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20 cos vce signos en el que la voluntad se afirma y se autodes- ‘truye, ;no era ya acaso la tltima verdad del realismo balzaciano? Que las palabras no sean sino estados de la materia, gno es también el sueno de Flaubert 0 el de Proust? Borges no hace sino fccionalizar y teorizar el suefio de los “franceses”. Lleva solo hasta su con- secuencia radical su swedenborgismo o su schopen- hhauerismo inconsecuente. Pero la cosa también pue- dle decirse al revés: esta “inconsectencia” es la Iogica intrinseca de la literatura, Aquel que quiere escapar- se de ella no hace otra cosa que inscribir directamen- tw.en el libro el sueiio con su desfasaje que los dems administran gracias a la prictica de la escritura. Esto uiere decir que los fragmentos del mundo, steno de Dios, en el cual se disuelven las palabras, son siem- pre sélo aglomeraciones de palabras. Dusges eovsibe, ‘ni mds ni menos que Flaubert. Arranca a Bouvard ya PPécuchet desu pupitre comiin para hacer de cada tino el lector del otro. La reversibilidad inginita de las po- siciones es una manera de refutar a Flaubert. Es una manera de sofar a aquel que no queria ser sonado. Pero este suerio de Borges sonand a Flaubert es tam- bign el suefio de Flaubert. El eseritor ciego que quiere devolverle la literatura ala epopeya o al mito, a costa de hacer del mundo el sueno de Dios, gque otra cosa seria sino ese “instrumento ciego” del que hablaba Flaubert, “organo de Dios por el cual se probaba asi mismo”? Si Borges tiene raz6n en contra de Flaubert, esto quiere decir también que Borges es s6lo tn sue fio de Flaubert. Probablemente no todos los cretenses sean mentirosos, Pera ningtin escrtor escapa ala con. dliciGn de a eseritura, La verdad por la ventana. Verdad literaria, verdad freudiana De golpe a ventana se abe por st misma y, ‘ara mi gran terror ‘veo que sobre el ran nogal frente ala ‘ventana, sti sentados varios lbs blancos. Habis Una ventana: la verdad entra. Tres grandes rasgos la eetalan de inmediato. En primer lugar, enten por sorpresa. Como aguello que no Se esperaba, aquello fen lo cual no se pensaba, aquello que casa miedo: lo contrario, entonces, dela que los fil6sofos ensefaban ‘a buscar con método o ascesis, Ia verdad que se con- templaba al término de una ascensién, la luz inma terial slumtinando el mundo sensible. En segundo hi- ‘ga, Se presenta bajo el rasgo de lo fabuloso: e lobo de. Tos cuentos, producto dela fantasfa y del miedo, tanto ‘mis terrorifico por cuanto su presencia en las historias ‘excede los encuentros que se tienen en la realidad. En tercer lugar es del orden del niimero. Pero éste ya no ‘es el nsimero de oro de los amigos antiguos de la ver~ dad, la proporcién geomeétrica que sometia Io sensible lo inconmensurable de la relacén inteligible. Es, por ‘el contrari, la vulgar adicién aritmética. Habia seis 0 Siete: el nimero tiene tn sentido, e incluso la incerti= 20 eis dumbre sobre el nero, el hecho de que haya en la ‘cuenta uno que esté de mas o de menos. Es asi como la verdad entré en el cuarto de EI hom lve de los lobus.® Auin es necesario saber reconocer el ‘modo segiin el cual aquella esti presente. Para eso, nos dice Freud, hay que seguir dos reglas esenciales: fen primer lugar, tomar cada elemento de esta presen- cia inmediata por el equivalente de una realidad dis- tante, En segundo lugar, tomar cada uno de ellos por cl sustituto ce su contratio. El abuelo habia leido poco antes una historia de lobos, la hermana se habia di- ‘vertido poniendo bajo los ojos de st miedoso herma- no el lobo de Caperucita rja. Pero si estan es0s Lobos, listos para explicar simplemente el suefio, es que hay ‘otro, més antiguo, més soterrado: otro lobo de cuento ‘que es el verdadero, y al cual los dos primeros deben ‘eultar. Los lobos son siete: lo son por los siete cabri= tos que amenaza un tinico lobo. Son blancos: lo son por los carneros que cuidan los perros pastores que se parecen a los lobos, de los que son enemigos. Estan inméviles sobre el érbol. Eso quiere decir que estan ‘en movimiento. Observan fijamenteal durmiente. Eso uiere decir que es él quien ha mirado en otro tiem- po ~pero no en otto tiempo, hay que fechar: era a la fedad precisa de un aito y medio, y probablemente ha- cia las cinco dela tarde~al lobo-padre desencadenado tomando a la madre a tergo ‘Asi vala verdad. A quien encuentre extraio su ca- mino, Freud y sus herederos responderdn que el he- ‘5 [exp Das Completa, XVI: "Del historia de wn new ross infin” ono“ Hombre de os lo"), yrs eas (1917 1319), Buenos Aires- Madrid, Amorrort, 1985.) cho de ser extrafio no le impide existir y probar su fexstencia por la marca més incontestable, Ia forma nueva dea adecuaciGn del espirtu y de la cosa, 0 sea el suftimiento, ‘A pesar de todo, alguna vez debe invertrse el ar- _gumento: exist no impide ser extrafio. Que la ver- ddad entre porla ventana en lugar de que se deba subir hasta ella, que sea completamente material y entera- :mente dada por la fabulaci6n, que consista en aconte- cimientos sensibles y que es0s acontecimientos sen- sibles sean entoramente intligibles, pero inteligibles ‘ condicién de tomar cada uno de sus componentes ‘8 contrapié, que su posesién se atestigtie no por el {g020 sino por el sufrimiento, todo eso puede existi To exal no impide preguntarse cémo es eso simple- ‘mente pensable. ‘Lo que presenta un desafioal pensamientoes esen- Galmente Ia conjuneién de dos cosas: la verdad surge ‘como tina fractura radical que desarticula lo ordinario de las causas, y sin embargo las formas de esta fractu- 1a se encuentran substimidas bajo tna logica asegura- dda de encadenamientos causales. Se diré que reemplazar las causalidades fantésti- ‘cas por los verdaderos encadenamientos causales es el ‘trabajo ordinario de la ciencia, Sin embargo, es impo- sible transfer simplemente en provecho dela verdad ‘HRBReerTe se Hee a ET tierra gira a pesar de Aristteles y las causas ocultas, Pues la batalla de la ciencia freuciana se libra en fren- tes invertidos. Los descendientes de Galileo se ponen muy de acuerto, en es0s aos, para dareaza alas cau sas ocultas: destituyen las causas metafisicas en pro- vecho de las leyes fisieas, as viejas historias de la psi- m cos Race {que en provecho de los reflejos fisiolbgicas, la verdad fen provecho de la ciencia. Verdades que entran por las ventanas, pensamientos ocultos que enferman los ‘miembros, no tienen nada que hacer: “cuentos de ha- das", dice el benevolente profesor Kraft-Ebbing. Es conta ellos que funciona en primer lugar el “eso no le impide existir”. Esa sus leyes que Freud opone es- tas causas que s6lo las “fantasias” de los cuentos y de los suerios revelan, por el desvio mismo de sit disi- ‘mulacién, La verdad que él reivindica es la verdad de las historias, una cierta verdad de las historias que es también una verdad por la ventana. Una historia en una ventana: asi podria resumirse cl caso del hombre de los lobos. Una ventana es una estructura determinada, una relacion de cuatro té ‘minos: un adentro y un afuera, un encadenamiento y ‘una interrupci6n. Esta rlacién es de doble sentido: el fuera puede valer como lo real opuesto ala clausura sobre si del adentro, pero también el adentro como el hic et nune opuesto a los espejismos de la huida hacia el afuera. La particion espacial reversible es también tun corte temporal ambivalente que conecta © desco- recta: al pasar por la ventana, el sentido circula 0 se paraliza Estas ventanas, doncle se mezcla la particién del adeniro y del afuera, del suefo y de la realidad, del ppasaje y del blogueo,no son totalmente inéditas, Pues las novelas del siglo en cuyo final nace el hombre de Jos lobos, han hecho ya un gran uso de ellas: venta- nas balzacianas a través de las cuales el sofador en su buhardilla 0 el paseante curioso retienen furtiva- ‘mente un retablo donde delinean la figura de la vir- igen amadia y tallan el escenario de su deseo (Lina do- me sea ta am ‘le familia, La casa del gato jugando pelota™); ventanas flaubertianas abiertas sobre espectaculos indiferentes “s6rdido rio de tintoreros, vainas de porotos voltea- {das por el viento es decir sobre esa gran pasividad de las cosas cuya irrupeidn se transforma en amor sin raz6n (Madame Bovary); vitrinas del Paraiso de las da- mas de Zola donde las cascadas del blanco y el fuego de los colores celebran el culto de la divinidad feme- rina, ete Sin dudas la verdad que pasa por las ventanas dle El hombre de los lobos se presenta como la verdad “arcaica” del cuento, la verdad sin tiempo del miedo que esconde el lobo, tal como la resttuyen los pro- cedimientos reglados de la interpretacién. bre de una verdad que es en primer lugar destrucién dela verosimilituc una verdad no veri = Cant Baten, Ls Bes its 9 a Par Ama er, palates ico Rte “Destrucci6n de la verosimilitud” es una expre- sidn que puede llevar a confusién, Se la entiende con frecuencia como simple destruccién de sus obligacio- nes y de sus e6digos, EInuevo escritor seria aquel que puede hacer todo, el narrador en libertad susceptible dle vincular no importa qué causa con no importa qué efecto oausencia de efecto. Esa es la fantasia que Hegel descubre y estigmatiza en los relatos sin pies ni cabe- za de Jean-Paul, Es incluso la que algunos saludan en Hoffmann 0 la que Jensen promweve para desespera- cidn de Freud. EI “fantasioso” es aquél que toma la “fantasia” 0 sea Ia indistineién de la vida ordinaria yy loextraordinario del suefio- como un juego que do- mina vountad. En la Gradiou, Jensen se contenta con, que el reencuentro de Norbert Hanold con la sobrevi- viente de las eenizas de Pompeya no sea més que una supercheria montada por la traviesa Zoé, es decir en dlefnitiva por el creador que ha imaginado a uno y a otra. Elsistema de las verosimilituces parece enton- cvs ceder ol lugar a un puro contrato técito entre el fa- blacor y aquellos que consienten en jugar sa juego. Pero este suefio de libre contrato que suplanta la lgica de las verosimilitudes no tiene la radicalidad de la revolucién literaria. Se mantiene dependiente ‘miento. Es la condicién de la ciencia y de la meedicina nuevas que deben oponet las exigencias y los rodeos pparadojales del deseo a la eatéstrofe o ala dimision de Ta voluntad. Por lo demas, la empresa del méelico Freud en> ‘cuentra su paralelo en el seno de la literatura. Es en {© Sigmund Feud, Neleoncede lo psychanalyse ern ‘PUR, 1956, . 250 esp: Cartas ile Fis, Buena A *Madeid, Amerrort, 2008] © G, Flaubert, carta a Maxime du Camp, mayo UO, 48 CCornspondanc, Toop cit 284 20 eats Ree efecto el mismo principio que guia al escritor ~y en- fermo- Marcel Proust: la curacién del sufrimiento schopenhaueriano de los encadenamientos engaio- 506 de la representacion es al precio de la realidad de tun acontecimiento de verdad, un acontecimiento he- terogéneo al orden de las representaciones que pasa corrientemente como realidad, sustraido al tiempo de cesta realidad, pero también un acontecimiento que se ‘impone por fractura en su lenguaje propio, un lengua- je que exige ser traducido. Un acontecimiento cuya prueba se hace 2 contrario: en Freud, por la contra icei6n que hace significar por cada término su con- ‘rari blanco por negro, lobo por cabrito, espectador por especticulo, repugnancia manifiesta por deseo escondido; en Proust, por la absoluta insignificancia del tintineo metilco, de la ropa rigida y ajada, o de olor insulso, que abre el tesora de una “vida espiri- tual”. La verdad se gana al reconvertr los especticu- Jos indiferentes en signos que marcan la heterogenci- ddad del acontecimiento. Se gana al enfrentar contra la palabra de la nada una palabra inscrta en las cosas, accesible por el juego de los contratios. Ast el acon tecimiento proustiano respond al no-aconteciiento flaubertiano por una flexidn fnfima y decisiva de la relacign de lo signifcante y lo indiferente. Es porque €ltintineo del tenedor o la sensacién del pliegue aja- do de la servilleta son todavia més "insignificantes” {que la visita al burdel de la Turca que son jeroglficos incontestables de lo verdadero que nos hacen saltar fuera de la indiferencia igual de Ia representaciones y abren una cadena de escritura heterogenea, la cadena de oro de esta vida verdaderamente vivida que se la- rma “Titeratra” Freud no ataca aun partido literario tan fuerte. Mis que con los campeones de una verdad indisce bie de lo falso de la vida, se mete con los “ingenuos’ de Ia fantasia, con los que creen, como Jensen, que el ‘escritor inventa libremente las inverosimilitudes que ‘aracterizan las actitudes y los pensamientos de sus personajes. Pero aplica la misma estrategia de atacar por Ia retaguardia. Atrapa la “fantasia” del escritor fen su punto aparentemente mas extremo: os suetios cde su personaje de ficeidn. Jensen adopta la pose del ‘mago que reenvia el fantasma dl personae a la sim- ple realidad prosaica-la dela ventana de enfrente que los sofadores de mundos desaparecidos, por defini ‘ign, no ven, Pero el presunto fantasioso ignora que hay tna cosa cuya fantasia no se inventa, a saber: 1 suefio, Un suefio de cuatro lineas, una historia de un lagarto tomado por el cuello, una frase incongruente sobre un método de zoslogo, un colega transformado en sna colega, y la verdad se anuncia: Norbert no es ‘un sofador tonto al que lleva de la punta de la nariz “segin el céleulo de tn autor hibil- la malicia de una joven miyjer que tiene los pies bien puestos en la tie- 1a, Es un enamorado que no quiere confesarse que no hha dejado de amar a su pequena camarada de juegos 'y enmascara este amor bajo su fantasma de jovencita pompeyana que renace milagrosamente de las cenizas de la ciudad y de la frialdad del mérmol. La verdad se recorta de su indistincin con lo falso porque ha habido un acontecimiento. Se recorta por {que hay una via regia hacia el acontecimiento, aquella donde la “fantasia” se encuentra excedida por un ele- ‘mento real que no depende de la intencién de nadie. Ha habido acontecimiento y existe una cadena causal 22. oso vce ligada a este acontecimiento. Existe, en Proust, la ale~ gria de la ruptura experimentada con lo ordinario de Tas asociaciones (la “cadena de las expresiones inexac- tas”) y Ia posibilidad de encadenar el acontecimiento en un texto de verdad. Existe, en Freud, la posbilidad dle reencontrar el acontecimiento a través del encade- namiento de sus efectos y de hacer efecto catértico de este descubrimiento. La “verdad literaria” puede ast ser sustraida de su entropia nihilist,reconducida 2 su origen: esta verdad inscripta con signos eroglifcos cen Ia carne de las cosas y reveladora de una historia, El acontecimiento, entonces, no es solamente la rup- tura con las verosimilitudes causales de la representa én. Define un orden causal propio. A condicién, por ‘supuesto, de ser reconocido a través de los juegos de su retdrica propia (Freud) o traducido en la escritura adecuada de la cadena de metiforas (Proust). Pero el pproblema reaparece entonces bajo una figura nueva’ In heterogeneidad del acontecimiento de verdad no se deja poscer mis que a través de la homogeneidad de un orden propio de verosimilitudes, de encadena- ‘mientos predecibles. Para escapara la insignificancia, lo verdadero debe pues anudar una alianza nueva con la verosimilitud, {2Lo verdadero es verosimil? He alli un viejo pro- blema que ha conocido soluciones miltiples: Platon ‘oponia el éxtasis de lo verdadero alas estratogias re- AGricas de Ia verosimilitud; Arist6teles afirmaba que lo verdadero podia y debia ser puesto en las formas dela verosimilitud que permiten reconocerlo; la pos- ticaeldsica ordenaba rechazar lo verdadero ali donde no es verosimil a verdad litearia disolvia la verosi- militud, en provecho ya de la escritura material de lo verdadero, ya del ritmo que lo volviaequivalente @ In falbedad de la vida. Para restablecer la verdad lit raria, el psicoanalsta, como el esritor, debe uni d nuevo la marca heterogénea de lo verdadero a las pre Uecibilidades de la verosimiliud. Debe instaurar Circuito de a verdad donde el acontecimiento dria Ia interpretaion pero, acambio, ea también dirigklo porella ‘Alli est el micleo de la difcultad. Qué es inter pretar lo heterogéneo del acontecimiento? Hl Eimiento de la verdad proustiana debe se tah en encadenamiento estilistico andlogo al enn miento de las leyes de la cienia: “ua verdad no tmerzaré sino en el momento en que el esrior tom dos objtos diferentes, ponga su relacién ansloga ef fel mundo del arte con a que es a telacion dine ale Ia ley causal en el mundo de a cendia,y las enclett on los eslabones de un bello estilo." Pero la equiva cia de los eslabones del estilo y de as eyes de ee tia sigue send la metfora engafiosa que respond ts cierto, a otra metafora engafiosa: adel ibn "ny- preso” en el esprit por el choque de la sens [Er sensacion golpea con seguridad, pero no esrb sino por metitora. ¥no hay cadena propia dela up fanias de lo verdadero. Las epifanias no sentido ms que porque su “verdad” ocurte sb eh ‘modo arstotdico de la paradoja, como la conse Gia y a contradiccién del camino donde se extravia tl narracor buscando el arte alli donde no esa it ‘verdadero no ocurze sino ala manera arate 4 ‘GML Proust Ae Recorhe dr tomps pet Ma [eesps En base del temp pedo, Madr AANA Ea es Race los encadenamientos paradojales de la verosimilitud sorprencida, La nueva légica de la marca heterogénea debe ser duplicada por la légica clésica de la travesia de las ilusiones. La verdad literaria se recorta del nihi- lismo al precio de ser una doble verdad: la del proceso ylade aquello que lo interrumpe. Elacontecimiento y su cadena permanecen separados, unidos solamente Por el arco iris de la metafora, 5 Ja misma tension que anima la verdad freudia- na como verdad interpretable del acontecimiento. Ella ce la que se manifesta en el desciframiento de la re- torica del sueio, Siel blanco vale por el negro, el lobo por el perro, el cabrito por el lobo, o la repuignancia por el deseo, es porque el lenguaje del suenio no es interpretable més que como lenguaje de las verosimi- litudes de lo heterogéneo. Por una parte, el sueio es interpretable porque procede por desplazamientos y condensaciones, por lo tanto a la manera del orador aristotélico que ordiena conscientemente los efectos de verosimilitud de su discurso. Por otra, condensa- ciones y desplazamientos no significan la pauta de lo verdadero ~de lo heterogéneo- sino a condicién de tomar la figura del encadenamiento signifcante que dice lo contrario de aquello que parece decir. Pero lo {quella interpretaciGn descifra es siempre el juego de la fantasia. ;COmo este juego puede comprobar Ia reali= dad del acontecimiento que, por si solo, comprucba «cambio la cadena “fantastica” como cadena de los cfectos dela verdad? Alli se encuentra una de las apuestas principales de la polémica con Jung. La euestin no reside slo fen preservar la etiologia sexual contra las reinterpre= taciones espiritualistas. Se trata, mas radicalmente, de saber cémo la verdad puede marchar sobre los dos pies del acontecimiento y Ia interpretacion. ¢La cade ra de Ia interpretacién puede ser la cadena verosimil de la verdad? jLa verdad no es en siltima instancia lo ininterpretable? Pero si la verdad es lo ininterpreta bie del acontecimiento, la promesa del deseo -y el de seo de la ciencia nueva no escapa ala légica nihil tae la voluntad que no quiere nada, de la voluntad «que indiferentiza sus efectos. Ala inversa, sila verdad std garantizada por la interpretacion, es la claridad dl fantasma descifrado la que cuenta: la claridad Jo que Ia humanidad suena de siglo en siglo y expre sa desde la noche de los tiempos en el doble sentido dle las palabras y en la equivalencia de las escenas Vi ‘vidas por cada individuo y de los cuentos que éste se dice asf mismo, semejante a los de la especie. 1a verdad que pasa por la ventana de El hombre ite los lobos puede escapar la alternativa? Aquella e legible porque cada término vale alll por sti contra rio. El juego de los contrarios ws el de las nuevas ve rosimilituces que vuelven visible la verdad que acta en los euerpos. Resta saber qué se presta a la let fen esta escena de un suefo infantil relatado por un ‘dulto: el trabajo de la fantasia o el impacto del jean tecimiento. Freud deja la cuestion en tun extra sie ppenso, Algunos afios después de haber afirmado que la afirmacién de la verdad de la escena primitiva es Ia piiedra de toque que separa a los verdaderos palein halistas, reabre la duda: no es necesario, después de toda, stponer que elnino de un afo y medio haya ol servado el coito parental. Basta con que el niio le tres nos y medio haya observado el coite de los periin ¥ !asociado esta observacion con el recuerdo de mane mec taciones normales de ternura entre sus padres. Eso no cambia en nada el fondo de la cuestin, afirma Freud. ePuede creerlo seriamente? Sin duda no cambia en nada a la cuestion ya superada de saber si las “fanta- sias” dependen de una etiologia sexual o reproducen, ‘como querria Jung, los grandes simbolos del destino Jhumano. Pero eso cambia totalmente el pensamien- to de Ia etiologia misma. Eso transforma el aconteci- ‘miento-origen en elemento de una cadena asociativa {que funciona por metaforizaciin y retroaccién, Dos acontecimientos en lugar de uno, lo que también pro- ‘duce dos verdades en lugar de una sola Asi vuelve a ponerse el problema en escena: 2s¢ ‘puede afirmar al mismo tiempo la verdad del aconte- ‘imiento heterogéneo y Ia lectura de las verosimilitu- ‘des del fantasma? ;Se puede escapar al nihilismo dela verdad insignificante y de la voluntad que no quiere nada de otro modo que no sea leyendo en las huellas del acontecimiento a verdad sin tiempo de los simbo- los? La verdad freudiana debe trazar su camino entre el océano del sinsentido y el océano de los simbolos. ‘Puede hacerlo sin ser, como a del novelist, una do: Die verdad, separada de si misma en el punto preciso dlonde la interpretacion debe estrechar su nudo sobre ‘elacontecimiento? El historiador, la literatura y el género biografico La biografia ests de regreso en la ciencia hist6rica Después del largo periodo de sospecha iniciado por la escuela de los Anales, Ios historiadores cientficos [ver] le hacen justicia de nuevo y, durante los tltimos. freinta aitos, un buen nimero de ellos le han consa- grado su energia, Este nuevo favor esté acompaitado ‘de diversas justificaciones que establecen la legitimi- ‘dad del género entre los trabajos de la historia erudita Pero al plantear que es legitimo para un cientifico de- dicarse también al género del relato de vida, estos ar~ jjumentos esquivan el fondo del problema. En efecto podria plantearse que la préctica del “relato de vida”, lejos de ser un afiadico a los austeros procedimientos de la ciencia hist6rica, nos brinda el corazén mismo ide su rocionalidad. Esa es, al menos, la hipdtesis que yo quetria sostener. Patiré para eso de un breve texto ‘xtraido de una biografia redactada por un eminente historiador francés: Guillermo el Mariscal, de Georges. Duby. He aqui cémo éste, al comienzo del libro, nos ‘cuenta los preparativos de la muerte cel mariscal: 117 de marzo est en Londees y desde all, “balan dd cons dolor, aleanza la Torce de Londees, como pra acurrcarse detrs de los muros del viejo neue pio teal. Se acuesta, La Cuazesma apenas ha empe- nd Se purse desear un mejor erpo para sufi Seeptar su mal, soportario como remision de sus fal:

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