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Roberto Amigo Tras un Inca Los Funerales de Atahualpa de Luis Montero en Buenos Aires Primer Premio Cuarto Premio Telefénica a la Investigacion en Historia de las Artes Plasticas -Ato 2000- Arte Argentino desde la Colonia al Siglo XIX PRESENTACION La Fundacién para la Investigacién del Arte Argentino, FIAAR, fue fundada en 1990 con el propésito de promover <1 desarrollo cientifico de los estudios historicos del arte en nuestro pais, levar a cabo investigaciones correspondien- tes a esta area, difundir sus resuttados y, en particular, ‘efectuar publicaciones especializadas en la materia ‘Ala fecha fueron editadas una monografia con catélo- {90 razonado sobre el pintor Angel Della Valle, y la primera "Bibliografia para la Historia de las Artes Vieueles en la Ar- gentina’, editada en diskettes. Simultaneamente se desa- rrollaron trabajos de investigacién sobre Adolfo Methfes- ‘sel, Martin Malharro y Antonio Alice, y se iniciaron estudios sobre plateria criolia, entre otfos trabajos. Con el fin de ofrecer a la comunidad de investigadores: nuestro apoyo, y con el generoso auspicio de Telefonica de Argentina, 8s que se crearon los Premios Telefénica de Argentina a la Investigacién en Historia de las Artes PISs- ticas. En 1997 presentamos la primera edicion de este Premio que se establecié acerca del Arte Argentino del Si- slo XX y cuyos resultados fueron publicados oportuna- ‘mente en un volumen, En 1998 se prasent6 la segunda edicion de este Premio edicado a la Investigacién en Historia de las Artes Plést: ‘cas durante los siglos XVIII y/o XIX, cuyos trabajos fueron publicados. Los tres trabajos ganadores que obtuvieron el Primer y ‘Segundo Premio y la Mencién, especial, correspondientes al Tercer Premio Telefonica, afto 1999, "Arte Argentino del ‘Siglo XX", fueron editados en un solo volumen. En este libro presentamos el trabajo que obtuvo el Pri- ‘mer Premio del "Cuarto Premio Telefonica a la Investiga- ‘cin en Historia de las Artes Plasticas ~ Avio 2000 ~ Arte ‘Argentino desde la Colonia al Siglo XIX (inc'usive)’, cuyo autor es el Lic. Roberto Amigo y itulado "Tras un inca. Los funerales de Atahualpa de Luis Montero en Buenos Aires". Agradecemos al Jurado, a los premiados y a los partci- pantes de este concurso el logro alcanzado. EL CONSEJO DE ADMINISTRACION Marzo de 2001 PROLOGO En 1867, fruto de una casualidad que ni siquiera en nuestros dias parece haber podido convertirse en habito 0 rutina (sigue siendo casual la legada al Plata de grandes cobras del arte latinoamericano del pasado y del presente), la cludad de Buenos Aires asisté a la exhibicion publica de Los funerales de Atahualoa. Era éste un cuadro monu- mental de pintura histérica que el artista peruano Luis Montero habia realizado en Florencia y que él mismo lle- vvaba a exponer, de regreso, a la ciudad de Lima. El acon- tecimiento suscit6 alguna polémica y, en todo caso, un ri- ‘co movimiento de critica en el cual participaron Vicente Fi- del Lépez, Miguel Navarro Viola, los comentaristas anéni- ‘mos del Correo del Domingo y de La Nacion Argentina, e! misterioso tedactor D.A. de E] Nacional, Santiago Estrada y Vicente Quesada, El estudio de Roberto Amigo analiza cada una de ‘esas intervenciones, extrae ol meollo de las diferentes posturas y demuestra que, aunque en apariencia se discu- tieran cuestiones estéticas y técnicas de la pintura, el de- bate provocado por la representacién de los funerales de! timo Inca git, inaimente, alrededor de asuntos polt- ‘cos. Se trataba de convert, por cierto, la contempiacién del cuadro en un pretexto para meditar sobre los abusos de poder, sobre la violacion de las libertades, sobre la ma- la politica que amenazaba el orden constitucional legitimo en la Argentina y que se mostraba como una réplica de otros atropellos semojantes en el resto de la América es pafola, Nos encontramos, pues, frente a un trabajo minu- cioso, documentado y reflexivo, que auna la microhistoria y la teoria de la recepci6n para componer una buena his toriografia del arte argentino y producir un relato de los fe- rnémenos artisticos de nuestro pals donde se distingan las variables de lo social y lo politico que interactian con lo estético, Quizés las dimensiones del hecho analizado resulten demasiado pequerias a primera vista. Sin embargo, los re- sultados de la labor de Amigo salvan con creces esas ob- jeciones, debido no séio a la reconstruccién precisa de la ‘rama del proceso historico y critica, sino a la demostra- ‘én de que el examen racional y fundado de lo pequetio fen la historia puede ayudamos a descubrir, en una escala concentrada y reducida, los mecanismos que rigen y los ‘conflictos que atraviesan los macrosistemas de la socie~ dad y del arte, En el caso del ensayo de Amigo, el comba- te critico por Los funerales de Atatwalpa cumple las veces dde un foco donde se concentran los dilemas artisticos de Ja transmision del estilo, de la capacidad narratva y ret6ri- ca de la pintura, de la potencia comunicativa de la imagen, junto a los dilemas cuturales que plantean las tensiones 0 contre la representacion visual de la historia y los efectos e la subtiitas applicandi a la politica del momento. En sintesis, el de Roberto Amigo es un texto sugerente y un equetio modelo. Dr. José Emilio Burucda, UBA-ANBA, vse est ea ne eg Hp many we NON mn TEBE oe EaRANY eT NEY NOTA A MODO DE INTRODUCCION Es posible encontrar en la exposicén en Buenos Ai res de una pintura histérica,reaizada por un pinior perua- no, el momento en el que las elites interrogan y disputan desde las imagenes sobre sus proyectos de poder y na- ion? El objetivo de este ensayo es tratar de dar una res- puesta ofirmativa a esta pregunia incial, Desde luego, no serd una respuesta lineal como no son lineales as relacio- nes entra ideoiogias @ imagen. {Cuan singular és Los funerales de Atanualpa de Luis Montero en el contexto visual del Rio de a Plata para ha- ber suscitado semejante inquetud en 1867? En primer ue gar, debemos adelantar que en el Rio de la Plata fueron escasas las pinluras que respondiesen al patién de las grandes méquinas pictoricas europeas, y el nico conoci- miento previo de tal género pict6rico habia sido el grupo de obras que trajo consigo Raymond Quinsac de Monvoi- sin, que no escaparon a ia mirada de Sarmiento en Chile, en especial Nueve de Termidor En Buenos Altes predominaba el retrato, os paisajes rurales y los temas costumbristas; los pintores locales de ‘mayor renombre eran Pridiano Pueyrredon, Leén Palligre @ Ignacio Manzoni, Por otra parte, el constructor del géne- {0 histérico en el Rio de la Plata Juan Manuel Blanes ya habia retornado de su primera formacién florentina, pero ‘sus principales obras en la década del sesenta son retra- tos: recién a partir del éxito de Un episodio de la fiebre ‘amarila en 1871, buscaré con tenacidad -y tantos fraca- ‘508 como exitos- lograr un gran cuadro de pintura de his- toria americana. La pintura de historia es un fenémeno decimonénico estrechamente vinculado al desarrollo de la conciencia y de la ciencia histérica. Cuando llege el cuadro de Monte- ro, los historiadores argentinos recién comenzaban a ela- borar sus relatos, alin no cosificados por la escolaridad ‘Asunto este importante ya que la pintura de historia se ex- pandié a partir de los relatos divulgados por los manuales de historia, que creaban el conocimiento del publico de los asuntos representados. A tal punto esta relacién extra ar- tistica es de importancia que ha sido sostenida como la definicion del género." Santiago Estrada al comentar Los Funerales aclar6 que entendia por el género histérico: "el arte [..] condena © glorifica los hechos de la historia, sometiéndoios a la ex- pectacion de los siglos. Sobre los lienzos histéricos se lee ‘el anatema o el aplauso de los grandes hombres”. Desde luego, la consolidacién del género se emparentaba con la necesidad de poseer imagenes oficiales para los estados ee te Rae ot snr pho 0 1 racionales en construccién; éstas debian favorecer una lectura hegeménica del pasado, que petmitiese estimular la pertenencia a una identidad comun y establecer una en- sefianza moral a las nuevas generaciones. De alll que la pintura de historia estuviese sujeta a un didactismo, y por consiguiente a la obligacién de representar el episodio buscando la facilidad de comprension de su asunto por e! piblico, Peter Paret denomind "imagenes condensadoras” a los episodios que develan, como si permitieran realizar un corte estratigrafico, no sélo la vinculacién con una trad cién sino también la trama de relaciones de la existencia social del objeto.” Esa trama de relaciones es lo que trata de poner en escona este ensayo: una interpretacion co- yuntural del éxito en Buenos Ares de una pintura sobre la muerte del ultimo Inca Last but not least, desde su destaca repercusion ini- cial la obra de Montero se convirtié en un pardmetro de ca- lidad pictérica en el Buenos Aires del siglo XIX.* neumaacamnt cea Peso iain Sema, 41, LAPINTURA Los artistas decimonénicos alimentaron su imagina- ‘idm histérica con lecturas comunes en el rastreo de episo- dios memorables para representar en sus cuadros. La conquista de América tuvo dos escritores destacados en esa circulacién de textos: Wiliam Prescott y Washington Iiving. E! primero con sus historias sobre las conquistas de ‘México y del Peri, el segundo con la biografia de Cristo- bal Colén que aliment6 la vision del héroe romantic. En cuanto al asunto del cuadro de Luis Montero, la fuente iteraria es el libro de Prescott La historia de la con- quista del Perd. La popularidad de este escritor fue un es- timulo para artistas de diversa formacion a lo largo del si- «lo, sirva como un ejemplo temprano de tal impacto ltera~ tio EI asaito al Teocall’ por Hernan Cortés y sus tropas (1848) de Emanuel Leutze, cuya fuente Iteraria es La his foria de Ja conquista de México publicada en 1843, y co- ‘mo uno tardio La Muerte de Pizarro (1884) de Graciano Mendilaharzu basada en el relato sobre el Pert de Pres- 6 ‘ct, El fragmento elegido por Montero de La conquista del Peri es el siguiente Ala mafiana siguiente le trasladaron @ la Igle- sia de San Francisco, donde se celebraron sus fexequias con gran solemnided. Pizarro y los principales caballeros asistieron de luto. y las tropas escucharon con devola atencién el oficio de difuntos, que celebré el padse Valverde. Inte- ‘umpieron la ceremonia muchos gritos y sollo- Z0s que se oyeron a las puertas de la iglesia, Jas cuales abriéndose de repente, dieron entra- da @ un gran numero de indias esposas y her- ‘manas del difunto, que invadiendo la gran nave, rodearon al cuerpo diciendo, que no era aquel el ‘modo de calebrar los funerales de un Inca, y de- cleran su intencién de sacnificarse sobre su tum- ba y acompafiare al pais de fos espirtus. Los circunstantes ofendidos de ese loca proceder ‘manifestaron a fas invasores que Atahuellpa he- ia muerto cristiano, y que el Dios de fos cristia- nos aborrecia de tales sacrificios. Después las Intimaron que so saliesen de la Iglesia, y mu- cchas de elles al retirarse se suicidaron con la vana esperanza de acompaflar a su amado se- ior en las brillantes mansiones del Sol.* ‘Stes saey fsa teers ” ‘Como ha llegado un artista pervano a adquirir seme- jante oficio para realizar una gran maquina pictorica? La vida de Montero -cuyos episodios resonantes fueron e! naufragio del primer viaje a Europa, la estacia azarosa en La Habana, una momenténea ceguera, y la muerte por fie~ ‘bre amarilla al regresar al Pert-transcurrib en ese doble juego de la formacién europea y la bisqueda de prestigio en tierra americana, Unico mercado posible. El aprendizaje pictorico en Lima Tue con Ignacio Meri- no; elecci6n, tal vez, dirigida por el comdn nacimiento en 1 Piura. Merino era un pintor costumbrista en los tiempos ‘que ejercia como maestro de Montero, Francisco Laso y Francisco Masias. Luego fue un pintor historicista que re- present episodios de la vida de Colén, al mismo tiempo ‘que Montero trabajaba en Los funerales. A diferencia de Merino y Laso que optaron por formarse en Paris, Monte- ro eligi una opcién que puede entenderse como mas tra dicional si se olvidan las reformas de la academia florent nna en 1860. Florencia fue el destino de otros pintores su- damericanos como Juan Manuel Blanes y los primeros be~ carios argentinos Martin Boneo, Mariano Agrelo y Claudio Lastra, Tal vez, valga indagar sobre una suerte de comuni- dad de artistas sudamericanos en Florencia. Aunque los afios de las estadias de Montero en Florencia fueron los de la consolidacién de los macchieiol, su pintura estuvo suje- taa la superficie pulida, al modelado suave y al predominio de la linea, En la busquada de temas nacionales se empa- renta su obra con el fermento italiane del Risorgimento,* sin {anton none tay tage The Urey ef encase. el radicalism politico de los pintores italianos aunque Mon- {ero profesaba de liberal Montero estaba al tanto, sin duda, de las nuevas op- ciones formales de la pintura de historia italiana, ya que ‘tuvo la oportunidad de apreciar el derrotero de la misma, bien expresado en Ia Esposizione Nazionale de 1861 con la exhibicion de obras de artistas de diversas generacio- nes como Pietro Benvenuti, Giuseppe Bezzuoli, Giovanni Mochi, Francesco Altamura, Cosimo Conti, Giuseppe Mo- Fici, Silvestro Lega y Steffano Usst. Los funerales esta dominado por el intento de recos- truccion verista que caracteriza a la pintura de historia a mediados del siglo XIX, sujeto a las pautas formales de las ‘academias. Esta se resolvia en una concepcién teatral de los gestos y de la iluminacién -que avanza desde la iz- ‘quierda- para guiar la mirada del espectador en una conti- Nuidad narrativa desde los grupos de figuras al cuerpo muerto del Inca. Montero se atrevi6 al desafio del gran ta- mafio que obligaba el estudio historicista para dar cuenta de mulitud de detalles desde la vestimenta a la arquitec- tura pintada. Ademas optd por gran cantidad de figuras y diversas entre si, en total treinta y seis. La composicin es de justeza académica, eficazmente probada desde EI Ju- ramento de los Horacios (1785) de Jacques-Louis David hasta La expulsion de! Duque de Atenas de Florencia (1861) de Steffano Ussi, profesor de Montero en la Academia. ‘Los grupos de figuras se dividen en distintos planos, ‘oponiéndose los grupos dindmicos y los estaticos. Monte- To cierra el espacio mediante una arquitectura supuesta- mente precolombina que, ademas, colabora en situar el episodio histérico y favorecer la ilusion temporal, Estas cuestiones formales no ocultan el contenido ‘deoldgico de la composicién, que ha sido ya seftalado por la critica peruana: el cuadro de Montero es posible mirar- lo como una expresion visual del sector liberal, con su an- ticlericalismo de herencia francesa -en su disputa con los conservadores que asumian el legado de la tradicion es- pafola-, y con el enterramiento del “problema” de! indio,” simbolizado aqui en la muerte del Inca. Otro aspecto de Los funerales es que replanted Ia ico- nografia de la lamentacién ante el cadaver -en un nuevo marco de ilusién histérica, la conquista del Pera. Los te- mas vinculados a la muerte -exemplum virtulis por exce- lencia- permitian remarcar, a la manera de Paul Delaro- che, el psicologismo de los caracteres. 2. EL VIAJE A LIMA: BUENOS AIRES Luis Montaro exhibié Los funerales en su lugar de rea lizacién, Florencia, con repercusion en los periédicos e im- portantes visitas. Estas visitas, en algunos casos de digna- tarios y reyes, a los talleres para ver la obra cumbre de un artista era un t6pico para teferirse al éxito de un artista en ‘1 XIX. Montoro planeaba su regreso a Lima con su cua- dro ya difundido por la prensa, para ello elaboré una inte- ligente estrategia mercanti: convert el largo camino hacia Lima en una serie de exhibiciones que le permitieran no ‘solo crear mayor expectativa en cada escala para el publi- co peruano sino también recaudar por la venta de entra das. Planificd, entonces, detenerse en Rio de Janeiro, Montevideo y Santiago de Chile antes arribar a Lima. En la capital peruana obtuvo una extraordinaria repercusién, ‘mas de quince mil personas fueron a contemplar la tela y el Estado la adquiri para convertila en imagen oficial» La llegada de Los funerales a Buenos Aires fue ca- sual, Al no haber podido embarcarse hacia el Pacifico des- de el puerto de Montevideo por la falta de pasajes, Monte- To decidié hacer una escala en la ribera occidental, posi- bblemente estimuiado por la repercusion en la prensa de Buenos Aires 0 por los intelectuales porterios que vivian fen la ciudad uruguaya, Antes de confirmarse su visita los periédicos habian publicado extractos de criticas elogio- ‘sas procedentes de Italia, del Brasil y del Uruguay, que in- formaban al piblico sobre el asunto del cuadro, el origen del artista y la calidad de la tela La Tribuna, el diario autonomista, expresé su interés fen el cuadro de Montero: transcnbi6, por ejemplo, la si- guiente noticia de EI Sigio bajo el titulo de "el gran cuadro” cuando comenzaba la exposicion en la capital oriental en @ foyer del teatro Solis: "Jamés se ha ofrecide en Monte- video un espectéculo semejante y abrigamos la persua~ sion de que aqui el arte obtendra un triunfo tan completo ‘como en Italia y ef Rio de Janeiro”. Siete dias mas tarde, tun cronista del mismo diario enumerd las caracteristicas de una pintura de historia para un piblico ilustrado: belle- za de composicion, correccién del dibujo, valentia del co- lorido, riqueza de detalles, verdad historica y expresion moral de las fisonomias. "2 La Nacién Argentina, érgano de prensa del liberaismo rmitrista, al describir el cuadra planteé la duda sobre la ex- hibicién det mismo en Buenos Aires: "Es de lamentar que a causa de los muchos inconvenientes que se le ofrecen 2 para venir aqui, sigue de Montevideo en viaje al Pacifico sin arrbar a nuestro puerto". Si es posible calibrar la ansiedad de los lectores por ver a pintura historica realizada por Montero en las pala- bras de los redactores, nada mas revelador que el indica- tivo titulo de La Tribune: "Llegé"."* En el mismo sentido el diario mittista seftalé Io excepcional del hecho, "ya que nunca ha legado a nuestras playas una obra de pintura tan valiosa’. "La llegada de esta pintura replanted la nece- sidad del museo publico, ya que el Estado no deberia de- jar escapar el cuadro para conformar la coleccién inicial Una litografia de Los funerales, conservado luego en el ‘Museo Histérico Nacional, posiblemente haya supiantado el deseo de un segmento del puiblico de que el cuadro de Montero permanezca para siempre en Buenos Aires.’° ‘Ya en la ciudad portena, Luis Montero debi enfrentar Un problema: conseguir un local adecuado para la exhibi- ‘ion de un cuadro de tamano considerable. Asi, La Thibu- ‘na comenté que el artista peruano habia pedido un salon al Club del Plata.” Esta entidad fue fundada por socios es- Cindidos del Club del Progreso con el objetivo de diferen- car al club de ocio de una pertenencia politica. El pedido de Montero fue rechazado por la comisién del Club del Plata; es factble suponer que consideraron la exhibicién de un cuadro con tal tema de significacién politica actual ara un club de veladas agradables. Esta actitud merecié a una respuesta alrada de La Nacién Argentina, que no de- saptovechd la oportunidad que el hacho le offecia para lanzar algunos dards llenos de sarcasmo.'* E/ Nacional ‘pté por hacer una critica mordaz: No es hasta cierto punto contradictorio poner a la expectacién publica el cuadro lagubre y tris- te de unos funerales pertenecientes a un indivi- duo como Atahwalpa, que a punto a de ser com- pletamente desconocido por fos miembros de ‘ese club, en unos salones destinados a rendir tributo al buen humor y ala alegria? Desde cuando el verdadero arte y la expre- sion de lo bello, pueden tener entrada libre en tun lugar destinado inicamente para que los adoradores de Terpsicore y los émulos de Liicu- fo tengan sus momentos de expansion? ‘Una obra de arte que tal vez no diga otra cosa que quien la ha hecho ha tenido un buen mo- mento de inspiracién, que posee esa frusleria quo se llama genio, colocarse precisamente donde tel vez mafiana se columpien varias pa rejas, al son cadencioso de una polka o de un vals. (Que profanacién! * igen vost El contraste planteado por Ef Nacional entre un club de ocio y el asunto del cuadro de Montero adquirié un cier- {to tono de reproche moral en el marco de una sociedad sensibilizada por la epidemia de colera y la suerte de la ‘guerra del Paraguay. Aun mds, si se considera que el lec- tor podia comparar el comentario con las descripciones de {os bailes del club, habituales en la prensa ‘Ante la negativa del club mencionado, el 27 de no- viembre de 1887 el cuadro comenzé a exhibirse "de dia y de noche" en el almacén naval Fusoni Hnos. y Maveroft, ‘cuya casa central se encontraba ubicada en Cangallo 114- 26, permaneciendo hasta el timo fin de semana de febre- ro de 1868.21 Los bazares eran un lugar habitual de exposicién en Buenos Aires, el heterogéneo consumidor de las diversas, mercaderias de estos negocios encontraba, entre ellas, también las obras de los artistas locales. Por ejemplo, la ‘exposicién anterior a la muestra del cuadro de Luis Mon- te’0 fue un paisaje de la pampa de Priidiano Pueyrredén 2 ioc pte een Ses Torte ny cava ce yee Sos BSiaecenAgunina 3610 187, 2 6 5 2s Los periédicos de Buenos Aires invitaron al pablico a viitar la muestra de la obra de Montero que causaba “pro- funda sensacion”. La Tiibuna consider necosatio advertir al lector que Los funerales "ha despertado un gran interés en Italia que 5 la pattia clasica de la pintura. Nuestro piblico debe te- nner en cuenta para concurtr ala exposicion el asunto del Ccuadro y la magnificencia de la pintura,"= Por otra parte, The Standard, periédico de la colectvi- dad de habia inglesa, junto a una apreciacién del gusto de Ia elite de Buenas Aires critics el alto valor de la entrada 2 la exposicion The sum asked by the artist for the picture is very high, much beyond the munificence of pri- vate connoiseurs in theso counties; uniess it ‘should be the ambilion of an Armstrong or an ‘Anchorena to prefer tho fine arts t0 the works of the upholslerer or the nine-per-cent giving but somewhat hideous productions of the Buenos Aires bricklayer. This reminds us that the price of admission, twenty dollars, demanded by Mr. Montero is at least by one-haif too high, Five dollars would be 7. nearer the mark, as he must look fo the number ‘and not the quailty of his patrons.2* {Qué piblico de arte se estaba constituyendo en Bue ros Aires? La protesta del cronista extranjerc por el costo de la entrada permite suponer un publico conformado por distinos nivelas econdmicos. Los objetos pictéricos, mu- ‘chas veces expuesto en las vidrieras de los negocios 0 en. las ventanas da los taleres de los aristas, era oftecido a la mirada ocasional del trenetinte; asi uno de los tpicos de la crltica fue el del encuentro sorpresivo con un cuadro de calidad. Las opciones restantes para exponer eran ol foyer de un teatro, las salas de los clubs de ocio y los sa- lones de diversion. Ei comentario de The Standard, arr- baa citado, indica una preocupacién por la composicién so- ial de un publico de obras de arte en formacion. Una preocupacion afirmada en la propuesta de que "la munici- palidad deberia ofrecer al Sr Montero una cantidad de 3.0 4.000 pesos para que les nifios de las escuelas municipe- Jes puedan ir a contemplar esa obra maestra del arte de Rafael y Murilo."” Tal vez, a pesar del costo de la entra- da, la concurrencia fue numerosa.2* El vasto lienzo se expuso en una Buenos Aires convul- sionada por la crudeza de la guerra del Paraguay y por la eee a situacion de las provincias del interior levantadas en con- ta del gobierna central. En enero, Mire regresaba a Bue- nos Aires para hacerse cargo del gobierno, reemplazado fen e mando de la guerra por el brasiiefio Marques de Ca- vias, ya que ademas de los fracasos militares, entre las victimas de la epidemia de cblera habla sucumbido el vi= ‘cepresidente Marcos Paz, en ejercicio de la jefatura de! gobiemo, Buenos Aires presenciaba asi dos funerales de ‘gobernantes: el de su vicepresidente, Marcos Paz, y el pic {rico representado por Luis Montero. ‘Al mismo tiempo, la disputa por las candidaturas a la presidencia de la nacién enfrentaba a mitistas, autono- mista, y federales que respondian a Urquiza. Estos tres elementos (la guerra, la peste, las elecciones), con mayor ‘0 menor intensidad, fueron el marco de la mirada del pil- blico porte. Pocas pinturas exhibidas en Buenos Aires pusieron en juego la mirada de intelecivales de la importancia de Vi- conte F. Lopez, Vicente Quesada y Miguel Navarro Viola Sin duda, la repercusion de la obra de Montero se sostu- vo en la pasién por la historia sudamericana de ios intelec- tuales portefios, Desde luego, otros comentaristas como ‘Adolphe Hubert podian sélo preocuparse por realizar una descripcién literaria de Los funerales, sin detenerse en las discusiones locales que preacuparon a los eseritores ante- ‘Ademas, Montero supo relacionarse con la elte porte- 12 eo Cro Coa tray ate entmce es pr. re Ie fn GE Hs ns Soh Pos sr oe sh 2 , sirva como prueba que obra suya permanecié en Bue- nos Aires: Vicente F. Lopez encarg6 un retrato al dleo de 1 padre, Vicente Lépez y Planes; éste cuadro fue mencio- 10 en el proyecto de exposicién histérica de la Exposi- cién Continental de Buenos Aires de 1882, en la sala de- icada al Himno Nacional formada con abjetos pertene- jentes a Andres Lamas y a la familia Lépez: un “hermoso rato al dleo del Dr. D. Vicente Lopez, debido al pincel de “Luis Montero, el célebre autor de los Funerales de Ata~ thualpa’ *! En a coleccién de Andrés Lamas se encontraba ‘otra obra de Montero, una cabeza de mujer.*? Eduardo Schiafino escribié en su ciésica obra que el ito del cuadro dal pintor peruano Luis Montero Los fune: les de Atahuaipa en Buenos Aires hubiera sido "ruidoso” de no haber coincidido con Ia exposicién del cuadro de Juan Manuel Blanes Un episodio de Ja fiebre amarifa en 08 Aires. Schiaffino confundié dos exhibiciones pro- ‘ducidas con distancia de cuatro afios: Los funerales se entd en 1867 y el cuadro del uruguayo Blanes en 1871.» Error quiz estimulado por la comparacion con el rence Speen Ens Sob aoa Dace Hine ek lienzo de Montero cuando la ciudad se conmovia ante el dramatismo de la escena pintada por el artista oriental: y sugestiva equivocacién pues demuestra que la mencién {de Los funeralas coma parémetro de calidad perduré en la memoria de Schiaffino al dar forma definiiva a sus textos, 3. EL MITO DEL ORIGEN La critica de Vicente Fidel Lopez, fundador de la his- riografia argentina al igual que su adversario Mitre, pu- licada en La Revista de Buenos Aires y difundida por los jars La Tribuna, EI Nacional y El Invalido Argentino, fue primer articulo conocido en Buenos Aires mientras el jadro ain estaba exponiéndose en Montevideo.» Lopez nia una estrecha relacién con la ciudad oriental, elegida lugar de su exilio luego de su apoyo al pacto de San colds. Un aspecto interesante de la participacién politica ‘Vicente F. Lopez fue su prédica para la constitucién de “Yiberalismo nacionalista” en la década del setenta en lémica contra el librecambismo, propulsando medidas jonistas para favorecer el desarrollo de la produc- local. Tal vez, su elogio a Los funevales pueda ser IN antecedente de sus ideas proteccionistas. Es interesante la presentacién de Luis Montero como tun genio creador dominado por la melancolia, ya que la ‘escritura presenta los afanes juveniles de novelista roman- tice: Su alma es ardiente como el sol que primero ‘luminé las pupiles de sus ojos; y se comprende bien que ella ha sido trasuntada al enzo, su criatura, con todo el sublime, y con la inimitable correcein de un vasto poema clasico. Digno es ef seftor Montero de ser obsorvado, cuando cre- ‘yéndose ignorado y medio aculto en uno de Jos ngulos apartados del saién en donde su obra exhibe las majestades det arte, fa en ella una mirada avida y angustiosa: la estudia; y siente {quizas dontro del patemo pecho el mas amargo de los dolores -el de la inteligencia y del genio, que poseyendo Jo ideal, no han podido expre- ssarlo como lo sienten, por que el idioma de los hombres no alcanza a expresar a Dios. Com- ‘prende uno entonces as canas que cubren suv cabeza y el melancdlico desaliento que impreg- 1a los rasgos de su fisonomia Siesta descripcion del artista confirma la sensibilidad romantica de Lopez expresada on sus primeras obras his toricas y iterarias, al enjuiciar la obra de arte sostuvo apre- ciaciones originadas en el gusto estético de la tradicion Clasicista, Una combinaci6n que hoy nos parece contradic toria pero que, como ya ha seftalado Ida Rocriguez Pram- 2 ini para el caso mexicano, se encontraba ampliamente ida en el siglo XIK*" Vicente F. Lépez recurrié a dos conceptos habituales, la critica decimonénica para justficar la alta calidad de lienzo: la verdad histérica de la representacién y el con- ido moral del asunto,** El principal problema para Lé- derivaba de su preocupacién de historiador: cémo re- fesentar la verdad histérica, de alll la comparacién inevi- le entre el pintor y el historiador, Montero y Macaulay: .on una filosofia de la historia igual a la filosofia subli- 1 de los acontecimientos, con un aplomo de ideas, con | silencio y tal solemnidad de formas que hacen de ese ‘cuadro una verdadera revelacién de la historia antigua de! 3f0, como no esta escrita en ningiin libro, con el estilo y la magica manera de Macaulay."* El lterato argentino consider que “Ia alegoria histori- © politica es insoportable™. Lopez se distancié de una ética clasicista heredera de Winckelmann, consideran- la alegoria como una forma fuera de tiempo pertene- teal period teocratico, Sin embargo, la imagen del In- muerto adquirié un caracter simbdlico: anunciar la ven- za de la barbara conquista, accién ejecutada por los itos libertadores en Ayacucho y Junin. La estrota en 2 que se menciona al Inca del Himno Nacional Argentino, escrito por su padre, estuvo presente en la lactura del cua- dros Los funerales fue leido, entonces, por Lopez como un poema épico en el que se enfrentaban dos mundos, con- Centracion de "todos los combates que habia sostenido antes la humanidad; y ese lienzo como las tragedias de ‘Séfocles y da Shakespeare reproduce a la vida el confic- to de todas las pasiones y de todos los intereses que cons tituyen la historia de la humanidad-" Vicente F. Lopez en ‘su obva lteraria ya habia demostrado su interés romantico por los contfictas entre distintos modos de vida, por ejem- plo en La novia del hereje 0 La inquisicién en Lima, publi ‘cada en Chile en 1846. En la descripcion de la figura de un fralle asoma un marcado anticlericalsmo: LHe interrumpido la lectura del oftcio para mirar ‘con un cinismo casi estipido el dofor de aquellas hijas y de aquellas esposas que pugnan indigna- das ent los esbirros de la quardia, Ese frail tie- ine todos los rasgos del tiompo y de (a profesion que desempena: hay un certo particular en la ‘misma mediocridad de sus facciones y de sus ‘jos; se ve all fa vulgaridad unica @ Ja creencia feroz de una conciencia tranquila en les convic~ ‘oiones brutales que fo lenan y en la crapulosidad de sus habitos © “se tacnmrmaiveai rt orange nena shed Silos sacerdotes espanoles eran los barbaros, idea ympartida por la hispanofobia reinante, entonces {qué ci- lizacion habian destruido? Cuando Luis Montero llegé @ las orilas del Plata, Vie cente F. Lopez se encontraba abacado a una pasion de los intelectuales decimondnicos: a flologia comparada, El re- sultado de su investigacién en ese campo fue un largo en- yo, publicado en una serie de articulos con el sugestivo sorprendente titulo de "Estudio sobre la colonizacién del Peri por los Pelasgos en los tiempos Prehistoricos. De- _mostiada por el anlsis comparativo de las Lenguas y de los Mitos’, trabajo que defendia la hipétesis sobre el ori- {gen comiin de las lenguas © Un afto mas tarde, el luego famoso egiptélogo Gaston ‘Maspero fue enviado @ Montevideo para controlar la edi- in del volumen Les races aryennes du Pérou. Leur lan- ue, leur religion, leur histoire, finaciado por el general Justo J. de Urquiza, En las palabras introductorias del l- bro, el mismo Vicente F. Lopez sugiié la incredulidad de “Maspero acerca de su arriesgada tesis.“« force nati coceis at necmrate Peseta acne ees a centr c eereancs rate fe eae ee eres En la introducsién @ los articulos de La Revista de ‘Buenos Aires, titulada "El idioma de los Keshuas es el idio- ‘ma griago" Lopez sintetiz6 la conclusion de sus estudios “EI vocabulario de los Keshuas, de esas tribus tan anti- {guas como eélebres al pie de los Andes, se traduce todo entero, y se explica por el vocabulario de la lengua famo- ‘sa en que canto Homero."® La infuencia teérica de Cousin le petmitié legar més lejos en su descubrimiento: unificar los diversos aspectos {de la cultura peruana para luego realizar una comparacion ‘con la gfiega clésica, Do esa manera su tesis, viene ahora a expiicar el por qué do esas mis~ teriosas analogias quo la Arquitectura y los mi- tos americanos tlenen cuando se les compara con las construcciones primitvas y con las ie- yendas de los Griegos y de los Etruscos [.] to- da esa civilzacion es Pelésgica, también con ‘esta Memoria lo va @ demostrar analizando ese idioma, los mitos, las creencias, fos idolos y las tradiciones de los His de la Tierra, los ttanes Americanos: Los Gke-hs-Huas © En el mismo sentido en Les races afirmé una identi- dad perfecta entre el arte peruano y el arte helénico, con tuna comparacion de la arquitectura y la ceramica entre ‘esas culturas como prueba irrefutable No es extrafo que Vicente F. Lopez haya tenido un sari local: Mariano Larsen. En 1865, Larsen habia bicado su obra de mayor alento América Antecolom- 0 89a Noticias sobre algunes intresantes ruinas y Jos vaies en América anteriores a Colen, detensa de tesis del descubrmiento da América por pueblos nord , 6on el objetivo de dfundir en el medio ropatense los mos hallazgos arqueoiogicos logracos en Amérca. ue de Larsen, miembro de la Sociedad Real de Ant- rios de Copenhague, se fundament6 en la falta de rigu- fad de Lopez, meliando la tesis del histriador a parr ‘una analogia entre el sénscito y el "peruano" Acaso Larsen tuvo presente el ensayo de Lépez sobre Los funo- las, ya que signifcatvamente analzd la fiologia de la alabra "Attahualia” para refuaro: “no es olta cosa que sanscrio atta, hjos de Buda: hya sacifcioy Po, jefe: 0 le da Attahyapa, jee del sacrfcio de los hjos ce Buda, decir Rey-Pontifice "# Entre otros aspectos, Larsen ciiticé a Lapez por haber considerado la lengua griega del tiempo homérico como un dialecto pelasgo puro. Afiim6, aun mas, que en su op nin las raices no son heleno-quichuas sino pelasgos-qui- chuas y in esto Jo admire sino con la restriccién de que en la época cualquiera que olla sea y {que no pretendo determina, en que se inftran fen le quichua algunas voces que pueden admi- tirse como helénicas 0 quasi-helénicas ya debia estar constituido desde unos cuantos siglos la rnacionalidad y la gramética de los keshuas °° ‘Aqui Larsen rozé el sentido profundo de estos deba- tes: definir fa lengua era determinar el origen de la nacio- nalidad, la lengua era el alma parens de la raza. El senti- ‘miento de pertenencia a una identidad comin era un com- plejo proceso de construccién en el que batallaban las identidades regionales y los proyectos de estado nacién de las elites. Lo que discute Lopez era el origen de una identidad americana cuya pertenenciainicial era la civiliza- ion occidental. Podemos aventurar que esto llevaba a ‘comprender en términos de igualdad la relacién con las rnaciones europeas, mas bajo el proceso inmigratori, y de alli las posiblidades de un programa econémico y cutural auténomo. Es tentador continuar explorando esta discusién en otros textos sobre el origan de los dioses 0 sobre la astro- mia del antiguo Pend escrtos por Vicente F. Lépez para mar la veracidad de su tesis. Tentador aun sabiendo ue nuestros contendientes, aunque lectores de su obra, tuvieron en cuenta la advertencia escrita por Alexander Humboldt sobre tales "hipétesis brilantes" sobre el ori- n de las lenguas de América." Pero debo retornar a Los funerales, expuesto en Mon- ideo cuando Lopez comenzaba a divuigar su trabajo f= ie0, ya que la critica realizada resulté otro capitulo de ensayo cultural El politico aficionado a complejos dic- jonarios no desaproveché la oportunidad presentada. La ipcion de las insignias y la vestimenta del Inca le si- ieron de excusa: el historiador apost6 a un lucimiento eru- ito comparando las denominaciones de las mismas entre lengua "keshua" y el griego. De esta manera, Montero Convirti en un involuntario aliado de una tesis flologi ca. La lengua de Homero como origen de la antigua cultu-

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