Está en la página 1de 21
El] rompecabezas OV ee Wa COUT eters yn Rese) Se mee Bema iccUry COME ea) peut) eee ee yee este A la muerte de Fernando VIL, los absolutistas cerraron filas tras su hermano Carlos Maria Isidro y declararon la guerra al Estado liberal, representado por Isabel II. El carlismo, afin al tradicionalismo europeo y hoy reivindicado por muchos politicos nacionalistas, provocé un conflicto que durante cuatro décadas ensangrenté la Peninsula y lastré su desarrollo econdémico. En el 150 aniversario de la muerte de Don Carlos, cuatro especialistas plantean las claves hist6ricas de esta profunda herida Carlismo y CONTRA Las guerras carlistas que asolaron Espafia en el XIX hundian sus verdaderas rafces en el rechazo ideolégico al gobierno liberal. Sin embargo, el carlismo no hubiera existido sin la legitimidad que le otorgaba su lealtad dinéstica. Jorp1 Canat analiza el fendmeno desde sus orfgenes, en 1833, hasta el fin de la Guerra Civil, en 1939 ‘ resulta posible comprender lr Hisoria contemporinea de Espa sin prestar una espe- cial atencidn al calisino. Es {fe movimiento conisbuy6 a provocar dos ‘guermas civiles en el siglo XIX: la Prime- a Guerra Calista (1833-1840) y la Se ‘gunda (1872-1876). Particip, asimismo, cen numerovas insurrecciones, algaradas, proaunciamientos y conflicts hélicos ‘menores. Y, ya en el siglo XX, sus pan: dries se unieron al bando insurrecto ent la Guerra Givil espanola (1936-1939), EL cacismo consiguié movi de hombres e implicar otras tants fa- ‘ilias, Su protagonismo no se limitaria, ‘no obstante, al terreno armacio, Los car- listas defendieeon sus ideas en libros y ‘periddicos, erearon centros politicos y sindicuos y participaron en las eleccio- res, ocupando un numero no despre- ciable de escaios en las Cortes espafio- las. También cieron lugar, ligicamente, como todas las culturas politicas impor tantes, a mitos, ritos y memorias El earlismo forma parte de esta ‘goria mas general que se ha venido a denominar contrarrevoluicién, presente cen el siglo XIX en la mayor parte de los Bstados de Europa occidental, Liberalis- ‘mo y evolucion eran los principales ‘enemigos de estos movimientos contr- rrevolucionarios, El cirlismo no seria, sin embargo, la Gnica modalidad de con- trarrevoluciGn desarrollada en Espana Jono Cava es investiga, EHE' seman i Co Portada de la Constituciin espafola de 1837, bajo la regencia de Maria Cristina, que presenta 2 Isabel Il como detensora de la libertad. -piensese, por ejemplo, en el realismo del Trienio Liberal, un movimiento que se encuentra en ki linea que mis ade lante retomarfa el carlismo-, aunque si, sin ningéin lugar a dudas, la mas im- portante en todos los sentidos, De ahi que, en la Historia espanola, especial: ‘mente para el siglo XIX, contrarevolt- cin y carlismo si cuentemente en sindnimos. in convertido fre- Dios, Patria, Rey El carlismo es un movimiento sociopolt- tico de cardcter antiiberal y cionario, surgido en las postsimerias del Antiguo Régimen y que pervive todav’ aunque en una posicién de franca mar ntievolu- ginalidad, en nuestros dias. Las voc‘ ‘earlismo” y “carlist, aparecidas duran- te la segunda res Fernando VIL, entre 1823 y 1833, deriv ban del nomhre del infante Carlos fig Isidro de Borbsén ~el que iba a con- vertitse en el rey Garlos ¥ de los legit mistas~ y designaban la forma nada de unas comigntes preexistentes, ca ya principal materializacion hava sido el realismo, Aunque fue a partir de 1833 ‘cuando el cutisino adquisié fuerza y pro- {agonismo, su surgimiento debe ser in- sertado en la continuidad de los movi mientos realists, que hunden sus races een los contflietos de prineipios del siglo y tienen sus primers manilestacio- ‘nes importantes en ka dlécada de 1820. La cuestion dinatica, que enfrenté a los partdarios de Isabel Iya Tos cle su ti carlos Maria Isidro, no aleanza a explicar ‘por si sola el nacimiento y a prolonga- dda vida del carlismo. Los millares de car Tistas que combatieron, en los campos de batalla o en la arena polfica, ylos que en el empeno perdlieron la vida, 90 lo hi- ‘Geran por kt persona de un Rey, sino por la figura dle este Rey encarnatba, luna determina do y los proyectos posibles para su ma- terializacion. Sin embargo, la dinastia-y ss se convert rfan en piezas esenciales, en un plano simbolico y emblematico, del movimien- {0, Hl earlismo sin Carlos ~Carlos V, C: los VI, Carlos VIT © Alfonso Carfos Fo sin Juime, por consiguiente, tampoco hubie El semanatio La Rise denuncis con esta carcatura fa allanza entre carists y los seetores mas reacclonarios del clero esparol (15 6e junio, 1872), 1 podido exist, ES una simple ilusion historiogrifica, No puede olvidarse que el mnque no de manera ex clusiva, un movimiento legitimise, La causa carista expresita el man- tenimiento de fa tradicin y el combs {e.con el liberalismo y todo aquello que ste significaba y comportaba, tanto en ad como a nivel abstacto, Dios arismno fe, Fucros siempre en el extrieto sentido de liberades uadiionales, que exeluye cual- quier lectura en clave autonomista © na- cionalista~ constituéan los pilares sobre Tos que se alzaba un ideario que conte- ‘nia un nowable grido de inconcrecisn. Bs ta circunstancia facili la eoexistencta en €l interior del carlismo de sectores so- crogéncos ¥ de opciones dis- Cintas, unidas frente a otras opciones siderackas como enemigas y, pul . El movimiento desiaes por su convistienclase en el alicleo amalgams conteurevolucio- arias formadas en las décadas centra les del siglo XIX y durante los anos de la ‘Segunda Repablica (1931-1939). ‘dad, de divers Nicleos en el Norte y el Este Las principales zonas cle implantacion del carlismo se encontraban en el Not te de Espana, especialmente en el Pais asco, Navarra y Catalufa, aunque tam bién con nticleos destacados en Vitlen- cia_y en Aragén, La geografia del mo- ‘vimiento se mantuvo, aparentemente, ‘asi inalterable con el paso de las dé ‘eadas, variando solo en el volumen de Jos apoyos. El terrtorio carista por ex- cclencia fue el Norte peninsular, espe- nente afectadoa principios del siglo “XIX por amplios e intensos procesos dle transformacién econ6mica, social y, sin luda, ull Con el tiempo, la movilizacion se con- ccentraria en zonas coneretas ~clestacan- do, entre todas, Navarri-, sometidas a ‘un Intenso proceso de carlistizacién. En estos lugares se dieron las condiciones ptimas para que el carlismo consteu- yyese su propio microcosmos, para qu se pensase auténticamente como con- trasociedad, sin que la inaccesible po- sesidn del Estado destrayese nunca un mito de raiz vietimizante, Otras zonas podian incorporarse de manera mis 0 ‘menos coyuntural, sin embargo gcogtalia, siempre en funcidn de inten- Sos procesos de preselitismo, tal como tambie aes Fernando Vil y su hermano Carlos Maria Isidro, que recemaria su derecho al rono frente a sabe! I, Madi, Biblioteca Nacional ‘ocurti6 en algunas provinekas andaluzas unante la Segundla Republica. En toda Ja langa vida del carlismo existe una mis que evidente continuidad, tanto desde cel punto de vista del ideario como de las adhesiones, de las estructuras y de kis, herencias, Una misma cultura politica, cen continua reelaboricién como todas, ‘no es ninggin secreto-, ha nutrido a es te movimiento, La etapa delimitacka por los anos 1833 y 1876 consttuye la de mayor presen © importancia del carlismo en Espana, Fue el tiempo de las calistadas, 4 lo largo. Isabel Il, con su madre Marfa Cristina, durante Su minoria de edad, recbid el apoyo de los liberates, Madrid, ibiioteea Nacional de cuatro décadas y media, como con- secuencia del enfrentamiento perm: nente entre carlistas y liber cedieron guerras y chron conten Pow dria incluso hablarse para esta epoca agitate Sie cariirel guerra civil, discontinua pero per tente, en lt que se alternaban perio- dos de combate abietto, conatos in- surreccionales, exilios y etapas de tran- cquilidad entes que reale ‘Tanto la Primera Guerra Carlista 0 Guema de los Siete Atos (1833-1810) co- imo la Segunda (1872-1876) se desaro- Haron en momentos muy criticos, per- ceptibles como potencial © efectiva mente revolucionatios. La primera, du- inte In regencia cle Maria Cristina de Aipoles, viuda de Fernanclo VII, en ple no proceso terminal de crisis cel Anti- -guo Regimen y de despliegue cle la Re- olucién liberal “los vineulos de la pri- ss luchas de los rea beral y de los agr iados en 1827 resultan, en este marco, ims que obvios-, La segunda, en el Se- xenio Democritico (1868-187, un tur Dulento periodo que empieza con el destronamiento de Isabel ILy que com prende la monarquia de Amadeo 1 =combatido con sana por los earlistas, ‘como enemigo del Papado, por la ac~ tuacidn de la casa cle Saboya durante la unificacion italiana y la corta expe- riencia de la Primera Reptblica. Ambas contiendas tuvieron s campo de ope- racidn fundamental en la tentrional, legindose a erear Vasco y en Navarra, en algunas fases, verdaderos Estaclos carlstas. Estas gue- tas concluyeron con importantes mo- vimientos de éxodo politico, mera carlistada con listas en el Trienio Carlistada en Catalufia Entre las guerras de los atos treinta y de los setenta, aparte de miiliples y varia dos intentos insurreccionales -en I 1890, durante el reinadlo de Isabel 1, en 1869 6 en 1870, en los inicios del Se- xenio Democritico, por solo citar los mis importantes- tuvo lugar la Guerta de los Matiners (1846-1849), que sokimente afect6 a Cataluria, Pese a que este con flew haya recihido por parte de algunos historiadores la denominacin de Se ‘gunda Guerra Calista “espe Catalufa, en donde sf constituye una au \éntica carlistada como las otras, 0 bien ‘en medios proximos almente en. carismo, con el Ccaricatura en la que aparecen el lestimista francés Chambord y Carlos VII, publicada en La Flaca, en septiembre de 1863. tar el ntimeno de con- 208 (una tendencia que ha cconducido a algunos autores incluso a Hlictos relerinse a una cuarta guerra carlista, con- siderando como tal el fattcidio de 1936+ 1939)-, debe reservarse este timo ap lativo para designar la Guerra Civil que vivis Espa y 1876, Aconsejan esta opcidn sobre todo las sensibles diferencias que fa guerra de f= re los anos 1 carlistas. ET modelo preferido, en cual quier ca pleyado en su totalidad en algunos mo- mentos y en algunos terrtorios. BI p: so de la formacion de partdas a la eons: rmueccidin de un Bjéreito cars, igual que Ja de un Estado, requeria unas condi- ‘iones determinadas. Se consigui en las guerras de 1833-1840 y 1872-1876, de manera muy especial en el Norte, y se >, Ginicamente pudo ser de DURANTE LOS DOS CONFLICTOS PRINCIPALES, i CREARON EN OC y NAVARRA, VERDADEROS Es nes de la década de los aos cuarenta presenta con respecto la primera y a kt -quncla carlstadas, tanto por el hecho de circunseribi te de Cataluia como por las dimensio- nes y caracteristicas de la movilizacion, La formacién de partidas que con- fuian en un Ejéteto Real se convinis en el modelo cisco e ideal de la movili- zaci6n catlista, Lt excepci6n fue la Or tegada, en 1860, una tentativafallida cle desemburco en la costa catalana que, «al modo de un pronunciamiento, di cl capitin general de las Balea ‘Ontega, y que supuso, entre otra mas, la captura del pretendiente Car- los VI, conde de Montemolin, y de su hermano Fernando, EL movimiento th po 1860 constituye una. solamente unit par cco de las formas de violencia politica , EN EL Pais Vas sTADOS CARLISTAS, {intent6, con grados diferentes de apro- ximacién, en miltiples ocasiones, Las partis, la guerra de guerrillas y las n= surrecciones a cimpo abierto nesultaron, por consiguiente, las formas m: dela hharse al mon- te, que aludia explicitamente al compo- nente rural que enmarcaba la lucha en aquellos tiempos, fue un ejercicio rep tido hasta la saciedad, La independe: y la movilidad dle las parti We de su éxito, pero también un rio obsticulo para su control y encu dramiento, Por estar jolencia earlisa tos de debilidad en la direcciGn del mo- vimiento, como ocurrié despues ce cx dav una de las dos grandes catistadas, las partidas podian derivar en simples fe ‘nmenos marginales o dle handolerismo, la derrota en la Segunda Guerra Car list significo el final del carlismo belico, si descontamos, evidentemente, el mo- Vimiento aislado de octubre de 1900 -I lenominacka Octubradki- y la destacable pparticipacion ca lo en julio de 1936. En todo caso, en 1876 se quebt6 [a Gltima gran ama lista en el bandlo suble contrarrevolucionaria nucleada por el carlismo, Los nuevos gobernantes de la Restaumacion (1875-1923) invitieron es- fuerzos ingentes, tanto en Jo humano co- ‘mo en lo material, en dar fin a ln suce- siGn de conflictos con el castismo como prolagonista, Las frutos fueron, aka pos- re, positivos. la Resta petiodo de estabilidad extraordinario en fh Espana contemporiinea. Una époci de la historia del carlismo, ka de las earis- vada ‘1 biberalismo, habia fon ofrecis un de fa lucha de cardeter dual con La Europa blanca Pl carlismo fue, como hemos visto, la principal expresién en Espana de los mo- vimientos contrarrevolucionarios del si- lo XIX, El comb: y las respectiy los unia e identificaba, La contrarevolu- én, tanto a nivel del pensa mo en el de fa acei6n, constituia una © contra el iberalismo revoluciones liberales reaccign ante la revolucion, mas © me- nos real, mis 0 menos imaginaria, con la que llega a establecer una relacin dialéetica, condiciona nes tanto de una como de la otra, Una do las evolucio- proceso de relutamiento y adocrinamiento de soldados calistas,catiizado en un secuencia publicada por La Flaca en enero de 1873, significaba una simple vuelta al Antiguo Regimen, sino que contaba con una ide fa y un proyecto social propios. in Portugal se desarrollé en el siglo XIX el miguelismo, un movimiento con cevidentes parentescos de todo tipo con el carlismoa, Como en Espasa siones entre revolucién y contrarrevo: de 1820-1825 y abocaron, aos después, a una gue ma civil, entre 1828 y 1854 ~y, muy es pecialmente, entre 1832 y INS. que en: frentéa miguelisias y lerales, Los par Lidarios del absolutista rey Miguel Ite ‘akin como lema Deus, Patria, Ret, La de rota de 1834 no signficari, sin go, el final del combate miguelista. En Talia, las insumrecciones de Viva Maria en ‘Toscana y de los Sanfedisas en el Sura finales del siglo XVIML, ast como los dis- tintos mavimientos de resistencia a ka tunifcacién ~en especial en el rein de Napoles, con la dina ala cabeza— en el siglo XIX, conlorma- ron lis principales expresiones de cons 1 de los Horbones ‘rarrevolucién, Bl Risongimento contiene lambicn, aunque a veces no se quiera t= altas desis de conflictividad i Jovitaliana, da el caso mis conocide. Las insurec- Giones de La Vendée y de los chowans contra kt Revoluci6n Francesa tuvieron sus continuaciones, ya en pleno siglo XIX, en el leyitimisme de la daquesa de Berry y del conde de Chambord. Ls conexiones entre unos movimien. fAnalmente, es sin du- pern niendo las bases par la existencia infor rarevolucionarios y olres fueron, sles en errs CUrOpeas, po- mal, en las céeackis centrales del Ocho- pecie de internacional blanca, Bastantes fueron kas ayudas eco rndimicas secibids y vasios los legitimis eextranjeros que lucharon en el hando carlista durante la Guerra de los Siete _Afios, como muchos fueron los culistas “sobresalen los nombres de Rafael Tris- tany, José Bongcs y Francisco Savalls— que ccombatieron en Talia durante la etapa cle centreguerras, entre 1840 y 1872. El con- de francés Henri de Cathelineau, en par- ticular, constinuye un excelente ejemplo de la movilidad blanca, Deseendiente de tuna de las principales familias vendeanas {que combatieron al jacobinismo, parti- ‘ips en su juventuel en la sublevacion de Ia duquesa de Berry, en 1832, ineorpo- incase al eaho de paca tiempo a las ‘miguelistas en Portugal ¥, después, alas carisas en Espa. Anos mis tarde, cen 1860, estaba en Roma organizanda un ‘cuerpo autonomo de legitimistas extra: jeros, yen 1861 se encontrabs al servicio de los Borhones napolitanos; en 1872, fi franco-espafiola, colaborando en los nalmente, podemos localizalo en preparativos del alzamiento que daria pa soa la Segunda Guerra Carlist, A diferencia {os contrarrevolucionaios de Europa oc- de los otros movimien: cidental, el carlismo sobrevivi6 con una cierta fuerza tras la etapa de crisis que éstos vivieron en Jos aos sesenta, se- ta y ochenta del siglo XIX. El migue: lismo pass a convertise en marginal en cel mapa politico portugues a mediados de siglo, despues de las insurrecciones de Maria tla Fonte y de Pata de la década de los anos evarenta, y con 1a instauraciéin del régimen de la Rege neragao en 1851, En Walia, ka unilic 6 con las resistencias al ascenso del liberalisino integrador y Conquistador. El rigandaggio napolitano constiy6 Ia tima de las expresiones contearrevolu- Gionarias. En Francia, finalmente, el le zgitimismo reeibi6 uun duo golpe como ‘consecuencia del conocido como grand refius de 1873 y, mas acielante, con la muerte del conde de Chambord el pre- tendiente Enrique V-, que provocs ka dispersisn de sus partidarios, adhirién- dose al conde de Paris 0 a los blancos sucumbien- de Espana o, simplement do a la desmovilizacién, El carlismo, mientras tanto, tas a desrota en los cam pos de batalla de 1876, volveria a recu- perar una notable presencia dad espaiiola, aunque nunca compar Dea la de fa etapa de las carlistadas, Lt lagga pesvivencia del carlismo resulta, en este en ka sacie- entido, excepeion Después de las carlistadas En 1876 empezaba part los carlistas una etapa nueva, en la que la politica iba a ‘ocupar el lugar de Icha armada y en Ia que este movimiento deberia abando- nar su posieicn de alternativa global al sistema liberal en Espafa y converse en lun grupo ns entre los que competian politicamente dentro de este sistema aunque fuese pensando siempre en su vez mis lekina e improbable des- trucein-, desde los conservadores has- 1a los socialistas, pasando por los nacio- aalismos eatakin y asco, El carismo se mosiné capa, de adapta wea las tansformaciones politicas ciales de la Espana de la Restauraci6n; de mocernizars Unicamente un La tia ocasién en que los earlistas participaron en una guera civil fue al lado de Franco, en 1936-1939, aunque fueron los vencidos entre los vencedore. lustracién de Sdenz de Tojada excepeional devolveria al carlismo a las snc: Ia Segunda Republica y la Gue- ra Civil de 1936-1939, Los carlstas se contaron entre los vencedores de 19 Por printer vez-en un siglo, no suftéan tuna derrota. A diferencia de o1r0s con. flictos anteriores, sin embargo, cl car- lismo no conformaba uno de los bandos cenliza, sino que constitu u uno de los dos hloques enfrentados. I guerra de 1936-1939 no fue otra guerra caclista, El earlismo habia vivido en los anos treinta una etapa de crecimiento, fen la que nucles nuevamente una ansal- ‘gama contrarevolucionaria, Sus limites eran, sin embargo, evicentes, explican- do la necesaria y convencida participa- cin en un conjunto superior p: rribar ka Republica y hacer frente a la amenazante -en su particular perspecti: ‘va revolucién, El “triunfo” carlista en 1939 escondla, sin embargo, el inicio d [ *triunfo’ comporto wn movilizacién -suma de desenganos, pe fo sobre todo de convencimiento de que Ia revolucin habia sido definiti- vamente aplastada-, una sensacibn en- Ire amplios sectores de ser las venc dos entre los vencedores, y, sobre 10. do, el final del mito victimizante que habia cultivado el carlismo durante m: de un siglo. La “derrota” consistié en un proceso imparable de masginaci6n, al que factores internos como las pug entre tendencias, y factores gene- ales como las evoluciones de la so- ciedad espanola o el Vaticano I, tam- bien contribuyeson, 1 resultado de to- do lo anterior es el carlismo de hoy, re- ducido, dividido y marginal, pero 10- ayia existemte . MONARCAS SIN TRONO legitimisea, fa Corona fue una de las Dime isiaet | inseieuciones mis importantes de sx sistema politico, y sus ‘ltulares lideraron ef movimiento en los siglos XIX y XX, Caries (V) Marfa Isidro de Borbn y Born (1788-1855) Infante de Espana. Educado co- ‘mo un prin- cipe catal- los ieales ccontrarevo- lucionarios desde muy joven, siendo consi derado ol heredara do su her mano Ferrando Vil, con quien siempre estuo estrechamente ‘unido hasta el corflicto dinas- tico provocado por el naci mmiento de la futura Isabel Il en 1830, Defensor de sus dere cchos dindstices y de los de sus hijos, fue exliado discreta- mente a Portugal y Gran Breta- fa con su familia, Se traslad Clandestinamente a Espana en 1834, liderando a sus defen- sores tradicionalistas y catol- os durante fs Primera Guerra Carlista (1833-1840). Exiliado Y viglado en Francia, firmé eu abdicacién en su hijo mayor en 1845, aconsejado por algunos lideres legtimistas y el papa Gregorio XVI, retiréndose al Piamonte y, més tarde, a Tries te, donde flleci Maria Francisca de Asis de Braganza y Borbén (1800-1834) Infanta de Portugal y Espafia, con- trajo matr mania con el infante don Carlos Maria Isidro en 1816, Junto ‘su hormana, la princesa de Beira, y su esposo formaron un partido cortesano contra- rrevolucionario y enemiga de ‘cualquier transaccin con el liberalismo durante el reinado de Fernando Vil. Fallecio en el exilio en Gran Bretaria donde fue enterrada con ho- noes de reina, Maria Teresa de Braganza y Borbon (1793-1874) Infanta de Portugel y Espafia, hija primogenita de los reyes. dan Vi de Braganza y de Carlota Joaquina de Borbén, fue mas conocida con al titulo de princesa de Beira Contrajoprimeras nupeias con el infante don Pedro Carlos en 1810, de cuya unién nacié su Linico vastago einfante don Sebastién Gabriel, futuro gene- ral carlsta. En 1821 se tesla 1d6 a Espatia, donde pronto se cconocieron sus ideas contrat volucionatias y tracicionaiistas ‘Acompai6 en el exlio a su her- mana y sobeines, contrayenco nuevo matrimonio con su cura: do don Caries Maria Isidro en 1838, De cerdcter decidido y tenaz, se opuso a cualquier claudicacién polities en los aos de exlio, animando a la lucha y la resistencia a ls car- listas. Tras la muerte de Car Jos Vly las deciaracioneslibe- rales de Juan Ii, firmé su fa- masa Carta a jas esparoles, donde declaré la legitimicad de ejeroicio por encima dela ‘de origen, invalidando la candi datura de su hijasto y aresen- ‘anda a su nieto Carios Vil co- ma candidat al trono espaol Carlos (i) de Boron y Braganza (1818-1861) Conde de Montemotin En 1845 publicé un manifesto cconciliador con el pro- sgrama mini mo del car- lismo, con la intencién de ha- cer realidad un posible enlace on su prima Isabel II. La bo- da dela reina de Espana con Francisco de Asis de Sorbén frustr6 ese proyecto y fue una Ge las causas del esallido de fa llamada por alguncs Segun- 4a Guerra Carista (1846. 1849) 0 Guerra dels Matiners. A pesar de sus intentos por pasar la frontera, nunca pudo Unirse a sus fuerzas que fue- ron derretadas finalmente, lo ‘que provocé una crisis que le llevariaa renunciar brevemen: tea sus derechos. En 1860, tras el frustrado levantamiento militar de San Carlos de la R&- pita, Carlos Luis fue capturado por fas fuerzasisabelinas y obligado a renunciar @ sus de- rechos, Murié al aia siguiente sin sucesion directa, y Borin (1820-1861) Princesa de les Dos Sicilia, ‘cantrajo matrimenio con ‘el conde de Montemolin en el Palacio Real de Caserta, en NNapoles, on 1850. De carée- ter décil, apoy6 las aspiracio- nes politicas de su marido, asistiendo al final de sus dias ala caida de la dinastia de los Borbones de los tronos de las Dos Sicilias y Parma, como consecuencia del proceso de ‘unidad italiano, ‘wan (iD de Borbén y Braganza (9822-1887) Conde de Montizén, Las dife- Tencias entre su esposa, tradi- cionalistacatdlica, y su pensa- Imiento, cada vez mas liberal, rmotiveron una discreta separa- cidn. Lingbista, deportista,in- cansable viajero, fue conocido en su tiempo por su amplia, cultura. En 1860 declaré abiertamente sus deseos de ‘ser reconocida como rey de Espaiia, aceptando el régimen constiticional. La princesa de Beira y otros destacados jafes carlisias le solicitaran que aceptara los principios trad Cionales 0 que abdicara en su hijo mayor. Don Juan se neg6 allo, raconociendio publics ‘mente a Isabel I res aos mas tarde, Tras una serie de frustradas inioatvas polttcas, abdicd en su hijo en 1868, luchando bajo sus banderas en fa cltima Guerra Carlista Maria Beatriz de Austia-Este (1824-1906) Archiduquesa de Austria, hija de Francisco IV, duque sobera- no de Médena, Regio y Mi randola, contrajo matrimonio en 1847 con el infante don Juan de Borbén. Su catoicis- ‘mo tradicional y sus opiniones contrarevolucionarias marca- ron su vida, centrada en la teducacién de sus hijos y en actividades benéficas. Escrito: ra incansable de literatura reli- iosa, se retiré al convento de manjas carmelitas de Graz (austria) Fernando de Borbon y Braganza (1824-1861) Infante de Espafa, vi vig la mayor parte de su Vida en el exilio|en di = palses eu- ropeos. Fil 2 su padre y a su hermano Carlos VI, participa en et tento ce San Carlos de la Ra pita. Las muertes de don Fer- hand, el | de enero de 1851 y, doce dias més tarde, de su hermano Carlos Luis y'su cu- fiada, provocaron rumores so bre un posible triple envene. rnamieato, pese al anuncio oft- cial de fllacimiento por tifus, Mar Dolores de Bortén 1 Austria-Este (1848-1908) Duque de Madkid, fue ‘uno de los monarcas mas popula- res de les caristas Con fa publi ‘cacién de su primer manifiesto, on 1869, comenzé una nueva aportuni- dad para las armas legitmis. tas. Tras una frustrada intento- na de alzamiento, intent6 con- far el movimiento al general Ram5n Cabrera, Ante la negati= va de éste, Cares VI} asumié la dlireccion en la Asamblea de Vevey. En 1872 estall6 una in- surreccidn en Navarayy el Pals Vasco que dio lugar a a ditima Guerra Carlsta que se extondia por otras regiones. La procla- ‘macidn del joven monarca Al- fonso XII y e reconacimiento por el Vaticano del nuevo réi ‘men canovistaafectaron 2 la causa carlista, que fue derrota- da por las amas en 1876. Car- Jas Vil abandond el pais y co- mmenz6 una serie de viajes por el munda hasta 18B5, en que decidioreasumir fa direccion del movimiento apoyar los in- tentos de reorganizacion de! marqués de Cerra, Margarita de (1847-1893) ortén-Parma Hija de For- ‘nando Car- los IM, du- ue de Par- ma, y dela princesa Lut sade Fran cia. Contrajo matrimonio con Carls Vil en 1867, organi- ena lanores de asistencia médica y beneficencia en el ‘campo carlsta durante la guo- fra de 1872-1876, por la que fue reconacida como “el ange ‘buen. Sufrié con coraje con- ‘inuas infidelidades matrimo- niales de su e5poso, lo que au- menté su popularidad entre las rmasas carlstas. Berta de Rohan-Guémenée (1860-1945) Ccontraja matrimonio con Car- los Vil en 1894, residiendo en €l palacio Loredan de Venecia Nurmerases earistas critcaren su influencia sobre el preten- dente, acusandola de provacar 1 alejamiento fisico del princi- ee don Jaime y su sotera, al regarse a favorecor su mar ‘mania con una princesa de sangre rel. ‘Afonso Carlos (1) de Borbén y Ausria-Este (1849-1836) Duque de San Jaime, fue of cial zuavo del ejéeito pontii- cio. Casado, desde 1871, con Ia infanta Mara de las Nieves de Braganza (1852-1941), asuinié la direcei6n de ls fuerzas legitimistas en el fren= te de Cataluna y el Maestrazeo durante [altima Guerra Car- lista, fa muerte de su sobri ro don Jaime, fue recanocido ‘como monarca por los carlis- tas, aceptando la participacion de las unidades de requetes ten el alzamianto del 18 de ju- Tio de 1936, Murié sin suce- si6n en septiembre de ese mismo afo, atropellado por un ‘camion en Viena. Jaime (i) de Borbén y Borbén (1870-1931) Educado t- idamente fen diversas academia militares de AM tustriay Ru EAM sia, fue of- B cial dal ofr cit zarsta, participando en ls guerras de China (1900) y ruso-japonesa (2903-1904). Cuando sucedié {su padre, hallé el movimiento catlista divide y demasiado él para intentar una nueva insurrecci6n, por lo que apaye Su participacin electoral y par- lamentaria en Espafa. Durante Ja | Guerra Mundial (1914 1918), el earismo se escindié en dos bandos: el jaimista, par- tidario de la neutalidad, y el ‘germanfilo, aaucillado por Vazquoz de Mella. El 6 de mar zade 1925, don jaime dio a conocer un manifesto eritco con la dictadura de Primo de Rivera, lo cual fragment aun mds la dbl unidad de los car lists, Antes de fallecersoltero ysin sucesion direct, firmé un pruderte manifesto ante la proclamacién de la Segunda Repubblica, aconsejando a sus fieles que ayudaran, sobre to- do, al mantenimiento del orden pablico Blanca de Borbén (1868-1949) Primogénita de Cari Vil, Ccontrajo matrimonio en 1889 con Leopolda Salvador de Habsburgo (1863-1931), ar- cchiduque de Austria-Toscana, ‘con el que tuvo diez hos. Ala extincién masculina de la i- nastia calista en 1936, tras la muerte de su to dan Alfonso Carlos |, en ella recaerian —se- zn sus partidarios~ los dere= Cchos de fa rama en Iitigio. ie Habsburgo y Borbon (1908-1953) ‘Archiduque de Austria, hije menor dela infanta dota Blan- 9, fue reco- nacido como heredero de los derechos dindsticos de la rama legti- ‘mista por aquellos carlisas (que no aceptaron la egencia ni la candidature de los Bor- bon-Parma, Contrajo matrimo- nia con Cristina Satzger de Balvanyos en 1938, con la {que tuvo dos hijas, Alejandra © lmnaculada, Javier (0 de Borbén-Parma y Braganza (1889-1977) Duque de Parma, casado on 1927 con Magdalena de Bor- bén-Bousset (1898-1984), asumié la regencia al fallecer on Alfonso Carlos | er 1936, adoptando un dificil equlibrio 8a favor de la oposicién mode- Fada y a la expectativa del ré- sgimen franquista. ras la I Guerra Mundial, don Javier in- tonto evitar Ia desunion entre las diversas familias calistas, ‘sumiendo la tituiaridad de los derechos dinésticos en 1957, 1 20 de abril de 1975 anun. Ci oficialmente eu abdicacién 2 favor de su hijo Carlos Hugo, pese a sus diferencias ideol6 Bias Duque de Parma, estu- di6 Ciencias conérnicas fen la Univer. Sidad de Ox- ford y Cien-

También podría gustarte