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Jossie Hernando Gámez Arias

Infortunios: Desaciertos y Abusos; ¿decir o hacer?

John Langshaw Austin esboza que dentro nuestras expresiones lingüísticas

existen enunciados denominados realizativos o realizatorios, estos enunciados

aparentemente cumplen con todos los requisitos para constituirse en tal, pero al momento

de efectuar un juicio para determinar su verdad o falsedad no pueden calificarse, sin

embargo, son usados dentro de nuestro cotidiano, expresiones como: “Sí Juro”, “yo te

bautizo” o el acto de apostar, son muestra de ello; es decir con estas palabras más que

simplemente describir algo, podríamos afirmar que estamos haciendo algo. (Austin 1955,

pag.8).

Ahora bien, dentro estos actos realizativos, no basta solo con describir la acción a

realizar, o solo realizar la acción descrita, o incluso describir y realizar la acción

solamente; no alcanza simplemente con estos requisitos para poder decir que la acción ha

sido efectuada con éxito, es menester que se cumplan unas condiciones propias que

determinan tal acto, cuando no se logra cumplir con el acto realizativo, bien sea porque

solo se mencionaron las palabras y no se ejecutó el hecho, bien sea porque ejecutó el

hecho y no se dijeron las palabras, o bien sea porque aunque se haya ejecutado el hecho y

pronunciado las palabras, no se encontraban dentro de las condiciones necesarias para el

acto, entonces podría decirse que estamos ante un infortunio.

Estas reglas o condiciones para que un acto realizativo no se convierta en un

infortunio son expresadas taxativamente por Austin a saber:


“A.1) Tiene que haber un procedimiento convencional aceptado, que posea cierto efecto

convencional; dicho procedimiento debe incluir la emisión de ciertas palabras por parte

de ciertas personas en ciertas circunstancias. Además,

A.2) en un caso dado, las personas y circunstancias particulares deben ser las apropiadas

para recurrir al procedimiento particular que se emplea,

B.1) El procedimiento debe llevarse a cabo por todos los participantes en forma correcta,

B.2) en todos sus pasos,

G.1) En aquellos casos en que, como sucede a menudo, el procedimiento requiere que

quienes lo usan tengan ciertos pensamientos o sentimientos, o está dirigido a que

sobrevenga cierta conducta correspondiente de algún participante, entonces quien

participa en él y recurre así al procedimiento debe tener en los hechos tales pensamientos

o sentimientos, o los participantes deben estar animados por el propósito de conducirse de

la manera adecuada1, y, además,

G.2) los participantes tienen que comportarse efectivamente así en su

oportunidad.”(Austin 1955, pag.11)

De tal manara, según estas condiciones para que un acto realizativo pueda

efectuarse con éxito debe cumplirse a cabalidad cada una de las premisas mencionadas,

sin embargo, si no practica alguna de ellas, es decir si se trasgrede uno o mas de los

requerimientos necesarios, el acto termina siendo un infortunio.

Por su parte Austin con respecto a estos infortunios, a los cuales también llama

simulaciones o incumplimiento los estructura y agrupa conforme a las reglas establecidas


y a la violación que se realizan de estas, esta distinción de los infortunios la precisa

primeramente en dos grupos desaciertos y abusos, los primeros es cuando se trasgreden

las condiciones A y B, es decir las que exigen el cumplimiento del procedimiento propio

del acto y el segundo grupo los abusos, es cuando se transgreden las condiciones G, que

son ya condiciones meramente sustanciales también propias del acto, aun cuando

procedimentalmente se puedan realizar el acto.

De tal forma, aclara Austin que, si bien no todos actos realizativos son actos

convencionales, es decir con un procedimiento categóricamente establecido, estos si

entrarían dentro de estos infortunios, aun cuando tengan que anular de manera obvia una

de las reglas, pero deben cumplirse las que a mutuo propio el acto exija, por ejemplo, el

acto de apostar o transferir el dominio de una cosa, pues estos pueden realizativos no

verbales.

En este punto se ponen de manifestó los actos jurídicos como actos

convencionales que los jurisconsultos establecen como expresiones realizativos

apreciables de un juicio de verdad o falsedad, no obstante Austin expresa que estos se

encuentran dentro del dominio ético y que aun cuando tienen carácter general, son

expuestos a infortunios.

Ahora bien, a nuestro juicio y conforme a lo expuesto por Austin me es permitido

decir que si bien es cierto los actos realizativos tienen condiciones procedimentales y

sustanciales sine qua non llegarían a ser efectuados con éxito, no es cabal decir que lo

actos jurídicos por el simple hecho de ser generales y convencionales terminan siendo
éticos, porque circunscriben y delimitan el campo de acción que estos mismos abarcan,

aunque no negamos que los actos jurídicos estén expuestos a infortunios.

Finalmente, conforme a todo lo expuesto, se tiene una noción para dar respuesta a

la pregunta ¿decir o actuar?, partiendo como base que el decir de alguna manera el decir

implica ya un hacer y el actuar es ejecutar el acto realizativo, conforme a los

procedimientos y sustancialidades propias del acto.


Bibliografía

Russell, B. (1955). Como hacer cosas con las palabras. Edición electrónica de
www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.

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