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En el marco de la investigación, diferentes autores se han dedicado a la búsqueda de

alternativas que contrarresten los estigmas sociales sobre los trastornos mentales,
promoviendo una imagen fiel y reivindicadora para con quienes las padecen, y al mismo
tiempo, una mayor integración social. En la diversidad de estas investigaciones, son
muchos los objetivos que se plantean; sin embargo, existen 3 aspectos recurrentes que
parecen ser los puntos clave para una intervención contra el estigma.

- Desacreditación e Invalidación: Marcelino López y su equipo en el 2008


mencionan el significado de estigma según Erving Goffman, quien habla del mismo
como un “atributo profundamente desacreditador”, siendo así por estas diferencias
respecto del grupo mayoritario que representa la normalidad; y continúan
explicando que con ello se acompaña este efecto desvalorizante hacia quién va
referido el estigma, impidiendo que la subjetividad del individuo tenga un lugar en
la expresión social, y al mismo tiempo invalidando su status como parte de la
sociedad. En esta acción quienes proyectan el estigma identifican las características
resaltantes del paciente y las enmarcan en un todo que funciona como estereotipo
negativo que termina por discriminar al paciente.

- Heteronomía y Sobreprotección: Es frecuente que al hablar de trastornos mentales


se cuestione casi de inmediato sobre la autonomía, autoeficacia, productividad y/o
control de los impulsos del paciente; en este sentido Mascayano y su equipo en el
2015 mencionan que en la diversidad de estudios es posible identificar estereotipos
que incluyen información respecto a la peligrosidad, debilidad e incapacidad por
parte del paciente, y en consecuencia de esto se forman barreras sobre
oportunidades de trabajo, adquisición de vivienda y servicios judiciales y sanitarios.
Cabe mencionar respecto a la sobreprotección, que ésta no se dirige exclusivamente
al paciente y su capacidad de desempeño autónomo, sino también al resguardo de
quienes rodean al paciente, debido a la prevalencia del estigma referido a la
peligrosidad de los pacientes con trastornos mentales.
- Separación Social: En todo lo anterior es posible observar cómo se va formando de
manera indirecta una división entre el grupo representante de la normalidad y el
grupo minoritario de pacientes con trastornos mentales; sin embargo cabe hacer una
mención especial a la separación social, dado que, como lo plantean Marcelino y su
equipo en el 2008, esta separación también es deliberada por el grupo mayoritario a
razón de una aparente funcionalidad protectora de la “normalidad”; generada por
una necesidad defensiva que permita discernir entre “iguales y diferentes”,
simplificando y categorizando de acuerdo a las características más resaltantes de
cada subgrupo. Desde esta postura, quienes ejercen esta división comprenden que
aquello que no pertenece al grupo es una potencial amenaza, puesto que en este
proceso se asocian rasgos fácilmente identificables y que puedan considerarse como
peligrosos.

Ahora bien entendiendo los factores anteriores como aparentes pilares de los estigmas
relacionados a los trastornos mentales, hay que mencionar que también se ha estudiado
sobre las alternativas disponibles para combatir estos estigmas a partir de dichos pilares.
Más allá de las iniciativas internacionales dedicadas a la visibilización de la experiencia
personal de pacientes, protocolos de intervención terapéutica exhaustivos, o campañas
comunitarias, se tiene conocimiento de alternativas que están al alcance de cualquier
persona, y que pueden ser ejercidas de manera individual o colectiva, tratándose de
estrategias de des – estigmatización social a partir de la experiencia personal. Algunas de
las más nombradas y con mayor estudio:

- Sensibilización y contacto con la experiencia: Se trata de un acercamiento


empático a la experiencia personal de quien posee el trastorno. El contacto
interpersonal con personas del grupos estigmatizados constituye, de acuerdo con
Mascayano y su equipo, la más efectiva de las estrategias para el estigma público
contempladas en su estudio, junto con la protesta y la psicoeducación, dado que
fomenta el acercamiento comunitario para con los pacientes, dando apertura a la
interacción simétrica entre las personas, así como a la deconstrucción de los
esquemas relacionados al estigma a través del conocimiento del mundo-de-vida de
estos pacientes. En esencia, se trata de un acercamiento empático con aquel que
padece un trastorno mental, con el fin de comprender el mundo desde su perspectiva
y liberarse del prejuicio estigmatizador; conocer aspectos de su mundo interno,
como la autoeficacia, el autoestima y autoconcepto, habilidades específicas , entre
muchas otras cosas que constituyen a un ser humano.

- Psicoeducación: Aplicable en el ámbito familiar, social y comunitario e


institucional. Se trata de un proceso en el que se operacionaliza a la mínima
expresión sobre los aspectos relativos al diagnóstico, especialmente sobre las
implicaciones que éste conlleva tanto para el paciente como para quienes les rodea.
Más allá de tratarse de un “encasillamiento” conceptual, en la psicoeducación se
busca combatir contra las creencias sesgadas relacionadas con el trastorno o las
enfermedades mentales en general; prejuicios, falsas limitaciones, en fin, cualquier
creencia irracional relativa al paciente. Este proceso de psicoeducación es ideal
aprovecharlo desde la experiencia de un profesional accesible, sin embargo, con el
adecuado método de investigación personal, es posible dar con información verídica
que promueva el desarrollo autónomo de este aprendizaje.

- Contención emocional: Junto con la psicoeducación, en el ámbito familiar se trata


de una estrategia fundamental que no sólo promueve la regulación emocional ante el
impacto generado por el diagnóstico, sino que, acompañado de un entrenamiento en
resolución de problemas permite preparar a paciente y familiares de eventuales
crisis propias del trastorno. Es esencial focalizar la experiencia emocional y
permitirle tener lugar en el exterior, y desde una perspectiva objetiva evaluar sus
causas, los significados vinculados en la emoción, entre otras cosas. La contención
emocional permite tanto a familiares y amigos de pacientes, como a los mismos
pacientes, exteriorizar sus emociones, y en el compartir de la experiencia
emocional, normalizarlas. La exploración de estas mismas emociones goza al
mismo tiempo de un trabajo psicoeducativo indirecto, y permite realizar también un
acercamiento experiencial hacia la subjetividad del paciente.

- Empoderamiento sobre el trastorno: Bien puede estar especialmente ubicado en


el contexto clínico, donde el paciente se vuelva un experto en su propia situación
actual. Que el paciente y la paciente conozcan a plenitud las implicaciones que
conlleva el diagnóstico permite que no se convierta a sí mismo o misma en un
agente perpetuante del estigma. Conocer sus verdaderas limitaciones como ser
humano y desarrollar la asertividad adecuada para resistir contra la injusta
heteronomía reubican al y a la paciente en su status como parte de la sociedad, que
comparte la misma condición humana que el grupo mayoritario. El impacto puede
extenderse en las diferentes áreas, desde el familiar, pasando por el área social hasta
la comunitaria e institucional. Evitar tener una postura pasiva/reactiva frente al
estigma, y asumir una postura activa respecto de su autonomía obstruye el
mantenimiento de dicho estigma y da lugar a un contexto en el que no tiene validez,
y por ende es susceptible a cuestionarse.

En este mismo orden de ideas, así como se combate contra el estigma relativo a los
trastornos mentales, es posible prevenir su incidencia en cada uno de nosotros, pues, la
diversidad de estudios antes mencionado también rebosa con este tipo de información. Ser
partícipe de la difusión de una psicoeducación concreta proyecta un mayor conocimiento
objetivo de los trastornos, por ende, una disminución de la presunción estigmatizadora, que
a su vez permite una interacción transparente y dignificante entre pacientes y no pacientes;
en este sentido, las vías para la prevención pueden ser enumeradas de la siguiente manera:

- Normalización: Más allá de la tendencia a “normalizar” distintos aspectos de la


vida humana, esta acción corresponde a la participación activa de la difusión de la
psicoeducación antes mencionada. Empaparse y conocer de lleno aspectos concretos
de los distintos trastornos, su evolución y tratamientos, no solo amplía la visión del
individuo sobre los trastornos mentales; en un sentido comunitario, se construyen
nuevas formas de comprender los trastornos, nuevas creencias que consuman una
cultura fiel a la objetividad. Fernández Alonso y su equipo en el 2012 de su
investigación concluyeron que “Sólo en ese medio ecológico las personas serán
capaces de amar y trabajar, disfrutar y tolerar, una forma sencilla y directa de definir
la salud mental para nuestros medios”.

- Detección precoz e intervención temprana: Trascendiendo el plano patológico,


fomentar la iniciativa de detección precoz e intervención temprana conlleva crear
una cultura que involucre el afán por el chequeo rutinario del estado mental. En la
división del modelo biomédico y el modelo biopsicosocial es posible detectar una
preferencia del cuidar todo lo relativo al organismo por encima de lo psíquico (que
no es exclusiva a las anomalías orgánicas). Construir una cultura en el que el
chequeo médico y el chequeo psicológico sean igual de necesarios promueve una
salud íntegra, así como la prevención de la evolución de los distintos trastornos,
cuya cronicidad influye en la preocupación de quienes aún se sostienen en los
estigmas.

- Entrenamiento en el meta conocimiento del bienestar psicológico: Eva Jané en


el 2004 mencionó que uno de los aspectos fundamentales para la prevención y
cuidado de la salud mental es el reconocimiento de los factores de riesgo en el
entorno y la generación de factores de protección en la vida del individuo, y esto
trae consigo un proceso de meta conocimiento sobre el estado mental del individuo.
El hacerse preguntas como ¿Cómo me siento yo con esto? ¿Esto que siento, qué
nombre tiene? ¿En qué forma lo siento? ¿Qué me hace pensar, qué me hace decir,
de qué manera me moviliza? ¿Qué utilidad tiene sobre mi desempeño cotidiano?
Promueve el hacer una pausa al ritmo de la vida y mirar hacia adentro de nosotros
mismos; en lugar de limitarnos a sentir, permitir sabernos en el sentir y descubrir
cómo eso nos hace sentir. Realizar un trabajo racional sobre nuestro estado mental
genera en nosotros un criterio sobre aquello que puede o no estar funcionando de la
mejor manera.

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