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El gobierno del ser vivo: Michel Foucault – Resumen

Leidy M. Laguado Payán


En este capítulo del libro Introducción a la biopolítica se describe el desarrollo
en el tiempo que el filósofo político Michel Foucault tuvo en el uso y análisis del
concepto de biopolítica. Esto se divide en tres momentos distintos que pasarán
a ser expuestos en orden cronológico.
El primero momento ocurre en 1976, cuando Foucault introduce de manera
sistemática el concepto de biopolítica, en sus conferencias en el Collège de
France y en el libro la voluntad de saber. Aquí se propone al “biopoder” como
una contraposición al tradicional poder de soberanía, pues, para Foucault, el
último es un poder basado en “deducciones”, que en otras palabras son
restricciones y enajenaciones de bienes, servicios y en, casos extremos, hasta
de la vida de los súbditos; mientras que, por otro lado, gracias al aumento de la
producción industrial y agrícola del siglo XVIII, así como al creciente saber
científico y médico sobre el cuerpo humano, se acabó por engendrar una forma
de poder cuyo objetivo es administrar, asegurar, desarrollar y gestionar la vida.
Esta forma era el biopoder.
De tal modo que se plantea una dicotomía en entre un poder de soberanía que
“hace morir y deja vivir” y un biopoder que “hace vivir y deja morir”. Y el poder
represivo sobre la muerte acaba por subordinarse a un poder sobre la vida, el
cual se dirigía a los seres humanos en general y no solo a sujetos de derecho
como en el poder soberano.
El filósofo político distingue “dos ejes en los cuales se desarrolla toda la
tecnología política de la vida”, la disciplina del cuerpo del individuo y la
regularización de la población. Todo comienza con el primer eje, el cual se
centra en el adiestramiento y vigilancia del cuerpo individual, es una tecnología
política, llamada disciplinaria, que logra, a diferencia de formas de dominio
anteriores como la servidumbre y la esclavitud, el fortalecimiento del cuerpo
para propósitos económicos y su avasallamiento en los aspectos que interesan
a los propósitos políticos. Luego, en la segunda mitad del siglo XVIII, comienza
a tomar fuerza una tecnología política que, en vez de centrarse en el individuo,
se centra en los cuerpos colectivos de población, entendidos como entidades
biológicas que se entienden por sus procesos y procesos, como la tasa de
natalidad, la esperanza de vida, la producción de riquezas y su circulación; es
denominada por este autor como “tecnología de seguridad” y su fin es controlar
susodichos procesos que pueden generar problemas inherentes a la
convivencia de grupos humanos, logrando algo así como una homeóstasis o
equilibrio interno del cuerpo social.
La tecnología disciplinaria acabó asociándose a las instituciones y campos de
acción sociales como el ejército, la cárcel, la escuela y el hospital, mientras que
la tecnología de seguridad se practicó en ámbitos más restringidos al estado,
pues se basaba sobretodo en la recolección de datos demográficos a cerca de
los procesos ya mencionados de los cuerpos sociales. Sim embargo Foucault
advierte que estas formas del biopoder no están tajantemente separadas sino
que constituyen “dos polos de desarrollo enlazados por todo un haz intermedio
de relaciones”. Individuo y masa son, pues con lados complementarios de una
tecnología que busca el control tanto del cuerpo humano como la de la especia
humana. De tal modo que se pueden encontrar ejemplos como el de la policía
o el de las cárceles, que operan como instituciones disciplinarias al mismo
tiempo que hacen parte del Estado dependen de su planificación y
administración.
Los vínculos o acoplamientos de estas dos formas de poder son llamados por
Foucault como “dispositivos”. El dispositivo más destacado por este autor es la
sexualidad y, según este, es la que funge como “bisagra” entre ambas
tecnologías políticas, debido a que sus efectos llegan tanto al nivel micro del
cuerpo, en forma de comportamientos individuales guiados por motivaciones
sexuales, como al nivel macro de la población, en forma operaciones políticas,
intervenciones económicas y campañas ideológicas de moralización o
responsabilización en cuanto a los asuntos atenientes a la sexualidad.
Luego se pasa a la segunda concepción de biopolítica precedida de una
introducción necesaria para dejar en claro que, paradójicamente, el soberano
derecho sobre la muerte no desaparece sino que termina tomando una forma
distinta, la cual se debe a la mayor ocupación sobre las autoridades políticas
sobre los asunto atenientes a la prolongación y protección de la vida, los cuales
se pueden declarar como amenazados por grupos con diferencias como,
principalmente, la raza, a los cuales hay que exterminar para defender la vida
del grupo propio.
Con lo anterior anticipamos el concepto del biopoder traslada su punto de
partida en la obra de Foucault a los problemas derivados del racismo, el cual es
entendido como un “corte de lo que debe vivir y lo que debe morir”. Esta
diferenciación parte, en primera instancia, de un concepto de “raza” aún no
biológico, sino fundamentado en diferencias histórico-políticos de los grupos,
los cuales sostienen que la sociedad se divide en dos grupos enemigos que
conviven sin mezclarse y que se distinguen claramente uno del otro a razón de
su origen geográfico, la lengua y la religión.
Ente discurso experimento en el siglo XIX dos “transcripciones”. La primera es
una “francamente biológica” que se apoya, incluso antes de Darwin, en
elementos de una anatomía y fisiología materialistas, que considera los
conflictos sociales entre estas “razas” como “luchas por la existencia” y las
analiza según un esquema evolutivo. La segunda transcripción interpreta la
“lucha de razas” como una lucha de clases y se investiga del punto de vista de
la dialéctica. Para el autor francés estas reformulaciones de las “luchas de
razas” desembocan en un discurso biológico-social que se diferencia del
modelo histórico-político en la introducción del modelo evolucionario-biológico
de la lucha por la vida. Es a partir de lo anterior que se desarrolla una
tecnología del biopoder que justifica el matar en pos de la vida, pues se arguye
que hay vidas que merecen ser vividas y otras no que lo merecen al ser
“accidentes” o “déficits” que denigran el concepto general de vida.
Empero, de este discurso de “razas” buenas y mala o vidas que merecen o no
merecen ser vividas se deriva el anhelo de una sociedad biológicamente
monista, homogénea, perspectiva opuesta a la de “lucha de razas”, pues el
enemigo no está afuera, sino adentro. Ello resulta en un racismo que una
sociedad se ejerce así misma, “un racismo interno, de la purificación
permanente, que será una de las dimensiones fundamentales de la
normalización social” (junto con la ya mentada sexualidad). Lo anterior conlleva
en el siglo XX la adaptación de estos discursos en la Alemania Nazi y la Rusia
Soviética de formas diferenciadas, la primera desde un enfoque imperialista y
supremacista, la segunda desde un enfoque médico y de orden público.
Se mencionan después los reproches que se le pueden hacer al análisis del
Foucault y las ventajas que ofrecen, especialmente que no comprende al
racismo como una construcción ideológica, ni como situación de excepción o
como respuesta a crisis sociales, sino como “una escisión social que es
impulsada por la idea biopolítica de purificación permanente e inconclusa del
cuerpo de la sociedad”. Termina por concluir en este apartado que el análisis
de Foucault sensibiliza para la polivalencia táctica y la capacidad de
transformación interna del discurso de razas.
Por último, en sus conferencias de 1978 y 1979 habla acerca de la biopolítica
dentro de un marco teórico más complejo. El punto central de estas
conferencias es la “formación de la gubernamentalidad política” en un recorrido
histórico y en estas maneja un concepto de gobierno en sentido amplio,
refiriéndose a las diferentes formas de conducción de los seres humanos,
conducción ajena y la de uno mismo. Dentro del análisis del gobierno, afirma
que el nacimiento de la biopolítica está unido a la aparición de formas liberales
de gobierno. En este caso el liberalismo no es comprendido como una teoría
económica o una ideología política, sino que se entiende como un arte de
conducción de los seres humanos orientado a la población, el cual se vale de la
economía política como técnica de intervención.
Al principio, la justificación del gobierno de un Estado soberano se basaba en el
derecho natural proveniente de lo divino, luego se pasó al artificial leviatán que
se alejaba de este concepto de naturaleza y más bien se inclinaba hacia el
contractualismo, pero con el advenimiento de las formas de gobierno liberales
se empieza a hablar de una naturaleza ligada al devenir del mercado,
específicamente un mercado un mercado sin intervención y por tanto maneje
unos precios “naturales”; abogando de paso por la libre circulación de bienes y
personas.
Desde la economía política se plantéa para el arte de gobierno una necesidad
de autolimitación, así como el ideal de “gobierno económico” que lleva a
plantearse cuáles prácticas de gobierno son realmente necesarias y cuáles son
prescindibles. Ello podría llevar a pensar que en estos casos se da
indefectiblemente una reducción del poder estatal, pero la concepción liberal de
naturaleza va atada a la acción del gobierno, sin ser algo estático e inmutable,
separada de las demás realidades. En este sentido, dado el cambio en la
percepción de lo “natural”, las formas de gobierno basadas en el derecho,
propias del Estado soberano, la prohibición y la permisión, pasan a ser menos
importantes que formas orientadas a las acciones de “estimular e incitar”.
Retomando parcialmente los conceptos anteriores, en aras de proteger y
administrar la vida, se emplean los llamados dispositivos de seguridad, que se
basan en el análisis de datos poblaciones, los cuales llevan a conclusiones que
se expresen en términos de favorabilidad y preferencia, mas no de imperancia.
De modo que, como podemos ver, es una biopolítica muy abocada a la
población.
Para terminar, se señalan varias ventajas en análisis de Foucault sobre la
biopolítica en el liberalismo, pero se destaca también que este mismo reconoce
que le faltó mostrar más la relación que existe entre estos dos conceptos y que
de hecho esto debió ser el núcleo de las conferencias.

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