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Esta situación no es nueva; al contrario, ha sido constante durante muchos años. Y la respuesta
gubernamental, según Guillermo Van Zeeland, sacerdote y miembro del grupo Cambalache,
siempre es la misma.
“Las promesas siempre son las mismas. Prometen trabajos, prometen atención médica,
prometen… todo. Vienen con máquinas grandes, vienen con televisión, vienen con videos, con
periódicos y, con todo eso, hacen una propaganda como si fuera que siempre han estado
atendiéndolos con médicos y todo, y saben que no es así. Y saben que no lo van a hacer en un
futuro tampoco; en una semana ellos ya no van a estar. Esto es lo que se repite”.
La historia se repite
En mayo de 1999 seis niños waraos del sector Cambalache, y algunos provenientes del Delta
Amacuro, murieron de desnutrición. La respuesta gubernamental: limpieza del área donde habitan
los waraos, operativos médicos de vacunación y chequeo general, promesas de construcción de
mejores viviendas y puestos de trabajo, abastecimiento de alimentos y, sobre todo, aseveraciones
de que la muerte de los niños no fue por desnutrición.
Este olvido evidente de las promesas emitidas por el despacho público generó, 12 años después, la
repetición de la tragedia. Por esta razón, el padre Van Zeeland, sacerdote de Cambalache, asegura
que para ayudar a los pueblos indígenas de este sector se debe, además de cumplir con las
promesas planteadas, conciliar una solución en la que la comunidad nativa intervenga.
“Cada año mueren niños de hambre por desnutrición en el mes de junio, que es cuando hay la
temporada de lluvia. En esta, ellos (los Waraos) vienen del Delta y se ubican al lado de los ríos,
donde está la comunidad, y allí mueren los niños. Esto se repite cada año. Este año se ha
adelantado la temporada de lluvia por esto han muerto estos niños en esta fecha (…) Siempre con
cada cambio de político se quiere cambiar eso; pero no lo han logrado. Yo no estoy negando el
hecho de que hicieron el intento. Yo estoy reclamando que no siguen, como si todo ya estuviera
solucionado, y tapan las cosas”.
“(Manuel) Maurera, (director del Distrito Sanitario), está diciendo que siempre ha asistido a los
indígenas con atención médica, y simplemente no es así. Yo tengo que llevar siempre a toda esta
gente al hospital, si él los hubiera atendido, como dice, ningún niño hubiera muerto. Cuando ellos
(los indígenas) van al módulo, les llenan la mano con papelitos. Ellos no sólo no saben leerlos; sino
que no tienen dinero para comprar la medicina”.
El sacerdote destacó que las autoridades, en el caso actual, han tratado de desviar la
responsabilidad de las muertes a las familias de los niños, pero “la verdad es que la culpa es de
ellos por no ayudarlos”. Explicó que las comunidades que se trasladan desde el Delta Amacuro lo
hacen por una necesidad evidente: hambre.
“Ofrecen trabajo, pero no dan salario. Los indígenas se han convertido, de nuevo, en espectadores
de una política de apariencias. Ahora han cambiado la cara de los waraos, pero no sus vidas. Ellos
siguen sacando de la basura su ropa y sustento. Otros, los que estaban en la orilla, más de 100
indígenas, simplemente los han devuelto al Delta”.