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Universidad Nacional Experimental de Guayana

Proyecto de Carrera: Contaduría Pública y Ciencias Fiscales

Asignatura: Desarrollo Humano

Ensayo

EL CEREBRO TRIUNO

Profesor: Realizado por:

Yonardo Sanchez Bolívar Mari Elitza-28.667.012

yonardosanchez@gmail.com Contaduría Pública.

García Yorgelis-

Ciencias Fiscales.

Ciudad Guayana, Octubre – 2021


El «cerebro triúnico» o «cerebro triuno» es un modelo propuesto por Paul
MacLean para explicar la organización del cerebro humano, la existencia de
sistemas contradictorios o al menos alternativos en nuestro comportamiento y la
influencia de la evolución como elemento organizador. MacLean sugirió esta idea
en los años sesenta del siglo XX y la desarrolló en su libro The Triune Brain in
Evolution (1990). Para MacLean nuestro cráneo no aloja un cerebro sino tres, que
operan como «tres ordenadores biológicos interconectados, cada uno con su
propia inteligencia, su propia subjetividad, su propio sentido del tiempo y su
propia memoria». Los tres cerebros son el complejo reptiliano, el sistema límbico y
la neocorteza. Veamos las características de las tres estructuras:

El cerebro reptiliano, también llamado complejo-R para disimular ese nombre


ridículo, estaría formado básicamente por los ganglios basales, el tronco del
encéfalo y el cerebelo. Según los que defienden este mito es un cerebro primitivo,
que controla comportamientos instintivos y que se centra en las actividades más
básicas de la supervivencia incluidas la agresividad, la dominación, la
territorialidad y los rituales. El cerebro reptiliano estaría lleno de memorias
ancestrales y controlaría las funciones autonómicas (respiración y latido cardíaco),
el equilibrio y el movimiento muscular. Sus respuestas son directas, reflejas,
instintivas.

La segunda «capa», el segundo cerebro, es el sistema límbico, un término también


introducido por MacLean que ha tenido un enorme éxito. También se conoce como
el «cerebro paleomamífero» y sería el responsable de las emociones, un sistema
basado en un sistema de evasión (sensaciones desagradables como el dolor) y
atracción (sensaciones agradables como el placer). Partes clave del sistema límbico
serían la amígdala, el septo, el hipotálamo, la corteza del cíngulo y el hipocampo. El
cerebro paleomamífero sería el responsable de la motivación y la emoción que
sentimos al alimentarnos, al reproducirnos y en el comportamiento parental.
La tercera estructura superpuesta es el cerebro moderno de mamífero,
neomamífero o neocorteza. Es característico de los mamíferos más evolucionados,
de nosotros los primates, y es responsable del pensamiento avanzado, la razón, el
habla, la planificación, la abstracción, la percepción y lo que en general llamamos
funciones superiores.

El modelo del cerebro triuno considera, por tanto, que nuestro cerebro humano es
el resultado de un proceso estratigráfico, de suma de capas sucesivas: el cerebro
instintivo reptiliano, el más profundo y primitivo; al que se superpone un cerebro
emocional e intermedio y, sobre ese, se deposita un cerebro racional y moderno. La
realidad es que ningún estudio consigue separar la emoción y la racionalidad de
una forma clara, están íntimamente interrelacionadas en nuestra organización
cerebral y en nuestro funcionamiento mental. Por otro lado, la idea de una
aparición de estructuras nuevas y complejas en un proceso de acreción sucesiva es
contraria a todo lo que sabemos sobre la evolución que, en realidad, funciona
reorganizando los circuitos existentes y, en todo caso, dotándolos de mayor
complejidad y asumiendo nuevas funciones

La idea del cerebro triúnico es considerada una patochada por todos los
neurocientíficos pero, en particular, por los que más tienen que decir al respecto:
los que investigan la neuroanatomía comparada. Los ganglios basales, que forman
la parte del león del complejo reptiliano de MacLean, comprenden una parte
mucho menor del telencéfalo de los reptiles, existen en todos los grupos de
vertebrados y no son, por tanto, estructuras asociadas a este grupo de vertebrados
con escamas sino que están presentes en los antecesores de los vertebrados, mucho
más primitivos. Del mismo modo, las estructuras del sistema límbico que según
MacLean surgirían con los primeros mamíferos se sabe ahora que están presentes
en otros grupos de vertebrados y que características definitorias de este segundo
«cerebro» como el cuidado de las crías se presentan también en otros grupos como
aves o peces. Finalmente lo mismo es cierto con la neocorteza, cuyos primeros
rudimentos están en los mamíferos más tempranos y aunque otros vertebrados no
presentan estructuras con la característica laminación en seis capas, sí presentan
áreas homólogas. El telencéfalo de las aves, por ejemplo, forma conexiones con
otras estructuras telencefálicas similares a las que hace el neocórtex y se encarga de
funciones teóricamente «neomamíferas» como el aprendizaje y la memoria, la
toma de decisiones, el control motor o el pensamiento conceptual. Hemos visto
aves utilizando herramientas para sacar insectos de un hueco, añadiendo agua a
una probeta para que flote una semilla y podérsela comer o recordando las caras de
las personas que los persiguieron. Esas capacidades de planificación y aprendizaje
entrarían según el modelo de MacLean dentro del ámbito último, neomamífero,
pero resulta que las aves presentan ya esa capacidad. Las únicas virtudes del
modelo del cerebro triuno son su sencillez y su facilidad, pero es simplemente un
modelo erróneo, sencillo y fácil.

Otro punto importante a recordar es que la evolución no funciona como una hilera
de seres que se van sucediendo unos a otros, en el caso de la evolución humana
cada vez menos encorvados y con más cosas en la mano. Todas las especies
actuales, por decirlo de una manera clara, tenemos la misma edad. Como muy bien
dice Juan Ignacio Pérez «Todos los seres vivos retrotraemos nuestro linaje hasta
las primeras formas de vida que aparecieron sobre la faz de la Tierra y fueron
capaces de dejar descendencia tras de sí generación tras generación. Todos somos
herederos de aquellas formas y, por lo tanto, todos los linajes, sean del reino que
sean, del filo que sean o de la familia o género que sean, tienen la misma
antigüedad, tanta como la vida terrestre tiene».

Curiosamente, la idea del cerebro reptiliano ha aterrizado en un mundo alejado del


de la ciencia: los tribunales de justicia. Hay un conjunto de técnicas para litigar que
se conocen como la estrategia del reptil. Los estudiosos del debate jurídico explican
que estas metodologías legales buscan apelar al cerebro reptiliano de jueces y
jurados «pulsando el botón del miedo». Según Keenan y Ball, cuando el Reptil ve
un peligro para su supervivencia, incluso uno pequeño, protege sus genes, y exige a
todo el mundo a su alrededor que le proteja a él y a la

comunidad.  El concepto de comunidad es


importante, porque es enormemente flexible, lo que es útil en un proceso legal. El
sistema es muy básico: generar una sensación de peligro que ponga a los jurados en
modo «supervivencia»: el demandado, aunque es posible que no haya hecho nada,
pudo causar un enorme peligro. En segundo lugar mostrar que el peligro afecta a
toda la comunidad, incluyendo el jurado, su familia y sus amigos. Por lo tanto el
jurado ya no es un observador independiente sino una posible víctima de la acción
del acusado, tanto él como sus seres queridos. En tercer lugar, argumentar que una
enorme compensación económica es el único sistema de protección de la
comunidad. Algunos autores calculan que la teoría del reptil ha conseguido unas
compensaciones muy superiores a las estimadas como sensatas, un exceso de más
de 7.500 millones de euros desde 2008, y en las escuelas de práctica jurídica se
enseña cómo aprovecharla y cómo desmontarla. Ya lo dijo el biólogo David
Attenborough «A veces vemos a los reptiles como primitivos, sosos y lerdos. De
hecho pueden ser letalmente rápidos, espectacularmente bellos,
sorprendentemente cariñosos y muy sofisticados». Y esos sí que tienen un cerebro
reptiliano.
 

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