(A 21 AÑOS DE AQUEL COMBATE EN MALVINAS, EL RIMEC 7 RECORDO
A SUS HEROES)
Por ARMANDO FERNANDEZ (Enviado Especial de SOLDADOS a Arana, Pcia. de
Buenos Aires)
Es alrededor de las veintiuna horas de la noche del 11 de junio de 1982. El escenario,
las Islas Malvinas, más precisamente el monte Longdon. El gélido viento del Atlántico Sur sopla incansablemente calando hasta los huesos de los efectivos del Regimiento de Infantería Mecanizada 7, cuyo jefe es el Tcnel. Giménez, quiénes se encuentran atrincherados en sus pocisiones. De pronto una explosión desgaja el silencio nocturno. Un soldado británico perteneciente al regimiento 3 de Paracaidístas ha detonado, al pisarla, una mina enterrada. Los ingleses vienen sigilosamente por las laderas pero el efecto sorpresa se ha perdido y entonces dá comienzo el más violento y encarnizado combate terrestre de la campaña de las Malvinas. Las MAG nacionales, enclaustradas en sus ocultos nidos despiertan súbitamente del letargo vomitando plomo hirviente a granel. Restallan los FAL, las pistolas. Los morterazos sacuden el suelo. Los ingleses replican desatando un fuego devastador. Las bengalas de uno y otro bando se cruzan iluminando el oscuro cielo como trágicos fuegos de artificio. La munición trazante aporta sus bellas y letales estocadas de luz a ese infierno que los hombres han desatado en la tierra. Y allí, en el fragor de la batalla, entre el tronar de la artillería, el aullido lastimero de los proyectiles, los gritos de coraje, el gemido de los heridos, el fragor de la metralla y las explosiones, mil desconocidas páginas de coraje y valor se escriben en los renglones que el libro de la eternidad reserva únicamente para los valientes. En esos momentos supremos, cruciales, en que el ciego destino manipula cada vida, se extraen fuerzas de donde ya no parece haberlas y esas fuerzas se multiplican y cada pocisión, cada trinchera nacional cobra el ineluctable peaje de la sangre a los atacantes. Toda la noche se combatirá rabiosa y desesperadamente por cada palmo de terreno. Ya firme la mañana del siguiente día, el desmesurado poder de fuego enemigo ha conseguido volcar la balanza a su favor, aunque terrible precio ha pagado por ello. Entretanto, en las filas de RIMec 7 hay centenares de heridos y más de treinta valientes, que al ofrendar sus vidas, se han incorporado para siempre al paisaje de la gloria. Nadie, argentino o británico, olvidará aquella noche de plomo y fuego en el Monte Longdon.
EL RIMec 7 RECUERDA A SUS HEROES
21 años después, este pasado 11 de junio, en el denominado "Campo de la gloria" del RIMec 7, ante la emoción de numeroso público y autoridades militares y provinciales presentes ingresó, llevada y escoltada por veteranos de guerra de la unidad, la histórica bandera del regimiento que, cortada en pedazos y oculta entre las ropas fuera traída al continente, evitando así convertirse en trofeo de guerra de los británicos. Se entonó nuestro Himno Patrio y a continuación treinta y seis antorchas que simbolizaban las bajas en combate del legendario "7" se hicieron presentes, coronando un semicírculo de luz en torno al cenotafio que recuerda a los caídos. Se leyeron cartas alusivas a la recordación, del General (R) Jorge Halperín, presidente de la Comisión de Veteranos de Guerra y del segundo jefe de la unidad en Malvinas, Cnel (R ) Carlos Carrizo Castañares. Luego hizo uso de la palabra el actual jefe de la unidad, Tcnel. Alejandro José Posse, quién con palabras emocionadas resaltó el ejemplo de aquellos bravos combatientes del Monte Longdon, recordando también que la unidad fué la que más pérdidas soportó en el conflicto del Atlántico Sur. La banda de música del regimiento llamó a un minuto de silencio en memoria de los héroes. Monseñor Jorge Schaeferr, realizó una invocación religiosa y la posterior bendición de la placa de bronce y algarrobo con los nombres de los treinta y seís caídos del "7" que en este año será emplazada en la cima del Monte Longdon. Luego, antiguos jefes del regimiento depositaron ofrendas florales. A continuación, una bengala de luz azulada cruzó la noche y los fogonazos y matraqueo de fusiles y ametralladoras pesadas revivieron por unos minutos el ya mencionado combate. Al término, una guardia de honor, ante la invocación de los nombres de cada camarada caído en acción, efectuó salvas de fusilería. Cerró la emotiva recordación un desfile de efectivos y veteranos. Más tarde y como corolario, fue servido un apetitoso locro criollo, degustado por el publico presente y en especial por los veteranos de guerra, que entremezclaron risas por el reencuentro y alguna lágrima furtiva por los que ya no están.
HABLAN LOS VETERANOS DE GUERRA DEL RIMec 7 (RECUADRO)
SOLDADOS logró dialogar con algunos antiguos combatientes de la unidad. Uno de
ellos, el suboficial principal Juan Gregorio Romero nos dijo:" Operaba morteros en la compañía "C" en Wilderless Ridge. Cuando la compañía "B" fue atacada por los ingleses en Monte Longdon, nuestros morteros desde unos mil quinientos metros sacudieron las pocisiones enemigas, para aliviar la presión sobre nuestros camaradas. Todo el Monte Longdon parecía bajo fuegos de artificio. Era un terrible espectáculo, imposible de olvidar". El sargento (R) José Oscar Carrizo revistaba en la compañía "B", primera sección, relató: "Soportamos el peor peso de la lucha. El fallecido subteniente Baldini me ordenó emplazar los morteros a ochenta metros de la primera línea de nuestro frente. El fuego inglés nos dejó fuera de combate. Cuando me rendí, un británico (vaya a saber porqué) me disparó una ráfaga de su Sterling. No me mató de milagro, pero perdí la visión de mi ojo izquierdo y parte de masa encefálica. Los cirujanos ingleses hicieron una labor extraordinaria al operarme y salvarme la vida." Benito Savino Abaca, cabo primero en Malvinas, pertenecía a la Compañía "B", segunda sección. Nos dijo:" la noche del 11 de junio se escucharon tiros de ametralladora en la pocisión del subteniente Baldini, la cual fue aniquilada. Entonces comenzó un combate muy duro El mayor Carrizo, segundo jefe, estaba a cargo en primera línea. Es imposible describir lo que fue aquello, una lucha infernal. Yo estaba con una MAG y el soldado conscripto Angel Benitez que me acompañaba como servidor, recibió una ráfaga de ametralladora en el rostro y murió en mis brazos. Cuando llegó la orden de repliegue, cargué la MAG y fuí el último en retirarme hasta una nueva posición donde volvimos a hacernos fuertes para pelear sin dar ni pedir cuartel". Un puñado de testimonios de aquella batalla. Ellos volvieron, pero allá en Monte Longdon, dejaron camaradas que descansan para siempre convertidos en indómitos centinelas del silencio malvinero.