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Y AUTOGESTIONARIA*
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Introducción1
rente a las de las clases sociales, existe bastante bibliografía, sobre todo en los últimos tiem-
pos.Cf. Amin, Arrighi, Gunder Frank, Wallerstein. Transforming the revolution, social
movements and the World system. New York. Monthly Review Press. 1990. Más cercano
a nosotros y con bastante sensibilidad social, conocimiento teórico y manejo empírico del
problema, existe un trabajo de un compañero salvadoreño, que apunta a relevar la presen-
cia de otros actores/agentes económicos diferentes al proletariado convencional. Cfr. Aqui-
les Montoya, La Nueva Economía Popular. San Salvador. UCA. Editores. 1993.
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2 Cf. Róger Burbach y Orlando Núñez. Fin del socialismo o crisis de la dominación occi-
dental. L´avispa No.2. Managua. IPADE–CIPRES. 1989. Sobre la disociación entre propie-
dad y control, así como del debilitamiento de la burguesía como clase, véase: Maurice
Zeitlin, Propiedad y control: La gran corporación y la clase capitalista. Barcelona, Edito-
rial Anagrama. 1974.
3 “Estas tesis implican un desplazamiento en el papel predominante de la clase obre-
ra industrial, cuestión que lleva ciertas décadas discutiéndose en los círculos marxistas.
Cf. Andre Gorz. Adieux au prolétariat, au delá du socialisme. Paris. Edición Galilée 1980.
Sobre la transformación de la economía capitalista a nivel mundial véase: Michel Beaud.
L’economié mondiale dans les années 80. Paris. Editorial La Decouverte. 1989.
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4 En la literatura socialista, las críticas al sistema del socialismo de Estado han sido
más frecuentes que las propuestas alternativas. Sobre las contradicciones al interior del
socialismo véase: Charles Bettelheim. Las luchas de clases en la URSS. Madrid. Siglo XXI.
Editores. 1987.
5 Uno de los primeros llamados de atención sobre los límites del socialismo de Estado
para progresar en el camino de la revolución fue dado por Rudolf Bahro: la alternativa. Con-
tribución a la crítica del socialismo realmente existente. Madrid. Editorial Alianza. 1977.
Cf. Orlando Núñez y Róger Burbach. Democracia y Revolución en las Américas. Mana-
gua, Editorial Vanguardia. 1986.
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6 Sobre la capacidad de los sujetos sociales para crear y desencadenar situaciones revo-
lucionarias existe una excelente experiencia teórica y práctica en el movimiento situacio-
nista, conocido como el mayo 68. Cf. Internationale Situationiste 1958-1969. Revista Teórica
de la Internacional Situacionista. Compendio de 10 aos. Amsterdam. Van Gennep.
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tando y potenciando los valores morales del ahorro y la acumulación a través de la pro-
ductividad del dinero. Véase: Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalis-
mo (historia, ciencia, sociedad, 47). Barcelona. Ediciones Península. 1973.
El trastocamiento de los valores del capitalismo comienza a ser señalado en el seno de
los espacios de la vida cotidiana, donde la cooperación y la solidaridad familiar son emi-
nentemente significativas. Cf. Agnes Heller. Sociología de la vida cotidiana. Barcelona. Edi-
torial Península. 1977.
9 Sobre el método dialéctico para corroborar la relación actual entre el capital y el tra-
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pia; que no aparecen en el caso del trabajo servil o del trabajo asalaria-
do. En tercer lugar y sin querer agotar las motivaciones de garantía, el
trabajo tiene que permitir consumir los frutos en forma proporcional
al esfuerzo, tal como acontece con algunos empresarios, artesanos o tra-
bajadores por cuenta propia, en esta frustración intervienen la compe-
tencia mercantil, las crisis económicas y la alienación o subordinación
al capital, pero son frustraciones que estos productores no perciben o
las aceptan por su procedencia exterior o por haber asimilado las reglas
del juego del sistema; en todo caso, son características que están exclui-
das del trabajo servil o del trabajo asalariado.
Nosotros hemos venido afirmando que el proyecto asociativo tie-
nen que resolver ambas necesidades: las necesidades básicas o anima-
les y las necesidades integrales, humanas, sociales, históricas; producir
los bienes que necesita el individuo o la familia para reproducirse, y ade-
más producir en forma ampliada para poder satisfacer el resto de nece-
sidades crecientes.
Sabemos que las cooperativas de servicios han podido combinar la
propiedad y la producción individual con actividades colectivas o aso-
ciativas, habiendo alcanzado incluso economías de escala impresionan-
tes; asimismo, conocemos de grandes y hasta gigantescas empresas
industriales gestionadas directamente por los trabajadores sin que la
empresa haya perdido competitividad y rentabilidad, y sin que los tra-
bajadores hayan perdido motivación. Las empresas cooperativas mues-
tran el camino pues para que los miles de millones de trabajadores por
cuenta propia puedan acceder a la cooperación y a la economía de esca-
la, sin perder la productividad y la motivación individual; por su parte
las empresas autogestionarias muestran el camino por medio del cual
los centenares de millones de obreros puedan acceder a gestionar direc-
tamente los recursos de la gran industria; superando así las limitacio-
nes técnico-organizativas de la producción y del mercado y poder
enrumbarse a conquistar el trabajo libre desde el punto de vista indivi-
dual y desde el punto de vista social, es decir, sin subordinarse y sin sub-
ordinar a nadie.
La actual economía popular está compuesta por los trabajadores
familiares, por los trabajadores mercantiles por cuenta propia, por los tra-
bajadores asalariados, por los desempleados y desocupados, es decir, por
todos los hombres, mujeres y niños, que se han propuesto satisfacer sus
necesidades, deseos y aspiraciones y que no tienen otra posibilidad de
alcanzarlo que a través de la cooperación y la solidaridad, el acceso a los
recursos y a la participación en todos los logros de la tecnología, la orga-
nización y la cultura. Economía popular que ha comenzado a andar a tra-
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La experiencia comunitaria
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El cooperativismo
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La autogestión
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El socio-estatismo
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les del siglo XIX (socialismo utópico y socialismo clásico) y con las revo-
luciones del siglo XX (movimientos de liberación nacional y social, revo-
luciones de orientación socialista).
Conscientes igualmente de que la libertad individual y sus reque-
rimientos sociales o económicos no significan la enajenación de la volun-
tad individual y que la asociatividad debe complementarse con la
autogestión, nuestra concepción está más cercana de la concepción liber-
taria de los anarquistas que de la concepción socioestatista del socialis-
mo autoritario.
En relación al proyecto cooperativo nuestra propuesta incluye la
cooperación autogestionaria desarrollada en el seno de las fábricas pri-
vadas y en las sociedades anónimas laborales, es decir, en las unidades
económicas ajenas (empresas capitalistas) y en las unidades económi-
cas propias (empresas autogestionarias o cooperativas). Asimismo,
incluimos las experiencias comunitarias, es decir, que contemplen la coo-
peración en el resto de ámbitos de una comunidad, más allá de los aspec-
tos económicos.
En relación a la experiencia desarrollada interna y aisladamente por
parte de cualquiera de estas unidades, nosotros consideramos necesa-
rio, no sólo el cuestionamiento del sistema capitalista en su conjunto,
sino la construcción de una alternativa federada, que a través de la inte-
gración horizontal permita la viabilidad del proyecto. En otras palabras
nuestra propuesta no sólo reivindica o cuestiona, sino que también cons-
truye y viceversa; no sólo trabaja autónomamente, sino que también tra-
baja articulada y expansivamente.
En relación a las experiencias estatistas consideramos necesario un
proceso de construcción progresivo y desde abajo, independientemen-
te de las posibilidades de una ruptura revolucionaria y del apoyo que se
pueda lograr desde arriba. En este sentido creemos necesario reflexio-
nar sobre la experiencia del nacimiento y desarrollo del capitalismo, es
decir, comenzando con una revolución tecnológica (del transporte y el
comercio) que lo hizo posible; partiendo de la multiplicación de expe-
riencias microeconómicas en el seno de la sociedad feudal anterior;
ganándose la autoridad en competencia con el resto de relaciones socia-
les parasitarias; y aprovechándose de empujes políticos considerables
como los levantamientos campesinos, la reforma protestante y sobre todo
la revolución francesa, pero sin esperar ninguno de estos acontecimien-
tos para empezar a mostrar su racionalidad y necesariedad, histórica,
empírica y conceptualmente hablando.
En relación a propuestas similares levantadas en América Latina
en torno a lo que se ha dado en llamar economía popular, nosotros insis-
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