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5. SUJETOS DE LA INFORMACION

5.1. EL DERECHO DE LOS SUJETOS

El derecho de los sujetos est‡ muy sedimentado tanto legislativa como doctrinariamente. Su principio
rector es de universalidad: en 'toda persona' no cabe excepci—n:..las personas f’sicas o individuales,
jur’dicas o morales, son titulares del derecho a la informaci—n.

Toda aquella protecci—n constitucional del derecho a la informaci—n, la libre constituci—n de empresas
informativas, la exigibilidad jur’dica del deber oficial de informar, la libertad interna de la empresa
informativa, la salvaguardia a la libertad de los informadores, son instrumentos necesarios para servir
mejor al destinatario de la informaci—n. Las normas que de algœn modo discriminan a determinados
grupos de sujetos, lo hacen porque son sujetos criteriol—gicamente dŽbiles y el Derecho tiene la obligaci
—n de potenciar sus posibilidades de lograr un desarrollo normal: la exigencia de una m’nima edad para
asistir a una pel’cula de cine, por ejemplo.

Pero existe tambiŽn una discriminaci—n social en cuanto al costo de acceso, tanto para lograr la difusi—n
de las propias opiniones e informaciones, como para obtener la posici—n de receptor de un espect‡culo o
un impreso.
Adem‡s en el plano internacional, donde los estados tambiŽn son sujetos del derecho a la informaci—n,
existe la discriminaci—n de los oligopolios informativos transnacionales que origina un flujo unidireccional
de las informaciones, colonizando culturalmente a los estados m‡s dŽbiles econ—mica e
informativamente, y que repercute necesariamente en la vulneraci—n de Žste derecho para los ciudadanos
de los estados. Y Žstas discriminaciones se dan porque, como derecho humano, el de la informaci—n
encuentra su verdadero sentido en un contexto social, y por ello s—lo resulta viable cuando otros derechos
y aspiraciones sociales se ejercitan libremente: el derecho de reuni—n, de asociaci—n, de educaci—n, de
participaci—n etc., tanto en la comunidad estatal como en la internacional.

5.2. SUJETO UNIVERSAL

Que el destinatario de la informaci—n sea el hombre-persona-humana, fundamenta el enfoque de la


informaci—n bajo el lente jur’dico y permite ver que si comunicacionalmente el proceso informativo lo
desencadena el emisor, jur’dicamente es el receptor quien lo inicia, pues es quien est‡ facultado para
exigirlo. Por ello el derecho de la informaci—n debe estar constitu’do como salvaguardia activa y pasiva
del derecho a la informaci—n, pues es tanto derecho a informar como a ser informado, tanto deber de
informar, como de informarse.

El sujeto universal tiene as’, no s—lo la titularidad del derecho sino tambiŽn la atribuci—n de un deber
frente a la informaci—n, tal como concluye el profesor Soria, citado en el cap’tulo cuarto al referirnos a
las formulaciones de la ciencia jur’dica-informativa: su exigencia no es s—lo en ejercicio de su derecho
sino tambiŽn en cumplimiento de su deber de participaci—n.

Pero ante quiŽn ha dirigirse el pœblico para reclamar la entrega de aquello a lo que tiene derecho, aquello
que se le debe? La contraparte es indeterminada pero determinable: "corresponde satisfacer el derecho del
sujeto universal, a todo aquel que posee aquello que a dicho sujeto le pertenece: la informaci—n"58 .

Desde Žste ‡ngulo, a partir del momento en que alguien es portador de una informaci—n obtenida en raz—
n de su desempe–o profesional o empresarial, debe considerarse deudor de todo aquel que no la posee,
pues nace en Žse momento una relaci—n de justicia: la relaci—n iusinformativa, compuesta por dos
relaciones b‡sicas: la profesional, que enlaza al empresario de la informaci—n con el sujeto cualificado, y
sirve de medio para la otra relaci—n principal, que liga al empresario y al profesional de la informaci—n
con el pœblico.

Este pœblico es la raz—n para que la relaci—n iusinformativa profesional haya de articularse segœn la
funci—n social que la informaci—n desempe–a, y con la estructura que tiene el derecho humano a la
informaci—n, puesto que ha de ser un pœblico humanizado. 59

Segœn Desantes, el pœblico-masa es un destinatario inerte de la informaci—n; s—lo cuando sacude la


inercia y toma posici—n, deja de ser masa para convertirse en pœblico: en una comunidad de individuos.
S—lo el individuo que piensa libremente puede formarse opiniones sobre los hechos; y s—lo en la medida
en que varios individuos coincidan en una opini—n y quieran expresarla, la fuerza de todos ellos es mayor
que la de sus fuerzas individuales. Pero Žsta coincidencia no es espont‡nea sino posible en la medida en
que se garanticen los derechos de reuni—n y de asociaci—n, los cuales resultan as’ complementarios del
derecho a la informaci—n. 60

Surge as’ la opini—n pœblica como una fuerza social, colectiva y difusa, cuyo objeto viene determinado
por los problemas que despiertan el interŽs general, y cuyo contenido s—lo puede consistir en principios
generales y f‡cilmente comprensibles, puesto que es una manifestaci—n activa y vinculada a la discusi—n.
Por eso se ha dicho que la opini—n pœblica es una obra pol’tica infiel, esencialmente movible y variable,
pues se basa en la actualidad y en el dinamismo de los hechos.61

As’ que para que los medios masivos contribuyan a formar en las multitudes las actitudes y los
comportamientos que corresponden a hombres libres y responsables, habr’a que empezar por programar los
medios a partir de los principios derivados del derecho a la informaci—n, puesto que en el proceso
informativo, la problem‡tica que plantea la recepci—n de los mensajes es tan importante como la intenci—
n y el prop—sito del emisor: no se puede desconocer el poder de los medios informativos para deformar,
atrayendo la atenci—n sobre materias secundarias e intrascendentes.

Pero debemos reconocer que es muy dif’cil estructurar perfectamente en nuestros d’as la presencia activa de
los receptores en sus medios habituales de informaci—n; ella no pasa de ser todav’a incipiente como el
derecho de rŽplica (rectificaci—n, en Colombia), las cartas a la direcci—n y una preocupaci—n en
diversas legislaciones por evitar presiones indebidas y antisociales de los mass media. Sin embargo, s’ se
puede desarrollar una mentalidad democr‡tica en los individuos y en las sociedades inferiores en el punto
de su actitud ante la informaci—n y sus instrumentos, as’ sea para llevar a tomar conciencia de los peligros
del uso indiscriminado de la informaci—n, la cual en exceso es simple instrumento de distracci—n, un
"producto industrial para el consumo masivo, ya que su car‡cter uniforme y su tendencia a apoyar el
rŽgimen establecido logran una conformismo econ—mico y pol’tico favorables al sistema, y
particularmente a la empresa capitalista".62
Ha de tenerse en cuenta tambiŽn que el hecho de consolidar el derecho de los lectores puede traer un doble
recelo: que merme la leg’tima autonom’a de las empresas y redacciones, y que otorgue al poder estatal un
pretexto para aumentar su intervenci—n a la prensa. Por esto, segœn el parecer del profesor Desantes63 ,
es preferible ensayar un desarrollo m‡s aut—nomo del derecho a la informaci—n que nazca de la
espontaneidad social y que consolide h‡bitos y costumbres jur’dicas y profesionales: "...Del ‡mbito del
derecho corporativo y profesional de los informadores, del empuje de los organismos de autocontrol de la
prensa (con sus correlativos c—digos deontol—gicos) y del campo de las relaciones jur’dicas privadas,
puede surgir un afianzamento del papel atribu’do a los lectores..."64

En nuestra opini—n, es desde el pœblico donde podr’a surgir una conciencia que lleve verdaderamente a
defender el derecho a obtener una buena informaci—n, creando una asociaci—n de receptores as’ como
existen las asociaciones de consumidores. En definitiva hablar de los derechos de los lectores, del
nacimiento del "quinto poder", la participaci—n y acceso de los grupos sociales a los medios de difusi—n,
— del derecho a la informaci—n del sujeto universal, es situar al pœblico como eje central de los procesos
informativos, en un cambio radical que supera anteriores protagonismos de gobierno y empresas, editores
y periodistas.

5.3. SUJETO CUALIFICADO

Como el ciudadano comœn no alcanza a conocer la realidad social totalmente por s’ mismo, hay un
mediador experto en poner en forma de mensajes tanto la realidad externa como interna del hombre, quien
transmite Žsa realidad actuando no en nombre propio, sino en nombre de quienes tienen derecho a la
participaci—n.

Aquel car‡cter de medio que posee la relaci—n iusinformativa profesional, tal como dijimos en el cap’tulo
anterior, exige garantizar la independencia ideol—gica del periodista, y es lo que explica la existencia de
las singularidades que deben adornar el contrato de trabajo informativo (la cl‡usula de conciencia en
algunas legislaciones, por ejemplo, que autoriza al periodista para rescindir su contrato en caso de que el
cambio de orientaci—n de su peri—dico suponga un atentado a su honor, a su reputaci—n o a sus intereses
morales), as’ como la relaci—n del director con la empresa, que no es estrictamente de obediencia.

Tanto para los periodistas como para los medios, el poder de informar es poder de servir.

Como profesional, el periodista realiza una tarea retibu’da que le vincula a la empresa de la cual depende
econ—micamente. Pero en el plano Žtico-jur’dico, se dice que la obediencia debida a la empresa no ha de
limitar la libertad y la dignidad del periodista, ni el fin social y pœblico de la informaci—n.

Adem‡s, Žsta relaci—n del profesional con la empresa informativa supone el respeto a los derechos
morales del autor sobre su obra, porque cuando el informador es contratado por la empresa no enajena su
derecho de autor: enajena la posibilidad de difundir en un peri—dico o en un programa de la radio o la
televisi—n, pero conserva todos los dem‡s derechos de autor sobre aquel mensaje al cual ha dado forma.
(El derecho de autor y de inventor, en cuanto es considerado uno de los derechos de la personalidad, se
identifica con Žstos s—lo en su aspecto personal no patrimonial -denominado derecho moral de autor-.65 .
En cuanto tal, es un derecho intransmisible, irrenunciable e imprescriptible. -En el cap’tulo seis, tema del
Principio de individualidad, se mencionan algunas facultades de Žste derecho moral de autor, aunque Žste
principio no obtiene desarrollo en el presente trabajo-.)

Como autor, el informador tiene b‡sicamente tres tipos de responsabilidad: la jur’dica, la social y la
responsabilidad moral.

5.3.1. Responsabilidad jur’dica. En el campo de la informaci—n debe ser a posteriori del acto informativo,
nacida de la infracci—n a las normas legales puesto que no son justas ni Žticas las medidas preventivas:
jur’dicamente, porque la censura va en contra del derecho a la informaci—n al impedir su libre ejercicio:
reconocer un derecho y obstaculizando en la pr‡ctica, es negarlo. Eticamente, porque las medidas a priori
adormecen el sentido Žtico del los informadores.

Las œnicas medidas admisibles en el derecho a la informaci—n son las medidas represivas -a posteriori-, y
Žsta responsabilidad que de all’ surge, puede ser de tres clases:

-Penal: Durante el proceso informativo de investigar, recibir y difundir, los profesionales de la informaci
—n y los medios mismos pueden ser agentes o instrumentos en la comisi—n de delitos como los de p‡nico
econ—mico, violaci—n de comunicaciones, divulgaci—n y empleo de documentos reservados, injuria,
calumnia, terrorismo y otros. Para algunos de Žstos delitos, la utilizaci—n de los medios de comunicaci—
n social constituye circunstancia de agravaci—n punitiva (injuria y calumnia).

-Administrativa: infracci—n a los procedimientos y requisitos que la administraci—n exige para garantizar
el bien comœn y hacer respetar el derecho a la informaci—n. Estas normas administrativas deben limitarse
a proteger el derecho humano a la informaci—n, sin constituir un obst‡culo del poder pol’tico respecto a la
informaci—n. En concepto del profesor Desantes66 , la responsabilidad administrativa que se refiere a la
administraci—n no es admisible, pues la administraci—n pasa a ser juez y parte de la infracci—n
cometida.

-Civil: resarcimiento del da–o: a veces proviene de la responsabilidad penal y otras, se produce da–o sin
haber il’cito punible configur‡ndose una responsabilidad extracontractual.

5.3.2. Responsabilidad social. Tiene su fundamento en el car‡cter esencialmente social de la informaci—


n, y en el papel asignado a los medios y a los profesionales como mediadores de la sociedad. Es un tipo de
responsabilidad que deriva en el prestigio del medio o del informador, pues el cumplimiento de los deberes
propios de la profesi—n y de los fines del derecho a la informaci—n, tiene consecuencias entre el pœblico:
la credibilidad es el patrimonio intangible en Žste campo, y tiene consecuencias de tipo informativo y econ
—mico.

5.3.3. Responsabilidad moral. Se da en conciencia, pues s—lo hay responsabilidad moral si hay alguien
que examine y responda como ser humano y como informador: segœn el tratadista Desantes67 , existe la
conciencia (cum-ciencia: con-conocimiento), porque hay la posibilidad de conocer el valor Žtico de las
acciones, de distinguir la acci—n buena de la acci—n mala.

La conciencia es la regla inmediata de los actos: norma œltima de acuerdo con la cual se actœa, en donde
se aplica un principio Žtico a un hecho, y se toma una decisi—n particular que corresponde al
entendimiento pr‡ctico (la Žtica es la praxis iluminada por la reflexi—n). Permite al hombre actuar en
libertad, porque supone optar por el bien, que es lo que hace libre al hombre al hacerlo cada vez m‡s
perfectible.

Pero el que sea la conciencia la norma inmediata de la acci—n, impone que estŽ bien formada. La formaci
—n de la conciencia implica que se halle regida por otras reglas superiores -mediatas de los actos-, porque
la conciencia no es la que define lo que es bueno o malo sino que aplica la norma, y en cada momento
decide c—mo debe actuar.

Dos son los principios superiores de la conciencia: -la virtud, entendida como la voluntad constante y la
disposici—n para las acciones conformes a la ley moral y, por encima del virtud, -la norma: el principio
Žtico o moral, que es el principio del bien.

En materia informativa, el bien es el principio de justicia o principio de comunicaci—n; cuando la


conciencia no est‡ formada con arreglo a esa norma Žtica, la conciencia es err—nea, y la responsabilidad
del profesional est‡ en no haber formado la conciencia segœn la norma.
El acto informativo es un acto de justicia porque da a cada cual lo que es suyo: el mensaje; y al ser la
justicia una virtud moral, el acto informativo debe ser un acto Žtico. Por eso la informaci—n es injusta
cuando no produce una autŽntica comunicaci—n; cuando incomunica.

Debemos tener en cuenta, entonces, que la simple posesi—n de la habilidad para desempe–ar el oficio no
convierte al informador en un profesional competente; a veces, la incompetencia viene de una deficiencia
moral y no simplemente de una falta de rigor pr‡ctico.

En los c—digos de Žtica period’stica se han tipificado unas normas decantadas de la conciencia de los
informadores y de su experiencia, especificando no s—lo lo que las leyes dicen, sino tambiŽn lo que las
leyes no dicen y dando soluci—n a situaciones que la ley no contempla. Estos c—digos se han producido
de manera bastante natural y m‡s abundante que en otras profesiones, como una situaci—n intermedia
entre la norma de Žtica comunicativa y la conciencia de los informadores. TambiŽn son algo intermedio
entre la ley positiva y la realidad informativa de cada profesional, y sirven de base normativa para los
sistemas de autocontrol; pero no tienen el poder coercitivo de la norma jur’dica, aunque evitan la
intervenci—n del estado en un tema en el cual los informadores se han mostrado celosos, por considerarlo
angular para su libertad de informar. De otro lado, los c—digos de Žtica son necesarios s—lo cuando hay
libertad de informar, porque en medio de la censura nadie es responsable: sin sentido de libertad no se
tiene un sentido de responsabilidad.

5.4. SUJETO ORGANIZADO

En la mayor’a de los pa’ses, la funci—n informativa se desarrolla principalmente en el marco de la


empresa mercantil: es un comercio y una industria que elabora el producto que vende.
Tal dimensi—n mercantil de la informaci—n encierra cuatro operaciones b‡sicas: la bœsqueda de la
noticia, la preparaci—n o adecuaci—n de la informaci—n obtenida, su plasmaci—n en el medio que
ofrece esta informaci—n y la difusi—n en el pœblico.

Cada una de Žsta etapas es desempe–ada fundamentalmente por dos tipos de sujetos organizados: las
agencias y las empresas informativas.
-Analizaremos aqu’ s—lo las empresas-.

Las caracter’sticas propias de la industria informativa es la brevedad del ciclo producci—n-consumo, la


diferenciaci—n entre el empresario o gerente que vende la mercanc’a y la redacci—n que asegura el
negocio informativo (el primero tiene derecho a los beneficios econ—micos porque asume el riesgo
comercial y los segundos tienen derecho a la libertad informativa, porque son responsables de la l’nea del
medio) y, por œltimo, se menciona el hecho frecuente de ser una actividad deficitaria.68

La singularidad de esta organizaci—n mercantil radica en la existencia de una finalidad que trasciende los
prop—sitos estrictamente industriales, al ofrecer un producto de naturaleza intelectual cuya propiedad
recae en su autor, en tanto que los beneficios de su difusi—n recaen en la empresa o agencia que
comercializa la objetivaci—n del material ya in-formado por el periodista: no ser’a posible la informaci—n
sin capital, pero ser’a inexistente sin informadores. Hay que tener presente que el pœblico -a quien se
dirige el servicio-, tambiŽn es una parte econ—mica de la informaci—n.

Esta finalidad œltima tiene claras connotaciones deontol—gicas para la empresa: con ello, conseguir
beneficios econ—micos no es avaricia sino un deber, pero un deber al servicio del deber de informar: por
eso el fin econ—mico y el fin intelectual deben ser realidades complementarias, nunca contrapuestas.69

-Se debe llegar al punto en que lo m‡s rentable es actuar en favor del derecho a la informaci—n: difundir
no tanto lo que el pœblico pide, sino lo que necesita, as’ no sepa pedirlo-.
Las empresas informativas, segœn dice Soria70 , son por su naturaleza empresas ideol—gicas o empresas
de tendencia, como las conoce la doctrina y el derecho Alem‡n. Su fin institucional es difundir unas ideas,
hechos y opiniones espec’ficas.

En cuanto empresa, es una m‡s; pero en tanto que informativa, se distingue de cualquier otra organizaci
—n empresarial, no por aspectos accidentales, sino en raz—n de la especificidad de su objeto y en raz—n
del derecho a la informaci—n, motivo por el cual le afectan plenamente todos los planteamientos que se
hagan acerca de ambos.

La coincidencia de objeto para la empresa informativa y el derecho a la informaci—n, no es inocua: "de


ello se derivan importantes consecuencias jur’dicas"71 : mientras que la empresa tiene como finalidad
informar, el pœblico tiene derecho a ser informado.

Es por Žsto que la empresa informativa ha de ser configurada como un proyecto compartido, integrador de
todas las inteligencias que trabajan en ella, y debe contar en su estructura con los postulados de la
Deontolog’a de la Informaci—n, como una forma de obtener beneficios: "entendida [as’] como una
'empresa del tercer tipo', se concibe centralizada en las decisiones pero abierta a la participaci—n de las
personas para reaccionar positivamente ante las demandas de los consumidores".72

La empresa actœa informativamente por delegaci—n social, general y t‡cita del pœblico contra’da
voluntariamente, y por la cual se obliga a pagar a la sociedad la deuda informativa, -dice el profesor Soria-
pero corresponde a cada empresa fijar con autonom’a y libremente, el modo tŽcnico e ideol—gico de
ejercitar el derecho a la informaci—n, en los tŽrminos y con las modalidades de los principios editoriales
incorporados a la actividad empresarial.73

(En cuanto a la teor’a de la delegaci—n, es bueno aclarar que es una teor’a œtil para explicar las relaciones
existentes entre los sujetos del proceso informativo, pero no debe interpretarse m‡s all‡ de su car‡cter
ilustrativo. Las relaciones entre los sujetos de la informaci—n cobran especial significado es en virtud del
v’nculo de justicia que los une, el cual hemos llamado relaci—n iusinformativa.)

El v’nculo de justicia -relaci—n jur’dica- que une al empresario, el director, los redactores y el pœblico,
incide entonces sobre la libertad informativa de los sujetos organizado y cualificado, entendida ella como
un medio necesario para hacer efectivo el derecho a la informaci—n. Por esto, es propio de toda empresa
ideol—gica y por tanto de las informativas, que sus principios editoriales sean pœblicos y perfectamente
reconocibles, pues son el elemento b‡sico para que exista una unidad intraempresarialmente y con el
pœblico, en torno al verdadero esp’ritu de la empresa.

Incorporado a Žstos principios debe estar el compromiso Žtico del empresario, lo cual le dar‡ la fuerza
moral para demandar de otros un comportamiento Žtico. Esto porque, como dice el profesor Nieto, "es
dif’cil pedir capacidad, independencia, objetividad o informaci—n verdadera a quien est‡ bajo
condicionamientos empresariales y carece de la autonom’a necesaria para el ejercicio profesional
responsable"74

Las empresas informativas pues, deben rendir cuentas no s—lo a sus accionistas y propietarios sino
tambiŽn al pœblico: no es suficiente ganar dinero y servir a los intereses pol’ticos; Žsa no es la finalidad
del trabajo informativo.

5.4.1. Estructura normativa de la empresa. Si se aspira a consolidar la libertad informativa (independencia


de la actividad period’stica y garant’a del derecho a la informaci—n, art 73 y 20 C.N.), es necesario
asegurar previamente la libertad econ—mica de la empresa period’stica.

Para el tratadista Desantes, la empresa informativa tiene como toda empresa un principio: o crece o muere;
no s—lo tiene que compensar gastos de la informaci—n que est‡ dando y de la tŽcnica que emplea, sino
que tambiŽn tiene que obtener beneficios.75 Pero cuando la empresa tiene por objeto la producci—n y
difusi—n intelectual, lo que es el fundamento de la empresa es justamente eso: el elemento intelectual, el
cual ha de dirigir la informaci—n.

Esto es lo que hace necesario establecer unas bases doctrinales en torno a las cuales elaborar un rŽgimen
jur’dico de la empresa, partiendo de la idea de que presenta peculiaridades que deben reflejarse en el
ordenamiento jur’dico. Dice Desantes que Žsto es tan necesario, que ha producido fen—menos como las
sociedades de redactores en Francia, como una superaci—n de la cl‡usula de conciencia, pues son las
sociedades de redactores mismas las que controlan el capital mayoritario de la empresa informativa, o hay
acuerdos con el capital segœn los cuales las sociedades de redactores son las que dirigen el sentido ideol—
gico del peri—dico. Hay varias f—rmulas para Žsto, como son la de crear una sociedad de redactores y
arrendar el peri—dico a nombre de tal sociedad, o hacer un contrato para que la sociedad de redactores se
encargue de la direcci—n ideol—gica del peri—dico, o, la m‡s evidente, en la que el 51% de las acciones
pertenece a los redactores conformados en sociedad. TambiŽn se han constitu’do sociedades de radioyentes
o televidentes, e incluso los consumidores y usuarios se han integrado a los —rganos de autocontrol.
Menciona tambiŽn Desantes a las sociedades de lectores: en BŽlgica hay un peri—dico donde el lector
mismo es quien controla la asamblea general de la sociedad titular: comprar la suscripci—n es comprar una
acci—n; nombran al director, a los redactores, etc.

Dice Xifra Heras:

...Las cuestiones son: las empresas period’sticas deben ser organizaciones de base capitalista, o entes
pœblicos? Reclaman un estatuto propio, o han de regirse por el derecho mercantil comœn? Hasta d—nde
debe alcanzar la intervenci—n de los poderes pœblicos en el seno de las empresas informativas? La actitud
del estado ha de ser abstencionista, organizadora, controladora o directora? Cu‡l ha de ser el rŽgimen
relativo a la fundaci—n, propiedad, administraci—n y control de la empresa period’stica?...
...Legislativamente hay definirse: se debe adoptar una forma jur’dica determinada, o es preferible que la
empresa informativa se pueda constituir y funcione bajo cualquiera de las formas establecidas por el
derecho?. Habr’a que ver hasta d—nde la variedad de formas ser’a un obst‡culo en la aplicaci—n de los
tr‡mites que intenten asegurar la funci—n social de la empresa.76

En concepto del profesor Desantes, deber’a existir una gran libertad y variedad en las formas de propiedad
de los medios y en su modo de creaci—n, que comprendiera desde la propiedad personal hasta la sociedad
an—nima capitalista; desde cooperativas de periodistas hasta asociaciones de lectores; desde sociedades
de redactores hasta sociedades de suscriptores, siempre buscando en todas Žstas formas de empresas y de
propiedad, que los contratos de trabajo y las convenciones colectivas con los periodistas que laboran all’,
garanticen la Žtica y la libertad profesional.77

Si se seleccionara una sola figura jur’dica, la legislaci—n deber‡ decidir cu‡l ser’a la m‡s conveniente: un
tipo de sociedad mercantil o una entidad corporativa:

...En Francia, en 1936, se opt— por la Sociedad An—nima cuidadosamente regulada en los aspectos de la
publicidad de los dirigentes, los socios y los fondos; (acciones nominativas con publicaci—n de los
nombres de los accionistas, y publicidad de los nombres de los directivos y los fondos que nutren los
presupuestos y singularmente, de los que sirven para cubrir los dŽficits) tambiŽn con la vinculaci—n de
los grupos sociales culturalmente solventes y con la exigencia de guardar fidelidad a los prop—sitos
fundacionales. ...La federaci—n Nacional de Prensa Francesa postul— desde 1946, las "sociedades an—
nimas con participaci—n moral", en donde un grupo de accionistas fundadores, redactores y empleados
que encarnen el esp’ritu ideol—gico y de orientaci—n, posee colectivamente el 51% de las acciones en
calidad de totalmente liberadas y, el 49% restantes, para los socios de capital. Que el servicio sea por
concesi—n, como la televisi—n y la radio, no importa al hecho de que la empresa sea configurada como
sociedad an—nima.
...En Espa–a se ha propuesto que el director y los consejeros de redacci—n dispongan de la mitad del total
de los votos en las juntas generales.
...El Times, por ejemplo, est‡ organizado a manera de instituci—n carente de fin lucrativo, y gobernado
por un patronato compuesto por gente relievante, en su tendencia a valorizar la ideolog’a sobre las
preocupaciones mercantiles. 78
Pero sea cual sea la forma asociativa que se escoja como la mejor para el desempe–o de la actividad
informativa, debe siempre protegerse a estas empresas de las presiones de las fuerzas econ—micas,
pol’ticas y profesionales para garantizar as’ su independencia ideol—gica y la eficacia de sus
responsabilidades.

Constitu’da la empresa, se tiene que permitir un control ejercido por la misma profesi—n, pues la mayor
responsabilidad que va surgiendo, permite sustituir la intervenci—n estatal por el autocontrol. Como el
presupuesto del autocontrol es la conciencia de la profesi—n misma, habr’a que contar con consejos de
prensa o mecanismos semejantes, para las diferentes formas de informaci—n. Pero no hay propiamente
autocontrol sino cuando son los propios productores quienes regulan la producci—n de sus diferentes
medios79 .

En lo que respecta a la concentraci—n monopol’stica de los medios, ella es incompatible con el derecho a
la informaci—n porque unifica los tipos de mensajes y la ideolog’a que en ellos subyace. En la actualidad,
la libertad de fundar medios informativos no debe atribuirse al derecho de propiedad haciendo que resulte
una libertad meramente econ—mica y elitista, sino que ha de ser una libertad que potencie el derecho a la
informaci—n, que permita la pluralidad.

En Žste punto, algunos pa’ses han optado por una legislaci—n general de leyes antimonopolios, y otros,
en el campo espec’fico de la informaci—n. Hay medidas m‡s concretas como las que establecen la
incompatibilidad del director de la empresa para ocupar otros cargos de naturaleza financiera o period’stica,
o la obligaci—n de publicar las relaciones existentes entre las empresas as’ como la lista de personas que
est‡n al frente de las mismas; tambiŽn los recursos de que disponen, las tiradas, los balances, etc... Esto
permite al lector conocer el origen y la tendencia de la informaci—n que recibe... (exigencia en U.S.A.,
Francia, Espa–a).80

A partir de Žste enfoque, la libertad de fundar medios de informaci—n abarca m‡s aspectos que la simple
capacidad econ—mica para hacerlo.

5.5. EL CONTRATO DE TRABAJO INFORMATIVO

La especialidad del contrato de trabajo informativo se origina tanto en su objeto: prestaci—n intelectual,
como tambiŽn en los sujetos: el profesional de la informaci—n y la empresa creada con fines informativos,
que difunde en un medio de comunicaci—n social.

-La especialidad del objeto del contrato de trabajo informativo est‡ dada por la informaci—n, producto del
esfuerzo intelectual del periodista en relaci—n con los mensajes que Žl investiga y crea: su esfuerzo no es
transferible; -el trabajo informativo de un profesional no ser‡ nunca el mismo del de otro, as’ hayan
investigado el mismo tema y adquirido iguales elementos de juicio. Esto es lo que justifica la llamada
cl‡usula de conciencia, como una constataci—n de la libertad ideol—gica e interpretativa que ha de tener
el informador, y determina tambiŽn que la prestaci—n del informador se encuentre regida por las leyes de
derechos de autor y sea posible -si no se establece lo contrario-, que el resultado de la informaci—n -del
cual el informador cede la posibilidad de difusi—n en un nœmero del per’odico o en un programa de radio
o televisi—n-, pueda ser luego recopilada en un libro, sin necesidad de obtener ningœn permiso y siempre
que no establezca una competencia il’cita frente a la empresa contratista.

-En cuanto a la especialidad de los sujetos, las partes de un contrato de trabajo informativo son siempre
dos: el informador profesional y la empresa informativa: cuando una de las dos partes no est‡ cualificada
as’, estamos ante un contrato de trabajo de prestaci—n de servicios u otro cualquiera: es el caso de los
colaboradores, por ejemplo, que tienen un contrato de prestaci—n de obra, puesto que ellos no necesitan
ser profesionales para entregar peri—dicamente una columna de opini—n a una empresa informativa.
Por su parte, las empresas comerciales que contratan comunicadores para su departamento de relaciones
pœblicas, tampoco celebran un contrato de trabajo informativo; ni lo hace la administraci—n, cuando
contrata periodistas al frente de sus oficinas de prensa; ni los candidatos pol’ticos que vinculan periodistas
como jefes de campa–a.

Como aspecto pr‡ctico, para que el ordenamiento interno se ocupe de Žste tipo de contratos laborales,
debe hallarse regulada la profesi—n informativa como tal, y estar esclarecido quiŽn es periodista y quiŽn
no. (art. 26 C.N.). Del mismo modo, la empresa informativa debe encontrarse jur’dicamente definida.

Por su parte, el objeto del contrato de trabajo informativo, determina un trabajo fundamentalmente
cualitativo: no se desarrolla por jornada sino por tarea. Hay entonces, una especialidad establecida por los
sujetos del contrato y otra por el objeto; y ambas especialidades deben ser reflejadas en el contrato laboral.

El contrato de trabajo informativo tiene una trascendencia institucional, pues las figuras y las cl‡usulas
especiales aceptadas por la doctrina Francesa y asimiladas luego por otros pa’ses, se han concebido en el
seno de la figura del derecho a la informaci—n, y han seguido evolucionando como en el caso de las
sociedades de redactores (Francia, 1948), que constituye una superaci—n pr‡ctica de la teor’a de la
cl‡usula de conciencia (Francia, 1935). (Desantes asegura que en Francia el 75% de los peri—dicos
pertenecen a sociedades de redactores81 )

5.6. EL DEBER DE INFORMAR

La profesi—n informativa no se desarrolla en ejercicio del derecho a la informaci—n, sino en desempe–o


del deber de informar. Por Žsto, es un principio Žtico que tiene garantizado su recto cumplimiento a partir
de mecanismos de autocontrol que parten de los c—digos de Žtica y de otras figuras como la del
ombudsman de la informaci—n, asociaciones de lectores, correos de lectores, tribunales de Žtica, etc.
Ha de ser cumplido primordialmente por el profesional de la informaci—n, quien cumple con el derecho a
la informaci—n cuando cumple con su deber de informar, pero tambiŽn es un deber de la empresa
informativa cumplido a travŽs de los derechos y obligaciones que contrae con el periodista que contrata,
pues no es suficiente hablar de la Žtica de los periodistas; debe hablarse tambiŽn de la Žtica de la empresa,
como dice el profesor Soria: "la falta de calidad informativa, el dŽficit de confianza social, el descenso de
credibilidad de la informaci—n se deben a defectos estructurales de las empresas informativas, y a fallos
humanos de los principales actores de la informaci—n..."82 .

Este deber de informar tiene su fundamento en la relaci—n iusinformativa profesional, y se define como el
deber de difundir ideas, hechos y opiniones de interŽs pœblico. En caso de estar afianzado
contractualmente Žste deber (contrato de suscripci—n de publicaciones, contrato de espectador, etc.),
entonces se tratar‡ de la obligaci—n de difundir las ideas, hechos y opiniones de interŽs pœblico que
contractualmente hayan sido prometidas. En Žste caso el deber de informar, que adquiere la tonalidad de
una obligaci—n jur’dica, ha de ser apreciado segœn Soria, in concreto, de acuerdo con el car‡cter, el fin,
el grado de especializaci—n, etc, de la publicaci—n. 83

Entendido el deber de informar como derivado de la relaci—n iusinformativa profesional, es un deber


troncal que tiene dos ra’ces: el derecho del pœblico a recibir informaci—n (mensajes con todos sus
elementos constitutivos) y el derecho del pœblico a investigar y difundir informaci—n, del cual hace
delegaci—n social y t‡cita al informador, porque no tiene la capacidad o los medios para difundir o
investigar.

Como deber profesional, se se–alan dos aspectos -segœn Soria: la existencia de una obligaci—n personal
de actuar, y el hecho de que la fuente de ese deber es la profesi—n.84 Es una apreciaci—n que tiene
implicaciones como veremos, pues la profesi—n period’stica entendida como actividad de servicio ejercida
en calidad de experto, dedic‡ndose en forma habitual y preferente, y por la cual se recibe remuneraci—n,
conlleva un conjunto de deberes previos, coet‡neos y posteriores que determinan el grado de diligencia,
pericia, prudencia y seguimiento de normas exigibles en un periodista.
Por Žsto Soria ha dicho que el origen profesional de los actos excluye que pueda haber actos informativos
sin trascendencia jur’dica alguna, porque nacen de la voluntad expresa o impl’cita de cumplir con el deber
de informar.92

5.5.1. Deberes previos. Como un deber inherente a la condici—n de profesional y exigible


permanentemente, el autor se–ala el deber de autoevaluci—n y capacitaci—n profesional. La autoevaluaci
—n se refiere a la ponderaci—n personal acerca de las aptitudes, condiciones y destrezas que el sujeto ha
de poseer en orden al ejercicio de la profesi—n informativa.

El deber de capacitaci—n se refiere a la adquisici—n, conservaci—n y mejora de las virtudes intelectuales


y morales que requiere la funci—n de informar, como son, la independencia de juicio, la libertad para
buscar la informaci—n y expresar el propio criterio, la prudencia para asumir riesgos, la capacidad de
discernimiento para conducir la pasi—n por la verdad, la cr’tica de los testimonios, la valoraci—n
adecuada de la fuentes, la sensibilidad hacia los verdaderos problemas, el h‡bito intelectual y moral para
calibrar circunstancialmente quŽ sea en concreto el interŽs pœblico, lo verdadero, lo veros’mil o lo falso,
el grado de certeza de los hechos, la escala de valores que juegan a la hora de seleccionar la informaci—n
y difundirla, la discriminaci—n del servicio ego’sta a la propia vanidad o a los peque–os intereses, etc.

5.5.2. Deberes coet‡neos. Un deber tanto previo como coet‡neo, es el deber de perfeccionamiento
personal, traducido en el servicio profesional: sirve el que trabaja con competencia su parte de
responsabilidad asumida en la comunidad humana, pues el servicio se produce cuando una funci—n es
desempe–ada con idoneidad.

Este planteamiento conduce a una consecuencia en el plano jur’dico: la exigencia de responsabilidad a los
informadores se apoya en la medida correspondiente a un 'buen profesional': la prudencia exigible a un
informador profesional no es la propia de un buen padre de familia; lo que puede disculparse en un hombre
de buena fŽ, no se disculpa en un experto en materia de informaci—n.85

5.5.3. Deberes posteriores. Son fundamentalmente dos: el deber de trascender, de participar de sus
reflexiones y experiencias permitiendo el mejoramiento de la profesi—n como servicio, y el deber de
responder.

Aqu’, responder adquiere modalidades pr‡cticas que s—lo tienen sentido por referencia al mundo
profesional informativo, como es el deber de rectificar cuando se comete un error o publicar los escritos de
rŽplica cuando es procedente, el deber de no eludir fraudulentamente la responsabilidad, el deber del
secreto profesional, etc.

5.5.3.1. Respuesta: Rectificaci—n y RŽplica. Dice Gonz‡lez Ballesteros, que aœn antes de la aparici—n
de la imprenta se regula la facultad que toda persona o autoridad tiene de defender su buen nombre o la
licitud de las actividades que realiza, frente a las posibles injerencias e inexactitudes vertidas pœblicamente
en su contra. 86

Los romanos lo conocieron como el ius respondendi y los franceses, como 'droit de rŽponse'87 , de modo
genŽrico. Con el tiempo, el ejercicio de Žste derecho se bifurcar’a en algunos pa’ses en dos ramas: de un
lado, la rectificaci—n, cuando la respuesta se hace por la administraci—n o las autoridades; de otro lado
la rŽplica, cuando se ejerce por particulares, personas f’sicas o jur’dicas. En el caso Colombiano se
admite una sola figura jur’dica, la rectificaci—n, pero se regula el ejercicio del derecho tanto para los
particulares como para los funcionarios.88
Normalmente el planteamiento del derecho de respuesta suscita un conflicto entre dos garant’as
constitucionales: el derecho a la informaci—n y libre expresi—n por un lado, y el derecho a la intimidad y
a la honra, por otro lado, puesto que se trata de que la honra y la intimidad de las personas pueden verse
lesionadas, m‡s all‡ de la configuraci—n de delito, culpa o negligencia, y aœn sin factores subjetivos que
atribuyan responsabilidad, por el ejercicio abusivo del derecho a informar89 .

Es necesario pues, establecer un orden de derechos sin privilegiar ninguno por m‡s fuertes que sean las
presiones, puesto que, como dice el mismo autor, "en el presente grado de desarrollo de los medios de
comunicaci—n, son factores que ejercen un poder social considerable, ante lo cuales no cabe dejar
inermes a los ciudadanos"90 .

En el entrechocar de Žsos dos valores, la regulaci—n del derecho de respuesta (rŽplica y rectificaci—n)
limita m’nimamente el derecho a la informaci—n, el cual en lo esencial queda a salvo o mejor aœn,
adquiere una dimensi—n mayor y m‡s humana, puesto que el territorio de la personalidad integra el
derecho a la informaci—n en su aspecto de la libre expresi—n. Por ello Žsta versi—n del protagonista de
los hechos beneficia el derecho a la informaci—n, pues el pœblico debe informarse de todas las versiones
que merecen conocerse, para producir el juicio ilustrado que se espera de todo ciudadano que participa.

TambiŽn es un paso hacia el derecho a la comunicaci—n, a ser o’do y ser contestado. Adem‡s, la
desigualdad de oportunidades entre el periodista y el particular, entre los medios masivos y el pœblico, es
contraria a todo sentimiento de justicia.

Todos Žstos argumentos se–alan la necesidad de regular normativamente el derecho de respuesta en la


legislaci—n Colombiana, que actualmente se encuentra pobremente desarrollada en unos pocos art’culos
de la ley 29/44 acerca de la prensa escrita. Para la radiodifusi—n, rige la ley 74/66.

El autor Eliel C. Ballester, en un amplio estudio de derecho comparado sobre el derecho de rŽplica y
restificaci—n en prensa, radio, televisi—n y cine, habla de su utilidad institucional en dos aspectos: de
manera directa, colabora a la objetividad period’stica, presta un servicio a la veracidad exigida, y confiere
credibilidad al medio; de manera indirecta, permite la pluralidad de ideolog’as y mensajes dentro del
mismo medio, reduce los procesos por injuria y calumnia, y previene de los abusos del poder informativo
que la sociedad moderna ha conferido a los medios masivos.91

El autor menciona la regulaci—n de Žste derecho reconocido constitucionalmente, en tres tipos de leyes92
:
leyes especiales, (como la ley de prensa en el caso Colombiano),
el C—digo Penal (efectos punitivos), y
el C—digo Civil (tutela a los derechos personal’simos).

En nuestro concepto, la regulaci—n es admisible tanto en una ley de medios, como en el c—digo civil,
pues si el respondiente es quien determina la oportunidad y el modo de ejercer su derecho, corresponde al
medio cumplir los requisitos legales de fondo y forma para admitir la respuesta.93

Segœn Ballester, en materia de radio y televisi—n los fundamentos de Žste derecho se fortalecen, por
tener un rŽgimen de servicio pœblico: "Pautas libradas a la Žtica en los peri—dicos, deben ser materia de
ley en lo audiovisual: equilibrio, tratamiento equitativo, objetividad, neutralidad, juego limpio"94

5.5.3.2. Secreto profesional. El art’culo 74 C.N., dice:

Todas las personas tienen derecho a acceder a los documentos pœblicos, salvo los casos que establezca la
ley.
El secreto profesional es inviolable.

Se regula el secreto profesional general, puesto que el art’culo no distingue. Este tipo de secreto se
caracteriza por estar protegido en las leyes procesales, las cuales eximen de declarar a mŽdicos,
sacerdotes, abogados, etc, sobre hechos conocidos en raz—n de su profesi—n. Por ser una norma general
abarca tambiŽn a los informadores profesionales.

Sin embargo, la doctrina en materia informativa habla de un secreto profesional informativo espec’fico,
que adiciona al secreto profesional general, y que se refiere a las fuentes informativas.

Este secreto espec’fico tiene como finalidad favorecer el derecho a la informaci—n a travŽs de la
conservaci—n de las fuentes personales, as’ que no es un derecho con un fin en s’ mismo sino que es un
medio jur’dico de poder cumplir con el deber profesional de informar. Por Žsto puede llamarse tanto
derecho como deber: el derecho que tiene el profesional de callar las fuentes, es el modo jur’dico de
cumplir su deber profesional de callar las fuentes, parte de su deber de informar.

Para el informador obliga tanto guardar el secreto de hechos que conozca en raz—n de su profesi—n pero
bajo estricta reserva o por fuera de la grabaci—n permitida, como el secreto de las fuentes de las cuales
obtuvo una informaci—n.

Tanto el secreto profesional general como el secreto profesional informativo, requieren una reglamentaci—
n.

5.5.3.3. Responsabilidad jur’dica. En el punto de la responsabilidad, el origen profesional de los actos


puede agravarla o atenuarla en raz—n de las circunstancias que concurran: la valoraci—n de las fuentes, el
discernimiento de las informaciones, la confirmaci—n de las noticias susceptibles de producir reacciones
sociales o da–os morales o patrimoniales, el lenguaje empleado y la presentaci—n formal de las ideas,
hechos y juicios, por ejemplo, exigen cautelas profesionales que configuran un quehacer competente. Si
esa competencia falta, puede sobrevenir la agravaci—n del juicio de responsabilidad.

Pero tambiŽn podr’a haber atenuaci—n producida por las circunstancias y condiciones que rodearon al acto
informativo, por la imposibilidad de confirmar noticias, el ritmo de medio por el cual se transmite, el tipo
de informaci—n que ofrece el medio: general o especializada, etc.

En cuanto al deber mismo de responder, el profesor Soria95 dice que el origen profesional de los actos
tambiŽn puede sugerir la soluci—n en un asunto configurante de dicho deber: lo dice hablando del riesgo,
enfocado no como el que comporta para las empresas o profesionales el ejercicio de Žsta profesi—n, sino
como el riesgo que apareja para terceros, y que podr’a entenderse como llamado a conformar una
responsabilidad empresarial o profesional de naturaleza objetiva.

Sobre tales riesgos de la actividad informativa, dice el tratadista que la obligada selecci—n de noticias, las
tensiones sociales que la informaci—n puede y debe reflejar, las peque–as o grandes consecuencias del
ejercicio de la funci—n cr’tica o de las omisiones informativas, los efectos desencadenados por el
tratamiento informativo de unos hechos, constituyen ejempos del riesgo social que la actividad informativa
encierra.

De otro lado, la soluci—n que existe para los da–os morales o patrimoniales causados (al margen de la
responsabilidad penal), se articulan a travŽs de la responsabilidad civil derivada tanto de los actos il’citos
penales, como de la responsabilidad civil extracontractual nacida de actos y omisiones il’citos-no punibles.

Sin embargo, se pregunta Soria: quŽ es lo justo cuando los da–os se producen sin que medie dolo o culpa?
Su respuesta personal es que, de la idea de riesgo no se puede pasar a mantener que la actividad
informativa constituye en s’ una actividad peligrosa, y que llegar’a a equipararse con las puramente
comerciales si se intentara hacer abstracci—n de la culpabilidad del agente para derivar objetivamente una
responsabilidad. Se–ala adem‡s, que aunque la informaci—n sea una funci—n pœblica, no puede
confundirse con un servicio pœblico, ni estar sometida a las reglas de responsabilidad de la administraci—
n.
Pero la raz—n œltima que esgrime para excluir la configuraci—n de una responsabilidad objetiva, la
encuentra en la existencia del deber profesional de informar: el ejercicio period’stico es, primordialmente,
el cumplimiento de un deber, y no œnicamente la pr‡ctica de un derecho.

Concluye Soria diciendo que "...en el ejercicio del deber profesional de informar, si no se aprecia en el
informador dolo o culpa, es un acto positivamente justo, aunque de Žl se deriven directa o indirectamente,
da–os patrimoniales o da–os morales a terceras personas"96

58 CONESA SANCHEZ, Fernando. La libertad de empresa period’stica. Pamplona: Eunsa,


1978. p. 256

59 SORIA SAIZ, Derecho a la informaci—n y derecho a la honra. Op. cit.. p. 94

60 DESANTES, El derecho de los mensajes informativos. Op cit, (s.p.i)

61 XIFRA HERAS. Op. cit. p.p. 255-262

62 Ibid, p.p. 45-60

63 DESANTES, La informaci—n como derecho. Op. Cit. p.p. 274-297

64 Ibid. p. 264

65 GONZALEZ S., F. El derecho a la intimidad privada. Chile: AndrŽs Bello, 1972. p.17.

66 DESANTES GUANTER, La conciecia del informador. Conferencia. Bogot‡: Universidad


de la Sabana, sep. 24 de 1991. (sonoregistro)

67 Idem

68 XIFRA HERAS, Op cit, p.p. 118-124

69 NIETO, Alfonso. Entre el ‡nimo de lucro y el af‡n de informar: Aspectos deontol—gicos


de la empresa informativa. En: Memorias del segundo encuentro internacional del
PGLA de la Universidad de Navarra. Vi–a del Mar, Chile, sep. de 1985. p. 21

70 SORIA. La empresa informativa. Op cit. (s.p.i.)

71 CONESA , Op cit, p. 253.

72 NIETO, Op cit,. p. 24

73 SORIA, La empresa informativa. Op cit, (s.p.i.)

74 NIETO, Op cit. p.25

75 DESANTES, Monopolio informativo y Derecho a la informaci—n. Conferencia. Bogot‡:


Universidad de la Sabana, sep. 23 de 1991. (sonoregistro)

76 XIFRA HERAS, Op cit.. p. 121.

77 DESANTES, La informaci—n como derecho. Op. cit. p.p. 80-86

78 XIFRA, Op. cit, p.p. 124-134

79 BENEYTO, Juan. La prensa desde la ley y la pol’tica. En: Revista Nuestro Tiempo,
N¼ 110 de 1963. p.p. 117-123

80 XIFRA, Op. cit. p. 136

81 DESANTES, Legislaci—n de periodismo en Colombia. En: Seminario Prensa y


Comunicaci—n en la Constituci—n de 1991. Bogot‡: Universidad de la Sabana, sep.
26 de 1991. (sonoregistro)

82 SORIA, Carlos. La calidad Žtica como ventaja competitiva. En: Revista Nuestro
Tiempo, N¼ 419, may/89. p. 93

83 SORIA. Derecho a la informaci—n y derecho a la honra. Op. cit. p. 94.

84 Ibid, p.p. 95 a 99

85 Ibid , p. 99

86 GONZALEZ BALLESTEROS, Teodoro. El derecho de rŽplica y rectificaci—n en prensa,


radio y televisi—n. Madrid: Reus, 1981. p.27.

87 BALLESTER, Eliel C. Derecho de respuesta. RŽplica. Rectificaci—n. Buenos Aires:


Astrea, 1987. p. 32.

88 GONZALEZ BALLESTEROS. Op cit, p. 52.

89 BALLESTER, Op cit. p. XII.

90 Ibid, p. XIV.

91 Ibid, p.p. 14 - 22.

92 Ibid, p.p. 36 -38

93 Ibid., p.p. 89-97. Ver el cap’tulo de la negativa a la inserci—n en materia de prensa.

94 Ibid, p. 139

95 SORIA, Derecho a la informaci—n y derecho a la honra. Op cit, p.p. 102-105

96 Ibid. p.p. 104 -105 Soria menciona el ordenamiento InglŽs y el FrancŽs, donde se
contemplan Žstos casos, y no se deriva responsabilidad para el informador,
siempre que se cumplan dos elementos: uno en raz—n de la materia, (discursos e
informes ante asambleas pol’ticas, noticias sobre el desarrollo de ellas, debates
judiciales o resœmenes de sentencias dictadas, etc), y segundo, que el trabajo se
haya hecho con competencia, sin que pueda reprocharse dolo o culpa al informador.

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