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El gtan libro de los secretos
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El gran libro
de los secretos
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‘da todavia ay dun ado ctr en a bea qu atiquame
pesteneciea al cle Hreo Libero Paina un io que
se de ler... siquler aris. EL GRAN LIBRO DE
SECETOS¢Nuncas ha
Sinnada un ito dei
bi? Buena hace aa
ye cota eda, ag bia ¥ no
sol sno tabi eda su pobre fami: su made Escaia
Demis y sus emanos Conpocn into annada,Canmenos
1 elbebé Menasqueninguna, Nunca ms ade ha odio abla
eno era. or que? Para descubrid deers neta abi
le GRAN LIBRO DE 105 SECRETS, olga?EL GRAN LIBRO
DE LOS SECRETOS
MAR PAVON
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Als libros, se dejen ono leer,
ue tanto hacen por la humanidad.
‘Arms padres, que llenaron con el mismo esmero
‘mi corazén y mi bilioteca.08 SOMos
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sotros-” Un libro muy
LUberto Pagina: ere reo gue suyo
Ihacetertesoesecbisperconecun — /@ NRE RA ED
nisteroto libro. Ningne de los mime
ross clientes que wstansatiendaha Oy
odio saber qu se dice en las piginae
dese bello ejemplar de cubletas dora
das, ayo tuo, com etrasdetrcopelo
‘nero, dice: Bran libro de le ecetr.
Annaa todavia hoy de un lado a otro en
eects oe eae ee la librerfa (no en una libreria cualquiera,
sed pean gn sino en la que perteneciera al célebre li-
falnalus afucras dela dad uncon brero Liberto Paginaldo) un libro que no
Sentence eee re se deja leer, iqué digo leer!, no se deja si-
quiera abrir.
Dosa Taquetrina de Tapadura: una de «+
Inamejoreeymisanigursclenaadels QO Se trata de un bello ejemplar de cu-
Bernd dobre pS biertas doradas cuyo titulo, con letras en
iran abun Pinter SSS, relieve de terciopelo negro, dice: EL
‘caa mas no poder. GRAN LIBRO DE LOS SECRETOS.
Doda BcasiaDemedio: Y en verdad que es un libro de consi-
pat desieay dr oe cc ie: ;
Suto: Conoco, Cons, Common derables dimensiones. Y mas verdad to-
Yetbed Menorueingio suns davia que es secreto. Tanto que hasta la
“orsive nnatmodoks cds Se =
las afueras dela ca fecha nadie, como os expliqué al empezar
7mi historia, ha conseguido leer una sola
palabra del mismo.
Ahora descansa, segiin se entra ala
tienda, en el segundo estante de la dere-
cha, en la seccién de informética. Pero
desde que don Paginaldo lo recibiera, sin
haberlo pedido, por cierto, y sin remi-
tente alguno treinta afios atras, el mis-
terioso libro ha descansado en todos y
cada uno de los estantes de la libreria,
Porque, para qué negarlo, el libro no
ha podido ser lefdo nunca hasta ahora,
pero manoseado, lo que se dice manosea-
do, jdesde luego que si!
Sin ir més lejos, en los tiempos en que
don Paginaldo regentaba la libreria, su-
cedia con frecuencia lo siguiente (y por
el siguiente orden):
Cada vez que algiin cliente se sentia
atraido por el precioso volumen, aquel
terminaba por desesperarse intentando
8en vano abrirlo ~como era de esperar-, la
desesperacién lo levaba a preguntar al
bueno del librero qué diablos sucedia
como era de esperar-, y el bueno del lt
brero optaba por encogerse de hombros
a sabiendas de que el libro era muy suyo
(0 suyo del todo) ~como era de esperar,
este acababa sin remedio en un lugar dis-
tinto al anterior, como era de esperar!
Pero por aquella época, sin embargo,
‘ocurrié algo sorprendente...
10
lifiado de corta edad entré en la libreria
y en lugar de dirigirse a la seccién infan-
til se fue derechito a la de parapsicologia,
en una de cuyas estanterias, la que que
daba justo a la altura de los ojos del pe-
quefio, reposaba por casualidad el volu-
men de llamativas cubiertas doradas.
Y como si el nifio anduviera buscan-
do precisamente aquel y no otro libro, lo
tomé entre sus mingsculas manos sin
pensarselo dos veces con una desenvol-
tura extraordinaria. Y acto seguido, joh,
milagro!, empez6 a hojearlo sin més con
una naturalidad pasmosa.
W12
Las paginas, flamantes como el pri-
mer dfa, se sucedian una tras otra en un
vertiginoso ir y venir a voluntad de la
criatura, que parecfa encontrar en tal me-
nester una distraccién de lo mas placen-
tera.
Quizés por culpa del bullicio reinante
en a libreria o por algin extrafto influjo
que seguramente emanaba de algin rin-
cén de aquellas repisas atiborradas de
fuerzas ocultas, 0 por una combinacién
de ambas cosas, el caso es que pasaron
unos cuantos minutos antes de que al-
guien reparara en aquel singular binomio
(nitio sucio-libro reluciente) y ya, sin per-
der un segundo, diera la pertinente voz
dealarma.
Fue dofia Taquetrina de Tapadura,
dlienta de toda la vida de don Paginaldo
y sefiora lundtica a mas no poder desde
Ia muerte de su marido, el famoso escri-
13tor aristécrata Bstanisleo Tapadura de
Buenalectura y Printedinspain (esto il-
timo porque era de ascendencia anglo-
castiza), quien, hallandose en plena biis-
queda y captura de un manual de espiri-
tismo para viudas no conformadas, des-
cubrié al nifio con el libro abierto en las
manos.
Y habiendo intentado antes ella, co-
mo muchos otros, lo mismo que el crfo
en un sinfin de ocasiones sin, por su-
puesto, conseguirlo jams, no pudo evi-
tar chillar enloquecida, como si en vez
del libro en cuesti6n hubiera sido profa-
nada la mismisima tumba de su afiorado
conde Tapadura.
Y, claro est, todas las miradas se vol-
vieron de inmediato hacia dofta Taque-
trina. ¥ de esta, y siguiendo el camino
marcado por su ganchudo dedo indice,
hacia el pequefio desalifiado, quien, a
14
esas alturas y paralizado del espanto, ha-
bia dejado caer el libro al suelo.
15picones a la seccién de parapsicologta,
Dofia Taquetrina | hallé a una exasperada dofia Taquetrina
se exaspera intentando abrir de nuevo el libro de ma-
TE Lecthaepunepiain
‘También el librero, después de ente-
arse de lo sucedido, se esforz6 una vez
més en abrirlo. Y nada.
Sin auda, et nino dedujo que todo se
debia a que estaba terminantemente
prohibido tocar los libros de los mayores.
Inclusive los de tapas tan bonitas como
las de aquel.
Si, sin duda el crio pens6 eso. ¥ te-
meroso de las posibles represalias logré
al fin reaccionar, yendo a escabullirse en
menos que canta un gallo entre las faldas
y los pantalones de la todavia petrifica~
da clientela
Cuando el bueno de don Paginaldo,
ajeno a la huida del pequefio (tal vez aje-
no, incluso, a su existencia), legé a trom-
16 17Yasi, uno tras otro, todos los presen-
tes sin excepci6n, hasta el mas joven
diente, que no sobrepasaria los ocho
afios, intentaron infructuosamente abrir
aquel libro que ya los tenfa a todos hasta
Ia coronilla
Asilas cosas, a alguien se le ocurrié la
feliz idea de agarrar el tomo y salir a la
alle en busca del nifio para que, por lo
menos, este explicara cémo habia conse-
guido abrirlo y, sobre todo, qué era lo que
tan celosamente ocultaban sus paginas.
Y asi lo hicieron.
Tardaron todo lo que quedaba de la
tarde y aun parte de la noche en dar con
1, Pero con la ayuda de unos amables ve-
cinos que dijeron conocerlo por su afi-
cion a colarse en las librerias y las biblio-
tecas para deleitarse husmeando entre
los libros, lo acabaron encontrando en
una chabola, a las afueras de la ciudad.
18
En la chabola
Ei nto desatinado vivia (es un decit)
con su madre y sus cinco hermanitos,
tan desalifiados como él. El padre, por lo
visto, se hallaba en la cércel, acusado de
robar en un supermercado.
Fue tarea dificil convencer a la pobre
sefiora para que permitiera recortar las
distancias entre su hijo y don Paginaldo,
dojia Taquetrina y los dems. Atin mas
cuando las caras de todos ellos pecaban
de una solemnidad extrema.
Sin duda, la mujer dedujo que aquella
gente no era buena. Y que, seguramente,
pretenderia levarse a su hijo para darlo
19en adopcién con la excusa de que no es-
taba bien cuidado. |
Si, sin duda la mujer pensé eso. Pero
no tuvo més remedio que acceder a que
don Paginaldo se acercase a Sinnada, que
asi se llamaba el niiio, o de lo contrario,
creyé la infeliz, le acabaria atizando con
Ja losa brillante que sostenfa en la mano
derecha, y que no era otra cosa que el di-
choso libro.
—Hijo... -empez6 diciendo el librero
con la voz entrecortada por el cansancio
y la emoci6n-. Como fue que abriste el
libro?
El nifio no contests. Se limité a bajar |
la cabeza en dlaro gesto de culpabilidad.
Don Paginaldo insistié intentando
no perder la calma, al tiempo que se
agachaba pesadamente y mostraba el li-
bro a un palmo escaso de la nariz del
pequeiio:
20 21—Verds, Sin... ejem... Sinnada: este
libro es muy importante para nosotros.
Sino, no hubiéramos venido hasta aqui
para hablar contigo, zentiendes? Solo
queremos saber qué hiciste para abrirlo,
—Nada -musité el nifto
—gNada? ,Cémo que nada?
—Pues... nada. Lo abri porque por
fuera era bonito. Y ya esta. ;Abranlo us-
tedes y verén que no lo he roto! Tan solo
se me cay6 al suelo porque esa sefiora me
asusté con sus gritos.
Y mientras decia esto, seftalaba con
su dedito ala alterada dofia Taquetrina
del mismo modo que unas horas antes lo
habia sefialado ella a él.
Don Paginaldo se rascaba ahora la ca-
beza visiblemente nervioso. Los dems,
indluidos la madre y los hermanitos de
Sinnada, contenian el aliento.
22
Sinnada no
entiende nada
a
Finatmente et librero expresé en voz al-
ta el sentir dela mayoria, exclamando:
—{Ojalé pudiéramos abritlo, chico! 0
es que te crees que no tenemos otra cosa
que hacer que ir a visitar a mocosos como
‘ti para pasar el rato averiguando si hoje-
an libros?
Sinnada no entendia nada de nada.
Menos atin, su numerosa familia. Asi que
permanecieron en silencio ala espera de
la préxima sinrazén... Y esta no tard6 en
legar:
—Abrelo.
ah?
iQue lo abras!
2324
—iBso, es0, que lo abra ya de una vez!
El nifio pensé que aquella gente defi-
nitivamente no estaba bien de la cabeza.
Pero hizo lo que le pedian sin rechistar.
Cualquiera hubiera hecho lo mismo ante
una veintena de caras ansiosas y crispa-
das, cuyos cuarenta ojos se hubieran cla-
vado en el tal cualquiera sin pestafiear,
aguardando... :qué? {Que volviera a abrir
aquel precioso libro de mayores tal y co-
mo habia hecho un rato antes, provocan-
do sin querer aquel monumental io!
De modo que Sinnada tomé de nuevo
el gran volumen de cubiertas doradas de
manos del librero y, con la misma facili-
dad que lo hiciera a media tarde en la li-
breria, levanté la tapa, dejandolo abierto
porla primera pagina.
—j0000000000h! ~se maravillaron to-
dos los presentes al unisono. Bueno, to-
dos menos la madre y los hermanitos del
pequefio, quienes, si bien eran testigos
25muds de los acontecimientos con la bo-
caabierta y los ojos como ensaladeras, no
veian frente a ellos més prodigio que la lo-
cura colectiva de una banda de descere-
brados que la habian tomado con su Sin-
nada, jy de qué manera!
Appesar de la impresion recibida, que
no era poca, el veterano librero hizo al
instante ademén de arrebatarle el libro al
nifio con un euférico y ciertamente signi-
ficativo grito de: *jPor fin te tengo!”
‘Sin embargo, apenas roz6 con los de-
dos uno de sus cantos, jay, amigo!, el libro
se cerré violentamente.
Don Paginaldo, creyendo que Sinnada
se habia burlado de él, troné indignado:
—jEstapido crio! jNo vuelvas a hacer
eso 0 lo lamentarés!
26
ro se resiste
Y por segunda vere ibrero ordens sl
nifio con tono grave y semblante hurafio
que abriera el problematico libro, al tiem-
po que se lo volvia a poner entre las ma-
nos.
El pequefio desaliftado temblaba de
miedo ante aquella absurda situacion y
sus atin més absurdos protagonistas. Pe-
ro obedecié, deseando, eso si, con toda
su alma que acabara muy pronto aquel
mal suefio y lo dejaran en paz para siemr
pre.
Sinnada volvi6, pues, a abrir el libro
sin problemas. E instintivamente dio un
27paso hacia don Paginaldo para entregar-
selo... Y asi lo hizo. Mas, cuando el libre-
ro intenté sostener con las palmas de sus
manos las cubiertas abiertas de par en
par, estas volvieron bruscamente a su
posicién inicial, movidas, al parecer, por
una poderosa fuerza sobrenatural. ¥ el
libro quedé cerrado, como de costumbre.
Entonces dofia Taquetrina quiso pro-
bar suerte. Empezando a comprender
por fin el porqué de aquella chaladura, el
nifio repiti6 solicito la operacién de abrir
el misterioso libro. Y nada. No habia
forma de que este permaneciera abierto
sino era en manos del pequetio.
Y todos y cada uno de los clientes de
don Paginaldo alli congregados, sintie-
ron de pronto, al igual que la viuda del
conde Tapadura, el fervoroso deseo de
ser ellos los afortunados que lograran
sostener el libro abierto. Y todos y cada
uno de ellos fracasaron. 5
28
Dofia Escasia lo
consigue
Asi tas cosas, a alguien (con toda segue
ridad el mismo alguien de antes, que era
muy listo) se le ocurrié la feliz idea de
que probaran suerte también la madre y
los hermanitos de Sinnada, el mas chi-
quitin de los cuales, atin de pecho, dor-
mfa ya plécidamente en los brazos de
una vecina que hacfa las veces de presi-
denta de la comunidad en aquel barrio
misero, ni mas ni menos que por ser la
mas enterada y saber leer, jque allf ya era
mucho! De modo que, siendo quien era,
no podfa dejar de meter las narices en la
vivienda (es un decir) que nos ocupa (es
29un decir de otro tipo, porque las vivien-
das no nos ocupan; las ocupamos).
Dofia Escasia Demedios, la madre de
Sinnada, se prepar6, pues, para recibir
aquel libro endiablado ~y endiablada-
mente bonito- de manos de su hijo.
Una vez abierto, y en un enésimo in-
tento, la criatura se dispuso a ceder el to-
mo con la secreta esperanza de que en
esta ocasién, traténdose de su mama, las
cubiertas del mismo se estuvieran quie-
tecitas
Dofia Escasia tomé el libro con sumo
cuidado y, en contra de lo que casi todos
se temian, no sucedié absolutamente na-
da fuera de lo normal. ¥ “nada” signifi-
caba, claro est, que el libro seguia abier-
to como si tal cosa; jabierto en manos de
una segunda persona en cuestién de ho-
ras, después de afios enteros sin dejarse
siquiera entreabri
30
31Y nuevamente la mayoria de los allt
presentes, empezando por el bueno de
don Paginaldo, se empenié en hacer tam-
bién buenas migas con el bello libro do-
rado. Y nuevamente se desesperaron
hasta tal limite que uno de ellos, don Im
paciencio Pocabroma, dio un puntapié al
pedrusco que servia para atrancar la
puerta de la chabola. Sin duda, por no
darselo al maleducado libro. Claro que se
arrepintié al instante, pues las piedras si-
guen siendo duras por mucho que estén
a cubierto (es un decir).
32
Tirones de pelo y
cabezazos
Legados a este punto, y cuando el al-
guien de siempre se disponia a recordar
que los hermanitos de Sinnada todavia
no habian tocado el libro, el mayor de
ellos, Conpoco, se apresuré a alzar un
brazo y, timidamente, pidié probar for
tuna.
Don Paginaldo, que a estas alturas ya
daba vueltas sobre si mismo de puro blo-
queo mental, asintié:
—iQue pruebe, hombre, que pruebel
Y Sinnada repitié aquella noche por
tropecientoenésima vez el acto de abrir
ellibro y darselo a alguien, en este caso
33a su hermano Conpoco, con quien, al
igual que sucediera con dofia Escasia y
con el propio Sinnada, se produjo de
nuevo el milagro.
‘asi sucesivamente, todos y cada uno
de los nifios de la casa (es un decir), in-
cluso el de pecho que, si bien no pudo
sostener el tomo, fue acunado unos se-
gundos encima de sus paginas -lo cual
no le impidié seguir durmiendo como si
nada-, recibieron el libro abierto de ma-
nos de su hermano sin que aquel se ce-
rrara ni una sola vez,
El bueno del librero, la viuda de Ta-
padura, don Pocabroma, el alguien de las.
felices ideas y el resto de clientes de la i-
breria alli reunidos se tiraban de los pe-
los cuando no se daban de cabezazos
contra las fragiles paredes de la cabafia,
haciendo que dofta Escasia legara a sen-
tir por momentos verdadero panico a
quedarse esa noche en la calle. Cémo
34
35era posible semejante desatino? Soria
ban acaso? No, no podian estar sofiando,
pues de lo contrario no hubieran notado
Jos tirones de pelo ni los cabezazos... ;y
vaya si los notaban!
36
Pellizcos y
bofetones
| En este lamentable estado de cosas, al
guien (no el alguien de siempre, sino
otro) alerté a los demas de que faltaba
tuna persona en agarrar el enigmstico li-
bro: dojia Secuela Porlacara, la presiden-
ta de la comunidad que, por ser quien era
y con la excusa afiadida de cuidar del
benjamin de la familia en medio de aquel
aos, se habia colado en la chabola, como
ya os dije con anterioridad, para ver a
qué venia tan numerosa e inusual visita.
Pero he aqui que con dofia Secuela el
libro cobré vida de nuevo, cerrandose a
cal y canto apenas fue rozado por la es-
tupefacta mujer.
37Y sucedié que, en vista de que para
los interesados era del todo imposible
hojear siquiera el extraordinario volu-
men de cubiertas doradas, don Paginal-
do mandé por fin a Sinnada que empe-
zara a leerlo en voz alta por la primera
pagina, cosa que satisfizo tanto a su
dlentela que algunos, como dofia Taque-
trina y Maximo Octavio, el pequeito que
no pasaba de los 8 aiios de edad, palmo-
tearon de jibilo.
Sin embargo, con lo que no contaba
nadie ~excepto, claro, los habitantes de
lacasa (es un decir) yla metomentodo de
su vecina- era con la circunstancia mas
adversa de todas: Sinnada era analfabe-
to. ¥ también dofia Escasia Demedios. E
igualmente Conpoco. Y, por supuesto, los
cuatro nifios restantes: Sintodo, Conna-
da, Conmenos y el bebé Menosquenin-
guno.
38
39Cuando la adversa circunstancia, de
consecuencias atin insospechadas, fue
conocida por el librero y sus clientes, a
los tirones de pelo y alos cabezazos s!-
guieron luego los pellizcos, los bofetones.
ytoda clase de golpes propinados de nue-
vo sobre si mismos en el colmo del des-
quiciamiento momenténeo mas especta~
cular y absoluto.
El gran libro de
los... analfabetos
Piero he aqut que al segundo alguien
(emulando claramente al alguien de las.
felices ideas, a quien admiraba) se le ocu-
rrié sentenciar de pronto en voz alta y
firme, con un aire de lo més solemne:
—Amigos, es esta una sefial inequi-
vvoca de que EL GRAN LIBRO DE LOS SE-
CRETOS ha de pasar a ser propiedad de
esta familia, puesto que solo sus miem
| bros pueden abrirlo y disfrutarlo.
|
|
—jPero no saben leer! -protesté de
inmediato la viuda de Tapadura al tiem-
po que dejaba de endifiarse trastazos en
la espalda con la cesta de la compra.
40 a
StDon Paginaldo, pensativo -y tamba-
leante después de aporrear con la cabeza
varias veces consecutivas la destartalada
pared de cafias-, concluyé suspirando:
—Ya aprenderén, dofia Taquetrina, ya
aprenderan...
Y sus palabras, pronunciadas lenta y
fatigosamente, sonaron a rendicién. No
‘en vano, a lo tonto, a lo tonto (nunca
mejor dicho), les dieron las dos de la ma-
drugada,
‘Aun asi, la maltrecha viuda de Tapa-
dura, con la mollera tanto o més dura
que la tapa ala que alude el insigne ape-
llido de su difunto esposo, no consintid
en irse de alli sin antes arrancar a dofia
Escasia la promesa de que, apenas uno
de sus hijos dejara de ser analfabeto, se
brindaria a leerles el misterioso libro.
De modo que, exhaustos y derrotados
mentalmente por los inexplicables acon-
tecimientos y fisicamente por los golpes,
42
43pellizcos y demas, los clientes de la li-
breria de don Paginaldo, con el propio li-
brero a la cabeza, fueron saliendo cabiz-
bajos y silenciosos de la chabola de
Sinnada y su familia. Mas tarde lo hizo
dofia Secuela, quien dudaba entre des-
pertar enseguida al vecindario o esperar
a primera hora de la mafiana para con-
vocar asamblea requetextraordinaria con
‘motivo de los magicos sucesos vividos en
casa (recordad que es un decir) de sus ve-
cinos.
Y tal y como habia sido acordado, el _
gran libro de cubiertas doradas se qued6
alli, sobre una caja de plastico descolori-
da por la mugre, que hacia las veces de
mesa. jY cémo relucia el condenado!
44
Don Dispositorio
dispone
Por cierto, hablando de condenados,
erecordais que el padre de Sinnada esta-
ba preso por robar en un supermercado?
Pues acontecié que pocos meses después
dela noche que os acabo de relatar fue
puesto en libertad con el consiguiente
entusiasmo de su mujer y sus seis hijos.
Y, segiin cuentan, nada més conocer
la existencia del libro y comprobar por si
mismo sus anormales caracteristicas, no
duds en ponerse en contacto con un
amigo que a su vez conocia a un colec-
cionista de objetos raros.
De manera que si, si, amigos mios: el
bello tomo fue vendido por una sustan-
45ciosa suma de dinero que sirvi6 a Mishi-
jostan Faltos, el padre de Sinnada, y alos.
suyos para pagar la entrada de una casi-
ta de planta baja (con cimientos y todo,
geh?) ala que se trasladaron felizmente
la siguiente primavera. Por supuesto, la
venta tuvo lugar a espaldas de dofia Ta~
quetrina, quien, por lo que sé, todavia
hoy, a sus noventa y tantos afios, sigue
esperando que algiin miembro de la fa-
milia Faltos-Demedios le desvele el con-
tenido del libro en cuestién
Pero, a propésito, gno os pica la cur
riosidad por saber qué fue de este? Por-
que si tenéis buena memoria -o si rele-
las lineas del principio de mi historia~
recordaréis que ahora el tomo sigue en la
misma libreria de donde saliera aquella
memorable tarde, momentos después de
que Sinnada lo hojeara tan tranquila~
mente.
Y, no obstante, os acabo de contar
46
que fue adquirido por un coleccionista...
Bueno, bueno, no vayais a pensar que os
‘engafto, jnada de eso! En realidad lo que
‘ocurrié tiene una explicacién més 0 me-
nos logica.
Sucedié que algunos afios después de
que el libro fuera comprado por dicho co-
leccionista, este murié de viejo, pasando
todas sus posesiones a manos de su sir-
viente de toda la vida, don Dispositorio
Paloque Guste, el cual, ante la imposibi-
lidad de abrir aquel extrafio volumen (y
andando el hombre justito de entende-
deras, todo hay que decirlo), decidi6 que
Jo mejor era enviarlo a la direccién que,
grabada en un deteriorado sello adhesi-
vo -tan deteriorado estaba que don Dis-
positorio, una vez copiada la direccién en
‘el sobre, no dudé en arrancarlo sin més-,
figuraba en el extremo inferior derecho de
la contraportada; direcci6n que, natura
mente, correspondia a la de la famosa li-
47breria de don Liberto Paginaldo, solo que
ahora, transcurridas mas de dos décadas
desde el alucinante episodio vivido en ca~
sa (era un decir) del desalifiado Sinnada,
el veterano librero se hallaba ya jubilado
yla emblemética tienda, arrendada a un
joven empresario muy emprendedor y
amante de las letras llamado Leo Escri-
bulo.
48
Y vuelta a
empezar...
Dee modo que hace apenas un mes Leo
recibié por correo EL GRAN LIBRO DE
LOS SECRETOS, sin haberlo pedido y
con remitente desconocido...
Y como bien os podéis imaginar, fue
grande su sorpresa cuando comprobé que
no era capaz de abrirlo. Y ni que decir tie-
ne que sus clientes se sorprendieron tan-
to.0 més, por lo que el precioso libro do-
rado pasar a convertirse seguramente,
como ya sucediera en tiempos de don Pa-
ginaldo, en motivo de atraccién primero
y desespero més tarde para todos los vi-
sitantes habituales y eventuales de la li-
breria.
49Mas no quiero dar por terminado mi
relato sin confiaros un secreto. Pero so-
louno:
Nadie, jamas, podré leer el misterio-
so libro. A lo més, lo abrira un dia a me-
dia tarde una nifia desalifiada y analfa-
beta de corta edad y, en el mejor de los.
casos, su desalifiada y analfabeta familia,
Exactamente como ocurrié con Sinnada.
a¥ sabéis por qué? Os daré tres buenas
razones:
1° Porque si EL GRAN LIBRO DE LOS
SECRETOS fuera leido, no haria honor a
su titulo.
2° Porque gracias a la “gracia” del li
bro, acaso se pudiera conseguir de nue-
vo que unas pobres gentes llegaran a vi-
vir dignamente, esto es, sin tener que
afiadir la odiosa coletilla “es un decir” ca-
da vez que hablamos de ellos.
3° Y, sobre todo, porque yo soy la au-
tora de EL GRAN LIBRO DE LOS SE-
CRETOS y después de lo mucho que me
costé convencer a su Majestad, Don Se-
cretencio I, Rey del Irreal Reino de Se-
cretilandia, para que me los desvelara...
10 me da la gana de soltar prenda, ea!
Eso si, podéis probar fortuna también
vosotros pidiéndole audiencia; solo te-
néis que cerrar los ojos y...
51Ah! Y ahora os dejo, no sea que entre
en a libreria la nifia analfabeta de la que
os hablaba y me pierda el espectculo...
Glosario
Aqui tienes algunas de las nuevas palabras que
thas potido aprender. Le su significado para compro-
bar si conseguiste averiguarlo,
‘Adverso: contrario.
‘Ascendencia: familiares antecesores de una per-
‘sona: padres, abuelos, bisabuelos...
Atiborrado: leno hasta el maximo,
Atizar: dar un golpe.
‘Binomio: conjunto de dos elementos.
Cabizbajo: con la cabeza baja, triste.
Canto: borde, costado, lado.
Célebre: famoso, que tiene fama.
Congregado: reunido.
‘Chabola: vivienda pobre, de construcin liger,ubi-
‘ada generalmente en las afueras dela ciudad,
Chaladura:locura, mania.
Desalitiado: desaseado, mal presentado.
Descerebrado: sin cerebro, loco.
Desgoltaniente: lcs
Edin da los
nésimo: una cantdad indeterminada de veces; en
muchas ocasiones.
Enigmatico: misterioso.
Escabullirse: escaparse, huir de algo o de alguien.
53Estupefacto: asombrado, atnito, pasmado.
Euférico: optimista.
Exasperado:irrtado, enfurecido,
Exhausto: extremadamente cansado, agotado.
Fervoroso: entusiasta, ardiente
Huraio: esquivo, malhumorado,
Husmear: rastrear, olfatear, indagar.
Inequivoco: que no admite duda.
Insigne: célebre, famoso.
Inusual: poco usual, desacostumbrado.
Lunatico: persona que cambia su comportamien-
toa intervalos.
Manoseado: toado abundantemente con las manos.
Marras (de): conocido ampliamente.
Minasculo: pequeno.
Pasmoso: asombroso.
Petrificado: de piedra 0 como silo fuera
Profanar: deshonrar, tratar una cosa sagrada sin el
debido respeto.
Regentar: ejercer un cargo 0 empleo importante,
Represalia:accién en contra de una o varias per-
Semblante: cara o rostro humano.
‘Trastazo: golpe.
‘Trompicones (a): tropezones.
Tronar dec algo en forma venta fre
Unisono (al) al mismo tiempo.
‘Vano (en): initilmente sin resultado satisfactorio.
INDICE
Capitulo 4: Un libro muy suyo .
Capitulo 2: £1 nifo desalinado
Capitulo 3: Doria Taquetrina se exaspera ..... 16
Capitulo 4: En la chabola ..
Capitulo 5: Sinnada no entiende nada
Capitulo 6: EI libro se resiste
Capitulo 7: Dona Escasia lo consigue ........29
Capitulo 8: Tirones de pelo y cabezazos ......33
Capitulo 9: Pellizcos y bofetones ............37
Capitulo 10: £1 gran libro de los.
analfabetos oe... ee AT
Capitulo 11: Don Dispositorio dspone .......45
Capitulo 12: ¥ vuelta a empezar..
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