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Contexto a nivel global, problemática del ascenso, nuevas tendencias de la administración pública.

Muchos de los cambios que se dan en los contextos locales de los Estados hacen parte de una
serie de dinámicas político-económicas mucho más amplias que están interconectadas con los
organismos y corporaciones internacionales que por lo general se encargan de establecer y medir
las “buenas” prácticas de los gobiernos, a la vez que, a cambio de préstamos de gran cuantía a
largo plazo, les hacen una serie de recomendaciones de ajustes a las estructuras fiscales y de
políticas económicas de esos países. En estas dinámicas de interdependencia entre lo
internacional y lo nacional se dieron los cambios (en muchos casos violentos) que
progresivamente llevaron a que la gran mayoría de países del mundo se rigieran por un modelo
económico que se ha dado a conocer como neoliberalismo, que podríamos caracterizar como un
modelo que pretende desregularizar al máximo las empresas e industrias locales del control
estatal y darle así una mayor autonomía a las empresas locales y extrajeras en su forma de actuar
en los aparatos productivos. Lo cual ha llevado a un nuevo modelo de entender tanto la forma
como se contratan a los trabajadores, restándoles al máximo su capacidad de organización sindical
por la vía de la tercerización o subcontratación, como la administración pública, que se ha visto
impregnada progresivamente de prácticas y dinámicas del modelo administrativo/económico
privado por medio de las inversiones y proyectos que se conocen como público-privados. Sin
embargo, para aterrizar estas generalizaciones, resaltemos tres aspectos que nos darán más
claridades al respecto.

Contexto a nivel global:

Desde los 70´s se inició la arremetida neoliberal con el Golpe de Estado en Chile, que llevó al
asesinato de Salvador Allende y al establecimiento de una dictadura militar, que permitió que este
país fuera el laboratorio de las nuevas medidas económicas de desregulación de la economía
propuestas por la Escuela de Chicago a cargo de Milton Friedman, pupilo de Hayek. A día de hoy
vemos que el paraíso prometido por el neoliberalismo fue un desastre, ya que el clamor en Chile
es una renovación completa de este sistema que no ha hecho sino que los pobres sean cada vez
más pobres y los ricos más ricos. Las protestas masivas y el cambio de la constitución a que
llevaron es la prueba mas fehaciente del fracaso de ese sistema. Pero Chile solo fue el primer país
que fue obligado a asumir este modelo. Luego, los otros dos casos más sobresalientes fueron
Inglaterra y Estados Unidos. Después del periodo de posguerras en los 40´s del siglo pasado, en
gran parte del mundo, pero sobre todo en Europa y América del norte, se vivió una época de
prosperidad económica y de relativo entendimiento entre los Estados, las industrias, y los
trabajadores. Esta es la época que conocemos como el Estado de Bienestar, que significó para los
trabajadores un amplio reconocimiento de sus derechos, un adecuado pago por sus labores, la
cobertura de una seguridad social digna y pensiones adecuadas. Para esto, el Estado debía
recaudar más impuestos tanto a los mismos trabajadores, como a las empresas e industrias. Sin
embargo, a raíz de la progresiva politización y organización que estaban teniendo las clases
trabajadoras, estos Estados decidieron que era necesario restar al mínimo necesario los derechos
y la asistencia estatal, para mantener a la población más encaminada a la lucha por sobrevivir en
su día a día, que pendiente de temas políticos como el tema de la Guerra Fría y los procesos de
descolonización en África y Asia, o de luchas sindicales en pro de mejorar las condiciones de
trabajo locales, la inclusión y defensa de derechos de mujeres y negros, entre otros. Y lo lograron.
En los 70´s, en coordinación de la Presidenta de Inglaterra y del Presidente norteamericano,
desmontaron este sistema de Estado de Bienestar, solo que lo hicieron por una vía no tan
directamente violenta como en Chile. Estos son algunos de los hitos internacionales más
importantes acerca de la arremetida neoliberal.

Sin embargo, es necesario resaltar otro evento que implicó más directamente la instauración de
las políticas neoliberales en América Latina y que coincidió con el proceso de la construcción de la
nueva Constitución Política de Colombia en 1991: El Consenso de Washington de 1989. Antes del
Consenso, la política económica latinoamericana se caracterizaba por estar bajo la influencia del
pensamiento cepalino, que representó el paradigma para el diseño de estrategias de desarrollo.
Además, este pensamiento se caracterizó por fomentar el modelo de sustitución de
importaciones, el cual: "tuvo su origen en las restricciones a la llegada de manufacturas externas
derivadas de la Segunda Guerra Mundial, vacío que tuvo que llenarse con productos fabricados en
el ámbito regional". En los años 80´s se dio una crisis de recesión económica en la región, debido a
la ineficacia del modelo ISI, que generó grandes problemáticas en los países que se endeudaron
con los organismos internacionales: altos déficit públicos, mercados financieros reprimidos,
mercados cambiarios artificialmente controlados, mercados de bienes cerrados a la competencia
mundial, restricciones a la inversión extranjera, empresas estatales ineficientes, rígidas relaciones
laborales y derechos de propiedad mal definidos.

Es en este contexto de crisis donde entra en juego el Consenso de Washington que se basó en una
lógica de mercado caracterizada por la apertura y disciplina macroeconómica. La apertura
económica consistía principalmente en una serie de medidas que permitieran y facilitaran el
comercio internacional entre los países en vías de desarrollo y los desarrollados, con la finalidad de
impulsar el crecimiento económico de la región. Por otra parte, la disciplina macroeconómica
proporcionaría la estabilidad económica a partir del control de las finanzas públicas del Estado,
para lograr efectos económicos, políticos y sociales positivos. Como tal, lo que buscaba el
Consenso era identificar aquellas políticas que las principales instituciones de Washington, tales
como el Tesoro de los Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el
Banco Interamericano de Desarrollo, consideraban claves para la restauración del crecimiento en
América Latina.

En el ejercicio directo, el Consenso implicaba una reafirmación del modelo liberal al estilo chileno
por otras vías no violentas, y se procuró que los protagonistas de las actividades económicas
fueran el sector privado y el Estado perdiera su rol regulatorio; sólo de esta manera se lograría la
estabilidad económica que América Latina necesitaba después de la crisis de la deuda.

Problemáticas del ascenso.

Hacia principios de 1990, la mayoría de los países de la región, incluyendo muchas de las
economías más pequeñas de América Central y el Caribe, abrieron su comercio al exterior,
recortaron el déficit presupuestario y vendieron activos del Estado, incluyendo muchas empresas
de servicios públicos. Las privatizaciones y la reducción de las tasas de interés en los Estados
Unidos entre 1990 y 1991 fomentaron una ola de inversiones en cartera en los más grandes
mercados de valores de América Latina. Éstos incrementaron en promedio su valor en 25% cada
año entre 1989 y 1994. El crecimiento económico empezó a darse. Para la región en general
estuvo en un promedio de 4.2% anual en el periodo comprendido entre 1990 y 1995. Un contraste
con relación al crecimiento del periodo 1982-1989, el cual apenas había alcanzado el 1%. Los
ingresos per cápita empezaron a subir luego de una década de descenso, aunque el desempleo
seguía siendo alto y los salarios reales se recuperaban lentamente. Por ello, la década de 1990 ha
sido para América Latina la de la instauración del neoliberalismo a partir de las reformas de
política económica del denominado Consenso de Washington.

Nuevas tendencias de la administración pública.

Como hemos mencionado, la instauración del neoliberalismo en América Latina y la creación de la


nueva Constitución Política en Colombia se dan en un periodo sincrónico de crisis y cambios
políticos a nivel mundial, transversalizado, cabe mencionar, por la caída del muro de Berlín y el “fin
del socialismo real” o el “fin de la historia”, según se creía en esos momentos. Si es cierto o no, no
es de nuestro interés por ahora. Centrémonos en algunos de los cambios que se dieron en ese
nuevo periodo para la Administración Pública en Colombia, condicionados y enmarcados en todos
esos procesos políticos y económicos a nivel mundial.

En la nueva legislación sobre la administración pública y la carrera administrativa, expedida en la


primera década de vigencia de la Constitución del 91 se subraya la importancia de la Ley 489 de
1998, “Por la cual se dictan normas sobre la organización y funcionamiento de las entidades del
orden nacional, se expiden las disposiciones, principios y reglas generales para el ejercicio de las
atribuciones previstas en los numerales 15 y 16 del artículo 189 de la Constitución Política y se
dictan otras disposiciones”251; se comparan las reformas impulsadas por los gobiernos de la
primera década del siglo XXI; y se hace énfasis en la Ley 909 de 2004, “Por la cual se expiden
normas que regulan el empleo público, la carrera administrativa, gerencia pública y se dictan otras
disposiciones”.

El último apartado se concentra en las reformas administrativas de los gobiernos de los


presidentes Álvaro Uribe y Juan Manual Santos. Se incluye un análisis de las normas que buscan
simplificar y reducir los trámites administrativos, garantizar el derecho de acceso a la información
y la transparencia, y propiciar la participación ciudadana en la gestión pública. Se describe
asimismo el papel del Departamento de la Función Pública en la construcción de la paz, tanto en el
nivel central como en los territorios.

Uno de los pilares de la función pública, que de hecho se estableció constitucionalmente, era la
descentralización de las entidades estatales, con el propósito de frenar esas prerrogativas
nominales que ofrecían a los líderes políticos la oportunidad de controlar el nombramiento de
personal en los diversos organismos del Estado. La Constitución del 91 significó un cambio que
generó una nueva institucionalidad, una nueva manera de trabajar en el Estado, con un énfasis
muy grande en el tema de un Estado participativo.

La Constitución del 91 ciertamente es un quiebre bastante importante en muchos sentidos: el


tema de la descentralización, o la profundización de la descentralización; la instauración de una
nueva institucionalidad, en varios frentes: la Fiscalía General de la Nación, la Defensoría del
Pueblo; genera también unos mecanismos muy importantes de intervención: La Comisión
Nacional del Servicio Civil, [en síntesis] la creación de toda una nueva institucionalidad, pero
también la de mecanismos e instrumentos muy importantes, como la tutela, o como la acción de
cumplimiento; y obviamente todas las formas de participación social, inimaginables, porque la
Constitución del 91 prácticamente agota la imaginación en formas de participación y del control
social. […] La creación del control interno, otra visión del modelo de control fiscal en el país, que es
completamente distinto; unos nuevos principios de gestión presupuestal fuera de los cánones
tradicionales del equilibrio perfecto; […] hay una innovación en todos los temas de gestión, y de
toda la institucionalidad del país. Es un hito, la Constitución del 91.

La Constitución de 1991, en su Artículo 125, dispuso que la carrera administrativa rigiera, con
ciertas excepciones, para el conjunto de los servidores públicos. Y entre los requisitos para ser
empleado público incluyó “los méritos y calidades de los aspirantes".

Los empleos en los órganos y entidades del Estado son de carrera. Se exceptúan los de elección
popular, los de libre nombramiento y remoción, los de trabajadores oficiales y los demás que
determine la ley. Los funcionarios, cuyo sistema de nombramiento no haya sido determinado por
la Constitución o la ley, serán nombrados por concurso público. El ingreso a los cargos de carrera y
el ascenso en los mismos, se harán previo cumplimiento de los requisitos y condiciones que fije la
ley para determinar los méritos y calidades de los aspirantes. El retiro se hará: por calificación no
satisfactoria en el desempeño del empleo; por violación del régimen disciplinario y por las demás
causales previstas en la Constitución o la ley. En ningún caso la filiación política de los ciudadanos
podrá determinar su nombramiento para un empleo de carrera, su ascenso o remoción.

Además, la Carta Política elevó a rango constitucional la Comisión Nacional del Servicio Civil, como
órgano integrante de la organización del Estado. Y le atribuyó “[la responsabilidad] de la
administración y vigilancia de las carreras de los servidores públicos, excepción hecha de las que
tengan carácter especial” (Artículo 130).De esta manera, a partir de la Constitución de 1991, a la
Comisión Nacional del Servicio Civil le corresponde un papel protagónico en la selección y
provisión de los empleos de carrera, garantizando el mérito y la igualdad en el ingreso y la
permanencia de los empleados. No obstante, la Comisión tardaría más de trece años en ponerse
en funcionamiento, cosa que se haría a partir de la promulgación de la Ley 909 del 7 de diciembre
de 2004.

Por último, es necesario mencionar que, en su Título VII, sobre la Rama Ejecutiva, la Constitución
incluye un capítulo sobre la función administrativa. En el Artículo 209 se destacan las
características y los principios en los que esta se fundamenta: La función administrativa está al
servicio de los intereses generales y se desarrolla con fundamento en los principios de igualdad,
moralidad, eficacia, economía, celeridad, imparcialidad y publicidad, mediante la
descentralización, la delegación y la desconcentración de funciones. Las autoridades
administrativas deben coordinar sus actuaciones para el adecuado cumplimiento de los fines del
Estado. La administración pública, en todos sus órdenes, tendrá un control interno que se ejercerá
en los términos que señale la ley.
La actividad administrativa pública persigue el interés general y se sujeta a los siguientes
principios:

Igualdad. Descansa este principio, en el tratamiento rigurosamente imparcial a todos los


administrados, sin favorecer ni a individuos ni a grupos.

Moralidad. Según este principio, las funciones adscritas a cada servidor deben desenvolverse
dentro de auténticos propósitos de servicio público, con toda honestidad y desinterés y con
absoluto respeto a las normas sobre obligaciones, incompatibilidades y prohibiciones a los
servidores públicos.

Eficacia. Este principio advierte que los procedimientos deben lograr su finalidad, removiendo de
oficio los obstáculos puramente formales y evitando decisiones inhibitorias. Las nulidades que
resulten de vicios de procedimiento podrán sanearse en cualquier tiempo, de oficio o a petición
del interesado.

Economía. Las normas de procedimiento deben ser utilizadas para agilizar las decisiones. Los
procedimientos se deben adelantar en el menor tiempo y con la menor cantidad de gastos y no se
deben exigir más documentos y copias que los estrictamente necesarios, ni autenticaciones ni
notas de presentación personal sino cuando la ley lo ordene.

Celeridad. Las autoridades tendrán el impulso oficioso de los procedimientos, suprimirán los
trámites innecesarios, utilizarán formularios para actuaciones. La trayectoria histórica del servicio
civil y la función pública en Colombia en serie, cuando la naturaleza de ellas lo haga posible y sin
que ello releve a las autoridades de las obligaciones de considerar todos los argumentos y pruebas
de los interesados.

Imparcialidad. Las autoridades deberán actuar teniendo en cuenta que la finalidad de los
procedimientos consiste en asegurar y garantizar los derechos de todas las personas sin ningún
género de discriminación. Por consiguiente, deberán darles igualdad de tratamiento, respetando
el orden en que actúen ante ellos.

Publicidad. Las autoridades darán a conocer sus decisiones mediante las comunicaciones,
notificaciones o publicaciones que ordene la ley. Coordinación. Las actividades de la
administración por su complejidad creciente precisan de un adecuado y lógico nivel de
comunicación, interacción e interdependencia.

Control. Según este principio, las actividades de la función administrativa requieren vigilancia,
supervisión y seguimiento. En desarrollo de este principio, el Artículo 269 ordena que las
entidades públicas diseñen y apliquen métodos y procedimientos de control interno.

En los principios de eficacia y economía es que esta nueva Constitución y la Función de la


Administración Pública se enmarcan en todo ese proceso internacional de neoliberalización de las
políticas económicas y prácticas de los Estados, es decir, una supuesta modernización enmarcada
en la defensa de los derechos fundamentales de la sociedad, pero con un trasfondo de principios
que siempre tienden a reducir poco a poco la participación del Estado en la vida de sus
ciudadanos.

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