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Fallos en La Estructura
Fallos en La Estructura
LA ESTRUCTURA
Una fuerza puede definirse como todo aquello que causa una modificación el estado de quietud o
movimiento de un cuerpo. Los cuerpos en la superficie terrestre están sujetos a la gravitación
terrestre que, junto con la masa del cuerpo, determina su peso. Por tanto, en ausencia de otras
fuerzas, un cuerpo está sujeto a la fuerza de su propio peso, llamada peso-fuerza.
Cuando un cuerpo se superpone a otro, le transfiere su peso. Así, mientras el cuerpo suprayacente
está sujeto a su propio peso, el los cuerpos infrayacentes reciben la suma de todos los pesos-
fuerza de los cuerpos superiores.
Si un cuerpo descansa sobre un área relativamente pequeña del cuerpo subyacente, la carga se
denomina concentrada. En caso contrario, si el área es relativamente amplia, la carga se
denomina repartida.
Cada cuerpo reacciona a la fuerza transferida por el cuerpo suprayacente con una fuerza de
reacción igual y de sentido contrario, que resulta de la resistencia mecánica del cuerpo que sufre
el peso. Si esta fuerza no existiese, sería imposible que un apilamiento de cuerpos fuese estable
estructuralmente.
El peso de un cuerpo es representado por un vector aplicado a su baricentro, que como todos los
vectores se caracteriza por un módulo, una dirección y un sentido. Los vectores se representa por
flechas orientadas en el espacio. El módulo es la magnitud del vector, y viene definido por la
longitud de la flecha. La dirección es la orientación del vector en el espacio, y viene definida por la
ecuación de la recta directora a lo largo de la cual se aplica el vector, esto es, en la que está
contenida la flecha. El sentido es la orientación del vector dentro de la recta directora en la que
está contenida. Cuando un vector se localiza en un punto determinado, o punto de aplicación, se
dice que es un vector aplicado, y la recta sobre la que yace (dirección) es la recta de aplicación. En
ausencia de punto de aplicación, la dirección del vector puede ser cualquiera de las infinitas rectas
paralelas a la flecha.
Un vector puede expresarse como la resultante de la suma de dos o más vectores, teniendo en
cuenta que la suma de vectores incluye no solo sus módulos sino también las direcciones y el
sentidos. En el caso más simple, i.e., cuando los vectores no son aplicados o tienen el mismo punto
de aplicación, la resultante (R) también tiene el mismo punto de aplicación. Geométricamente,
esto se ilustra en la Figura 1 para la suma de dos vectores (f1 y f2), donde puede apreciarse que el
resultado final no depende del orden en que se sumen los vectores.
Figura 1.- Resultante (R) de dos vectores.
Cuando los vectores son aplicados y no tienen el mismo punto de aplicación, la suma de vectores
implica conocer un punto de aplicación nuevo para la resultante. Este es el caso que aplica a los
pesos-fuerza de cuerpos superpuestos. Supongamos dos cuerpos prismáticos de materiales
homogéneos superpuestos (e.g., sillares) como los de la Figura 2. Dado que las fuerzas que actúan
sobre ellos son exclusivamente las debidas a sus pesos (f1 y f2), éstas tienen la misma dirección y
sentido, aunque tienen puntos de aplicación distintos que se localizan en los respectivos centros
de gravedad de los prismas. Esta situación es por tanto bidimensional, ya que ambas fuerzas (i.e.,
vectores) se localizan en un mismo plano, correspondiente a la sección de los cuerpos prismáticos,
lo cual hace el análisis más sencillo que en el caso tridimensional.
Figura 2.- Resultante de dos esfuerzos verticales (pesos) con puntos de aplicación distintos.
Puesto que los dos vectores de pesos-fuerza tienen la misma dirección y el mismo sentido, la
resultante (R) tendrá la misma dirección y el mismo sentido que ellos, y su módulo será la suma
algebraica de los módulos de los dos vectores de peso-fuerza. El punto de aplicación de la fuerza
resultante está contenido en la recta que une los orígenes de ambos pesos-fuerza, y su localización
puede determinarse geométricamente de la siguiente manera. Se unen los dos los vectores de
pesos-fuerza secuencialmente, haciendo coincidir la flecha del primero con el origen del segundo
(el vector que resulta de unir el origen del primero con la flecha del segundo es el vector
resultante de la suma de ambos). Se toma a continuación un punto P cualquiera, con el que se
unen los orígenes y las flechas de los vectores, definiéndose así tres rectas (0-P, 1-P y 2-P en la
Figura 2). A continuación, se traza una paralela a la primera recta (0-P) que pase por cualquier
punto de la recta directora del primer vector. Por ese mismo punto se traza una paralela a la
segunda recta (1-P). Por el punto de corte de esta última con la recta directora del segundo vector
se traza una nueva paralela a la tercera recta (2-P). El punto de corte entre las paralelas a la
primera (0-P) y última (2-P) rectas es el punto por donde pasa la resultante. El punto de aplicación
se encuentra en la intersección entre la recta que uno los orígenes de ambos vectores y la recta
directora de la resultante.
Cuando existen más de dos fuerzas con puntos de aplicación variados, el cálculo de la resultante y
su punto de aplicación es similar al anterior. Esto se representa en la Figura 3 para cuatro vectores
(f1, f2, f3 y f4). El módulo del vector resultante R no es la suma algebraica de los módulos de los
vectores ya que sus direcciones no coinciden. Para calcular el punto de aplicación se recurre a
obtener resultantes parciales (R1 y R2) mediante sumas de pares de vectores, que se suman a su
vez de la misma manera hasta obtener la resultante final.
Figura 3.- Resultante de más de dos vectores de magnitud, dirección, sentido y puntos de
aplicación diversos.
2. ELEMENTOS CONSTRUCTIVOS
2.1. MUROS
Los muros están constituidos por la yuxtaposición de elementos naturales (piedras) y/o artificiales
(ladrillos, hormigones) con elevada resistencia mecánica. Cuando los elementos son discretos
(piedras y ladrillos) están unidos generalmente por morteros que cumplen la función de unión
entre los mismos. No obstante, cuando los elementos discretos son de grandes dimensiones,
pueden colocarse en obra sin morteros de unión, i.e., a hueso, siempre y cuando presenten una
buena calidad de labra. Esto es posible debido al elevado peso de los elementos, que se transfiere
a lo largo de los muros y confiriendo estabilidad estructural a los mismos. No obstante, la
construcción a hueso se realiza generalmente con la ayuda de anclajes entre los elementos
constructivos, introduciendo piezas de metal, madera, piedra, etc. entre los mismos (a veces la
función de anclaje la ejercen los encajes entre partes rehundidas y sobresalientes de los propios
elementos constructivos).
Las características mecánicas de un muro son distintas de las de los elementos constructivos
aislados (ladrillos o piedras), ya que estas características dependen del funcionamiento de las
conexiones difusas en todo el cuerpo de la estructura. En los muros con morteros de unión, el
comportamiento mecánico del muro depende esencialmente de las características mecánicas
(resistencia y deformabilidad) del mortero, que generalmente representa el elemento con menor
competencia (i.e., resistencia) mecánica. En los muros a hueso la transmisión de los esfuerzos se
verifica a través de un número elevado, pero limitado, de puntos de contacto entre los elementos
constructivos. Por esto, deviene importante el desarrollo de aplastamiento locales y la posibilidad
de transmitir esfuerzos a través de planos inclinados respecto de la direcciones de los esfuerzos.
De estas características dependen los esquemas estáticos de las construcciones con muros, cuya
concepción se basa esencialmente sobre dos prestaciones técnicas fundamentales:
Por lo que se refiere al segundo punto, las soluciones técnicas implican la utilización de otros
materiales resistentes a la flexo-tracción (e.g., maderas) o la construcción de arcos y bóvedas,
típico de las estructuras murales.
2.2. ARCOS Y BOVEDAS
2.2.1. Arcos
El esquema más sencillo de un arco es el constituido por dos vigas (supuestas sin peso) apoyadas
mútuamente (Figura 4). En este esquema, puede apreciarse que el peso (P en la Figura 4) se
descompone en dos vectores oblicuos (R) que deben contrarrestarse por la reacción de la base.
Esta reacción tiene en cada base una componente vertical de sentido opuesto al peso P y cuyo
valor es la mitad del mismo (P/2), y una componente horizontal (S), necesaria para mantener el
equilibrio. Por tanto, la estructura de un arco simple como el de la Figura 4, o de uno complejo,
puede mantenerse estable bajo el efecto compresivo de cargas verticales siempre que se aseguren
los correspondientes componentes de reacción horizontales (spinta). Estos componentes pueden
ser, por ejemplo, el propio muro de carga donde se enmarca el arco aislado, u otros arcos
adyacentes como en las estructuras porticadas. Clásicamente, los contrafuertes han ejercido esta
función de contrarrestar los esfuerzos horizontales creados por arcos y bóvedas. Otros sistemas de
estabilización de los arcos son de entibe, ya sea con tirantes metálicos o con soluciones más
complejas y estéticamente más bellas como sistemas de arquería múltiple. Este es el caso de la
doble arquería de la mezquita de Córdoba, donde el arco de herradura inferior ejerce de entibe
para sostener unos arcos superiores de medio punto demasiado altos.
Figura 4.- Esquema simplificado de un arco. Se suponen dos elementos sin peso apoyados
mútuamente que soportan y reparten el peso suprayacente (P). El peso se transmite hacia cada
lado en dos esfuerzos oblícuos paralelos a las reacciones (R) que deben constar de una reacción
vertical (P/2) y una horizontal (S) para permitir la estabilidad del arco.
El mantenimiento estable de un arco bajo compresión depende de la forma del arco en relación
con la distribución de las cargas (Figura 5), ya sea el arco de un centro (de medio punto, rebajado o
escarzano, peraltado, de herradora), de dos centros (apuntado a todo punto, alancetado,
apuntado de centros interiores, de herradura apuntada) o de tres o más centros (apainelado o
carpanel de tres o cinco centros, apainelado apuntado o tudor, conopial, en gola, lobulado,
mixitilíneo). En general, puede decirse que allí donde las cargas sean más intensas, los arcos
necesitarán mayores curvaturas (de la línea del intradós). Así, los arcos carpaneles soportan bien
distribuciones las cargas en las que los esfuerzos más intensos se localizan hacia el salmer,
mientras que los arcos agudos soportan bien las distribuciones de cargas en las que los esfuerzos
más intensos se concentran en la clave.
Figura 5.- Distribución de esfuerzos que pueden resistir arcos de medio punto (un centro),
apuntado (dos centros) y carpanel (de tres centros).
Si la curvatura del arco está mal diseñada, nace una excentricidad de la fuerza de compresión y a
la compresión misma se une una solicitación de flexión. Estas dos solicitaciones pueden producir
esfuerzos de tracción. Se comprende así que un arco es una estructura óptima para soportar
cargas repartidas de manera regular (i.e., el peso de una cubierta más el suyo propio), pero no es
apropiado para soportar cargas concentradas en un punto cualquiera no anguloso, ni cargas
repartidas de manera asimétrica.
2.2.2. Bóvedas
La bóveda de crucería, resultante de la intersección de dos bóvedas de cañón, está formada por
cuatro bovedillas, cada una de las cuales puede conceptualizarse como una serie de arcos
continuos que descargan en la línea de compluvio (Figura 7). Si la bóveda es de planta cuadrada,
las componentes horizontales generadas por cada bovedilla son idénticas, mientras que si la
planta es rectangular existirán componentes horizontales mayores resultantes del peso de las
bovedillas mayores.
Figura 6.- Reacciones horizontales y verticales en una bóveda de cañón, conceptualizada como una
serie de arcos de medio punto.
Figura 7.- Distribución de esfuerzos en una bóveda de crucería apuntada, con indicación de las
componentes verticales y horizontales debidas al peso de dos de las bovedillas, y de las reacciones
correspondientes que garantizan la estabilidad de la bóveda.
Las cúpulas presentan un funcionamiento basado en el de los arcos y bóvedas, aunque en este
caso los esfuerzos horizontales no se concentran, sino que se disponen a todo lo largo del tambor
de la cúpula.
Figura 8.- Distribución radial de esfuerzos en la base de una cúpula.
2.3. CONTRAFUERTES
Para poder equilibrar la componente horizontal de la fuerza transmitida por arcos y bóvedas, y
ante la ausencia elementos como tirantes la eliminen, no es suficiente que el apoyo esté
constituido por un simple pilar, columna o muro verticales. Por contra, es necesario que el apoyo
sea más amplio en su base, para garantizar que la resultante de la fuerza transmitida, oblicua a la
vertical, se proyecte sobre la misma. En estos casos, el muro o pilar funciona como contrafuerte.
Hay que tener en cuenta que, además de la reacción transmitida por el arco o bóveda, las partes
inferiores de los apoyos también soportan el peso de las partes suprayacentes del apoyo
(contrafuerte) mismo. El resultado de esta situación es que la base del contrafuerte soporta más
carga, pero esta resultante del peso del contrafuerte y de la carga transmitida por el arco o bóveda
presentará una dirección más próxima a la vertical que si estuviese formada exclusivamente por la
componente transmitida por el arco o bóveda. Dado que la excentricidad de la carga genera
solicitaciones de flexión, su disminución es beneficiosa para la estabilidad estructura, ya que los
muros son capaces de resistir fuertes solicitaciones de compresión pero no tanto de flexión. Por
tanto, el contrafuerte será más efectivo cuanto más pesado sea. Por este mismo motivo, la
existencia de pináculos son beneficiosos para la estabilidad de la estructura, al producir una
reducción aún mayor de la excentricidad de la carga transmitida por los arcos o bóvedas. Sobre
estos principios se concebía la arquitectura de las catedrales góticas, basada sobre el sistema de
arcos rampantes y pináculos con los que se transmitía a tierra el peso de las cubiertas.
2.4. APERTURAS EN MUROS
La apertura de ventanas y puertas en los muros introduce un problema que presenta dos
aspectos. En primer lugar, deben usarse elementos localizados por encima de la apertura que
desvíen la carga del muro suprayacente hacia los lados de la propia apertura. Estos elementos son
arcos, eventualmente cegado en la misma pared, y arquitrabes de materiales que puedan soportar
por flexión la carga del muro sobre la luz de la apertura (vigas de piedra, madera). El segundo
aspecto del problema es que, en ambos casos, se genera una situación de esfuerzos concentrados
en los lados de la apertura, que pueden llegar a ser mayores del doble de la carga soportada por el
muro sin apertura. En estos flancos o jambas se disponen elementos de refuerzo, como largueros
de piedra resistente de una sola pieza y tan altos como la luz del vano.
2.5. CIMIENTOS DE MUROS
De forma general, puede decirse que la capacidad sustentativa del terreno depende de su:
· grado de compactación, ya sea original del terreno o debido a la presión ejercida en el pasado
por otros pesos suprayacentes (i.e., otros edificios). En la generalidad de los casos, el peso de los
edificios compacta el terreno y mejora sus propiedades mecánicas.
Las causas de fallos estructurales en los edificios son muy variadas y complejas. Abordaremos sólo
consideraciones de tipo general, teniendo en cuenta que los aspectos singulares de cada caso
tienen una importancia decisiva para una correcta interpretación de los fallos.
Esta es probablemente la causa más frecuente de fallos en las fábricas de todo tipo. Por lo dicho
hasta ahora, puede comprenderse que si una fábrica antigua presenta problemas de cimentación
en la actualidad, es raro que se deban a circunstancias igualmente antiguas, sino más bien a
modificaciones de las circunstancias que rodean al edificios. Se deberá así constatar estas
circunstancias nuevas que puedan modificar el régimen estático del terreno de cimentación
consolidado en el tiempo, y que, entre otras, pueden ser:
· Labores realizadas en el edificio que hayan aumentado, o en todo caso modificado, el estado
de solicitaciones precedente. Esta última circunstancia es importante en el caso de edificios viejos,
ya que en pocos casos las obras nuevas profundizan sus cimientos.
Los fallos debidos a la cesión del terreno se manifiestan por:
Los materiales que más fácilmente se degradan con el tiempo y que pueden causar problemas
estructurales son las maderas, generalmente utilizadas en vigas de sustentación de cubiertas. A
veces, la degradación de los morteros de unión puede ser causa de fallos estructurales, mientras
que la degradación de la piedra de sillería es poco relevante como causa de este tipo de fallos,
excepto en situaciones en que la piedra sea extremadamente porosa y mecánicamente débil. El
deterioro de la piedra puede, no obstante, ser causa de caída de algunas partes de los edificios,
particularmente las superficiales (e.g., frisos) y aquellas que no sufren carga (e.g., pináculos,
merlones, decoración escultórica, etc).
3.3. OBRAS DE REMODELACIÓN
No es difícil comprender que ésta sea una frecuente causa de fallos estructurales. Pueden
presentarse situaciones numerosísimas, pudiéndose señalar las siguientes:
· Eliminación arcos o bóvedas, cuando éstos ejercen una función de contrarresto mutuo con
otros arcos o bóvedas
· Fenómenos de aplastamiento
Las lesiones se manifiestan en los muros cuando a lo largo de una dirección determinada, se
sobrepasa la resistencia a la tracción que, como se ha indicado, es muy baja para los materiales
pétreos. Por tanto, las lesiones representan una especie de mapa de la distribución de esfuerzos
de tracción que, en una estructura bien diseñada no deberían estar presentes.
La existencia de lesiones en una estructura mural antigua no es en general una índice de gran
peligrosidad, excluyendo situaciones particulares. De hecho, aunque en algunos puntos se supere
la resistencia a la tracción de los materiales, la estrutura puede conservar de forma global su
resistencia.
Por otra parte, la aparición de lesiones representa una advertencia de que las cosas no funcionan
según lo previsto. En cada caso, el juicio sobre su grado de peligrosidad puede constituir un
problema complejo, que puede ser resuelto por personal experto tras un profundo análisis de los
hechos.
Si se examina atentamente una lesión, se puede recoger bastante información útil para la
interpretación del fallo. Puede registrarse la dirección según la cual se abre la lesión, identificando
las irregularidades de la superficie de separación. Otro importante elemento de análisis es la
variación de la anchura de la lesión y de la distriución areal de las lesiones. Un desplazamiento
relativo de simple traslación produce un sistema de lesiones paralelas con la misma anchura,
mientras que un desplazamiento debida a una rotación relativa de alguna parte del muro produce
un cierto número de lesiones, a veces incluso una sola, no paralelas cuya traza es convergente y
apunta hacia el centro de rotación, y donde se aprecia un aumento de la anchura a distancias
mayores del centro de rotación.
Debe indicarse que, para control de la estática de un edificio en el que hayan aparecido lesiones
importantes, es esencial que la valoración y la medida de las lesiones (largo, ancho, inclinación,...)
se lleve a cabo a lo largo del tiempo. Sólo de esta manera se podrá asegurar si un determinado
fallo tiende a estabilizarse, o si por el contrario tiende a aumentar con el tiempo, haciendo peligrar
la estructura.
Las razones por las que se producen los desplazamientos de los muros pueden ser individualizadas
en una de las siguientes causas:
El desplazamiento de partes de los muros pasa generalmente a través de tres estadios principales.
La resistencia a la compresión de un muro puede aumentarse si, pudiéndose llevar a cabo las
oportunas labores de contenimiento, se impide la deformación transversal característica del tercer
estadio descrito anteriormente. Por tanto, el desplazamiento es una solicitación muy peligrosa en
el caso de pilastras donde, si no existen elementos de cierre, no se pueden ejercer eficazmente
acciones de contenimiento.
Si la cesión se concentra en una zona central del muro, se producen sistemas de lesiones como las
indicadas en la Figura ???, manifestándose la tendencia al desprendimiento de una parte del
muro. Si la cesión se concentra en una parte lateral del muro, se produce un movimiento de
rotación que genera lesiones más importantes hacia las partes superiores del muro.
Pueden producirse lesiones de dos tipos. En el muro suprayacente se produce una situación
similar a la de cedimiento de la cimentación. Más raro, aunque más peligroso, es el
desplazamiento de las jambas, debido a la concentración de los esfuerzos compresivos discutida
más arriba.
La presencia del apoyo de un travesaño sobre un muro (e.g., viga de madera que sostiene un
suelo) puede dar lugar a desplazamientos locales bajo el travesaño mismo debido a la
concentración de la carga. Si se trata de vigas de madera, debe controlarse que la parte insertada
en el muro no esté sujeta a fenómenos de empapamiento por infiltración de agua a través del
propio muro.
4.3.4. Deformación de una portada con arco
Una situación de este tipo puede verificarse en arquerías (que sustente por ejemplo un suelo o
una cubierta), donde las componentes horizontales de los arcos se contrarrestan mutuamente,
excepto las componentes horizontales de los arcos extremos apoyados en los muros, que pueden
sufrir desplazamientos horizontales. Debe indicarse que, en este caso, la demolición de la parte
suprayacente del edificio puede generar una situación de fallo catastrófico a eliminarse el peso del
muro que desvía, y en parte contrarresta, la componente horizontal de los arcos extremos (efecto
de pináculo sobre contrafuerte).
La acción de un terremoto puede ser concebida como la aplicación de fuerzas horizontales que
actúan en sentido contrario, generando una situación de cizalla. Esta situación es oscilante, de
manera que el sentido de las fuerzas horizontales cambia con el tiempo (i.e., temblor).
En un esquema muy simplificado, se puede considerar que el muro es sometido a dos esfuerzos
diagonales, uno de tracción y otro de compresión, con direcciones perpendiculares entre sí y
ambos formando 45 º respecto de la vertical. La componente de tracción produce por tanto una
fisuración perpendicular a la dirección de la tracción (paralela a la compresión) e inclinada
aproximadamente a 45 º respecto de la vertical. Cuando se invierte el sentido de las fuerzas
horizontales, las direcciones de los esfuerzos de compresión y tracción también cambian, por lo
que se generan nuevas fracturas por tracción que presentan una traza ortonormal (i.e.,
perpendicular) respecto de la traza de las anteriores. Esto da lugar a sistemas de fracturas en cruz
de San Andrés.
Este tipo de fracturas se encontrará preferentemente entre vanos en los muros, ya que es ahí
donde se da una concentración de los esfuerzos de tracción.