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Cuento – Del caos a la armonía

Régimen político/Ideología: Anarquismo

El anarquismo es una ideología política que rechaza cualquier forma de Estado o poder
que se imponga por la fuerza desde arriba. Su objetivo reside en la libertad, en la no-
jerarquía y no-dominación. Dividida en subcategorías que suelen diferir en la forma de
organización económica (anarcocapitalismo, anarcosocialismo, anarcosindicalismo…)

Korova no había salido de casa aquel luctuoso día, la noche anterior una de sus tres vacas
había sido apuñalada cuando la Ola se había aproximado en gran medida a su parcela, por
lo que su situación era crítica. El contrato con los Hiven le obligaba a entregar dos vacas
en el plazo de 5 días. “5 días es demasiado tiempo, será imposible mantenerlas con vida
cuando llegue la noche” se lamentaba.

La noche significaba el caos, no había autoridad, privilegios ni ningún tipo de poder sobre
ninguna persona. El día era todo lo contrario, estaba ocupado por los impuestos abusivos,
y condiciones de trabajo infames, todo bajo las órdenes de un Estado avaricioso y cruel.
La sociedad luchaba durante la noche para derrocar al poder por medio de la violencia,
pero muchas veces perdían la cabeza y se convertían en lo que llamaban como la Ola, que
arrasaba con todo a su alrededor.

Korova durante el día estaba bajo la protección de una mafia, los Hiven, lo que le permitía
no trabajar para el Estado, sin embargo, también implicaba estar en una mala situación si
no cumplía con lo que se le pedía.

Su principal objetivo era no dejar que nadie toque sus vacas, por lo que las escondió
dentro de su destartalada casa. Él era un gran partidario de derrocar al Estado, por lo que
su casa estaba plagada de mensajes en los que se podía leer “Sin amo ni soberano” y
banderas con una “A” circulada. Últimamente se estaban esparciendo rumores de que el
caos estaba logrando muchos avances y que el Estado caería en los próximos días, por lo
tanto, Korova decidió que aquella noche se quedaría resguardando su casa, pero que a la
noche siguiente participaría en el ataque, con el deseo de acabar finalmente con todo el
sufrimiento.

Y así fue, cerca de las 3 de la mañana un grupo que se había separado de la Ola se acercó
peligrosamente a su casa lanzando piedras y tratando de quemar la valla de su granja. Uno
de los proyectiles atravesó una ventana y cayó a escasos metros de una vaca, haciendo
que esta mugiese; pero el sonido quedó solapado por los fuertes gritos provenientes de
afuera. Este pelotón acabó disolviéndose rápidamente y la noche continuó sin más
altercados. Al día siguiente, Korova salió a comprar varias herramientas que le podrían
ser de utilidad cuando su pusiese el sol; la tienda era una diminuta habitación con varias
cajas de herramientas por el suelo, aunque la mayoría estaban prácticamente vacías. Lo
único interesante que encontró fue un destornillador.

La tarde avanzó tranquila, ignorante de lo que esa noche traería; Korova se estaba
mentalizando, sabía que sus vacas, lo único que le mantenían con vida, probablemente no
iban a sobrevivir, por tanto, se tenía que asegurar de que al alba ya todo se hubiese
acabado. Pocas horas más tarde, el sol se estaba escondiendo y los rebeldes se preparaban
para entrar en acción. Varios pelotones se dirigían ya hacia el núcleo de los ataques, en la
Sede Suprema de la ciudad, Korova se unió rápidamente a uno de ellos sin hacer mucho
movimiento, destornillador en mano, caminaban a paso rápido e ininterrumpido.
Conforme se acercaban más, la cantidad de personas aumentaba significativamente, tanto
que si alguien caía al suelo, sería pisoteado hasta la muerte. El edificio de la Sede
Suprema, completamente sellado, estaba siendo asediado por cientos de miles de personas
que atacaban con martillos, mazas de hierro, machetes etc., a las paredes con la esperanza
de abrir una apertura por la que entrar. El Estado no respondía con sus soldados porque
sabía que los acabarían matando y robando sus armas, lo que jugaría en su contra; por
tanto se lo jugaban todo a los casi dos metros de ancho que tenían las paredes de la Sede.
Korova, abriéndose paso, había acabado casi en primera línea de ataque, y lo único que
veía eran las chispas que saltaban a raíz de los golpes de las armas contra la pared
ennegrecida y ligeramente abollada. El nerviosismo se estaba apoderando del ambiente,
Korova acabó con la cabeza pegada al suelo al sufrir numerosos empujones y, tratando
de ponerse en pie distinguió ciertas hendiduras en el suelo. Fruto de la desesperación,
trató de encajar la punta del destornillador que aún conservaba y con las pocas fuerzas
que le quedaban comenzó a darle vueltas hasta que vagamente escuchó… “Chic”.

No pasaron muchos meses hasta que el que era el edificio de la Sede Suprema se convirtió
en un precioso parque. Ya no existían tales cosas como un gobierno ni instituciones de
poder, la palabra “subordinación” había sido sustituida por “libertad” y todo el mundo
vivía en armonía, sin que la vida de uno dependiese de un par de vacas.

Esa era la nueva utopía.

Por Juan Bonillo Martínez

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