Está en la página 1de 60

De “la facultad del lenguaje”

a las facultades
que definen el lenguaje:
una visión cognitivista
sobre la relación
entre gramática y significado
Prof. Dr. Francisco José Ruiz de Mendoza Ibáñez
Departamento de Filologías Modernas

De “la facultad del lenguaje”


a las facultades
que definen el lenguaje:
una visión cognitivista
sobre la relación
entre gramática y significado
Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019

Universidad de La Rioja
Servicio de Publicaciones
2018
RUIZ DE MENDOZA IBÁÑEZ, Francisco José
De “la facultad del lenguaje” a las facultades que definen el lenguaje: una visión cognitivista sobre la
relación entre gramática y significado : lección inaugural del curso académico 2018-2019 / Francisco José
Ruiz de Mendoza Ibáñez. -- Logroño : Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones, 2018.
58 p. ; 24 cm.
Lección inaugural del curso académico 2018-2019
1. Lingüística cognitiva. I. Universidad de La Rioja. Servicio de Publicaciones. II. Título.
81’36
CF — THEMA 1.0

© 2018
Francisco José Ruiz de Mendoza Ibáñez
Universidad de La Rioja. Servicio de Publicaciones
ISBN: 978-84-09-11064-3
Diseño de colección: Servicio de Relaciones Institucionales y Comunicación de la UR

Esta obra, publicada por la Universidad de La Rioja, se difunde bajo una Licencia Creative Commons
Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Unported. Permisos que vayan más allá de lo cu-
bierto por esta licencia pueden solicitarse a los titulares del copyright.
1. Introducción

El estudio del lenguaje constituye una ardua tarea. El lenguaje es pro-


ducto de la capacidad superior de la mente del ser humano, por lo que
se ha de contemplar en relación con las sorprendentes facultades cog-
nitivas de este. Esto hace que en su análisis incidan cuestiones sobre
el desarrollo del cerebro, así como sobre los procesos de aprendizaje,
la memoria, la percepción y la comprensión. También es un eficaz ins-
trumento de comunicación entre seres humanos. Mediante el lenguaje
se transmiten ideas en diversos órdenes de complejidad, pero también
se expresan sentimientos, se manipula e influye en la conducta de los
demás y se componen textos cuya función es la de servir como vehícu-
los de todo lo anterior. Al estudiar el lenguaje se debe tener en mente,
por tanto, estas dos dimensiones, la cognitiva y la comunicativa, ambas
complejas. Pero también se debe tener en cuenta que se han de descri-
bir y explicar lenguas específicas. Esto supone otro importante desafío.
Según el último catálogo de la Sociedad Lingüística de América (Ethno-
logue, 21 edición), existen más de 7.000 lenguas en el mundo, eso sin
contar variantes dialectales. Por otra parte, existen varias clases de len-
guaje, ya sea hablado o escrito, como el literario, el científico-técnico, y
el periodístico, cada uno definible por rasgos no presentes en las otras
variedades. Así, debido a su objetivo estético, el lenguaje literario es
fundamentalmente connotativo y subjetivo, mientras que el científico-
técnico se caracteriza por ser denotativo y objetivo y el periodístico por
ser narrativo y descriptivo.

Universidad de La Rioja / 9
Cada lengua es un complejo mundo, variando respecto a otras en su
estructura fonológica (que incluye no solo sonidos sino también patrones
de entonación y acento), su organización léxico-idiomática, su sintaxis, y
las reglas y principios de uso de todo lo anterior atendiendo a un denso
entramado de variables contextuales, sociales y culturales. Estudiar cien-
tíficamente una sola lengua supone no solo adentrarse en cada uno de
estos niveles y dominios sino comprender sus interrelaciones, tarea nada
sencilla. Debido a las características intrincadas del lenguaje, la lingüís-
tica ha generado diversos modelos, en ocasiones dispares, que intentan
explicar por qué el lenguaje es y funciona de la forma que lo hace. Por
ejemplo, en los años sesenta del siglo pasado se produjo una importante
revolución en el estudio de la lingüística de la mano del afamado Noam
Chomsky y su gramática generativo-transformacional. En este enfoque se
propugnaba la reducción del estudio del lenguaje por parte del lingüista a
sus aspectos formales, en esencia la fonología, la morfología y la sintaxis,
siendo esta última la que más atención recibiría por encerrar principios
fundamentales de lo que se conoce como gramática universal, compues-
ta por el conjunto de reglas, comunes a todas las lenguas, que ayudan
a los niños a adquirir su lengua materna de forma sorprendentemente
rápida (Chomsky 1964, 1980). Para Chomsky, se puede distinguir entre
lingüística interna y externa. Ambas tienen carta de naturaleza, pero solo
la primera se ocupa de las leyes de la gramática universal, siendo la otra
de corte periférico y ligada a lenguas particulares, normalmente objeto de
la tipología lingüística, que se encarga del estudio de los rasgos que las len-
guas tienen en común, lo cual se puede abordar desde cualquier escuela.
Según Chomsky, del enfoque externo se pueden derivar tendencias, des-
criptibles como patrones de mayor o menor prevalencia en las lenguas,
pero no principios universales. Por ejemplo, un supuesto principio de la
gramática universal es la recursividad, propiedad a la que nos referiremos
más adelante (apartado 2), por la que una misma regla se puede aplicar de
forma indefinida a cada resultado anterior de su aplicación. Un patrón ti-
pológico, en cambio, establece que la mayor parte de las lenguas prefieren

10 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


el orden Sujeto-Verbo-Objeto (SVO) o Sujeto-Objeto-Verbo (SOV) a otros
como Objeto-Sujeto-Verbo (OSV), Objeto-Verbo-Sujeto (OVS), Verbo-Suje-
to-Objeto (VSO) o Verbo-Objeto-Sujeto (VOS). De hecho, el orden OVS es
el menos frecuente (Gell-Mann y Ruhlen 2011). Otro patrón consiste en
distinguir entre lenguas acusativas y ergativas. En las primeras, el sujeto
de un verbo transitivo, que tiene dos participantes, como romper (El niño
rompió el jarrón), aparece marcado formalmente como el de un verbo
intransitivo, es decir, como un verbo con un solo participante (por ej., co-
rrer). Este es el caso del español y el inglés. Sin embargo, en las segundas,
como ocurre con el euskera, el maya y el tibetano, el sujeto de un verbo
intransitivo posee las mismas marcas formales que el objeto de un verbo
transitivo pero distintas a las del sujeto de un verbo transitivo. También
existen lenguas que combinan el patrón acusativo con el ergativo, como
el wangkumara, que es una lengua de los aborígenes australianos, los di-
versos dialectos del khanty, de la Siberia Occidental, y el semelai, de la
península malaya (Dixon 1994).

El reduccionismo del generativismo ha sido objeto de crítica tanto por


parte de lingüistas funcionalistas como de cognitivistas. Los primeros,
como Michael Halliday, Simon C. Dik y Talmy Givón, se han centrado
especialmente en estudiar la influencia de factores comunicativos en la
forma lingüística. Los segundos, como George Lakoff, Leonard Talmy y
Ronald Langacker, han dirigido sus esfuerzos a la comprensión de cómo
la cognición incide en la configuración de numerosos aspectos de la gra-
mática además de guiar nuestro modo de interpretar los usos lingüísti-
cos. El generativismo siempre ha defendido que el lenguaje es un instinto
para que el que nuestro cerebro posee un equipamiento neuronal que,
a modo de un órgano, lleva codificado un esquema o sustrato de todas
las posibles opciones gramaticales de las lenguas humanas. Debido a este
equipamiento, un niño aprende su lengua materna con relativa facilidad
y rapidez, pues el proceso de aprendizaje se reduce a ir recogiendo aque-
llas reglas que ajustan (o “parametrizan”) los principios abstractos de la

Universidad de La Rioja / 11
gramática universal, que ya posee de partida. En el funcionalismo y en
el cognitivismo se pone en duda que el aprendizaje de la lengua materna
dependa de una supuesta gramática universal. Así, en el funcionalismo se
argumenta que el niño recibe una gran cantidad de datos lingüísticos de
su entorno, cuya función y significado se van haciendo patentes a medida
que los interioriza y emplea en contextos comunicativos reales (Halliday
1993). En el cognitivismo se sostiene, además, que este aprendizaje está
constreñido por factores como la cognición social, la perspectivización y
la cultura (Tomasello 2008, 2010, 2014). Estos factores actúan conjunta-
mente en la adquisición de lenguas, pero también es posible que hayan
tenido que ver con el origen de las lenguas. Según el psicólogo Michael
Tomasello, los antepasados más directos de los humanos en la escala
evolutiva ya habían desarrollado hace unos 300.000 años un alto nivel
de inteligencia cooperativa, superior a la de otras especies (Evans 2015:
289). Los hallazgos arqueológicos no solo demuestran esto, sino que
también apuntan hacia una muy probable capacidad simbólica de estos
individuos. Así, las modificaciones en la organización social tuvieron que
venir acompañadas de cambios en la organización del cerebro y de un
incipiente desarrollo del lenguaje, que pudo haber comenzado como un
sistema de gestos posteriormente apoyado por el desarrollo vocal para
más adelante dar primacía a este último.

Si de estos u otros factores surgió, o no, una facultad especial indepen-


diente de las facultades que le dieron origen es una cuestión que queda
por resolver. No obstante, lo que los estudios comunicativos y cognitivos
del lenguaje revelan, contrariamente a la visión chomskiana, es que hay
suficientes presiones sobre el lenguaje, procedentes de factores socia-
les, culturales, tipológicos y perceptuales, como para desdeñar su im-
portancia. Por tal razón, en esta lección trataremos algunos de ellos, en
concreto aquellos que han hecho posible entender mejor, en las cuatro
últimas décadas, la relación entre comunicación, cognición y gramática.
Por razones de espacio, seleccionamos aquellos que, hasta la fecha, se

12 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


han mostrado más reveladores. Asimismo, por conveniencia expositiva,
salvo donde la argumentación lo haga imposible, utilizaremos ejemplos
en español para ilustrar las tesis que aquí se defienden.

Universidad de La Rioja / 13
2. La formulación de leyes

Los lingüistas aún no han logrado desentrañar las leyes que rigen todos
los aspectos de la forma, función y uso ni siquiera de las lenguas más
estudiadas —la mayor parte pertenecientes a la familia indoeuropea— y
mucho menos las de otras lenguas. Por desgracia, se carece de un apara-
taje analítico-explicativo completo y libre de controversias. Se puede po-
ner como ejemplo el estudio del idioma pirahã, hablado por una pequeña
comunidad de poco más de un centenar de individuos que habitan una
zona de Brasil a lo largo del río Maici, uno de los afluentes del Amazonas.
El conocido lingüista Daniel L. Everett, de la Universidad de Manchester,
ha dedicado toda su carrera profesional, de cuatro décadas, a estudiar
esta lengua. Algunas de sus características están bien establecidas; por
ejemplo, fonológicamente es la lengua más simple conocida, carece de
número gramatical y, como lengua aglutinante, acumula afijos en torno
a una base léxica para expresar lo que en lenguas no aglutinantes reque-
riría una cadena léxica organizada sintagmáticamente. Sin embargo, so-
bre su rasgo más característico no hay acuerdo entre los investigadores.
Se trata de la supuesta ausencia de recursividad en esta lengua (Everett
2005), fenómeno que durante años se ha postulado como una propie-
dad universal del lenguaje humano (cf. Hauser, Chomsky y Fitch 2002,
Chomsky 2005, 2007). La recursividad, como hemos señalado anterior-
mente, es una propiedad de las lenguas por la que una regla lingüística
se puede aplicar indefinidamente a cada resultado de la aplicación de esa
misma regla. Por ejemplo, la oración Sonrió a la niña se puede subordinar

Universidad de La Rioja / 15
a La mujer es mi vecina formando el compuesto La mujer que sonrió a la
niña es mi vecina. Esta regla de composición se puede utilizar una y otra
vez, sin límite gramatical, si bien con límites psicolingüísticos de produc-
ción y procesamiento. Esto se puede apreciar claramente a partir de la
comparación de las oraciones compuestas (1) y (2), donde, siendo ambas
perfectamente gramaticales, la oración (1) es plenamente aceptable, pero
no así la (2), que causa extrañeza:

(1) La mujer que sonrió a la niña que sonrió a su hermanito es mi vecina.

(2) La mujer que sonrió a la niña que sonrió a su hermanito que sonrió
a su primito que sonrió a su amiguito que sonrió a su tío que sonrió a
su esposa que sonrió a su hermana que sonrió a su cuñado que sonrió
a D. Manuel que sonrió a la congregación es mi vecina.

Según Everett, este tipo de uso recursivo del lenguaje no parece posi-
ble en pirahã. Sin embargo, según otros lingüistas, no se puede afirmar
categóricamente que no exista ningún tipo de recursividad en esta len-
gua. Así, en su reseña sobre el trabajo de Everett (2005), Nevins, Pestesky
y Rodrigues (2009: 370) apuntan a algunos casos de posible subordina-
ción recursiva mediante una reanálisis de ejemplos aportados por el
propio Everett. Por ejemplo, en pirahã la oración Realmente sabe hacer
flechas se expresa como sigue:

(3) hi ob- áaxáí [kahaí kai-sai]


3 ver/saber-INTNS flecha hacer-NOMLZR

El marcador sai indica que existe una nominalización del verbo, con
lo que el constituyente que aparece entre corchetes equivaldría a decir
“hacer flechas” y la oración completa a decir “realmente conoce la ma-
nufactura de flechas”. Esto apuntaría a una subordinación de tipo nomi-
nal. Sin embargo, Everett sugiere que hay parataxis y no subordinación

16 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


por varias razones, pero la principal es porque la lengua pirahã sitúa el
objeto directo inmediatamente antes del verbo. Si el constituyente en-
tre corchetes fuera un objeto directo, debería ir antes del verbo de co-
nocimiento. Como esto no ocurre, se deduce que los dos componentes
de la oración (3) estarían en relación de parataxis (yuxtapuestos el uno
al otro), sin recursividad. Pero se ha observado que es muy común en-
contrar después del verbo oraciones con función de objeto en lenguas
como el hindi, el alemán y el wappo, que suelen anteponer el objeto al
verbo. Esta posposición se puede deber a diversas razones, siendo la más
probable la preferencia de los constituyentes complejos por ir al final de
una expresión, fenómeno sintáctico que se conoce como extraposición.
Este fenómeno, que viene motivado por factores de producción y pro-
cesamiento, externos al sistema lingüístico en sí, marca preferencias de
organización oracional, tal y como se aprecia en los siguientes ejemplos:

(4) Está claro que López es el hombre que intentó asaltar la tienda de
electrodomésticos.

(5) Que López es el hombre que intentó asaltar la tienda de electrodo-


mésticos está claro.

La oración (4) es mucho más fácil de procesar que la (5). Por eso, la (4)
es preferida por los hablantes de español. Sin embargo, esta oración sitúa
el sujeto en una posición que no es la que ocupa normalmente en espa-
ñol, donde suele ir antepuesto al verbo salvo por razones comunicativas
específicas. Así, se prefiere decir Juan corre mucho a Corre mucho Juan,
excepto si lo que se enfatiza es la acción verbal, lo cual conlleva efectos de
significado adicionales a lo denotado (por ejemplo, que el hablante pien-
sa que Juan debería no correr tanto). En el caso de (4), no existe ningún
efecto comunicativo especial; sí que existe en (5), la oración no preferida o
marcada, donde el sujeto oracional recibe mayor atención por el mero he-
cho de ocupar una posición no habitual para un constituyente complejo.

Universidad de La Rioja / 17
Observaciones como las hechas en las líneas anteriores permiten al
lingüista formular leyes de carácter universal que nos ayudan a explicar
no solo aspectos concretos de lenguas específicas sino también princi-
pios generales que atañen al lenguaje como fenómeno. Así, en el estudio
del lenguaje en general, la existencia de la posposición de constituyentes
complejos revela, entre otras cuestiones, que la ordenación sintáctica es-
tándar puede estar sujeta a variaciones debido a tensiones con factores
externos. En el análisis de lenguas específicas, comprender su funciona-
miento puede ayudar a evitar errores tipológicos con consecuencias de
cara a determinar si un fenómeno es universal o no, como es el caso de
la recursividad.

Las características tipológicas de las lenguas no son el único factor


que explica sus mecanismos expresivos. Existen, por supuesto, factores
comunicativos. Por ejemplo, hoy en día se sabe que todas las lenguas del
mundo codifican, mediante recursos gramaticales, tres actos de habla o
funciones comunicativas básicas, a saber, aseverar, preguntar y ordenar.
No todas, pero sí la mayor parte, codifican el acto de exclamar (Sadock y
Zwicky 1985). No es muy difícil entender por qué. Primero, las funciones
de aseverar y preguntar tienen su origen en el hecho de que el lenguaje es
un instrumento para la gestión de la información. Esto dota al ser humano
de una gran capacidad de transmisión de conocimiento, lo cual potencia
sus posibilidades de supervivencia a través de generaciones. Segundo, la
función de ordenar se relaciona con el hecho de que el lenguaje es un ins-
trumento de control de los demás. Esta función del lenguaje forma parte
de su dimensión interactiva. Hemos de tener presente que las sociedades
humanas son jerárquicas y normativas, lo que incide en su capacidad or-
ganizativa y de supervivencia. Tercero, la función exclamativa pertenece
a la dimensión expresiva del lenguaje, necesaria para revelar la actitud del
individuo respecto a determinadas situaciones y eventos. No es necesa-
riamente una función vital para la supervivencia, pero es importante para
determinar posturas ante circunstancias de la vida diaria. Existen otras

18 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


funciones comunicativas además de las especificadas aquí, pero todas
se agrupan en torno a los tres ejes ya descritos: (i) el de la gestión de la
información (por ej. declarar, informar, comentar); (ii) el de control propio
(prometer, ofrecer) o de otras personas (pedir, suplicar, amenazar); y (iii) el
expresivo (felicitar, alabar, lamentar).

Hay otros factores comunicativos de importancia que modelan aspec-


tos de las gramáticas de las lenguas, como son la clase social y el género
o la dinámica de grupos sociales y culturales. Estos han sido atendidos
en mucha profundidad por modelos pragmáticos, sociolingüísticos e
incluso antropológicos del lenguaje y su influencia es ampliamente re-
conocida. De hecho, el funcionalismo los incorpora explícitamente en
sus formulaciones. En este sentido, dos ejemplos muy conocidos son
la Gramática Funcional de Michael Halliday (Halliday 1978, Halliday y
Matthiessen 2004) y la Gramática Funcional de Simon C. Dik (1997ab).

La idea de que los factores comunicativos condicionan la gramática


se remonta a los años 70. Michael Halliday, por ejemplo, propugnaba que
cada lengua se organiza paradigmáticamente como un conjunto de siste-
mas de opciones, a disposición de los hablantes, que dotan a estos de un
potencial para significar (Halliday 1978). A modo ilustrativo, en español
se puede escoger, dentro del sistema de la transitividad, un patrón pura-
mente transitivo o uno que simula la transitividad y que se acerca más al
ergativo de otras lenguas. Esto se hace mediante el uso de construccio-
nes reflexivas, como es el caso de la oración (6) frente a la (7):

(6) La puerta se abrió de golpe.

(7) El viento abrió la puerta de golpe.

La oración (7) utiliza el verbo abrir de forma transitiva, mientras que


la (6) lo usa de forma reflexiva, pero con una reflexividad falsa: las puer-

Universidad de La Rioja / 19
tas no se abren a sí mismas. La oración (6) se diferencia en eso de una
reflexiva auténtica como la de (8), donde el sujeto efectúa una acción que
recae sobre sí mismo:

(8) Juan se peina.

El efecto de significado de la oración (6), que usa el patrón reflexivo


falso, es el de dirigir la atención del oyente hacia el evento en sí más que
a su causa, dando la impresión de que sucedió por sí mismo, sin inter-
vención externa. Este es el efecto comunicativo del uso “ergativo” del
reflexivo falso, que los gramáticos tradicionales denominan “se” de voz
media (cf. Lázaro-Carreter 1981: 412). Sin embargo, dicho uso no es solo
consecuencia de una necesidad comunicativa, sino también de nuestra
capacidad para reinterpretar la composición de los eventos que, como
veremos más adelante, se logra sobre la base de operaciones cognitivas
como la metáfora o la metonimia gramatical. En el caso de este ejemplo,
el uso del reflexivo falso no hace sino captar una simulación mental, la de
fingir que no hay una causa definida para el evento en cuestión.

Esta última observación nos lleva a un interesante punto de encuen-


tro entre la comunicación y la cognición en su relación con el léxico y la
gramática. Así, podemos definir el potencial de significado de una forma
lingüística como la capacidad que esta tiene para producir un resultado
interpretativo. Dicha capacidad está constreñida por factores de diversa
índole. Algunos son formales, pues toda forma adquiere parte de su po-
tencial para significar en virtud de su relación con otras formas con las
que coopera. Otros son contextuales, es decir, relativos a la situación en
la que se utiliza la estructura formal. Finalmente, otros son cognitivos,
procedentes de nuestra capacidad para relacionar lo dicho con represen-
taciones mentales del mundo. Estas representaciones son susceptibles
de adoptar diversas formas interpretativas de carácter subjetivo, a las
que nos referiremos seguidamente.

20 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


3. Gramática y cognición:
la perspectiva interpretativa

En este apartado trataremos la aplicación de la perspectiva interpretativa


al estudio de diversos fenómenos lingüísticos. Esta perspectiva fue estu-
diada por primera vez por el lingüista cognitivo Leonard Talmy (2000).
Nos centraremos en los siguientes temas: la iconicidad, la percepción
gestáltica, la dinámica de fuerzas y la distinción entre movimiento fac-
tual, ficticio y metafórico. Añadiremos otros, relacionados con los estu-
diados por Talmy, que forman parte de la Gramática Cognitiva de Ronald
Langacker (1987, 1999, 2008). No son los únicos fenómenos perceptuales
cuyo impacto lingüístico se ha estudiado, pero sí que se encuentran en-
tre los más conocidos en Lingüística Cognitiva.

3.1. Iconicidad y expresión lingüística

Comenzaremos por el principio de iconicidad en el lenguaje (Givón 1985,


Haiman 2008). La iconicidad consiste en la capacidad que tiene el len-
guaje de emular la realidad. Un caso trivial de iconicidad es el de las
onomatopeyas, como usar tic-tac para referirnos al sonido de un reloj o
pum para un golpe. Otro caso, también relativamente evidente, es el de
la secuencialidad, consistente en la utilización de la misma secuencia de
eventos en la expresión lingüística que en la realidad, como en la famosa
frase Vini, vidi, vici, atribuida al emperador romano Julio César en su car-
ta al senado romano del año 47 d.C. Podemos, sin embargo, utilizar for-

Universidad de La Rioja / 21
mas que se denominan “marcadas” para expresar secuencias en las que
la forma no va en paralelo con la realidad. De los siguientes ejemplos, el
(9) es icónico, debido a que respeta la estructura conceptual de causa-
efecto tal como la percibimos (la causa precede al efecto), mientras que
el (10), la oración marcada, no lo es:

(9) Comió demasiado y tuvo una terrible indigestión.

(10) Tuvo una terrible indigestión por comer demasiado.

Las relaciones de proximidad o de distancia entre elementos también


están regidas por el principio de iconicidad. En general, si dos elementos
aparecen juntos en la realidad, existe una tendencia a situarlos juntos en
la expresión lingüística:

(11) Al final llegó el momento en que se tuvieron que despedir.

(12) Llegó el momento al final en que se tuvieron que despedir.

Por iconicidad la oración (11) es preferible a la (12). En esta segunda, la


locución adverbial al final crea discontinuidad entre el sintagma nominal
el momento y la oración subordinada que define el tipo de momento. La
oración (12) utiliza una posición marcada de esta locución con una leve
diferencia de significado respecto a la (11): en la (12) se hace hincapié en
la idea de que se había intentado posponer el momento de la despedida.
La iconicidad basada en la distancia o proximidad de constituyentes ora-
cionales es algo menos evidente que la onomatopéyica y la secuencial.

Un tercer factor de iconicidad, aún menos evidente, es el cuantitati-


vo, que se origina en la propia carga de significado de las formas lingüís-
ticas según su nivel de complejidad. En general, una forma compleja
aporta más significado, sea denotativo o connotativo, que una simple.

22 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


Si se utiliza una forma compleja para un contenido simple, se puede
crear extrañeza:

(13) Se ruega no fumar.

(14) Este establecimiento ruega a sus clientes que se abstengan de fu-


mar en el mismo.

La oración (13) es normalmente preferible a la (14) por iconicidad cuan-


titativa. La (14) es, por tanto, una forma marcada con efectos de significado
especiales, claramente relativos a su nivel de formalidad, en parte lograda
a través de una formulación menos directa (Leech 1983: 123).

3.2. La percepción gestáltica

La psicología de la Gestalt, también conocida como psicología de la


forma o de la configuración, surgió en Alemania a principios del s. XX.
En ella se distinguen diversos principios de la percepción (semejanza,
proximidad, simetría, continuidad, etc.), entre los que destaca, en lo
que respecta al lenguaje, el de la relación entre figura y fondo. En la
percepción la figura es la parte que nuestro cerebro interpreta como la
que más destaca y el fondo la que contextualiza el sentido que damos
a la figura. Para Talmy, estos principios se aplican en algunos usos lin-
güísticos. Por ejemplo, para describir la relación espacial entre una per-
sona y una puerta, diremos que la persona está junto a la puerta, pero
no al revés, que la puerta está junto a la persona. La persona funciona
como figura y la puerta como fondo. De manera similar, decimos que un
vaso está encima de una mesa, pero no que una mesa está debajo de un
vaso. Este principio también se aplica en la configuración de oraciones
complejas. En ellas, la oración principal tiene la función de figura y la
subordinada la de fondo:

Universidad de La Rioja / 23
(15) Los empleados que trabajen duro recibirán un aumento de sueldo.

(16) Lo harás cuando yo te diga.

En (15) el trabajo duro de los empleados es el fondo sobre el que des-


taca el aumento de sueldo que percibirán. En (16) la obligación futura
impuesta por el hablante al oyente es la figura mientras que el momento
en que esa obligación se hará efectiva es el fondo.

En el desarrollo que Langacker (1987, 1999) ha efectuado de la relación


entre figura y fondo, se diferencia entre perfil y base de las conceptualiza-
ciones y entre trayector y punto de referencia, o simplemente referencia, de
las representaciones gramaticales, siendo ambas distinciones paralelas a la
de figura y fondo en teoría de la percepción. Es muy interesante, además,
pensar no en un único fondo o base para cada conceptualización, sino en
una matriz de dominios conceptuales, cada una de las cuales aporta una
perspectiva interpretativa distinta. Por ejemplo, no es lo mismo pensar
en un avión en la pista de despegue, que en pleno vuelo o en un hangar.
Cada dominio base constriñe el modo en que activaremos nuestro cono-
cimiento sobre los aviones. En el hangar podemos pensar en los técnicos
de mantenimiento y su equipamiento, los puentes grúa, las plataformas
telescópicas, etc. Respecto a un avión en vuelo, no es la misma la pers-
pectiva del controlador de tráfico aéreo que la de los pilotos, los asistentes
de vuelo, los pasajeros o la de un niño que mira al cielo y ve la silueta del
avión entre las nubes. Pero un avión, como todo objeto, además de res-
pecto a este tipo de dominios que actúan como fondo, también se perfila
respecto a dominios más básicos como son la forma, el tamaño y la masa.
El conjunto de dominios conforma la matriz de dominios base.

En su aplicación a la gramática, la relación perfil/base se convierte en


la relación entre trayector/(punto de) referencia. En una oración simple,
el trayector es el sujeto y el punto de referencia es el objeto directo o

24 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


cualquier otro complemento. Se ha de tener en cuenta que el concepto
de trayector se aplica tanto si el evento es estático como si es dinámico:

(17) El gato [trayector] cazó al ratón [punto de referencia].

(18) El libro [trayector] está sobre la mesa [punto de referencia].

Cada relación entre trayector y punto de referencia en una oración se


asienta a la vez en el tiempo y en la realidad a través de los sistemas de
tiempo y modalidad, que son de pasado y grado de certeza total en (19):

(19) Seguro que el gato cazó al ratón.

Podemos también pensar en la función de (19) como acto de habla. Su-


pongamos un contexto en el que el oyente siente asco por los ratones y
cree que el gato no cazó a un ratón que le resultaba muy molesto. Este con-
texto se añade a la matriz de dominios base y permite considerar la oración
(19) como un intento por parte del hablante de tranquilizar al oyente.

3.3. La dinámica de fuerzas

Según Talmy (2000), las expresiones lingüísticas pueden tener como fon-
do (o base, en terminología de Langacker) una versión no científica de la
dinámica de fuerzas basada en la observación común. Existen dos fuerzas
que se oponen entre sí, el agonista y el antagonista, siendo normalmente
una mayor que la otra. Esto da lugar a cuatro patrones de interacción, que
presentan su reflejo en la gramática:

(20) a. Patrón de dinámica de fuerzas en estado estable con tendencia


al movimiento: La bola siguió rodando.

Universidad de La Rioja / 25
b. Patrón de dinámica de fuerzas en estado estable con tendencia
al reposo: La valla siguió en pie a pesar de la violencia del viento.

c. Patrón de cambio de estado con tendencia al movimiento:


El agua fue apagando el fuego.

d. Patrón de cambio de estado con tendencia al reposo:


La pelota hizo que cayera la lámpara.

El significado de las perífrasis verbales como seguir + gerundio o se-


guir + adj. / adv. no se puede explicar sin hacer referencia a nuestra con-
cepción de la dinámica de fuerzas por la cual algunos objetos preservan
su estado dinámico o de reposo a pesar de factores que se opongan,
como es el caso del rozamiento en (20a) o la fuerza del viento en (20b).
A su vez, la gradualidad de la acción de (20c) se expresa mediante la pe-
rífrasis ir + gerundio y el cambio de estado causado de (20d) mediante
hacer que + oración subordinada.

3.4. Los tipos de movimiento

Según Talmy (2000), existen tres grandes tipos de expresiones de movi-


miento: factual o real, ejemplificado en (21a); ficticio, que es el concebido
como si hubiera movimiento real, del que es ejemplo (21b); metafórico,
en el que se trata una entidad física como si fuera un objeto en movi-
miento, como en (21c):

(21) a. El niño fue corriendo desde el árbol hasta la valla.

b. La carretera te lleva desde el puerto hasta la frontera.

c. El tiempo vuela.

26 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


La expresión de movimiento ficticio está fundamentada en nuestra
realidad perceptiva. En (21b) la carretera no se mueve, pero nuestros
mecanismos de percepción están diseñados de tal forma que, para com-
prender la extensión de la carretera, nos vemos obligados a recorrerla vi-
sualmente o, al menos, a simular mentalmente tal recorrido. Esta forma
de expresarse es muy corriente:

(22) La carretera discurre por la costa.

(23) Hay una barrera de árboles que va de este a oeste al sur del desierto
del Sahara.

(24) El camino se adentra en la espesura.

(26) El sendero rodea el cerro.

(27) Mi calle bordea el parque.

(28) El tejado de esa casa baja hasta casi tocar el suelo.

En la sección 4.2 volveremos brevemente a tratar este fenómeno en


su combinación con un mecanismo de modelación cognitiva, a saber, la
metáfora. Por el momento baste con señalar su existencia y normalidad en
el uso del lenguaje, junto con su fundamento en cuestiones perceptuales.

Universidad de La Rioja / 27
4. Gramática y cognición:
mecanismos de inferencia

Para hablar de inferencia de base lingüística, es necesario comprender


la noción de modelación cognitiva. Por este término entendemos, si-
guiendo a Lakoff (1987), la creación de representaciones conceptuales
a partir de estímulos significativos de cualquier índole, incluyendo los
del lenguaje verbal. Se ha averiguado que principios muy parecidos
subyacen al uso comunicativo de las imágenes (Pérez Sobrino 2017), al
lenguaje de gestos (Cooperrider y Goldin-Meadow 2017) y a las lenguas
de signos (Wilcox 2007, Wilcox y Occhino 2017). La modelación cogni-
tiva da lugar a la creación de modelos cognitivos idealizados, a los que
nos referimos seguidamente.

4.1. Modelos cognitivos idealizados

Un modelo cognitivo idealizado es una representación conceptual de


objetos, situaciones y eventos, tanto reales como imaginarios, suscepti-
ble de ser comunicada o de ser utilizada en la comunicación para lograr
determinados efectos de significado. Los modelos cognitivos se denomi-
nan idealizados porque recogen elementos comunes a multitud de expe-
riencias. Así, el modelo cognitivo de avión se construye individualmente
a partir de experiencias específicas de cada persona con aviones en dis-
tintos entornos. El modelo es hasta cierto punto individual, además de
dinámico y adaptable a nuevas circunstancias y al aumento o pérdida de

Universidad de La Rioja / 29
conocimiento que se puede producir a lo largo de la vida. No obstante,
existe una cierta estabilidad en cada modelo cognitivo, que viene a ser la
recogida por los lexicógrafos en sus definiciones de los vocablos que lo
activan. Hay cuatro grandes clases de modelos cognitivos:

a. Marcos. Son representaciones de objetos o entidades, junto con


sus propiedades, y las relaciones que se dan entre ellos dentro de un
contexto. Por ejemplo, en el mundo de la aviación, dentro del perfil
del avión en vuelo con pasajeros, estos, los asistentes de vuelo, los
pilotos, los asientos, los protocolos de emergencia, las comidas y
bebidas que se sirven, etc., constituyen componentes del marco. El
concepto de marco fue propuesto por Charles Fillmore (1982, 1985)
y ha sido desarrollado a lo largo de años por muchos investigadores
(véase Fillmore et al. 2003).

b. Esquemas de imágenes. Propuestos por Mark Johnson (1987), son


esquematizaciones de nuestra experiencia espacial y motora: orien-
taciones espaciales, como arriba/abajo, delante/detrás, izquierda/dere-
cha; regiones del espacio y localizaciones, como dentro/fuera, encima/
debajo, lejos/cerca; movimiento, por ejemplo, hacia adelante o atrás, o
la transferencia de un objeto de un lugar a otro o de un donante a un
receptor; o estructuras de parte-todo. Es frecuente su uso metafórico
para referirse a conceptos abstractos como las emociones (Está fuera
de sí), las acciones (Le dio una bofetada), las situaciones (Estamos en
apuros) o el progreso (Vamos avanzando en nuestra tarea) (cf. Hampe
2005, Peña 2003, 2008).

c. Metáfora. Lakoff (1993) la define como un conjunto de corresponden-


cias (un mapeo) entre dos dominios conceptuales, de los que uno, el
dominio fuente, se utiliza para razonar sobre otro, el meta. Por ejemplo,
se puede conceptualizar el amor como si fuera un viaje. Los amantes
son los viajeros, la relación amorosa es el vehículo, las dificultades en

30 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


la relación son los impedimentos al viaje y los objetivos en común de
los amantes son el destino de los viajeros. Expresiones como Nuestra
relación va por buen camino, Hemos pasado por muchos baches, Si se-
guimos así, no llegaremos a ningún sitio, etc., ejemplifican este sistema
de pensamiento. La metáfora es una importante fuente de inferencias.
Por ejemplo, podemos razonar así: Nuestra relación va por mal camino.
Quizá debiéramos volver sobre nuestros pasos y empezar desde cero para
decidir juntos adónde queremos llegar.

d. Metonimia. No existe una definición unificada sobre qué es la


metonimia (véanse, por ejemplo, los distintos enfoques recogidos
en Benczes et al. 2011). Tradicionalmente, se ha definido como la
sustitución de un término por otro con el que está relacionado por
contigüidad conceptual. Según esta definición, decir mano en vez
de ayuda en Necesito una mano sería una metonimia. En el análisis
cognitivista, la expresión lingüística (una mano) aporta el dominio
fuente, mientras que el significado inferido (ayuda) constituye el
dominio meta. Pero la metonimia, según los lingüistas cognitivos,
es un fenómeno mucho más amplio (Barcelona 2002, 2005). La ora-
ción Seré breve se puede usar para sustituir a Hablaré con brevedad.
En este caso, no se trata de cambiar un término por otro, sino una
predicación por otra con la que está relacionada. Literalmente, una
persona no puede ser breve; es decir, la brevedad no caracteriza a la
persona sino a su manera de expresarse, por lo que Seré breve atribu-
ye al hablante el resultado de la acción de expresarse con brevedad.
Mientras que la atribución resultativa, que es lo que aporta la ex-
presión lingüística, constituye el dominio fuente de la metonimia, el
dominio meta, que es inferido, contiene la acción junto con el modo
de la acción. En definitiva, podemos definir la metonimia como la
sustitución de un dominio conceptual, o de parte del mismo, por
otro con el que se relaciona por contigüidad conceptual.

Universidad de La Rioja / 31
La metáfora y la metonimia son operativas sobre la base de marcos
y esquemas de imágenes (Ruiz de Mendoza 2017a). Esto dota a los dos
primeros fenómenos de una cualidad singular que no poseen los otros
dos. Son estos segundos los que nos permiten efectuar inferencias ba-
sadas en nuestra experiencia, las cuales se diferencian de otros tipos de
inferencia basados en necesidades lógicas. Este modo de razonamiento
experiencial es muy cercano a lo que algunos eruditos han denominado
pensamiento abductivo, siguiendo al semiotista Charles S. Peirce. Este
modo de pensamiento se diferencia claramente del inductivo y del de-
ductivo (Panther 2018: 147). Supongamos que alguien dice:

(29) Tengo un jilguero.

Sabiendo que los jilgueros son pájaros, se puede razonar que, si el ha-
blante tiene un jilguero, entonces necesariamente tiene un pájaro. Este
tipo de inferencia es lógica e irrefutable; es decir, no se puede cancelar
en ningún contexto. Por esta razón, la oración (30) no es una oración po-
sible, ya que contiene un contrasentido lógico:

(30) #Tengo un jilguero, pero, de hecho/ pensándolo mejor, no tengo


un pájaro.

Únicamente se puede resolver dicho contrasentido si por jilguero o


pájaro se entienden otras entidades que no son las convencionalmente
denotadas por estos términos. Imaginemos que el hablante tiene un mu-
ñeco de trapo con forma de jilguero; en tal caso, puesto que se cambia la
denotación de este término, no se mantiene la relación que sostiene la
implicación lógica. En este supuesto, la oración (30) sería un caso de pa-
radoja, resoluble mediante un cambio de marco para el término pájaro. A
diferencia de lo que sucede con las implicaciones lógicas, las inferencias
obtenidas a partir de la metáfora y la metonimia son inherentemente
cancelables sin recurrir a cambios de marco:

32 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


(31) Necesito que me echen una mano, aunque, pensándolo mejor, no
quiero ayuda (sino algo más, como desarrollar paciencia).

(32) Nuestra relación va por buen camino, aunque, pensándolo mejor,


no funciona a mi gusto (pues creo que hay caminos mejores).

Aunque las oraciones (31) y (32) resultan chocantes al principio, no es


así una vez se desarrolla todo el contexto que posibilita el pensamiento
abductivo. La parte concesiva denota una ocurrencia tardía y, a diferen-
cia de lo que sucede en (30), no requieren un cambio de marco, puesto
que no se produce una paradoja. Panther (2005) y Panther y Thornburg
(2018) han señalado la cancelabilidad de las inferencias metonímicas,
que se equiparan a otras también de tipo abductivo, como la implica-
tura conversacional de Grice (1975). Se debe incorporar también, como
demuestra el ejemplo (32), la inferencia de base metafórica. Vamos a
entrar con más detalle en estos modos de pensamiento resaltando, en
consonancia con el propósito de este trabajo, su papel en la organización
gramatical de las lenguas. Este papel es complementario del aducido an-
teriormente para los mecanismos de perspectivización.

4.2. Metonimia e inferencia

Antes hemos podido comprobar, de forma preliminar, que la metoni-


mia no es necesariamente un fenómeno únicamente léxico. Algunos
lingüistas han defendido que subyace a varios modos de inferencia,
como es el caso de las implicaturas conversacionales (Ruiz de Mendoza
y Galera 2014: 152, Ruiz de Mendoza 2014) y los actos de habla o signi-
ficado ilocutivo (Panther 2005, Ruiz de Mendoza y Baicchi 2007, Ruiz
de Mendoza y Galera 2014, Ruiz de Mendoza 2014). Imaginemos el si-
guiente diálogo breve:

Universidad de La Rioja / 33
(33) Juan: ¿Se te ha pasado ya el dolor de cabeza?

Pedro: No he encontrado las aspirinas por ningún sitio.

La interpretación por defecto de la respuesta de Pedro en (33) es que


este no ha logrado vencer todavía su dolor de cabeza porque no ha con-
seguido encontrar las aspirinas para tomarse alguna. Esta interpretación
está basada en la reconstrucción mental de un escenario cotidiano: cuan-
do una persona tiene un dolor de cabeza común, puede aliviarlo toman-
do un analgésico tal como la aspirina; para poder tomarlo, por supuesto,
tiene que poder conseguirlo, pero es muy normal encontrar uno en los
botiquines domésticos. La respuesta de Pedro solo activa explícitamente
una parte de este escenario; el resto queda implícito, pero es fácilmen-
te accesible partiendo de la parte explícita, que forma parte de nuestra
experiencia cotidiana. En los estudios sobre pragmática inferencial —que
explora la relación entre la forma lingüística y el usuario— se asume que el
significado de lo que dice Pedro es una implicatura o significado implícito
obtenido a través de la aplicación de principios conversacionales (Grice
1975), tales como el hecho de que es aceptable aportar menos informa-
ción de la que se quiere significar si esta última es derivable del contexto
o del conocimiento compartido por los participantes en el acto comuni-
cativo. Sin embargo, este principio pragmático de inferencia carecería de
sentido sin una explicación de cómo se accede a la información no dada
explícitamente. La única respuesta posible es postular la existencia de un
esquema inferencial metonímico por el que parte de un escenario puede
activar el escenario completo. Este mismo apoyo metonímico se produce
también en los actos de habla que, como postularan Panther y Thornburg
(1998), se aplican a escenarios ilocutivos, es decir, aquellos que captan
información relativa a las convenciones sociales que subyacen a la expre-
sión de intenciones comunicativas (Pérez y Ruiz de Mendoza 2002, Pérez
2013). Pongamos por caso la siguiente conversación:

34 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


(34) Juan: Tengo sed.

Pedro: Ten, toma un poco de agua.

En la teoría tradicional de los actos de habla o del significado ilocutivo


(Searle 1969, 1979), se diría que Juan está pidiendo indirectamente agua
(u otra bebida que le quite la sed) y que Pedro está ofreciendo agua para
que Juan pueda calmar su sed. Tanto pedir algo como ofrecerlo son ac-
tos de habla. El primero es directivo, pues está encaminado a lograr que
el oyente realice la acción que desea el hablante. En cierta medida, el
hablante impone al oyente una obligación, aunque el grado de imposi-
ción pueda ser débil. El segundo acto de habla es compromisivo. En él el
hablante asume la obligación de realizar una acción. Pues bien, ambos
actos son indirectos en cierta medida si se comparan con esta otra ver-
sión de la misma conversación:

(35) Juan: Dame algo de beber que me quite la sed, por favor.

Pedro: Oh, sí claro. Por favor, permíteme ofrecerte un vaso de agua.

En (35) Juan y Pedro clarifican sus respectivas intenciones comunicati-


vas de pedir y ofrecer. No es necesario, por tanto, efectuar ninguna labor
inferencial. Por el contrario, en (34), descubrir la misma intención comuni-
cativa requiere la activación metonímica de escenarios mentales que reco-
gen los aspectos esenciales de ciertas convenciones sociales subyacentes.
Así, para la intervención de Juan, el declarar la existencia de un problema
activa la convención social por la cual debemos ayudar a las personas que
tengan necesidad de ello si tenemos la capacidad de hacerlo. Para la de
Pedro se aplica la misma convención social, pero desde la perspectiva
del que ha recibido la petición y desea aceptarla. De tal forma, el uso del
imperativo no se convierte en una orden, ya que las órdenes entrañan un
beneficio para el hablante y una obligación para el oyente y, en este caso,

Universidad de La Rioja / 35
el beneficio es para el oyente y la obligación, autoimpuesta, es para el ha-
blante. Evidentemente, el ejemplo (34) nos proporciona un caso paralelo
al del ejemplo (33) en el terreno de la implicatura, con la única salvedad de
que la base para la activación metonímica que encontramos en (34) es una
convención social, mientras que en el caso de (33) se trata de un escenario
descriptivo (Ruiz de Mendoza y Galera 2018).

La ubicuidad de la metonimia está bien establecida dentro de la Lin-


güística Cognitiva (Radden 2005, Barcelona 2011). Su carácter es, además,
universal. Esto no nos debe sorprender porque la metonimia tiene carta
de naturaleza como tal debido a su base perceptual. No podría existir si
no fuera por nuestra tendencia a la percepción gestáltica. Cuando produ-
cimos una metonimia, se dan dos situaciones básicas. Una la distinguió
Croft (1993) en uno de los primeros análisis rigurosos de la Lingüística
Cognitiva sobre este fenómeno. Se trata del hecho de que hay metoni-
mias que se basan en realzar y dar prominencia primaria a un dominio
conceptual de carácter secundario:

(36) Ha roto la ventana de un pelotazo.

En (36), se usa ventana para referirse al cristal de la ventana. El concepto


‘ventana’ tiene como característica primaria el ser una abertura en un muro
o pared a cierta altura del suelo. Con frecuencia, sin embargo, el hueco de
la ventana está cubierto con un cristal, que, al igual que el marco y el me-
canismo de apertura y cierre, es un elemento secundario. Pero este domi-
nio es el que se realza, alcanzando carácter primario en su uso en (36). La
operación de realce cumple con la función de crear lo que Langacker (2009)
ha denominado zona activa del perfil o designación de un concepto. Otras
metonimias, en cambio, parten de un dominio realzado por defecto para
llegar a todo el dominio base sobre el que se perfilan. Este sería el caso de:

(37) La vesícula de la 236 necesita una nueva vía.

36 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


En el contexto de un hospital, en la oración (37) se menciona el órgano
afectado por una dolencia para referirse al paciente que la padece. El órga-
no en cuestión está realzado por vía de la mención explícita. Como se pue-
de apreciar, en ambas situaciones metonímicas, existe un fenómeno de
saliencia, de tipo gestáltico, que subyace a las condiciones de creación de
la metonimia. Es decir, la metonimia debe su carácter universal a su base
gestáltica. Siendo esto así, no nos debe extrañar su reconocida ubicuidad,
que, como vamos a documentar seguidamente, alcanza a la gramática,
convirtiendo a la metonimia en un factor constrictor de la organización de
cuantos aspectos de aquella tienen que ver con la perspectiva resultante
de las relaciones de saliencia entre dominios y subdominios conceptuales.
Dedicaremos la siguiente sección a esta cuestión.

4.3. Metonimia y gramática

Tomemos los siguientes ejemplos:

(38) Estate callado.

(39) Este paraguas no cierra.

(40) Hay mucha América en esos anuncios.

(41) Empezó el primer plato antes de tiempo.

(42) ¿Qué ese ese ruido?

(43) Debo hablar contigo.

(44) Se puede ver la aguja de la catedral desde la balconada.

Universidad de La Rioja / 37
En (38) se utiliza una predicación no dinámica (o estática) en el
marco de un imperativo, que, por definición, requiere una predicación
dinámica o basada en la acción. Este fenómeno ha sido analizado con
detalle por Panther y Thornburg (2000), quienes proponen que, en este
tipo de ejemplos, se activa la metonimia RESULTADO POR ACCIÓN. La
oración (38), en efecto, expresa un resultado, pero, de forma subyacen-
te, existe una acción, a saber, la de hacer lo necesario para permanecer
callado. Sin la activación de esta metonimia, no sería factible construir
una oración en imperativo con un predicado verbal no dinámico. Esto
significa que la metonimia actúa como factor “licenciador” de este tipo
de composición gramatical.

En (39) tenemos una composición muy curiosa también, pues conlle-


va una incongruencia: se presenta la dificultad que ofrece el paraguas a
ser cerrado por alguien como si fuera un proceso natural que podría ser
evaluable adverbialmente (cf. Este paraguas cierra mal/con dificultad). Es
obvio que esta solución construccional tiene como fin el centrar la aten-
ción en la imposibilidad de cerrar el paraguas más que en el hecho de que
alguien intente hacerlo. Se podría denotar la misma situación mediante
otro tipo de construcción; por ejemplo, cabría decir:

(45) No hay forma de cerrar este paraguas.

(46) No se puede cerrar este paraguas.

En estos otros ejemplos, se utiliza una fórmula construccional “canó-


nica”, es decir, en la que la expresión no introduce ninguna incongruen-
cia, para centrar la atención en la imposibilidad de cerrar el paraguas. En
el caso de (45), el agente de la acción está elidido, pero es posible recupe-
rarlo sintácticamente:

(45’) No hay forma de [que alguien pueda] cerrar este paraguas.

38 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


En el caso de (46), se emplea directamente una construcción imper-
sonal, sin sujeto sintáctico, diseñada para no expresar el agente. ¿Qué,
pues, diferencia estas soluciones sintácticas de la utilizada en (39)? Sen-
cillamente, que la (39) es una construcción en la que se “finge” que el
paraguas actúa solo, pero esta situación ficticia representa a la real en la
que alguien actúa sobre el paraguas intentando cerrarlo. Esto constituye
una operación metonímica: PROCESO POR ACCIÓN. Comprender cómo
funciona esta ficción no es muy difícil si se tiene en cuenta que la dife-
rencia entre una acción y un proceso estriba solo en la ausencia de un
instigador externo en el caso del segundo. Por lo demás, un proceso es
dinámico y lleva a un resultado, igual que una acción. Esto hace posible
la relación metonímica entre ambos conceptos.

Consideremos ahora el ejemplo (40). En este caso, por América se


entienden los valores, estilo y modo de vida típicos de América. Así, es-
tamos ante la metonimia UNA ENTIDAD ÚNICA POR SUS PROPIEDADES
SINGULARES, que no es sino una variante de OBJETO POR PROPIEDAD
(ej. naranja por su color). Sin la actividad de esta metonimia no sería
posible utilizar el adjetivo indefinido singular mucha, que se aplica a
sustantivos incontables (mucha agua) con un nombre propio contable.
Un proceso metonímico similar permite la utilización del mismo adjetivo
indefinido singular con sustantivos contables en singular como si fueran
incontables. Ejemplos de este fenómeno son:

(47) Esta señora es mucha mujer para ti.

En (47) el adjetivo mucha se puede aplicar al sustantivo contable mu-


jer si este se categoriza como incontable, lo cual solo es posible por la
actividad de la metonimia ya citada.

Pasemos al ejemplo (41). En enfoques lingüísticos no cognitivistas,


ejemplos como este han creado problemas pues no es fácil explicar la

Universidad de La Rioja / 39
incongruencia de complementar con un objeto directo un verbo cuya
función no es la de designar una acción sino la de marcar el aspecto de
una acción que no se expresa (Jackendoff 1997). Los verbos de aspecto
subcategorizan predicados que denotan acciones susceptibles de verse
en su inicio, desarrollo o fin (aspectos ingresivo, progresivo y egresivo,
respectivamente): comenzó a correr, continuó corriendo, terminó de co-
rrer. En sentido estricto, el verbo empezar de la oración (41) debería ir
seguido de verbos como comer, preparar, cocinar, etc.:

(41’) Empezó a comer/preparar/cocinar el primer plato antes de tiempo.

La razón por la que se puede situar el sintagma el primer plato como


objeto de empezar es porque un objeto implicado en una acción puede
usarse para denotar dicha acción. Es decir, (41) es una oración posible
gracias a la actividad subyacente de la metonimia OBJETO POR ACCIÓN
(Ruiz de Mendoza y Pérez 2001). Sin esta metonimia se incurriría en la
incongruencia de aplicar un verbo aspectual directamente a su objeto
sintáctico en vez de a la acción que se realiza sobre dicho objeto.

En (42) tenemos un caso analizado por Panther y Thornburg (2000) en


el que también hay una incongruencia, que debe ser resuelta metoními-
camente. Una pregunta en la que el adjetivo interrogativo qué se aplica a
un sintagma nominal tiene función identificativa, como lo ejemplifica la
congruencia de la respuesta de Pedro a María en (48):

(48) María: ¿Qué ruido es ese?

Pedro: Es un chirrido.

Otros usos son incongruentes con la naturaleza del adjetivo interro-


gativo. Imaginemos que María y Pedro están durmiendo en casa y de
repente se despiertan sobresaltados por un ruido extraño:

40 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


(49) María: ¿Qué ruido es ese?

Pedro: No te muevas. Puede ser un ladrón.

La respuesta de Pedro no atiende a la literalidad de lo preguntado por


María sino al significado inferido. Realmente, ¿Qué ruido es ese? equi-
vale a preguntar ¿Qué causa ese ruido? Este significado inferido solo es
posible si Pedro entiende la pregunta de María dentro de un esquema
causal propiciado por el contexto del sobresalto en el que preguntar por
la identidad del efecto (el ruido), que es saliente desde un punto de vista
perceptual, representa metonímicamente una pregunta en cuanto a la
identidad de la causa.

En (43) nos encontramos con un ejemplo de uso metonímico en el


ámbito de lo que se conoce como modalidad deóntica, es decir, el uso
subjetivo del lenguaje en el que el hablante expresa cómo debería ser el
mundo (Palmer 2001). Más concretamente en (43) se hace uso de la me-
tonimia OBLIGACIÓN POR DESEO, siendo el dominio fuente y el meta de
la misma dos áreas relacionadas dentro de dicho tipo de modalidad. La
lógica de esta sustitución metonímica reside en una cuestión de valores
sociales. No está bien visto que actuemos por capricho, pero sí que lo
hagamos por cumplimiento del deber. Así, decir “debo hacer esto” está
mejor visto que “quiero hacer esto”. Eso justifica que digamos Debo ha-
blar contigo en sustitución de Quiero hablar contigo (Ruiz de Mendoza y
Pérez 2001).

Finalmente, la oración (44) ejemplifica la metonimia POTENCIALI-


DAD POR REALIDAD, estudiada por Panther y Thornburg (1999). La lógi-
ca de esta metonimia reside en el hecho de que la capacidad de realizar
una acción es una condición previa a su realización. Así, nuestra lógica
cotidiana nos lleva a pensar que la gente tiende a hacer aquello que está
capacitada para hacer. Por tal razón, una aseveración sobre lo que uno

Universidad de La Rioja / 41
puede hacer se puede considerar equivalente a una declaración en cuan-
to a lo que hace o piensa hacer. Esto último explica por qué esta metoni-
mia se utiliza con frecuencia en la producción de actos compromisivos
con verbos como prometer y garantizar:

(50) Le puedo prometer que tendrá lo que nos pide.

(51) Le podemos garantizar su completa seguridad.

Se pueden dar más ejemplos de la implicación de la metonimia en la


gramática. Cabe consultar también, aparte de los trabajos citados más
arriba, los estudios de Ruiz de Mendoza y Otal (2002), Ruiz de Mendoza
y Mairal (2007), Ruiz de Mendoza y Peña (2008), Bierwiaczonek (2013) y
Brdar (2017). Seguidamente trataremos el razonamiento metafórico y su
capacidad de motivar fenómenos gramaticales, al igual que la metonimia.

4.4. Metáfora e inferencia

Recordemos que la metáfora es un conjunto de correspondencias entre


dominios conceptuales no relacionados (Lakoff 1993). Existen diversas
formas de clasificar la metáfora (Ruiz de Mendoza y Pérez 2011). Se puede
realizar una clasificación que atienda a la naturaleza ontológica de los do-
minios implicados y, de forma complementaria, a su grado de genericidad
o concreción. También se puede atender a la complejidad del sistema de
correspondencias (Ruiz de Mendoza 1998, 2000) y a su capacidad para
combinarse con otras metáforas (Grady 1997, Ruiz de Mendoza y Galera
2014, Ruiz de Mendoza 2017b, Miró 2018). Pero el criterio taxonómico que
más nos interesa es el relativo al modo de relación entre el dominio fuente
y el meta de la metáfora. Este criterio ha sido tratado con detalle por Grady
(1999), quien distingue entre metáforas basadas en la correlación de expe-
riencias y metáforas basadas en la similitud. Estas últimas han sido las que

42 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


más atención han recibido a lo largo de la historia, hasta tal punto que se
ha llegado a definir una metáfora como un símil o comparación en la que
la base de la comparación está implícita. Por ejemplo, podemos expresar el
símil del ejemplo (52) en forma metafórica, como en (53):

(52) Tus ojos son azules y profundos como el mar.

(53) Tus ojos son el mar.

En cambio, hay otro tipo de metáforas que surgen de la correlación


de experiencias que suceden a la vez en nuestras vidas. Un ejemplo muy
sencillo es el de la correlación entre cantidad y nivel. Esta correlación
se da cuando vertemos líquidos en recipientes y vemos subir el nivel o
cuando apilamos objetos y observamos cómo aumenta la altura de la pila
a medida que se suman más objetos. Esta correlación hace que nuestra
mente tienda a tratar la cantidad en función de la altura, pero no a la
inversa, pues en nuestra experiencia la altura o el nivel aparecen como
consecuencia de la primera (el número de objetos o la cantidad de líqui-
do). Algunos ejemplos de esta correlación metafórica, denominada MÁS
ES ARRIBA, son:

(54) Suben los precios.

(55) Tienen rentas muy altas.

(56) La inflación crece sin parar.

Hay otras metáforas correlacionales muy comunes (cf. Lakoff y Jo-


hnson 1999):

(57) Es una persona muy cálida (EL AFECTO ES CALOR, basada en el sen-
timiento de calor cuando mostramos afecto mediante el contacto físico).

Universidad de La Rioja / 43
(58) Va de mal en peor (EL CAMBIO ES MOVIMIENTO, basada en la co-
rrelación de ciertos lugares con ciertos estados, como la sensación de
frescor que se siente en la sombra, el calor de la cama, la seguridad del
hogar, etc.).

(59) Son amigos muy cercanos (LA INTIMIDAD ES CERCANÍA, basada en


nuestras experiencias de conducta íntima, que conllevan proximidad y
contacto físico).

(60) No ve lo que le digo (COMPRENDER ES VER, basada en el hecho de


que la visión de un objeto nos aporta información sobre el mismo).

(61) No cogió el chiste (COMPRENDER ES TOCAR, basada en el hecho


de que la manipulación de un objeto nos aporta información sobre
el mismo).

En Lingüística Cognitiva estas metáforas se ven como casos de metá-


fora corpórea, pues las experiencias que se correlacionan están enraiza-
das en la relación entre nuestros mecanismos moto-sensoriales y el en-
torno (cf. Gibbs 2006, 2014). Estas metáforas son útiles para comprender
algunos procesos gramaticales:

(62) Le han dado una bofetada.

(63) A usted la quiero en mi despacho mañana a primera hora.

(64) La verja conduce al patio interior.

(65) Me sacó del aprieto.

La oración (62) trata la acción de abofetear como si fuera la de dar un


objeto. La metáfora se denomina UNA ACCIÓN ES UNA TRANSFERENCIA

44 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


DE POSESIÓN. En ella, el que da la bofetada es el que da el objeto, la per-
sona abofeteada es la receptora del objeto y la bofetada es el objeto en sí.
Esta metáfora permite ver una acción transitiva (abofetear) como si fuera
ditransitiva (es decir, “dar algo a alguien”), otorgando prominencia al ele-
mento de impacto: quien “tiene” una bofetada queda afectado por ella.

La oración (63) se basa en la construcción subjetivo-manipulativa


(Gonzálvez 2009). Esta construcción, como se señala en Ruiz de Men-
doza y Agustín (2016), hace uso de una predicación secundaria de corte
resultativo con un predicado verbal volitivo, con el propósito de aportar
a este un auténtico carácter directivo. Esto es posible porque podemos
ver los resultados de una acción obligada como si fueran el resultado de
una acción con impacto físico, lo cual constituye una metáfora. En esta
metáfora, que se puede denominar UNA ACCIÓN OBLIGADA ES UNA
ACCIÓN EFECTUAL, el manipulador del dominio meta se corresponde
con el causante externo de un cambio (de estado, situación o locali-
zación), la persona manipulada con el objeto del cambio, y el cambio
—aceptado por obligación y auto-instigado por la persona manipulada—
se ve como el cambio resultante de una acción con causante externo.

En la oración (64) tenemos, en apariencia, un caso de lo que Talmy


(2000) llama movimiento ficticio, pero esta oración también incorpora
una metáfora correlacional. En nuestra vida cotidiana utilizamos los pun-
tos de referencia (ej. jalones, mojones) como ayudas para poder guiarnos
al recorrer un camino. En (64) el punto de referencia (una verja) actúa
como guía y nos “conduce” por un camino imaginario que llega hasta el
interior del patio. Esta parte es la de movimiento ficticio. Es decir, en (64)
cooperan metáfora y movimiento ficticio para hacernos simular men-
talmente nuestro desplazamiento a lo largo del camino imaginario que
conecta el exterior y el interior de una hacienda pasando por una verja
que sirve de “guía” metafórica, como punto de referencia del referido
camino. Una versión literal de esta expresión podría ser:

Universidad de La Rioja / 45
(66) A través de la verja se accede al patio interior.

Sin embargo, en esta versión se pierde el papel de la verja como punto


de referencia y guía y se diluye el impacto del movimiento ficticio, que
pierde prominencia debido a que se focaliza la utilización de la verja como
medio para llegar al patio interior. Desde un punto de vista construccional,
la cooperación de movimiento ficticio y metáfora correlacional posibilitan
la utilización de un patrón sintáctico no congruente con la realidad, en el
que el medio se convierte en el agente responsable de guiar a quien se des-
place por el camino imaginario. Esta combinación, ejemplificada por las
oraciones (67)-(70), sustenta un patrón construccional cuya forma general
es XPsuj+V+NPobj+XPdireccional, donde V pertenece a la clase de verbos
de guía y el objeto y complemento direccional son opcionales, salvo en los
casos como el de la oración (70), en la que el verbo requiere este segundo
complemento, que, por tanto, no marcamos como opcional:

(67) La torre guía (a los viajeros) (hacia la entrada de la ciudad).

(68) El faro orienta (a los navegantes) (por las aguas bravas de esta costa).

(69) El haz de luz dirige (a los pilotos) (hacia la pista).

(70) Una estrecha escalera lleva (a los visitantes) al campanario.

Finalmente, la oración (65) se basa en la metáfora correlacional UN


CAMBIO DE ESTADO ES UN CAMBIO DE LOCALIZACIÓN, que es una
variante de EL CAMBIO ES MOVIMIENTO, cuya base experiencial se ha
descrito en (58). Una versión congruente de la oración (65) podría haber
sido la siguiente:

(71) Hizo que dejara de estar afectado por el aprieto.

46 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


Como en ocasiones anteriores, la conceptualización metafórica apor-
ta matices de significado que no están presentes en la versión literal. Así,
en (65) la lógica del dominio fuente de la metáfora (sacar a alguien de un
sitio donde puede recibir daños) otorga mayor prominencia conceptual
al cambio de estado y a la liberación que este supone. La alternativa lite-
ral expresada en (71) es neutra en este sentido. Dicha metáfora, por otra
parte, da sentido a expresiones en las que se utiliza la clase de verbos de
cambio de localización para expresar cambios de estado. La expresión
de cambio de estado es característica de las construcciones resultativas
(Rompió el jarrón en mil pedazos, Pintó la pared de verde, Dejó la despen-
sa vacía), que emplean predicaciones secundarias en forma de adjetivos
(vacía) o de otros sintagmas funcionalmente equivalentes (de verde, en
mil pedazos) (cf. Goldberg y Jackendoff 2004, Luzondo 2014, Ruiz de
Mendoza y Luzondo 2016). La metáfora citada nos permite considerar
las expresiones metafóricas con verbos de cambio de localización como
parte de la familia de las resultativas.

Universidad de La Rioja / 47
5. Conclusión

Hemos realizado un recorrido por diversos postulados de la Lingüística


Cognitiva y hemos demostrado su capacidad explicativa no solo a nivel
conceptual sino también gramatical. Hemos podido comprobar las venta-
jas de un análisis no reduccionista del lenguaje, en el que se contempla el
potencial de significado de cada opción léxico-gramatical en función de
objetivos comunicativos y de factores cognitivos. Entre estos segundos
factores encontramos dos grandes grupos: los relativos a la percepción
y los relativos a la creación de modelos cognitivos de la realidad. Ambos
grupos de factores inciden en lo que cada lengua puede expresar y en
cómo lo hace, pero su función está bien diferenciada. Los primeros apor-
tan diversas perspectivas sobre la realidad, mientras que los segundos
proporcionan esquemas de razonamiento que actúan como fuente de
inferencias. Entre los primeros se cuentan la iconicidad y las relaciones
de figura y fondo, que se aplican en diversos órdenes de la conceptuali-
zación y, por tanto, del lenguaje. Entre los segundos se encuentran la me-
tonimia y la metáfora, que se revelan como mecanismos importantes en
la configuración de la gramática de las lenguas. Visto esto, no podemos
sino transcender la visión del lenguaje como una facultad innata del ser
humano e ir más allá y considerar que hay factores de índole perceptual
y conceptual que determinan qué forma y capacidad significativa puede
tener la lengua. Vamos, por tanto, del estudio de la facultad del lengua-
je al de las facultades que definen el lenguaje, esto es, a todos aquellos
factores que determinan la composición y funciones de cada elemento

Universidad de La Rioja / 49
del sistema gramatical de una lengua. Un correcto análisis de estos fac-
tores nos permite no solo enfrentarnos mejor al estudio de cada lengua
sino también comprender en qué consiste la facultad del lenguaje, ya sea
que algunos de sus elementos constituyan o no una gramática universal
como la postulada en el generativismo.

50 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


6. Agradecimientos

Las ideas expuestas en esta lección se relacionan con el trabajo del au-
tor para el proyecto FFI2017-82730-P, financiado por el Ministerio de
Economía, Industria y Competitividad. Agradezco a la Dra. Sandra Peña
Cervel (Universidad de La Rioja) y a la Dra. Alba Luzondo Oyón (UNED)
sus comentarios a una versión preliminar de esta lección. No obstante,
cualquier error que se encuentre en la misma es atribuible únicamente
al autor.

Universidad de La Rioja / 51
7. Referencias

Barcelona, A. (2002). On the ubiquity and multiple-level operation of metonymy. En B.


Lewandowska-Tomaszczyk y K. Turewicz (Eds.), Cognitive Linguistics today (pp. 207-
224). Frankfurt/Main: Peter Lang.

Barcelona, A. (2005). The multilevel operation of metonymy in grammar and discourse,


with particular attention to metonymic chains. En F. J. Ruiz de Mendoza y S. Peña
(Eds.), Cognitive Linguistics. Internal dynamics and interdisciplinary interaction (pp.
313-352). Berlín/Nueva York: Mouton de Gruyter.

Benczes, R., Barcelona, A., y Ruiz de Mendoza, F. J. (Eds.) (2011). Defining metonymy in
Cognitive Linguistics. Towards a consensus view. Ámsterdam/Filadelfia: John Benjamins.

Bierwiaczonek, B. (2013). Metonymy in language, thought and brain. Sheffield/Bristol: Equinox.

Brdar, M. (2017). Metonymy and word formation. Their interactions and complementation.
Newcastle: Cambridge Scholars.

Chomsky, N. (1964). Current issues in linguistic theory. The Hague: Mouton.

Chomsky, N. (1980). Rules and representations. NuevaYork: Columbia University Press.

Chomsky, N. (2005). Three factors in language design. Linguistic Inquiry, 36, 1-22.

Chomsky, N. (2007). Approaching UG from Below. En U. Sauerland y H-M. Gärtner (Eds.),


Interfaces + Recursion = Language? Chomsky’s minimalism and the view from syntax-
semantics (pp. 1-30). Berlin/Nueva York: Mouton de Gruyter.

Cooperrider, K., y Goldin-Meadow, S. (2017). Gesture, language and cognition. En B.


Dancygier (Ed.), The Cambridge handbook of Cognitive Linguistics (pp. 118-134).
Cambridge: Cambridge University Press.

Croft, W. (1993) The role of domains in the interpretation of metaphors and metonymies.
Cognitive Linguistics, 4, 335-370.

Universidad de La Rioja / 53
Dik, S. C. (1997a) [Hengeveld, K. (Ed.)]. The theory of Functional Grammar. Part 1: The
structure of the clause. Berlín/Nueva York: Mouton de Gruyter.

Dik, S. C. (1997b) [Hengeveld, K. (Ed.)]. The theory of Functional Grammar. Part 2: Complex
and derived constructions. Berlín/NuevaYork: Mouton de Gruyter.

Dixon, R. M. W. (1994). Ergativity. Cambridge: Cambridge University Press.

Evans, V. (2015). The crucible of language. How language and mind create meaning.
Cambridge: Cambridge University Press.

Everett, D. L. (2005). Cultural Constraints on Grammar and Cognition in Pirahã. Current


Anthropology, 46(4), 621-634.

Fillmore, C. J. (1982). Frame semantics. En Linguistic Society of Korea (Ed.), Linguistics in


the morning calm (pp. 111-138). Seúl: Hanshin.

Fillmore, C. J. (1985). Frames and the semantics of understanding. Quaderni di Semantica,


6, 222-255.

Fillmore, C. J., Johnson, C. R., y Petruck, M. R. (2003). Background to Framenet.


International Journal of Lexicography, 16(3), 235-250.

Gell-Mann, M., y Ruhlen, M. (2011). The origin and evolution of word order. Proceedings of
the National Academy of Sciences of the United States of America, 108(42), 17290-17295.

Gibbs, R. W., Jr  (2006). Metaphor Interpretation as Embodied Simulation. Mind and
Language, 21(3), 434-458.

Gibbs, R. W., Jr (2014). Embodied metaphor. En J. Littlemore y J. R. Taylor (Eds.), The


Bloomsbury companion to Cognitive Linguistics (pp. 167-184). Londres: Blooomsbury.

Givón, T. (1985). Iconicity, isomorphism and non-arbitrary coding in syntax. En J. Haiman


(Ed.), Iconicity in syntax (pp. 187-219). Ámsterdam/Filadelfia: John Benjamins.

Goldberg, A., y Jackendoff, R. (2004). The English resultative as a family of constructions.


Language, 80(3), 532-568.

Gonzálvez, F. (2009). The family of object-related depictives in English and Spanish:


Towards a usage-based constructionist analysis. Language Sciences, 31, 663-723.

Grady, J. (1997). Theories are buildings revisited. Cognitive Linguistics, 8(4), 267-290.

Grady, J. (1999). A typology of motivation for conceptual metaphor: correlation vs.


resemblance. En R. W. Gibbs y G. Steen (Eds.), Metaphor in Cognitive Linguistics (pp.
79-100). Ámsterdam/Filadelfia: John Benjamins.

Grice, P. H. (1975). Logic and conversation. En P. Cole y J. L. Morgan (Eds.), Syntax and
semantics: Speech acts (pp. 41-58). Nueva York: Academic.

Haiman, J. (2008). In defence of iconicity. Cognitive Linguistics, 19, 59-66.

54 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


Halliday, M. A. K. (1978). Language as social semiotic. The social interpretation of language
and meaning. Londres: Edward Arnold.

Halliday, M. A. K. (1993). Towards a language-based theory of learning. Linguistics and


Education, 5, 93-116.

Halliday, M. A. K., y Matthiessen, C. M. I. M. (2004). An introduction to Functional Grammar.


3rd revised edition. Londres: Edward Arnold.

Hampe, B. (en cooperación con Grady, J.) (Eds.). (2005). From perception to meaning: Image
schemas in Cognitive Linguistics. Berlin/Nueva York: Mouton de Gruyter.

Marc D. Hauser, M. C., Chomsky, N. y Fitch, W. T. (2002). The faculty of language: What is
it, who has it, and how did it evolve? Science, 298(5598), 1569-1579.

Jackendoff, R. (1997). The Architecture of the language faculty. Cambridge, Mass.: The MIT
Press.

Johnson, M. (1987). The body in the mind: The bodily basis of meaning, imagination, and
reason. Chicago: University of Chicago Press.

Lakoff, G. (1987). Women, fire, and dangerous things: What categories reveal about the mind.
Chicago: University of Chicago.

Lakoff, G. (1993). The contemporary theory of metaphor. In A. Ortony (Ed.), Metaphor and
thought (2nd ed.) (pp. 202-251). Cambridge: Cambridge University Press.

Lakoff, G., y Johnson, M. (1999). Philosophy in the flesh. Nueva York: Basic Books.

Langacker, R. W. (1987). Foundations of Cognitive Grammar. Vol. 1: Theoretical prerequisites.


Stanford, CA: Stanford University Press.

Langacker, R. W. (1999). Grammar and conceptualization. Berlín/Nueva York: Mouton de


Gruyter.

Langacker, R. W. (2008). Cognitive Grammar: A basic introduction. Nueva York: Oxford


University Press.

Langacker, R. W. (2009). Metonymic grammar. En K.-U. Panther, L. Thornburg y A. Barcelona


(Eds.), Metonymy and metaphor in grammar (pp. 45-71). Ámsterdam/Filadelfia: John
Benjamins.

Lázaro Carreter, F. (1981). Diccionario de términos filológicos. Madrid: Gredos.

Leech, G. N. (1983). Principles of pragmatics. Londres: Longman.

Luzondo, A. (2014). Constraining factors on the family of resultative constructions. Review


of Cognitive Linguistics, 12(1), 30-63.

Miró, I. (2018). Combining Metaphors: From Metaphoric Amalgams to Binary Systems.


Australian Journal of Linguistics, 38(1), 81-104.

Universidad de La Rioja / 55
Nevins, A., Pesetsky, D., y Rodrigues, C. (2009). Pirahã exceptionality: A reassessment.
Language, 85, 355-404.

Palmer, F.R. (2001) Mood and modality, 2a ed. Cambridge: Cambridge University Press.

Panther, K.-U. (2005). The role of conceptual metonymy in meaning construction. En


F. J. Ruiz de Mendoza y S. Peña (Eds.), Cognitive Linguistics. Internal dynamics and
interdisciplinary interaction (pp. 353-386). Berlín/Nueva York: Mouton de Gruyter.

Panther, K.-U., y Thornburg, L. (1998). A cognitive approach to inferencing in conversation.


Journal of Pragmatics, 30, 755-769.

Panther, K.-U., y Thornburg, L. (1999). The Potentiality for Actuality metonymy in English
and Hungarian. En K.-U. Panther y G. Radden (Eds.), Metonymy in language and thought
(pp. 333-357). Ámsterdam/Filadelfia: John Benjamins.

Panther, K.-U. y Thornburg, L. (2000). The EFFECT FOR CAUSE metonymy in English
grammar. En A. Barcelona (Ed.), Metaphor and metonymy at the crossroads. A cognitive
perspective (pp. 215-231). Berlín/Nueva York: Mouton.

Panther, K.-U., y Thornburg, L. (2018). What kind of reasoning mode is metonymy?


En O. Blanco-Carrión, A. Barcelona y R. Pannain (Eds.), Conceptual metonymy.
Methodological, theoretical, and descriptive issues (pp. 121-160). Ámsterdam/Filadelfia:
John Benjamins.

Peña, S. (2003). Topology and cognition. What image-schemas reveal about the metaphorical
language of emotions. München: Lincom Europa.

Peña, S. (2008). Dependency systems for image-schematic patterns in a usage-based


approach to language. Journal of Pragmatics, 40(6), 1041—1066.

Pérez, L. (2013). Illocutionary constructions: (multiple-source)-in-target metonymies,


illocutionary ICMs, and specification links. Language & Communication, 33(2), 128-149.

Pérez, L., y Ruiz de Mendoza, F. J. (2002). Grounding, semantic motivation, and conceptual
interaction in indirective speech acts. Journal of Pragmatics, 34, 259-284.

Pérez Sobrino, P. (2017). Multimodal metaphor and metonymy in advertising. Ámsterdam/


Filadelfia: John Benjamins.

Ruiz de Mendoza, F. J. (1998). On the nature of blending as a cognitive phenomenon.


Journal of Pragmatics, 30, 259-274.

Ruiz de Mendoza, F. J. (2000). The role of mappings and domains in understanding


metonymy. En A. Barcelona (Ed.). Metaphor and metonymy at the crossroads (pp. 109-
132). Berlín/Nueva York: Mouton de Gruyter.

Ruiz de Mendoza, F. J. (2014). On the nature and scope of metonymy in linguistic description
and explanation: towards settling some controversies. En J. Littlemore y J. Taylor (Eds.),
Bloomsbury companion to Cognitive Linguistics (pp. 143-166). Londres: Bloomsbury.

56 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


Ruiz de Mendoza, F. J. (2017a). Metaphor and other cognitive operations in interaction:
From basicity to complexity. En B. Hampe (Ed.), Metaphor: Embodied cognition, and
discourse (pp. 138-159). Cambridge: Cambridge University Press.

Ruiz de Mendoza, F. J. (2017b). Conceptual complexes in cognitive modeling. Revista


Española de Lingüística Aplicada, 30(1), 297-322.

Ruiz de Mendoza, F. J., y Agustín, P. (2016). Cognitive Pedagogical Grammar and meaning
construction in L2. En S. de Knop y G. Gilquin (Eds.), Applied Construction Grammar
(pp. 151-183). Berlín/Nueva York: Mouton de Gruyter.

Ruiz de Mendoza, F. J., y Baicchi, A. (2007). Illocutionary Constructions: Cognitive


motivation and linguistic realization. En I. Kecskes y L. Horn (Eds.), Explorations in
pragmatics: Linguistic, cognitive, and intercultural aspects (pp. 95-128). Berlín/Nueva
York: Mouton de Gruyter.

Ruiz de Mendoza, F. J., y Galera, A. (2014). Cognitive modeling. A linguistic perspective.


Ámsterdam/Filadelfia: John Benjamins.

Ruiz de Mendoza, F. J., y Galera, A. (2018). The metonymic exploitation of descriptive,


attitudinal, and regulatory scenarios in making meaning. En A. Baicchi (Ed.) Figurative
thought and language (en prensa). Ámsterdam/Filadelfia: John Benjamins.

Ruiz de Mendoza, F. J., y Luzondo, A. (2016). Figurative and non-figurative motion in the
expression of result in English. Language and Cognition, 8, 32-58.

Ruiz de Mendoza, F. J., y Mairal, R. (2007). High-level metaphor and metonymy in meaning
construction. En G. Radden, K.-M. Köpcke, T. Berg y P. Siemund. (Eds.), Aspects of meaning
construction in lexicon and grammar (pp. 33-49). Ámsterdam/Filadelfia: John Benjamins.

Ruiz de Mendoza, F. J., y Otal, J. L. (2002). Metonymy, grammar, and communication.


Granada: Comares.

Ruiz de Mendoza, F. J. y Peña Cervel, M. S. (2008). Grammatical metonymy within the


‘action’ frame in English and Spanish. En M. A. Gómez González, J. L. Mackenzie y E.
M. González (Eds.), Current trends in contrastive linguistics: functional and cognitive
perspectives (pp. 251-280). Ámsterdam/Filadelfia: John Benjamins.

Ruiz de Mendoza, F. J., y Pérez, L. (2001) Metonymy and the grammar: Motivation,
constraints, and interaction. Language and Communication, 21, 321-357.

Ruiz de Mendoza, F. J., y Pérez, L. (2011). The contemporary theory of metaphor: Myths,
developments and challenges. Metaphor and Symbol, 26, 161-185.

Sadock, J. M., y Zwicky, A. M. (1985). Speech act distinctions in syntax. En T. Shopen (Ed.),
Language typology and syntactic description (pp. 155-196). Cambridge: Cambridge
University Press.

Searle, J. (1969). Speech acts: An essay in the philosophy of language. Cambridge: Cambridge
University Press.

Universidad de La Rioja / 57
Searle, J. (1979). Expression and meaning: Studies in the theory of speech acts. Cambridge:
Cambridge University Press.

Talmy, L. (2000). Toward a Cognitive Semantics, Vols. I & II. Cambridge, Mass.: MIT Press.

Tomasello, M. (2008). The origins of human communication. Cambridge, Mass.: MIT Press.

Tomasello, M. (2010). Cognitive Linguistics and first language acquisition. En D. Geeraerts,


y H. Cuyckens (Eds.), The Oxford handbook of Cognitive Linguistics (pp. 1092-1113).
Oxford: Oxford University Press.

Tomasello, M. (2014). A natural history of human thinking. Harvard, Mass.: Harvard


University Press.

Wilcox, S. (2007). Signed languages. En D. Geeraerts y H. Cuyckens (Eds.),  The Oxford


handbook of cognitive linguistics (pp. 1113-1136). Oxford: Oxford University Press.

Wilcox, S., y Occhino, C. (2017). Signed languages. En B. Dancygier (Ed.), The Cambridge
handbook of Cognitive Linguistics (pp. 99-117). Cambridge: Cambridge University Press.

58 / Lección Inaugural del Curso Académico 2018-2019


De "la fac ltu ad de lle gnuaje"
cisco J. Ruiz de Me dno z al áñ
Fr a n b e z

a las fa uc ltades Nacido en Madrid en 1 9 61, en 1 9 91 s edo tcoró e nFilología


Ingl e as por la Unive r s id ad de Zarag oza y e s profes ro de la

que defin en el lenguaje:


U niversidad de La Rioja desde 1 9 9. Trabaja en lingü stica
í
cogn iti v a , gr am á ca funcional y pr 2agmática, c ampos en los
ti
que ha pu b ca do exte ns am
li en t ey en lo sque ha dirigido 13tesis
ct ales y s eis p roe ct o sde investigaci ó ndel Plan Nacional.

una visión cognit iivsta


do or

Mi e bmro s oys e d it ori eal sy ci entí co


de co n ej fi s de rev i s tas c omo
v

sobr ela rela icón entr e


Cogn ti i e Sem an tics, Re evu R m o an ey Cogn itiv eL inguistics, es
e l
ed itor d a r evi s ta Review ofCogn tii v eL ingu is tics (John Benj ­a
min )s, coedi t or de la c olección Appli ati c o ns of Cogni tive
tics (M outon de Gruyter) y coed i tor e a Bibliogra hy
L ingu is

gr ma ática y signi cfi ado


d l p
o nM etapho a r nd M et onym y (John Benjamins).

Francis c o J.
H a dict ado confer encias po ri nvit aci ón, en más de 60 ocasio­
nes, en unive rs idade sy en co ngr e sos en Eur opa, siay Améri­
ci ale en
ca. T ambié nha orga inza o n e s o sint erna A onci
d ci n c oc o gr s

Ruiz de Me dno az I áb ñe z
ci
.
la Uni versidad d e La Rioja Fue pr e is de tne de la Aso a ón
añ l a
E s p o de Li s a ada ( ,
) en la Unive si
dad de La Riojngüa , hí atisicdo Adire 5
p tcor del Depa
2 2 am rt en to de Filolo­
lic y
gía s Modern as y dec a n ode la Fa0 0cu lt- 0ad de Letrascióny dentre
er la
Edu acción. Ha r ecibido vario s remios de 11invest iga ,
p
ello ,s la Disti nció n al Méri to e nla Trayec toria Investigadora ­
(Universidad Naci on al Mayo San M ar c os, Perú, 2 0 )9 y e l
XV III Premio de 01 Investi agción AE LAS pa r a i nvestigadores
e n
e peri m tado s( ). r
U UA
LE C ICÓN IN A G RL x 2
5 0

CURSO A A C DÉMICO 20 1 -820 19

iliJllil!! UNIVERSIDA D
DE LA RI JAO

También podría gustarte