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Etica en Internet
Etica en Internet
Tradicionalmente la ética en Internet era un tema que se tocaba desde una sola
perspectiva: la preocupación de gigantescas transnacionales, como Microsoft y
Sony, por ver diminuidas sus ingentes ganancias al descubrir, horrorizados,
que los internautas compartían sus archivos gratuitamente. Por supuesto, el
asunto fue convenientemente planteado como la defensa de los derechos “de
todos” a la propiedad privada, incluso en Internet, la red creada para compartir
las cosas. En seguida se entabló la discusión que nos ocupa ahora, debido a
que la intención de trasladar los conceptos de nuestro mundo real al mundo
virtual de Internet presenta algunas dificultades y serias contradicciones de
todo orden. Naturalmente la cuestión de la ética va mucho más allá que la sola
defensa de la propiedad privada y de asegurar el enriquecimiento permanente
de las transnacionales. Examinemos algunos de estos aspectos.
¿Cuál ética?
Así pues toda ética se ajusta a una concepción previa de la vida. Ahora bien, si
consideramos que la Internet es una red globalizada, carente de geografía y de
fronteras, donde no existe norte y sur, oriente u occidente, y donde las únicas
barreras son las que impone el idioma, por ahora, la pregunta parece obvia:
¿cuál ética habremos de aplicar? ¿La que se acomoda mejor a los intereses de
las grandes transnacionales de occidente, como la defensa cerrada de la
propiedad privada y el derecho al enriquecimiento ilimitado? ¿Una que facilite
el desarrollo humano y la integración social y cultural como valores primarios?
¿Repetiremos en el mundo virtual las terribles distorsiones y contravalores que
la ética mercantilista ha desarrollado? ¿Con qué criterio vamos a juzgar lo
bueno y lo malo en el mundo de Internet, creado con el propósito de compartir
las cosas, si esto es ya una herejía en nuestro mundo?
Construir un mundo virtual sobre los planos del mundo real no parece una gran
idea, menos aun si tomamos en cuenta las características que tiene este
último. Mucho se ha cuestionado la ética en Internet, pero más válido sería
considerar previamente la situación del mundo derivada de aplicar los
principios éticos de occidente. Cada vez parece más claro que tenemos que
buscar y establecer nuevos criterios de ética, y sobre todo algunos cuantos
muy especiales para un mundo virtual, en lugar de emplear la ética tradicional
que ha manejado nuestra vida, nuestra pequeña comunidad, país o cultura.
¿Por qué parece tan difícil imponer una ética en Internet? En el mundo real,
quienes tienen la propiedad de los medios de comunicación tienen también la
capacidad para llegar a millones de personas. Estos pocos individuos cuyos
nombres alcanzan apenas a llenar una página, son finalmente quienes han
impuesto los criterios de ética a toda su sociedad. En cambio en el mundo de
Internet cualquiera tiene ese poder. Todos podemos llegar al mundo entero en
las mismas condiciones y no necesitamos más recursos que nuestro talento. El
poder económico no es determinante para conseguir una mayor cobertura. En
el mundo de Internet no son los ricos sino los verdaderamente talentosos
quienes pueden conseguir mayores accesos, ganar mayor audiencia y lograr
más seguidores. Esta ya es una diferencia radical con nuestro mundo real.
Por otro lado, la ética se construye bajo la sombra velada de una amenaza. La
conducta que no se aviene a lo establecido es susceptible de una represión por
la autoridad paterna, estatal o divina. Siempre hay alguien que castiga, y es el
que vigila nuestros actos. ¿Pero quién vigila en el mundo de Internet? Una de
las principales características de cualquier internauta es su anonimato. Solo se
conoce un nick y –cuando más- un ícono. En el mundo virtual no hay tímidos ni
solitarios. Todos se transforman y adoptan una personalidad (¿virtual?) inusual
para dar rienda suelta a sus más profundos deseos y expresarlos mediante
emoticons, por ejemplo. En el mundo virtual no hay impulsos que reprimir
porque nadie –a veces ni uno mismo- sabe quién es ni está seguro si seguirá
siendo, y porque generalmente tampoco se sabe quiénes son los otros. Es un
mundo virtual lleno de seres virtuales “viviendo” un momento virtual. Y eso, la
fabulosa posibilidad de no tener que reprimir ningún impulso, es algo que sería
imposible hacer en la vida real. El mundo virtual nos brinda la oportunidad de
“matar” a cualquiera, sacarlo de circulación con solo hacer un clic adecuado.
¿Acaso puede existir un sentimiento de culpa o de pecado en un internauta?
La culpa y el pecado son conceptos internos que afloran bajo la presión de una
ética que flota en la atmósfera como una música que se filtra en nuestros oídos
cuando actuamos. En el mundo real esa voz proviene finalmente de Dios y la
religión o el Estado. Pero ¿existe el Estado en un mundo virtual? ¿Hay un Dios
virtual? ¿Dice la Biblia algo que sea remotamente aplicable a Internet? ¿Alguna
Iglesia ha dictado sus cánones para la “existencia” en un mundo virtual? No. Lo
que se han dictado son normas para el mundo real que no llegan más allá del
instante en que se logra una conexión y se viaja al mundo virtual. Pero alguien
tiene que explicar esta limitación. Nuestras normas se quedan siempre de este
lado del vidrio mientras que detrás se despliega una exuberante naturaleza
nueva y viva, que respira su propia atmósfera liberada de los ardores de
nuestro clima, y a la que no le alcanzan las invocaciones y preocupaciones de
esta parte del existir.
El espejo virtual
Resulta evidente que en la web se diluyen con más facilidad las barreras que
habitualmente encausan la conducta humana, en consecuencia Internet se
convierte así en una especie de espejo deformante en el que se ven reflejadas
exageradamente todas nuestras características, y especialmente aquellas más
negativas. Esto ha provocado la reacción de diversos sectores para acusar a
Internet de ser un ambiente sin valores y sin ética. ¿Lo es?
Me parece advertir que la ética del mundo real, especialmente la del occidente
progresista, se refleja en Internet pero de manera exacerbada. Esta es una
ética que, partiendo de la defensa de la propiedad privada como causa justa,
ha derivado en consecuencias injustas, en egoísmos patéticos y a establecer el
enriquecimiento individual ilimitado como una meta social, el cual permite, por
ejemplo, que una sola persona pueda adueñarse de toda la riqueza del mundo.
Se dirá que esto, en la práctica, es materialmente muy difícil. Pero lo que
importa aquí es admitir que hay una ética que lo favorece y lo permite. Si bien
en la vida real puede ser difícil que alguien se apodere de todo el mundo con
su ilimitada riqueza, en Internet no parece tan imposible que esto ocurra, y esto
es precisamente lo que ese espejo deformante nos devuelve, es decir, la
imagen grotesca y absurda de una sola persona o compañía adueñándose de
casi todo nuestro mundo. ¿Pero es esa la ética de Internet?
Conclusión