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Laura Camila Beltrán

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Universidad Externado de Colombia


Seminario de Conflicto, Paz y Desarrollo
Policy Paper #2
Análisis económico del conflicto colombiano: el desconocimiento estatal de la realidad
local

Resumen ejecutivo

Las causas y efectos económicos de los conflictos armados han sido estudiados por diferentes
teóricos que han propuesto perspectivas variadas desde las cuales podría analizarse el
conflicto colombiano. No obstante, esta teoría clásica se queda corta a la hora de explicar los
fenómenos que se han evidenciado en el caso colombiano, puesto que, en este, el territorio es
un elemento central, ya que fue instrumentalizado por los grupos al margen de la ley para
alcanzar sus objetivos, tanto políticos (en el caso de las guerrillas) como de financiamiento
(en el caso de los artificiosos imitadores de la guerrilla).

La instrumentalización del territorio estuvo dada por una descentralización del conflicto que
surgió tras un cambio de estrategia por parte de las guerrillas a inicio del siglo XXI, el cual
derivó en el desangramiento de las economías locales debido a la transformación de sus
dinámicas económicas a causa de la instauración de cultivos ilícitos y los canales de comercio
de drogas, así como los crímenes cometidos por los grupos ilegales que terminaron por
afectar transversalmente a las poblaciones de las áreas rurales y fronterizas del país, que
fueron las principales víctimas de la guerra armada.

Contexto e importancia del problema

La visión tradicional del análisis económico del conflicto

En Colombia, los estudios sobre crimen eran prácticamente inexistentes debido a que la teoría
económica clásica postulaba que la institucionalidad del Estado es incuestionable, lo que
implicaba que los individuos acogerían los parámetros que establece la institucionalidad para
limitar su accionar y, bajo tales restricciones, buscarían la maximización de su bienestar. No
obstante, este postulado teórico ignora la existencia de actos civiles violentos en contra el
sistema, lo cual resulta problemático debido a que las acciones individuales y los desajustes
estructurales de la sociedad tienden a repercutir en gran medida en las decisiones de los
sistemas políticos, por lo cual, tales variables se empezaron a incluir dentro del análisis del
conflicto (Martinez, 2001).

Ahora bien, autores como Sneyder (1975) y Gupta (1977) consideraban que era el
descontento general de la sociedad, causado por variables macroeconómicas como el
desempleo y la desigualdad, así como por la carente capacidad de los gobiernos para
satisfacer las necesidades de la población, lo que generaba una situación de conflicto latente
(Martinez, 2001). Esta perspectiva también podría explicarse desde el punto de vista
sociológico mediante variables como la frustración de los individuos causada por un entorno
hostil. Esta perspectiva que considera las llamadas ‘condiciones objetivas’ como causas del
conflicto sería desglosada por Paul Collier (2014), quien considera que estas viabilizan el
conflicto al permitir que los individuos sujetos a una situación de bajos ingresos, perciban
que es más favorable acceder a los mercados ilícitos promovidos por el conflicto que seguir
la institucionalidad.

Por su parte, Commons (1931) considera que es el conflicto el que influye en el contexto
económico, político, social e institucional de las sociedades, por lo cual la forma de
solucionarlo es a través de la generación de acuerdos razonables para todas las partes
inmersas; de esta forma, las instituciones son tanto el resultado de procesos formales e
informales de resolución de los conflictos, como las que inciden en el desempeño político y
económico de la sociedad. Esto implica que, para Commons, el conflicto y su inherente
relación con la institucionalidad, es derivado de la acción colectiva que ejerce control sobre la
acción individual (Commons, 1931).

Las afectaciones económicas del conflicto

Las consecuencias del conflicto colombiano se reflejan en diferentes esferas de la estructura


económica, tanto local como nacional, del país. Respecto a la estructura nacional puede
hablarse del gasto en seguridad y defensa (Cárdenas et al, s.f), así como la inversión en
infraestructura, en reactivación económica por la pérdida de productividad 1 y en erradicación
de cultivos ilícitos que funcionó como parte de la estrategia de relacionamiento con Estados
Unidos durante el gobierno de Pastrana. Estos costos derivan de una perspectiva errónea del
conflicto, en la que se asume la negociación pacífica como una alternativa más costosa que la
culminación armada del mismo, o que entiende la paz como la mera reducción de la cantidad
de muertes y del daño a la infraestructura física (Álvarez & Rettberg, 2008).

A nivel local, los territorios experimentaron una serie de afectaciones que transgredieron su
estructura económica gravemente hasta perjudicar en gran medida a los individuos. Estas
afectaciones consistieron en la instauración de cultivos ilícitos en las áreas periféricas del
país, donde era más sencillo aislarlos de los ojos del Estado y comercializar la droga a través
de los puertos y corredores que estaban dominados por los grupos al margen de la ley.
Asimismo, los habitantes de las áreas rurales controladas por los Grupos Armados Ilegales
(GAI en adelante), fueron víctimas de múltiples crímenes, como el desplazamiento masivo de
sus territorios, la pérdida de los mismos por la apropiación ilícita de los grupos, las muertes y

1 Durante el conflicto armado, el país era visto desde afuera como un territorio en constante caos, lo
cual es altamente perjudicial en términos de inversión extranjera debido a que no genera incentivos
para inyectar capital en el país, sino que, al contrario, disminuye la confianza de los inversionistas.
Esto deriva en que el país tenga bajos indicadores de rentabilidad y deuda, así como que sea altamente
susceptible a la llegada de empresas extranjeras que ofrezcan condiciones insuficientes a cambio de la
extracción de recursos naturales (Álvarez & Rettberg, 2008).
secuestros a ellos mismos o sus familiares y amigos, las conocidas ‘vacunas’ y ‘pescas
milagrosas’ que ejercían presión sobre los ingresos de los habitantes, entre otros [ver
apéndice 1]. Esto socavó las economías legales hasta ponerlas en disposición de los GAI para
el alcance de sus objetivos particulares, que, en el caso de las guerrillas, radicaba en la
llegada paulatina y estratégica al poder, mientras que, en el caso de los Artificiosos
Imitadores de la Guerrilla (AIG), consistió en garantizar su financiamiento a partir del
comercio de drogas (Sánchez & Chacón, 2006).

Estas afectaciones del conflicto a la realidad local estuvieron influidas por un cambio de
estrategia que realizaron las guerrillas, puesto que durante la segunda parte del siglo XX,
habían estado estancadas y marginalizadas por su inactividad y su presencia limitada a las
áreas rurales, mientras que al final de este periodo decidieron ampliar su presencia en el
territorio nacional y desplazarse hacia los centros político-administrativos más importantes
del país, lo cual lograron gracias al capital que acumularon durante el tiempo de bajo accionar
[Ver apéndice 2]. No obstante, a partir del 2003, las guerrillas abandonaron sus aspiraciones
de controlar los centros urbanos y se replegaron hacia las áreas fronterizas, donde el conflicto
tomó un nuevo rumbo, debido a que les permitió focalizar sus esfuerzos y concentrarse en su
permanencia en el territorio (Cabrera & Echandía, 2017).

Esto refleja que la cartera del Estado priorizó la inversión hacia la defensa del territorio por
parte del ejército nacional, pero no fue estratégica al prevenir el avance de los grupos en la
desintegración de las economías locales o frenar la que ya estaba en proceso.

Crítica de las opciones de política

Los costos del conflicto

De acuerdo a lo mencionado por Martinez (2001) respecto al enfoque institucionalista de


Douglas North, los costos del conflicto pueden categorizarse en: físicos, humanos y sociales.
Los primeros en referencia al gasto económico designado para contrarrestar el conflicto, los
segundos respecto a la pérdida y afectación de vidas debido a las dinámicas del conflicto; y
los terceros como la alteración de la confianza de la población y las acciones emprendidas
por los individuos como respuesta al conflicto.

Esto aplica para el caso colombiano, pero también se queda corto al abordar las implicaciones
del conflicto en la inversión externa que dejó de percibirse debido a la alteración interna del
orden público a causa del conflicto. Así mismo, las afectaciones humanitarias al conflicto
estuvieron dadas por la degradación del valor de la vida humana durante el conflicto, que se
manifestó en los secuestros, las torturas, el uso de minas anti personal para atacar a los
contrincantes, el reclutamiento masivo de jóvenes para las filas de los GAI y las víctimas que
dejaron las masacres y los actos terroristas que sembraron traumas y dejaron discapacidades
tanto físicas como mentales en quienes los presenciaron [Ver apéndice 3].
Este punto podría analizarse desde la perspectiva de Mary Kaldor (2001) respecto a la
degradación del conflicto, que hace referencia a la pérdida paulatina de los objetivos de los
GAI hasta derivar en una violencia irracional incesante. No obstante, esta postura no puede
aplicarse al caso colombiano, debido a que las guerrillas (especialmente las FARC) siempre
plasmaron en sus estrategias de combate la búsqueda de sus objetivos políticos, mientras que
los AIG sólo respondían a estas dinámicas impuestas por las guerrillas (Cabrera & Echandía,
2017).

Los territorios y las economías locales: la descentralización del conflicto

La problemática de los territorios durante el conflicto armado colombiano se basa en dos


aspectos importantes, conforme a lo que menciona Echandía (1997) previamente a la
estrategia de repliegue a las fronteras por parte de las guerrillas, pero que resulta muy atinente
para este análisis. En primer lugar, el cambio de estrategia en el control territorial de las
guerrillas infundado en la respuesta militar de la fuerza pública que desvió la presencia de los
grupos desde los principales centros económicos y administrativos hacia las periferias y
zonas urbanas, donde tenían ventaja respecto a las fuerzas militares por el conocimiento
específico y la movilidad dentro del territorio, lo cual acabó por afectar las dinámicas sociales
y políticas de los habitantes de estas zonas, puesto que afectó la institucionalidad que de por
sí era bastante baja por la carente presencia del monopolio de la fuerza del Estado en estos
territorios, pero también por el aislamiento de estas áreas respecto al resto del país; esto sin
contar el desplazamiento de las personas hacia los centros urbanos que dejó casi deshabitadas
una gran cantidad de zonas del país. En segundo lugar, la propagación de economías ilícitas
en las áreas rurales alteró completamente las dinámicas económicas existentes en los
territorios debido a que las personas se quedaron con cortas opciones de subsistencia y se
veían coactadas a dar su fuerza laboral para cuidar los cultivos y procesar las drogas para su
posterior comercio (Echandía, 1997).

No obstante, pese a estas realidades locales, la economía nacional no percibió caídas


significativas, de hecho, luego de 1999 empezó una época de crecimiento relativamente
constante para la economía colombiana, por lo cual es cuestionable definir el desarrollo en
términos de crecimiento económico netamente, como se verá más adelante [Ver apéndice 4].
Esto, de acuerdo a la teoría, es evidencia de que el país se fue paulatinamente acostumbrando
al conflicto hasta prácticamente convivir con él.

La pobreza y el desarrollo como aristas del conflicto

La pobreza ha sido una variable dicotómica en la narrativa de causas y consecuencias del


conflicto, debido a que algunos autores como Collier, mencionado previamente, la abordan
como una condición objetiva que eventualmente genera un descontento social conducente al
conflicto. Sin embargo, Bejarano (1990) y Galindo et al (2009), consideran la pobreza como
una consecuencia del conflicto debido a que este genera dinámicas en las cuales los
individuos son propensos a ser reclutados por los GAI o entrar voluntariamente a ellos,
además, tienen incentivos para realizar actividades económicas ilícitas como medio de
subsistencia o, en general, para oponerse al imperio de la ley. Asimismo, los autores
atribuyen el conflicto a factores como las limitadas posibilidades de participación política que
tienen algunos sectores sociales, así como la ausencia estatal en los territorios periféricos
cuya población carece de garantías políticas y económicas, pese a que una amplia parte de la
literatura ha abordado como causa del conflicto el oportunismo de los individuos, lo cual no
ha sido probado con suficiencia.

Asimismo, debido a la prolongación del conflicto colombiano y el tipo de afectaciones que


generó, tan sólo en términos económicos, el concepto de desarrollo, ya sea desde una visión
clásica -como la creada por los Organismos Internacionales en las que se concebía el
desarrollo en función del crecimiento-, o una visión más completa y atinente con el caso
colombiano -como la ofrecida por Uribe (2013) en la que se tiene en cuenta el desarrollo
humano y las oportunidades sociales como parte del desarrollo-, estuvo afectado por las
dinámicas del conflicto, especialmente en el caso de los territorios más desfavorecidos por la
carente presencia del Estado en ellos, puesto que la transformación de las dinámicas
económicas de los territorios no sólo alteró el ingreso de los habitantes, sino su calidad de
vida y la percepción de la institucionalidad de su parte (Echandía, 1997).

Esto indica que la teoría aportada por los autores que dominaron la escena académica clásica
en el análisis económico de los conflictos armados, se queda corta para describir el caso
colombiano, puesto que carece de profundidad al plantear las causas y las consecuencias del
conflicto en función de los indicadores macroeconómicos de la población y tampoco toma en
consideración las realidades locales de los territorios que vivieron de cerca el conflicto por la
llegada de los GAI que tomaron el control de estas zonas e instauraron una serie de dinámicas
insurgentes que absorbieron paulatinamente a sus habitantes.

Recomendaciones de política

En función de lo planteado en el presente análisis, se puede decir que la relación entre la


visión local y la visión tradicional está dada por una subestimación de los efectos del
conflicto en los territorios rurales y fronterizos en los que la guerra hizo especial eco y afectó
en tantas dimensiones a sus pobladores. De acuerdo a ello, puede afirmarse que es el
conflicto el que influye en las dinámicas territoriales y no al contrario, puesto que el territorio
es un elemento esencial para explicar la evolución del conflicto, ya que el cambio de
estrategia de las guerrillas y la replicación de su estrategia por parte de los AIG constituyó
una instrumentalización del territorio para favorecer sus objetivos respecto a la confrontación
armada. Es decir, el avance y evolución de los grupos irregulares durante el conflicto estuvo
propiciado por las ventajas que el territorio les concedió, así como el conocimiento superior
de las guerrillas sobre el mismo al del Ejército.

Esto refleja que el análisis económico clásico del conflicto armado se queda corto para
explicar el caso colombiano debido a que deja por fuera factores esenciales que lo
caracterizan, como se mencionó previamente. Debido a ello, se recomienda hacer un análisis
más específico a través de actores locales que reflejen la realidad de los territorios a través de
estudios de caso y de material estadístico probatorio, como lo hacen los autores y autoras
presentados para el análisis realizado en este documento.

Apéndices

Apéndice 1.
Apéndice 2.
Apéndice 3.

Apéndice 4. Evolución del Producto Interno Bruto Per Cápita en Colombia


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