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-_ El gtan libro de los secretos an Pavon Literatay= 3, mec es El gran libro de los secretos ana ‘da todavia ay dun ado ctr en a bea qu atiquame pesteneciea al cle Hreo Libero Paina un io que se de ler... siquler aris. EL GRAN LIBRO DE SECETOS¢Nuncas ha Sinnada un ito dei bi? Buena hace aa ye cota eda, ag bia ¥ no sol sno tabi eda su pobre fami: su made Escaia Demis y sus emanos Conpocn into annada,Canmenos 1 elbebé Menasqueninguna, Nunca ms ade ha odio abla eno era. or que? Para descubrid deers neta abi le GRAN LIBRO DE 105 SECRETS, olga? EL GRAN LIBRO DE LOS SECRETOS MAR PAVON llustraciones de Estudio Dip lec La beara Diets otra lon Pie Tseacooe sno Di ota cole nto pam BBS crannarnsets awsome Stein. escin ae ts Sn so ce ‘States Te amen era een 2006 mers remorse: ened 2010, Ne debsgcn 16.487 Sov iessease ss Sn 13 srmera4 ste Als libros, se dejen ono leer, ue tanto hacen por la humanidad. ‘Arms padres, que llenaron con el mismo esmero ‘mi corazén y mi bilioteca. 08 SOMos e sotros-” Un libro muy LUberto Pagina: ere reo gue suyo Ihacetertesoesecbisperconecun — /@ NRE RA ED nisteroto libro. Ningne de los mime ross clientes que wstansatiendaha Oy odio saber qu se dice en las piginae dese bello ejemplar de cubletas dora das, ayo tuo, com etrasdetrcopelo ‘nero, dice: Bran libro de le ecetr. Annaa todavia hoy de un lado a otro en eects oe eae ee la librerfa (no en una libreria cualquiera, sed pean gn sino en la que perteneciera al célebre li- falnalus afucras dela dad uncon brero Liberto Paginaldo) un libro que no Sentence eee re se deja leer, iqué digo leer!, no se deja si- quiera abrir. Dosa Taquetrina de Tapadura: una de «+ Inamejoreeymisanigursclenaadels QO Se trata de un bello ejemplar de cu- Bernd dobre pS biertas doradas cuyo titulo, con letras en iran abun Pinter SSS, relieve de terciopelo negro, dice: EL ‘caa mas no poder. GRAN LIBRO DE LOS SECRETOS. Doda BcasiaDemedio: Y en verdad que es un libro de consi- pat desieay dr oe cc ie: ; Suto: Conoco, Cons, Common derables dimensiones. Y mas verdad to- Yetbed Menorueingio suns davia que es secreto. Tanto que hasta la “orsive nnatmodoks cds Se = las afueras dela ca fecha nadie, como os expliqué al empezar 7 mi historia, ha conseguido leer una sola palabra del mismo. Ahora descansa, segiin se entra ala tienda, en el segundo estante de la dere- cha, en la seccién de informética. Pero desde que don Paginaldo lo recibiera, sin haberlo pedido, por cierto, y sin remi- tente alguno treinta afios atras, el mis- terioso libro ha descansado en todos y cada uno de los estantes de la libreria, Porque, para qué negarlo, el libro no ha podido ser lefdo nunca hasta ahora, pero manoseado, lo que se dice manosea- do, jdesde luego que si! Sin ir més lejos, en los tiempos en que don Paginaldo regentaba la libreria, su- cedia con frecuencia lo siguiente (y por el siguiente orden): Cada vez que algiin cliente se sentia atraido por el precioso volumen, aquel terminaba por desesperarse intentando 8 en vano abrirlo ~como era de esperar-, la desesperacién lo levaba a preguntar al bueno del librero qué diablos sucedia como era de esperar-, y el bueno del lt brero optaba por encogerse de hombros a sabiendas de que el libro era muy suyo (0 suyo del todo) ~como era de esperar, este acababa sin remedio en un lugar dis- tinto al anterior, como era de esperar! Pero por aquella época, sin embargo, ‘ocurrié algo sorprendente... 10 lifiado de corta edad entré en la libreria y en lugar de dirigirse a la seccién infan- til se fue derechito a la de parapsicologia, en una de cuyas estanterias, la que que daba justo a la altura de los ojos del pe- quefio, reposaba por casualidad el volu- men de llamativas cubiertas doradas. Y como si el nifio anduviera buscan- do precisamente aquel y no otro libro, lo tomé entre sus mingsculas manos sin pensarselo dos veces con una desenvol- tura extraordinaria. Y acto seguido, joh, milagro!, empez6 a hojearlo sin més con una naturalidad pasmosa. W 12 Las paginas, flamantes como el pri- mer dfa, se sucedian una tras otra en un vertiginoso ir y venir a voluntad de la criatura, que parecfa encontrar en tal me- nester una distraccién de lo mas placen- tera. Quizés por culpa del bullicio reinante en a libreria o por algin extrafto influjo que seguramente emanaba de algin rin- cén de aquellas repisas atiborradas de fuerzas ocultas, 0 por una combinacién de ambas cosas, el caso es que pasaron unos cuantos minutos antes de que al- guien reparara en aquel singular binomio (nitio sucio-libro reluciente) y ya, sin per- der un segundo, diera la pertinente voz dealarma. Fue dofia Taquetrina de Tapadura, dlienta de toda la vida de don Paginaldo y sefiora lundtica a mas no poder desde Ia muerte de su marido, el famoso escri- 13 tor aristécrata Bstanisleo Tapadura de Buenalectura y Printedinspain (esto il- timo porque era de ascendencia anglo- castiza), quien, hallandose en plena biis- queda y captura de un manual de espiri- tismo para viudas no conformadas, des- cubrié al nifio con el libro abierto en las manos. Y habiendo intentado antes ella, co- mo muchos otros, lo mismo que el crfo en un sinfin de ocasiones sin, por su- puesto, conseguirlo jams, no pudo evi- tar chillar enloquecida, como si en vez del libro en cuesti6n hubiera sido profa- nada la mismisima tumba de su afiorado conde Tapadura. Y, claro est, todas las miradas se vol- vieron de inmediato hacia dofta Taque- trina. ¥ de esta, y siguiendo el camino marcado por su ganchudo dedo indice, hacia el pequefio desalifiado, quien, a 14 esas alturas y paralizado del espanto, ha- bia dejado caer el libro al suelo. 15 picones a la seccién de parapsicologta, Dofia Taquetrina | hallé a una exasperada dofia Taquetrina se exaspera intentando abrir de nuevo el libro de ma- TE Lecthaepunepiain ‘También el librero, después de ente- arse de lo sucedido, se esforz6 una vez més en abrirlo. Y nada. Sin auda, et nino dedujo que todo se debia a que estaba terminantemente prohibido tocar los libros de los mayores. Inclusive los de tapas tan bonitas como las de aquel. Si, sin duda el crio pens6 eso. ¥ te- meroso de las posibles represalias logré al fin reaccionar, yendo a escabullirse en menos que canta un gallo entre las faldas y los pantalones de la todavia petrifica~ da clientela Cuando el bueno de don Paginaldo, ajeno a la huida del pequefio (tal vez aje- no, incluso, a su existencia), legé a trom- 16 17 Yasi, uno tras otro, todos los presen- tes sin excepci6n, hasta el mas joven diente, que no sobrepasaria los ocho afios, intentaron infructuosamente abrir aquel libro que ya los tenfa a todos hasta Ia coronilla Asilas cosas, a alguien se le ocurrié la feliz idea de agarrar el tomo y salir a la alle en busca del nifio para que, por lo menos, este explicara cémo habia conse- guido abrirlo y, sobre todo, qué era lo que tan celosamente ocultaban sus paginas. Y asi lo hicieron. Tardaron todo lo que quedaba de la tarde y aun parte de la noche en dar con 1, Pero con la ayuda de unos amables ve- cinos que dijeron conocerlo por su afi- cion a colarse en las librerias y las biblio- tecas para deleitarse husmeando entre los libros, lo acabaron encontrando en una chabola, a las afueras de la ciudad. 18 En la chabola Ei nto desatinado vivia (es un decit) con su madre y sus cinco hermanitos, tan desalifiados como él. El padre, por lo visto, se hallaba en la cércel, acusado de robar en un supermercado. Fue tarea dificil convencer a la pobre sefiora para que permitiera recortar las distancias entre su hijo y don Paginaldo, dojia Taquetrina y los dems. Atin mas cuando las caras de todos ellos pecaban de una solemnidad extrema. Sin duda, la mujer dedujo que aquella gente no era buena. Y que, seguramente, pretenderia levarse a su hijo para darlo 19 en adopcién con la excusa de que no es- taba bien cuidado. | Si, sin duda la mujer pensé eso. Pero no tuvo més remedio que acceder a que don Paginaldo se acercase a Sinnada, que asi se llamaba el niiio, o de lo contrario, creyé la infeliz, le acabaria atizando con Ja losa brillante que sostenfa en la mano derecha, y que no era otra cosa que el di- choso libro. —Hijo... -empez6 diciendo el librero con la voz entrecortada por el cansancio y la emoci6n-. Como fue que abriste el libro? El nifio no contests. Se limité a bajar | la cabeza en dlaro gesto de culpabilidad. Don Paginaldo insistié intentando no perder la calma, al tiempo que se agachaba pesadamente y mostraba el li- bro a un palmo escaso de la nariz del pequeiio: 20 21 —Verds, Sin... ejem... Sinnada: este libro es muy importante para nosotros. Sino, no hubiéramos venido hasta aqui para hablar contigo, zentiendes? Solo queremos saber qué hiciste para abrirlo, —Nada -musité el nifto —gNada? ,Cémo que nada? —Pues... nada. Lo abri porque por fuera era bonito. Y ya esta. ;Abranlo us- tedes y verén que no lo he roto! Tan solo se me cay6 al suelo porque esa sefiora me asusté con sus gritos. Y mientras decia esto, seftalaba con su dedito ala alterada dofia Taquetrina del mismo modo que unas horas antes lo habia sefialado ella a él. Don Paginaldo se rascaba ahora la ca- beza visiblemente nervioso. Los dems, indluidos la madre y los hermanitos de Sinnada, contenian el aliento. 22 Sinnada no entiende nada a Finatmente et librero expresé en voz al- ta el sentir dela mayoria, exclamando: —{Ojalé pudiéramos abritlo, chico! 0 es que te crees que no tenemos otra cosa que hacer que ir a visitar a mocosos como ‘ti para pasar el rato averiguando si hoje- an libros? Sinnada no entendia nada de nada. Menos atin, su numerosa familia. Asi que permanecieron en silencio ala espera de la préxima sinrazén... Y esta no tard6 en legar: —Abrelo. ah? iQue lo abras! 23 24 —iBso, es0, que lo abra ya de una vez! El nifio pensé que aquella gente defi- nitivamente no estaba bien de la cabeza. Pero hizo lo que le pedian sin rechistar. Cualquiera hubiera hecho lo mismo ante una veintena de caras ansiosas y crispa- das, cuyos cuarenta ojos se hubieran cla- vado en el tal cualquiera sin pestafiear, aguardando... :qué? {Que volviera a abrir aquel precioso libro de mayores tal y co- mo habia hecho un rato antes, provocan- do sin querer aquel monumental io! De modo que Sinnada tomé de nuevo el gran volumen de cubiertas doradas de manos del librero y, con la misma facili- dad que lo hiciera a media tarde en la li- breria, levanté la tapa, dejandolo abierto porla primera pagina. —j0000000000h! ~se maravillaron to- dos los presentes al unisono. Bueno, to- dos menos la madre y los hermanitos del pequefio, quienes, si bien eran testigos 25 muds de los acontecimientos con la bo- caabierta y los ojos como ensaladeras, no veian frente a ellos més prodigio que la lo- cura colectiva de una banda de descere- brados que la habian tomado con su Sin- nada, jy de qué manera! Appesar de la impresion recibida, que no era poca, el veterano librero hizo al instante ademén de arrebatarle el libro al nifio con un euférico y ciertamente signi- ficativo grito de: *jPor fin te tengo!” ‘Sin embargo, apenas roz6 con los de- dos uno de sus cantos, jay, amigo!, el libro se cerré violentamente. Don Paginaldo, creyendo que Sinnada se habia burlado de él, troné indignado: —jEstapido crio! jNo vuelvas a hacer eso 0 lo lamentarés! 26 ro se resiste Y por segunda vere ibrero ordens sl nifio con tono grave y semblante hurafio que abriera el problematico libro, al tiem- po que se lo volvia a poner entre las ma- nos. El pequefio desaliftado temblaba de miedo ante aquella absurda situacion y sus atin més absurdos protagonistas. Pe- ro obedecié, deseando, eso si, con toda su alma que acabara muy pronto aquel mal suefio y lo dejaran en paz para siemr pre. Sinnada volvi6, pues, a abrir el libro sin problemas. E instintivamente dio un 27 paso hacia don Paginaldo para entregar- selo... Y asi lo hizo. Mas, cuando el libre- ro intenté sostener con las palmas de sus manos las cubiertas abiertas de par en par, estas volvieron bruscamente a su posicién inicial, movidas, al parecer, por una poderosa fuerza sobrenatural. ¥ el libro quedé cerrado, como de costumbre. Entonces dofia Taquetrina quiso pro- bar suerte. Empezando a comprender por fin el porqué de aquella chaladura, el nifio repiti6 solicito la operacién de abrir el misterioso libro. Y nada. No habia forma de que este permaneciera abierto sino era en manos del pequetio. Y todos y cada uno de los clientes de don Paginaldo alli congregados, sintie- ron de pronto, al igual que la viuda del conde Tapadura, el fervoroso deseo de ser ellos los afortunados que lograran sostener el libro abierto. Y todos y cada uno de ellos fracasaron. 5 28 Dofia Escasia lo consigue Asi tas cosas, a alguien (con toda segue ridad el mismo alguien de antes, que era muy listo) se le ocurrié la feliz idea de que probaran suerte también la madre y los hermanitos de Sinnada, el mas chi- quitin de los cuales, atin de pecho, dor- mfa ya plécidamente en los brazos de una vecina que hacfa las veces de presi- denta de la comunidad en aquel barrio misero, ni mas ni menos que por ser la mas enterada y saber leer, jque allf ya era mucho! De modo que, siendo quien era, no podfa dejar de meter las narices en la vivienda (es un decir) que nos ocupa (es 29 un decir de otro tipo, porque las vivien- das no nos ocupan; las ocupamos). Dofia Escasia Demedios, la madre de Sinnada, se prepar6, pues, para recibir aquel libro endiablado ~y endiablada- mente bonito- de manos de su hijo. Una vez abierto, y en un enésimo in- tento, la criatura se dispuso a ceder el to- mo con la secreta esperanza de que en esta ocasién, traténdose de su mama, las cubiertas del mismo se estuvieran quie- tecitas Dofia Escasia tomé el libro con sumo cuidado y, en contra de lo que casi todos se temian, no sucedié absolutamente na- da fuera de lo normal. ¥ “nada” signifi- caba, claro est, que el libro seguia abier- to como si tal cosa; jabierto en manos de una segunda persona en cuestién de ho- ras, después de afios enteros sin dejarse siquiera entreabri 30 31 Y nuevamente la mayoria de los allt presentes, empezando por el bueno de don Paginaldo, se empenié en hacer tam- bién buenas migas con el bello libro do- rado. Y nuevamente se desesperaron hasta tal limite que uno de ellos, don Im paciencio Pocabroma, dio un puntapié al pedrusco que servia para atrancar la puerta de la chabola. Sin duda, por no darselo al maleducado libro. Claro que se arrepintié al instante, pues las piedras si- guen siendo duras por mucho que estén a cubierto (es un decir). 32 Tirones de pelo y cabezazos Legados a este punto, y cuando el al- guien de siempre se disponia a recordar que los hermanitos de Sinnada todavia no habian tocado el libro, el mayor de ellos, Conpoco, se apresuré a alzar un brazo y, timidamente, pidié probar for tuna. Don Paginaldo, que a estas alturas ya daba vueltas sobre si mismo de puro blo- queo mental, asintié: —iQue pruebe, hombre, que pruebel Y Sinnada repitié aquella noche por tropecientoenésima vez el acto de abrir ellibro y darselo a alguien, en este caso 33 a su hermano Conpoco, con quien, al igual que sucediera con dofia Escasia y con el propio Sinnada, se produjo de nuevo el milagro. ‘asi sucesivamente, todos y cada uno de los nifios de la casa (es un decir), in- cluso el de pecho que, si bien no pudo sostener el tomo, fue acunado unos se- gundos encima de sus paginas -lo cual no le impidié seguir durmiendo como si nada-, recibieron el libro abierto de ma- nos de su hermano sin que aquel se ce- rrara ni una sola vez, El bueno del librero, la viuda de Ta- padura, don Pocabroma, el alguien de las. felices ideas y el resto de clientes de la i- breria alli reunidos se tiraban de los pe- los cuando no se daban de cabezazos contra las fragiles paredes de la cabafia, haciendo que dofta Escasia legara a sen- tir por momentos verdadero panico a quedarse esa noche en la calle. Cémo 34 35 era posible semejante desatino? Soria ban acaso? No, no podian estar sofiando, pues de lo contrario no hubieran notado Jos tirones de pelo ni los cabezazos... ;y vaya si los notaban! 36 Pellizcos y bofetones | En este lamentable estado de cosas, al guien (no el alguien de siempre, sino otro) alerté a los demas de que faltaba tuna persona en agarrar el enigmstico li- bro: dojia Secuela Porlacara, la presiden- ta de la comunidad que, por ser quien era y con la excusa afiadida de cuidar del benjamin de la familia en medio de aquel aos, se habia colado en la chabola, como ya os dije con anterioridad, para ver a qué venia tan numerosa e inusual visita. Pero he aqui que con dofia Secuela el libro cobré vida de nuevo, cerrandose a cal y canto apenas fue rozado por la es- tupefacta mujer. 37 Y sucedié que, en vista de que para los interesados era del todo imposible hojear siquiera el extraordinario volu- men de cubiertas doradas, don Paginal- do mandé por fin a Sinnada que empe- zara a leerlo en voz alta por la primera pagina, cosa que satisfizo tanto a su dlentela que algunos, como dofia Taque- trina y Maximo Octavio, el pequeito que no pasaba de los 8 aiios de edad, palmo- tearon de jibilo. Sin embargo, con lo que no contaba nadie ~excepto, claro, los habitantes de lacasa (es un decir) yla metomentodo de su vecina- era con la circunstancia mas adversa de todas: Sinnada era analfabe- to. ¥ también dofia Escasia Demedios. E igualmente Conpoco. Y, por supuesto, los cuatro nifios restantes: Sintodo, Conna- da, Conmenos y el bebé Menosquenin- guno. 38 39 Cuando la adversa circunstancia, de consecuencias atin insospechadas, fue conocida por el librero y sus clientes, a los tirones de pelo y alos cabezazos s!- guieron luego los pellizcos, los bofetones. ytoda clase de golpes propinados de nue- vo sobre si mismos en el colmo del des- quiciamiento momenténeo mas especta~ cular y absoluto. El gran libro de los... analfabetos Piero he aqut que al segundo alguien (emulando claramente al alguien de las. felices ideas, a quien admiraba) se le ocu- rrié sentenciar de pronto en voz alta y firme, con un aire de lo més solemne: —Amigos, es esta una sefial inequi- vvoca de que EL GRAN LIBRO DE LOS SE- CRETOS ha de pasar a ser propiedad de esta familia, puesto que solo sus miem | bros pueden abrirlo y disfrutarlo. | | —jPero no saben leer! -protesté de inmediato la viuda de Tapadura al tiem- po que dejaba de endifiarse trastazos en la espalda con la cesta de la compra. 40 a St Don Paginaldo, pensativo -y tamba- leante después de aporrear con la cabeza varias veces consecutivas la destartalada pared de cafias-, concluyé suspirando: —Ya aprenderén, dofia Taquetrina, ya aprenderan... Y sus palabras, pronunciadas lenta y fatigosamente, sonaron a rendicién. No ‘en vano, a lo tonto, a lo tonto (nunca mejor dicho), les dieron las dos de la ma- drugada, ‘Aun asi, la maltrecha viuda de Tapa- dura, con la mollera tanto o més dura que la tapa ala que alude el insigne ape- llido de su difunto esposo, no consintid en irse de alli sin antes arrancar a dofia Escasia la promesa de que, apenas uno de sus hijos dejara de ser analfabeto, se brindaria a leerles el misterioso libro. De modo que, exhaustos y derrotados mentalmente por los inexplicables acon- tecimientos y fisicamente por los golpes, 42 43 pellizcos y demas, los clientes de la li- breria de don Paginaldo, con el propio li- brero a la cabeza, fueron saliendo cabiz- bajos y silenciosos de la chabola de Sinnada y su familia. Mas tarde lo hizo dofia Secuela, quien dudaba entre des- pertar enseguida al vecindario o esperar a primera hora de la mafiana para con- vocar asamblea requetextraordinaria con ‘motivo de los magicos sucesos vividos en casa (recordad que es un decir) de sus ve- cinos. Y tal y como habia sido acordado, el _ gran libro de cubiertas doradas se qued6 alli, sobre una caja de plastico descolori- da por la mugre, que hacia las veces de mesa. jY cémo relucia el condenado! 44 Don Dispositorio dispone Por cierto, hablando de condenados, erecordais que el padre de Sinnada esta- ba preso por robar en un supermercado? Pues acontecié que pocos meses después dela noche que os acabo de relatar fue puesto en libertad con el consiguiente entusiasmo de su mujer y sus seis hijos. Y, segiin cuentan, nada més conocer la existencia del libro y comprobar por si mismo sus anormales caracteristicas, no duds en ponerse en contacto con un amigo que a su vez conocia a un colec- cionista de objetos raros. De manera que si, si, amigos mios: el bello tomo fue vendido por una sustan- 45 ciosa suma de dinero que sirvi6 a Mishi- jostan Faltos, el padre de Sinnada, y alos. suyos para pagar la entrada de una casi- ta de planta baja (con cimientos y todo, geh?) ala que se trasladaron felizmente la siguiente primavera. Por supuesto, la venta tuvo lugar a espaldas de dofia Ta~ quetrina, quien, por lo que sé, todavia hoy, a sus noventa y tantos afios, sigue esperando que algiin miembro de la fa- milia Faltos-Demedios le desvele el con- tenido del libro en cuestién Pero, a propésito, gno os pica la cur riosidad por saber qué fue de este? Por- que si tenéis buena memoria -o si rele- las lineas del principio de mi historia~ recordaréis que ahora el tomo sigue en la misma libreria de donde saliera aquella memorable tarde, momentos después de que Sinnada lo hojeara tan tranquila~ mente. Y, no obstante, os acabo de contar 46 que fue adquirido por un coleccionista... Bueno, bueno, no vayais a pensar que os ‘engafto, jnada de eso! En realidad lo que ‘ocurrié tiene una explicacién més 0 me- nos logica. Sucedié que algunos afios después de que el libro fuera comprado por dicho co- leccionista, este murié de viejo, pasando todas sus posesiones a manos de su sir- viente de toda la vida, don Dispositorio Paloque Guste, el cual, ante la imposibi- lidad de abrir aquel extrafio volumen (y andando el hombre justito de entende- deras, todo hay que decirlo), decidi6 que Jo mejor era enviarlo a la direccién que, grabada en un deteriorado sello adhesi- vo -tan deteriorado estaba que don Dis- positorio, una vez copiada la direccién en ‘el sobre, no dudé en arrancarlo sin més-, figuraba en el extremo inferior derecho de la contraportada; direcci6n que, natura mente, correspondia a la de la famosa li- 47 breria de don Liberto Paginaldo, solo que ahora, transcurridas mas de dos décadas desde el alucinante episodio vivido en ca~ sa (era un decir) del desalifiado Sinnada, el veterano librero se hallaba ya jubilado yla emblemética tienda, arrendada a un joven empresario muy emprendedor y amante de las letras llamado Leo Escri- bulo. 48 Y vuelta a empezar... Dee modo que hace apenas un mes Leo recibié por correo EL GRAN LIBRO DE LOS SECRETOS, sin haberlo pedido y con remitente desconocido... Y como bien os podéis imaginar, fue grande su sorpresa cuando comprobé que no era capaz de abrirlo. Y ni que decir tie- ne que sus clientes se sorprendieron tan- to.0 més, por lo que el precioso libro do- rado pasar a convertirse seguramente, como ya sucediera en tiempos de don Pa- ginaldo, en motivo de atraccién primero y desespero més tarde para todos los vi- sitantes habituales y eventuales de la li- breria. 49 Mas no quiero dar por terminado mi relato sin confiaros un secreto. Pero so- louno: Nadie, jamas, podré leer el misterio- so libro. A lo més, lo abrira un dia a me- dia tarde una nifia desalifiada y analfa- beta de corta edad y, en el mejor de los. casos, su desalifiada y analfabeta familia, Exactamente como ocurrié con Sinnada. a¥ sabéis por qué? Os daré tres buenas razones: 1° Porque si EL GRAN LIBRO DE LOS SECRETOS fuera leido, no haria honor a su titulo. 2° Porque gracias a la “gracia” del li bro, acaso se pudiera conseguir de nue- vo que unas pobres gentes llegaran a vi- vir dignamente, esto es, sin tener que afiadir la odiosa coletilla “es un decir” ca- da vez que hablamos de ellos. 3° Y, sobre todo, porque yo soy la au- tora de EL GRAN LIBRO DE LOS SE- CRETOS y después de lo mucho que me costé convencer a su Majestad, Don Se- cretencio I, Rey del Irreal Reino de Se- cretilandia, para que me los desvelara... 10 me da la gana de soltar prenda, ea! Eso si, podéis probar fortuna también vosotros pidiéndole audiencia; solo te- néis que cerrar los ojos y... 51 Ah! Y ahora os dejo, no sea que entre en a libreria la nifia analfabeta de la que os hablaba y me pierda el espectculo... Glosario Aqui tienes algunas de las nuevas palabras que thas potido aprender. Le su significado para compro- bar si conseguiste averiguarlo, ‘Adverso: contrario. ‘Ascendencia: familiares antecesores de una per- ‘sona: padres, abuelos, bisabuelos... Atiborrado: leno hasta el maximo, Atizar: dar un golpe. ‘Binomio: conjunto de dos elementos. Cabizbajo: con la cabeza baja, triste. Canto: borde, costado, lado. Célebre: famoso, que tiene fama. Congregado: reunido. ‘Chabola: vivienda pobre, de construcin liger,ubi- ‘ada generalmente en las afueras dela ciudad, Chaladura:locura, mania. Desalitiado: desaseado, mal presentado. Descerebrado: sin cerebro, loco. Desgoltaniente: lcs Edin da los nésimo: una cantdad indeterminada de veces; en muchas ocasiones. Enigmatico: misterioso. Escabullirse: escaparse, huir de algo o de alguien. 53 Estupefacto: asombrado, atnito, pasmado. Euférico: optimista. Exasperado:irrtado, enfurecido, Exhausto: extremadamente cansado, agotado. Fervoroso: entusiasta, ardiente Huraio: esquivo, malhumorado, Husmear: rastrear, olfatear, indagar. Inequivoco: que no admite duda. Insigne: célebre, famoso. Inusual: poco usual, desacostumbrado. Lunatico: persona que cambia su comportamien- toa intervalos. Manoseado: toado abundantemente con las manos. Marras (de): conocido ampliamente. Minasculo: pequeno. Pasmoso: asombroso. Petrificado: de piedra 0 como silo fuera Profanar: deshonrar, tratar una cosa sagrada sin el debido respeto. Regentar: ejercer un cargo 0 empleo importante, Represalia:accién en contra de una o varias per- Semblante: cara o rostro humano. ‘Trastazo: golpe. ‘Trompicones (a): tropezones. Tronar dec algo en forma venta fre Unisono (al) al mismo tiempo. ‘Vano (en): initilmente sin resultado satisfactorio. INDICE Capitulo 4: Un libro muy suyo . Capitulo 2: £1 nifo desalinado Capitulo 3: Doria Taquetrina se exaspera ..... 16 Capitulo 4: En la chabola .. Capitulo 5: Sinnada no entiende nada Capitulo 6: EI libro se resiste Capitulo 7: Dona Escasia lo consigue ........29 Capitulo 8: Tirones de pelo y cabezazos ......33 Capitulo 9: Pellizcos y bofetones ............37 Capitulo 10: £1 gran libro de los. analfabetos oe... ee AT Capitulo 11: Don Dispositorio dspone .......45 Capitulo 12: ¥ vuelta a empezar.. Glosario:

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