Francia. De joven, no fui un estudiante prometedor en ciencias naturales; de hecho, me gustaba más la pintura. Lo que mas quería era ser profesor de arte.
En 1842, tras ser maestro en la
Escuela Real de Besanzón, obtuve mi título de bachillerato, con calificación «mediocre» en química. Mi padre me envió a la Escuela Normal Superior de París, pero no estuve mucho tiempo y regrese a mi tierra natal. Pero al año siguiente retorne a París. Fui profesor de Física en el Liceo de Dijon, aunque ya me gustaba más la química. Y fue así que entre los años 1847 y 1853 fui profesor de Química en Dijon y luego en Estrasburgo, donde conocí a Marie Laurent, con quien me case.
Tuve cinco hijos, pero solo
sobrevivieron dos de ellos: Jean- Baptiste y Marie-Luise, los otros tres fallecieron tempranamente, afectados por el tifoidea. A raíz de este suceso, mis estudios se centraron en encontrar curas para las enfermedades infecciosas. Inicié el estudios de los procesos de fermentación y descubrí que eran causados por los microorganismos y me di cuenta que aplicando calor a los productos mataba a las bacterias y evitaba que el consumo de estos alimentos provocara intoxicaciones; a este gran aporte a la ciencia lo bautice con el nombre de PASTEURIZACIÓN.
Otro de mis grandes éxitos fue la
demostración de la teoría germinal de enfermedades infecciosas y descubrí que los agentes causales de estas enfermedades son los microorganismos. En 1865 logré marcar un antes y un después en el mundo de la medicina y la microbiología ya que desarrollé vacunas para algunas enfermedades.
Finalmente en 1887 fundé el
Instituto Pasteur, una fundación que, hasta el día de hoy contribuye a la prevención y tratamiento de enfermedades infecciosas.