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CUESTIONES
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fue además titular de la cuenta 506619-0 a partir de un negocio celebrado el
20-08-2013. Agregó que las deudas reclamadas se ajustan a las constancias
contables que aportó la entidad financiera, sucursal Balcarce.
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El Banco de la Provincia de Buenos Aires fundó su recurso el
26/10/2020, sin merecer réplica de la contraria. Sus puntos de
disconformidad pueden sintetizarse del siguiente modo:
a. El recurso es procedente.
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(pasiva anual promedio difundida por la autoridad monetaria). Si bien a fs.
138/vta ante último párrafo se dice que las cláusulas declaradas nulas son
las que “determinan los intereses moratorios y punitorios” lo cierto es que
tales disposiciones negociales regulan también los compensatorios (cláusula
séptima del convenio y onceava del mutuo), por lo que en lo sucesivo
interpretaré que la decisión aprehende a los tres tipos de accesorios
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como un supuesto de cláusula abusiva que debe ser tenida por no escrita
(art. 37 LDC).
En este punto tiene razón la recurrente cuando afirma que los contratos
que fundan la pretensión del banco accionante cumplen con la información
que exige el art. 36 de la Ley 24.240 para este tipo de negocios. Más aún,
incluso cuando se admita aquella interpretación (donde lo confuso se
identifica con lo omitido y con lo abusivo), lo cierto es que la nulidad negocial
tampoco es procedente.
Los contratos que dan base a este pleito adoptan un sistema de tasas
variables. Las tasas variables, por definición, fluctúan al son de una tasa de
mercado que opera como índice o referencia externa. El precio de la
financiación (intereses compensatorios) o el costo de la mora (intereses
moratorios o punitorios) se establecen mediante la determinación de un
porcentaje o porción respecto del índice previsto en el contrato.
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condiciones que el banco propone (aun en forma predispuesta y mediante
contratos formulario).
alegada y acreditada por la parte interesada) sino que es la única opción posible
para operar con tasas móviles.
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b.1.ii. Tampoco es correcto afirmar, como se hace en la sentencia, que
el pacto de anatocismo requiere que se informe “la real entidad del cálculo
de intereses".
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se propone asumir para acceder al crédito. Estándares que, por su laxitud,
terminan por brindar una salida jurisdiccional sencilla a aquel que supo [o
pudo saber] qué obligaciones asumía pero que luego no puede o no quiere
cumplirlas en tiempo y forma.
b.2.i. La premisa normativa del fallo es compleja, no solo por las reglas
de derecho que se juzgaron aplicables sino también por la particular forma
en que fueron interpretadas.
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Se señala en el considerando «III» -y cito textual- que «[e]l art. 36 de la
Ley 24.240 impone la pena de nulidad para el negocio de crédito si no se
informa claramente al consumidor sobre la integración de la cuenta de
intereses y su incidencia sobre el precio». La referencia a la “pena de
nulidad” no es menor, dado que esa fue precisamente la decisión adoptada
en la parte dispositiva. A su vez, el fallo identifica la información confusa o
dificultosa (como la que considera que emerge de las cláusulas impugnadas)
con la información omitida, considerando a una y otra indistintamente como
presupuestos de hecho que justificaría la “pena” a la que hace referencia con
cita del art. 36 de la LDC.
Esto significa que de considerar que el caso trata de una nulidad por
falta [o defecto] de información en un contrato de financiación a
consumidores (art. 36 LDC) pasó a evaluar el caso como un supuesto de
nulidad por cláusula abusiva de aquellas que “importen renuncia o restricción
de los derechos del consumidor o amplíen los derechos de la otra parte” (art.
37.b de la LDC).
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b.2.ii. No comparto este encuadre porque creo que incurre en tres
errores fundamentales:
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La consecuencia normativa prescripta por el legislador para este
supuesto en particular es muy clara: el consumidor tiene derecho a reclamar
la nulidad (relativa) del contrato, sea en su totalidad o en alguna de sus
cláusulas. En este último caso el juez debe realizar un proceso de
integración que será libre en tanto no verse sobre la materia de intereses,
donde la ley impone el uso de una tasa pasiva de referencia publicada por el
Banco Central.
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Una interpretación semejante demostraría que el sistema normativo
tiene, en este punto, una grave inconsistencia lógica puesto que dos normas
(las que regulan la falta de información en contratos específicos, por un lado
y la que regula la ineficacia de las cláusulas abusivas, por el otro) se
superponen parcialmente al aprehender un mismo género de casos ( en la
lógica de la sentencia, sería “una abusiva omisión de brindar información adecuada en contratos de
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difícil interpretación (art. 36 LDC) y una renuncia abusiva de derechos del
consumidor a favor del proveedor (art. 37 primera parte).
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A la luz de la redacción que la norma contiene, es el consumidor -y no
el juez- quien decide si ejerce o no las prerrogativas que la ley le concede
frente al supuesto incumplimiento del acreedor; y es el consumidor -y no el
juez- quien, además, decide cuáles son los fundamentos que dan base a la
ineficacia que reclama. El impulso de la parte interesada no es condición
suficiente, pero sí necesaria para declarar una nulidad total o parcial fundada
en las causales que regulan los arts. 36 y 37 in fine de la Ley 24.240.
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defensas expresamente opuestas por el consumidor, y no otras); y, el
segundo, legitimidad de la decisión en tanto acto de poder, dado que el
órgano jurisdiccional se arrogó facultades que la ley no le otorga (declarando
ineficacias negociales que requieren impulso de parte) y que se ejercieron a
espaldas de la expresa voluntad del consumidor, imponiéndole a la fuerza
una protección que no solicitó.
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La indebida asimilación entre la información omitida o dificultosa y la
noción de cláusula abusiva ha generado un resultado práctico que considero
sumamente disvalioso: una decisión jurisdiccional que suple la defensa
expresa y explícitamente opuesta por un consumidor particular en un
conflicto negocial concreto y resuelve oficiosamente dos ineficacias
negociales sobre la base de una afirmación genérica vinculada a lo que los
consumidores (no el accionado, sino todos ellos, en general) pueden o no
comprender o interpretar adecuadamente el contrato (no uno en particular,
sino cualquiera que contenga una disposición contractual en la que se
contemple un interés a tasa variable que, por definición, opera mediante una
remisión a alícuotas testigo que definen su magnitud).
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con documentos causales, si corresponde declarar -también oficiosamente- nulidades
totales o parciales motivadas en tales normas, etcétera).
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En el caso de autos, se reemplazó una defensa sustentada en la
negación de la celebración del negocio (el consumidor alegó “yo no contraté
con el banco”) por una decisión judicial que declara la existencia del vínculo
negocial pero restringe su alcance por motivos establecidos en abstracto que
se desentienden de [y reemplazan a] la estrategia de defensa del accionado
(“usted celebró el contrato pero considero que no lo pudo entender por
contener elementos ajenos al conocimiento de la categoría de contratantes a
la que pertenece”).
El orden público que declara tener la Ley 24.240 (art. 65) no lleva a
afirmar que toda violación a una norma de orden público genera una nulidad
de tipo absoluta, declarable de oficio, no saneable y cuya acción es
imprescriptible. Una norma puede ser de orden público y, aun así,
contemplar derechos cuyo ejercicio requiere una actividad o impulso de su
titular (incluso aquellos que, de ser admitidos por un tribunal, redundan en
ineficacias contractuales totales o parciales, como ocurre con el segundo
párrafo del art. 36 de la Ley 24.240 al reconocer lo que «el consumidor
tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato» y también el propio art.
37 in fine de esa ley, al regular las violaciones al deber de buena fe y las
trasgresiones al deber de información).
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interés que en ese supuesto se ve comprometido. Un canon de
interpretación rígido e inflexible a la hora de aplicar las categorías reguladas
en el art. 386 del CCyC (v.gr., la idea de que la violación a normas de orden
público siempre genera nulidades absolutas) rápidamente puede mostrarse
problemática: por caso, las reglas que regulan la capacidad de ejercicio en el
Código Civil y Comercial son normas de orden público y, sin embargo, su
violación da lugar a nulidades relativas en tanto el interés protegido es el
particular y no el de la sociedad toda (de hecho, la legislación civil regula a
este caso como una hipótesis de nulidad relativa -arts. 25, 32, 386, 388 y
1000 del CCyC-).
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Insisto en este punto: el orden público implicado en la normativa
protectoria de los consumidores y usuarios no debe llevar a afirmar que toda
violación a sus normas deriva en nulidades absolutas. En el caso particular
de la nulidad que «puede» solicitar el consumidor a la luz de lo normado en
el segundo párrafo del art. 36 de la Ley 24.240 (e incluso a la luz del último
párrafo del art. 37), entiendo que -por el modo en que ha sido expresada esa
facultad, por el contenido de la norma y su contexto (arg. art. 962 del CCyC)-
se trata de una prerrogativa en el que solo se protege un interés particular (el
del consumidor), que deriva en una nulidad de tipo relativa que solo él puede
reclamar y que versa sobre acto saneable y cuya acción es prescriptible ( arg.
art. 386 y 387 del CCyC).
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b.5. Conclusión
ASI LO VOTO
El Sr. Juez Dr. Loustaunau votó en igual sentido y por los mismos
fundamentos.
ASI LO VOTO
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El Sr. Juez Dr. Loustaunau votó en igual sentido y por los mismos
fundamentos.
SENTENCIA:
En Mar del Plata se procede a firmar digitalmente la presente resolución conforme la acordada 3975/20 de
la SCBA.-
REFERENCIAS:
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246900478019584452
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