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El libelo de sangre de Rodas tuvo lugar en 1840, cuando la comunidad ortodoxa

griega acusó a los judíos de la isla de Rodas (en ese entonces parte del Imperio
otomano) del asesinato ritual de un muchacho cristiano que desapareció en febrero
de ese año. En un primer momento, la acusación obtuvo el apoyo de los cónsules de
varios países europeos, incluyendo el Reino Unido, el Imperio austríaco, Francia,
Suecia y Grecia. En especial, el gobernador de Rodas rompió la larga tradición de
los gobiernos otomanos (que habían protegido previamente a los judíos de los
libelos de sangre) y apoyó la acusación de asesinato ritual. Poco después, varios
judíos fueron arrestados, algunos de los cuales hicieron confesiones falsas bajo
tortura. Todo el barrio judío fue bloqueado doce días.

Los judíos de Rodas apelaron a la ayuda de la comunidad judía en Constantinopla, la


que remitió la demanda a los gobiernos europeos. En el Reino Unido y el Imperio
austríaco, las comunidades judías obtuvieron el apoyo de sus gobiernos y estos
enviaron despachos oficiales a sus embajadores en Constantinopla en los que
condenaban de manera inequívoca el libelo de sangre. Así, se generó un consenso
favorable a los judíos en el seno del cuerpo diplomático europeo. Además, el
gobernador de Rodas se mostró incapaz de lograr una conclusión formal del incidente
y solicitó instrucciones al gobierno central, que inició una investigación sobre el
asunto. En julio de 1840, la investigación formal estableció la inocencia de los
judíos. Finalmente, en noviembre de ese mismo año, el sultán otomano emitió un
decreto (firman) que denunciaba el libelo de sangre.

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