profesor universitario judo llamado Moisés Herzog pasaba por una crisis de autoestima e intentaba, sin demasiado éxito, TO Tete Ben dictar en una escuela nocturna de Nueva York un curso de educacién para adultos cuyo titulo era precisamente “Las raf- ces del romanticism". Segiin tengo entendido, esto fue una mera coincidencia —Berlin neg6 que estos hechos tuvieran conexi6n alguna— pero, de cualquier modo, el primer titulo tenia mayor resonancia, y si existieron en algiin momento ra- zones para abandonarlo, sin duda hoy han desaparecido. Si bien las observaciones que le sirvieron a Berlin de in- troduccién a la inauguraci6n de sus conferencias son dema- siado circunstanciales como para formar parte del cuerpo de este volumen, revisten cierto interés preliminar. He aqui, en- tonces, un fragmento importante de ell: Estas conferencias estén fundamentalmente dirigidas a ge- nuinos expertos en arte —a historiadores del arte y a especialis- tas en estética, grupo en el cual no me veo incluido—. Mi inica cexcusa valida para escoger este tema es que, naturalmente, el movimiento roméntico tiene relevancia para el arte: el arte en- tonces, si bien no soy un gran conocedlor, no puede quedar ex- dluidoy prometo no relegarlo demasiado. ‘Hay un sentido en el que la conexi6n entre el romanticismoy el arte es atin més fuerte. Si me encuentro capacitado para hablar de este tema es porque pretenclo ocuparme de aspectos politicos, sociales y también morales; y creo poder afirmar acer ca del movimiento roméntico que se trata de un movimiento que no concierne exclusivamente al arte, no es solamente un movimiento artistico sino tal vez el primer momento, induda- blemente en Ia historia de Occidente, en el que el arte domi- 16 otros aspectos de la vida, donde existia una especie de tirania del arte sobre la vida, cosa que, en cierto sentido, constituye la esencia del movimiento roméntico; por lo menos, eso es lo que intentaré demostrar. 3 Onos tinulos considerados por Berlin fueron los siguientes: "Prometeo: Estudio sobre el nacimiento del romanticismo en el siglo xvin” (sugerido sélo irénicamente e inmediatamente rechazado), “El nacimiento del ro- smanticismo", “El impacto romdntico”, “La rebelign roméntica", "La re- ‘yuelta roméntica"y “La revolucién romAntica”. TT Las sales net nowricswo Debo agregar que mi interés por el romanticismo no es meramente historico. Muchos fenémenos que vivimos hoy en dia —el nacionalismo, el existencialismo, la admiracién por los grandes hombres, la admiracién por instituciones impersona- les, 1a democracia, el totalitarismo— se ven profundamente afectados por el romanticismo, que los penetra a todos. De alli que éste sea un tema no enteramente irrelevante a nuestro tiempo. ‘También es de interés el fragmento que sigue. Proviene del borrador que preparé Berlin para la inauguracion de sus conferencias. Es el tinico texto escrito por él para este proyec- to que he encontrado entre sus notas: No pretendo ni intentar definiral romanticismo en términos de atributos u objetivos, ya que, como sabiamente nos alerta Northrop Frye, cuando uno quiere destacar alguna caracteris- tica obvia de los poetas roménticos —por ejemplo, la nueva acti- tud hacia la naturaleza o el individuo— y senalar que es pro- pia de los nuevos escritores del periodo que va de 1770 a 1820, y contrastarla asf con la actitud de Pope o Racine, siempre habré alguien que produzca evidencia contraria baséndose en Platén o Kalidhasa, o (como hizo Kenneth Clark) en el empe- rador Adriano, 0 (como Seillitre) en Heliodoro, o en algiin poe- ta medieval espaol o en la poesia arabe preiskimica, y final ‘mente, hasta en los propios Racine y Pope. ‘Tampoco quiero sugerir que se dan casos puros—en el senti- do en que algin artista, pensador o persona pueda ser consicle- ado iinicamenteroméntico y nada mas, como tampoco puede un hombre ser considerado tnicamente como un ser individual, es decir, carente de atributos compartidos con algtin otro objeto del mundo, o tinicamente social, es decir, sin atributos que sean Xinicos y propios de él—, Sin embargo, estos términos no care- cen de significado, més atin, es imposible prescindir de ellos: se- alan atributos, tendencias o tipos ideales dle aplicaci6n que nos sirven para aclarar, identificar y tal vez también —si no han sido suficientemente observados previamente— para exagerar lo T2 que, a falta de una palabra mejor, deben denominarse los aspec- Jos del cardcter de un hombre, o de su actividad, 0 de una pers- pectiva frente al mundo, o de un movimiento, o de una doctrina, Decir de alguien que es un pensador roméntico o un héroe roméntico no significa no decir nada. A veces, significa decir que lo que éste es 0 lo que hace requiere ser explicado en funcién de un fin, o de un conjunto de fines (que tal vez pueden ser contra- Gictorios entre sf) o de una vision, o tal vez de una vislumbre o inspiraci6n que apunta hacia uma condicién o actividad que, en principio, es irrealizable —algo que hacer en la vida, o un movi- miento o una obra de arte que es parte de su esencia, pero que no puede ser explicada, que tal vez es ininteligible—. Entre los muchos —los incontables—aspectos del romanticismo, ésta ha sido, fundamentalmente, la cuestién que ocupé a la mayorfa de los estudiosos. Pero mi intenci6n es atin més limitada, Greo que hacia la se- gunda mitad del siglo xvitt—antes de que naciera propiamente el denominado movimiento romantico— hubo un cambio ra- Gical de valores que afect6 al pensamlento, el sentimiento yla accién del mundo occidental. Dicho cambio se expresa muy vividamente en mucho de Io que parece ser lo més caracteristi- camente roméntico dentro de los romAnticos: no en todo lo que hay de roméntico en ellos, tampoco en lo que los convierte a todos en autores romanticos. El cambio se refleja mas bien en una especie de quintaesencia, en algo sin el cual ni la revolu- cién de la que hablaré, ni sus consecuencias, las cuales son re- conocidas por aquellos que admiten que existié un fenémeno tal como el movimiento romantico —el arte roméntico, el pen- samiento romantico— hubieran sido posibles. Si se me objeta que no he incluido las caracterfsticas mas propias de una obra © de otra, o todas las manifestaciones del romanticismo, acep- taré tal objecién. Pues no es mi propésito definir el romanticis- ‘mo sino concentrarme ‘inicamente en la revolucién de la que el romanticismo, al menos en algunos de sus aspectos, es su mis vivida expresién y sintoma. No intento hacer mas que esto: si bien ya es mucho, pues lo que deseo demostrar es que esta revo- Iuci6n fue, comparada con todos los cambios ocurridos en la 1Lasnaiczs et roamvicito vida de Occidente, la més profunda y duradera, no menos tras- cendental que las tres grandes revoliciones cuyos impactos son indisputables —la Revolucién Industrial de Inglaterra, la polt- tica de Francia y la social y econémica cle Rusia—, con las que estd conectado, a todo nivel, el movimiento del que nos estamos ocupando, Al editar las transcripciones de estas conferencias (valién- dome de las grabaciones de la BBC) me he limitado, en gene- ral, a hacer los cambios minimos necesarios para lograr que éste sea un texto que pueda leerse con fluidez. He considerado Jainformalidad de estilo y las ocasionales expresiones idiomati- cas no completamente ortodoxas —que caracterizan a las con- ferencias basadas en apuntes—como elementos que merecfan ser preservados, si bien dentro de ciertos limites, Aunque a ve- ces la edicién requiri6 cierto nivel de reparaci6n sintactica, lo que es propio de la mayorfa de las transcripciones de oracio- nes que se expresan espontaneamente, solo raramente sur- gid alguna duda real acerca del significado que Berlin habia intentado transmitir. Se han incluido también algunas alte- raciones menores que hizo Berlin mismo en las transcripcio- nes en una etapa temprana del proceso; esto explica alguna de las discrepancias sustanciales que el lector podra identificar cuando, valiéndose de este texto como de un libreto en mano, escuche las grabaciones que estan disponibles al publico’, He tratado, como siempre, de documentar lo mejor posi- ble las citas de Berlin, y he hecho todas las correcciones nece- sarias en aquellos pasajes que é] presentaba, claramente, como citas verbatim de obras en inglés o de traducciones fidedignas de obras escritas en otras lenguas, y ya no como meras parafra- sis de dichos textos. Berlin, sin embargo, se ha valido de una tercera herramienta, de algo intermedio entre la cita verbatim y la pardfrasis, que podria amarse “semicita”, Si bien estas “El modo tan lamativo y personal de Berlin de dictar sus conferencias le confirié gran parte de su reputacién, y es muy recomendable escucharlas Se puede acceder a la serie completa de ponencias (previa cita) en ela: Tt sau Bem semicitas aparecen a veces en nuestro texto entre comillas, han de entenderse como lo que el autor pudo haber dicho, 0 como lo que en efecto sefialé, pero nunca como la reproduc- cién (0 traduccién) exacta de sus palabras impresas. Este es un fenémeno muy tipico que se daba en las obras del pasado®, pero que generalmente ha caido en desgracia en el ambiente académico contemporaneo. En las colecciones de ensayos de Berlin que he publicado durante su vida me he limitado, ge- neralmente, ala referencia directa, contrastando las citas con su fuente original o con una pardfrasis manifiesta, En el caso de este tipo de libro, sin embargo, resultaba demasiado artifi- cial e inadecuado intentar disimular este camino intermedio —natural y efectivo desde un punto de vista ret6rico— insis- tiendo en que la doble comilla se utilizara tinicamente en as citas exactas. Deseo resaltar esto para evitarle al lector algiin malentendido, y también para establecer un contexto a otras observaciones que haré, al final del libro, como encabeza- miento a la lista de referencias bibliograficas (p. 195). Las ponencias fueron emitidas por la BBC en su Terver Programa de agosto y septiembre de 1966, y nuevamente en octubre y noviembre de 1967. Fueron retransmitidas en 1975 tonal Sound Archive de la British Library de Londres, 0 en la National Gallery of Art de Washington DC. Hay también un disco compacto con la ‘éhtima conferencia de Berlin. Dicho disco acompaiia a la versi6n inglesa del libro, le modo tal que los lectores podran apreciar, al menos en par- te, la manera en que Berlin conferenciaba. vary i ear icae Fe stn tee etry ce meee a ise Dr ere Cer 1 stents enn naret ips fave oe reese Sena er diay ee omen Se cer tee ne raed enn ryan oe es Seer ae TS Las nalces pet RoMAvTiC#© en Australia, yen Inglaterra en la BBC Radio 8, en 1989, afio en que Berlin cumplié ochenta afios. Algunos extractos de estas ponencias también formaron parte de otros programas sobre laobrade Berlin. Berlin se opuso firmemente a que esta transcripcién fue- ra publicada durante su vida, no s6lo porque hasta sus tiltimos afios albergo la esperanza de escribir el “verdadero” libro bre el romanticismo, sino probablemente porque también encontraba que era un acto de arrogancia publicar una trans- cripcin de conferencias dictadas a partir de apuntes sin si- quiera someterlas a un trabajo de revisién y expansi6n de tex: to. Tenfa plena conciencia de que algunos de sus comentarios pudieron haber sido demasiado generales, demasiado espe- culativos, demasiado sinceros—un estilo tal vez mas aceptable desde la cétedra que desde la pagina escrita—. En efecto, en una carta de agradecimiento a P. H. Newby, el entonces direc- tor del Tercer Programa Radiofénico de la BBC, Berlin descri- be su actuaci6n como “un torrente de palabras —miés de seis cias son vagas; recuerda generalmente las referencias citadas en literatura secundaria que se refiere al texto original; le adjudica a un autor lo afirma- do por otro autor, oa una obra lo sefialado por el autor en otza de sus ‘obras..". Ahora bien, como sefialan Bergin y Fisch en el prefacioa la prime- raedicién desu traduccién (Nueva York, 1948, p. vil): “Dar cuenta eomple- tade los errores de Vico... no afectaria el nticleo de su argumento”, El caso de Berlin resulta atin mas problemético, ya que sus citas no sélo no son estrictamente exactas sino que, usualmente, reflejan una me- Joria con respecto al original. £1 y yo hemos hablado de esto frecuente- ‘mente y él reaccionaba mofiindose de sf mismo complacientemente cuando surgia el tema, pero insista en la correccién de las citas una vez que el tema quedaba claro, aunque su modo relajado de encarar la cita de autores nunca desvirtué su significado original y,a veces, lo ponfa mas transparente. Las observaciones que Bergin y Fisch han hecho acerca de Vico serian verdaderamente exageradas sas apliciramos al caso de Ber- lin, Sin embargo, teniendo en cuenta que Vico fue tno de los héroes in- telectuales de Berlin, esta analogia (aunque muy parcial) adquiere cierta resonancia. Bergin y Fisch nos recuerdan, adecuadamente (1968, p. vi) que el famoso editor de Vico, Fausto Nicolini, trataba los desperfectos eruditos de Vico “con carifio y rigor” —traténdose, sin duda, de una cjemplar actitud editorial, Te sau: Bemus horas de charla agitada, por momentos, incoherente, apresu- raday sin respiro, a mi juicio a veces histérica”®. Hay quienes creen que esta transcripcién no deberia pu- blicarse tampoco hoy —piensan que a pesar del indudable in- terés de estas conferencias, su publicacién devaluaria la oeuvre de Berlin—. Yo no comparto este punto de vista, y me apoyo en la opinién de muchos respetados especialistas, en particu- Jar en la de Patrick Gardiner, el tan meticuloso critico, quien leyera la edicién de las transcripciones hace unos afiosy se de- clarara expresamente a favor de su publicacién. Aunque sea equivocado publicar este tipo de material durante la vida del autor (y aun de esto no estoy completamente convencido), encuentro no s6lo correcto sino también recomendable ha- cerlo cuando el autor es tan excepcional como Berlin y se tra- ta de conferencias tan estimulantes como éstas. Mis atin, el propio Berlin era consciente de que el manuscrito probable- mente se publicarfa después de su muerte e hizo referencia a esta posibilicad sin manifestar serias reservas. £1 entendia que las publicaciones péstumas estaban gobernadas por cr- terios diferentes cle los que rigen durante la vida del autor; y debe haber sido consciente, si bien nunca lo admiti6, de que sus conferencias Mellon eran un tour de force al arte espon- tneo del conferenciante y que, por ende, merecian publicar- se taly como eran. Ha Ilegado la hora —para citar las palabras de Berlin acerca de su polémico libro sobre J. G. Hamann— “de ser aceptado o rechazado por el lector"?, ‘Tengo una serie de agradecimientos que deseo dejar por escrito —sin duda son mas de los que puedo recordar—, Los que conciernen ala provision de citas son mencionados en las pp. 197-198, Ademés de ellos, mi reconocimiento principal (como ocurrié en el caso de trabajos previos) es para los gene- Carta del 20 de septiembre de 1966, " Introduceién especialmente escrita, en 1994, para la edicién alemana de The Magus ofthe North véase Isaiah Berlin, Der Magus in Norden (Berlin, 1995), p. 14 (Trad. esp. El Mago del Nort]. G. Hamann yelorigen de ire. ionatismo moderne, Madrid, Tecnos, 1997). 7 Las nals ox nowwericso rosos bienhechores que hicieron posible la financiacién de mi beca en Wolfson College; para lord Bullock, por haber fac litado que yo tenga bienhechores a quienes agraclecer; para el Wolfson College, por haberme alojado; para Pat Utechin, se- cretaria del autor y amiga paciente y fiel desde hace veinticin- co afios; para Roger Hausheer y Patrick Gardiner, por su lec tura y consejos acerca de la transcripcién, y por las muchas otras formas de ayuda indispensable que me dispensaron; para Jonny Steinberg, por sus valiosas sugerencias editoriales; para los editores, que han debido soportar mis muchos y exi- gentes requisitos, especialmente para Will Sulkin y Rowena Skelton-Wallace de Chatto and Windus, y Deborah Tegarden de Princeton University Press; para Samuel Guttenplan, por su apoyo y til consejo; y finalmente, para mi familia (a quie- nes sin darme cuenta no he mencionado anteriormente) por soportar la extrafia forma de autoaislamiento que caracteriza a mi profesién. Espero que sea superfluo agregar que la gran deuda la he contraido con el mismo Isaiah Berlin, por con- fiarme la tarea més satisfactoria que un editor pueda ansiar, y por darme completa libertad para llevarlaa cabo. HenryHArpy Wolfson College, Oxford mayo de 1998 I EN BUSCA DE UNA DEFINICION Praia esperarse que comenzara, 0 que intentara comenzar, con alguna definicién del romanticismo, o al menos, con algu- na generalizacién que aclarara qué entiendo por éste. Pero no pretendo entrar en tal trampa. Ya el sabio y eminente profesor Northrop Frye sefiala que cuando alguien se embarca en una generalizacién sobre el tema, aun en algo tan inocuo como de- cir, por ejemplo, que nacié entre los poetas ingleses una actitud nueva ante la naturaleza —digamos, por ejemplo, en Words- worth y Coleridge por oposicién a Racine y Pope—, no faltara quien presente evidencia contraria basindose en los escritos de Homero o Kalidhasa, en las epopeyas arabes preislamicas, en la poesfa espafiola medieval y, finalmente, en los propios Racine y Pope. Por esta razén, no pretendo generalizar sino expresar de algtin otro modo lo que concibo como romanticismo. La literatura sobre el romanticismo es mas abundante que el romanticismo mismo, y la literatura encargada de de- finir de qué se ocupa esta literatura es, por su parte, verdade- ramente voluminosa, Existe una especie de pirimide inverti- da, Se trata de un tema peligroso y confuso en el que muchos han perdido, no dirfa su sano juicio, aunque sf su propio senti- do de direccién, Esta situacibn es comparable a esa caverna oscura descrita por Virgilio, donde todas las pisadas iban en una tinica direcci6n; o a la caverna de Polifemo, donde aque- Uos que allf se internaban parecian no emerger nunca. Luego me embarco en este tema con algo de temor. To Las saicas oe nonawricssno La importancia del romanticismo se debe a que constitu- ye el mayor movimiento reciente destinado a transformar la vida y el pensamiento del mundo occidental. Lo considero el cambio puntual ocurrido en la conciencia de Occidente en el curso de los siglos x1Xy xx de mas envergaduray pienso que todos los otros que tuvieron lugar durante ese periodo parecein, en comparacién, menos importantes estar, de todas maneras, profundamente influenciados por éste. La historia, no s6lo del pensamiento, sino de la conciencia, la opinion y también de la accién; la historia de la moral, la po- Iitica y la estética es en gran medida una historia de modelos dominantes. Cuando analizamos una civilizacién en particu- lar descubrimos que sus escritos més caracteristicos, y sus otros productos culturales, reflejan un patron de vida espect- fico que rige a los responsables de dichos escritos, pinturas o producciones musicales particulares. Comprendemos, enton- ces, que para identificar una civilizacién, para concebir el tipo de civilizacion que es, y para entender el mundo en el que pensaron, sintieron y actuaron aquellos hombres, es impor- tante intentar, en la medida de lo posible, aislar ese patron dominante por el que se rige dicha cultura. Consideremos, por ejemplo, la filosofia ola literatura griega de la era clésica. Si analizamos la filosofia de Platén, por ejemplo, descubri- mos que el autor se ve dominado por un modelo de pensa- miento geométrico o matematico. Vemos claramente que su Iinea de pensamiento est condicionada por la nocién de que existen verdades axiomiticas, cristalinas e inquebrantables de las que es posible, gracias a una logica severa, deducir ciertas conclusiones absolutamente infalibles. Resulta evidente que es posible alcanzar este tipo de saber absoluto por un méto- do especial, recomendado por él; que existe un conocimien- to absoluto del mundo, y que de poder acceder a é! —del que la geometria, es decir, la matematicaen general, es su ex- presion més cercana, su paradigma més perfecto—, podrfa- mos organizar nuestras vidas en funci6n de este saber, de es tas verdades, de una vez y para siempre, de modo estiticoy sin necesitar cambio futuro. Asi, podria esperarse que todo sufi 20 owas Besa miento, toda duda, toda ignorancia, toda forma de vicio 0 lo- cura humana desaparecieran de la tierra. Lanoci6n de que hay en algtin lugar una vision perfecta, y de que solamente se necesita para alcanzar dicha verdad cierto tipo de disciplina severa, o cierto tipo de método andlo- g0, de algiin modo, a las frias y aisladas verdades matematicas, afecta a una gran cantidad de otros pensadores del periodo posplaténico. Sin duda, afecta al Renacimiento, que sostenia ideas similares; a pensadores como Espinosa; a pensadores del siglo xvut y xrx también, quienes crefan posible llegar a algiin tipo de conocimiento, que aunque no absoluto, fuera de to- das maneras casi absoluto, y arreglar, gracias a éste, el mundo, creando un orden racional en el que la tragedia, el vicio y la estupidez —causantes de tanta destruccién en el pasado— pudieran ser finalmente evitadas gracias al uso de informa- cién cuidadosamente adquirida y a la aplicacién de una ra- 26n universalmente inteligible. ‘Me he referido a un tipo de modelo ofreciéndolo, simple- mente, a modo de ejemplo. Estos modelos comienzan invaria- blemente por liberar a la gente del error, de la confusion, de alguna realidad ininteligible que la gente intenta explicarse gracias ellos. Casi invariablemente, sin embargo, ellos termi- nan por esclavizar a estas mismas personas, al no poder dar cuenta de la experiencia en su totalidad. Los modelos se ink cian, entonces, como liberadores y terminan funcionando despéticamente. Analicemos otro ejemplo: una cultura paralela durante un period similar, la de la Biblia, la de los judfos. Encontraremos un modelo dominante completamente distinto, un conjunto de ideas diferentes que hubieran sido incomprensibles para Jos griegos. La nocién en la que se origina el judaismo y el cris- tianismo es, en gran medida, la de la vida en fai laciones entre padre e hijo, y tal vez también de las de miem- bros de una tribu con otra. Estas relaciones fundamentales por las que se explican la vida y la naturaleza—el amor de los. hijos por el padre, la hermandad entre los hombres, el per dén, los mandatos de un superior dirigidos a un inferior, el a Las nalces bet ROMANTICIBNO sentido del deber, la transgresi6n, el pecado y su consecuen- te necesidad de expiacién—; todo este complejo de cualida- des, por el que se explicarfa la totalidad del universo segtin los creadores de la Biblia, y también segiin aquellos que en gran medida se ven influenciados por ésta, habria sido fran- camente incomprensible para los griegos. Consideremos un salmo bien conocido donde el salmista dice: “Cuando Israel salié de Egipto [...] la mar lo vio y huy6, retrocedié el Jordan, los montes brincaron lo mismo que car- neros, ylas colinas como corderillos”, y se le ordené ala tierra: “Tiembla [...] ante la faz del Dios de Jacob”, Esto habria sido incomprensible para Plat6n o Arist6teles, ya que la idea de un mundo que responde personalmente a las érdenes del Sevior, la noci6n de que todas las relaciones, tanto animadas como inanimadas, han de ser interpretadas bajo la forma de relacio- nes humanas, lo que es lo mismo, entre personalidades, en un caso, divinas, en otro humanas, constituye una concepcion de lo divino y de su vinculo con la humanicad muy alejada de Ja griega. De aqui la ausencia entre los griegos de la nocion de obligacién, la ausencia de una nocién de deber tan dificil de comprender por aquellos que leen a los griegos bajo una len- te influenciada, en parte, por la tradicién judia. Permftaseme intentar explicar cudn extrafios pueden ser los diferentes modelos, ya que esto es importante para trazar la historia de estas transformaciones de conciencia. Han acon- tecido consiclerables revoluciones en la perspectiva general de la humanidad, que han sido, a veces, dificiles de volver a lo- calizar debido a que las suprimimos interpretindolas como, algo familiar. Giambattista Vico —el pensador italiano que prosperé a principios del siglo xvm1, si puede acaso atribuirsele prosperidad a un pensador totalmente olvidado yabandonado en la pobreza—ha sido el primero, tal vez, en hacernos notar la extraiieza de las culturas antiguas. Este sefiala, por ejemplo, que en la cita “Jovis omnia plena” (“Todo esta lleno de Iovis") terminacién de un hexametro latino perfectamente conocido, se dice algo no del todo comprensible para nosotros. Por un. lado, Jaipiter o Iovis es una gran divinidad barbuda que lanza 22 ssaust Bese truenos y rayos. Por otro lado, se dice que todo —omnia— est “leno de” este ser barbudo; algo que no es inteligible. Vico sefiala entonces, con imaginacién y sentido, que la vision de estos pueblos de la antigtiedad, tan alejados de nosotros, debe haber sido muy diferente de la nuestra para que hayan sido capaces de concebir a su dios no s6lo como gigante bar- budo imperando sobre dioses y hombres, sino también como algo de lo que la totalidad de los cielos podria estar llena. Observemos un ejemplo més familiar. Cuando Aristételes en la Erica a Nicémaco discute la cuestién de la amistad, éste sefiala —de modo bastante sorprendente para nosotros— que existen varios tipos de relaciones amistosas. Hay una amistad, por ejemplo, que consiste en una forma de locura apasionada de un ser humano por otro; y otra en relaciones de negocio, de comercio, de compra y venta. El hecho de que para Arist6teles no sea nada extrafio decir que existen dos ti- pos de amigos, que hay gente cuya vida esta enteramente brin- dada al amor, o lo que es lo mismo, cuyas emociones estan empenadas en el amor, y por otro lado, hay gente que vende zapatosa otra, y que ambas son especies de un mismo género, es algo alo que nosotros, ya sea como resultado de la cristian- dad, o del movimiento roméntico, o de cualquier otra indo- Je, no podemos acostumbrarnos con facilidad. Ofrezco estos ejemplos para exponer, simplemente, que es- tas culturas de la antigiedad son mas extrafias de lo que pensa- mos, y que han ocurrido transformaciones mucho mas pro- fundas en la historia de la conciencia humana que las que podria ofrecer una lectura no critica y ordinaria de los clas cos. Existen, desde ya, muchos otros ejemplos, El mundo puede concebirse orgdnicamente —como un arbol, en el que cada parte vive para y a través de las demas— o mecani- camente, tal vez como resultado de algtin modelo cientifico, en el que las partes se relacionan externamente yen donde el Estado, o cualquier otra institucién humana, es concebida como una maquina destinada a promover la felicidad o a pre- venir que la gente se haga daiio mutuamente. Estas concep- ciones de vida son muy diferentes, pertenecen a climas de 23 Las nadcas DEL ROMANTICISM opinion divergentes y se ven influenciadas por distintas con- sideraciones. Lo que sucede como regla general es que algtin t6pico gana ascendencia —digamos, por ejemplo, la fisica o la quimi- ca— y, como resultado de la enorme influencia que ejerce so- bre la imaginacién de su generaci6n, se aplica también a otros campos. Esto ha ocurrido con la sociologia en el siglo x1x y con la psicologia durante el nuestro. Mi tesis es que el mov miento romantico ha sido una transformacién tan radical y de tal calibre que nada ha sido igual después de éste. Es en esta afirmacién en la que deseo concentrarme. eDénde tomé impulso el movimiento romantico? Cier- tamente, no ha sido en Inglaterra aunque, sin duda, técnica- mente nacié allf; esto es lo que dirén todos los historiadores. De todos modos, no es allf donde se present6 en su forma mas dramética. Surge aqui la pregunta: cuando me refiero al romanticismo estoy resefiando algo que ocurre histérica- mente, como parezco sugerir, o es tal vez un marco mental permanente no exclusive ni monopolizado por una época en particular? Herbert Read y Kenneth Clark! han tomado esta ‘iltima posicién. Segtin ellos, el romanticismo constituye un estado de conciencia permanente que puede encontrarse en cualquier lugar. Kenneth Clark lo localiza en algunas lineas de Adriano; Herbert Read nos provee de una gran cantidad de ejemplos, El barén Seilliére, que ha escrito abundantemen- te sobre el tema, cita a Platén, a Plotino, al novelista griego Heliodoro y a muchos otros autores que han sido, segiin él, escritores roménticos. Pero yo no deseo entrar en esta cues- tién, aunque pueda ser cierta. El tema que yo deseo tratar est confinado en el tiempo. No propongo ocuparme de una ac- titud humana permanente sino de una transformacion par- ticular ocurrida en el tiempoyy que atin nos afecta hoy. Quiero limitar mi atencién a lo ocurrido durante el segundo tercio del siglo xvmy que no tuvo lugar en Inglaterra ni en Francia aunque sf, en gran parte, en Alemania. 2 Ambos ponentes de las Mellon Lectures en el pasado. saust Besuaw La vision tradicional del cambio hist6rico y de la historia en general nos da cuenta de esto. Comenzamos con un ele- gante dix-huitiéme francés, en el que todo empieza siendo tran- quilo y suave, obedeciéndose las reglas en la vida y en el arte, existe un avance general de la raz6n, progresa la racionalidad, se retira la Iglesia y la sinraz6n cede a los ataques prodigados por los philosophes Franceses. Hay paz, hay calma, hay construc- ciones elegantes, se cree en la aplicacin de la raz6n universal tanto en cuestiones humanas como en la prictica artistica, en la moral, en la politica, en la filosofia. Entonces, se da una inva- sin stibita y aparentemente inexplicable. Surge repentina- mente una erupcién violenta de la emoci6n, del entusiasmp. Las personas comienzan a interesarse por los edificios géticbs,., por la introspeccién. La gente se vuelve sibitamente neurética, y melancélica; comienza a admirar el arranque inexpfica- ble del talento espontaneo. Hay una retirada general dqaquel estado de cosas vidrioso, simétrico y elegante. Al mismortiem- po, ocurren también otros cambios. Estalla una gran revolu- cion; hay descontento; se decapita al rey; comienza el terror. No resulta del todo claro qué tienen que ver estas dos re~ voluciones entre sf. Cuando leemos Ja historia, tenemos la sensaci6n de que algo catastr6fico ocurrié hacia fines del si- glo xv Al principio, las cosas parecian desarrollarse de mo- do comparativamente tranquilo; luego, ocurrié una estrepito- sa ruptura, Algunos le dan una buena acogida, otros la denuncian, Estos tiltimos suponen que ésta ha sido una edad elegante y pacifica: aquellos que no la vivieron, diré Talley- rand, no conocieron el verdadero plaisir de vivre. Otros dicen que se trat6 de una edad artificial e hipécrita, que la revolu- ci6n introdujo un ambito de mayor justicia, humanidad, liber- tad, de mayor comprensién del hombre por el hombre. Haya sido del modo que fuere, la cuesti6n es la siguiente: cual es la relaci6n entre esta revoluci6n roméntica —esta repentina en- trada en los émbitos del arte y la moral de una actitud nueva y turbulenta—y aquella que tipicamente se conoce como la Re- voluci6n Francesa? ¢Fueron los que danzaron sobre las ruinas de la Bastilla, aquellos que decapitaron a Luis XVI, los que se ors Las aul pet onweTiCso vieron afectados por ese impetuoso culto al talento, por esa precipitada invasion de emocionalismo de la que se nos habla, © por ese repentino desorden y turbulencia que inundé el mundo de Occidente? Aparentemente, no. Esta claro que los principios bajo los que se llevé a cabo la Revolucién Francesa fueron los de la raz6n universal, del orden, de la justicia; prin- cipios en absoluto conectados con aquel sentido de unicidad, de profunda introspeccién emocional, de diferencia de las co- sas, de disimilitudes mas que de similitudes, con los que se asocia usualmente al movimiento romantico.

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