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El esquema de Seguridad y Defensa Nacional exige

replanteamientos urgentes
 
     Análisis del conflicto colombiano
     
El irregular retiro del servicio activo del general Gustavo Matamoros,
tras las revelaciones periodísticas de eventuales fisuras en la cúpula
militar y un permanente ajetreo noticioso y especulativo en torno al tema,
deja en evidencia problemas estructurales acumulados, que afectan el
conjunto de la Seguridad y la Defensa Nacional, por falta de
conocimiento técnico de sucesivos ministros de Defensa civiles, limitada
formación estratégica de algunos mandos militares, altos índices de
desinformación pública y ausencia de objetivos nacionales.
     Dentro de ese contexto saltan a la vista diez puntos claves, todos de
suma gravedad y por ende de urgente solución, tales como: Inexistencia
de una ley concreta e integral de defensa nacional; ausencia absoluta de
objetivos nacionales; inexistencia del Servicio de Movilización y Control
de Reservas; ausencia total de una estrategia integral de cooperación civil-
militar; carencia de una estrategia de guerra sicológica; desconocimiento
del Plan Estratégico de las Farc; eventual agresión militar del gobierno
chavista; ni los militares conocen de política ni los civiles saben de
defensa nacional; la Policía Nacional es una rueda suelta en la seguridad
nacional; y, dudas acerca de la contratación y adquisición de equipo
militar.
1. Inexistencia de una ley concreta e integral de defensa nacional
     Pese a que desde su nacimiento como república independiente
Colombia ha vivido en medio de guerras civiles, rebeliones,
levantamientos armados partidistas, barbarie política, terrorismo
comunista y narcoterrorismo; en ninguna de las etapas de la república ha
habido una ley de defensa nacional proyectada en el tiempo y enfocada
con visión estratégica integral, para pacificar los espíritus y evitar el inútil
desangre.
    Por desgracia amplios sectores de la sociedad colombiana creen que la
guerra del narcoterrorismo comunista contra Colombia es un problema de
militares y guerrilleros. Y que la paz es un asunto del presidente con los
jefes de los bandidos. Sin ley de defensa nacional que obligue a todos los
mandatarios y congresistas a seguir una sola línea de comportamiento en
este aspecto, Colombia ha escenificado amnistías, armisticios,
desmovilizaciones parciales de guerrilleros, enfrentamientos militares,
todos ellos matizados por la indolencia generalizada a nivel nacional.
    En ese ambiente de desinformación, el país ha soportado extensos
periodos de Estado de Sitio, Estados de Excepción, Estatutos de
Seguridad y otras medidas coactivas; en las cuáles el Ejército Nacional no
solo ha puesto elevadas cuotas de sangre y sacrificio, sino que en
reiteradas ocasiones ha salvado la república, es decir ha apagado las 
hogueras de sangre y violencia desatadas, por el nunca saciado apetito
voraz de los dirigentes políticos de turno.
    Para colmo de males, en 1991 el entonces presidente César Gaviria
desenmadejó la insaciable voracidad politiquera característica de los
gobernantes colombianos. Preocupado por que el Ministerio de Defensa
era un filón para insertar mas burocracia y así devolver favores a los
gamonales que le ayudaron a elegirlo, y que allí se maneja un abultado
presupuesto, connotación especial para todo político colombiano; urdió la
fantasiosa versión que los militares y policías necesitaban un ministro
defensa civil  para que los representara en la vida política nacional.
     Poco tiempo después Gaviria y su impreparado ministro de Defensa
Pardo Rueda, hicieron el ridículo y la vergüenza histórica para el país, al
permitir con su ineptitud y desconocimiento de temas de seguridad, que el
narcotraficante Pablo Escobar huyera de su auto confinamiento, en una
imaginaria cárcel que parecía un hotel de cinco estrellas consentido por el
gobierno nacional.
    De remate para los dirigentes políticos acostumbrados a usufructuar
como reyes del erario público, el Ejército y las demás Fuerzas Militares
han sido vistas como un mal necesario, o algo que debe existir para
garantizarles su tranquilidad y riqueza, sin importarles si hay que
agredirlos o manipularlos acorde a sus conveniencias políticas, como a
manera de ejemplo sucedió con el actual Presidente Santos; que en su afán
de llegar al poder, cuando era ministro de Defensa, se apropió de las
exitosas operaciones militares Jaque y Fénix, pero escurrió la
responsabilidad en las presuntas ejecuciones extrajudiciales.
     Desde siempre la legislación colombiana en torno a la defensa nacional
ha gravitado en la esfera política partidista y miopía de las conveniencias
grupales del momento. La constitución de 1886 dio por primera vez
sustento legal a las instituciones castrenses, pero las pasiones y odios
banderizos sumieron al país en casi ocho décadas de sangrientos
enfrentamientos armados propiciados por los directorios Liberal y
Conservador, hasta que en 1964, el Ministerio de Guerra bajo el mando
del General Alberto Ruiz Novoa erradicó este problema.
    No obstante el triunfo militar del Estado Colombiano contra las
cuadrillas bipartidistas, el Partido Comunista Colombiano se lanzó a la
toma del poder político por medio de la  combinación de todas las formas
de lucha, en el preciso momento que el mando militar de la época
encabezado por el general Revéiz Pizarro urdió una trama contra Ruiz
Novoa, parecida a la de 2011 contra Matamoros Camacho; entonces el
Ejército perdió la iniciativa operacional sumado a que ninguno de los
gobiernos desde esa época hasta la fecha, ha formulado una ley de defensa
nacional acorde con los retos del conflicto interno y la eventual agresión
internacional.
    El punto crítico del tema es que en Colombia ni siquiera existe claridad
de que es la defensa nacional, ni porque es necesario tenerla activa por
agresión externa, conmoción interior o ataques sistemáticos contra la
institucionalidad, la soberanía nacional y la integridad territorial.
    A esto se agrega que el Consejo Superior de la Defensa Nacional no se
reúne, no dirige la política de Defensa, no todos quienes lo integran son
expertos en la materia, y tampoco conoce los alcances del plan estratégico
de las Farc, pues carece de información de inteligencia estratégica y de
visión macro del problema.
 
      2. Ausencia absoluta de objetivos nacionales
    La ausencia de una ley orgánica y consistente de Defensa Nacional
radica en que Colombia adolece de patriotismo colectivo por falta de
objetivos nacionales. Nunca, ni ahora ni antes, los ministerios han
tabajado en equipo con miras a unificar los objetivos finales, pues los
planes de gobierno de turno han tenido tinte personal y no visión de
Estado.
    A manera de ejemplo, la esquiva paz ha sido manejada no como un
propósito nacional sino como una intención personal de cada cuatrienio.
Los presidentes Andrés Pastrana y Belisario Betancur vieron la paz como
la oportunidad egocéntrica, para proyectarse en escenarios
internacionales, como el Permio Nobel de Paz o la Secretaría General de
la ONU.
Igual sucede con la política de fronteras, la investigación científica, la
cobertura educativa, los planes de vivienda, la infraestructura vial, la
generación de empleos, o el fomento de las empresas, campo en el que ni
siquiera el país ha desarrollado un renglón específico para posicionarse en
el entorno hemisférico.
Una de las razones que explicaría la carencia de objetivos nacionales, es
que ni las Fuerzas Militares, ni las universidades, ni los medios de
comunicación tienen especialistas en Geopolítica y Geoestrategia. Al no
haber especialistas tampoco hay escuelas formales, ni mucho menos
doctrina que incentive entre los colombianos desde la juventud la
importancia y el valor geopolítico de cada una de las cinco regiones
naturales en que se divide el país. Y esto hace círculo vicioso con la falta
de patriotismo.
Sin pensamiento geopolítico, tampoco se puede entender ni desarrollar el
potencial agropecuario de la región andina, o el potencial turístico y
pesquero del Caribe y el Pacífico; etc.  Ni se pueden diseñar los
programas educativos técnicos y universitarios hacia los cuáles se debe
enfatizar  la capacitación integral de los estudiantes, atados a los objetivos
del desarrollo nacional.
El servicio militar obligatorio es considerado por los estratos cuatro, cinco
y seis, no como el aporte individual a la defensa nacional y el
fortalecimiento de la institucionalidad, sino como una pérdida de tiempo.
Si por fuerza de las circunstancias, algún joven de estrato alto es
incorporado al servicio bajo banderas, sus familiares buscan intrigas
políticas para que no vaya al combate o para que sea llevado a la
Península del Sinaí como traductor, para que de alguna manera paseé con
los recursos del erario nacional.
La mayoría de los colombianos de estratos cinco y seis creen que la
guerra contra el narcoterrorismo comunista, que atenta contra sus
propiedades y privilegios, debe ser combatida por los estratos uno, dos y
tres. No es un problema que les atañe a los dueños del poder, pues además
son muy escasos los presidentes, gobernadores, ministros o embajadores,
que han tenido alguna vinculación con las Fuerzas Militares.
 
            3. Inexistencia del Servicio de Movilización y Control de
Reservas
     Llama la atención que desde hace cinco décadas Colombia enfrenta
una guerra declarada por el narcoterrorismo comunista contra la
institucionalidad y el orden vigente, pero en contraste el país no se ha
movilizado como tal, para derrotar a los agresores y pacificar el territorio
nacional.
    Colombia no se ha movilizado por dos razones básicas. Primero porque
son muy pocos los colombianos incluidos los altos oficiales de  las tres
Fuerzas Militares, que han estudiado el tema de la movilización para la
Defensa Nacional. Y segundo, porque existe el servicio de reclutamiento
que incorpora jóvenes a las filas militares y define la situación militar de
los otros, pero no hay una entidad que sistematice los datos de los
reservistas, los organice en unidades de reserva o los clasifique por
especialidades.
    Mucho menos hay alguna institución oficial que tenga a la mano el
control sistematizado de  datos cruciales para activar la seguridad
nacional, verbigracia cupos hospitalarios, médicos y paramédicos
disponibles, empresas de producción de vestuario y alimentos, industrias
metalúrgicas,  estadísticas de equipos de comunicaciones en manos de
particulares, hombres y mujeres en edad militar aptos para el servicio, etc.
    La prolongada guerra contra el narcoterrorismo comunista y la
desacertada concepción político-estratégica como ha sido conducida, ha
impedido que en las escuelas de capacitación y en las unidades operativas,
se desarrollen juegos de guerra para movilizar tropas hacia los teatros de
operaciones de acuerdo con las hipótesis de agresión externa contra el
país.
     Y como no hay servicio de movilización estructurado tampoco hay
proyección estratégica en el apoyo y la previsión logística, asunto
trascendental y definitivo para las operaciones militares. A duras penas
hay una previsión aproximada e inexacta para las dotaciones actuales de
las tropas, que por siempre han sido insuficientes, verbigracia el limitado
servicio de sanidad militar que ni siquiera es óptimo para los heridos en
combate.
    Esto ha incidido en que la calidad humana  y profesional de oficiales y
suboficiales haya disminuido, pues muchas personas con altos
coeficientes intelectuales y habilidades para el ejercicio del mando, que
pudieran ser brillantes comandantes de tropas, no tienen acceso a la
carrera de las armas.
     Además ha influido en la incorporación de soldados con problemas
sociales y sicológicos graves, que más adelante reflejan actuaciones
irregulares de algunas tropas. Y esto forma círculo vicioso con el 
complejo manejo de personal, que no ubica a los cuadros de mando dentro
de sus especialidades o no acierta en las políticas a largo plazo para los
reemplazos y destinaciones, o lo que es básico el bienestar familiar de los
uniformados.
 
    4. Ausencia total de una estrategia integral de cooperación civil-
militar
    Pese a que la doctrina internacional de la guerra revolucionaria y
contrarevolucionaria ahora definida dentro del criterio de asimétrica,
contempla en los manuales de operaciones en teatros irregulares, ganar el
apoyo de la población civil, esta premisa sigue en pañales frente a la
realidad del conflicto colombiano.
     La explicación es sencilla. Las autoridades regionales y municipales no
identifican el problema estructural del narcoterrorismo comunista como
algo propio, sino que de manera irresponsable y facilista, lo trasladan al
gobierno central con el argumento que ellos no tienen recursos para
ayudar a la pacificación de los espíritus, pese a que los terroristas son
oriundos de sus municipios y departamentos y a que las cuadrillas se
desarrollan en sus regiones, con énfasis donde la corrupción entronizada,
ha impedido la llegada del desarrollo socioeconómico integral.
    Pese a que van 50 años de guerra contra las Farc, el Eln, el Epl y otros
bandidos, ni el gobierno nacional, ni el ministerio de defensa, ni ninguno
de los demás ministerios involucrados en el problema han generado una
estrategia integral de cooperación civil-militar, en la que de la mano de
los soldados, los dirigentes regionales y locales integren las comunidades
al desarrollo nacional, al concepto del patriotismo y a los criterios
estructurales de la defensa nacional.
    Por el contrario en los años sesenta la acción cívico-militar fortalecida
con el Plan Lazo para pacificar el país, fue vista por los dirigentes
políticos como una forma peligrosa de la presencia militar en la sociedad,
por la supuesta eventualidad de un golpe de Estado, no porque suprimiera
las libertades civiles, sino porque quitaba las prebendas de siempre, a los
partidos liberal y conservador.
    Con el paso del tiempo y el desarrollo de los grupos terroristas, los
alcaldes y gobernadores dejaron a un lado la acción cívico-militar que
sólo es desarrollada por  los militares de manera localizada, sin que
corresponda a un plan estratégico ni a una programación sostenida. Así el
gobierno nacional y las Fuerzas Militares han perdido la oportunidad de
conseguir el apoyo solidario y decidido de la población civil y desde
luego de impedir que los terroristas convenzan mas incautos para
enrolarlos a sus cuadrillas.
 
     5. Carencia de una estrategia de guerra política
    Así como no hay estrategia concreta de cooperación cívico-militar,
tampoco hay un plan articulado de acción sicológica dentro y fuera del
país para que el mundo entero conozca las barbaridades que cometen los
narcoterroristas.
    Prueba de ello es que Colombianos por la Paz, el Foro de Sao Paulo, los
gobiernos proterroristas de la región y los partidos comunistas del
continente, amangualados con una serie de organizaciones no
gubernamentales izquierdistas financiadas por el gobierno venezolano,
buscan en todos los escenarios posibles la legitimación de las Farc y la
posibilidad que estos delincuentes lleguen al poder en Colombia.
    O por las armas o por medio de artilugios políticos; sin que la respuesta
del gobierno colombiano sea proporcional a la agresión. Por el contrario,
cónsules y embajadores se limitan a vivir de las mieles del exilio dorado
de la diplomacia, sin hacer lo más mínimo por contrarrestar la presencia
mediática internacional de las Farc.
    Los computadores incautados al terrorista Raúl Reyes en el
campamento que tenían las Farc en Ecuador con la anuencia del
presidente Rafael Correa, dejaron al descubierto una inteligente y audaz
estrategia integral de guerra política y sicológica de la izquierda
internacional, mediante un sistemático complot contra Colombia.
    Pese a tener este tesoro informativo sumado a decenas de computadores
incautados a los terroristas, el gobierno nacional ha dado torpe manejo a
la información encontrada, hasta el extremo que no hay denuncias ante
Cortes Internacionales contra los gobernantes proterroristas complotados
con las Farc. Ni siquiera las Fuerzas Militares que combaten contra los
terroristas conocen los contenidos de estos computadores y las memorias
electrónicas incautadas.
    Igual situación ocurre con miles de desertores y capturados de las Farc
y el Eln, cuyos testimonios no son empelados en forma adecuada para
judicializar a los cabecillas o para producir documentos escritos,
electrónicos o audiovisuales para invitar los demás terroristas a la
deserción, reducir la propaganda comunista que induce los jóvenes a
enguerrillarse.
     Otros temas como el reclutamiento de menores, las barbaridades contra
la mujer en la guerrilla, los secuestros de civiles y militares, actos
terroristas sistemáticos contra la población civil, el narcotráfico, etc; no
son explotados en la debida dimensión, porque existe el erróneo concepto
que el asunto ya fue publicado por un medio de comunicación y eso ya es
suficiente.
    La propaganda institucional contra el narcoterrorismo es elaborada sin
criterios científicos y sin el concepto macro de campañas. Por lo general
son temas aislados e independientes sin conexión con otros trabajos, o con
temas generalizados que no corresponden a las características regionales o
locales de cada cuadrilla.
    El trabajo de las emisoras institucionales no corresponde a una
dirección estratégica o un plan estructural, sino a condiciones particulares
de cada estación, lo cual indica que tampoco se articula a un plan general.
    Ninguna de las publicaciones militares obedece a una línea editorial o a
un plan a largo plazo para fortalecer la formación profesional de los
cuadros de mando. Son documentos circunstanciales sin conexión con el
anterior y sin el propósito para el que fueron creados.
    A esto se suma que no hay escritores militares, ni historiadores
militares ni estímulos para que algunos oficiales o suboficiales, se
dediquen a investigar y escribir para la historia el rico contenido de la
guerra contra el narcoterrorismo, o a actualizar los manuales, o a trabajar
en la campaña de guerra mediática que necesita Colombia para
contrarrestar la acción integral de las Farc y sus cómplices.
 
      6. Desconocimiento del Plan Estratégico de las Farc
     Con excepción de los especialistas del blanco Farc en inteligencia
militar, son muy pocos los militares y civiles que conocen el Plan
Estratégico de las Farc y sus alcances. Sin excepción todos los ministros
de defensa civiles desde 1991 hasta la fecha, han pasado por el cargo sin
conocer este plan. Los medios de comunicación tampoco lo conocen pese
a que todos los días reportan sucesos relacionados con el conflicto. Y en
las universidades no se ha dado la debida trascendencia a este tema.
    La llamada sociedad civil está desinformada al respecto: Sin
fundamentación patriótica y sin información adecuada y básica de la
defensa nacional, de la importancia geopolítica de las regiones afectadas
por la agresión narcoterrorista, sin comprender la dimensión de los daños
a la economía y al ecosistema que causan las guerrillas comunistas.
    El desconocimiento del Plan Estratégico de las Farc se materializa en la
inexistencia de un plan integral que vincule a todos los ministerios,
gobernaciones y alcaldías en la necesidad de ganar la guerra para
conquistar la paz. Desde mediados de la década de los sesenta las
operaciones militares sin apoyo de los otros elementos del poder nacional,
se han desarrollado con visión limitada de exterminar las cuadrillas de
bandoleros sin acompañamiento de planes de desarrollo socioeconómico.
    De contera las operaciones militares se han concentrado en destruir
cuadrillas pero no a contrarrestar el plan estratégico de las Farc, ni su
cadena interna de sucesión interna, diciente error político-estratégico que
infiere  carencia de concepción estratégica de la guerra y desconocimiento
de los proyectos del enemigo.
    Por esta singular razón tampoco se ha podido ganar la guerra.
 
       7. Eventual agresión militar del gobierno chavista
     Desde antes de posesionarse como presidente de Venezuela, Hugo
Chávez ha exteriorizado su filiación comunista, su subordinación a la
dictadura cubana, su identidad político-ideológica con las Farc y su
inocultable deseo de atacar a Colombia para “recuperar” los terrenos de
Arauca y Guajira que hacían parte de la antigua Capitanía General de
Venezuela, asunto que está incluido en la constitución venezolana y que
implica que el problema entre los dos países no se resuelve solamente con
la salida del lenguaraz mandatario Chávez del palacio de gobierno en
Caracas.
     Los computadores de Raúl Reyes destaparon la realidad de algo que
era un secreto a voces. Chávez estaba comprometido con las Farc a
entregar 300 millones de dólares para que se armaran y lanzaran la
ofensiva final contra Colombia apoyadas por las Fuerzas militares de
Venezuela, Ecuador y Nicaragua, como parte integral del Plan
Guaicapuro, cohonestado por Unasur y el Foro de Sao Paulo.
    No obstante la gravedad del asunto, ni el gobierno nacional, ni el
ministerio de Defensa, ni las Fuerzas Militares han dado la debida
importancia al problema, pues persiste el convencimiento que Chávez es
hablador e incapaz de llevar a la práctica sus amenazas, no obstante que
sigue comprando armamento pesado a Rusia, inició la carrera atómica,
desafía a Estados Unidos en todos los escenarios, se alía con gobiernos
proterroristas del Medio Oriente y está empeñado en desarrollar la
estrategia comunista anticapitalista de “generar mil Vietnams en mil
partes”.
    Si Colombia no estructura un plan defensivo con capacidad de
disuasión representada en armas de maniobra, apoyo aéreo, artillería
antiaérea y fuerza de cobertura navales, Chávez se creerá con patente de
corso para atacar a Colombia y lo podrá hacer para despertar
nacionalismo, el día que vea en riesgo la continuidad de su mandato y la
inevitable reversa de su embeleco comunista en un mundo globalizado.
    Además Colombia no puede confiar en que Estados Unidos actuaría en
su defensa o apoyo, porque además de la multiplicidad de problemas
internacionales que encaran las fuerzas militares estadounidenses, los
cables de Wikileaks demostraron que en este caso se impondría otra vez el
conocido pragmatismo gringo de no tener amigos sino de utilizar a todo
quien puedan para cristalizar proyectos geoestratégicos.
 
       8. Ni los militares conocen de política ni los civiles saben de
defensa nacional
     Ese desconocimiento mutuo incide en que la cultura de defensa
nacional sea nula o inexistente, además de inadmisibles prevenciones
mutuas, fundamentadas en el convencimiento compartido del escaso
patriotismo civil y el credo generalizado   de la insuficiente preparación
académica de los uniformados.
     En medio de esa prevención mutua pierde Colombia, pues los criterios
geopolíticos básicos y la doctrina de seguridad nacional quedan relegados
a segundo plano, en un país de tendencia antimilitarista.
    Por esa misma razón los presupuestos son bloqueados, no funciona el
servicio de movilización, no hay políticas concretas para contrarrestar las
amenazas y agresiones actuales y potenciales o las interferencias
sustanciales a la seguridad nacional.
    No hay un solo graduado del Curso de Información de Defensa
Nacional (Cidenal) de la Escuela Superior de Guerra que desarrolle
actividades tendientes a fortalecer las relaciones civiles-militares en este
nivel para robustecer la seguridad nacional.
    Por el contrario este paso por las aulas universitarias militares de
postgrado, solo ha servido como un referente más de cultura personal de
los agraciados o como un valor agregado para su hoja de vida.
   Por su parte los militares no estudian ciencias políticas, ni por la
dinámica de la guerra tienen tiempo o posibilidad para asistir a más
cursos, maestrías, postgrados o doctorados en ciencias militares, sociales
o políticas; limitados solo a lo que estudian en los cursos de ascenso o lo
que pueda leer cada quien por su propia cuenta.
    Eso implica que los militares colombianos no conocen los vericuetos de
la política regional, tienen vaga información acerca de los fenómenos
geopolíticos y geoestratégicos hemisféricos o globales y por lo general
están aislados del mundo académico, social y político que al final maneja
los asuntos de seguridad nacional sin conocer de ellos.
 
     9. La Policía Nacional opera como  una rueda suelta en la
seguridad nacional
     El caso de la Policía Nacional colombiana es sui generis. Es una fuerza
armada civil que en contraste con su función de seguridad ciudadana y
convivencia con la comunidad, también  desarrolla operaciones militares,
porta armas de guerra, pero se rehúsa a militarizarse o someterse al
comando y control de la unidad militar de su jurisdicción, tiene fuero
militar y en asuntos penales internos se guía por la Justicia Penal Militar.
     Su función primordial es la seguridad civil, pero por tener miles de
agentes comprometidos en control de tránsito, policías de carreteras,
turismo, aduanas, Instituto Penitenciario de Colombia (Inpec), concejo
distrital gobernaciones, congreso de la república, ministerios, etc; ha
abandonado su misión y ha permitido que la delincuencia crezca en
contraste con las cifras oficiales que presentan.
    Por ausencia de una ley clara y precisa de Defensa y Seguridad
nacional, el Director de la Policía está al mismo nivel del Comandante de
las Fuerzas Militares, situación errónea pues lo coloca por encima del
Ejército, La Fuerza Aérea y la Armada.
    Por iniciativa de  algunos oficiales activos y retirados se ha sugerido
pasar la Policía Nacional al Ministerio del Interior e inclusive algunos
más osados han planteado crear el Ministerio de Seguridad Interior
dirigido por la Policía que cooptaría el Das, el Inpec y la vigilancia
privada.
    A esto se suma con negativa incidencia que desde la firma del Plan
Colombia la Policía nacional no solo se convirtió en el principal receptor
de la ayuda estadounidense en la lucha contra las drogas, sino en la Fuerza
privilegiada con la información de inteligencia técnica que ha facilitado
los golpes más contundentes contra los cabecillas de las Farc, con la
circunstancia agravante que este proceder ha generado prevenciones
interinstitucionales, inconvenientes para el país.
    Urge resolver este problema, determinar la naturaleza militar o no de la
policía nacional, o separar los cuerpos policiales que realizan operaciones
militares, quitar las armas de guerra a todas sus unidades, recoger todos
los agentes de policía dispersos en tareas ajenas a su misión constitucional
y dedicarlos a la seguridad ciudadana. Nada más.
 
     10. Dudas acerca de la contratación y adquisición de equipo
militar
    El escándalo de Fondelibertad y la poco clara compra de orugas y
motores de menor capacidad para repotenciar los tanques, son apenas dos
de las muchas dudas que se han tejido alrededor de la contratación de
equipo y avituallamiento militar, a partir de 1991 cuando el Ministerio de
Defensa inició a ser ocupado por dirigentes políticos civiles, carentes de la
formación profesional para ejercer este cargo.
    La salida de la ministra Martha Lucía Ramírez debido a la disputa 
personal que tenía con el general Mora Rangel acerca de quién compraba
los abastecimientos de las tropas, añadida a la obcecada inclinación de
Santos como ministro para adquirir elementos bélicos y asesorías
israelíes, centralizar las compras de todos los productos para el sector
defensa, asignar el manejo de las farmacias militares a un solo operador,
asi como el incremento de cargos burocráticos en viceministerios,
institutos descentralizados y gastos aberrantes como el de Fondelibertad,
perfilan una intención diferente a la de defender políticamente a las
Fuerzas Militares y de Policía.
    Asimismo generan muchas dudas las liquidaciones por disminución de
la capacidad sicofísica de altos oficiales, que ejercen cargos de suma
responsabilidad con aparente excelente estado físico ya que para ascender
eso les exige la institución y la ley.
    Pero al pensionarse resultan colmados de inhabilidades físicas que
significan ingentes pagos para el erario nacional, y de manera curiosa
algunos de ellos liquidados con inhabilidades permanentes casi del 95%,
pueden ejercer y de hecho se posesionan como funcionarios públicos de
alto nivel en contraste con la supuesta inhabilidad total que les acaban de
pagar.
    Mientras no haya transparencia en el manejo de los dineros del sector
defensa y mientras los ministros de defensa no tengan autoridad moral y
carácter para impedir que esto ocurra, tampoco será posible ganar al
guerra ni aclimatar la necesaria paz para Colombia.
            Conclusiones
1. Durante 20 años ininterrumpidos desde 1991 hasta 2011 el cargo de
Ministerio de Defensa ha sido ejercido por  funcionarios civiles sin
idoneidad profesional. El inadecuado retiro del general Matamoros
es el resultado de esa política errónea, pero de continuar sin
solucionar los problemas estructurales de fondo, ni será el único ni el
último.
2. El desconocimiento de los alcances del Plan Estratégico de las Farc
ha servido para prolongar la guerra, incrementar fricciones internas
dentro de las Fuerzas Armadas y dar a la Policía nacional un campo
de acción que no corresponde a su tarea primordial de fuerza civil
dedicada a la seguridad ciudadana.
3. La carencia de ley orgánica de Defensa Nacional y la ausencia de
objetivos nacionales y de estrategias integrales de cooperación
cívico-militar y acción sicológica, han sido muy negativas para
Colombia, país carente de patriotismo y de visión geopolítica de su
destino en el entorno.
4. A la inminente agresión armada chavista contra Colombia
ensamblada en el Plan Guaicapuro y el Plan Estratégico de las Farc,
se añaden la complicidad del Foro de Sao Paulo y el interés de los
gobiernos pro terroristas del continente de ver a Colombia dentro de
la esfera de la dictadura cubana.
5. Las soluciones son de carácter inmediato. Activar el servicio de
movilización no es una idea etérea. Es una necesidad impostergable
para estructurar a mediano y largo plazo los retos de la defensa
nacional de  un país en guerra.
6. Urge mejorar la capacitación profesional de los oficiales de las
Fuerzas Militares en ciencias militares como Seguridad Nacional,
Defensa Nacional, Logística, Estrategia, Geopolítica, Inteligencia
Estratégica, Movilización Nacional ó Potencial de Guerra de la
Nación, etc.
7. La pulcritud administrativa es pilar fundamental para cualquier paso
positivo hacia la mejoría del esquema de Seguridad y Defensa
Nacional.
 
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Analista de asuntos estratégicos
www.luisvillamarin.com
Obras del coronel Luis Alberto Villamarín Pulido

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