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Herman Melville-Apunte Gaby Mena

1. narrador en presente
2. es un narrador del que desconocemos casi todo, ni siquiera sabemos su nombre:
solo se identifica a sí mismo como un abogado de Wall Street
3. este narrador si nos va a relatar cuál es su filosofía de vida, esto es, un estilo de vida
donde la seguridad y la prudencia han de ponderarse por encima de todo
4. al igual que sucede con el narrador del relato, de Bartleby tampoco sabremos nada
más que los sucesos detallados por el abogado durante el periodo en que ambos
coincidieron en su despacho
5. el silencio, la falta de información sobre los personajes, va a ser una característica
fundamental en esta historia
6. el lector, ante la falta de información de un personaje del que «nada se puede
determinar», se verá abocado a completar los silencios —magistralmente creados
por Melville— del relato
7. vive encerrado en la oficina. En este espacio, se nos muestra como único actor de
una terrible soledad confrontada ante el muro ciego del miedo, la compasión y,
finalmente, la repulsión a la que será sometido.
8. el desenlace de la obra se precipita con la decisión de Bartleby de no escribir más
—«he dejado de copiar»—. De esta forma, se produce un cambio de paradigma que
va desde el rechazo, la resistencia del «preferiría no hacerlo» hasta la negación, la
nulidad del «he dejado de copiar», esto es, un escribiente que no escribe, un ser que
decide no ser.

Esta decisión de no escribir, conllevará el encarcelamiento y la posterior muerte por


inanición de este inquietante personaje.

Traducciones

Existe una traducción canónica al español del libro de Melville hecha por Jorge Luis Borges
en 1944. De la versión de Borges se ha afirmado que, aun respetando completamente el
contenido y significado del Bartleby de Melville, este le añadió mucho de su estilo, a costa
de perder parte del barroquismo del original.

Publicación

«Bartleby, el escribiente» fue publicado por primera vez, de forma anónima y en dos partes,
en los números de noviembre y diciembre de 1853 de la revista Putnam's Magazine. En
1856, con pequeños cambios, fue incluido en el libro de Melville The Piazza Tales, junto con
«The Piazza», «Benito Cereno», «The Lightning Rod Man», «The Encantadas» y «The Bell
Tower». Se cree que Melville pudo haberse inspirado en parte en la obra de Ralph Waldo
Emerson; algunos críticos han señalado la existencia de paralelismos con el ensayo de
Emerson The Trascendentalist. El cuento tuvo escaso éxito inicial tanto entre lectores como
críticos, aunque su importancia y reconocimiento no han cesado de aumentar desde
entonces.

“El examen escrupuloso de las “simpatías y diferencias” de Moby Dick y de Bartleby exigiría,


creo, una atención que la brevedad de estas páginas no permite. Las “diferencias”, desde
luego, son evidentes. Ahab, el héroe de la vasta fantasmagoría a la que Melville debe su
fama, es un capitán de Nantucket, mutilado por la ballena blanca que ha determinado
vengarse; el escenario son todos los mares del mundo. Bartleby es un escribiente de Wall
Street, que sirve en el despacho de un abogado y que se niega, con una suerte de humilde
terquedad, a ejecutar trabajo alguno. El estilo de Moby Dick  abunda en espléndidos ecos de
Carlyle y de Shakespeare; el de Bartleby no es menos gris que el protagonista. Sin embargo,
sólo median dos años —1851 y 1853— entre la novela y el cuento. Diríase que el escritor,
abrumado por los desaforados espacios de la primera, deliberadamente buscó las cuatro
paredes de una reducida oficina, perdida en la maraña de la ciudad. Las “simpatías” acaso
más secretas, están en la locura de ambos protagonistas y en la increíble circunstancia de
que contagian esa locura a cuantos los rodean. La tripulación entera del Pequod se alista
con fanático fervor en la insensata aventura del capitán; el abogado de Wall Street y los
otros copistas aceptan con extraña pasividad la decisión de Bartleby. La porfía demencial de
Ahab y del escribiente no vacila un solo momento hasta llevarlos a la muerte. Pese a la
sombra que proyectan, pese a los personajes concretos que los rodean, los dos
protagonistas están solos. El tema constante de Melville es la soledad; la soledad fue acaso
el acontecimiento central de su azarosa vida.”

  “En la segunda década de este siglo, Franz Kafka inauguró una especie famosa del género
fantástico; en esas inolvidables páginas lo increíble está en el proceder de los personajes
más que en los hechos. Así, en El proceso el protagonista es juzgado y ejecutado por un
tribunal que carece de toda autoridad y cuyo rigor él acepta sin la menor protesta; Melville,
más de medio siglo antes, elabora el extraño caso de Bartleby, que no sólo obra de una
manera contraria a toda lógica sino que obliga a los demás a ser sus cómplices.

  Bartleby  es más que un artificio o un ocio de la imaginación onírica; es,


fundamentalmente, un libro triste y verdadero que nos muestra esa inutilidad esencial, que
es una de las cotidianas ironías del universo.”

“En la segunda década de este siglo, Franz Kafka inauguró una especie famosa del género
fantástico; en esas inolvidables páginas lo increíble está en el proceder de los personajes
más que en los hechos. Así, en El proceso el protagonista es juzgado y ejecutado por un
tribunal que carece de toda autoridad y cuyo rigor él acepta sin la menor protesta; Melville,
más de medio siglo antes, elabora el extraño caso de Bartleby, que no sólo obra de una
manera contraria a toda lógica sino que obliga a los demás a ser sus cómplices.”

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