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La vida contemplativa femenina a la luz

de VDq. Una aproximación teológica

ALEXANDRA MARTÍNEZ PABÓN, OSB


Monasterio de la Ascensión - Orden de San Benito (Zamora)

Recibido 30 de septiembre
Aceptado 20 de octubre

RESUMEN: Una de las principales novedades de la Constitución Apostólica


Vultum Dei quaerere es la de haber proporcionado una visión renovada de la
vida contemplativa a partir de su elemento más radical: la búsqueda de Dios.
Esta concepción, en clave relacional -Dios-monja-comunidad-, permite trazar el
esbozo de una teología de la vida contemplativa que la entiende como res-
puesta a los anhelos más profundos del corazón humano y la sitúa sensible y
cercana a las necesidades de los hombres y mujeres que también hoy tienen
sed de Dios. Esta propuesta constituye una novedad desde la Constitución
Apostólica Sponsa Christi.
PALABRAS CLAVE: Búsqueda, bautismo, seguimiento, comunión, contem-
plación.

The contemplative life of women in the light of VDQ


A theological approach

SUMMARY: One of the main novelties of the Apostolic Constitution Vultum


Dei quaerere is that it provides a renewed vision of the contemplative life
based on its most radical element: the search for God. This relational concept
of God-nun-community allows us to sketch the outline of a theology of the
contemplative life which understands it as a response to the deepest longings

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of the human heart, while situating it as a sensitivity and closeness to the


needs of men and women of today, who thirst for God. This proposal
constitutes a novelty when compared with the Apostolic Constitution Sponsa
Christi.
KEYWORDS: Search, baptism, following, communion, contemplation.

INTRODUCCIÓN

La Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere1, promulgada el


29 de junio de 2016 y hecha pública en el marco de la festividad de
santa María Magdalena el 22 de julio del mismo año, fue recibida con
gozo y esperanza toda vez que venía a llenar un espacio que con el
paso del tiempo se iba haciendo cada vez más amplio dados los más
de sesenta años que nos separaban de la legislación en vigor: la Cons-
titución Apostólica Sponsa Christi de Pío XII publicada en 1950; era,
por tanto, un documento necesario2. Más allá de otorgar nuevas dis-
posiciones, nuevas normas o estructuras a las que, por cierto, VDq
sólo dedica un breve espacio en la última parte en la forma de una
Conclusión Dispositiva, el nuevo documento se convirtió en portador
de una novedad mucho más fundamental al ofrecer un perfil renovado
de la vida contemplativa femenina, de su lugar en la Iglesia, su actua-
lidad, su misión, su deber ser, recogiendo la gran riqueza contenida
en la reflexión teológica de la segunda mitad del siglo XX hasta nues-
tros días.
La gran novedad de VDq es, por de pronto, el situar en sus raíces
más auténticas una forma de vida consagrada que ha demostrado ca-
pacidad de adaptación en cada momento de la historia, cualidad a la
que no puede renunciar hoy. VDq posee una profundidad que todavía
estamos intentando acoger y asimilar, y quizás por ello no es casual la
gran profusión de comentarios a la Carta Apostólica desde una óptica
canónica -sobre todo antes de la promulgación de la Instrucción apli-

1
En adelante VDq.
2
Cf. VDq 7-8. Véase también: ALEJANDRA MARTÍNEZ PABÓN, “«La
hora» de las monjas. Buscadoras de Dios en el mundo de hoy. Retos a propó-
sito de la Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere”, en Revista de Vida
religiosa Confer, 215 (2017) 417-419.

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cativa Cor Orans- y los pocos comentarios teológicos al respecto3.


Éstos últimos requieren, sin duda, una reflexión más pausada, un aná-
lisis que nos permita hacer una adecuada herme-néutica de la realidad
de nuestra vida monástica, de lo que somos, de lo que representamos,
de lo que estamos llamadas a ser.
Una de las lecturas que podemos hacer de VDq es la de buscar en
ella aquello que define a la vida contemplativa femenina, cuál es su
columna vertebral o más aún, su médula, qué acentos y qué variables
presenta esta opción de vida en la actualidad. En definitiva, uno de
los acercamientos más fructíferos y estimulantes que se puede hacer a

3
Hemos encontrado una amplia variedad de análisis y comentarios sobre
VDQ, la mayoría de los cuales, sin embargo, dirigen si no toda su reflexión sí
gran parte de ella al tema de la clausura, lo cual ya es expresivo en sí mismo.
Entre los comentarios con marcado acento canónico destacamos: NANCY
BAUER, OSB, “VDQ: New Norms for Nuns”, in The Jurist: Studies in Church
Law and Ministry, 76, nº. 2 (2016), 379-414; SEAN O. SHERIDAN, TOR, “To
Seek the Face of God: The Cloister and Renewal of Women’s Contemplative
Monasteries”, in The Jurist: Studies in Church Law and Ministry, 76, nº. 2
(2016), 415-446; MONIKA MENKE, “Klauzura mniszek po konstytucji
apostolskiej VDQ”, in Ko ció i Prawo, 6, nº. 1 (2017), 91-114; JUAN MA-
NUEL CABEZAS CAÑAVATE, “La constitución apostólica Vultum Dei Quae-
rere: anotaciones canónicas”, en Ius Communionis, V (2017), 249-283. En la
misma línea: “Seeking the face of God. A Commentary on the Apostolic
Constitution VDQ: Contemplative Life in Religious Orders of Women by
Pope Francis”, Scholastika Häring, OSB, consultado el 18 de enero de 2018,
http://www.aimintl.org/en/2. Otros comentarios en clave teológica: JOSÉ
RODRÍGUEZ CARBALLO, OFM, “La clausura: Una vita per amore dello Sposo.
Dalla solitudine abitata dallo Sposo, al silenzio che parla di una nuove rela-
zioni”, en Vita Consacrata in communione. Incontro internazionale, Città del
Vaticano-Roma 28 gennaio/2 febbrario 2016, consultado el 12 de di-ciembre
de 2017, http://www.vitanostra-nuovaciteaux.it/j-r-carballo/; GEMA JUAN Y
MARÍA JOSÉ PEREZ, OCD, “Comentario a ‘VDQ’: ‘Sed antorchas que acompa-
ñan el camino’”, en Vida Nueva, Pliego, nº. 3008 (2016), 23-30; PATRIZIA
GIROLAMI, OCSO, “Hijas del cielo e hijas de la tierra. Los fundamentos de la
vida monástica en la VDQ”, en Cuadernos Monásticos, nº. 202 (2017), 303-
321. Interesantes también son los breves comentarios: “Reflexiones sobre la
Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere”, Saverio Canistrá, ocd, con-
sultado el 1 de diciembre de 2017, http://federa cionsanjuandelacruz.com/wp-
content/uploads/2016/12/ y también: “Dos ros-tros de un mismo carisma.
Carta circular del Ministro General a las Clarisas Capuchinas”, Fr. Mauro
Jöhri, ofm cap, consultado el 1 de diciembre de 2017, [https//www.ofmcap.
org/es/documenti-ofmcap/lettere-del-ministro-ge-nerale/item/1211-due-volti-
dello-stesso-carisma].

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este texto es el de buscar cuál es la entraña de la vida monástica fe-


menina. En ese intento, es gozoso constatar que aquello que define a
la vida contemplativa de hoy, de ayer y de siempre se manifiesta en
clave de relación: la búsqueda, en forma de diálogo de amor que la
mujer consagrada realiza en el seno de una comunidad y con ella. Es-
ta innegable e irrenunciable dimensión que se desprende de VDq con-
figura toda la vida contemplativa como tal.
Con VDq se ha abierto una nueva etapa para nosotras y es necesa-
rio que asumamos con ilusión y esperanza la bella tarea de leer nues-
tra vida desde esa clave relacional fundamental para que podamos vi-
vir hoy la fidelidad creativa a la que tanto nos invita la Iglesia y que
espera de nosotras la sociedad. Como una modesta contribución a ese
diálogo, las páginas que siguen quieren ofrecer, a modo de boceto,
una aproximación teológica a VDq.
Para este fin, hemos articulado estas páginas en tres apartados. En
el primero de ellos haremos un breve análisis de Sponsa Christi, el
documento en vigor hasta la promulgación de VDq, intentado subra-
yar algunas características de su peculiar concepción acerca de la vida
contemplativa. Un segundo apartado, más amplio, señala cinco gran-
des líneas sobre las que entendemos que VDq fundamenta su concep-
ción de la vida contemplativa femenina actual, y final- mente, el ter-
cer apartado propone algunas cuestiones abiertas que en lugar de obs-
taculizar o polemizar pretenden proyectar nuestro camino hacia un
futuro que ha demostrado permanecer vigente para nosotras, pues la
vida contemplativa atesora el ser un camino que responde a la inquie-
tud humana esencial de sentido y de trascendencia. La respuesta a es-
ta necesidad radical -de la que la vida contemplativa también es testi-
go- tiene un rostro y un nombre en la persona de Jesús de Nazaret.

1. EL «SAGRADO INSTITUTO DE LAS MONJAS» SEGÚN SPONSA CHRISTI

Pío XII ha pasado a la historia, entre otras cosas, por ser un gran
promotor y renovador de la vida religiosa4. En su pontificado tuvie-

4
A este respecto se puede encontrar un interesante análisis en la obra de
FR. R. LUIS QUINTANA GIMÉNEZ, OFM, Vida Consagrada en la comunión

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ron lugar sendos Congresos Generales sobre los Estados de Perfec-


ción, y vieron la luz documentos tan decisivos como las Encíclicas
Mysteris Corporis (1943) y Mediator Dei (1947) que ejercerían una
importante influencia en los planteamientos del Concilio Vaticano II,
así como un rico magisterio dirigido más concretamente a la vida re-
ligiosa de la que la Sponsa Christi forma parte5. En estos últimos re-
zuma el afán por impulsar una adecuada renovación adaptada a las
«modernas circunstancias que podrán dar al mismo Instituto [de las
monjas] no sólo más brillo, sino también una eficiencia más vasta y
poderosa»6.
La vida contemplativa femenina necesitaba en ese momento de
estructuras que le dieran nueva solidez y es por ello que en gran parte
el lenguaje que utiliza SpCh es jurídico7. Pero esto ciertamente no
agota el contenido de un documento breve pero de gran riqueza. En
efecto, a lo largo de sus cuarenta números el Papa Pacelli presenta en
síntesis las líneas esenciales que configuran la vida de las monjas.
Los números 1 al 21 dibujan grosso modo la historia de la vida con-
sagrada femenina desde sus orígenes hasta prácticamente el s. XIX.
Le sigue una descripción de la situación contemporánea al documento
en los números 22 al 24 para pasar a continuación a exponer los «Mo-
tivos que aconsejan una adaptación», en los números 25 al 27. La vi-
da contemplativa canónica, los votos solemnes, la clausura papal, las
uniones y federaciones, el trabajo y el apostolado monásticos son ma-
teria de los número 28 al 40. Un importante cuerpo dispositivo en
forma de «Estatutos Generales de las Monjas» concluye la constitu-
ción apostólica.

eclesial. Un estado de vida «irrenunciable y característico en la Iglesia»


(VC29), (Sevilla: Ed. Punto Rojo, 2013), 43-67.
5
Otros documentos magisteriales en torno a la vida religiosa promulga-
dos por el Papa Pío XII son la Constitución Apostólica Pro vida Mater Ec-
clesia (2 de febrero de 1947), la Encíclica sobre la excelencia de la virginidad
consagrada Sacra Virginitas (25 de marzo de 1954) y la Constitución
Apostólica sobre la formación religiosa Sedes Sapientiae (31 de mayo de
1956). Cf. Ibid., 52-55.
6
PÍO XII, Constitución Apostólica Sponsa Christi (SpCh) para promover
el sagrado instituto de las monjas, 21 de noviembre de 1950, 25.
7
Cf. JOSÉ RODRÍGUEZ CARBALLO, «Vultum Dei quaerere: una oportuni-
dad para crecer en fidelidad creativa y responsable», en Revista Tabor,
28/29/30 (2016), 92.

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Entre los diversos acentos y/o matices que contiene SpCh y que
configurarán la vida contemplativa femenina hasta tiempos muy re-
cientes podemos señalar la importancia de la virginidad como un
elemento característico y hasta sinónimo de “mujer consagrada” apa-
reciendo en el documento hasta en 24 ocasiones, mientras que el
término más genérico “mujer” aparece sólo 8 veces. SpCh se hace eco
de toda una mística en torno a este concepto -el de la virginidad- ali-
mentada por una exégesis de la Sagrada Escritura en clave alegórica
que la ha dotado a lo largo del tiempo de bellas y poderosas imágenes
para explicarla, estimularla y ponderarla.
La huida del mundo (n. 2) y la necesidad de protegerse de él (n. 7
y 9) no sólo en el sentido más espiritual del término, también están
presentes en SpCh. Este éxodo autoimpuesto tiene su propia finali-
dad: «abrazar la perfección cristiana total» (n. 9) dentro del «estado
de perfección»8 (n. 11) que es por sí misma la vida de las monjas. Es
aquí donde encuentra toda su fundamentación la insis-tencia en la
clausura como medio de protección y de ayuda (n. 9) para no cejar en
el empeño de una «vida ascética, vigilante y severa» (n. 4), mediante
una «rígida disciplina regular» (n. 9). La clausura como defensa en el
orden exterior e interior y por tanto, garante y «salvaguarda de la cas-
tidad solemne y la vida contemplativa» (n. 33) es una idea que recoge
casi de forma literal los planteamientos de la Bula Periculoso pro-
mulgada por Bonifacio VIII en 1298, el documento papal más anti-
guo que exige «que todas las mujeres formalmente dedicadas la vida
religiosa permanezcan estricta y perpetuamente enclaustradas en sus
comunidades»9. De este modo, pese a la enorme distancia que separa
estos dos documentos en el tiempo la idea de fondo es la misma.

8
Es precisamente Pío XII quien con su magisterio sobre la vida religiosa
promueve un concepto mucho más amplio de lo que se puede entender a
simple vista con la expresión “estados de perfección”. La vida religiosa se
empezó a situar dentro de la Iglesia no como una sociedad apartada por per-
tenecer al ámbito privilegiado de los perfectos o santos. Esta idea, en ese
momento en germen, sería elaborada más tarde en el capítulo V de la Consti-
tución Dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, Lumen Gentium
con el título: «La vocación universal a la santidad en la Iglesia».
9
Cf. JAMES A. BRUNDAGE, ELIZABETH MAKOWSKI, «Enclosure of Nuns:
the Decretal Periculoso and its Commentators», en Journal of Medieval His-
tory, 20 (1994), 143. Al final del artículo y a modo de Apéndice, los autores
ofrecen una traducción al inglés de la Bula papal Periculoso. Véase también:

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La monja según SpCh es una virgen consagrada que a través de


los votos de castidad, pobreza y obediencia, abraza una vida de auste-
ridad y ascetismo dentro del estado de perfección y santidad con que
se identifica a la vida contemplativa canónica. En ella todo se orienta
a cultivar el pensamiento de la presencia de Dios, acogiendo todo por
obediencia y ofreciéndolo en espíritu de mortificación unido al sacri-
ficio de Cristo, «para el bien de las almas», y para crecer en las virtu-
des imitando así una vida contemplativa al estilo de la familia de Na-
zaret10. Se aprecia en este sentido la incidencia de una espiritualidad
fuertemente individualista e intimista, devocional, moralizante, afec-
tiva, que se empeña en distanciarse del mundo, aunque por otra parte,
se interesa por el bien espiritual y material -dos planos de realidad
muy marcados- del prójimo, todo ello, rasgos característicos de la es-
piritualidad de finales del siglo XIX11 que estarán presentes hasta más
o menos la década de los sesenta del siglo pasado.
La vida contemplativa aparece entonces como algo que de alguna
manera se conquista «a fuerza de puños», según la expresión colo-
quial, por propio mérito y no tanto como un don. Se la concibe como
un espacio no sólo distinto del resto de la humanidad sino casi subli-
me en tanto que trascendente, paradójicamente inalcanzable y sin em-
bargo, válido como estímulo para una vida en la que la monja -no la
mujer- debe perfeccionarse, purificarse, para alcanzar la santidad. La
vida contemplativa que vive la monja desde la óptica de la relación
con Dios o desde su dimensión vertical, por así decirlo, aparece en
SpCh como un ámbito pudorosamente privado, intimista e individual.
Se desprende de ello la idea de un Dios legalista, más próximo a la
noción veterotestamentaria de un Dios severo que está presente en un
mundo que es pecador y tendente al mal. Curiosamente, aunque se
alimenta una mística esponsal, ésta parece subordinarse más a una
vida de constante renuncia, mortificación, ofrecimiento, como actos
de amor a Dios, que como amor mismo.

ELIZABETH MAKOWSKI, «Cloister Contested: Periculoso as Authority in Late


Medieval Consilia», en The Jurist, 71 (2011), 334-348.
10
Esta «síntesis» que especifica lo que SpCh entiende por vida contem-
plativa puede verse en el número 35 que trata sobre el «Trabajo monástico».
11
Cf. G. DUMEIGE, «Historia de la Espiritualidad», en Nuevo Diccionario
de Espiritualidad, dir. Stefano de Fiores y Tullo Goffi (Madrid: Ediciones
Paulinas, 1983), 633-634.

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En el trasfondo del planteamiento que hereda y recoge SpCh se


encuentran tres importantes conceptos que provienen de la antigüedad
cristiana, fuertemente influida por el pensamiento griego, y que cons-
tituyen la base del pensamiento teológico que define entre otras cosas
la vida contemplativa12. Tales conceptos son el de Dios, que a partir
del texto bíblico “Yo Soy el que Soy” (Ex 3,14), se percibe como Ser
perfecto, inmóvil e inmutable, con la subsiguiente concepción del
hombre como sustancia individual de naturaleza racional, en la céle-
bre definición de Boecio, para, finalmente comprender la santidad -
tercer concepto- como algo susceptible de ser alcanzado en una rela-
ción vertical (Dios-hombre) de la que deriva un “cliché que viene
aplicado de modo abstracto a la persona”13, así como el uso de la per-
sona misma para el mantenimiento de una estructura o institución que
encarna el modelo de santidad hacia el que se tiende.

Un cambio de paradigma

Los atroces acontecimientos que marcaron la primera mitad del


siglo XX hicieron necesaria una nueva búsqueda de referentes para lo
cual se llevó a cabo un profundo cuestionamiento de todo orden esta-
blecido que incidió también en la Iglesia, a todos los niveles. Junto a
ello el mayo del 68 en la Iglesia puede leerse ahora, cincuenta años
después, como «un movimiento de anticipación de futuro, lleno de
ideales, utopías y esperanzas, en la certeza de que todos, absoluta-
mente todos, podrían ser protagonistas de su propia historia, incluso
los excluidos»14. El cristianismo, impulsado por el entusiasmo conci-
liar del Vaticano II, pugnaba por dejar de ser un fenómeno privado y
distante de la realidad, para convertirse en una opción que insertaba la
historia como tal en el centro de su experiencia social, cultural y so-

12
Seguimos aquí el análisis que presenta MONICA DELLA VOLPE, OCSO en
su obra La vita monastica oggi, (Firenze: Ed. Nerbini, 2018) 117ss.
13
Lit. «Un rischio connesso a questa visione e quello di fisare la santità
in un cliché che viene applicato in modo astratto alle persone, e di usare le
persone per il mantenimento della struttura», Ibid. 117.
14
GIANNI BELLA, «Las consecuencias eclesiales del 68», en Revista Vida
Nueva, Pliego, 3.084 (2018), 30.

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bre todo espiritual, lo que constituyó una auténtica revolución 15, un


cambio de paradigma.
La reivindicación del concepto de Dios como Trinidad creadora y
por tanto como relación, que conecta directamente con la revelación
que Jesús hace de Dios como Padre; la comprensión del hombre co-
mo interlocutor de Dios, creado para la relación con Dios, con el otro
y consigo mismo, protagonista de la Alianza y llamado a crear una
fraternidad universal en la unidad; la Iglesia como comunión antes
que como estructura, como espacio del diálogo humano con Dios, de
comunión con Él y con la humanidad en el Espíritu Santo, estos tres
nuevos acentos que hacen parte de la antropología teológica postmo-
derna, incidirán en una nueva concepción de la vida contemplativa16
que, invitada a renovarse en la autenticidad de sus raíces, según la
propuesta de Perfectae Caritatis, se muestra actual y vigente para
responder a los anhelos más profundos del ser humano contemporá-
neo.

2. ESBOZO DE UNA «TEOLOGÍA DE LA VIDA CONTEMPLATIVA


FEMENINA» A LA LUZ DE VDQ

«El misterio de Cristo, atravesando el tiempo, hace nuevas todas


las cosas»17. Esta verdad de la liturgia que nos hace comprender la
importancia del «hodie» celebrativo, por extensión nos permite tomar
conciencia de la importancia de nuestro hoy, como un espacio abierto
a la acción de Dios que sigue creando y recreando todas las cosas con
la novedad que deja a su paso su Santo Espíritu. La vida contem-
plativa femenina, llamada a ser toda ella en sí misma una «vida litúr-
gica» en cuanto se configura con el Hijo para ser alabanza de la gloria

15
Cf. AUGUSTO GUERRA, «Historia de la Espiritualidad. Espiritualidad de
cambio», en Nuevo Diccionario de la Espiritualidad, dir. Stefano de Flores y
Tullo Goffi (Madrid: Ediciones Paulinas, 1983), 634-635.
16
Cf. MONICA DELLA VOLPE, OCSO, «Il tema della castità nella nostra
epoca postmoderna», en Rivista Vita Nostra, 15 (2018), 15.
17
Cf. Oficina para las celebraciones litúrgicas del Sumo Pontífice. «¿Cuándo
celebrar? 1/ El tiempo litúrgico». Tomado de: http://www.vatican.va/news_
services /liturgy/details/ns_lit_doc_20120502_quando-celebrare1_sp.html.
Consultado el 11 de abril de 2018.

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del Padre (cf. Ef 1,6) no debe perder de vista la responsabilidad que


tiene en el momento y el lugar concreto en que se sitúa. De ahí la pe-
renne necesidad y actualidad de la cuestión acerca de qué define la
vida contemplativa como tal, y cómo debe ser ella misma significati-
va en su hoy convertido en kairòs.
Hoy como ayer la entraña de la vida contemplativa cristiana está
definida por su relación con Dios, revelado por Jesús de Nazaret y
nacida ella misma como un carisma del Espíritu Santo. Este es su dis-
tintivo frente a otras tradiciones filosóficas o religiosas que em-
prenden caminos de búsqueda trascendente. Pero es también la ver-
dadera piedra angular de su propia identidad, de su ser, como un ele-
mento vertebrador de todas las demás dimensiones que contiene la
vida contemplativa.
La importancia de VDq, en este sentido, va mucho más allá de
ofrecer simplemente un nuevo elenco canónico de normas que afec-
tan directamente a la vida contemplativa femenina. VDq, creemos, es
un documento más rico y denso, al ofrecer ante todo una determinada
visión de la vida contemplativa femenina en su ser y en su deber ser,
definiéndola desde su raíz y de este modo, otorgándole unos rasgos
característicos que la delinean, definen y proyectan hacia el futuro pe-
ro también hacia una comprensión más profunda de sí misma.
Si, tal como hemos afirmado antes, la vida contemplativa femeni-
na se define ante todo por su relación con un Dios que es Trinidad de
personas, si esa relación es la que le da su especificidad, a nuestro en-
tender VDq nos ofrece ese perfil mediante cinco grandes líneas de
fondo que proponemos a continuación, y que constituyen una suerte
de esbozo de una teología de la vida contemplativa femenina para
nuestro tiempo.

2.1 La búsqueda de Dios.


Una categoría antropológica

Una de las grandes novedades de VDq consiste en situar la vida


contemplativa como respuesta a una necesidad vital del ser humano
cual es la de la búsqueda. Es un elemento tan significativo que no
sólo da título al documento papal, sino que se identifica con la
búsqueda como categoría antropológica esencial puesto que en sí

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misma llega a ser una definición de hombre: ser inacabado18 y llama-


do desde el principio a realizar en sí mismo la imagen de Dios (cf. Gn
2). Así, VDq afirma:
«La búsqueda del rostro de Dios atraviesa la historia de la
humanidad, llamada desde siempre a un diálogo de amor con el
Creador. El hombre y la mujer, en efecto, tienen una dimensión re-
ligiosa indeleble que orienta su corazón hacia la búsqueda del Ab-
soluto, hacia Dios, de quien perciben la necesidad, aunque no siem-
pre de manera consciente. Esta búsqueda es común a todos los
hombres de buena voluntad. (…)
La dinámica de la búsqueda manifiesta que nadie se basta a sí
mismo»19.
La búsqueda es una manifestación de esa inquietud inherente a la
naturaleza humana que hace que el hombre se interrogue y trascienda
a sí mismo. Desde el punto de vista meramente filosófico,
«hay que convenir en que la pregunta teológica es el problema
esencial del hombre, en cuanto que su razón, por estar constituti-
vamente dirigida a la verdad, es por sí misma afirmación de la ver-
dad misma. La exigencia radical, que afecta al hombre en su inti-
midad profunda, le hace sentir la necesidad y el derecho de una sal-
vación completa que sólo puede venirle de lo irreversible y absolu-
to. Por eso se pregunta por lo totalmente otro, por Dios»20.
Que el punto de partida de la vida contemplativa sea la percepción
de esa necesidad de sentido y que ésta se convierta en la razón de ser
de un camino concreto de vivir esa búsqueda hace que la vida con-
templativa se sitúe en un lugar medular y significativo no sólo dentro
de la Iglesia sino en el seno de la sociedad con todo lo que ello impli-
ca. Significa que la monja es una mujer que ha escuchado en su inte-
rior y ha acogido con seriedad la inquietud que la ha encaminado a

18
Cf. ANDRÉ WÉNIN, No sólo de pan. El deseo en la Biblia: de la violen-
cia a la alianza, (Salamanca: Ed. Sígueme, 2009), 27. La cursiva es nuestra.
Esta idea se encuentra profusa y originalmente desarrollada a lo largo del
capítulo introductorio (21-36) que abre esta interesante obra y a cuya lectura
remitimos al lector.
19
VDq 1.
20
JUAN DE SAHAGÚN LUCAS, Dios, horizonte del hombre, (Madrid: BAC,
1994), 10.

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una búsqueda. Que la vida contemplativa sea precisamente un camino


de esa búsqueda le otorga una visión seria y madura de su ser más
profundo, eleva el listón de su propia autocomprensión y la compro-
mete decididamente ante un mundo carente de referentes de humani-
dad y de sentido, para los que la monja está llamada a ser signo y tes-
timonio, testigo de que la verdadera vida del ser humano -hombre y
mujer, creados a imagen de Dios-, es «conocerle y amarle»21, y de
que justo ahí radica su dignidad más alta22.

Deseo-Búsqueda

Dando un paso más hacia adelante, VDq afirma el carácter diná-


mico de la búsqueda que, en efecto, pone al hombre en camino23. La
metáfora de la existencia como camino ha sido utilizada por autores
como Gregorio de Nisa, quien a partir de la experiencia de Moisés
viene a decir que «el hombre es un buscador que no puede tranquili-
zarse sin encontrar lo que está buscando. El comienzo de su caminar
es la inquietud de un ser finito que encuentra en sí un dinamismo que
le empuja hacia lo infinito»24 y que tiene su correspondencia en Dios.
El motor de este dinamismo es el deseo que incluso hace del hombre
un «ser teológico»25.
«En las Confesiones, San Agustín lo ha expresado con claridad:
“Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en ti”. Inquietud del corazón que brota de la intuición pro-
funda de que es Dios el que busca primero al hombre, atrayéndolo
misteriosamente a sí»26.

21
Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1-3.
22
Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Pastoral Gaudium et spes,
sobre la Iglesia en el mundo actual, 19.
23
Cf. RICARDO DE LUIS CARBALLADA, “Los religiosos, buscadores de
Dios”, en Vida Religiosa. Monográfico, 2 (2013), 60-61.
24
Cf. R. W NIAK, «El valor teológico-epistemológico del deseo humano
de Dios en De Vita Moysis de San Gregorio de Nisa» en Scripta Theologica
38 (2006/2), 483.
25
Ibid., 485.
26
Cf. VDq 1.

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LA VIDA CONTEMPLATIVA FEMENINA A LA LUZ DE VDQ 519

La búsqueda/el deseo sólo son posibles porque hay una preceden-


cia ontológica de Dios27 con respecto al ser humano. Es Él quien ama
primero (cf. 1Jn 4,19), quien atrae al hombre hacia sí, quien sale a su
encuentro. La monja es testigo de excepción de esta experiencia y por
ello hace suya la confesión del salmista que oye en su corazón: “Bus-
cad mi rostro” (Sal 26). Por otra parte, que sea Dios quien tome la
iniciativa también permite descubrir el fascinante camino de la
búsqueda como un don y no como algo que se conquista con las pro-
pias fuerzas.

Encuentro-Relación

La búsqueda de la que habla VDq tiene una connotación especial


que va ligada a lo expuesto anteriormente. VDq «pone de relieve la
dimensión personal de la relación con Dios que la vida contemplativa
impulsa a buscar»28. Este aspecto es importante porque a diferencia
de otras tradiciones religiosas o filosóficas que abrazan un estilo de
vida monástico, la vida contemplativa en el seno de la Iglesia es una
vida cristocéntrica, ya que buscar el rostro de Dios, significa para la
monja, contemplar el rostro de Cristo «reflejo de la gloria del Padre e
impronta de su ser» (Hb 1,3), el hijo de Dios hecho hombre (cf. Jn
1,14).
La dimensión relacional de la búsqueda nos revela a su vez la di-
mensión dialógica de la fe, en cuyo centro se encuentra el diálogo
íntimo, único y eterno entre Dios y la persona, diálogo del que es
imagen la promesa del libro del Apocalipsis: «(al vencedor) le daré
también una piedrecita blanca, y, grabado en la piedrecita, un nombre
nuevo que nadie conoce, sino el que lo recibe» (Ap 2,17). Ahora bien,
la experiencia de esta relación que sustenta la fe se vive en comuni-
dad: la Iglesia, comunidad de bautizados que conforma la gran fami-
lia de Dios, y para la monja, también su comunidad, pequeña iglesia
doméstica, taller, lugar donde experimenta y construye comunión,
27
Cf. BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica postsinodal Sacramentum
Caritatis sobre la Eucaristía, fuente y culmen de la vida y de la misión de la
Iglesia, (22 de febrero de 2007), 14.
28
PATRIZIA GIROLAMI, OCSO, «Hijas del cielo e hijas de la tierra. Los
fundamentos de la vida monástica en la Vultum Dei quaerere», en Cuadernos
Monásticos, 202 (2017), 106-107.

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520 ALEXANDRA MARTÍNEZ PABÓN

«atraída por el rostro de Dios santo, y al mismo tiempo por la “tierra


sagrada del otro”»29. La búsqueda que realiza la monja no es algo
abstracto como alcanzar cierto estado, o asimilar una idea, sino que es
un camino de crecimiento que se abre a la alteridad, y por tanto es in-
clusiva: la del totalmente Otro que le llama desde el interior, y la del
otro, la hermana con la que forma una comunidad cuya comunión
más profunda se realiza precisamente en el compartir una búsqueda
en común.

«Si de veras busca a Dios»30

Esta expresión tomada de la Regla de San Benito escrita en el si-


glo VI sigue siendo hoy por hoy la definición más auténtica y radical
de la vida contemplativa, del camino monástico. ¿Quién es, pues, la
monja? Una mujer que busca a Dios. Este es el criterio decisivo de
nuestra vida, la verdad con la que hemos de contrastarnos a diario. Es
también el testimonio que hemos de dar en la Iglesia y en el mundo.
Es el distintivo de nuestra opción:
«Como hombres y mujeres que habitan la historia humana, los
contemplativos atraídos por el fulgor de Cristo, “el más bello de los
hombres” (Sal 45,3), se sitúan en el corazón mismo de la Iglesia y
del mundo y, en la búsqueda inacabada de Dios, encuentran el
principal signo y criterio de la autenticidad de su vida consagra-
da»31.
Como hemos intentado exponer líneas atrás, esta búsqueda posee
un carácter performativo porque mediante el encuentro esencial con
la persona de Cristo, en una relación de amor y, por tanto, libre, la vi-
da de la monja se transforma configurándose con el Hijo en un proce-
so inacabado que dura toda la vida. Es esto lo que tan precisa y be-
llamente escribía Benedicto XVI: “no se comienza a ser cristiano por
una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acon-
tecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y,
con ello, una orientación decisiva”32.

29
VDq, 1.
30
Regla de San Benito 58, 7. Citada por VDq 3.
31
VDq 3. La cursiva es nuestra.
32
BENEDICTO XVI, Carta encíclica Deus Caritas est, sobre el amor cris-
tiano, (25 de diciembre de 20055), 1.

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LA VIDA CONTEMPLATIVA FEMENINA A LA LUZ DE VDQ 521

La búsqueda de Dios, realizada en lo cotidiano, en la realidad en


la que vivimos, en la historia a la que pertenecemos, en esta época y
con nuestros hermanos los hombres, que implica el desafío de tener
una mirada y un corazón abiertos y atentos, generosos, sabios y en
permanente escucha, es ante todo un don, como dijimos antes. Nos
conmueve con el estupor del asombro que produce la gratuidad y la
confianza con la que Dios mismo nos ha invitado, a cada una de no-
sotras, a vivir una vida dedicada a contemplarle, a conocerle cada vez
más, a descubrir su amorosa presencia en nuestro mundo.
Como todo don, comporta también la bella misión de anunciar con
nuestro ser, en la autenticidad de una vida plenamente evangélica, esa
Presencia como esperanza y salvación a una humanidad herida y ne-
cesitada de Dios. De este modo la búsqueda de Dios dilata el corazón
de la monja haciéndole cada vez más capaz de amar con el mismo
amor de Dios33.

2.2 Bautismo

La raíz de la vocación a la vida monástica se encuentra en el bau-


tismo, y esto nos lo recuerda VDq en los números 1 y 4 en los que
subraya el hecho de que las monjas no son seres superiores a los de-
más, ni su forma de vida se sitúa «por encima de», como recuerda
Mons. Rodríguez Carballo34. Superado así el esquema anterior que
encasillaba la vida contemplativa como un «estado de perfección»,
VDq nos muestra más bien a las monjas como mujeres que, a ejemplo
de la más antigua tradición monástica, abrazan este camino de
búsqueda para actuar las exigencias del bautismo que es la consagra-
ción principal de la que nacen las demás vocaciones en la Iglesia, y

33
En el Prólogo de su Regla, san Benito recomienda a sus monjes: «no
abandones en seguida, asustado, el camino de la salvación, que necesaria-
mente ha de iniciarse con un comienzo estrecho. Pues al progresar en la vida
monástica y en la fe, dilatado el corazón, se corre con una dulzura de amor
indecible por el camino de los mandatos de Dios», v.48-49. La cursiva es
nuestra.
34
Cf. JOSÉ RODRÍGUEZ CARBALLO, «VDQ: Una oportunidad para cre-
cer…», 91-92.

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522 ALEXANDRA MARTÍNEZ PABÓN

que comparten con la gran familia de los bautizados, llamados tam-


bién a la santidad, como recuerda el Concilio35:
«El bautismo es una real inserción en Cristo y en su misterio de
muerte y resurrección. Es una verdadera configuración con Cristo
en su condición filial y fraterna y, por eso mismo, es una verdadera
consagración»36.
«Los miembros de cualquier instituto (…) por la profesión de
los consejos evangélicos (…) entregaron su vida al servicio de
Dios, lo cual constituye ciertamente una peculiar consagración, que
radica íntimamente en la consagración del bautismo y la expresa
más plenamente»37.
Así pues, la vocación de la monja es la misma vocación de todo
bautizado, caracterizada por los medios que opta para realizarla, que
son básicamente el seguimiento de Cristo pobre, casto y obediente.
Acerca de la vida monástica como un segundo bautismo, citamos la
palabra autorizada del P. García Colombás:
«Si se ha escrito repetidamente que la profesión monástica es
un “segundo bautismo”, no se ha pretendido afirmar otra cosa sino
que en ella el monje ratifica solemnemente las promesas bautisma-
les por las que se incorporó a Cristo y a su Iglesia; como el martirio
cruento, la profesión implicaba, según los antiguos, la experiencia
del misterio de muerte y resurrección en que inmerge al neófito el
sacramento de la iniciación cristiana»38.
Así concebida la vida contemplativa, ésta forma parte de la Iglesia
y contiene, por tanto, un lugar propio:
«La vida contemplativa femenina ha representado siempre en la
Iglesia y para la Iglesia el corazón orante, guardián de gratuidad y
rica fecundidad apostólica y ha sido testimonio visible de una mis-
teriosa y multiforme santidad»39.

35
Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la Iglesia
Lumen Gentium, V.
36
SEVERINO M.A ALONSO, «Consagración» en Diccionario Teológico de
la Vida Consagrada, 2ª. ed., dir. Ángel Aparicio Rodríguez y Joan Ma. Ca-
nals Casas (Madrid: Publicaciones Claretianas, 1992), 378.
37
Íbid. 90, citando el Decreto del Concilio Vaticano II sobre la renova-
ción y adaptación de la vida religiosa Perfectae Caritatis 5.
38
GARCÍA M. COLOMBÁS, El monacato primitivo, (Madrid: BAC, 1998),
372.
39
VDq 5.

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LA VIDA CONTEMPLATIVA FEMENINA A LA LUZ DE VDQ 523

Y una proyección dentro y fuera de la Iglesia:


(La vida contemplativa es) «signo y profecía de la Iglesia vir-
gen, esposa y madre; signo vivo y memoria de la fidelidad con que
Dios sigue sosteniendo a su pueblo a través de los eventos de la his-
toria»40.

2.3 Seguimiento de Cristo

«Esta peregrinación en busca del Dios verdadero, que es propio


de cada cristiano y de cada consagrado por el Bautismo, se convier-
te por la acción del Espíritu Santo en sequela pressius Christi, ca-
mino de configuración a Cristo Señor, la que la consagración reli-
giosa expresa con singular eficacia y, en particular, la vida monás-
tica»41.
Como hemos afirmado antes, el distintivo de la vida monástica en
la Iglesia es el hecho de ser en sí misma un camino de seguimiento de
Cristo cuyo fin es la «identificación con Cristo (…) un itinerario de
progresiva asimilación de los sentimientos de Cristo hacia el Pa-
dre»42.
La vida contemplativa, al igual que toda forma de vida consagrada
es de alguna manera una hermenéutica de la Escritura43, o dicho de
otro modo, una «exégesis viva de la Palabra de Dios» 44. Si es segui-
miento, es respuesta a una llamada, y como tal, es respuesta a una Pa-
labra mediante la cual “el Padre que está en los Cielos sale con amor
al encuentro de sus hijos y entabla conversación con ellos” 45. La fiel

40
VDq 3.
41
VDq 1.
42
Cf. Instrucción aplicativa de la Constitución Apostólica Vultum Dei
quaerere Cor Orans 222. (En adelante COr). Este documento cita a su vez:
JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Postsinodal Vita Consecrata sobre la
vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo, (25 de marzo de
1996), 65.
43
Cf. DOM GUILLAUME JEDREZJACK, OCSO, “Un’ermeneutica delle Scrit-
ture”, en Rivista Vita Nostra, 2 (2018), 21-32
44
VDq 2. En cita: BENEDICTO XVI, Exhortación apostólica postsinodal
Verbum Domine sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la
Iglesia, (30 de septiembre de 2010), 83.
45
CONCILIO VATICANO II, Constitución Dogmática sobre la Divina Reve-
lación Dei Verbum, 21.

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524 ALEXANDRA MARTÍNEZ PABÓN

respuesta a esta Palabra hace que todo en la vida contemplativa esté


orientado a conseguir su fin: la búsqueda de Dios.

Rasgos característicos del seguimiento de Cristo


en la vida contemplativa

Un aspecto muy importante de la vida contemplativa femenina es


el de su pluralidad. En efecto, hay entre nosotras numerosas familias
monásticas, con el denominador común de haber abrazado un camino
de seguimiento de Cristo «tomando por guía el Evangelio»46. Este es
el texto perenne a la luz del cual ha de leerse nuestra identidad indi-
vidual como monjas y colectivamente como comunidades. Para vivir
esa Palabra, VDq nos ofrece doce Temas objeto de discernimiento y
de revisión dispositiva que son como los rasgos que caracterizan
nuestra forma de vida y nos ayudan a orientar nuestra búsqueda.
Formación47, Oración48, Centralidad de la Palabra de Dios49, Sa-
cramentos de la Eucaristía y la Reconciliación50, Vida fraterna en
comunidad51, estos cinco primeros temas, constituyen a nuestro juicio
los elementos esenciales de la vida contemplativa, porque alimentan y
promueven la búsqueda-encuentro con Dios, forman su eje funda-
mental.
La clausura52, el trabajo53, el silencio54, los medios de comunica-
ción55 y la ascesis56, son, por su parte, medios fundamentales para vi-
46
SAN BENITO, Regla, Prólogo 21.
47
VDq 13-15; COr 219-289.
48
VDq 16-18; COr 224.
49
VDq 19-21.
50
VDq 22-23, Art. 6 § 1-2; COr 242-243.
51
VDq 24-27: COr 245-246.
52
VDq 31; COr 172-218. Repárese la profusión con la que este tema es
tratado en la Instrucción, amén de las alusiones implícitas a lo largo de
prácticamente todo el texto.
53
VDq 32; COr 247.
54
VDq 33.
55
VDq 34; COr 249. Nótese que la alusión expresa a los medios de co-
municación en una Constitución Apostólica dirigida a la vida contemplativa
femenina constituye una de las grandes novedades que contiene el documen-
to. Sin embargo, la Instrucción, si bien, reivindica su importancia, es insisten-
te en recomendar la prudencia y advertir de sus riesgos, que, por lo demás,

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LA VIDA CONTEMPLATIVA FEMENINA A LA LUZ DE VDQ 525

vir la vida contemplativa. Es precisamente su calidad de medios la


que les otorga una gran importancia en nuestro camino, pero también
la que debe tenerse en cuenta para no convertirlos en fines en sí mis-
mos. Por muy importante que sea un medio, ninguno de ellos en soli-
tario define la vida contemplativa que en su entraña, como hemos vis-
to, es una realidad mucho más amplia, profunda e importante. Acen-
tuar más un elemento en prejuicio de los demás sólo revela una con-
cepción más bien parcial y pobre de la vida contemplativa e introduce
una visión distorsionada de su verdadero fin.

2.4 Espiritualidad de comunión

VDq, en línea con el magisterio sobre la vida consagrada posterior


al Concilio Vaticano II, señala la comunión como un rasgo distintivo
de la vida contemplativa dentro de la Iglesia.
«La vida fraterna en comunidad es un elemento esencial de la
vida religiosa en general y, en particular de la vida monástica, aun
siempre en la pluralidad de los carismas»57.
«La comunión fraterna es reflejo del modo de ser de Dios y de
entrega, es testimonio de que “Dios es amor” (1Jn 4,8.16). La vida
consagrada confiesa creer y vivir del amor del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, y por ello la comunidad fraterna lleva a ser reflejo
de la gracia del Dios Trinidad de Amor»58.
Así mismo, entendida la vida contemplativa como parte integrante
de la Iglesia, está llamada a desempeñar un papel concreto en la espi-
ritualidad de comunión de la que san Juan Pablo II afirmaba, era el
gran desafío para el nuevo milenio59. Retomando esta idea, el Papa
Francisco señala:
«Hombres y mujeres religiosos, al igual que todas las demás
personas consagradas, han sido llamados a ser en la Iglesia y en el
mundo los expertos en comunión. Por lo tanto estoy a la espera de

son indicaciones válidas para toda persona y no sólo ni exclusivamente para


las monjas.
56
VDq 35; COr 248.
57
VDq 24.
58
VDq 25.
59
Cf. JUAN PABLO II, Carta apostólica Novo Millenio ineunte, al concluir
el Gran Jubileo del año 2000, (6 de enero de 2001) 43.

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526 ALEXANDRA MARTÍNEZ PABÓN

que la “espiritualidad de la comunión”, tan enfatizada por san Juan


Pablo II, se convierta en realidad y que ustedes estarán a la van-
guardia de responder al “gran reto que enfrentamos” en este nuevo
milenio: “hacer de la Iglesia casa y escuela de comunión”»60.
La comunión a la que estamos llamadas es una consecuencia di-
recta de una búsqueda sincera y entera de Dios, pues ya nos advierte
la Escritura: «Si alguno dice: “Amo a Dios”, y aborrece a su herma-
no, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no
puede amar a Dios a quien no ve» (1Jn 4,20). De ahí que la importan-
cia de esta comunión se ha de vivir en el cuidado de la vida fraterna
en nuestras comunidades, un compromiso que cada monja ha de asu-
mir con amor responsable, sabiendo que la comunidad es una realidad
que nunca está acabada sino que se construye de día en día. Es en este
sentido cómo la vida fraterna se convierte en verdadera koinonía,
haciendo del monasterio una «escuela del servicio divino»61, o lo que
es lo mismo, una escuela de caridad y un taller de arte espiritual62.
Nuestra opción por la estabilidad en el seno de una comunidad lleva
inserta la opción por llegar a ser un instrumento de comunión y crear
comunidad.

Estructuras de comunión

San Pablo nos recuerda que en la Iglesia, como en el Cuerpo, «to-


dos los miembros se preocupan unos de otros. Si sufre un miembro,
todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los
demás toman parte en su gozo» (1Co 12, 25-26). VDq nos pone en
guardia frente a la autorreferencialidad, el asilamiento o el solipsis-
mo que por definición son contrarios a la comunión63 y que empobre-
cen a una comunidad. Por ello, para prevenir esta situación VDq invi-
ta a extender lazos de comunión ad extra de la comunidad, para lo
cual menciona la importancia de la Autonomía de los monasterios64 y

60
FRANCISCO, Carta apostólica a todos los Consagrados en el inicio del
Año de la Vida Consagrada, Testigos de la alegría, (21 de noviembre de
2014), 3.
61
Regla de San Benito, Prólogo 45.
62
Ibid., 4, 78.
63
Cf. VDq 16.
64
VDq 28-29; COr 15-19.

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LA VIDA CONTEMPLATIVA FEMENINA A LA LUZ DE VDQ 527

de las Federaciones65. Estas dos estructuras de comunión tienen como


fin principal, en principio, la ayuda mutua, la promoción y vivencia
del carisma común. La autonomía del monasterio, en efecto, «favore-
ce la estabilidad de vida y la unidad interna de la comunidad»66,
siempre que esta autonomía sea real, lo cual supone «capacidad de
gestionar la vida del monasterio en todas sus dimensiones (vocacio-
nal, formativa, de gobierno, relacional, litúrgica, económica…)»67. En
sintonía con lo que hemos venido afirmando, conscientes de que
nuestra vocación es un don que hemos recibido y que nos correspon-
de el administrarlo con responsabilidad, nos debe llevar a asumir con
humildad y con fe la precariedad que afrontan muchas de nuestras
comunidades cuya autonomía real posiblemente no sea tal. En ese
punto, las Federaciones u otras formas de asociación entre monaste-
rios nos permiten sentirnos más unidas para ayudarnos, apoyarnos y
saber que si nuestras comuni-dades han cumplido su ciclo vital y han
de encaminarse hacia procesos de fusión y/o cierre, no por ello pierde
vigencia ni nuestro compromiso ni nuestra consagración ni nuestro
carisma. La mirada de fe que acompaña e ilumina nuestra vida entera
ha de estar preparada para vivir esos momentos con esperanza y ge-
nerosidad, con fidelidad.

«Apostolado monástico»

SpCh definía el apostolado monástico de su tiempo en tres moda-


lidades: el ejemplo, la oración, y el espíritu de sacrificio68. VDq hace
otro tanto mencionando dos importantes elementos que forman parte
de la tradición monástica y que estamos llamadas a vivir hoy día co-
mo una forma de proyección externa que nos permite compartir con
los demás la fascinante aventura de búsqueda de Dios que es la vida
contemplativa. Este apostolado se lleva a cabo mediante la hospitali-
dad y la intercesión.
VDq nos invita así a vivir la «“espiritualidad de la hospitalidad”,
acogiendo en vuestro corazón y llevando en vuestra oración lo que

65
VDq 30; COr 86-155.
66
VDq 28.
67
COr 18.
68
Cf. SpCh 37-39

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528 ALEXANDRA MARTÍNEZ PABÓN

concierne al hombre creado a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn


1,26). Como he escrito en la Exhortación apostólica Evangelii gau-
dium, “interceder no nos aparta de la verdadera contemplación, por-
que la contemplación que deja fuera a los demás es un engaño”»69.
Pío XII también señalaba en SpCh que la vocación de las monjas es
«plena y enteramente apostólica»70. Nuestra misión, según VDq con-
siste en compartir la experiencia transformante de la Palabra de Dios
con todos los miembros de la Iglesia: «Considerar este compartir co-
mo una verdadera misión eclesial»71.
Esta invitación lleva inserto el reclamo de un serio y sincero com-
promiso con la humanidad, de la que formamos parte, acogiendo a los
demás como a Cristo72 y haciendo de nuestra oración una intercesión
constante ante el Padre:
«No nos privéis de esta vuestra participación en la construcción
de un mundo más humano y por tanto más evangélico. Unidas a
Dios, escuchad el clamor de vuestros hermanos y hermanas (cf. Ex
3,7; Jr 5,4) que son víctimas de la “cultura del descarte”, o que ne-
cesitan sencillamente de la luz del Evangelio. Ejercitaos en el arte
de escuchar, “que es más que oír”»73.
«Por la oración de intercesión, tenéis un papel fundamental en
la vida de la Iglesia. Rezáis e intercedéis por muchos hermanos y
hermanas presos, emigrantes, refugiados y perseguidos, por tantas
familias heridas, por las personas en paro, por los pobres, por los
enfermos, por las víctimas de dependencias, por no citar más que
algunas situaciones que son cada día más urgentes. Vosotras sois
como los que llevaron al paralítico ante el Señor, para que lo sanara
(cf. Mc 2,1-12). Por la oración, día y noche, vosotras acercáis al
Señor la vida de muchos hermanos y hermanas que por diversas si-
tuaciones no pueden alcanzarlo para experimentar su misericordia
sanadora, mientras que él los espera para llenarlos de gracias. Por
vuestra oración vosotras curáis las llagas de tantos hermanos»74.

69
VDq 36.
70
SpCh 38.
71
VDq 19.
72
Cf. Regla de san Benito, 53,1.
73
VDq 36.
74
Ibid. 16.

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LA VIDA CONTEMPLATIVA FEMENINA A LA LUZ DE VDQ 529

2.5 María, «summa contemplatrix»75

La vida contemplativa encuentra su inspiración e icono en María,


Madre de Dios:
«A lo largo de los siglos, la Iglesia nos ha mostrado siempre a
María como summa contemplatrix. De la anunciación a la resurrec-
ción, pasando por la peregrinación de la fe culminada a los pies de
la cruz, María queda en contemplación del Misterio que la habita.
En María vislumbramos el camino místico de la persona consagra-
da, establecida en la humilde sabiduría que gusta el misterio del
cumplimiento último».
A ejemplo de la Virgen Madre, el contemplativo es la persona
centrada en Dios, es aquel para quien Dios es el unum necessarium
(cf. Lc 10,42), ante el cual todo cobra su verdadero sentido, porque se
mira con nuevos ojos. La persona contemplativa comprende la impor-
tancia de las cosas, pero estas no roban su corazón ni bloquean su
mente, por el contrario son una escalera para llegar a Dios: para ella
todo «lleva significación» del Altísimo. Quien se sumerge en el mis-
terio de la contemplación ve con ojos espirituales: esto le permite
contemplar el mundo y las personas con la mirada de Dios, allí donde
por el contrario, los demás «tienen ojos y no ven» (Sal 115,5; 135,16;
cf. Jr 5,21), «porque miran con los ojos de la carne»76.
Como María, la monja «dedica mucho tiempo de la jornada a imi-
tar a la Madre de Dios, que meditaba asiduamente las palabras y los
hechos de su Hijo (cf. Lc 2,19.51)»77; ella es modelo de contempla-
ción ayudándonos además a ser fieles a la oración78; ella es la mujer
del silencio lleno de caridad que se convierte en acogida de Dios y de
los hombres79; ella es «virgen, esposa y madre que acoge y guarda la
Palabra para devolverla al mundo, contribuyendo así a que Cristo
nazca y crezca en el corazón de los hombres sedientos, aunque a me-
nudo de manera inconsciente, de Aquel que es “camino, verdad y vi-

75
Ibid. 10.
76
Ibid.
77
Ibid. 3.
78
Ibid 16.
79
Ibid. 33.

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530 ALEXANDRA MARTÍNEZ PABÓN

da” (Jn 14,6)»80; ella es, finalmente, «‘escalera’ por la que Dios baja
para encontrar al hombre y el hombre sube para encontrar a Dios y
contemplar su rostro en el rostro de Cristo»81. María es, pues, la
«bendita entre las mujeres» (Lc 1,42), «dichosa porque ha creído» (Lc
1,45) que nos muestra el camino y nos sostiene para vivir una vida
contemplativa verdaderamente auténtica y fiel.
La vida contemplativa femenina en su identidad más profunda es
un diálogo amoroso con Dios, la vida de la monja es una respuesta de
amor al amor del Señor82 que le ha precedido con la gracia de la lla-
mada a la vida, a la fe y a la contemplación. En el centro de nuestra
vida siempre aparece el amor; el amor se menciona en VDq hasta en
27 ocasiones. En un mundo en el que el amor ha pasado a ser una pa-
labra/realidad tan vulnerada, nuestra vocación al amor vivida con
madurez y fidelidad nos hace testigos de un Dios que es ante todo
Amor (1Jn 4,8), cuyo amor dignifica al ser humano. «La vida consa-
grada es una historia de amor apasionado por el Señor y por la huma-
nidad: en la vida contemplativa esta historia se despliega, día tras día,
a través de la apasionada búsqueda del rostro de Dios, en la relación
íntima con él»83.
Precisamente por ser un asunto de amor, la vida contemplativa es
una opción que sólo es auténtica cuando se basa en la libertad. Por
eso es tan importante para la vida contemplativa la figura de María -
amén de lo expuesto anteriormente-, porque ella representa la libertad
de una opción, la audacia de la obediencia, y el alcance que tiene de-
cir «Sí» a la Palabra de Dios. María es por ello, también, un modelo
«contracultural» en nuestro tiempo, porque es un ejemplo de fe y de
entrega que nos estimula a vivir nuestra vocación contemplativa con
todo nuestro ser, realizando y haciendo vida en cada día el «sí» que
hemos pronunciado a la llamada que Dios nos ha hecho para consa-
grar nuestra vida a buscar su Rostro.

80
Ibid. 37.
81
Ibid.
82
Ibid. 5.
83
Ibid. 9.

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3. ALGUNAS CUESTIONES ABIERTAS

Este intento de aproximación teológica a la vida contemplativa


femenina a la luz de VDq ha querido ser precisamente eso, un intento
y una aproximación, y de ahí que sea algo parcial y que no pueda fi-
nalizar sino dejando abiertas básicamente algunas cuestiones que se
plantean como desafíos que la vida contemplativa debe afrontar para
ser fiel a su razón de ser.
Sobre Cor Orans: Un primer tema de discusión lo constituye la
Instrucción aplicativa de VDq, Cor Orans. Si bien, contiene herra-
mientas que son necesarias para orientarnos en algunas situaciones
que enfrentamos actualmente, por otra parte, no obstante, parece una
forma alternativa de entender la vida contemplativa femenina al mar-
gen de VDq. En muchos pasajes se parece más a SpCh que a VDq y
básicamente nos plantea la cuestión de si la manera de concretar lo
que nos ha perfilado VDq no pasa también por una manera diferente
de plantear y orientar nuestra vida. Este aspecto es muy importante
porque es la manera como podemos realizar efectivamente todo cuan-
to VDq nos ha propuesto. Quizás de fondo esté presente la llamada
«cuestión de la mujer» tan reivindicada en la sociedad contemporá-
nea, y en esa línea, también la necesaria reflexión sobre la mujer con-
sagrada y su lugar en la Iglesia.

Sobre cierta concepción de la mujer y de su mística en el seno de la


Iglesia

Con admirable agudeza hace cincuenta años el monje cisterciense


Thomas Merton reconocía que las monjas hemos arrastrado durante
siglos el estereotipo de una mística femenina en cuya base se encuen-
tra una visión errónea de la mujer84. Merton señala cómo de la mujer
se ha dicho que posee supuestas cualidades especiales que se han
idealizado y que la monja debe representar. Así pues, la mujer/monja
es considerada como un sujeto pasivo, misterioso, velado, recóndito,
para el cual la imagen del «jardín secreto» viene a acotar en toda su
extensión ese sentido.

84
Cf. THOMAS MERTON, Los manantiales de la contemplación. Un retiro
en la abadía de Gethsemaní, (Basauri, Vizcaya: Sal Terrae, 2017), 191-205.

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Es ahí donde hasta prácticamente VDq la virginidad, por ejemplo,


se consideraba un elemento distintivo de la mujer consagrada. Como
bien apunta Patricia Henry “la hipervaloración de la virginidad al
igual que la subvaloración de la misma, esconden una visión distor-
sionada del cuerpo femenino”85, una comprensión equívoca de la mu-
jer y de su sexualidad que ha condicionado mucho su adecuada valo-
ración en el conjunto de la Iglesia y aun el desarrollo de la vida con-
templativa femenina. En su análisis sobre la Bula Periculoso, la Pro-
fesora Elizabeth Makowski señala: “La obsesión con mantener la pu-
reza sexual femenina, una obsesión que en cierta manera se refleja en
la literatura secular del período, dio lugar a un concepto especialmen-
te restrictivo sobre lo que la vida religiosa debía ser”86.
Hay muchas mujeres que están de acuerdo con esta concepción y
que, de hecho, la promueven. Pero tal vez sea necesario promover
también un diálogo serio acerca de la mujer y de su lugar en la Igle-
sia, máxime en un tiempo como el nuestro en el que el rol de la mujer
ha cambiado en la sociedad. Merton afirma que no es verdad que en
los conventos haya toda esa femineidad que el estereotipo del que
hablamos define, para decir a continuación: «La verdad es que hay en
él [en el convento] personas que aman a Dios»87. Hay, en realidad,
mujeres que buscan a Dios. Mujeres reales que siendo interlocutoras
del diálogo amoroso con Dios, son también portadoras de una digni-
dad inalienable que también las hace sujetos activos dentro de la Igle-
sia sin detrimento de la vida contemplativa que han abrazado. Que la
mujer ocupe un lugar determinante en la Iglesia pasa necesariamente
porque las monjas sean consideradas como personas maduras y capa-
ces de vivir con total integridad su vocación con todo lo que implica
en todos los niveles. También, por supuesto, en el de su propia auto-
gestión.
La realidad es que la vida contemplativa femenina se cree conocer
en la Iglesia pero en realidad no se la conoce… De ella se habla pro-

85
Cf. PATRICIA HENRY, OSB, «La vida monástica y la misión de la mujer
consagrada», en Cuadernos Monásticos, 114 (1995), 370.
86
JAMES A. BRUNDAGE, ELIZABETH MAKOWSKI, «Enclosure of Nuns: the
Decretal Periculoso …», 153.
87
Cf. THOMAS MERTON, «Los manantiales…», 192. Las cursivas son
nuestras.

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yectando idealizaciones que poco tienen que ver con su realidad, y es-
te tipo de concepciones hacen daño porque generan prejuicios y po-
nen barreras a la necesaria evolución que produce el propio dinamis-
mo de la vida monástica.

Sobre la contemplación como tal

Finalmente, y unida a la cuestión anterior se encuentra también la


pregunta sobre la contemplación como tal. A menudo, dentro de la
misma Iglesia, la contemplación aparece como una realidad pasiva,
abstracta, reñida en cierto modo con el mundo y sus realidades más
cotidianas. Pero, como hemos visto, la vida contemplativa no es eso
en absoluto, es más bien una realidad profundamente activa y holísti-
ca que implica a la persona en todas sus dimensiones. Por ello, tam-
poco es correcto afirmar que la vida monástica es una vida de oración
solamente, pues, como recuerda Enzo Bianchi, esta reducción «fue
condenada por la Iglesia en el caso de los movimientos Mesaliano y
Euquita»88.
La vida contemplativa es ante todo una vida de comunión, y como
tal, el elemento relacional/dialógico hace parte de su ser. La contem-
plación es una manera de vivir, por eso es vida contemplativa, es una
forma de ser persona plenamente humana, en todas su facetas, y por
ello, cualquier definición restrictiva resulta no sólo parcial sino perju-
dicial para su verdadera comprensión.

CONCLUSIONES

Hemos intentado proponer un acercamiento a VDq procurando


poner de relieve las grandes líneas teológicas sobre las que se asienta
la visión que promueve acerca de la vida contemplativa femenina.
Ésta se presenta en clave de relación: con Dios, lo que constituye su
razón de ser más honda, con las hermanas con las que se comparte el
mismo camino, con la Iglesia en cuyo corazón se sitúa y para quien
ha nacido como don y con la humanidad para la que está llamada a

88
ENZO BIANCHI, «¿Qué espiritualidad ofrece la vida monástica a la Igle-
sia?», en Cuadernos Monásticos, 188 (2014), 17.

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ser signo profético89, faro, antorcha, y gozoso anuncio de la presencia


viva del Señor resucitado90.
La vida contemplativa aparece así en toda su extraordinaria com-
plejidad y grandeza, renovando su vitalidad y constatando la vigencia
y necesidad de su presencia en la Iglesia y en el mundo. Es por eso
que la vida contemplativa así entendida está abierta al futuro, más allá
de las dificultades que experimentamos, más allá de los desafíos que
tenemos por delante, porque en el fondo, la vida contemplativa es un
don maravilloso de Dios Padre que muestra a través de ella, que sólo
Él puede saciar con creces los más profundos deseos de nuestro ser.
VDq es un documento que nos hace ver nuestra vocación con ac-
ción de gracias porque la resitúa en sus valores que el tiempo ha de-
mostrado ser firmes para seguir sosteniendo y animando una forma de
vida que hemos recibido como una gran antorcha que miles de muje-
res se han traspasado a lo largo de la historia y que ha llegado a noso-
tras, para que la llevemos con dignidad, con alegría, con fe, y la tras-
pasemos con esperanza.

89
VDq 4.
90
Ibid. 6.

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