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Distribuir el poder para conseguir el cambio

El problema del poder

A nuestro sistema democrático, lo llamamos democracia representativa, por cuanto a través


del voto, elegimos a representantes populares a diferentes dignidades. Una vez elegidos,
estos asumen poder de decisión y acción para cumplir lo ofrecido en campaña, por lo que
queda en sus manos y en su responsabilidad el hacerlo. Estos representantes elegidos, no
tienen ningún vínculo con la gran mayoría de la población. Están totalmente alejados, son
inaccesibles y generalmente quedan encerrados en círculos íntimos, que nos les permiten
ver más allá de sus propios intereses.

La gran mayoría de la población, se desvincula del accionar político y tan solo espera que
sus gobernantes y representantes actúen de la mejor manera y cumplan con lo ofrecido. El
ciudadano común deja de participar, deja de ser parte de los cambios necesarios para
mejorar su calidad de vida. Se depende en quién haya sido elegido, para conseguir
mejoras puntuales o globales. La gran mayoría, se vuelve parte de una masa inconsciente
sin mayor oportunidad ni interés de participar.

El problema de nuestra ya imperfecta democracia se agrava cuando existe concentración del


poder. Cuando una persona o un grupo se sienten los únicos llamados a solucionar los
problemas y tratan de captar todos los espacios de poder. Si el gobernante es autoritario,
va a tratar de acaparar mayor poder. Si no lo es, podría llegar a distribuir cierto poder y
permitirá que las organizaciones sociales y la población civil, se organicen, participen,
decidan y contribuyan desde su ámbito de acción. Desgraciadamente, lo primero es lo más
común y difícilmente surgirá un gran gobernante superdotado -el gran mesías que viene a
solucionarlo todo- que bajo su tutela y sin participación de la comunidad arregle los
problemas de una ciudad o de una nación. Se piensa erradamente que las cosas la deben
hacer los “elegidos”, los “iluminados” y por eso fracasan.

Los ciudadanos interesados en participar, se organizan a través de partidos o movimientos


políticos, quedando, en la mayoría de los casos, tan solo como grupos organizados con
fines electorales. Otra forma de participar es hacerlo de forma silenciosa, actuando por su
cuenta, haciendo propuestas, acciones y tratando de incidir en políticas públicas, agrupados
por intereses comunes, por territorio o en forma individual. La incidencia de estos últimos
depende del gobernante de turno y ciertos espacios de poder que podrían generar. Su
campo de acción es mínimo ya que generalmente no tienen recursos aunque su voluntad
sea inmensa. Si un gobernante fuera sabio, debería apoyar y apoyarse en estos grupos e
incentivar su accionar libre. Reconocer su aporte a la sociedad y fomentar su incidencia. Si
los espacios se les cierran completamente, estos grupos pueden generar respuestas sociales
violentas.

Para suplir estas deficiencias en nuestro sistema de democracia representativa, se han


tratado de crear ciertos espacios de participación ciudadana, como los sistemas de
cabildos, los comités de gestión, o el mecanismo de la silla vacía, que generalmente tienen
voz pero no voto. Se les “escucha” pero no deciden y esta es tal vez la mayor razón para
que no funcionen. En la mayoría de los casos, estos grupos quedan tan solo como
gestores de obras para su interés local, sin mayor visión de integralidad en sus propuestas.
Esto inclusive genera que se creen clientelas políticas entre estos grupos y las autoridades
de turno. Reciben obras a cambio de apoyos electorales. Además están regulados con
muchas trabas burocráticas para poder actuar, por lo que su participación espontánea es
nula.

Mientras nuestra democracia sea representativa, y esos representantes elegidos estén


fuera del alcance de la gran mayoría, casi siempre existirán pugnas. Entre los que
gobiernan con la gran responsabilidad a cuestas de gobernar solos y solucionar los
problemas, en conflicto con los que quedaron fuera, para los cuales los espacios de
participación son mínimos. La impotencia de los que no están en el poder es muchas veces
de tal magnitud, que tratarán de hacer todo lo posible para que el gobierno de turno
fracase y de esa manera tener las posibilidades de captar el poder para ellos en las
próximas elecciones, o llegarán a “acuerdos” para poder “gobernar”, lo que vulgarmente se
conoce como repartirse la “troncha” o el pastel. Una vez en el poder, volverán a caer en
los mismos vicios que sus predecesores y seguiremos siendo “orgullosamente”
ingobernables.

Distribuir el poder

Mientras más se distribuya el poder en la población, menos conflictos existirán, más


gobernable será el pueblo y nos acercaremos a una democracia perfecta.

Como se ha analizado anteriormente, a menos que un gobernante sea muy sabio, siempre
existirán pugnas y conflictos en la democracia representativa. En cambio, si nos dejan
espacios para participar y ser parte de un proceso, y podemos influir desde nuestros
ámbitos de acción, la responsabilidad será compartida y los logros también. Por lo tanto los
ciudadanos podrán sentirse útiles, ser parte de la solución y actores fundamentales de su
futuro.

Generalmente se piensa que si se distribuye el poder, la situación se volverá ingobernable,


ya que cada quien tratará de ‘llevar el agua a su molino’. Esto puede ser verdad mientras no
exista un objetivo común que nos una a todos los ciudadanos. En cambio, si tenemos una
meta a seguir y reglas claras, cada quien asumirá su responsabilidad en el proceso.

El país que queremos, la ciudad que queremos, el barrio que queremos está latente en los
sueños de la mayoría de habitantes. Un buen líder, lo que debe hacer es despertarnos ese
sueño, motivarnos, incentivarnos y distribuir el poder en los ciudadanos para juntos, llegar
al objetivo. Por ejemplo, al preguntar a los ciudadanos que nos cuenten cuál es su sueño
de ciudad, dicen adjetivos como los siguientes: una ciudad humana, incluyente, solidaria,
limpia, productiva, atractiva, democrática, segura, saludable, accesible, respetuosa, alegre,
amigable, fraterna, en donde me pueda sentir parte de una comunidad. Son todos adjetivos
que podrían resumirse en el Buen Vivir, tal como está estipulado en nuestra Constitución.

En definitiva, si a los ciudadanos nos dejan en libertad de participar y actuar, y tenemos un


objetivo claro que nos motive a trabajar por él, contribuiríamos con nuestras aptitudes a
mejorar las condiciones de vida.

En todo caso, el Buen Vivir podría ser la gran meta a llegar, que enmarcaría a muchas
metas parciales, que podrían establecerse. Se puede plantear metas por año, que
inclusive pueden ser cuantificables. Por ejemplo, se puede poner como objetivo anual,
reducir -en tal magnitud- los desechos urbanos, o reducir la contaminación, o mejorar la
movilidad, o eliminar el analfabetismo, o mejorar la salud, o el ahorro energético, o reducir
la huella ecológica, o reducir la pobreza, o reducir la corrupción. Trazadas las metas, se
establecerían las acciones para lograrlo y se distribuiría las responsabilidades en las
diferentes escalas territoriales. Con ello se estaría a la vez generando y distribuyendo
trabajo para estas comunidades. Los habitantes pueden poner sus metas a corto, mediano
y largo plazo y utilizar libremente su creatividad para ir logrando los objetivos trazados.

Para ello es necesario crear un mecanismo, en donde todos los ciudadanos participen
desde diferentes ámbitos. Generando mecanismos de participación ciudadana que sean
efectivos, con poder de decisión de acuerdo al ámbito en el que se trabaja, se podrá lograr
que la mayor parte de los ciudadanos asumamos nuestras responsabilidades, que se nos
motive a trabajar por cumplir nuestros sueños y que exijamos que se cumplan los objetivos,
con lo cual será mucho más fácil conseguir las metas propuestas.

Cuando un ciudadano está motivado, la habilidad de responder, la responsabilidad, es


inmediata. Al trabajar juntos por una gran meta, los nexos entre los ciudadanos enseguida
se fortalecen, la confianza y la seguridad crecen. Esto dará como resultado ciudadanos más
felices y por ende una sociedad más estable, próspera y saludable. “La seguridad
psicológica no depende tanto de la riqueza (mercado) o la ley (estado) como de los afectos
(sociedad civil).” (Laso 2010)1

Hay que tomar en cuenta, que los ciudadanos estarán más dispuestos a participar, según
como sean tomadas en cuenta las habilidades, aptitudes, motivaciones e intereses que
hayan desarrollado. Por ejemplo, si un ciudadano o un grupo de ciudadanos se encuentra
trabajando en los temas de permacultura, su gran aporte hacia la comunidad será en ese
tema, mientas otro grupo podrá aportar en temas de comercio local, o producción artesanal,
o un individuo puede aportar con su saber en salud pública. En sus ámbitos de acción
podrían surgir múltiples liderazgos de acuerdo a la habilidad y o el interés que un grupo, o
un individuo tenga y ponga sobre el tema.

El otro factor para facilitar y motivar la participación es hacerlo en ámbitos locales, el poder
incidir en decisiones que afectan mi entorno inmediato. Con mi familia o con los que vivo,
tomo decisiones sobre mi hogar. Con los vecinos de calle, cuestiones de la calle. Estas
escalas de participación generalmente son directas y no se necesita tener representantes.
Cuando las escalas de participación son mayores, se necesita delegar representantes para
hacer factibles las asambleas. Estas representaciones serán necesarias cuando se tenga
que tomar decisiones que afectan al barrio, a la comunidad, al distrito, a la ciudad, a la
región o al país. La diferencia con el actual sistema de democracia representativa, es que
estos representantes, sí tendrían una vinculación directa con sus representados. Pertenecen
a su territorio, son vecinos, familiares, conocidos o amigos, es uno mismo, y o son
agrupaciones que tienen sus mismos intereses. Este sistema de representación podría ser
rotativo o no, según cada comunidad o grupo lo decida y según el interés que despierte el
tema a participar. La participación de la comunidad sería a través de consultas directas por
parte de sus representantes.

Mecanismo de participación ciudadana

Este mecanismo de participación, está basado en diferentes escalas de territorio, para


ámbitos urbanos. 2

1
Laso Esteban. ¿Qué futuro tiene el liberalismo clásico? Liberalismo Polemika. Quito 2010
2
Hurtado Diego. Mecanismos de participación ciudadana. Quito 2005. Texto preparado para las Asambleas
Territoriales de Quito.
Los vecinos inmediatos. Se denomina como vecinos inmediatos a los que se encuentran
compartiendo un tramo común de espacio público. En nuestra ciudad el espacio público
más común es la calle, aunque pueden existir vecinos que compartan un parque, una plaza
o un patio. Se define como tramo de calle, al espacio de calle que se encuentra cortado
por dos calles transversales. El porcentaje de conocerse entre vecinos en un tramo de calle
es muy alto, por lo que es fácil que pueda existir un sistema de organización social a través
de vecinos inmediatos.

Por lo tanto este podría ser el primer escalón de organización social participativa, de
donde podría surgir el represente de la calle a la asamblea del barrio. Estos deben tener
poder de decisión y responsabilidad sobre su espacio público inmediato y la seguridad.

El Barrio. El segundo grupo lo constituye el barrio, que viene a ser el grupo de vecinos que
viven alrededor de varias calles contiguas. En la ciudad de Quito, el municipio tiene un
sistema de delimitación de barrios, en algunos, especialmente los más antiguos, estos
límites son fuertes y por lo tanto fácilmente identificables. En otros casos, especialmente en
la ciudad nueva esto límites son débiles y confusos.

Estudios antropológicos indican que el número adecuado para que los grupos humanos
puedan organizarse y tomar decisiones que puedan presionar a los gobiernos locales debe
estar entre 500 a 1500 habitantes, (Alexander 1980) 3 Varios estudios indican que la
mayoría de vecinos conoce y se identifica con dos a tres manzanas alrededor de donde
viven. Podemos extender este criterio a doce calles contiguas para delimitar un barrio.

De acuerdo a estos parámetros y basado en la delimitación realizada en partes de la ciudad


por las mismas organizaciones barriales y por el municipio, podemos tener un sistema de
barrios, que vendría a ser el segundo escalón de organización social participativa, a
donde confluyan los representantes de las calles los cuales conformarían la asamblea del
barrio. Los habitantes de estos barrios deberían tener poder de decisión y
responsabilidad sobre espacios públicos como terrenos comunitarios, calles, plazas, y
parques.

La Comunidad. El tercer grupo, viene a ser una comunidad. Una comunidad, para que
pueda ser efectiva la participación ciudadana, será en donde cualquier miembro de la
misma tenga un contacto con la autoridad, máximo a través de dos personas conocidas. 4

Esto funcionaría así; todo vecino tendría contacto con el representante de la calle, a través
de este con el representante del barrio y a través de este con el representante de la
comunidad. La asamblea de la comunidad estaría conformada por los representantes de las
asambleas barriales y entre los mismos elegirían al representante de la comunidad. De esta
manera se garantizaría un vínculo directo entre el ciudadano común y la autoridad. Este
pasaría a ser el tercer escalón de organización social participativa.

Paul Goodman (Alexander 1980) 5 propone que una comunidad debe limitarse a cierto
número de habitantes para que pueda ser efectiva. Si cada habitante de una unidad

3
Alexander Christopher. Un lenguaje de Patrones. Editorial Gustavo Gili. Barcelona 1980. En “Vecindad
Identificable” pág. 94. Alexander cita estudios antropológicos al respecto de Anthony Wallace, Housing and Social
Structure, Philadelphia, Housing Authority, 1952.
4
Alexander Christopher. Un lenguaje de Patrones. Editorial Gustavo Gili. Barcelona 1980. Comunidad de 7000
habitantes. Pág. 86 a 89.
5
Alexander Christopher. Un lenguaje de Patrones. Editorial Gustavo Gili. Barcelona 1980. Comunidad de 7000
habitantes. Pág. 86 a 89.
vecinal conoce aproximadamente a doce habitantes de su comunidad local, entonces el
tamaño óptimo de una comunidad política sería de 12 elevado a la tercera potencia. Esto
es 1728 hogares o 7.000 personas aproximadamente para nuestro promedio de habitantes
por hogar. Otros fijan este número en 5.000 habitantes y hay quienes lo limitan en 10.000
habitantes.

Este parece ser el límite para que los ciudadanos puedan tener una influencia efectiva sobre
los gobiernos locales y en donde se puede tener mejor control entre los aportes ciudadanos
y las obras. Por lo tanto si queremos descentralizar la administración pública y fortalecer la
participación ciudadana, deberíamos tener comunidades políticas de entre 5.000 a 10.000
habitantes.

Estas deberían tener autonomía y podrían manejar una buena parte de los aportes de
impuestos y el presupuesto municipal, tendrían poder de decisión sobre el espacio público,
calles locales, parques barriales y sectoriales, plazas, etc.; proyectos de diseño y
rehabilitación urbana dentro de su ámbito local; equipamiento administrativo, de
educación, cultural, de salud, y de seguridad; mejoras de los servicios públicos en el ámbito
local; control y permisos de las construcciones, edificaciones, usos de suelos; nexos con el
gobierno de la ciudad y con las otras comunidades; proyectos entre comunidades;
programas de desarrollo sostenible local, proyectos productivos, microempresas, turismo,
talleres artesanales, comercio local, huertos comunitarios, sistemas de reciclaje, reducción
de desechos, ahorro de energía; fomento a la participación ciudadana, foros públicos,
eventos de la comunidad y tal vez algunas otras que podrían generarse en el debate sobre
el tema. Serían sobre todo un ente administrativo.

Para nuestro caso, estas comunidades pueden coincidir o no con las delimitaciones
parroquiales, urbanas o rurales, o con las administraciones zonales y o podrían sustituirlas.

Los distritos. La forma de elegir al gobierno de la ciudad puede ser siguiendo la misma
fórmula del 12. Podemos hacer el mismo cálculo elevando 12 a la cuarta potencia, para
obtener el tamaño de una zona de la ciudad o distrito, lo que me da un total de 20.736
hogares o 83.000 habitantes aproximadamente. Esto podría considerarse una zona política
o distrito de la ciudad, cuyo ámbito de acción quedaría limitado por las acciones conjuntas
que involucran a las comunidades dentro de la zona. El representante de este distrito,
elegido por los doce representantes de las comunidades que conforman la zona, sería parte
del concejo de la ciudad. En este caso el ciudadano común estaría a una distancia de tres
personas conocidas del representante zonal o concejal por distrito. Este sería el cuarto
escalón de organización social participativa y conformarían el gobierno de la
ciudad.

El gobierno de la ciudad estaría conformado por el Alcalde y los concejales. El Alcalde sería
elegido de entre los concejales de distrito. Con ello no sería necesario siquiera realizar
costosas elecciones y todos los ciudadanos podrían sentirse realmente representados por
sus autoridades, ya que el contacto entre el ciudadano común y la máxima autoridad,
estaría máximo a una distancia de cuatro personas.

El gobierno de la ciudad, coordinaría con las comunidades, que el gran objetivo del Buen
Vivir se cumpla. Velaría por la integralidad en cada una de sus partes. Marcaría con el
consejo las grandes directrices de la política de la ciudad, metas a cumplir y planes de
acción. Motivaría y fomentaría la participación de todos los actores. Tendría injerencia en
los temas que impliquen influencia sobre grandes áreas de la ciudad o la ciudad entera. Su
ámbito administrativo estaría descentralizado en las comunidades.
Resumen. Los vecinos inmediatos eligen a un representante de la calle. Los
representantes de las calles, eligen al representante del barrio. Los representantes de los
barrios eligen al administrador de la comunidad. Los administradores de la comunidad,
eligen al representante de distrito o concejal. Los concejales eligen al alcalde. El vecino
inmediato puede pedir cuentas al administrador de la comunidad, al concejal del distrito y al
alcalde. Su participación es efectiva y lo motiva a involucrarse en luchar por una ciudad
mejor. Las bases mantienen a las cúpulas o les revocan el mandato y a su vez se sienten
representadas. Se fortalece y agiliza la gestión local y el desarrollo de la comunidad.

Un esquema similar podría manejarse para elegir los asambleístas nacionales.

El gobierno de la ciudad conformado por los concejales de distrito y el alcalde, sería el que
marque las directrices y guíe a la población para ir cumpliendo los objetivos parciales en
miras a lograr el Gran Objetivo del Buen Vivir. Por lo tanto, este debe estar representado
por los más sabios, los que más claro tienen el objetivo. La parte ejecutora estaría
descentralizada en las comunidades y mediante ellas llegaría a todos los ciudadanos. La
parte del control estaría en todos los ciudadanos. Al principio, este concejo de sabios va a
ser el responsable por el gobierno, porque las cosas funcionen y se encaminen, su trabajo
inicial va a ser fuerte, se deberá tomar las riendas una que otra vez. Llegará un momento
en que todo fluya, sin necesidad de que sea dirigida, cada quien sabrá que hacer de su
parte y el gobierno cada vez será más imperceptible. Las cosas funcionarán y cada quien
sabrá que entre todos lo hicimos. Se entenderá claramente lo que dijo Lao Tsé hace 2.500
años.

“Los más grandes gobernantes apenas si son conocidos. Luego vienen los que son
conocidos y amados. Después los que son temidos y, finalmente, los que son despreciados”
Lao Tsé. Tao Te King.

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